martes, 28 de marzo de 2017

Mi Nombre es Dayas: CAPÍTULO 4.




Mi Nombre es Dayas: CAPÍTULO 4.

Todo fue rápido y extremo, cayeron por un inexplicable portal, las luces se entremezclaban, figuras distorsionadas corrían de aquí a allá y el viento aligeraba la caída, fue una sensación muy similar a las montañas rusas o distintivos juegos extremos que yacían en los parques de diversiones. La sensación no fue agradable del todo, apenas aparecieron en un nuevo sector, todos los presentes (a excepción del joven de cabello dorado) padecieron nauseas y mareos repentinos. Uno de todos los guerreros les dijo a los elementales:
- Bienvenidos a la Guarida de los Kices- avanzó sin decir más nada y no volvieron a entablar relación con el sujeto.
Aquel sector estaba rodeado de montañas y grandes árboles, parecía estar diseñado para esconderse. Un angosto sendero iba hacia el norte, todos ellos tuvieron que caminar en fila, siguiendo al joven de cabello rubio. El vapor entorpecía la vista, surgía del interior de las rocas, los elementales creyeron que se trataba de magia pero no lo era; aquellas rocas estaban formadas por un material inexistente en nuestro mundo, su superficie irradiaba un profundo calor que provocaba el vapor, uno de los soldados se los explicó. El estrecho camino llegó a su fin, Natal, Kay y Sony contemplaron la base central de los individuos: una inmensa ciudad rodeada de montañas, bajo un impecable techo de tierra, se asemejaba al interior de una caverna, la caverna más grande que jamás hayan visto, pues se extendía kilómetros y kilómetros. Había solo dos entradas y salidas en aquel pueblo, una de ellas ya la conocían. Las casas de madera y cristal se encontraban a veinte metros del suelo, algunas pegadas a las montañas, otras a árboles de gran tamaño. Múltiples pasajes se entrecruzaban entre sí y llevaban a todo lugar allí dentro. El joven, los guío hacia el interior de un edificio cilíndrico (en ubicación horizontal), los demás guerreros fueron a curar sus heridas y otros a descansar. Solo se quedaron otros cuatro hombres junto a ellos.
- Lamento el silencio en todo este trayecto, es muy difícil hablar en ese camino tan angosto- le dijo el joven a los elementales.
- No tiene porque disculparse, después de todo… nos salvó la vida- respondió Natal, intrigado.
- Así que… ¿Salvé su vida?- rió el joven en tono de burla- A mi me parece que no necesitaban ser salvados, tenían la situación bajo su control. Los he visto… hacer cosas que nadie puede.
Natal no supo que decir.
- Eso pensé- prosiguió el joven- Nosotros somos los Kices, la resistencia ante la tiranía de mi tío... el Rey Minos.
- ¿Su tío?
- Exacto, Minos era hermano de mi padre, antiguo rey de Zimpat- explicó el joven con desdén- Un día desapareció y nunca más volvió, Minos tomó su lugar. Tras estos sucesos, el Rey me persiguió sin descanso, huí a las montañas y allí conocí a los Kices. Me uní a ellos y juré venganza contra el Rey.
- ¿Cuál es tu nombre, muchacho?- preguntó Natal.
- Generalmente evito decirlo, a muchos les cuesta creer que soy el heredero al trono. Tal vez Minos temía que se lo ultrajara, pero… nunca lo sabré con exactitud- el joven miró a Natal, quien esperaba impacientemente una respuesta- Mi nombre es Dayas, señor. Dayas Jimonte.
Kay y Sony se sobresaltaron.
- ¿Qué ocurre?- preguntó el joven con furor- ¿Acaso ya habían oído hablar de mí?
- No es nada, señor Dayas, príncipe de Zimpat- excusó Natal.
- ¿Vuestro nombre, cual es?- se apresuró en preguntar.
- Dick Natal, señor. Y estos dos jóvenes son Kay Montarnen y Sony Dameron.
Dayas los observó atentamente.
- ¿Tienen mi edad, no es así?
- ¿Cuál es su edad, señor?- preguntó Kay con timidez.
- Veintiocho años.
- Kay y yo tenemos veinte años, con la diferencia de un mes- habló Sony, simulando el dolor que sentía en la espalda.
- Ya veo…
De repente apareció un nuevo personaje: un hombre fortachón, de dos metros de altura, cabello oscuro y largo, barbilla, facciones duras, nariz ancha, ojos marrones, orejas puntiagudas y dos pequeños cuernos en la cabeza, además llevaba puesto un uniforme color mostaza y una espada envainada en su cintura.
- Mi señor, me dijeron que me buscabais- dijo el hombre con una voz de registro grave.
- Así es, camarada- le respondió Dayas y se dirigió a los elementales- Él es Mongot, Sub. Capitán de las fuerzas Kiceanas, mi más grande compañero y amigo. Los llevará a sus aposentos, pasarán la noche aquí, estáis invitados.
- Un gusto, señor- le dijo Natal a Mongot y luego extendió el brazo para un apretón de manos.
Mongot se quedó anonadado, sin saber que hacer.
- Solo debes estirar tu brazo y tomarme la mano… es un saludo.   
Mongot cumplió, aunque con desconfianza, y completó el apretón de manos.
- No son de por aquí, ¿No es así?- preguntó Dayas con suma curiosidad.
- Vinimos de un lugar muy lejano al vuestro, somos viajeros- contestó Natal.
- Y guerreros muy poderosos, por lo visto. Vi con mis propios ojos como redujeron a esos soldados utilizando habilidades extraordinarias. 
- Usted también tiene sus trucos, señor.
- Lo mío es otro tema, de familia se podría decir.
- Tengo una pregunta, señor- habló Kay.
- Díganme Dayas, siempre intento evitar las formalidades.
- De acuerdo, seño… digo Dayas- continuó el elemental del fuego- A las afueras del pueblo leímos un cartel en el que especificaba una derrota de los Kices por parte del Rey Minos…
- ¡Puras mentiras!- exclamó Mongot, furioso.
- Tranquilo, camarada- le ordenó Dayas, pasivamente - Son puras mentiras. El rey convenció al reino de que nosotros somos la amenaza. Tras ausentarnos en sus territorios durante un prolongado tiempo les dijo a todos los demás que había ganado la guerra. Pobre… no tiene idea.  
- Así que esa es la explicación…- pensó Kay y solo asintió.
