martes, 25 de julio de 2017

La Guerra de las Bestias en Wattpad



Hablando de la imagen:
¿Cinco novelas? Bueno, en realidad serán SEIS novelas. De todas formas, la novela 5 (el medallón de plata) es el final de una etapa, luego publicaré spin-off de determinados personajes e historias dentro del mismo universo. Luego de esto, llegará LGDB 6, una nueva historia (auto-conclusiva), con diferentes protagonistas y diferentes villanos. Aún así, nos estamos adelantando, en septiembre llega EL TEMPLO DE LA MUERTE, la cuarta parte de LA GUERRA DE LAS BESTIAS. 

Los invito a mi página de wattpad para revivir la primera novela (los nueve corazones), con nuevos detalles y diseños de Ikaro Ghandiny. (serán subidas todas las novelas)
https://www.wattpad.com/user/Ardacuentosynovelas

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lunes, 17 de julio de 2017

Preludio a la Profecía: CAPÍTULO 20.



Preludio a la Profecía: CAPÍTULO 20.

- ‘’Solo con la muerte, se paga la vida’’- se repetía una y otra vez el sacerdote Meddes. En algún lugar místico del universo, este sujeto iba en búsqueda de instrucciones. Un bosque sombrío, donde la noche no compartía estrellas y la brisa era algo inexistente. Reía complacido por el gran daño que le había causado al elemental del agua y la luz. Estaba ansioso, pero aún así mantenía la paciencia. Su amo le había advertido. La luna brillaba en un intenso color verde. Los ‘’Inmortales’’ llamaban a ese lugar en ‘’Morgana’’: El Inframundo.
Meddes se inclinó e hizo una reverencia. Entre las sombras del extraño bosque se escuchó una aterradora voz (la misma que había estado conversando con Hariet en la visión de Kay cuando visitaron el templo de Jimonte).
- Has vuelto…- le dijo al sacerdote.
- Si, mi señor. Traigo noticias.
- Habla.
- Minos cayó. Hariet cayó. Se libró del cuerpo humano mediante la expulsadora de almas, el águila dorada. Ahora ha recuperado su verdadera forma. Está listo para hacer su última jugada. Es tiempo, señor.
La voz del misterioso ser hizo silencio hasta que agregó.
- ¿Algo más?
- Si, señor- dijo Meddes entre risas- LOS JEN… LA BÚSQUEDA HA TERMINADO.
Una nube cubrió la luna, su luz se apagó por unos momentos, no había ni un ínfimo sonido en aquel lugar, ni señales de otras especies con vida. La voz a la que Meddes escuchaba meditó durante una gran cantidad de tiempo, hasta que ordenó…
- Tráelos ante mí.

                                                     Fin...



Nota del autor: ¡Llegamos a otro final de La Guerra de las Bestias! ¡Gracias por leerlo! Si sos nuevo/a en esta historia aún, te recomiendo leer los anteriores (Click en ''entradas antiguas'' o en la ventana de la derecha donde figuran las fechas) para entender mejor la siguiente historia, la cual llegará en SEPTIEMBRE y se titulará ''La Guerra de las Bestias 4: El Templo de la Muerte'', la cuarta novela de este universo literario y ante-última parte. ¡Hasta entonces! 


Capítulo 1: La otra dimensión 
Capítulo 2: La extraña luz 
Capítulo 3: El tirano 
Capítulo 4: Mi nombre es Dayas 
Capítulo 5: Rompecabezas 
Capítulo 6: Miedos y controversias 
Capítulo 7: Terror en las profundidades 
Capítulo 8: La decisión 
Capítulo 9: Las dos torres de cristal 
Capítulo 10: Donde se ocultaron las sombras PARTE 1 
Capítulo 11: Donde se ocultaron las sombras PARTE 2 
Capítulo 12: De vuelta con el tirano 
Capítulo 13: Cara a cara 
Capítulo 14: Historias 
Capítulo 15: El elemental del doble elemento 
Capítulo 16: Adelanto de planes/Asalto a la fortaleza 
Capítulo 17: Fracaso 
Capítulo 18: El águila dorada 
Capítulo 19: Adiós Zimpat, el reino del águila 
Capítulo 20: Preludio a la profecía 

martes, 11 de julio de 2017

Adiós Zimpat, Reino del Águila: CAPÍTULO 19.



Adiós Zimpat, Reino del Águila: CAPÍTULO 19.

La inmensa criatura rondaba entre los 20 y 21 cm de altura, de un peso incalculable y un pelaje en diferentes tonos del dorado. Aquello era mucho más de lo que Minos había esperado del joven príncipe; el águila miró al tirano con sus ojos penetrantes, inmediatamente… los soldados a favor del Rey se rindieron y abandonaron las armas. El grito que el animal había efectuado sobre su rival, lo dejó sentado en el suelo. Pero Minos no se rindió, utilizó todas las habilidades mágicas que conocía del libro, pero ninguna funcionó contra ese precioso ser. Desesperado, recurrió a sus dos espadas, pero la piel del animal era tan dura como el acero.
- ¡Cuidado Dayas! ¡El desdichado quiere tu cuerpo! ¡Sé precavido!- le gritó Natal. Sony yacía con los ojos entre cerrados, algo no le cerraba…
Minos parecía ocultar algo, el elemental de lava lo estaba intentando descifrar. El villano sonrió y señaló la cabeza del águila con sus garras, luego comenzó a mover la boca como si estuviera hablando, sin emitir sonido alguno. Una cierta fuerza gravitacional empezó a retener a la nueva bestia, a atraerla hacia el soberano. Minos gozaba de la situación, su corona se había caído al suelo, la ropa manchada con sangre, sudor y suciedad, además, la técnica mágica que empleaba fue tan intensa que la armadura de bronce se destruyó por sí sola.
- ¡ASÍ FUE COMO TU ANTEPASADO TOMÓ AL ÁGUILA DORADA COMO SUYA! ¡YO HARÉ LO MISMO!- gritó el monarca, tan desenfrenado como si una ventisca le estuviera aplastando la cara.
Mongot y los elementales yacían paralizados, sin saber que hacer. Kay intentó lanzarle una gran bola de fuego, pero aquella técnica fue absorbida por la habilidad mágica.  
Finalmente, el águila sacudió su cabeza y causó una poderosa luz que penetró en el cuerpo del malhechor. Expulsando el alma del Oscuro del cuerpo de Minos y liberándolo para siempre. El antagonista gritó triunfante antes de desvanecerse…
La brisa se agitó cuando esto ocurrió, la fuerza gravitacional se detuvo y la esencia del enemigo se evaporó. Minos cayó al suelo sin vida, los elementales se encargaron de comprobarlo.   
Hubo un prolongado silencio.

