martes, 29 de noviembre de 2016

Los Cinco Soles: El Cuarto Sol ¨Atonatiuh¨: CAPÍTULO 16.




Los Cinco Soles: El Cuarto Sol ¨Atonatiuh¨: CAPÍTULO 16.

- Después de tantos mundos fallidos, los dioses aztecas decidieron crear la versión definitiva de la humanidad. Pero para formarlos, necesitaban materia prima, así que bajaron al inframundo para recoger los huesos de los antiguos gigantes que habían habitado el primer sol. Quetzalcoatl, la serpiente, se ofreció como voluntario y convenció al dios de los muertos para que le regalara uno de sus huesos favoritos. Cuando la serpiente emplumada quiso regresar, el dios de los muertos lo comenzó a perseguir, exigiéndole que se lo devuelva y enseñándole sus horribles fauces. Durante la huída, Quetzalcoatl se tropezó y el hueso se partió por la mitad, posteriormente moldeó la figura humana en la mitad del hueso, razón por la cual, los aztecas creían que los humanos eran más bajos que los antiguos gigantes- Morgán se acarició la barbilla una vez terminó con la historia- Es mi cuento favorito, sin duda.     
Sony y Kay acababan de recuperar la consciencia, oyendo, a duras penas, aquel mito.
- Utilizaron mucho sus poderes, es lógico que estén así- continuó hablando Morgán, los tres se encontraban en la cuarta habitación, la luz de una antorcha iluminaba las paredes y en ellas se distinguían sus contrastantes sombras. Morgán se había tomado la molestia de crear una barrera de hielo en la puerta anterior con tal de que los horrores del tercer sol no los persiguieran. Llevaba la mata de maíz que habían conseguido anteriormente y se las dio para que la comieran. Los JEN, sin energías y aún con dudas de si confiar en su enemigo, se abalanzaron sobre ella y la devoraron. Morgán lanzó una sonrisa burlona.   
Todo fue fugaz, Sony terminó de comer y embistió rápidamente a Miljen Morgán, lo empujó contra la pared, se aferró a él y le colocó el filo del hueso del brazo sobre la garganta, la otra mano rebosaba algunas gotas de lava y amenazaba con derretirle el rostro.
Morgán se quedó mudo.
- Sony… déjalo- le dijo Kay. Aquellas palabras sorprendieron a su amigo.
- ¡Solo quiere utilizarnos! ¡Intentará matarnos en el instante que tenga oportunidad!
- Piénsalo, de ser así… con lo débiles que estábamos nos habría matado aquí y ahora.
Los ojos de Morgán miraban a Sony, luego a Kay y después a Sony nuevamente.
- ¡No! ¡Destruyó Sarmander! ¡A su subordinado frente a nuestro ojos y casi te mata cuando te mordió! ¡Es un desquiciado, un asesino!- gritó Sony, lleno de rencor, algo no andaba bien…
Kay posó su mano sobre el hombro de Sony.
- Lo es, pero confía en mí. Lo necesitamos para salir de aquí con vida.  
Sony meditó y lo soltó, había tenido que ponerse en puntitas de pie para llegar a tomarlo del cuello. Miljen tosió durante un momento e inclinó la cabeza.
- A mi tampoco me sirve que estén muertos, son más importantes para mi de lo que creen…- dijo la apagada voz de Morgán.    
- ¿Por nuestra sangre, no es así?- continuó Sony- Por eso mordiste a Kay, escuché todo antes de desmayarme. ¿Por qué la necesitas?
- Porque son los JEN, los dos predestinados.
- ¿Predestinados a qué?
- A grandes cosas- y cambió de tema- Ahora avancemos, estamos entrando al cuarto sol: Atonatiuh.
- ¿Quieres que confiemos en ti? ¡Habla!
Kay se mantuvo en silencio.
- No hay mucho que decir porque poco es lo que sé. Aunque su función es mucho más misteriosa que la de los elementales…
- Los elementales pelean por la paz y la justicia, desde antaño hasta hoy…- dijo Sony con firmeza.
- ¿Paz y justicia? Qué vil mentira. Algunos solo respondíamos a nuestros propios intereses- respondió Morgán sutilmente- De seguro, su mentor nunca les dijo que todos éramos ladrones, huérfanos y delincuentes durante niños.
- ¿Qué…?
- El mago nos encontró y nos dio un propósito, eso es todo. Esa es la cruda verdad de los elementales.
Kay apretó los dientes y Sony no se atrevió a contestar, pero no se desanimó y dijo:
- Lo mejor será que terminemos esto. Basta de pruebas y cuentos. Luchemos para darle fin, si nosotros te derrotamos aquí no podrás reclamar la espada y el mundo estará a salvo.
- ¿Reclamar?- pensó Kay, una idea le invadía la mente.
