La Decisión: CAPÍTULO
8.
Dayas despertó casi un día
después (Sony se había encargado de llevarlos a la guarida mediante su
transformación, razón por la que se saltaron los tres días de viaje), una vez
lo hizo, se encontraba acostado en su propia cama, en la cabaña de la guarida.
Al principio creyó que ya estaba muerto, luego, que todo había sido una
perturbadora pesadilla; inmediatamente notó que alguien lo acompañaba, el
anciano Faír. El hombre yacía descansando en una silla de madera a su lado, con
la cabeza hacia arriba, las manos sobre la panza y roncando intensamente. Dayas
rió, parecía ser que todo ese tiempo lo había estado cuidando. Si bien, Faír
era un hombre muy serio y reservado, siempre había demostrado una gran
amabilidad para con el príncipe, fue uno de los primeros en creer en él cuando
tan solo era un niño que había huido de su hogar y siempre lo había apoyado en
toda decisión de su vida. Y no solo a él, sino también al fortachón de Mongot.
Hijo del antiguo líder de la resistencia: Mangat. Quien desgraciadamente fue
despojado de su vida (por los hombres de Minos) poco después de que Dayas
llegara.
Dayas comprendió que no
sentía ningún dolor, ni físico ni emocional, se preguntaba exhaustivamente como
podría haber llegado hasta allí y como estarían los ‘’magos’’ de la
resistencia. Se colocó los zapatos (ya estaba vestido), decidió dejar descansar
a Fair un rato más, se lo merecía. Salió de la cabaña mientras se colocaba el
cinturón que portaba su espada y contempló que no había señal de ningún hombre
suyo. A su alrededor, todo estaba desolado. El sol se introducía entre los
espacios que las montañas le permitían, ya era hora de almorzar, aún así, nadie
se encontraba.
Evitando imaginar lo peor,
comenzó a correr por el sendero principal (el más grande). Atravesando ese
camino sinuoso, escuchó, en primer lugar, un amplio murmullo. A medida que se
fue acercando, dicho sonido fue creciendo, finalmente encontró a sus hombres
amontonados, todos ellos riendo y gritando como una hinchada de fútbol. ¡Con
razón estaba casi toda la guarida vacía! TODOS los hombres, mujeres y niños
pertenecientes a la resistencia yacían juntos, todos parados en dirección al
mismo lugar, algunos comiendo, otros hablando, o sino mirando impresionados
hacia adelante. Dayas se hizo paso entre ellos, los cuales ni se percataban de
su presencia. A diferencia de sus camaradas (hombres enormes, brazos anchos y
espaldas robustas) él era un hombre pequeño, alto para su edad, pero flacucho.
Después de tanto tránsito,
Dayas llegó hasta el punto que estaba generando la atención de todos los
Kiceanos.
‘’Los magos’’ estaban
enfrentándose entre sí, y como dichas habilidades eran únicas, aquel resultaba
ser un gran espectáculo. Dayas pudo ver a Natal señalando a sus oponentes en
tono de burla con los dos dedos (‘’vengan’’), el sujeto estaba tan derecho como
una escoba, brazos y piernas juntas, pegadas al cuerpo (a excepción del brazo
que emitía la señal), vestía un saco gris y una camisa blanca, con los botones
desprendidos y dejando ver los pelos canosos en su pecho. Enfrente de él (a
unos seis metros) estaban Kay y Sony, Dayas los vio exhaustos, respirando
forzosamente, enojados con su mentor y mirándose entre sí constantemente. Kay
vestía una camisa blanca desgastada y pantalón, Sony una camisa azul y pantalón
(aquellas ropas se las habían dado los Kiceanos y estaban más acordes a su
vestimenta); yacían muy demacrados y sucios (los rostros cubiertos de tierra).
De repente, uno de ellos gritó: ¡AHORA!