Tras la rendición de los soldados, la liberación de los prisioneros, la ayuda de los conciudadanos, la destrucción de los Snoros y el final del tirano, el orden volvió a establecerse en Zimpat.
- La leyenda era cierta…- dijo Bin, rodeando a la criatura- Esta es la famosa águila dorada- intentó acariciarla, pero el animal gritó, lo que asustó al joven Bin… aunque no se detuvo y de una vez por todas pudo acariciarle el pelo, suavemente.
A continuación, el águila dorada volvió a brillar, Bin se alejó; en un abrir y cerrar de ojos desapareció y en su lugar, el joven príncipe emergió.
Los elementales estaban impresionados y orgullosos, se acercaron velozmente al muchacho.
- Admito que estuvimos apunto de perder la fe- le dijo Kay apenas lo vio. 
- Me disculpo por mi retraso- le respondió Dayas con una sonrisa, sin siquiera mirarlo, yacía igual a cuando huyó- Y gracias, sin ustedes, nada de esto hubiera pasado.
- ¿Qué fue lo que pasó?- preguntó Sony, tomando a Bin del hombro.
Dayas hizo una vista panorámica por todo el centro, no había ciudadano que no lo estuviera observando. Mongot yacía a un costado, aún no se animaba a acercársele. 
- Cuando supe la verdad, la historia de los elementales y el verdadero origen de mi familia, tuve miedo. Y huí- empezó el príncipe, mirando el suelo- También pido disculpas por eso. Entre la cólera y la vergüenza, ataqué a las fuerzas de Hassian, dejando a este como único sobreviviente. Estuve apunto de quitarle su miserable vida, pero alguien me lo impidió…
Los elementales y los hermanos (Bin y Mongot) escuchaban la historia del príncipe con suma atención.
- Un anciano- continuó Dayas- No me dijo su nombre, solo que había sido gran amigo de mi familia durante años y que se había exiliado tras el reinado de terror de Minos. Él sabía lo que en verdad había pasado con mi tío y me lo contó. Por alguna razón, entendía a la perfección la fuente de mi poder y me enseñó a utilizarlo. Así, pude hacerme con un nuevo elemento y una transformación, que solo lograría si todos los fragmentos de mi alma se unían en uno solo.
- ¿Los… fragmentos de tu alma?- preguntó Natal, frunciendo el ceño.
- Así es- respondió Dayas con seguridad- Pudo haber sido obra del anciano, no estoy seguro, pero me volví un ave y vagué por gran parte del Zen hasta llegar a Zimpat. Y vaya, ¡daría hasta mi trono por volar por siempre!- Dayas hizo una pausa, se acercó a Mongot (quien yacía apenado, con la cabeza gacha) y lo tomó del hombro- Y tú, mi viejo camarada y amigo fuiste la razón por la que volví a mi forma natural.
- ¿Yo?- preguntó Mongot, levantando la cabeza.
- Luchaste tanto por nosotros, hiciste lo que yo no. Tu valentía, tu perseverancia, humildad y cariño me devolvieron la fuerza que necesitaba. Fue entonces cuando desperté para terminar con esto. Tu humanidad me salvó, Mongot- el capitán sonrió complacido, a decir verdad, en un principio creyó haberle fallado- Por eso, tuve el suficiente tiempo para tomar una importante decisión.
Mongot tragó saliva.
- ¿Cuál, señor?- preguntó Bin, intrigado.  
- Por el decreto que me confiere el apellido de mi familia, renuncio a mis facultades como soberano y te declaro a ti, Mongot Borbán, capitán de las fuerzas Kiceanas: REY de Zimpat.      
Todos se quedaron atónitos. Mongot relajó los hombros y habló.
- Dayas- era la primera vez que lo llamaba por su nombre- Eres el legitimo heredero, nadie más merece ese título más que tú, después de todo lo que pasaste y luchaste.
- Te equivocas, mi viejo amigo- respondió Dayas, con la misma luz en su rostro que ya habían visto apenas apareció- Yo seré el heredero, pero eso no me da el derecho de gobernar a nuestro pueblo. Tú detuviste la matanza de los Kiceanos, tú ayudaste a descubrir los traidores, tú defendiste a tu gente hasta el último aliento. Considéralo un regalo, si así lo prefieres- Dayas le sonrió afectuosamente- Yo creo… que serás un espléndido Rey.  
Mongot abrazó a Dayas en un parpadeo.
- La deuda que tuviste desde que éramos chicos está saldada- le dijo Dayas durante el abrazo- Ahora, yo soy el que está en deuda contigo. 
Mongot se alejó avergonzado, todos se alegraron al conocer esa parte sentimental del capitán. Carraspeó y habló.
- ¿Y que será de usted?
- Me iré de viaje, durante mi travesía descubrí a distintos sectores del Zen que necesitan ayuda, quiero salvar a cuantos pueda y conocer el mundo. Al igual que mi tío Minos, el verdadero…
- Las piezas faltantes- interrumpió Natal- ¿Dónde las encontraste?
- El anciano las tenía, desde hace mucho tiempo según me dijo.
- ¿No te dijo su nombre? ¿Dónde está ese anciano?- volvió a preguntar Natal, esperanzado con que pudiera tratarse de quien creía.
- No recuerdo mucho lo que pasó. Pero apenas los fragmentos de mi alma se convirtieron en pequeñas aves, no lo volví a ver- respondió Dayas, alejándose de Mongot.
Natal se quedó pensativo.
- Tengo una deuda INMENSA con ustedes, cuando me necesitéis, solo llámenme- le dijo Dayas a los elementales pero posando su mirada sobre Natal. Aunque… extrañamente parecía estar evitando el contacto visual con Kay y Sony.