Morgán pareció aceptar. El elemental del fuego se quedó atrás, Sony y Morgán avanzaron hacia la desolada habitación, la más común de todas; se colocaron frente a frente, Kay observaba la situación con cierta desorientación. Sony alzó la mano y estuvo apunto de crear una figura de lava hasta que… el suelo se desmoronó como si fuera de cristal y los dos personajes se sumergieron en el interior de un lago.
- ¡Sony!- gritó Kay y se zambulló en las aguas.
Por alguna razón, les resultaba imposible volver a la superficie, como si una fuerza superior los mantuviera abajo. Descendiendo cada vez más, examinaron el exterior y fueron testigos (nuevamente) de lo inexplicable: donde el agua parecía terminar había un basto cielo que se corrompía y se hacía añicos como si fuera una copa de vidrio, mientras tanto, gotas y gotas de lluvia caían. Parecía tratarse de una ilusión óptica o de una realidad alterna, no estaban seguros. ¿Cómo habían sido los aztecas capaces de tales trampas?
La desesperación no tardó en aparecer. Miljen, Kay y Sony intentaron contener la respiración a duras penas, comprobaron que sus elementos eran inútiles en aquel sector. Dirigiéndose hacia el vacío involuntariamente y quedándose sin aire que respirar, estos tres personajes estuvieron apunto de perder las esperanzas. Y como si fuera poco, un numeroso conjunto de peces extraños los rodearon, todos ellos brillaban bajo el agua y les permitieron divisar mejor el área. Pero no había nada que podían hacer para salvarse.  
Nunca supo bien por qué ni como, pero en ese intenso momento en donde sus vidas pendían de un hilo, Kay entró en una clase de trance y escuchó dos voces: la de un hombre que desconocía y la de una mujer… Jessica. Entonces, Kay intentó algo ilógico: respirar bajo el agua; lo que resultó exitoso. Ahora… ¿Cómo se lo diría a sus compañeros? Lleno de angustia, quiso hablar pero solo tragó agua; meditó una vez más, pensó y pensó a más no poder…
- ¡Kay, cállate!- dijo la voz de Sony desde algún lugar. Pero ¿Cómo? La boca del joven no había realizado ningún movimiento y sin embargo, su voz se escuchó con total claridad.
A Kay se le prendió la lamparita.
- ¡Sony! ¿Puedes oírme? ¡Podemos respirar bajo el agua por alguna razón y hablar mediante pensamientos!
- Bien hecho, Montarnen- dijo Miljen y observó el vacío- Me pregunto cuantos hombres habrán perecido aquí, desesperados y conteniendo la respiración por creer que no podían sobrevivir bajo el agua. Debí imaginarlo, este es Atoniatiuh, el sol del agua. Es una gran ventaja… pero ahora, ¿Cómo hacemos para regresar?
Las voces de Kay y Sony se pisaron unas con otras debido a todas las hipótesis que estaban formulando para escapar.
- ¡Recuerden que todo lo que piensan se escucha, háganlo con cuidado!- exclamó Morgán y tanteó sus poderes sobre el hielo, pero nada pasó- ¿Magia que suprime elementos? Es igual a la leyenda… el diluvio que terminó con el cuarto sol y convirtió a los hombres supervivientes en peces… ¡los peces!
- No dejan de observarnos- comentó Sony.
- No es eso.- lo corrigió Morgán- Ellos deben ser la clave para escapar.
- ¿Cómo?
- Según la mitología azteca, los cielos cayeron por el diluvio y fueron levantados por cuatro hombres…- abrió bien los ojos y pronunció firmemente- ¡Atemoc, Itzacoatl, Itzmaliza y Tenoch!   
Las criaturas marinas realizaron algunos destellos repentinos y comenzaron a dar vueltas a su alrededor, mágicamente se unieron entre sí, armando una clase de balsa. No lo pensaron dos veces, los tres se lanzaron sobre ella y la gran cantidad de peces los condujeron hacia la superficie.
Finalmente, sanos y salvos frente a la gran puerta, aunque no la del quinto sol, sino por la que ya habían entrado (cubierta de hielo). El suelo volvió a la normalidad y los peces se evaporaron en el agua. Morgán tomó la antorcha con el fuego grisáceo del tercer sol, la cual se le había caído al suelo cuando Sony lo atacó.
- Gracias- le dijo Sony a Miljen. Este último apretó los dientes y sonrió sin que lo vieran.
- Solos no podremos.

Escurrieron sus prendas (a excepción de Morgán) y se miraron entre sí. Ahora tenían que dirigirse a la quinta puerta que se encontraba en frente a veinte metros, una vez listos, avanzaron y rezaron para sus adentros con tal de no repetir el baño.   

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