- Cómo lo habrán notado, puedo transportarme de lugar en lugar mediante las estatuas con forma de águila. Zimpat estaba lleno de ellas, pero muchas fueron utilizadas, una vez se usan, dejan de existir. Minos ordenó destruir las restantes y dejó solo dos en el castillo… seguramente pensaba utilizarlas en nuestra contra de alguna manera, pero fracasó. Estábamos esperando el momento justo para aprovecharlas, hasta que unos espías me avisaron de su presencia en el reino y me decidí en ir a rescatarlos de las garras de ese mal nacido.
- ¿Rescatar a tres extraños extranjeros?- preguntó Sony, dubitativo.
- El Rey destruyó a muchos y vi con mis propios ojos como evaporó familias, con la oportunidad que tenía de salvaros no quería desaprovecharla.
- Disculpe si lo ofendí…
- No te preocupes, entiendo tu preocupación. Acabamos de conocernos. De todas formas, me voy a tomar el atrevimiento de decirles que ayudarlos a escapar fue la mejor decisión que tomé en mi vida…- los elementales cruzaron algunas miradas, alegres y confusos- Gran sorpresa me llevé al verlos utilizar sus poderes. ¿Quién lo diría? ¡MAGOS en estas tierras!
- ¿Magos?- dijeron Kay y Sony al unísono, mirándose entre sí. Natal les hizo una seña de que le siguieran la corriente. 
- ¡Nos vienen como anillo al dedo!- Dayas se demostraba muy eufórico- Verán… un mago muy poderoso trabaja para Minos, se llama Fimas. El desdichado colocó un campo de fuerza para que no podamos entrar al reino. La única posibilidad que teníamos eran las estatuas, pero ya todas han sido destruidas, recientemente las últimas dos para ayudarlos. Pareciera que los estoy manipulando, pero… siéndoles sincero, necesitamos de vuestra ayuda.
- Cuente con nosotros- respondió Natal tan rápido como el sonido. Kay y Sony lo miraron de reojo, en ese momento creyeron que lo mejor sería buscar la manera de volver a casa, pero recordaron lo que les esperaba y no dijeron nada al respecto.
El rostro de Dayas se iluminó como una lámpara.
- ¡Me alegra oírlo! ¡Nos vendrán muy bien tres magos en nuestra resistencia!
Mongot, que había estado callado, se retiró disconforme. Dayas, sin darle importancia, prosiguió exaltado:
- Antes que nada, les contaré todo- respiró profundo con tal de calmar su ímpetu y continuó- Mi tío tiene un propósito: Existen siete reinos alrededor del bosque. Zimpat es uno de ellos. Ya cuatro han caído por culpa de Minos. Ahora, el plan de mi tío es adueñarse de todas las fortalezas, ya que si lo logra, ese será su punto clave para iniciar un ataque masivo y conquistar el Zen.
- ¿El Zen?- preguntó Kay, confundido.
- ¡Nuestro mundo! ¿Ustedes lo llaman por otro nombre desde donde vienen?
- Si… Tierra le decimos.   
- Eso si que es extraño.- dijo Dayas, fascinado.- Continuando: Los Kiceanos somos un conjunto de guerreros de todos los reinos, la única resistencia. Hace muy poco descubrimos la existencia de seis artefactos milenarios, los cuales nos ayudarán a anular el hechizo y finalmente entrar a Zimpat con todas nuestras fuerzas para vencer al Rey.  
- Estamos dispuestos a ayudar- vociferó Sony, más convencido que su amigo.
- Totalmente- agregó Kay, después de todo, no podía negarse a ayudar a quienes lo necesitan- Solo díganos que hay que hacer.
- Me agradan, muchachos- sonrió el príncipe, nuevamente entusiasmado- Tengo confianza en sus poderes y es por eso que quiero pedirles el gran favor de ser los responsables de su búsqueda. Estoy pidiendo mucho… lo sé, pero estamos en guerra y son tiempos desesperados. Obviamente nuestros hombres los acompañaran y guiarán.   
- En nuestro hogar, hacíamos tareas parecidas y generalmente las cumplíamos solos, si no le molesta- le explicó Natal.
Dayas asintió convencido.
- Lo discutiremos más tarde, merecen descansar- luego señaló con el dedo hacia un área- Prosigan por ese pasillo y doblen a la derecha, encontrarán un techo para ustedes con comida servida y camas. Más tarde volveré a llamarlos.
- Muchas gracias por su hospitalidad, señor Dayas- agradeció Natal, haciendo una reverencia.
El príncipe estuvo apunto de marcharse hasta que…
- ¡Ah!- exclamó Dayas como quien acaba de recordar algo- Te he visto sangrar en la espalda- señaló a Sony- Ve con nuestro médico, es justo la cabaña de al lado.
- Gracias por su atención- dijo Sony, imitando a Natal.
Dayas sonrió, se inclinó levemente y se marchó. Kay, Sony y Natal se quedaron examinándolo, sorprendidos; era un hombre hecho y derecho, muy agradable. Esperaron unos segundos a que se fuera para poder conversar entre ellos.
- ¿Natal, estas seguro de esto?- le preguntó Kay, rompiendo con el silencio.
- Dayas Jimonte es el legítimo heredero de Zimpat, el reino del águila, merece nuestra ayuda… intentó salvarnos- respondió Natal, con un poco de inseguridad y repasando toda la información que acababan de conocer.
- La extraña luz… ¿Habrá sido él? Me olvidé por completo de preguntárselo- habló Sony.
- Seguramente, es el único con esa habilidad. Pero igual, sigue siendo extraño todo esto- le dijo Natal.  
- Su apellido es Jimonte- continuó Sony- También lo vimos efectuar esa enorme cantidad de agua sobre los soldados del Rey… ¡Dayas es un elemental!
- Así parece ser- combinó Natal e hizo una mueca de preocupación- Aunque este joven no tiene ni idea de lo que es un elemental, y menos… de la existencia de nuestro mundo. Por ahora lo mantendremos en secreto.  
- Controla el agua, ese es su elemento- comentó Kay, como si Natal no hubiera hablado.
- Hay mucho más que eso, mis amigos- habló el más viejo de los elementales- Su antepasado Juan Jimonte fue el más habilidoso de los ocho, su corazón llevaba una extraña habilidad, poseía el llamado ‘’doble elemento’’. Estos poderes y su inteligencia llevaron a Jimonte a ser el líder del grupo. Él daba las órdenes entre nosotros, gracias a su liderazgo vencimos ese día a las fuerzas del Oscuro. Jimonte desapareció un año después de la disputa que tuvo con Morgán, todos creímos que el mago lo había expulsado… nunca creí que de nuestro mundo. Al parecer, el linaje del elemental se formó aquí, lo que me da a entender que vino a vivir al Zen. Pero… ¿Cómo supo de esta dimensión?