La paz regresó al reino, muchos soldados fueron condecorados y los caídos en combate recordados con honor; así pasaron dos grandiosos meses de reconstrucción de lazos, familias, casas y de la misma sociedad; la cual acababa de integrar a todos los Kiceanos como parte de su civilización. Todos se habían vuelto uno, la estatua dorada fue ubicada en lo alto de una de las torres de vigilancia como símbolo de la victoria. Muchos rumores corrían, pues pronto sería la coronación del nuevo Rey, y todos ellos estaban muy inquietos por si Dayas aceptaría su legado o si cambiaría de opinión. La decisión ya estaba tomada, el nuevo Rey yacía en preparativos para la gran celebración, también en conmemoración de la batalla y de los muertos en la guerra. Hasta incluso Clavito obtuvo una tumba en su memoria. Sony y Kay lloraron su muerte cuando la visitaron, donde sea que estuviera, sería un lugar mejor.  
Natal devolvió el libro a Dayas, el mismo príncipe se encargó de dejarlo en el Templo, estableciendo un vínculo inexplicable con la inmensa estatua de Juan Jimonte.
El día llegó, Dayas le había prometido una gran sorpresa a los elementales, las calles se adornaron y hubo gran cantidad de festejos por parte de los conciudadanos. La reunión era a las 19hs, todos acudieron puntuales a los inmensos jardines del castillo, preparados exclusivamente para la coronación. Una gran alfombra roja recorría el pasillo principal que conducía al castillo. Los soldados en dos filas rectas alrededor de la alfombra; Dayas fue el primero en aparecer, vestido con una extraña túnica dorada y azul, propia de los nobles de Zimpat. Muchos se percataron enseguida que su Rey no sería el legítimo heredero al trono. Pero no hubo protestas, todos estaban a la expectativa. Todo se había mantenido en secreto. Luego le siguieron los elementales, muchos aplaudieron cuando los vieron, su llegada había sido el punto culminante para la liberación del reino. Dayas, Kay, Sony y Natal se mantuvieron a un costado entre los soldados, esperando al nuevo monarca. Las trompetas sonaron y los soldados desenvainaron sus espadas en señal de saludo. Mongot apareció, vestido con una túnica carmesí gigante y una armadura de plata. Avanzó por la alfombra, se lo notaba muy nervioso, Dayas se le acercó. Todos hicieron silencio.
- Mongot Borbán- dijo Dayas en voz alta, Mongot se inclinó ante el- Por el poder que me confirieron mis antecesores, te elijo como principal representante de nuestro reino, te declaro REY de Zimpat- un soldado se acercó con una almohada roja de bordes dorados, y sobre ella la impecable corona del soberano (la misma que se le había caído a Minos durante la batalla). Dayas se la colocó en la cabeza a su viejo amigo, con sumo orgullo de la decisión que había tomado.
Mongot lo observó desde su lugar y se puso de pie.
- Juro gobernar con humildad y sabiduría- le dijo, posando su puño en el corazón.
- Sé que lo harás- respondió Dayas y le dio un abrazo.
El pueblo se encontraba muy confundido, pero aún así, aplaudieron e hicieron una gran ovación por su nuevo Rey; en especial los Kiceanos que ya lo conocían. Bin también apareció, vestía una armadura de bronce y a la espada envainada; Mongot lo había nombrado nuevo comandante del ejército de Zimpat. Mongot se dirigió a su gente y dijo:
- Este es un día para recordar y hacer valer nuestro pueblo; no por la coronación, sino por el recuerdo de aquellos hermanos, padres, madres, primos, nietos o tíos que se sacrificaron por la libertad de su reino. Pido un minuto de silencio para todos aquellos que lucharon por defenderlo hasta las últimas consecuencias
El minuto de silencio se efectuó, muchos lloraron al recordar seres amados perdidos.
- Si algo hemos aprendido…- continuó el Rey Mongot- Es que la paz no se consigue, sino que se gana. Muchos de nosotros no perdimos la fe y fuimos capaces de resistir y de luchar por lo que tanto anhelábamos, gracias a ello pudimos ser conocedores de los verdaderos resultados.
Los conciudadanos aplaudieron, esta vez con mayor intensidad, satisfechos con su nuevo rey, quien les parecía ser un hombre muy sabio.
- Y no olvidemos a estos tres grandes magos, hechiceros de una tierra muy lejana y distinta a la nuestra- prosiguió el nuevo monarca- Nos demostraron que podemos ser de lugares muy diferentes, pero podemos compartir mucho más de lo que imaginamos. Admito que fue difícil confiar en seres tan extraños, ¿Acaso han visto como se visten?- el pueblo rió, los elementales se sonrojaron- Pero a la larga, comprendí que clase de personas son. Ellos, sin necesidad de hacerlo, nos apoyaron en los momentos más difíciles, intentaron salvarnos y sacrificaron todo para que este día se haga realidad. Les debemos un fuerte aplauso, es un verdadero honor tenerlos de nuestro lado.
Todo el reino de Zimpat vibró ante los increíbles aplausos que recibieron los elementales; Kay, Sony y Natal sentían una gran conmoción.
- El príncipe Dayas luchó…- Mongot continuó hablando a los habitantes, mientras tanto, los elementales debatieron entre sí.
- Es increíble como se dieron las cosas- dijo Kay.
- El mundo es una rueda y hay que girar con ella- le respondió Natal.
- ¿Y esa frase?
- Es mía- sonrió Natal.
- Después de todo, el cadáver que Mulón había encontrado, pertenecía a Vayas, ¿No?- volvió a hablar el elemental del fuego.
Natal asintió. Sony apretó los dientes.
- Todo cambiará a partir de ahora, ¿No?- dijo Kay, nervioso y entusiasmado.
- Así que apenas vuelvas, vas a mudarte… te deseo lo mejor, mi amigo. De verdad- dijo Sony, reprimiendo la tristeza hizo ver una sincera sonrisa.
- Gracias, hermano. Igual, no le he hablado desde hace meses por estar aquí, me pregunto si aún querrá…
- Por supuesto que si, eres un gran tipo. Así como Dayas enfrentó una gran crisis de identidad y salió adelante, tú también puedes ganar.  
Kay rió, la relación entre los hechos no era muy estrecha, de todos modos, los consejos de Sony siempre le resultaron raros.
- ¿Saben? Cuando recuerdo a Miljen quitando mi… me reconforta saber que ustedes me lloraron- confesó Kay- Tengo miedo de quedarme solo. Es por eso que acelero las cosas con Agustina, quiero formar una familia y ser feliz.
- Oye, todos tenemos miedos- lo animó Sony- Yo, por ejemplo, le tengo miedo al fracaso, a la burla y a la humillación… pero siempre intento seguir adelante. Bueno, si te soy completamente honesto, también creo que el hecho de formar una familia te está apresurando. No sabes si ella es la correcta para tomar semejante decisión, sin sumar que la viste una vez en toda tu vida- Kay se quedó pensativo- Antes de que fallezca, yo creía que tú y Jessica…
- Jessica ya no está, mi amigo. Tengo que seguir adelante- suspiró el joven elemental de fuego- No sabes las veces que sueño con ella, pero volver a hablar con Agustina alejó esos sueños de mi mente. Créeme cuanto te digo que en verdad quiero a Agustina, quiero estar con ella.
Sony se quedó en silencio y asintió amorosamente, Kay no necesitó una respuesta para entender el gesto. Luego, fue a buscar algo para tomar.
- Tal vez se de cuenta pero a las malas, a todos les pasa- le dijo Natal a Sony en voz baja.
- No tiene remedio- rió Sony mientras observaba a Kay marcharse. De improvisto, una imagen vino a él con rapidez, como una ilusión. Sony intentó rechazarla y pasarla por alto pero no le fue posible: UN HOMBRE IRRECONOCIBLE ROBABA UN CAJÓN. Borró la sonrisa y recordó la expresión de Minos cuando el águila lo venció, no fue de derrota, ni de frustración, sino… de placer- ¿Natal?
- ¿Qué pasa?- preguntó su mentor, quien contemplaba al nuevo Rey hablándole a los ciudadanos.
- No quiero preocuparte pero… Minos nos dio a entender que no sabíamos las habilidades del águila dorada. ¿A qué se refería? No lo sé, algo no me cierra…
Natal sonreía con todos sus dientes.
- Murió, Sony. Hariet ya no existe. Se acabó, cumplí con mi misión- le era imposible disimular su felicidad- Vengué a mi familia.
- Tú me enseñaste a siempre ver más allá de los hechos, y yo creo…- Sony tragó saliva- Que esto era lo que Hariet en verdad quería- Natal fue apagando su contento en un decreyendo- Durante la batalla parecía estar guardándose algo, además, planeó todo tan minuciosamente que cuesta creer que fue vencido porque Dayas resultó ser más fuerte- el elemental posó su mano en el corazón- Lo siento aquí, Natal. Él sigue vivo, allá afuera, de alguna forma.
Dick Natal apretó los dientes con rencor.
- No es posible- dijo, con la voz grave.
- Y algo me dice que Hariet no quería el cuerpo de Dayas, fue una distracción, él buscaba ser vencido. Pues… el águila dorada- Sony abrió los ojos como platos- ¡Lo tengo! ¡Hariet quería que Dayas se hiciera fuerte para que lo venciera!
Natal hizo una mueca y pronunció.
- No tiene sentido lo que dices.
- Lo tiene- afirmó el joven estudiante de Derecho- Porque… Hariet se encontraba ATASCADO en el cuerpo de Minos.
- Y el águila dorada era la única capaz de ayudarlo…- completó Natal, anonadado- Lo que siempre quiso fue volver a su cuerpo original. Ese fue su plan desde el principio.
- Nos engañó, otra vez- Sony estaba tenso- ¿Dónde estará? Y más importante… ¿Se lo decimos a Kay?
- ¿Decirme qué?- Kay acababa de aparecer.
Natal le hizo una seña disimulada de que no lo hiciera, después de todo, Kay quería vivir una vida normal y tenía todo el derecho de hacerlo.
- Qué… había una mesa con bebidas más cercana a la que fuiste- mintió Sony con una sonrisa falsa. Kay, a pesar de la conexión que tenían, no se dio cuenta.
Mongot terminó con su discurso y los habitantes le dedicaron una reverencia, los elementales copiaron el gesto, al igual que Dayas.