Inmediatamente corrieron
hacia su contrincante en diferentes direcciones, encerrándolo para que no pudiera
escapar, Natal (sonriendo) dio un gran salto a veinte metros de altura (el
público emitió una ovación), y volvió a descender hacia un costado. Sus
aprendices, cansados de que los tomen de los pelos, volvieron a seguirlo, pero
esta vez, lanzando sus respectivos elementos. El público realizó un grito de
asombro y susto. Natal reaccionó a tiempo, esquivó la bola de fuego con unos
reflejos impresionantes y cubrió la masa de lava con sus habilidades, luego la
hizo ascender hacia los cielos hasta desaparecer. Mientras la gente miraba
hacia arriba, Natal aprovechó el desconcierto y fue hacia Kay y Sony.
A todo esto, Dayas observaba
la pelea, fascinado.
Lo engañaron, los JEN
realizaron nuevas técnicas elementales, pero un segundo antes de
implementarlas, Natal sacudió su mano, como cuando uno intenta matar a un
mosquito. A continuación, los más jóvenes tropezaron, la bola de fuego cayó
sobre el rostro de Kay y la masa de lava sobre la ropa de Sony. Al ser elementales,
su fisonomía estaba mayor preparada para dichos ataques. Kay llevaba una gran
máscara negra sobre su rostro y algunos indicios de sangre y raspaduras, a
Sony, en cambio, le surgieron agujeros en la ropa y grandes raspones en su
cuerpo. Ambos estaban acostados en el suelo, no tenían nada más que hacer. Kay
cortó un pedazo de tela de su camisa blanca con la mano y la extendió.
- Nos rendimos- dijo y la
agitó como una bandera.
Natal caminó hacia ellos y
los ayudó a levantarse.
- Y eso que no utilicé todo
mi poder- les dijo, a gusto con todo el show.
- ¿¡Por qué no vas tú solo a
derrotar a Minos!? ¿Eh? Tú que eres taaan fuerte- le contestó Kay con ironía,
levantándose del suelo.
Natal no pudo responderle,
debido a que la multitud aplaudió efusivamente todo el show que les habían
brindado.
- Amo este lugar, deberíamos
quedarnos- dijo Sony, quitándose la camisa y llevándola sobre su hombro
derecho.
Kay borró la sonrisa y se
marchó.
- ¿Qué le pasa?- le exclamó
Sony a Natal.
- Debe estar molesto por su
derrota, seguramente, ya sabes como es- le respondió este.
Sony sabía que aquella no
era la razón.
La gente comenzó a marcharse
y a volver a sus hogares o respectivos trabajos. Un animado Dayas apareció ante
ellos.
- Buenos días- dijo.
- ¡Buenos días, joven
príncipe!- exclamó Sony, muy alegre- Veo que finalmente despertó.
- Si… justamente eso quería
preguntarles. Pero antes que nada, increíble pelea, muy buen entrenamiento.
- Bueno, ya sabe… estos
niños necesitan algo de disciplina- dijo Natal en su tono de vanidoso. Sony no
le hizo caso.
- ¿Qué es lo que necesita
saber, Dayas?- preguntó Sony.
- Bueno, para empezar… ¿Qué
pasó?
- ¿No recuerda nada de
nada?
- Nada de nada- repitió
Dayas.
- En primer lugar, derrotó a
esa bestia inmunda usted solo y…
- ¿De verdad? ¿Cómo lo hice?
- exclamó el príncipe, con los ojos saltones.
- No estoy seguro… fue una
habilidad que nunca antes había visto en mi vida. Pero si, logró vencerla y
luego se desmayó. Con los muchachos lo trajimos hasta aquí y después de un día
entero volvió a despertar.
- Ya veo…
- Faír se puso como loco
cuando lo vio así, prometió cuidarlo y bueno, lo dejamos bajo su cuidado.
- Muchas gracias, magos. De
verdad. Faír continúa durmiendo en su asiento, pronto se despertará- hizo una
pausa y al momento añadió- ¿Y Mongot, donde está?
