Adiós Zimpat, Reino del Águila: CAPÍTULO
19.
La inmensa criatura rondaba
entre los 20 y 21 cm
de altura, de un peso incalculable y un pelaje en diferentes tonos del dorado.
Aquello era mucho más de lo que Minos había esperado del joven príncipe; el
águila miró al tirano con sus ojos penetrantes, inmediatamente… los soldados a
favor del Rey se rindieron y abandonaron las armas. El grito que el animal
había efectuado sobre su rival, lo dejó sentado en el suelo. Pero Minos no se
rindió, utilizó todas las habilidades mágicas que conocía del libro, pero
ninguna funcionó contra ese precioso ser. Desesperado, recurrió a sus dos
espadas, pero la piel del animal era tan dura como el acero.
- ¡Cuidado Dayas! ¡El
desdichado quiere tu cuerpo! ¡Sé precavido!- le gritó Natal. Sony yacía con los
ojos entre cerrados, algo no le cerraba…
Minos parecía ocultar algo,
el elemental de lava lo estaba intentando descifrar. El villano sonrió y señaló
la cabeza del águila con sus garras, luego comenzó a mover la boca como si
estuviera hablando, sin emitir sonido alguno. Una cierta fuerza gravitacional
empezó a retener a la nueva bestia, a atraerla hacia el soberano. Minos gozaba
de la situación, su corona se había caído al suelo, la ropa manchada con
sangre, sudor y suciedad, además, la técnica mágica que empleaba fue tan
intensa que la armadura de bronce se destruyó por sí sola.
- ¡ASÍ FUE COMO TU
ANTEPASADO TOMÓ AL ÁGUILA DORADA COMO SUYA! ¡YO HARÉ LO MISMO!- gritó el
monarca, tan desenfrenado como si una ventisca le estuviera aplastando la cara.
Mongot y los elementales
yacían paralizados, sin saber que hacer. Kay intentó lanzarle una gran bola de
fuego, pero aquella técnica fue absorbida por la habilidad mágica.
Finalmente, el águila
sacudió su cabeza y causó una poderosa luz que penetró en el cuerpo del
malhechor. Expulsando el alma del Oscuro
del cuerpo de Minos y liberándolo para siempre. El antagonista gritó
triunfante antes de desvanecerse…
La brisa se agitó cuando
esto ocurrió, la fuerza gravitacional se detuvo y la esencia del enemigo se
evaporó. Minos cayó al suelo sin vida, los elementales se encargaron de
comprobarlo.
Hubo un prolongado silencio.
Tras la rendición de los
soldados, la liberación de los prisioneros, la ayuda de los conciudadanos, la
destrucción de los Snoros y el final del tirano, el orden volvió a establecerse
en Zimpat.
- La leyenda era cierta…-
dijo Bin, rodeando a la criatura- Esta es la famosa águila dorada- intentó
acariciarla, pero el animal gritó, lo que asustó al joven Bin… aunque no se
detuvo y de una vez por todas pudo acariciarle el pelo, suavemente.
A continuación, el águila
dorada volvió a brillar, Bin se alejó; en un abrir y cerrar de ojos desapareció
y en su lugar, el joven príncipe emergió.
Los elementales estaban
impresionados y orgullosos, se acercaron velozmente al muchacho.
- Admito que estuvimos apunto
de perder la fe- le dijo Kay apenas lo vio.
- Me disculpo por mi retraso-
le respondió Dayas con una sonrisa, sin siquiera mirarlo, yacía igual a cuando
huyó- Y gracias, sin ustedes, nada de esto hubiera pasado.
- ¿Qué fue lo que pasó?-
preguntó Sony, tomando a Bin del hombro.
Dayas hizo una vista
panorámica por todo el centro, no había ciudadano que no lo estuviera
observando. Mongot yacía a un costado, aún no se animaba a acercársele.
- Cuando supe la verdad, la
historia de los elementales y el verdadero origen de mi familia, tuve miedo. Y
huí- empezó el príncipe, mirando el suelo- También pido disculpas por eso.
Entre la cólera y la vergüenza, ataqué a las fuerzas de Hassian, dejando a este
como único sobreviviente. Estuve apunto de quitarle su miserable vida, pero
alguien me lo impidió…
Los elementales y los
hermanos (Bin y Mongot) escuchaban la historia del príncipe con suma atención.