En los días anteriores, Dayas le había hecho un culto a su fallecido tío (en secreto) para impedir la histeria de los habitantes. Pues él había amado a su tío y su destino fue incluso peor que la muerte. Hizo lo mismo con Faír, Kaia… y, sorprendentemente, con Koba. Además había estado trabajando en una nueva estatua con forma de águila, la que yacía oculta bajo una manta anaranjada, custodiada por un grupo de soldados. Dayas, aún con autoridad, ordenó que se hicieran aún lado y que quitaran la manta. La estatua estaba cercana a una de las paredes del castillo.
- Sony, Natal, Kay… esta es su oportunidad de volver a casa- les dijo Dayas- Ha sido un honor tenerlos de nuestro lado, pero sé que deben extrañar su mundo.
Natal asintió y le dio un apretón de manos, pero Dayas en lugar de eso, lo abrazó. El nuevo Rey y los habitantes se quedaron observando la despedida.
- ¿Usted sabe donde está la caja negra?- preguntó disimuladamente.
- ¿Qué caja negra?- dijo Dayas, confundido- No hay ninguna caja negra aquí.
- Nada de que preocuparse- sonrió Natal, falsamente, mientras apretaba los labios.
- Ten esto- Dayas le entregó a Natal el cubo del templo de Jimonte y una nota- Me dijeron que estuviste muy interesado en este artefacto, es un regalo.
Natal lo tomó, sorprendido y leyó la nota, estaba escrita por Juan Jimonte y decía:

‘’El conjuro resultó todo un éxito, el águila y yo hemos pasado a ser uno solo, el otro ser que poseía lo he guardado en este cubo. Allí estaréis para cuando lo necesitéis alguien más. Cuidado.

                                                                                Juan Jimonte’’

- Venía con el cubo- le dijo Dayas, Natal tomó los demás objetos. El pergamino que ya conocía. Kay observó un extraño símbolo dibujado que no había notado con anterioridad, lo recordó enseguida… en los recuerdos que había tomado de Miljen Morgan con su padre, Frank tenía puesto un collar con ese mismo dibujo: múltiples líneas alrededor de un círculo unidas por un único punto.
No dijo nada al respecto y dejó que Dayas se despidiera de Natal.
- Muchas suerte, príncipe- le dijo Natal- También quisiera darle un regalo- y le entregó el medallón que les había permitido viajar al Zen en el primer capítulo, no había vuelto a funcionar. Dayas tomó el medallón y le agradeció, luego pasó a los JEN. Kay y Sony lo esperaban con una gran sonrisa, pero Dayas cambió totalmente su actitud. Tomó a ambos de los hombros y les susurró al oído.
- TENGAN MUCHO CUIDADO, HAY FUERZAS QUE LOS ACECHAN…- Dayas se refería al encapuchado conocido como Meddes que lo había dejado malherido, el anciano le había especificado no contarle nada a los elementales, por eso no dijo nada más al respecto. Kay y Sony tragaron saliva.
- Lo tendremos- respondió Kay un poco perturbado y con los ojos saltones.
- Hasta pronto, Dayas- dijo Sony, un poco más calmado. Aunque se quedó pensativo con lo que les dijo… recordando especialmente el sueño en donde combatía al encapuchado y él se transformaba en un horrible monstruo.
- Nunca me cansaré de agradecerles por todo lo que hicieron- dijo Dayas, esta vez con una sonrisa y en voz alta- Me dieron fuerzas y me enseñaron a confiar en mí mismo. Si no se los he dicho, lamento la pérdida de su amigo.
Kay y Sony asintieron con las cabezas gachas, recordando a Clavito.
- ¿Ya se van?- preguntó Mongot, interrumpiendo.  
- Así es, mi amigo. Confío en ti, sé que gobernaras bien. Recuerda Mongot... antes del alba, el águila dorada ya estará avisando su regreso.
Mongot asintió amablemente, Bin lo acompañaba.
- Es hora, muchachos- le avisó Dayas a los elementales.
Natal le dio un último apretón de manos a Mongot, no necesitó decirle más. Kay y Sony efectuaron una corta reverencia.

- Hasta pronto poderosos magos y hasta pronto joven príncipe- dijo el monarca, los habitantes también saludaron, en especial los niños y los hombres que los habían conocido de cerca.
- Hasta pronto, camarada- le respondió Dayas y lo pensó bien…- ¿Sabes que? Mejor llámanos: ELEMENTALES.
Kay y Sony se miraron entre risas. De pronto Dayas se volvió con el pueblo y gritó:
- ¡Viva el reino de Zimpat! ¡Y su rey Mongot!
La gente repitió la oración y continuó con los gritos de festejo.
Dayas caminó hacia la estatua, dio un paso al frente y gritó con fuerza, todo su cuerpo volvió a verse modificado y evolucionó a la dorada criatura. El pueblo estaba atónito ante tal acto, y no solo ellos, inclusive su Rey y los elementales.
El águila dio un nuevo grito y la estatua brilló con intensidad, empezó a moverse como si estuviera viva y en su interior apareció un gran agujero multi-color: la puerta dimensional.
- QUÉ LA LUZ DEL ÁGUILA OS ILUMINE- dijo la voz de Dayas, la cual hacía un notable eco.
- Adiós Zimpat, reino del águila- saludó Natal al pueblo, fue el primero en entrar en la puerta. Kay y Sony contemplaron todo a su alrededor y se lamentaron por tener que abandonarlos, antes de irse… observaron la preocupada mirada del águila, la cual se desvaneció apenas entraron en el agujero.