- No sabemos, señor- Sony y
Natal se miraron entre sí- No lo hemos visto.
- Qué extraño…
- Igualmente no se preocupe,
lo buscaremos por usted- dijo Sony, intentando interrumpir los pensamientos de Dayas.
- No será necesario, ya han
hecho demasiado por mí. Yo lo buscaré, ustedes tómense el día libre, se lo han
ganado.
- Cómo usted lo prefiera,
joven príncipe. Con su permiso, me retiro- Sony se marchó. Natal le siguió.
- ¡Ah! El artefacto dorado está
en manos de Hassian, fue al primero que vimos cuando llegamos aquí, dijo que lo
guardaría en el salón principal- le informó Natal- ¡Suerte!
Dayas los vio alejarse y fue
hacia el otro lado.
Fue una tarde y noche muy
incómoda, Kay no emitió palabra durante ningún momento, se sentía apenado, y
nadie sabía por que. Ni siquiera Sony, que compartía ese gran lazo que los unía.
Sony y Natal no se atrevieron a preguntar, de todos modos, no se tomaron muy en
serio su enojo. Se acostaron a dormir, Kay fue el último en conseguir el sueño,
su cabeza le daba vueltas.
Y otra vez… un sueño
ocurrió. En esta ocasión, le tocó a Sony nuevamente:
‘’ Todo estaba muy oscuro y confuso.
- ¿Quién eres?- preguntó un joven de cabello dorado.
- ¿Eso importa?- respondió una terrible voz, que
pronunciaba mucho las ‘’eses’’ y era tan grave y ronca que generaba una
increíble sensación de temor al solo oírla. Sony ya había soñado con ella hace
algunos días- ¡¿Dónde están?!
A una velocidad impactante, ocurrió un destello, una
luz que volvió blanco todo el paisaje a su alrededor. Y allí estaba: despojado
en el suelo, los ojos azules penetrantes e inmóviles, su cuerpo y rostro
pálido, totalmente cubierto… de sangre. ’’
Sony despertó de un golpe,
se cayó de la cama. Inhalaba y exhalaba sin cesar, se llevó los nudillos a los
ojos y lloró.
- Sony, ¡¿Qué ocurre?!- Kay
y Natal se habían despertado por el impacto.
Sin la posibilidad de
razonar, Sony deliraba, emitiendo palabras incompletas mientras su rostro se
bañaba en lágrimas y llantos desesperados.
Natal lo abrazó y lo contuvo.
- Ánimo, mi amigo.
Enfréntalo, no es real. Es solo un sueño.
- No es un sueño- dijo Sony
con frialdad.
Kay se quedó en silencio,
perturbado, pero atento a las necesidades de su compañero. Durante una pausa
agonizante, Sony intentó comunicarse.
- Un asesinato. Vi un
asesinato.
- ¿A quien, Sony? ¿A quien
matan?- preguntó Natal con delicadeza.
Sony se echó a llorar por
segunda vez. Lograron calmarlo durante unos minutos y más adelante, continuó
hablando.
- Su rostro pálido y repleto
de sangre, sus ojos azules tan fijos e inexpresivos, sin vida.
- Dayas…- murmuró Kay.
- Dime Sony, por favor, ¿Es
Dayas la víctima?- preguntó Natal un poco más acelerado. Sony no respondió-
¡¡¿Es él?!!- gritó y lo sacudió.
- ¡¡Natal!! ¡Basta!- lo retó
Kay y lo alejó de Sony, reemplazándolo en el abrazo- Está mal, ¿No lo ves?
Compórtate como debes, yo me encargo.
Natal reflexionó y entendió
lo que había hecho mal. Salió de la cabaña a tomar aire, estaba sofocado,
desconcertado y muy asustado. Una vez cerró la puerta, Kay ayudó a Sony a
volver a acostarse. El elemental de lava aún seguía sin todos sus
jugadores.