- Un anciano- continuó Dayas- No me dijo su nombre, solo que
había sido gran amigo de mi familia durante años y que se había exiliado tras
el reinado de terror de Minos. Él sabía lo que en verdad había pasado con mi
tío y me lo contó. Por alguna razón, entendía a la perfección la fuente de mi
poder y me enseñó a utilizarlo. Así, pude hacerme con un nuevo elemento y una
transformación, que solo lograría si todos los fragmentos de mi alma se unían en uno solo.
- ¿Los… fragmentos de tu
alma?- preguntó Natal, frunciendo el ceño.
- Así es- respondió Dayas
con seguridad- Pudo haber sido obra del anciano, no estoy seguro, pero me volví
un ave y vagué por gran parte del Zen hasta llegar a Zimpat. Y vaya, ¡daría
hasta mi trono por volar por siempre!- Dayas hizo una pausa, se acercó a Mongot
(quien yacía apenado, con la cabeza gacha) y lo tomó del hombro- Y tú, mi viejo
camarada y amigo fuiste la razón por
la que volví a mi forma natural.
- ¿Yo?- preguntó Mongot,
levantando la cabeza.
- Luchaste tanto por
nosotros, hiciste lo que yo no. Tu valentía, tu perseverancia, humildad y
cariño me devolvieron la fuerza que necesitaba. Fue entonces cuando desperté
para terminar con esto. Tu humanidad me salvó, Mongot- el capitán sonrió
complacido, a decir verdad, en un principio creyó haberle fallado- Por eso,
tuve el suficiente tiempo para tomar una importante decisión.
Mongot tragó saliva.
- ¿Cuál, señor?- preguntó
Bin, intrigado.
- Por el decreto que me
confiere el apellido de mi familia, renuncio a mis facultades como soberano y
te declaro a ti, Mongot Borbán,
capitán de las fuerzas Kiceanas: REY
de Zimpat.
Todos se quedaron atónitos.
Mongot relajó los hombros y habló.
- Dayas- era la primera vez
que lo llamaba por su nombre- Eres el legitimo heredero, nadie más merece ese
título más que tú, después de todo lo que pasaste y luchaste.
- Te equivocas, mi viejo
amigo- respondió Dayas, con la misma luz en su rostro que ya habían visto
apenas apareció- Yo seré el heredero, pero eso no me da el derecho de gobernar
a nuestro pueblo. Tú detuviste la matanza de los Kiceanos, tú ayudaste a
descubrir los traidores, tú defendiste a tu gente hasta el último aliento.
Considéralo un regalo, si así lo prefieres- Dayas le sonrió afectuosamente- Yo
creo… que serás un espléndido Rey.
Mongot abrazó a Dayas en un
parpadeo.
- La deuda que tuviste desde
que éramos chicos está saldada- le dijo Dayas durante el abrazo- Ahora, yo soy
el que está en deuda contigo.
Mongot se alejó avergonzado,
todos se alegraron al conocer esa parte sentimental del capitán. Carraspeó y
habló.
- ¿Y que será de usted?
- Me iré de viaje, durante
mi travesía descubrí a distintos sectores del Zen que necesitan ayuda, quiero
salvar a cuantos pueda y conocer el mundo. Al igual que mi tío Minos, el
verdadero…
- Las piezas faltantes- interrumpió
Natal- ¿Dónde las encontraste?
- El anciano las tenía,
desde hace mucho tiempo según me dijo.
- ¿No te dijo su nombre?
¿Dónde está ese anciano?- volvió a preguntar Natal, esperanzado con que pudiera
tratarse de quien creía.
- No recuerdo mucho lo que
pasó. Pero apenas los fragmentos de mi alma se convirtieron en pequeñas aves,
no lo volví a ver- respondió Dayas, alejándose de Mongot.
Natal se quedó pensativo.
- Tengo una deuda INMENSA
con ustedes, cuando me necesitéis, solo llámenme- le dijo Dayas a los
elementales pero posando su mirada sobre Natal. Aunque… extrañamente parecía
estar evitando el contacto visual con Kay y Sony.
La paz regresó al reino,
muchos soldados fueron condecorados y los caídos en combate recordados con
honor; así pasaron dos grandiosos meses de reconstrucción de lazos, familias,
casas y de la misma sociedad; la cual acababa de integrar a todos los Kiceanos
como parte de su civilización. Todos se habían vuelto uno, la estatua dorada
fue ubicada en lo alto de una de las torres de vigilancia como símbolo de la
victoria. Muchos rumores corrían, pues pronto sería la coronación del nuevo
Rey, y todos ellos estaban muy inquietos por si Dayas aceptaría su legado o si
cambiaría de opinión. La decisión ya estaba tomada, el nuevo Rey yacía en
preparativos para la gran celebración, también en conmemoración de la batalla y
de los muertos en la guerra. Hasta incluso Clavito obtuvo una tumba en su
memoria. Sony y Kay lloraron su muerte cuando la visitaron, donde sea que
estuviera, sería un lugar mejor.