Los elementales entraron en la puerta, cayeron en el agujero dimensional y volvieron a aparecer en la casa abandonada.
- ¿Todo fue un sueño?- preguntó Kay, alborotado.
- No, no lo fue- dijo Natal, observando detenidamente el cubo.
Se las ingeniaron para escapar de las fuerzas armadas y regresar sanos y salvos a sus hogares. Meses después, Kay se mudó definitivamente y se fue a vivir a Morena con Agustina; Sony y Natal notaron su ausencia, pero juntos se entendieron muy bien. Después de todo, tenían mucho que hacer…
Natal no volvió a dar clases, la dictadura estaba reteniendo profesores, dinero no necesitaba y el cubo lo había obsesionado…
Sony volvió a su trabajo en el congreso, aunque las cosas estaban cada vez peor.
Respecto a Dayas, apenas los elementales se marcharon, la estatua desapareció mágicamente y vio a su amigo tan deprimido que le obsequió el medallón que Natal le había dado. Sin decir más nada, voló por los aires hasta finalmente alejarse del reino. Mongot reinó muy bien durante su mandato, su hermano Bin también desempeñó un buen papel como comandante de los ejércitos del reino.
Ambos se casaron con sus respectivas parejas y lucharon por Zimpat hasta el final de sus días.

Pero no todo terminó allí: Unos pocos meses después del nacimiento de una nueva nación, ocurrió un robo en la fortaleza impenetrable de Zimpat. El ataúd fue descubierto y abierto, su interior… vacío. No solo eso, inclusive el medallón del Rey desapareció sin dejar rastro.
Algunos guardias aseguraron ver a un hombre de cabello canoso y parte del rostro desfigurado tomar un traje/armadura y desaparecer en la oscuridad. Ese día, todos enloquecieron, pero nada más ocurrió.

Todo había salido según lo planeado.

martes, 4 de julio de 2017

El Águila Dorada: CAPÍTULO 18.



El Águila Dorada: CAPÍTULO 18.
  
Sony fue el último en despertar, inmediatamente pudo recuperar la consciencia y notar que estaban en alguna clase de mazmorra. Ya era la tercera vez que los encerraban en el Zen. Vio a sus compañeros tristes y abatidos; Kay con la cabeza entre las rejas y Natal acostado mirando hacia la pared.
- ¿Qué pasó?- preguntó el elemental de lava, aturdido- ¿Dónde está Clavito?
Kay se dio media vuelta y con gran tristeza le contó lo sucedido.
- Ya no está, Sony. Lo siento mucho.
Sony se quedó petrificado, esperando que todo se tratase de una mentira y que las cosas no hubieran salido tan mal. Pero aquello nunca sucedió, tragó saliva y se sentó contra la pared, con la cabeza entre las piernas, evitando llorar.
- Ese mal nacido…- murmuró el elemental de lava- Su sola existencia arruina nuestras vidas. Como quisiera nunca haberme enterado que soy un elemental, tal vez así nada de esto hubiera pasado.
- No es tu culpa, mi amigo- le respondió Kay, con empatía- Clavito saltó a defenderte, él sabía el riesgo que corría. Ha… Minos resultó ser un adversario letal.
- ¿Y ahora que haremos?
- No lo se, Sony. No lo se. Y yo que planeaba volver para vivir con Agustina…
Kay y Sony miraron a Natal, quien continuaba tumbado contra la pared sin señal de vida.
- ¿Cómo estas tu, Natal?- le preguntó Kay. Pero la cabeza de Natal era un caos, si alguien creía ser culpable de todo, debía de ser él; a causa de su plan que resultó mal, a la muerte de Clavito, a dejarse engañar durante el tiempo que estuvieron allí. Pero lo más perturbante de todo, la idea que le comía la cabeza, fue aquello que el soberano le dijo antes de dejarlo inconsciente…- ¿Natal?
- No tengo muchas ganas de hablar ahora- respondió el anciano con frialdad. 
Los JEN respetaron eso e intentaron descansar, después de todo, era lo único que podían hacer allí.

Minos ordenó posponer la matanza unos dos días más, al cabo de cuatro días, el Rey realizaría un acto público con el fin de enseñarle a sus súbditos lo que está mal en su reinado. Las mazmorras del castillo estaban llenas: mujeres, hombres y niños atrapados en ellas y condenados a la muerte. Los rumores no tardaron en fluir entre los conciudadanos de Zimpat, algunos a favor de esta decisión y otros en contra. La cantidad de discursos que algunas personas realizaban para justificar los letales actos del Rey eran increíblemente diversos, todo lo que buscaban era paz, sin importar el medio para alcanzarla. Otros cuantos repudiaban a Minos y estaban artos de su tiranía (su reinado no era malo, había prosperidad, pero todo aquel que se opusiera a su mandato, era eliminado), de todos modos, ninguno se animaba a hacerle frente, peor aún que la noticia de que había derrotado fácilmente a los magos más famosos de la zona se había hecho viral.
Minos ocultó el cubo y el incompleto artefacto dorado en el castillo; la misteriosa tumba había desaparecido, algunos soldados murmuraban que el propio Rey la había cambiado de lugar sin ayuda. Los rumores eran intensos, Minos siendo un mago, un hechicero místico o hasta incluso un semi-dios.
Por orden del monarca, la mayor parte del ejército del reino fue a vigilar las mazmorras y los alrededores del castillo. Ya no había protección en el pueblo y por eso, los saqueos, los robos y las disputas se hicieron cada vez más intensas.