- Intenta descansar, Sony-
le dijo Kay, suavemente- Tú puedes negarte a tener esos sueños- Sony negó con
la cabeza nervioso- Si, mi amigo. Lo sé. Porque yo también los tengo, muy de
vez en cuando, y muchas veces, me han dado a entender que… Bueno, no importa.
Niega su acceso, hazme caso. Buenas noches- Kay lo tapó y se fue hacia su cama.
- Kay…- susurró Sony con los
ojos abiertos como platos.
- ¿Hablaste? ¿Qué ocurre?
Sony tragó saliva y
prosiguió:
- No es la primera vez que
sueño con este… asesino- se dió media
vuelta y se durmió.
Kay quedó petrificado.
¿Podría tratarse del tirano? ¿Del rey Minos? Odió profundamente a su corazón en
ese momento, porque este mismo le negaba que se tratara de aquel personaje.
- ¿Puedes decírnoslo? Es importante- exigió Natal al día siguiente en el
desayuno- Cuéntanos sobre ese sueño que tuviste, por favor.
- No fue un sueño, fue mucho más que eso, fue tan… real- respondió Sony
con la cabeza gacha, estaba casi normal- Lo podía sentir Natal, al viento en mi
cara, pude oler el aroma de los árboles y oír los sonidos del bosque. He tenido
muchas pesadillas, pero nunca… algo como esto. Un hombre encapuchado enfrentándose a un monstruo. Y…- Sony hace una
pausa- Lo pude comprender; a su enojo, a
su furia, a su inagotable deseo de venganza. Entendía su cólera, Natal. Sus
ganas de descuartizar al enemigo, de hacerlo pagar por todo. El mayor horror
que he sentido. Esa aterradora empatía
que no resultaba ser lo que aparentaba. Pues no tardé en reconocer, que el
monstruo… era yo.
- ¿Tú?- Natal se acarició la barba- ¿Cómo puedes ser tú el asesino?
- No, no.- negó el elemental- Ese fue el primer sueño en donde apareció
este encapuchado. El segundo fue el de esta noche… y fue peor.
Natal quiso preguntar, pero Kay lo detuvo colocando su mano sobre su
pecho en señal de ‘’detente’’. De todos
modos, Sony siguió:
- Vi morir a una persona, a alguien que todos nosotros conocemos, a
Dayas…
- Santo dios…- murmuró Natal y frunció el ceño- ¿Qué demonios está
pasando aquí?
Kay suspiró.
- Sea quien sea este
sinvergüenza, mantendremos al príncipe a salvo. Debe cumplir con su cometido.
- No lo entienden…-
respondió Sony- No se porqué lo sé, pero, también pude comprender aquello que
esa criatura estaba buscando…
- ¿Y que era?
- A nosotros, Kay. Nos estaba buscando a nosotros.
- A ver si entendí- habló
Natal- ¿Un psicópata mal nacido los está buscando?
Sony asintió impaciente.
- ¡Significa que debemos
alejarnos de Dayas cuanto antes, su vida corre peligro estando cerca de
nosotros!- exclamó Kay.
- No Kay, aún no sabemos si
aquello con lo que soñó Sony es real o simplemente un sueño- aconsejó Natal.
- Pero yo el año pasado…
- Eso no quiere decir que tu
compañero posea esa habilidad. Roguemos porque no.
Sony respiró profundamente y
se levantó totalmente erguido.
- No dejaré que nada le
ocurra al príncipe- inmediatamente fue a buscar sus cosas, cuando un hombre
entró en sus aposentos.
- Mil disculpas, jóvenes
magos. El príncipe Dayas les otorga un regalo por sus servicios- dijo el hombre
con suavidad, era de estatura media, llevaba una pequeña barba color café y
anteojos redondos. Dejó tres paquetes sobre la mesa y se marchó- Adiós, buenas
tardes.
