martes, 8 de noviembre de 2016

Los Cinco Soles: El Primer Sol ‘‘Tlaltipactonatiuh”: CAPÍTULO 13.



Los Cinco Soles: El Primer Sol ‘‘Tlaltipactonatiuh”: CAPÍTULO 13.

Dos estatuas enfrentadas aparecieron en la primera parte del Templo Azteca, la de dos dioses antiguos (Quetzalcóatl, como la serpiente emplumada y Tezcatlipoca, como el dios jaguar), aquel monumento resultaba ser el más simbólico en ese lugar. En las siguientes salas, seguirían topándose con dicha reliquia. El fuego de las antorchas, colgadas en cada pared, aumentaba y disminuía su intensidad con frecuencia, las sombras se veían constantemente modificadas por ese mismo motivo. El camino descendía hacia abajo súbitamente acorde avanzaban. Todo estaba muy oscuro, sucio y perturbador…
Para los elementales, fue imposible comentar lo que estaban viviendo. Alertas ante cualquier situación, el asombro y la curiosidad no se separaban de sus aventureros corazones. A su derecha, más adelante, una nueva puerta se visualizaba entre las luces de las antorchas; sobre ella, estaba escrita la palabra: ‘‘Tlaltipactonatiuh”.
- ¿Qué significa?- preguntó Kay, rompiendo el silencio.
- Es… el primer sol azteca, sino me equivoco- susurró Natal con el rostro petrificado- Hay un mito muy famoso que dice que los aztecas creían en la existencia de cinco períodos, cinco mundos o soles donde habían vivido los hombres y habían muerto por diferentes causas divinas- analizó una vez más la escritura y prosiguió- Encontraremos mucho material sobre su mitología, como la serpiente y el jaguar luchando… sus divinidades. Por ahora, tratemos de no aferrarnos demasiado a sus objetos o pinturas llamativas. Es peligroso, antiguo y solo Dios sabrá que habrá aquí.  
Sin más que decir, prosiguieron con su búsqueda y entraron en la única compuerta.
Los tres sintieron como se les helaban las entrañas ante una habitación totalmente oscura y fría. Natal tomó una de las antorchas de la pared y Kay encendió su mano. Con cautela, se adentraron en aquel sombrío mundo, temerosos ante la incertidumbre de lo que podrían llegar a encontrarse.
Pasaron unos segundos y Sony se tropezó.
- ¡Oigan!- les gritó, su eco resonó notablemente en las paredes de la habitación.
Natal lo iluminó, Sony había estado apunto de caer en un pozo de cuatro metros y medio. Divisaron tres más a sus alrededores.
- Cuidado, muchachos. No se separen de mí.
Paso a paso y enfrentando al dilatante suspenso, se toparon con la siguiente compuerta a unos siete metros, la cual era ancha y se conectaba directamente con el área sucesiva. La habitación era bastante larga; a lo lejos, podían distinguirse las figuras de los dos dioses combatiendo. De repente, un viento sopló, apagó la antorcha y el fuego en los dedos de Kay. Entre el silencio y la ausente iluminación, una serie de ruidos comenzaron a perturbar el ambiente… ¡y a ellos mismos! Kay se precipitó en encender una llamarada con su mano y generar visibilidad para todos, pero fue inútil. El fuego iba y venía como si fuera el de un encendedor.
Desesperado, se esforzó y logró extender una importante llama; así, los elementales contemplaron el primer suceso extraño en el Templo: de cada agujero en el suelo ascendieron grandes masas de tierra, uniformes. Luego, mutaron a brazos, y manos conforme emergían del abismo; cuerpos verdaderamente enormes. Gigantes…
- ¡Corran!- gritó Natal inmediatamente.
Los JEN no obedecieron e intentaron atacar a los gigantes, pero ninguno de sus poderes hizo efecto. Los guardianes del templo se abalanzaron sobre ellos a toda velocidad. Combinaron sus elementos y tampoco funcionó; los gigantes estaban apunto de aplastarlos…
Todo fue muy rápido, las luces se apagaron, Kay y Sony se sintieron arrojados por una gran fuerza inexplicable. La oscuridad predominaba y los sonidos no cesaban.
- ¡NO!- gritaron los más jóvenes.
Kay se apresuró en volver a iluminar la habitación y allí, maldita sea, finalmente lo comprobaron…
Se refregaron bien los ojos (algunos fragmentos de tierra habían entorpecido su visión durante la caída) y una vez pudieron ver con total claridad, necesitaron volver a hacerlo para poder creer lo que estaba pasando.
Una gran ráfaga de viento establecía una barrera entre los gigantes y su contrincante. Creada, nada más y nada menos, por el viejo, testarudo, misterioso y sabio… Dick Natal.    
- ¡Lo sabía!- exclamó Kay con todas sus fuerzas.
La ráfaga se asemejaba a una capa transparente que se movía constantemente sobre su propio eje, el aire impedía el movimiento de los gigantes. Natal estiraba ambos brazos, su largo cabello y su vestimenta volaban como si estuvieran frente a un huracán. 
Natal cerró los ojos y concentró toda su atención en un punto en específico. El viento presionó a las gigantes masas de tierra. Estos seres se deformaron y se transformaron en barro hasta volver a desplomarse dentro de los pozos de cuatro metros.
Los JEN sintieron que otra capa de roca los había vuelto a cubrir, estaban anonadados, molestos, fascinados y petrificados, todo al mismo tiempo.  
Una vez concluyó el enfrentamiento, el viejo Natal cayó débilmente al suelo.  
Cuando abrió los ojos luego de medio minuto, observó a sus dos camaradas frente a Él, con las caras largas y ayudándolo a levantarse.
- Gracias- dijo.
- No hay porque- respondió Kay- Te esforzaste mucho, hay que continuar, ELEMENTAL- e hizo mucho énfasis en la última palabra.
Natal realizó una mueca con sus pocas energías y suspiró.
- Dudo que me vayan a perdonar.
- No hay tiempo para eso, prosigamos- respondió Sony con gran seriedad.  

Kay y Sony cargaron a su mentor sobre los hombros y dieron unos primeros pasos. Pero la historia no terminaba ahí, el rugido de un animal feroz sonó impetuosamente, dieron media vuelta y contemplaron estupefactos a una manada de jaguares trepando para salir de los pozos por donde habían surgido los gigantes. E inconcebiblemente comenzaron a devorarse todo lo que había a su alrededor, como si fueran aspiradoras vivientes. Succionaron la mitad del salón y fueron hacia ellos. Los elementales huyeron despavoridamente, y para su suerte, llegaron justo a tiempo a la siguiente puerta, la cual se selló ante la destrucción de la sala anterior. Los elementales sabían muy bien que apenas era el comienzo…

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