Kay y Sony estaban pensativos, hubo una pausa y luego Kay rompió el silencio, una idea lo perturbaba.
- ¡¿Quieres decir que Dayas es el elemental mas poderoso de todos nosotros?!
Natal rió.
- Deja los celos de lado, joven elemental. Y si, es el que más habilidades adquirió de los ocho. Igual, aquí hay algo que no me cierra.
- ¿Por qué?- preguntaron los JEN al unísono.  

- El águila… no era la bestia que Jimonte llevaba en su interior

martes, 21 de marzo de 2017

El Tirano: CAPÍTULO 3.



El Tirano: CAPÍTULO 3.

El sol comenzó a asomarse por el oeste, en aquel mundo el trayecto que realizaba la estrella era a la inversa del nuestro.
- ¿Qué fue lo que pasó?- se preguntó Kay a sí mismo, adolorido. Se levantó del césped y notó que toda su vestimenta estaba desgarrada y demacrada. Sony y Natal yacían inconscientes en el suelo- ¡Sony! ¡Natal! 
La noche había desaparecido y la temperatura parecía haber aumentado.
Kay tomó a Sony entre sus brazos y este se despertó inmediatamente, apenas lo vio, se asustó y se alejó.
- Soy yo, soy Kay.
Sony respiró hondo e intentó calmarse, reconociendo que se encontraba frente al joven y no frente al lobo.
- Como desearía que no te hubieras deshecho de esa espada…
Kay comprendió el comentario y apretó los dientes, triste.
 - Un águila…un águila- repitió Natal, acababa de despertarse. Sus anteojos estaban torcidos entre los ojos y tenía el pulóver sudoroso- Cobró vida y resplandeció… - se quitó la bufanda anaranjada por el calor, y también el pulóver, abajo llevaba una remera blanca.
- Fue… asombroso- dijo Sony, sentado en el césped. Su camisa negra estaba manchada y tenía unos cuantos cortes.
- Yo también lo vi- acordó Kay y se deshizo de los pedazos de la campera de jean- Tengo imágenes vagas, como si se hubiera tratado de un sueño. Pero… que ustedes lo hayan visto me da la certeza que ocurrió en realidad.
- Sea lo que sea, nos salvó la vida- comentó Sony y gimió por el dolor en la espalda- Propongo ir a explorar el bosque, no quiero quedarme aquí. Además, no creo que en este lugar encontremos la manera de volver.
- Comparto lo que dices- asintió Kay, apenado- Yo te ayudo, te pido perdón por el golpe.
- Ya es costumbre…- le respondió su amigo, rehusándose a ser ayudado.
- ¿Puedes caminar, Sony?- preguntó Natal, Sony asintió y se levantó- Entonces si, vayamos por allí.

Se adentraron en el bosque, en dirección al noreste y se toparon con unos frutos grandes y redondos, de color azul. Había decenas en los árboles más espesos, tenían la forma de rábanos gigantes. Tomaron uno y lo dividieron en tres partes, su interior era rosado y verdoso; al principio dudaron en comerlo (podría llegar a ser venenoso), pero el hambre resultó ser más fuerte que ellos. Quedaron impactados con el sabor de dicha mezcla agridulce, debido a que les generaba una increíble sensación de bienestar. Fascinados (y a pesar de no saber lo que eran), tomaron dos o tres más y se los devoraron. Una vez estuvieron satisfechos, guardaron algunos y los envolvieron en el pulóver de Natal, luego continuaron caminando.
El bosque llegó a su fin, y delante de ellos aparecieron unas amplias y verdes colinas, todas ellas eran campos de cultivo de la misma fruta que habían probado. Atravesaron hectáreas y hectáreas hasta llegar a una humilde vivienda sobre la colina más empinada. Llamaron a gritos desde afuera, pero nadie los escuchó. 
- No hay nadie en casa- le dijo Sony a sus compañeros, arto de esperar.
Natal fue hacia la puerta y leyó en voz alta un letrero que yacía en ella:
- NO ESTAMOS, HEMOS LLEVADO NUESTRAS DELICIAS AL REY, EN GRATITUD POR SU TRIUNFO SOBRE LOS ‘’KICES’’.
- ¿Kices? Este lugar se está ganando el premio al más extraño- dijo Kay, con los ojos achinados por el sol. 
- ¿Un Rey? ¿Cómo los del siglo actual o como los del siglo donde nací? ¿Tú que piensas, Sony?- le preguntó Natal, era la primera vez que lo hacía.
- Si en el resto del pergamino figuraba la existencia de otra dimensión, es altamente probable que estemos en ella- Sony le dirigió la mirada a la cabaña- Este lugar parece viejo, pero no parece abandonado. Propongo seguir caminando y averiguar más sobre este soberano, tal vez pueda ayudarnos.
Natal y Kay asintieron.
Tras la vivienda yacía un grupo de árboles rodeando la colina más alta de todas, el atardecer se avecinaba, habían estado horas caminando. La escalaron a pie y en la cima pudieron entrever un escenario espectacular: murallas descomunales, un pueblo en el interior y un castillo exótico al final.
- Tengo una nueva teoría, creo que viajamos en el tiempo…- habló Sony apenas lo vieron.
Natal fue el primero en descender de la colina, rumbo al reino, sus pupilos le siguieron. 
- Estoy arto de caminar- gruñó Kay.
- Concuerdo contigo- dijo Sony.
- ¡Ánimo tontos!- les exclamó Natal- Falta poco. No se quejen.  
Tras otras dos horas de viaje, arribaron las murallas del pueblo; similares a las de la edad media. Los elementales divisaron a unos guardias sobre los muros, pero no se les fue posible examinarlos y solo divisaron sus siluetas. Dos puertas de piedra yacían abiertas y un flujo de campesinos entraba y salía del reino con mercancías. Los elementales aprovecharon la ausencia de guardias frente a la puerta y al tráfico de gente para mezclarse entre la multitud.

El reino parecía estar festejando, había grandes banquetes en las calles, repletos de comida, banderas, adornos y bandas musicales. El ambiente era totalmente festivo, como si estuvieran festejando año nuevo o algo por el estilo. De todas formas, los elementales no pasaron desapercibidos, fueron victimas de muchas críticas por su vestimenta. Los pobladores masculinos estaban vestidos con túnicas talares de color o camisas blancas; las mujeres, en cambio, llevaban faldas cuadradas de líneas rectas y mangas ajustadas, también cubrían sus cabezas con tocados extravagantes. Todos ellos calzaban zapatillas de cuero.
Las miradas de desprecio y desconfianza perturbaron a los elementales; quienes se sentían juzgados y observados. Aún así, avanzaron e intentaron no causar ningún escándalo. Sin embargo, un grupo de caballeros entró en la escena, vestidos con cotas de malla, túnicas de lana, armaduras, escudos y cinturones que envainaban espadas y cuchillos. Los caballos relincharon y rodearon a los visitantes, al mismo tiempo, la música se detuvo y el pueblo se quedó a observar.
La humillación pública era el peor de los males para Sony, quien ya había tenido un episodio semejante. De entre los tres, era el que más preocupado e inquieto estaba. En casos así, su oído se agudizaba y escuchaba cada una de las conversaciones que se referían a su persona. Los murmullos lo torturaban. ‘’ ¿Quiénes son?’’ ‘’ ¡¿Visteis la vestimenta que llevan puesta?!’’ ‘’Qué raros son’’  

Sony no se contuvo y entre gritos nerviosos, pronunció:
- ¡¿POR QUÉ NOS MIRAN ASÍ?!
- Tranquilo, amigo- le dijo Kay y lo tomó del hombro, lo que no funcionó.
Un sujeto de la milicia se bajó del caballo e ignoró a Sony, preguntándole a los demás.
- ¿Quiénes sois ustedes?
Ninguno de los tres contestó.
- Nos encontramos en el medio de una celebración- dijo el caballero en un tono autoritario- El rey aborrece a los turistas que entran a su reinado sin consentimiento previo. Peor aún, a los espías…
- Mi nombre es Bron, señor- contestó Natal rápidamente para quitar los pensamientos de la milicia- Venimos desde muy lejos y no sabemos donde estamos. Una gran tormenta arrasó nuestro barco…- sumó esto último para generarles atención.
- ¿Barco?- preguntó el guardia, con desdén.
- Un vehículo para navegar- le explicó el profesor- ¿No sabe lo que es?
- No- el sujeto negó seriamente como si no le creyera ni una palabra- Mejor ahórrese el discurso, señor Bron. Los llevaré ante el Rey Minos.- luego se dirigió a los demás caballeros- ¡Llevadlos al castillo!
Los guerreros de armaduras pesadas tomaron a los elementales de los brazos y se los llevaron al castillo del reino.
La fiesta regresó y la gente continuó actuando como de costumbre.