Los elementales agradecieron
y se quedaron mirando fijamente los paquetes, cada uno de diferente color
(rojo, azul y verde), el primero llevaba el nombre de Kay en una tarjeta, el
segundo el de Sony y el tercero el de Natal. Estaban pesados, se preguntaron
como había hecho el hombre para cargar los tres a la vez, debería de ser un
súper hombre.
Los abrieron impacientes y
con gran emoción. Dayas les había obsequiado armaduras especiales para sus
batallas, cada una con el respectivo color del paquete. Eran grandes y
ajustadas, con un amplio tamaño en sus espaldas (lo que les causaba la
sensación de ser más robustos), la tela que en primer lugar vestían era
extremadamente dura y cómoda, tan brillante que parecía haber sido forjada con
diamantes. La de Sony era azul, la de Kay roja y la de Natal verde. Le seguía
un resplandeciente caparazón en forma de armadura, de color plateado e
indestructible, que ocupaba de pies a la garganta. Optaron por no usar el
casco, el cual se asemejaba a los existentes en la edad media de nuestro mundo,
con algunos cambios especiales en la visera (por donde se mira) y en el yelmo
(parte trasera). Por último, dichas armaduras estaban acompañadas por un arma
blanca, una espada de gran tamaño (todas eran iguales), presumiblemente
forjadas en el mismo lugar; el mango llevaba la insignia ‘M’ de ‘’Mago’’. Los
elementales entendieron que todos los regalos habían sido exclusivamente
creados para que solo ellos los utilizaran.
- Son increíbles…- exclamó
Sony, encantado. Los sueños habían quedado atrás.
Se las probaron y pasaron
algunas horas enfrentándose con sus espadas fuera de la cabaña, Kay le llevaba
algo de ventaja a Sony, pues él había sido el portador de la reliquia azteca. Aún
así, se estaban divirtiendo a lo grande. Sony pidió un descanso y entró a la
cabaña a buscar algo de agua. Kay lo esperó afuera. Natal leía, sentado en la
cama.
- ¿Y cómo te fue?- le
preguntó a Sony.
- Mal, Kay lleva más
ventaja. No me sorprendería que la espada divina le haya indicado como usarla
adecuadamente.
Natal río.
- Ustedes, los jóvenes, si
que tienen una gran imaginación.
- Después de todo lo que
vivimos me dices eso…- Sony le devolvió
la sonrisa mientras se servía un vaso de agua. Accidentalmente, el vaso de
madera se cayó al suelo y rodó hasta esconderse bajo la cama de Kay,
desparramando el líquido- ¡Maldita sea!
Sony fue a buscarlo y
sorpresivamente encontró algo más. La campera de jean con la que Kay había
venido al Zen (y la cual se había hecho añicos cuando Kay se transformó en
lobo) estaba allí oculta.
- Creí que se había deshecho
de ella cuando llegamos…- pensó.
Sony la tomó con una gran
curiosidad, en ella encontró una carta…
Con el corazón en la mano,
abrió el sobre y la leyó:
‘’Estimado señor Montarnen, queríamos avisarle que su
solicitud de pago fue aprobada. El próximo mes nos comunicaremos con usted para
cerrar con las negociaciones. Muchas Gracias. ’’
Morena alquileres
A continuación, Kay entró a
la cabaña.
- ¡Oye! ¿Por qué tardas
tanto con la bebida…?- se quedó petrificado al ver que su amigo sostenía la
carta.
- ¿Qué significa esto, Kay?-
preguntó Sony, Natal abandonó la lectura para escuchar.
Kay se la quitó de prepo.
- No es nada, no deberías
revisar mis cosas sin mi permiso, Sony.
- Habla, Montarnen- Sony
agravó el tono.
Kay le dio la espalda y
suspiró.
- No quería decírselos hasta
que las negociaciones estén terminadas. En realidad, pensé en comentárselos la
noche que vinimos aquí, pero… los militares y sus armas no lo permitieron.
- ¿Decirnos que?- preguntó
Natal, dejando el libro a un costado.