Natal devolvió el libro a
Dayas, el mismo príncipe se encargó de dejarlo en el Templo, estableciendo un
vínculo inexplicable con la inmensa estatua de Juan Jimonte.
El día llegó, Dayas le había
prometido una gran sorpresa a los elementales, las calles se adornaron y hubo
gran cantidad de festejos por parte de los conciudadanos. La reunión era a las
19hs, todos acudieron puntuales a los inmensos jardines del castillo,
preparados exclusivamente para la coronación. Una gran alfombra roja recorría
el pasillo principal que conducía al castillo. Los soldados en dos filas rectas
alrededor de la alfombra; Dayas fue el primero en aparecer, vestido con una
extraña túnica dorada y azul, propia de los nobles de Zimpat. Muchos se
percataron enseguida que su Rey no sería el legítimo heredero al trono. Pero no
hubo protestas, todos estaban a la expectativa. Todo se había mantenido en
secreto. Luego le siguieron los elementales, muchos aplaudieron cuando los
vieron, su llegada había sido el punto culminante para la liberación del reino.
Dayas, Kay, Sony y Natal se mantuvieron a un costado entre los soldados,
esperando al nuevo monarca. Las trompetas sonaron y los soldados desenvainaron
sus espadas en señal de saludo. Mongot apareció, vestido con una túnica carmesí
gigante y una armadura de plata. Avanzó por la alfombra, se lo notaba muy
nervioso, Dayas se le acercó. Todos hicieron silencio.
- Mongot Borbán- dijo Dayas
en voz alta, Mongot se inclinó ante el- Por el poder que me confirieron mis
antecesores, te elijo como principal representante de nuestro reino, te declaro
REY de Zimpat- un soldado se acercó con una almohada roja de bordes dorados, y
sobre ella la impecable corona del soberano (la misma que se le había caído a
Minos durante la batalla). Dayas se la colocó en la cabeza a su viejo amigo,
con sumo orgullo de la decisión que había tomado.
Mongot lo observó desde su
lugar y se puso de pie.
- Juro gobernar con humildad
y sabiduría- le dijo, posando su puño en el corazón.
- Sé que lo harás- respondió
Dayas y le dio un abrazo.
El pueblo se encontraba muy
confundido, pero aún así, aplaudieron e hicieron una gran ovación por su nuevo
Rey; en especial los Kiceanos que ya lo conocían. Bin también apareció, vestía
una armadura de bronce y a la espada envainada; Mongot lo había nombrado nuevo
comandante del ejército de Zimpat. Mongot se dirigió a su gente y dijo:
- Este es un día para recordar
y hacer valer nuestro pueblo; no por la coronación, sino por el recuerdo de
aquellos hermanos, padres, madres, primos, nietos o tíos que se sacrificaron
por la libertad de su reino. Pido un minuto de silencio para todos aquellos que
lucharon por defenderlo hasta las últimas consecuencias
El minuto de silencio se
efectuó, muchos lloraron al recordar seres amados perdidos.
- Si algo hemos aprendido…-
continuó el Rey Mongot- Es que la paz no se consigue, sino que se gana. Muchos
de nosotros no perdimos la fe y fuimos capaces de resistir y de luchar por lo
que tanto anhelábamos, gracias a ello pudimos ser conocedores de los verdaderos
resultados.
Los conciudadanos
aplaudieron, esta vez con mayor intensidad, satisfechos con su nuevo rey, quien
les parecía ser un hombre muy sabio.
- Y no olvidemos a estos
tres grandes magos, hechiceros de una tierra muy lejana y distinta a la
nuestra- prosiguió el nuevo monarca- Nos demostraron que podemos ser de lugares
muy diferentes, pero podemos compartir mucho más de lo que imaginamos. Admito
que fue difícil confiar en seres tan extraños, ¿Acaso han visto como se visten?-
el pueblo rió, los elementales se sonrojaron- Pero a la larga, comprendí que
clase de personas son. Ellos, sin necesidad de hacerlo, nos apoyaron en los
momentos más difíciles, intentaron salvarnos y sacrificaron todo para que este
día se haga realidad. Les debemos un fuerte aplauso, es un verdadero honor
tenerlos de nuestro lado.