Todos los soldados dejaron sus caballos en el establo. Las inmensas puertas de hierro se abrieron de par en par, el interior del castillo resultó ser verdaderamente sorprendente; poseía una altura de cuarenta a cincuenta metros, columnas blancas de aquí a allá sujetaban toda la estructura. El aroma era totalmente fresco, a diferencia de afuera (donde hacía calor), ni un ventilador o acondicionador presente, ningún signo de tecnología avanzada ni nada por el estilo. Parecía ser como había dicho Sony: un viaje en el tiempo a la edad medieval. Los ecos resonaban entre las paredes por el ruido de las pisadas y las armaduras en movimiento de los soldados del Rey. Siguieron a la alfombra roja en forma recta, la cual se desenvolvía por todas las habitaciones, hasta llegar a una nueva sala donde doblaron a la derecha.
El sector principal del castillo estaba conformado por paredes de cristal; una gran cantidad de cuadros con pinturas rupestres, históricas y retratos de reyes pasados (los de aquel mundo); la alfombra roja subía tres escalones y desaparecía en una inmensa silla dorada; sentado allí había un hombre. El hombre estaba arropado con pieles de leopardo, vestimenta que se arrastraba por los suelos como un vestido de casamiento. Era alto, de espalda ancha y cintura delgada, brazos grandes, tez blanca, cabello rubio y barba anaranjada, como la de un escoses. Debía de tener alrededor de cincuenta años. Sobre su cabeza portaba una corona de oro, repleta de cristales similares a los de las paredes de la habitación. Observó a los elementales con suma atención, apoyando los brazos en los respaldos de la silla y se levantó, su rostro parecía indicar una inmensa humildad. A su izquierda, los elementales notaron que había dos estatuas con forma de águila (una frente a la otra), no dijeron nada al respecto. Los soldados se arrodillaron ante el monarca y obligaron a los elementales a hacerlo.
- No es necesaria la reverencia- habló la profunda voz del Rey, en tono grave y retumbante, la nitidez del sonido se escuchaba más clara que el agua.- Levántense- les dijo a todos.
La muchedumbre obedeció. Los elementales se relajaron al presentir a un hombre justo y noble.
Un nuevo individuo apareció de imprevisto e interrumpió la escena, se trataba del mensajero del Rey, vestido con una túnica de rallas violetas y amarillas.
- Mi señor- corrió hacia el Rey, solo para arrodillarse a unos pocos metros del pedestal- Los príncipes y princesas de los reinos del sur están aquí. ¿Los invito a pasar?
- Adelante.- le ordenó el soberano.
A continuación, cuatro hermosas doncellas y cuatro apuestos caballeros entraron en la habitación del Rey y saludaron muy cordialmente. Los elementales se mantuvieron callados; Kay y Sony observaban a las chicas.
- Es agradecida su cortesía- dijo uno de los caballeros- Vinimos en su ayuda, nuestro Rey ha muerto por una terrible enfermedad y sospechamos que los Kices vendrán a por nosotros. Solicitamos su protección. Desde las afueras se rumorea que usted los venció en innumerables ocasiones.
- Estáis bien informados, caballeros- el Rey le dio una señal a sus guerreros y se volvió a sentar en su inmensa silla- Les haré el favor de ni siquiera tener que enfrentárseles en vida.    
Los príncipes y princesas se miraron entre sí muy felices, y no tuvieron tiempo de reaccionar ante las espadas que los… asesinaron. Armas pertenecientes a los soldados del Rey. Los elementales se sobresaltaron entre una mezcla de desconcierto e impotencia. En poco tiempo habían presenciado dos matanzas horripilantes que no pudieron evitar. El monarca continuaba con esa relajada sonrisa en su rostro y le habló al mensajero.
- Envíen los ejércitos a los reinos del Sur y… no dejen a nadie con vida. 
El mensajero hizo una reverencia, le ordenó a un grupo para que se llevara a los cadáveres y se marchó.
- Es un monstruo…- murmuró Kay, entre dientes, a sus compañeros- Hay que salir de aquí…
- Ahora si, estoy con ustedes, viajeros- les dijo el anfitrión- Bienvenidos a Zimpat, el reino del águila- exclamó el Rey como si nada hubiera pasado- Yo soy el Rey Minos.
Ninguno de los elementales respondió.
- No les han enseñado modales, señores- rió Minos y tomó una copa de vino- No parecen servirme de mucho, pueden matarlos- le dijo a sus súbditos como si no tuviera importancia y tomó otro sorbo. 
Los elementales, rodeados por las armas de los soldados del Rey, se pusieron en guardia.
- No se resistan, o será peor…- les advirtió uno de los caballeros.

Justo cuando la batalla estaba a punto de comenzar, la estatua con forma de águila volvió a brillar. Los elementales contemplaron maravillados y esperaron algo increíble…
Un conjunto de individuos apareció por arte de magia, soldados de vestimenta oscura que llevaban ligeras armaduras, cascos distintivos y espadas angostas. Entre ellos, un joven de cabello rubio se exhibió ante los demás, vestido con una armadura dorada y portando arco y flecha.
- ¿Así recibes a todos tus invitados?- le preguntó a Minos con una sonrisa en su rostro.
- Tú…- susurró Minos con la copa en la mano y la barba mojada- Me dijeron que habíais muerto ayer, malditos renegados…
- ¡Los Kices están aquí, den el aviso! ¡Matad a los intrusos y a los extranjeros inmediatamente!- ordenó el líder entre los soldados del Rey.
Dos soldados trataron de huir pero fueron derrotados por unas flechas que el joven les había lanzado.
Una feroz batalla tuvo inicio y el Rey Minos fue su espectador. Los elementales se encontraban atónitos ante lo sucedido y se quedaron allí, sin hacer nada. El joven enfrentó al líder en un duelo de espadas, mientras los Kices enfrentaban a los soldados del Rey.
- ¿De que lado debemos estar?- preguntó Kay a sus compañeros, impaciente.
- Supongo que del lado de los que acaban de llegar...- respondió Sony y frunció el ceño.
Se pusieron de acuerdo y atacaron a los soldados de Rey con sus habilidades elementales. Kay rodeó las paredes de llamas y estas se abalanzaron sobre sus enemigos, quemándoles las extremidades pero sin quitarles la vida. Sony, por su parte, creó algunas bolas de lava (del tamaño de bolas de Bowling) y las solidificó al instante para que funcionaran como proyectiles. Natal lanzaba algunas ráfagas de viento y revoleaba soldados por los aires sin ninguna dificultad.
Los Kices se quedaron impactados y casi son abatidos por los soldados del Rey, los JEN los habían salvado de una muerte segura. El muchacho de cabello dorado tenía la mirada fría y fija en ellos; hirió en el hombro a su contrincante y se les acercó. Minos también estaba fascinado y muy entretenido.
El joven tomó a Natal del brazo y les gritó a Kay y Sony.
- ¡Ustedes dos! ¡Vengan conmigo!
Los JEN se miraron entre sí y fueron con el joven de cabello rubio. 
Una nueva oleada de soldados (partidarios del Rey) entró en el castillo y fue hacia la batalla en cuestión de segundos.
- RETIRADA- gritó el joven a sus camaradas.  
Ninguno de los guerreros que habían venido con el joven estaba muerto. Por desgracia, los soldados de Rey eran demasiados, no había tiempo para huir. Fue entonces, cuando el joven cerró los ojos y los señaló con la palma de su mano. Al principio solo hubo una gran tensión, después… una cascada de agua surgió mágicamente en el interior del castillo y sepultó a todos los presentes en la habitación, a excepción del grupo.  
- Sujétense de mí- les indicó el joven e hizo una posición con las manos frente a la estatua de águila. Kay y Sony lo tomaron del hombro, y los demás guerreros hicieron una cadena a través de los brazos de los JEN.
- ¡No escaparán!- se enfureció Minos, se levantó de su asiento y les lanzó una espada.
Justo a tiempo, el joven tomó la estatua, la cual brilló nuevamente y desaparecieron inmediatamente. La espada lanzada quedó atascada entre los cristales de las paredes. La estatua también había desaparecido en un destello asombroso.