- Bueno… hace varios meses
comencé a comunicarme con Agustina, la chica que conocimos en San Robo- los
otros dos asintieron disconformes- Ella planea venir a vivir a la capital de
Buenos Aires, sin sus padres. Desde la anónima donación que realizamos en la
ciudad, ya no tiene nada que hacer allí- pausó y continuó- Hay un pueblito a
las afueras de la capital, se llama Morena, el régimen militar no es muy
estricto allí, pues es un pueblo de poco valor para el gobierno. Y bueno… hablé
con unos viejos amigos y me consiguieron un alquiler y un trabajo. Me voy para allá a ir a vivir con ella.
Al principio solo hubo
silencio.
- ¿Y no nos pensabas decir
nada? No ves a Agustina hace un prolongado tiempo. ¿No te parece muy acelerado
todo esto?- exclamó Sony, indignado.
- Sony, pensaba decírtelo…
¡decírselos! Pero no se presentó la oportunidad, surgió todo esto de la
resistencia y el Rey Minos, y Dayas…
- Por eso te fuiste enojado
del entrenamiento, eres un idiota- Sony salió de la cabaña, enojado.
- Sony…- vociferó Kay.
- Déjalo, ya se le pasará-
habló Natal mientras se quitaba los lentes- Es verdad que tuviste que habernos
avisado siquiera. Pero bueno, Sony te quiere mucho, ha perdido a algunos
miembros de su familia y a ti te considera parte de la suya, no te quiere
lejos. Debe comprender que todos tenemos el derecho de hacer nuestra vida, te
admito que no estoy del todo de acuerdo, en especial hablando de una mujer a la
que solo viste una vez. Pero eres adulto, y eres responsable de tus acciones.
Haz lo que mejor te parezca a ti.
Kay inhaló y lanzó una
exhalación que duró quince segundos.
La noche se hizo evidente,
aún no había señales de Sony. Kay y Natal se separaron para buscarlo. Luego de
horas y horas sin éxito, Kay lo encontró sentado sobre un tronco, cantando
frente a un hermoso lago (él mismo lugar donde Dayas y Sony habían estado). En
silencio, se sentó a su lado. Sony contemplaba los destellos de la luna entre
las montañas, con la misma fascinación que la primera vez. Kay también lo notó
y se quedó sorprendido.
- Es un muy bonito lugar-
dijo el elemental del fuego.
Sony paró de cantar y le
respondió.
- Dayas me lo enseñó, no
entiende porque a la mayoría del pueblo no le gusta venir aquí. Es tan…
pacífico.
- Tendrán sus razones. – el
joven que alguna vez había sido Van Robin Hed, apretó los dientes.
- Escucha Kay, lamento
haberme enojado. Es que… siento que todo lo que nos pasa año tras año no lo
puedo enfrentar solo. Eres una gran compañía y un gran amigo, no se que haría
sin ti.- carraspeó y continuó- Conozco Morena, fui por trabajo una vez, sé que
queda a 800km de la capital.
- Nunca estarás solo, mi
amigo. Nos visitaremos continuamente. Hemos pasado toda nuestra corta vida
juntos, sabremos enseguida si alguno necesita la ayuda del otro.
- El encapuchado… ¿Y si va a
por ti cuando estas en Morena y te asesina? No podría perdonármelo.
- Sea quien sea este sujeto,
no podrá contra la fuerza de los JEN, ni Dimitrion ni Miljen pudieron, ¿Por qué él si?
- Tienes razón. Tú sabes que
te deseo lo mejor, me cuesta aceptarlo, pero de verdad quiero que seas feliz.
Tú y tus pésimos chistes se lo merecen.
Kay rió.
- Gracias, supongo. Extrañaré
nuestras estupideces, siempre me hacían sentir mejor.