Todo el reino de Zimpat
vibró ante los increíbles aplausos que recibieron los elementales; Kay, Sony y
Natal sentían una gran conmoción.
- El príncipe Dayas luchó…-
Mongot continuó hablando a los habitantes, mientras tanto, los elementales
debatieron entre sí.
- Es increíble como se
dieron las cosas- dijo Kay.
- El mundo es una rueda y
hay que girar con ella- le respondió Natal.
- ¿Y esa frase?
- Es mía- sonrió Natal.
- Después de todo, el
cadáver que Mulón había encontrado, pertenecía a Vayas, ¿No?- volvió a hablar
el elemental del fuego.
Natal asintió. Sony apretó
los dientes.
- Todo cambiará a partir de
ahora, ¿No?- dijo Kay, nervioso y entusiasmado.
- Así que apenas vuelvas, vas
a mudarte… te deseo lo mejor, mi amigo. De verdad- dijo Sony, reprimiendo la
tristeza hizo ver una sincera sonrisa.
- Gracias, hermano. Igual,
no le he hablado desde hace meses por estar aquí, me pregunto si aún querrá…
- Por supuesto que si, eres
un gran tipo. Así como Dayas enfrentó una gran crisis de identidad y salió
adelante, tú también puedes ganar.
Kay rió, la relación entre
los hechos no era muy estrecha, de todos modos, los consejos de Sony siempre le
resultaron raros.
- ¿Saben? Cuando recuerdo a
Miljen quitando mi… me reconforta saber que ustedes me lloraron- confesó Kay-
Tengo miedo de quedarme solo. Es por eso que acelero las cosas con Agustina,
quiero formar una familia y ser feliz.
- Oye, todos tenemos miedos-
lo animó Sony- Yo, por ejemplo, le tengo miedo al fracaso, a la burla y a la
humillación… pero siempre intento seguir adelante. Bueno, si te soy
completamente honesto, también creo que el hecho de formar una familia te está
apresurando. No sabes si ella es la correcta para tomar semejante decisión, sin
sumar que la viste una vez en toda tu vida- Kay se quedó pensativo- Antes de
que fallezca, yo creía que tú y Jessica…
- Jessica ya no está, mi amigo.
Tengo que seguir adelante- suspiró el joven elemental de fuego- No sabes las
veces que sueño con ella, pero volver a hablar con Agustina alejó esos sueños
de mi mente. Créeme cuanto te digo que en verdad quiero a Agustina, quiero
estar con ella.
Sony se quedó en silencio y
asintió amorosamente, Kay no necesitó una respuesta para entender el gesto.
Luego, fue a buscar algo para tomar.
- Tal vez se de cuenta pero
a las malas, a todos les pasa- le dijo Natal a Sony en voz baja.
- No tiene remedio- rió Sony
mientras observaba a Kay marcharse. De improvisto, una imagen vino a él con
rapidez, como una ilusión. Sony intentó rechazarla y pasarla por alto pero no
le fue posible: UN HOMBRE IRRECONOCIBLE ROBABA UN CAJÓN. Borró la sonrisa y
recordó la expresión de Minos cuando el águila lo venció, no fue de derrota, ni
de frustración, sino… de placer- ¿Natal?
- ¿Qué pasa?- preguntó su
mentor, quien contemplaba al nuevo Rey hablándole a los ciudadanos.
- No quiero preocuparte
pero… Minos nos dio a entender que no sabíamos las habilidades del águila
dorada. ¿A qué se refería? No lo sé, algo no me cierra…
Natal sonreía con todos sus
dientes.
- Murió, Sony. Hariet ya no
existe. Se acabó, cumplí con mi misión- le era imposible disimular su
felicidad- Vengué a mi familia.
- Tú me enseñaste a siempre
ver más allá de los hechos, y yo creo…- Sony tragó saliva- Que esto era lo que Hariet en verdad quería- Natal fue apagando su
contento en un decreyendo- Durante la batalla parecía estar guardándose algo,
además, planeó todo tan minuciosamente que cuesta creer que fue vencido porque
Dayas resultó ser más fuerte- el elemental posó su mano en el corazón- Lo
siento aquí, Natal. Él sigue vivo, allá afuera, de alguna forma.
Dick Natal apretó los
dientes con rencor.
- No es posible- dijo, con
la voz grave.