El Tirano enloqueció, todos sus soldados yacían exhaustos en el suelo… completamente empapados. 

martes, 14 de marzo de 2017

La Extraña Luz: CAPÍTULO 2.





La Extraña Luz: CAPÍTULO 2.

Natal fue el primero en despertar, se sentó y acarició el pasto húmedo que lo había salvado, tan suave como un montón de plumas. Observó con suma atención el lugar donde se encontraba, había una gran variedad de vegetación: miles de plantas, plantas que nunca había visto en toda su vida. Yacían en un pequeño círculo rodeado de árboles (los cuales superaban enormemente a los de nuestro mundo); más adentrándose al bosque había una extraña estatua (a unos veinte metros) en forma de Águila. La figura del ave parecía estar tallada en piedra, su tamaño era de cinco metros y se encontraba sobre un pedestal de dos metros; el águila extendía las alas y llevaba la cabeza mirando hacia el frente y un laurel gigantesco en la espalda.

Sony fue el segundo en recuperar la conciencia, contempló estupefacto lo mismo que Natal.
- ¿Dónde estamos?- le preguntó a su compañero, frotándose la cabeza por la caída.
El profesor no respondió de inmediato, yacía absorto y examinaba las siluetas de los arbustos, el cielo oscuro y el silencio preponderante. Abrió la boca pero tardó unos segundos en pronunciar palabra.
- Creo que esta debe ser… la otra dimensión- luego guardó el pergamino en su bolsillo- En la espada divina y la otra dimensión está la clave…
- ¿Cómo es posible?- susurró Sony realizando una vista panorámica del sector y fijando su atención en la exótica estatua- Es extraño, pero muy hermoso. Me hace recordar a Sarmander. Nunca hubiera imaginado encontrarme con algo tan bello.  
- Sin duda este NO es nuestro mundo, observa la vegetación…- agregó Natal, cautivado y relajado después de todo el problema con los militares. Kay se levantó de repente, en cámara lenta- Mira como se desenvuelve el viento, todo es más ligero, los colores de las hojas de los árboles, la inmensa luna… 
Ya era demasiado tarde, Kay comenzó su transformación antes de que pudieran evitarlo. Sony y Natal reaccionaron tardíamente con sumo terror, la espada divina ya no estaba bajo su control por lo que significaba que no podría controlarlo.
El joven triplicó su tamaño corporal y su ropa se destrozó en ese mismo instante; se llenó de un cabello azul oscuro, erizado y abundante. Le surgieron garras en todos sus dedos y el rostro de Kay fue reemplazado por el de un feroz animal, un hombre lobo.

La bestia rugió con fuerza bajo la luz de la luna y fue a la cacería de sus dos compañeros sin ninguna posibilidad de discurrir. Sony y Natal retrocedieron lentamente.
- Vamos Kay, tú sabes quienes somos. No nos hagas daño- le decía Sony inútilmente como hace dos años.
Pero el hombre lobo estaba muy lejos de poder razonar y de no responder a su instinto asesino, más bien, a su apetito.
- ¡¿Qué esperas, Sony?! TRANSFÓRMATE- le ordenó Natal mientras separaba los brazos como si estuviera andando en una patineta. 
Sony dejó de retroceder e intentó mutar, pero fue sorprendido por el hombre lobo que lo empujó contra el tronco de un árbol, se deslizó por la corteza hasta caer al suelo herido. Natal se tropezó por un mal movimiento y también cayó, se arrastró lo más que pudo para alejarse del lobo, pero la bestia ya iba en camino. Ahora fue Sony quien sorprendió al lobo, le lanzó una cortina de lava para que no dañara a su mentor, pero el hombre lobo poseía habilidades extraordinarias, saltó casi veinte metros sobre el suelo, yendo de árbol en árbol, y volvió con Sony finalmente. Lo atacó con sus garras, Sony escapó del ataque justo a tiempo, pero su espalda fue dañada. La lava se solidificó y cayó sobre el césped sin dañarlo. Natal intentó detenerlo, manipulando el aire de aquella área a su gusto, esto le impidió avanzar al lobo y a Sony. Era lo mínimo que podía hacer, ya que utilizar todo su poder significaría matar a Kay, algo que no quería. La bestia se resistió y caminó a pasos forzados para comerse a Sony; Natal hizo lo más que pudo para impedirlo, pero ya era tarde.
El lobo estaba a solo unos pocos metros de Sony, quien estaba herido sobre el suelo, sin poder moverse por la habilidad de Natal. Natal abandonó lo que estaba haciendo, dándole la oportunidad a Sony de escapar.


Por desgracia, el hombre lobo se abalanzó sobre su amigo para darle el golpe final, y en ese momento, algo ocurrió… un increíble destello de luz surgió de la estatua en forma de águila (más tarde los elementales jurarían haberla visto cobrar vida), un individuo parecía surgir de ella, rodeado por la silueta de un ave. La luz brilló con tanta intensidad, que Kay volvió a la normalidad (con las ropas destruidas) y se desmayó en el suelo, además, las nubes cubrieron el cielo y la luna. Sony y Natal perdieron la consciencia nuevamente, el destello desapareció y la estatua… también.    

martes, 7 de marzo de 2017

La Otra Dimensión: CAPÍTULO 1.



La Otra Dimensión: CAPÍTULO 1.

 ‘’- Mátalo- dijo una de las bestias, con el revólver en las manos, le apuntaba a un hombre, arrodillado en el suelo. Fue lo primero que escuchó Sony apenas entró a su casa después de un día agotador en el colegio. Tres bestias del sexo masculino habían entrado a su hogar y amenazaban a su familia. Natalie (su madre) y su abuelo Joseph yacían aturdidos, apartados en uno de los rincones del living. Tenían sangre en sus rostros, lloraban y una amplia angustia e impotencia se denotaba en sus miradas.
- Vete, ahora- le ordenó su padre apenas lo vio, el sujeto que estaba arrodillado en el suelo, con la punta del arma en la sien.
Sony sintió un inmenso retorcijón en el estómago y no obedeció la orden de su padre. Observó a los dos seres de la otra especie que sometían a sus otros dos familiares y particularmente al que portaba el arma contra Nicolas. Ninguno de ellos parecía pertenecer a la clase baja, más bien a la media alta, llevaban tatuajes en sus brazos con forma de cruz religiosa, pero Sony no le dio mucha importancia y más tarde lo olvidó. Estaban vestidos formalmente, con traje y corbata, parecían ser seres de negocios.
- Son del partido político que se nos opone, no se como llegaron a entrar a este país…- le dijo Nicolas a su hijo, y Sony, aunque estaba paralizado, pudo notar que estaba mintiendo.
- ¡Cállate!- gritó la bestia con vehemencia y presionó el arma- ¿Eres tú o no
Nicolas suspiró profundamente y miró a Sony directamente a los ojos, una mirada que no expresaba miedo ni angustia ni enojo, sino que culpa y orgullo. Sony tragó saliva mientras el tirante suspenso se desarrollaba y contempló como Nicolas le sonrió amablemente antes de decir.
- Si, soy yo.- no hubo pausa, la bestia disparó el arma y Nicolas cayó al suelo sin vida.
Natalie gritó desgarradoramente y Joseph empujó a una de las bestias, se apartó velozmente y tomó un revólver que yacía oculta entre sus pertenencias.
Joseph tenía las manos temblorosas y ninguno de sus disparos repentinos fueron certeros. Sony continuaba allí, paralizado y examinando la cabeza desfigurada de su padre, no pudo llorar y nunca supo porque; algo en su interior parecía despertar… Tuvo la intensión de socorrer a su madre, pero otra sensación, más fuerte, se apoderó de él y huyó…’’