- Este último tiempo
volvimos a ser carne y uña, como antes.- Sony volvió a mirar la brecha.- Por
eso me cuesta tanto aceptarlo. Cuando volví a la Argentina, eras mi único
hogar, el único individuo al que consideraba familia. Eras mi boleto seguro
para tener paz cuando me alejara de mi madre y de mi abuelo. Fue duro todo,
pero me hizo crecer. Hasta incluso siento a Natal como si fuera un… bueno, ya
sabes.
- ¿Un erudito amargado?
Kay y Sony rieron
efusivamente en ese preciso instante.
- Viviría mucho más
tranquilo sin nosotros- dijo Sony inclinándose de un lado para otro por la
risa.
Kay paró de reír y estiró su
puño:
- ¿Siempre juntos?
- Siempre juntos- respondió
Sony y chocaron sus puños.
Dayas estaba allí
observándolos, ya era rutina para él recurrir aquel lugar para meditar. Esta
vez, no quiso interrumpir y se alegró de verlos charlando y sonriendo. En ese
mismo momento, recordó el día que conoció al valiente Mongot:
‘’Tras la traición de Minos a su hermano mayor Vayas,
Dayas huyó hacia los bosques, donde se topó con Mongot. En aquella época,
Mongot era un pequeño hombrecito de diez años que se encontraba recolectando
frutos para la cena de su familia. Dayas tenía ocho años y estaba completamente
asustado, exhausto por el largo viaje que había tenido que emprender por temor
a su malvado tío. La educación de Mongot era muy estricta, exacta para un
futuro guerrero, así que apenas lo vio, lo amenazó con su lanza.
Sin ninguna compasión, Mongot le exigió que se fuera
o lo dañaría, pero Dayas no tenía a donde ir. Secretamente lo siguió, el joven Mongot lo
sabía a la perfección.
- Tienes que aprender a ser más sigiloso, tus pisadas
son muy evidentes- le habló Mongot sin apartar la vista del camino.
Pero Dayas no respondió, su rostro estaba sucio, sus
cachetes colorados y sus ojos azules más atentos que nunca, moría de hambre.
Mongot se apiadó de él, y le tiró uno de los frutos
que había recolectado en la copa de los árboles más grandes. Dayas se abalanzó
sobre el alimento sin dar las gracias. Apenas lo terminó, se dio cuenta que
Mongot había desaparecido. Estuvo horas allí, solo, con frío y triste. Pronto
llovería, algunas gotas habían comenzado a caer.
- Si te quedas ahí, morirás de frío, mi amigo- le
dijo la voz de Mongot, había estado acostado sobre lo alto de la rama de un
árbol todo este tiempo, comiendo y observándolo.
Dayas se levantó, sin decir ni una palabra.
- No eres de comunicarte mucho, ¿No es así?- continuó
Mongot. A continuación le lanzó otro fruto azul- Te lo regalo. Eres una pena.
- Gracias…-murmuró Dayas, tímidamente.
- ¿De donde vienes?- preguntó Mongot mientras mordía
el fruto, era un niño bastante osado y de carácter superado.
- … de mi reino- respondió Dayas después de una breve
pausa.
- Ajá- asintió Mongot- ¡¿Y qué estas esperando?!
Súbete al árbol antes de que se largue la lluvia.
Dayas obedeció, le costó treparlo, pues estaba a unos
10 metros
del suelo; el joven lo logró y se sentó a su lado, en otra rama. Las ramas por
encima de ellos eran tan gruesas y abundantes que las gotas no caían. La lluvia
intensa no tardó en aparecer. Dayas no se animaba a mirar a los ojos a Mongot,
quien no paraba de observarlo.
- No eres del pueblo. Bueno, nunca te he visto en mi
vida. Y aquí todos nos conocemos. ¿Cómo te llamas?
- Soy… Da… Dayas.
- Un gusto Dayas, mi nombre es Mongot, hijo de
Mangat, el capitán de las fuerzas Kiceanas.
- ¿Kiceanas?
