Los Cinco Soles: El
Primer Sol ‘‘Tlaltipactonatiuh”: CAPÍTULO 13.
Dos
estatuas enfrentadas aparecieron en la primera parte del Templo Azteca, la de
dos dioses antiguos (Quetzalcóatl, como la serpiente emplumada y Tezcatlipoca,
como el dios jaguar), aquel monumento resultaba ser el más simbólico en ese
lugar. En las siguientes salas, seguirían topándose con dicha reliquia. El
fuego de las antorchas, colgadas en cada pared, aumentaba y disminuía su intensidad
con frecuencia, las sombras se veían constantemente modificadas por ese mismo
motivo. El camino descendía hacia abajo súbitamente acorde avanzaban. Todo
estaba muy oscuro, sucio y perturbador…
Para
los elementales, fue imposible comentar lo que estaban viviendo. Alertas ante
cualquier situación, el asombro y la curiosidad no se separaban de sus
aventureros corazones. A su derecha, más adelante, una nueva puerta se
visualizaba entre las luces de las antorchas; sobre ella, estaba escrita la
palabra: ‘‘Tlaltipactonatiuh”.
-
¿Qué significa?- preguntó Kay, rompiendo el silencio.
-
Es… el primer sol azteca, sino me equivoco- susurró Natal con el rostro
petrificado- Hay un mito muy famoso que dice que los aztecas creían en la
existencia de cinco períodos, cinco mundos o soles donde habían vivido los
hombres y habían muerto por diferentes causas divinas- analizó una vez más la
escritura y prosiguió- Encontraremos mucho material sobre su mitología, como la
serpiente y el jaguar luchando… sus divinidades. Por ahora, tratemos de no
aferrarnos demasiado a sus objetos o pinturas llamativas. Es peligroso, antiguo
y solo Dios sabrá que habrá aquí.
Sin
más que decir, prosiguieron con su búsqueda y entraron en la única compuerta.
Los
tres sintieron como se les helaban las entrañas ante una habitación totalmente
oscura y fría. Natal tomó una de las antorchas de la pared y Kay encendió su
mano. Con cautela, se adentraron en aquel sombrío mundo, temerosos ante la
incertidumbre de lo que podrían llegar a encontrarse.
Pasaron
unos segundos y Sony se tropezó.
-
¡Oigan!- les gritó, su eco resonó notablemente en las paredes de la habitación.
Natal
lo iluminó, Sony había estado apunto de caer en un pozo de cuatro metros y
medio. Divisaron tres más a sus alrededores.
-
Cuidado, muchachos. No se separen de mí.
Paso
a paso y enfrentando al dilatante suspenso, se toparon con la siguiente compuerta
a unos siete metros, la cual era ancha y se conectaba directamente con el área
sucesiva. La habitación era bastante larga; a lo lejos, podían distinguirse las
figuras de los dos dioses combatiendo. De repente, un viento sopló, apagó la
antorcha y el fuego en los dedos de Kay. Entre el silencio y la ausente
iluminación, una serie de ruidos comenzaron a perturbar el ambiente… ¡y a ellos
mismos! Kay se precipitó en encender una llamarada con su mano y generar
visibilidad para todos, pero fue inútil. El fuego iba y venía como si fuera el
de un encendedor.
Desesperado,
se esforzó y logró extender una importante llama; así, los elementales
contemplaron el primer suceso extraño en el Templo: de cada agujero en el suelo
ascendieron grandes masas de tierra, uniformes. Luego, mutaron a brazos, y
manos conforme emergían del abismo; cuerpos verdaderamente enormes. Gigantes…
-
¡Corran!- gritó Natal inmediatamente.
Los
JEN no obedecieron e intentaron atacar a los gigantes, pero ninguno de sus
poderes hizo efecto. Los guardianes del templo se abalanzaron sobre ellos a
toda velocidad. Combinaron sus elementos y tampoco funcionó; los gigantes estaban
apunto de aplastarlos…
Todo
fue muy rápido, las luces se apagaron, Kay y Sony se sintieron arrojados por
una gran fuerza inexplicable. La oscuridad predominaba y los sonidos no
cesaban.
-
¡NO!- gritaron los más jóvenes.
Kay
se apresuró en volver a iluminar la habitación y allí, maldita sea, finalmente
lo comprobaron…
Se
refregaron bien los ojos (algunos fragmentos de tierra habían entorpecido su
visión durante la caída) y una vez pudieron ver con total claridad, necesitaron
volver a hacerlo para poder creer lo que estaba pasando.
Una
gran ráfaga de viento establecía una barrera entre los gigantes y su
contrincante. Creada, nada más y nada menos, por el viejo, testarudo,
misterioso y sabio… Dick Natal.
-
¡Lo sabía!- exclamó Kay con todas sus fuerzas.
La
ráfaga se asemejaba a una capa transparente que se movía constantemente sobre
su propio eje, el aire impedía el movimiento de los gigantes. Natal estiraba
ambos brazos, su largo cabello y su vestimenta volaban como si estuvieran
frente a un huracán.
Natal
cerró los ojos y concentró toda su atención en un punto en específico. El
viento presionó a las gigantes masas de tierra. Estos seres se deformaron y se
transformaron en barro hasta volver a desplomarse dentro de los pozos de cuatro
metros.
Los
JEN sintieron que otra capa de roca los había vuelto a cubrir, estaban
anonadados, molestos, fascinados y petrificados, todo al mismo tiempo.
Una
vez concluyó el enfrentamiento, el viejo Natal cayó débilmente al suelo.
Cuando
abrió los ojos luego de medio minuto, observó a sus dos camaradas frente a Él,
con las caras largas y ayudándolo a levantarse.
-
Gracias- dijo.
-
No hay porque- respondió Kay- Te esforzaste mucho, hay que continuar, ELEMENTAL-
e hizo mucho énfasis en la última palabra.
Natal
realizó una mueca con sus pocas energías y suspiró.
-
Dudo que me vayan a perdonar.
-
No hay tiempo para eso, prosigamos- respondió Sony con gran seriedad.
Kay
y Sony cargaron a su mentor sobre los hombros y dieron unos primeros pasos.
Pero la historia no terminaba ahí, el rugido de un animal feroz sonó
impetuosamente, dieron media vuelta y contemplaron estupefactos a una manada de
jaguares trepando para salir de los pozos por donde habían surgido los gigantes.
E inconcebiblemente comenzaron a devorarse todo lo que había a su alrededor,
como si fueran aspiradoras vivientes. Succionaron la mitad del salón y fueron
hacia ellos. Los elementales huyeron despavoridamente, y para su suerte,
llegaron justo a tiempo a la siguiente puerta, la cual se selló ante la
destrucción de la sala anterior. Los elementales sabían muy bien que apenas era
el comienzo…
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