El elemental se despertó, aturdido y meditó durante horas sobre la cama.
Ya habían pasado cuatro meses desde esa desagradable noticia en la televisión que marcó el comienzo de una nueva era…
’La G.N.U.M ha caído y su soberano: el Rey Patricio ha… muerto. ’’
Esto ocurrió el 1 de Enero del año 2227 donde un grupo no identificado se infiltró en la Isla Tanque (la Isla del Rey) durante los festejos de año nuevo y asesinó al monarca a quema ropa. Sin duda, había sido un nuevo golpe de estado. Diversos grupos políticos y militares repudiaban la actitud del Rey desde mucho antes, criticaban su flexibilidad ante la captura del temido Van Robin Hed y su incompetencia para manejar América. Las fuerzas armadas lo habían presionado mucho durante la crisis por el agua del año pasado y el Rey no tuvo mayor remedio que otorgarles nuevos poderes y facultades. No hacía falta decir quienes eran los responsables de tal crimen, pues a los pocos días, se proclamó el nacimiento de una nueva organización: La G.C.J.M. (El Gobierno Continental de los Jefes Militares). Esta entidad tomó las riendas de la administración, la gestión y el control del continente (a excepción de Estados Unidos). Muchos políticos, miembros del poder ejecutivo y judicial habían sido ejecutados y reemplazados por Jefes, en cada país. Los gobiernos de facto aseguraban la paz en el mundo y bajo este pretexto, realizaban operativos contra la civilización: horarios de restricción, interrogatorios, desapariciones, asesinatos públicos. No tardaron en infundir el miedo entre las personas.
Quienes aún seguían siéndoles fieles al difunto Rey, se revelaron ante el gobierno militar. Su líder era conocido como Guillermo Fuentes, alias ‘’Capitán Tanque’’, antiguo guardaespaldas de la Isla. Lamentablemente, cayó en batalla un 14 de febrero y la resistencia se dispersó. Ya no quedaba nadie que se animara a desafiar al flamante poder militar, ni siquiera los elementales, que se negaban a combatir contra su propia especie.