- ¡Pues claro! Kiceanos, los soldados del pueblo,
protectores de la paz en Zimpat.
- No sabía que existieran.
- Bueno… creo que ahora andan de vacaciones o algo
así. Por eso mi padre está en mi hogar. Vaya muchacho... ¿Vives en una roca? No
sabes nada de nada.
- Perdona…
- No tienes porque disculparte. Ahora dime… ¿De quien
huyes?
- ¿Cómo sabes que huyo?- preguntó el pequeño Dayas,
casi en un murmuro.
- ¡Por favor hermano! ¡Mírate! Se nota que has estado
días, tal vez semanas, caminando por el bosque. Y mira que no es un lugar muy
seguro. Además, tu ojo está morado, como si hubieras recibido un golpe. ¿Te
robaron? ¿Dónde está tu familia?
- Pude haberme perdido…
- ¡Vamos muchacho! Ningún hombre se sumerge en el
bosque solo. Un acto de desesperación te trajo hasta aquí.
- Mi tío… Él intentó asesinarme.
- ¡¿Cómo dices?! Santo… apenas la lluvia se detenga
vendrás a mi casa. Mi familia te ayudará a buscar a tus padres.
- Mis padres están muertos. Estoy solo.
- Vaya que la vida te ha golpeado donde mas duele.
Entonces, vendrás a vivir conmigo.
- ¿De verdad?- el rostro de Dayas se iluminó.
- Por supuesto- sonrió Mongot.
De repente, un rayo partió en dos el árbol donde se
encontraban.
- ¡CUIDADO!- gritó Mongot.
Ambos cayeron al suelo en diferentes direcciones, la
lluvia los envolvió por completo; truenos, relámpagos y rayos se proyectaban de
aquí a allá. La mitad del tronco cayó y chocó contra otro árbol, que solo se
inclinó y soportó su peso. La otra parte continuaba pendiendo de unas ramas (las
cuales colgaban), otro rayo penetró en la corteza e hizo que empezara a caer.
Mongot estaba justo debajo.
- ¡Ayuda! ¡Va a aplastarme!- gritó desesperado el
niño.
Dayas se levantó con sus pocas fuerzas, atolondrado
por la caída. Observó como Mongot se encontraba ante el borde de la muerte. E
inmediatamente, sin meditarlo, su rostro pálido se volvió rojo; cada gota de la
lluvia cambió su dirección a voluntad del joven, se acumuló lo suficiente como
para asemejar el tamaño de una ola, envolvió al tronco apunto de aplastar a
Mongot, ralentizó su acción y lo corrió a un costado. Finalmente, el tronco
cayó lejos del joven.
Dayas volvió a la normalidad y se tiró al suelo
exhausto. Mongot, sorprendido y con la boca entreabierta se levantó y corrió
hacia él, lo tomó entre sus brazos, Dayas no había perdido la conciencia.
- ¡¿Cómo… cómo hiciste eso?!- exclamó Mongot.
Dayas abrió los ojos y con sus pocas fuerzas
respondió:
- Soy Dayas, hijo de Vayas, rey de Zimpat.
Mongot lo comprendió enseguida, cerró los labios e
hizo ver una inmensa sonrisa.
- Dayas Jimonte, heredero al trono del reino del
águila, quiero que sepas, que a partir de hoy te ganaste un fiel amigo,
compatriota y compañero para toda la vida. Te estaré eternamente agradecido por
salvarme.
A Dayas le cayó una lágrima, mientras mostraba una
diminuta sonrisa, la que sus energías le permitían. Nunca había tenido amigos,
ni siquiera en el reino, siempre estaba solo, los niños de su edad no lo
querían por celos y lo evitaban todo el tiempo. Mongot se había transformado en
su primer amigo, y con el tiempo, en el mejor. Al rato se desmayó y Mongot lo
llevó inconsciente a su hogar. ‘’
Dayas
apartó la mirada de los JEN y volvió a su cabaña a descansar.