- Y algo me dice que Hariet
no quería el cuerpo de Dayas, fue una distracción, él buscaba ser vencido. Pues… el águila dorada- Sony abrió los ojos
como platos- ¡Lo tengo! ¡Hariet quería que Dayas se hiciera fuerte para que lo
venciera!
Natal hizo una mueca y
pronunció.
- No tiene sentido lo que
dices.
- Lo tiene- afirmó el joven
estudiante de Derecho- Porque… Hariet se encontraba ATASCADO en el cuerpo de Minos.
- Y el águila dorada era la
única capaz de ayudarlo…- completó Natal, anonadado- Lo que siempre quiso fue
volver a su cuerpo original. Ese fue su plan desde el principio.
- Nos engañó, otra vez- Sony
estaba tenso- ¿Dónde estará? Y más importante… ¿Se lo decimos a Kay?
- ¿Decirme qué?- Kay acababa
de aparecer.
Natal le hizo una seña
disimulada de que no lo hiciera, después de todo, Kay quería vivir una vida
normal y tenía todo el derecho de hacerlo.
- Qué… había una mesa con
bebidas más cercana a la que fuiste- mintió Sony con una sonrisa falsa. Kay, a
pesar de la conexión que tenían, no se dio cuenta.
Mongot terminó con su
discurso y los habitantes le dedicaron una reverencia, los elementales copiaron
el gesto, al igual que Dayas.
En los días anteriores,
Dayas le había hecho un culto a su fallecido tío (en secreto) para impedir la
histeria de los habitantes. Pues él había amado a su tío y su destino fue
incluso peor que la muerte. Hizo lo mismo con Faír, Kaia… y, sorprendentemente,
con Koba. Además había estado trabajando en una nueva estatua con forma de
águila, la que yacía oculta bajo una manta anaranjada, custodiada por un grupo
de soldados. Dayas, aún con autoridad, ordenó que se hicieran aún lado y que
quitaran la manta. La estatua estaba cercana a una de las paredes del castillo.
- Sony, Natal, Kay… esta es
su oportunidad de volver a casa- les dijo Dayas- Ha sido un honor tenerlos de
nuestro lado, pero sé que deben extrañar su mundo.
Natal asintió y le dio un
apretón de manos, pero Dayas en lugar de eso, lo abrazó. El nuevo Rey y los
habitantes se quedaron observando la despedida.
- ¿Usted sabe donde está la
caja negra?- preguntó disimuladamente.
- ¿Qué caja negra?- dijo
Dayas, confundido- No hay ninguna caja negra aquí.
- Nada de que preocuparse-
sonrió Natal, falsamente, mientras apretaba los labios.
- Ten esto- Dayas le entregó
a Natal el cubo del templo de Jimonte
y una nota- Me dijeron que estuviste muy interesado en este artefacto, es un
regalo.
Natal lo tomó, sorprendido y
leyó la nota, estaba escrita por Juan Jimonte y decía:
‘’El conjuro resultó todo un
éxito, el águila y yo hemos pasado a ser uno solo, el otro ser que poseía lo he
guardado en este cubo. Allí estaréis para cuando lo necesitéis alguien más. Cuidado.
Juan Jimonte’’
- Venía con el cubo- le dijo
Dayas, Natal tomó los demás objetos. El pergamino que ya conocía. Kay observó
un extraño símbolo dibujado que no había notado con anterioridad, lo recordó
enseguida… en los recuerdos que había tomado de Miljen Morgan con su padre,
Frank tenía puesto un collar con ese mismo dibujo: múltiples líneas alrededor de un círculo unidas por un único punto.
No dijo nada al respecto y
dejó que Dayas se despidiera de Natal.
- Muchas suerte, príncipe-
le dijo Natal- También quisiera darle un regalo- y le entregó el medallón que
les había permitido viajar al Zen en el primer capítulo, no había vuelto a
funcionar. Dayas tomó el medallón y le agradeció, luego pasó a los JEN. Kay y
Sony lo esperaban con una gran sonrisa, pero Dayas cambió totalmente su actitud.
Tomó a ambos de los hombros y les susurró al oído.
- TENGAN MUCHO CUIDADO, HAY
FUERZAS QUE LOS ACECHAN…- Dayas se refería al encapuchado conocido como Meddes
que lo había dejado malherido, el anciano le había especificado no contarle
nada a los elementales, por eso no dijo nada más al respecto. Kay y Sony
tragaron saliva.
- Lo tendremos- respondió
Kay un poco perturbado y con los ojos saltones.