Fue así como comenzó el año, pasaron los meses y aquella noche de mayo, Sony se levantó decidido. Quería despejar la mente y convenció a sus compañeros (con los que vivía) de visitar la ciudad. Kay y Natal no estaban del todo seguros pero finalmente accedieron. Los tres se abrigaron, estaban en pleno otoño, no habían crecido mucho, sus figuras continuaban siendo las mismas. Kay estaba vestido con una campera de jean, remera blanca, pantalones oscuros y una gorra de la banda Soda Stereo; se había cortado el pelo en un estilo mohicano. Sony, por su parte, vestía un poco más clásico, jean y camisa oscura, y había optado por otro corte de pelo: la francesa oscura. 
Natal continuaba siendo una mezcla entre un erudito y un hippie, cabello largo canoso y ondulado, anteojos de marco grueso, pulóver turquesa (su color favorito), jogging largo verde oscuro y una bufanda naranja. 
El mes pasado, el noticiero aseguró que los ataques habían terminado y que el horario restringido se alargaba hasta las 12am. Los elementales almorzaron en un restaurante de bajo presupuesto y al terminar de comer, fueron a caminar por las avenidas, estuvieron tanto tiempo charlando que no se percataron que ya eran las 11:40pm. Cruzaron una de las avenidas principales y el panorama se transformó: la ciudad estaba casi desolada, cada una de las casas se veían cubiertas por chapas y maderas, pues mucha gente se había mudado… capital federal era el sector más peligroso de todos. Aún así, no se desanimaron y continuaron parloteando entre ellos. Caminaron varios kilómetros, sin señales de vida; los postes de luz parpadeaban hasta apagarse, las casas iban aumentando su nivel de deterioro y las nubes cubrían el cielo oscuro.  
- Este escenario me recuerda a las dictaduras que padecí en el pasado- contaba Natal a sus pupilos, no había nadie más sobre la vereda- Estuve muchos años en la Argentina y cuando llegó el año 1976, fui conocedor de la crueldad y el horrible engaño, me mudé a Estados Unidos inmediatamente… no tengo mucha memoria de a donde fui a parar después, pero aquella época fue bastante desagradable, muy similar a la actual…
Kay y Sony tragaron saliva, no importaba la cantidad de poderes que tenían, ellos también le tenían terror a la dictadura.
- Creo que Miljen Morgán tuvo mucho que ver con todo esto… con la crisis del agua perjudicó las relaciones entre el Rey y las fuerzas armadas, pero de ahí a que pasara todo esto, no me lo creo.
- ¿Tuviste suerte con el pergamino?- preguntó Kay.
- No, no entiendo nada. Podría estar hablando de Hariet, pero no estoy seguro.
Sony posó la mirada hacia otro lado, triste.
- ¿Qué te pasa?- le habló su amigo.
- Nada… bueno, anoche recordé el día que papá murió, dentro de algunos meses se cumplen cuatro años de su muerte. Tendría que llamar a mamá, pero…- Sony apretó los dientes.
- ¿Están distanciados?- preguntó Natal. Sony asintió.
Kay lo tomó del hombro mientras caminaban.
- Si volví a este país es porque me quería alejar de ella.
Natal y Kay abrieron los ojos como platos.
- Pasaron dos años desde que murió papá, empecé la facultad y tenía muy buenas notas, además de múltiples ofertas de trabajo (gracias a los contactos de mi padre) cuando terminara. Me iba bastante bien, me la pasaba estudiando, pero eso no se debía a que fuera aplicado, sino a que hacía lo posible por evitar a mi familia…- Sony suspiró, era la primera vez que lo contaba y le costaba- Ellos no volvieron a ser los mismos, yo tampoco, pero… había algo raro entre nosotros. Mi mamá estaba seca, ni siquiera era capaz de mirarme a los ojos, no me sentía querido- Kay y Natal padecieron una profunda empatía- Solo podía hablar con mi abuelo, y también se comportaba de una manera muy extraña. Fue cuando empecé a vivir un infierno en esa casa… por suerte, las materias me mantenían ocupado y… por casualidad terminé ayudando a la policía con casos tontos. Eso me cambió, me hizo sentirme seguro y necesitado. El amigo de mi padre me llamó y me ofreció el trabajo de atrapar a Van Robin Hed- Kay sonrió - Acepté sin dudarlo, no soportaba más la indiferencia de esos dos. Aún así, con esos ojos ausentes e inexpresivos, con un terror injustificado, noté la pena de mi madre cuando me fui. Yo creo que en cierto modo me culpan por haber sido un cobarde… pues yo huí y me desmayé durante el asalto. – Sony lanzó algunas lagrimas- Tenía mucho miedo y solo me preocupé por mi, creo que me lo merezco…
- Eras un niño, aunque haya sido hace solo cuatro años, no podías hacer nada contra ellos- le dijo Natal- Ni siquiera eras consciente de tus poderes…
- Si tan solo los hubiera usado antes…
- Es mejor no comerse la cabeza con el ‘’si hubiera’’, hiciste lo que pudiste, no te culpes por lo que tres psicópatas hicieron…- habló Kay y apartó su mano del hombro de Sony- Piensa en todo lo que hiciste para proteger a personas que ni siquiera conoces, eres un hér…
- Kay tiene razón- lo interrumpió Natal- ¿Quién era el amigo de tu padre?
- Justo en ese momento se había vuelto presidente de la nación argentina- continuó Sony y se secó las lágrimas- Me hizo prometer que acudiría al congreso sin revelar que nos conocíamos ni que me había llamado personalmente. Escuché que fue arrestado…
- Los militares se deshicieron de casi todos los políticos, dudo que haya sobrevivido, lo siento mucho- comentó el profesor.
- Fue de gran ayuda para mi familia, contuvo mucho a mi madre y nos ayudó económicamente… era un gran hombre, espero que siga vivo.  
- Natalie…- dijo Kay- Antes la llamaba una vez por mes, luego cada dos o tres y más tarde dejé de llamarla. No porque no me importara sino porque estaba muy ocupado intentando resolver el caso de mis padres…
- A ella le dolió mucho cuando dejaste de llamarla y por alguna razón que desconozco, no intentó ser ella quien se comunique contigo.  
- Podríamos ir a Estados Unidos de visita y hablar con ella.
- Por como está la situación aquí, dudo que nos dejen salir del país. Además ninguno de los tres está en una buena situación laboral…
- Muchachos, aquí no hay nada. Volvamos. – le dijo Natal a sus compañeros.
Los tres se dieron media vuelta para regresar y de repente notaron unas luces  que provenían desde lejos.       
- ¿Qué es eso?- preguntó Kay.
- La patrulla nocturna, ¡mierda!- exclamó Sony- ¡Son casi las 12am y estamos en las calles!
- ¡Corramos antes que nos vean!- se apresuró en decir su amigo. 
- No, para nada. Hablemos con ellos, seguro se podrá razonar- dijo Natal con seriedad y a los demás no les quedó otra que obedecer. Natal infringía respeto- Por nada en el mundo usen sus habilidades, ¿se entendió?  
Kay y Sony asintieron y se miraron entre sí.
Los patrulleros se detuvieron justo frente a ellos, dos mujeres se bajaron del vehículo, no superaban los cuarenta años, estaban vestidas con el uniforme policial y unos cascos con la insignia de la G.C.J.M.
- ¿Qué hacen aquí?- preguntó una de ellas- Está prohibido transitar por las calles a estas horas... 
- Ya nos íbamos, disculpe- excusó Natal, un poco embobado por sus figuras.
- Permítanme sus documentos de identidad- dijo la otra oficial, quien tenía el cabello rubio. Los elementales obedecieron y se mantuvieron a la expectativa. - ¿Viven todos juntos?- preguntó mientras observaba los carnets.
- Así es, oficial.
- Muy bien, váyanse cuanto antes. Intentamos prevenir a los que se les haya olvidado cumplir con el horario. Este no es un lugar seguro, las fuerzas…
De repente, se escuchó un disparo, la oficial de cabello rubio cayó al suelo sin vida en un instante; un grupo de hombres, todos ellos vestidos con el uniforme militar, aparecieron entre los edificios. La otra oficial sacó su arma para defenderse, pero también recibió un disparo en el estómago y murió. Horrorizados, los elementales se quedaron petrificados. Kay y Sony estuvieron apunto de utilizar sus poderes…
- ¡NO!- les gritó Natal- Si los agarran podrían pasar cosas peores, ¡huyamos, ahora!
Eran dos equipos: uno comando (fuerzas especiales) y el otro policial, quienes realizaban la patrulla nocturna con artillería pesada; tenían todo el permiso de abrir fuego en caso de que algún civil decidiera romper el toque de queda.
También había camiones, helicópteros y un tanque.
Los elementales se escabulleron entre los edificios.
Natal les indicó entre señas que debían ser cautelosos y escapar entre los pasillos.
Los JEN fueron por un lado y Natal por otro.