Así pasaron tres oscuros días, donde tanto los Kiceanos como los elementales aguardaban el final de sus vidas a la mañana siguiente. Puede que algunos confiaban en que Dayas aparecería para rescatarlos, pero su imagen había bajado mucho y se lo tomaba como a un incompetente. Cada vez que alguno de sus más fieles compañeros escuchaba a alguien hablar así del príncipe, saltaban a defenderlo con sumo orgullo. Pero la pena era un poco más grande para los elementales, ahora que sabían la verdadera identidad de Minos, ¿Cómo podría derrotarlo? Ni siquiera utilizando todo su poder podría compararse a la fuerza del soberano. Los elementales creían, que viniendo o no, el desenlace estaba escrito.     
Recordaron viejas épocas: familiares que no volverían a ver, aventuras pasadas antes de volverse elementales, noches de sábado, asados de domingo; antiguas novias y amigos. Natal era el único que no compartía ni una palabra y se la pasaba en la misma pose que antes. Ocurrió un alboroto en las celdas de más adelante (todas las mazmorras estaban divididas por un gran muro de 20 cm de espesor), parecía tratarse de una pelea entre prisioneros; los guardias abrieron una de las celdas y separaron a quienes estuvieran causando el problema; luego, llevaron a dos personas para que compartieran la celda con los elementales, se trataba de Mongot y de Bin.  
- ¡Mongot, Bin! ¡Están vivos!- exclamó Kay. Mongot tenía la mandíbula manchada de sangre por una trompada que uno de sus compañeros le había dado, Bin tenía el rostro completamente sucio- ¿Qué fue lo que pasó?
- Algunos hombres hablaron mal del príncipe, y bueno… reaccioné. Bin quiso ayudar pero solo consiguió que nos echaran de la celda- habló Mongot, secándose la herida con la ropa.
- Tal vez si tú dejaras de meterte en problemas y de enojarte cada vez que escuchas hablar mal de Dayas, esto no pasaría- le dijo Bin con sumo enojo- Ya van tres veces que nos cambian de celda. 
- Oigan chicos, está todo bien. Estamos juntos. Me alegra volver a verlos- dijo Kay sonriente.  
- A nosotros también nos alegra verlos con vida- respondió Bin- ¿Qué noticias nos traen?
- Quisimos rescatarlos, pero el plan salió mal- habló Sony con el tono agravado- Resultó que Minos… es más fuerte de lo que parece.
- ¿Dónde está Dayas?- preguntó Mongot, impaciente.
- No sabemos, se marchó y no lo volvimos a ver- respondió Kay.
- ¿Pero cómo?- exclamó el comandante- Él nunca nos dejaría en esta situación.
- Bueno, todo tiene una explicación…- comentó Sony.
Los JEN le contaron a los hermanos como habían llegado al Zen y sobre su verdadera identidad, el linaje elemental de Dayas y el secreto de Minos.
Mongot y Bin comprendieron todo, a estas alturas, confiaban en ellos.
- ¿Tienen algún plan de respaldo?- preguntó Mongot una vez terminaran de hablar de todo lo anterior- Su compañero… ¿Se encuentra bien?- refiriéndose a Natal.
- Se siente culpable porque fue su plan el venir a rescatarlos- le dijo Sony en voz baja- Ha estado así durante los tres días que estuvimos aquí. Sin siquiera comer. Y no, no tenemos plan de respaldo. Confiamos en que Dayas vendrá, pero tememos que todo esto será demasiado para él.
- Ya veo- dijo Mongot, pensativo- Entonces habrá que actuar sin él, no dejaré que mis camaradas mueran por querer ser libres.
- Estoy de acuerdo- combinó Bin- ¿Pero cómo?