- Hasta pronto, Dayas- dijo
Sony, un poco más calmado. Aunque se quedó pensativo con lo que les dijo…
recordando especialmente el sueño en donde combatía al encapuchado y él se
transformaba en un horrible monstruo.
- Nunca me cansaré de
agradecerles por todo lo que hicieron- dijo Dayas, esta vez con una sonrisa y
en voz alta- Me dieron fuerzas y me enseñaron a confiar en mí mismo. Si no se
los he dicho, lamento la pérdida de su amigo.
Kay y Sony asintieron con
las cabezas gachas, recordando a Clavito.
- ¿Ya se van?- preguntó
Mongot, interrumpiendo.
- Así es, mi amigo. Confío
en ti, sé que gobernaras bien. Recuerda Mongot... antes del alba, el águila
dorada ya estará avisando su regreso.
Mongot asintió amablemente,
Bin lo acompañaba.
- Es hora, muchachos- le
avisó Dayas a los elementales.
Natal le dio un último
apretón de manos a Mongot, no necesitó decirle más. Kay y Sony efectuaron una
corta reverencia.
- Hasta pronto poderosos
magos y hasta pronto joven príncipe- dijo el monarca, los habitantes también
saludaron, en especial los niños y los hombres que los habían conocido de
cerca.
- Hasta pronto, camarada- le
respondió Dayas y lo pensó bien…- ¿Sabes que? Mejor llámanos: ELEMENTALES.
Kay y Sony se miraron entre
risas. De pronto Dayas se volvió con el pueblo y gritó:
- ¡Viva el reino de Zimpat!
¡Y su rey Mongot!
La gente repitió la oración
y continuó con los gritos de festejo.
Dayas caminó hacia la
estatua, dio un paso al frente y gritó con fuerza, todo su cuerpo volvió a
verse modificado y evolucionó a la dorada criatura. El pueblo estaba atónito
ante tal acto, y no solo ellos, inclusive su Rey y los elementales.
El águila dio un nuevo grito
y la estatua brilló con intensidad, empezó a moverse como si estuviera viva y
en su interior apareció un gran agujero multi-color: la puerta dimensional.
- QUÉ LA
LUZ DEL ÁGUILA OS ILUMINE- dijo la
voz de Dayas, la cual hacía un notable eco.
- Adiós Zimpat, reino del
águila- saludó Natal al pueblo, fue el primero en entrar en la puerta. Kay y
Sony contemplaron todo a su alrededor y se lamentaron por tener que abandonarlos, antes
de irse… observaron la preocupada mirada del águila, la cual se desvaneció
apenas entraron en el agujero.
Los elementales entraron en
la puerta, cayeron en el agujero dimensional y volvieron a aparecer en la casa
abandonada.
- ¿Todo fue un sueño?-
preguntó Kay, alborotado.
- No, no lo fue- dijo Natal,
observando detenidamente el cubo.
Se las ingeniaron para
escapar de las fuerzas armadas y regresar sanos y salvos a sus hogares. Meses
después, Kay se mudó definitivamente y se fue a vivir a Morena con Agustina;
Sony y Natal notaron su ausencia, pero juntos se entendieron muy bien. Después
de todo, tenían mucho que hacer…
Natal no volvió a dar
clases, la dictadura estaba reteniendo profesores, dinero no necesitaba y el
cubo lo había obsesionado…
Sony volvió a su trabajo en
el congreso, aunque las cosas estaban cada vez peor.
Respecto a Dayas, apenas los
elementales se marcharon, la estatua desapareció mágicamente y vio a su amigo
tan deprimido que le obsequió el medallón que Natal le había dado. Sin decir
más nada, voló por los aires hasta finalmente alejarse del reino. Mongot reinó
muy bien durante su mandato, su hermano Bin también desempeñó un buen papel
como comandante de los ejércitos del reino.
Ambos se casaron con sus
respectivas parejas y lucharon por Zimpat hasta el final de sus días.
Pero no todo terminó allí: Unos pocos meses
después del nacimiento de una nueva nación, ocurrió un robo en la fortaleza
impenetrable de Zimpat. El ataúd fue descubierto y abierto, su
interior… vacío. No solo eso,
inclusive el medallón del Rey desapareció sin dejar rastro.
Algunos guardias aseguraron ver a un hombre
de cabello canoso y parte del rostro desfigurado tomar un traje/armadura y
desaparecer en la oscuridad. Ese día, todos enloquecieron, pero nada más
ocurrió.
Todo había salido según lo
planeado.