En el caso de Kay y Sony, se toparon con más camiones y el único tanque. Otro pelotón los seguía, la persecución se tornó cada vez más intensa. 
- No entiendo como hacen tanto alboroto por dos personas- le dijo Kay a su amigo mientras corrían. Sony asintió seriamente, estaba intentando armar un plan.
A tiempo, Kay pudo notar que dos niños yacían en la calle, jugando a la pelota. Uno de ellos salió corriendo, pero el otro se quedó paralizado. Corrió a toda velocidad y lo tomó entre sus brazos, en ese momento, se le cayó la gorra que llevaba puesta y continuó huyendo. Kay notó que el niño que acababa de salvar no era humano, tenía el rostro cubierto de cuernos sutiles que se confundían con el color de la piel, y dos ojos enormes. Apretó los dientes y lo dejó entre unos edificios, a salvo. Luego se detuvo y Sony lo notó…
- ¿Qué haces, Kay?
Pero Kay no respondió y abrió bien las palmas de sus manos.
El tanque le apuntó. Entre gritos, los soldados se hicieron a un lado, estaban totalmente de acuerdo con castigar severamente a quienes no cumplieran con las órdenes y leyes de la G.C.J.M. Sin embargo, se quedaron impactados al vivenciar como una inmensa bola de fuego penetraba en la coraza del vehiculo de guerra y lo destruía por completo.
- ¡Kay!- le llamó la atención su compañero- ¡Natal nos dijo que…!
- ¡Ya sé lo que nos dijo! ¡Pero no me importa, son unos asesinos!
A Sony le vino una idea que le causó una sonrisa: posiblemente, Kay estaría empezando a abandonar los prejuicios con respecto a la otra especie…
Por ese motivo, también se detuvo y convocó una enorme maza de lava que desmoronó la calle, causando un agujero de veinte metros de profundidad, lo que les impidió avanzar a las fuerzas terrestres.
Kay sonrió y agradeció la ayuda de su compañero. Tuvieron la suerte de que la distancia fuera tan larga como para que ninguno de los presentes recordara su rostro.
Los militares, furiosos, dispararon con sus armas. Kay efectuó un escudo de fuego para proteger a ambos, luego se dispusieron a correr. Ahora tenían que buscar a Natal.
- ¡¿Qué fue lo que pasó?!- gritó un soldado.
- ¡Llamen al apoyo aéreo!- ordenó su líder.
Los helicópteros no tardaron en llegar. Kay y Sony ya estaban artos de huir y muy exhaustos. Intentaron alejarse de las avenidas e ir a los rincones más angostos y ocultos. Llegaron a una nueva calle, autos y autos desparramados por todos lados, en pésimo estado y la mayoría, mal estacionados; en ambas veredas había larga cola de edificios anchos, de pequeñas terrazas y veredas empinadas; también observaron árboles caídos y la acumulación de hojas por el otoño. Más adelante yacía una pequeña casa abandonada, la puerta estaba abierta, las ventanas cubiertas con barrotes y maderas. No lo pensaron dos veces. Las voces y los vehículos parecían acercarse. La casa estaba muy oscura, Kay encendió su dedo para iluminar. Ambos se sobresaltaron cuando dos brazos los sujetaron desde atrás, se trataba de Dick Natal.
- ¡Por dios, Natal! ¡Casi haces que me agarre un ataque!- dijo Sony entre nervios.
- Pensaron lo mismo que yo…- respondió Natal.
- ¿Dónde estaremos?- preguntó Kay sin prestarles atención.
- No lo sé, pero este lugar parece haber sido abandonado hace mucho tiempo…- comentó Natal.
- Estas son épocas de guerra, ya no hay lugar para nosotros- se apenó Sony- Después de todo lo que hicimos…
- Ánimo mi amigo, pronto todo mejorará…
- Toda mi vida creí en algo erróneo, la política nos llevó a esto… es como si la raza humana se estuviera destruyendo a sí misma. Tanto nos esforzamos para protegerla y al final… sus enemigos más letales resultaron ser ellos mismos. Cuesta creer que un día entenderán.
- El mundo sigue sin aprender de los errores del pasado…- dijo Natal sabiamente.
- ¡Maldigo a la G.C.J.M!- exclamó Sony entre suspiros, ensimismado en su idea. Mientras tanto, Natal notó algo inusual sobre un viejo escritorio… había un extraño artefacto redondo y metálico. El profesor lo tomó y lo contempló por un momento. Kay y Sony seguían hablando, se habían sentado en el suelo. Dick se dispuso en abrirlo y lo logró, le quitó la tapa y adentro yacía el pedazo de un pergamino. Los ojos de dicho personaje se abrieron como platos ante la inmensa curiosidad e incertidumbre.
- ¿Qué encontraste?- preguntaron sus compañeros.
Pero Natal no respondió y con la boca entre abierta agarró el pergamino y lo leyó.
- Santo dios…
Natal se apresuró en abrir un bolsillo de su saco, dentro de él estaba el pergamino que habían encontrado en Sarmander. Kay y Sony lo miraron confundidos.
- Ayer lo anduve ojeando y lo guardé conmigo- dijo Natal- No puedo creerlo…
- ¿Qué es lo que pasa?- preguntó Kay y se le acercó.
Los ruidos del rotor del helicóptero incrementaron, los militares parecían acercarse a su ubicación, no tardarían en descubrirlos. 
- Por más descabellado que parezca… dentro de esta caja metálica encontré el resto del pergamino.
- ¿Cómo dices?
Natal guardó el medallón en el bolsillo de su pantalón y tomo los pedazos del pergamino, uno con cada mano. Luego leyó en voz alta:
- A través de los tiempos se manifestó, aguardando ser liberado de sus cadenas. Y a pesar de la larga espera, su odio creció. Sueña con las bestias viviendo bajo su merced, solo con la muerte se paga la vida…- Natal pasó de una hoja a la otra- ’’… de este ser. Dos hermanos se enfrentaron y uno de ellos fue expulsado. Entre los mundos se encuentra la llave, en la espada divina y la otra dimensión está la clave. ’’
- Dos hermanos… - dijo Kay.
- La otra dimensión…- dijo Sony.
- Y abajo dice la fecha: Septiembre de 1549. Ese fue el año en el que nos enfrentamos a Hariet… y cuando ocurrió la disputa.
- ¿Disputa?
- Entre José Morgán y Juan Jimonte por la tenencia de la espada. 
- Juan… Jimonte- repitió Kay y recordó un sueño del año pasado.
- Fue otro elemental de antaño- le dijo Natal.
- Déjame adivinar: También es inmortal y ahora está más loco que una cabra.
- Todo lo contrario, Jimonte desapareció, creímos que el mago lo había expulsado. Si mi memoria no me falla: se esfumó el mismo año que figura en el pergamino… 1549. Lo dimos por muerto, nunca supimos nada de él.
- A mi me llama profundamente la atención cuando dice ‘’LA OTRA DIMENSIÓN’’ ¿A qué se refiere?- comentó Sony. 
Las luces de los helicópteros irrumpieron en la casa. Un hombre con un altavoz dijo:
- ¡Sabemos que están allí, podemos detectarlos! ¡SALGAN!
- Los militares… nos descubrieron- se paró Sony de un golpe.
Soldados armados bajaron por medio de finos hilos negros y cubrieron el perímetro. Ninguno avanzó, esperaron a los tanques y camiones (que traían más soldados).
- ¡RÍNDANSEN!- volvió a hablar el hombre a través del alta voz.
Natal ni se mosqueó, contemplaba el pergamino con suma atención, pudo distinguir unos dibujos sobre él. Siempre que algo le llamaba la atención, perdía la concentración y se centraba en eso, no era la primera vez que lo hacía.
- Aquí hay unas palabras escritas en imprenta… muy diminutas- dijo.
- ¡Vamos Natal! ¡No hay tiempo para eso! ¡Hay que huir!- le exclamó Kay.
El profesor ni se movió, parecía no haber oído e intentó leer las microscópicas palabras.
Los militares rodearon la casa abandonada con artillería pesada, sabían de lo que eran capaces sus enemigos, y… les temían, aunque les costaba creerlo.
- ¡NATAL!- gritaron los dos JEN furiosos con su compañero. Lo tomaron del brazo a la fuerza, pero algo ocurrió: Natal leyó la palabra en voz alta.
- Dice… APEN ZEN…   .
 Al rato ocurrió un intenso temblor.
- ¿Qué esta sucediendo?- preguntó Kay anonadado- ¡¡¡Natal!!! 

Y de repente el suelo se desmoronó lentamente (baldosa por baldosa), el polvo se sacudió, los cuadros y barrotes de las ventanas cayeron a un precipicio, el cual acababa de surgir en el centro de la casa. El ruido provocado resultó ser similar al de un torbellino, un fuerte viento soplaba agresivamente sobre sus cabezas, la temperatura aumentaba, un calor atroz….
Un inmenso agujero apareció y todos los objetos del lugar cayeron en él. Los helicópteros perdieron el control y colisionaron contra los edificios, los militares no tuvieron mayor remedio que retroceder y resguardarse.
Kay, Sony y Natal hicieron lo posible por mantenerse donde estaban, se sujetaron de lo que encontraron, pero la fuerza del agujero los absorbió finalmente. Dejaron atrás a esa casa abandonada, a los militares persiguiéndolos, los tanques y helicópteros, su barrio, su ciudad, su provincia, su país, su continente, su mundo y… su dimensión.


Al cabo de unos minutos, aparecieron mágicamente en una especie de selva, acababan de caer bruscamente desde el cielo. Para su suerte, el pasto húmedo les había amortiguado la caída, aunque perdieron la consciencia durante horas. En aquel lugar también era de noche, había árboles y plantas por todas partes.