Las trompetas anunciaron al nuevo día, todos los habitantes del reino estaban invitados a presenciar el castigo. Muchos curiosos fueron a ver de qué se trataba. El acto se realizó en la plaza que antecede al castillo, miles de soldados custodiaban todas las retaguardias; había cercas que prohibían a los ciudadanos pasar. Acumularon a todos los prisioneros en una única prisión de inmenso tamaño, en el centro de la plaza; hombres, mujeres y niños. Hubo protestas de parte de los habitantes del reino, exigiendo que se los libere, por lo menos a los niños, que no tenían la culpa de nada. Pero los soldados de Zimpat acotaban órdenes estrictas, no dejarían a nadie entrar ni salir. Un hombre sopló un cuerno, y el timbre del retumbante sonido de registro bajo indicó que pronto comenzaría la ejecución.     
Los elementales estaban con los Kiceanos, muchos se alegraron al verlos, si algo se habían ganado con el descubrimiento del traidor (Hassian) era su respeto. Bin los acompañaba.
- Esto es inusual, ¿Por qué no nos matan y ya?- exclamó Bin, indignado.
- En un lugar tan público además…- agregó Sony.
- Minos está esperando a Dayas, eso es lo que pasa- respondió Natal, finalmente.
Todos se alegraron de escucharlo.
- Estamos felices de tenerte de vuelta, compañero- le dijo Kay, con una pequeña sonrisa.
Algunos soldados dibujaron un gran círculo rojo alrededor de la jaula, un mal presentimiento estremecía el corazón de los elementales. 
El soberano se hizo desear, no apareció hasta pasadas cinco horas de preparación, si la condena no los mataba, la espera lo haría...
Hasta que finalmente llegó, entre cantos y trompetas, formaciones y alaridos; vestido con una gran armadura de bronce, una capa (realizada con la piel de algún animal), la corona repleta de perlas y diamantes preciosos; observó a sus súbditos y a los prisioneros con soberbia, mientras llevaba la espada en su mano. Todos hicieron una reverencia ante su presencia (a excepción de los Kiceanos y los elementales).
- Qué descortesía…- dijo Minos con ironía- Demos inicio a su castigo- Minos se colocó sobre un pedestal y habló al pueblo- Hoy es un día de festejo, hemos capturado a quienes nos han perturbado desde hace veinte años. Abusaron de mi honestidad, planearon destruir a nuestro pueblo con un nuevo líder, un joven que dice ser dueño de estas tierras, se proclama heredero y no lo es…- comenzó un gran alboroto por parte de los ciudadanos- Todos ustedes conocen al ‘’príncipe’’ Dayas, quien entró en la locura al enterarse de la muerte de su querido padre. Culpó a todo nuestro pueblo y atentó en contra de vuestras vidas- muchos Kiceanos gritaron ¡MENTIRA!- De pie mis súbditos. Hoy, mis camaradas, el traidor se presentará ante ustedes y tratará de liberar a sus cómplices para concluir con la matanza y ¡el exterminio de todos los habitantes de Zimpat! 
La gente volvió a alborotarse, los soldados se mantuvieron firmes. Los prisioneros intentaron reversionar las acusaciones, pero siendo tantos, solo causaron otro gran ruido en aquel lugar.
- ¡SILENCIO!- gritó Minos, su voz retumbó como si se amplificara en un estadio. No hubo ni un sonido después de ello- Fimas, haz lo tuyo.
El mago acababa de aparecer a su lado, hizo unos gestos con sus manos y una llamarada surgió del círculo dibujado.
- Mi querido Dayas, tienes el camino libre, tan solo... ven a mi- se dijo el rey a sí mismo en voz alta.  
Los espectadores se quedaron atónitos ante los hechos; Fimas continuó jugando con sus manos, de un lado a otro, como si estuviera sosteniendo una pelota imaginaria, las llamaradas cambiaron a un color verde y se abalanzaron sobre la jaula, como un capullo de fuego. Los prisioneros aún no recibían daño.
- Porque siento que esto ya lo vi antes- dijo Kay mientras observaba al fuego cubrirlos.    
- Porque lo has hecho- afirmó Natal- Minos está intentando hacer lo que Dimitrion no pudo y lo que Morgán perdió…
- Los Narsogs…- dijo Sony, atónito- ¿No se cansan de intentar siempre lo mismo? Aunque, ya es la tercera vez que lo prueba, ¿Qué grado de importancia tienen los Narsogs para Hariet?   
Algunos hombres desesperados intentaron salir de la jaula, pero al tocar la jaula se evaporaron.
- ¡Que nadie toque los barrotes!- ordenó Bin en voz alta.
El fuego de color verde se alzaba de lado a lado, sumando cada vez más capas. Los prisioneros empezaban a quedarse sin oxígeno, muchos tosían intoxicados.
Algunas familias del reino obligaron a sus hijos a que vuelvan a las casas, muchos a favor de la decisión del rey se estaban arrepintiendo…
Minos esperaba, con tranquilidad. Fimas estaba exhausto, pero por temor a su Rey, continuaba sin descanso. Y justo en el momento menos pensado, una espada atravesó el estómago del mago Fimas y lo dejó sin vida en el suelo. Minos se sobresaltó, sorprendido.
- ¿Cómo hiciste para...?
El capullo de fuego desapareció y los prisioneros comenzaron a recuperar fuerzas poco a poco. Muchos no lo resistieron y alentaron a su capitán, pues sí, Mongot había sido quien los había salvado.
- Terminemos esto ahora, Minos- le dijo Mongot entre dientes.
- Muy astuto, muy astuto, capitán- reconoció el soberano- ¿Cómo lograste escapar?
Mongot no le respondió, la verdad era que ya tenía experiencia librándose de ataduras o cadenas mediante técnicas que su padre le había enseñado. Durante el traslado a la gran jaula, se escabulló sin ser visto (pues eran muchos) y se mantuvo entre las sombras, esperando el momento adecuado. Lo había planeado junto a los elementales y su hermano.
Una serie de pájaros provinieron del este y se posaron sobre las columnas del castillo a observar. Algo inusual, desde el reinado de Minos, ningún ave se había acercado a las fronteras, hasta los animales le temían. 
Minos y Mongot se detuvieron a observarlos y continuaron con su disputa.
- No tiene sentido preguntar. Después de todo, morirás aquí- lo desafió Minos.
Mongot quitó la espada manchada de sangre del cuerpo sin vida de Fimas y con ella atacó al rey. Minos solo se limitó a esquivar los ataques y burlarse de él. 
- Deberías arrodillarte ante tu rey y no combatirlo…
- ¡Tú no eres mi rey!- le respondió Mongot.
- La verdad que no los entiendo- dijo Minos, cambiando el tono de su voz- Me declaran la guerra a mí y a Zimpat, combaten a su propio pueblo, hablan del honor, el compañerismo... pero que yo sepa, Dayas aún no ha aparecido a salvaros.
- Confiamos en él… ¡Pero no lo necesitamos para ser libres!- grito el capitán de los Kiceanos. Los prisioneros hicieron un gran alboroto y empezaron a presionar los barrotes. Los soldados se sintieron intimidados, dieron unos cuantos pasos atrás sin saber que hacer. Algo inusual ocurrió, el pueblo se reveló, saltó las cercas y fue a ayudar a los prisioneros; algunos soldados también lo hicieron, pero otros se mantuvieron firmes y esperaron las ordenes de su rey.
- ¡Matadlos!- gritó Minos.
Los más despiadados seguidores obedecieron, otros ayudaron al pueblo y a los prisioneros. Una intensa y confusa batalla dio inicio.
Mongot prosiguió con sus ataques, algunos soldados fueron a ayudar a su Rey, pero Mongot se deshizo de ellos como el hábil guerrero que resultaba ser. Hacía mucho frío, el cielo estaba completamente nublado (no había luna), había humedad y pronto llovería. Los ciudadanos utilizaron cacerolas y utensilios de cocina para enfrentar a los soldados a favor del rey.
Minos vio como Zimpat caía en el descontrol y como sus fuerzas se veían cada vez más reducidas, por lo que pronunció un hechizo y de la tierra empezaron a emerger horripilantes seres, los cuales los elementales ya habían visto… nubes de vapor de carne y hueso, conocidos como Snoros. Miles de estos Snoros comenzaron a destruir todo lo que tuvieran a su alcance, sin importar a que bando pertenecieran. 
Cabe destacar que los elementales no podían utilizar sus habilidades, pese a la muerte de Fimas, el hechizo perduraba y solo con la estatua completa podría deshacerse.
Los barrotes continuaban allí, sin moverse, los intentos eran envano. Los prisioneros comenzaron a desalentarse, pero Bin los animaba.
- ¡Vamos! ¡Hay que salir de aquí y ayudar al pueblo!- gritaba como un auténtico líder.
- ¿Alguna idea, Natal?- le preguntó Kay, acelerado.
- Ninguna- respondió Natal frunciendo el ceño y analizando todo a su alrededor.
La impotencia de Sony crecía, él de verdad se había encariñado con todo el asunto y con los Kiceanos; no supo como, y posiblemente no lo descubriría hasta varios años después, pero en medio de su cólera y sin poderes, empujó por cuenta propia y sin que nadie lo ayudara, a un sector de barrotes; estos se desformaron hasta conformar una brecha. Los prisioneros hicieron silencio al verlo.
- Sony… ¿Cómo?- dijo Kay pero fue interrumpido por los gritos de los Kiceanos ‘’ ¡SOMOS LIBRES!’’ 
- ¡Vamos!- exclamó Sony, tan sorprendido de su fuerza como todos los demás, pero sin tiempo de meditar en ello.
Empezando por los elementales que estaban más cerca de la abertura, poco a poco los Kiceanos se alborotaron para salir y se unieron a la batalla. Muchos de los hombres del pueblo ayudaron a las mujeres y niños a salir del campo de guerra y los llevaron a sus respectivas casas hasta que el problema se resuelva. Los hombres se quedaron a pelear contra los soldados corruptos y las abominables criaturas conocidas como Snoros.

Los elementales fueron a ayudar a Mongot contra Minos. Natal detuvo a sus compañeros antes de acudir al enfrentamiento.
- Nuestros poderes no funcionan aquí, pero pudimos comprobar que dentro del castillo si, hay que llevar a Minos hasta allí, y lo combatiremos juntos, no como antes.
Kay y Sony asintieron.
- ¿Cómo es posible que los elementales de la Tierra no puedan controlar la situación?- se burló el Rey apenas los vio acercarse. 
- Aún sin habilidades te derrotaremos- respondió Natal con dureza. 
Minos desenvainó otra espada, con la que ya empuñaba en la mano, tenía dos.
- Váyanse, magos- dijo Mongot, mientras combatía- Esta no es su guerra, no tienen porque morir aquí. Vuelvan a su hogar.
- No lo haremos, Mongot. Aquí nos quedamos- dijo Kay por los demás e intentó encender una llama con la mano pero nada ocurrió.
- Esto es por Clavito- le dijo Sony entre dientes e intentó crear una ola de lava y tampoco pudo. Impotentes, se miraron entre sí y asintieron entre ellos. Los elementales tomaron las espadas de algunos soldados caídos
Los cuatro combatieron al despiadado tirano, quien corría de un lado a otro para no ser acorralado. Mongot logró herirlo en un brazo, pero nada grave. Luego de eso, todos los guerreros pausaron la pelea por un momento.
- No comprendo, ¿Para que quieres a los Narsogs?- le dijo Natal- ¿De qué te sirven?
Minos rió mientras se sujetaba el brazo y pronunció.
- Hace siglos, cuando los creé, les di una parte de mi fuerza, de mi corazón. Sin ellos, no estoy completo. Sin ellos, no puedo regresar
Entonces Natal volvió a ajustar los fragmentos del misterio.
- ¡Tu cuerpo! ¡La caja negra tiene tu verdadero cuerpo!- exclamó.
- Allí se encuentra mi verídico poder. Con este cuerpo solo puedo usar los hechizos del libro, el que escribió el mago Fismut- continuó Minos. A Sony le resultó notablemente sospechoso que les estuviera contando su plan…
- ¿Y Dayas?- preguntó el elemental de lava- ¿Cómo encaja en todo esto? 
- Dayas es más fuerte que Minos, su cuerpo es más valioso- respondió Minos- Esperaba a que descubriera todos los secretos de su fuerza para así, cuando llegara el momento, tendría el suficiente poder para recuperar mi auténtica forma- el don de Sony nunca había sido su elemento, sino… el notar cuando una persona estaba mintiendo o procuraba ocultar sus verdaderas intenciones. Y con Minos contándoles todos sus planes como un viejo amigo, Sony notó que el soberano buscaba despistarlos.
- Mientes…- murmuró el elemental y repitió con ímpetu- ¡MIENTES!
Al antagonista no le gustó para nada escuchar esas palabras, se ajustó el brazo y elevó ambos. 
- Sigo sin entender porque me contengo con ustedes- dijo soberbiamente- Esta es una habilidad que me ha gustado mucho desempeñar…
A continuación, el tirano los señaló, como si estuviera sosteniendo una pelota.
Mongot, Natal, Kay y Sony se paralizaron, su piel comenzó a liberar incontables cantidades de sangre, una hemorragia en todo su cuerpo. Cayeron al suelo, cada vez más debilitados por el conjuro, gimiendo por el insoportable dolor.
Al instante apareció Bin, quien acuchilló con éxito a Minos por detrás, pero este ni se mosqueó y pateó al soldado contra unas rocas. Minos aguantó el dolor de la apuñalada, su cuerpo no era invencible, pues era humano…
La lluvia apareció, acompañada de truenos y relámpagos, las aves continuaban allí sobre el castillo, observando la situación.
Mongot no se rindió, a pesar del dolor, avanzó a gatas hacia su enemigo, tomó una espada del suelo, pero Minos le pisó la mano, Mongot liberó un grito desgarrador. Finalmente se posó sobre el suelo, la sangre se mezclaba con el agua, un gran charco se extendía a unos cuantos centímetros; los elementales yacían en el suelo, sin fuerzas y sin intenciones de combatir. Mongot vio el fin de su vida, todos sus recuerdos posaron por su memoria, él estaba dispuesto a morir, pero no así, él quería que los Kiceanos sean libres, deseaba aquello de todo corazón, inclusive más que ver a su viejo amigo.
Minos vio su trabajo hecho y se marchó.
Una de las aves bajó del cielo y acompañó a Mongot en los que parecían ser sus últimos momentos. Mongot la observó con atención y le acarició el ala, algo que la criatura permitió. De repente, todas las aves fueron con él. Mongot se sorprendió, pero no le quedaba mucho tiempo, acostó su cabeza y lloró. Las aves vieron al hombre soltar una lágrima y lo imitaron, todas ellas lo hicieron sobre el caído capitán.
Minos fue testigo de lo inexplicable, en cuestión de minutos, Mongot se puso de pie y le gritó. Las aves repitieron lo mismo con los elementales y con el soldado Bin, estos también volvieron a levantarse, curados de sus heridas.  
- ¿Cómo…?- dijo Minos, anonadado.
- Crees que lo has visto todo, querido Rey. Pero no es así- dijo una retumbante voz. No tardaron en descubrir que una de las aves era quien había hablado.
Minos frunció el ceño, pero estaba ansioso en su interior.
Las puertas del castillo se abrieron de par en par de un empujón, como por arte de magia; de allí, otras dos criaturas traían consigo el artefacto. Luego, desde los cielos aparecieron más aves, llevando entre ellas a las dos partes faltantes (las dos alas). Minos y los cuatros guerreros yacían boquiabiertos. Las criaturas juntaron todas las piezas, estas brillaron en intensidad, hasta desplegar un gran campo de energía sobre todo el reino.
Kay intentó encender una llama en su mano… ¡y lo logró! El hechizo de Fimas se había desvanecido.
Minos efectuó una llamarada de repente y asesinó a todas las especies que encontró. Las restantes, giraron alrededor del rey a gran velocidad, Minos se sobresaltó y quiso quitárselas de encima, como uno se deshace de un mosquito; pero fue inútil. Las aves cambiaron de posición, giraron entre sí y formaron una pequeña bola de plumas y magia. La bola ocasionó un intenso destello de luz que cegó a todos los combatientes por unos segundos. Tanto los soldados, como los Kiceanos, los habitantes y los Snoros se quedaron petrificados observando el increíble acto. Una luz radiante permaneció durante un buen tiempo, hasta que una inmensa sombra se hizo ver. Dayas apareció.
- Sobrino… - dijo Minos entre dientes.
- Oscuro- le respondió Dayas, algo había cambiado en él, una centelleante luz iluminaba su rostro, con la claridad que se contempla a un cuadro. Serio y seguro, levantó las manos y frunció el ceño.
La lluvia se intensificó, grandes masas de agua rodearon a los Snoros, los cubrieron y los hicieron polvo. Pero lo más impactante aún no había ocurrido, la figura de Dayas cambió por completo: su cuerpo creció (y cambió de forma), se emplumó, le surgieron unas inmensas alas; su boca se volvió un pico y sus ojos se transformaron en dos faroles de fuego que evolucionaron a dos agujeros amarillos de pupilas oscuras. El viento empezó a agitarse con fuerza, una vez se completó la transformación, el cielo se abrió en dos (en un vórtice entre las nubes) y un rayo cayó sobre el águila, tiñéndola completamente de oro.
Radiante como la luz en la noche, caminó hacia Minos y gritó, aunque esté grito fue muy dulce, semejante al tarareo de una canción. El pueblo no podía creer lo que veía con sus propios ojos, se encontraban observando en silencio, algunos con las bocas entreabiertas.

Y esa, fue la aparición del águila dorada