El Mundo Helado: CAPÍTULO 19.
- ¿El mundo helado? – repitió Lepra,
indignado- ¡Estamos a metros de la entrada a la Fortaleza y querés cambiar el
rumbo!
Kay se puso de pie y suspiró antes de
hablar.
- Durante los días que viajamos, tuve
sueños… visiones del pasado- Dayas, Lepra, Sony y Rak lo miraron con interés-
Sobre la segunda generación de Proetas y sobre mi papá y Nicholas Dameron.
Sony tragó saliva, miraba a Kay con
afán e incredulidad.
- Vi su batalla contra Foucen, el
demonio de hielo; vi la muerte de Aitor Carmanguer y… vi como Frank y Nicholas
entraron a una dimensión de bolsillo con la espada divina.
- En la espada divina y la otra
dimensión está la clave- recordó Sony en su mente, haciendo referencia al viejo
pergamino que habían encontrado hacía años.
- ¿Qué más sucedió? – preguntó Lepra
con cautela.
A Kay parecía costarle seguir con lo
que contaba, tensionó los hombros y los aflojó mediante un exhalo antes de
hablar.
- En la dimensión de bolsillo está la
tumba de Gyan y una fuente extraña. Y eso no es todo… antes de despertarme,
presencié como el mago amenazaba la vida de nuestros padres- miró a Sony con
preocupación- Fismut guarda algo ahí de gran valor. Un terrible secreto, estoy
seguro.
Lepra apretó los dientes y se quedó
callado.
- ¿Tienes en mente como viajar al
Mundo Helado? – le preguntó Sony con seriedad. No le reprochó nada.
Kay miró a Rak.
- Obvio- exclamó el profeta, Morris
acababa de salir del interior de sus ropas entre bostezos- Yo los puedo llevar
hasta allí, pero tendré que quedarme aquí para que puedan regresar. Mantendré
la puerta dimensional abierta por una hora.
- Dos horas, Rak- le pidió Kay- Nos
llevará tiempo. Te lo pido por favor. Mi instinto nunca me falla, sé que hay
algo allí.
Dayas se llevó la mano al mentón y
pensó, luego dijo.
-
Bien, Kay. Yo confío en ti. Dos horas en el Mundo Helado y luego iremos
a la Fortaleza de Büul para tomar el medallón de plata.
- Muchacho… ¿Es la primera vez que
tienes estas visiones del pasado? – le preguntó Rak.
- No. A veces puedo tocar la frente
de un individuo y conocer su vida- le contó Kay- Sin embargo, en los sueños se
me aparecen recuerdos al azar, nunca entendí como funciona. Hubo una ocasión
dónde pude viajar al pasado a través de un sueño y cambié la historia. Es…
complicado.
- Ya veo- contestó el profeta, Morris
frotaba su peluda cabeza contra la nuca de su compañero- Yo conozco un artefacto
capaz de hacer esas cosas, lo escuché una vez en mi planeta. Uno de los tres
medallones mágicos: el medallón de oro-
Todas las miradas fueron hacia Rak- Mi gente conocía muy poco de los titanes,
no obstante, hubo rumores sobre el funcionamiento de este medallón. Decían que
podías viajar en el tiempo despierto o
dormido, o conducir a alguien a hacerlo en contra de su voluntad. En toda
la historia jamás fue encontrado, a diferencia de los otros dos medallones.
- ¿Me estás queriendo decir que alguien
quiso que yo vea esas imágenes del pasado? – le preguntó Kay con el ceño
fruncido- Ahora que lo pienso, podría ser una trampa. Tal vez Hariet quiera
emboscarnos en el mundo helado y las visiones fueron para que tomara la
decisión de ir.
- Espera- habló Sony- ¿Recuerdas el
sueño que tuviste en la cápsula? Ayudaste a Morgán y tomaste la espada divina.
Eso no ayudaba en nada a Hariet- Kay se le quedó mirando en silencio- La teoría
de Rak tiene mucho sentido. Es probable que nunca hayas tenido la habilidad de
viajar al pasado y cambiar la historia, te hicieron creerlo. La persona que tiene el medallón de oro te estuvo ayudando y quiere que
te dirijas al Mundo Helado. Pero descuida, no irás solo.
Kay lo ignoró, sin embargo, no pudo
evitar sentirse aliviado al escuchar esas últimas palabras.
- No. Debemos continuar- se impuso
Lepra.
- Compañero- le habló Dayas y lo tomó
del hombro, lo que incomodó al joven morgano- Ellos son los hombres de la
profecía, deberíamos confiar en ellos, ¿no te parece?
Lepra sacudió el hombro para que el
príncipe lo soltara y asintió con la cara larga.
- Dos horas, ¿eh? Ya me deben unas
cuantas, niñitos- sonrió Rak y movió la cabeza a un costado para que Morris
saltara al suelo. Respiró hondo y formó el triángulo con sus dedos- Quisiera
visitar ese lugar una vez más, pero sin los Ryanos, no tiene sentido.
Apresúrense.
El aire se vio deformado y unas
cuantas rocas del pasadizo estrecho se vieron atraídas hacia el agujero de
gusano que acababa de aparecer en la pared.
Kay y Sony entraron primero. Dayas le
dijo a Rak que volverían pronto y el profeta asintió decidido. Morris los
miraba con tristeza, como si nunca más volviera a verlos. Lepra fue el último,
a quién Rak notó muy preocupado.
- No es un grupo si se guardan secretos
todo el tiempo- le dijo el profeta. Lepra giró para mirarlo y examinó el suelo
hasta que entró al portal, el cual lo absorbió por completo.
DENTRO DE LA TIERRA HELADA
Kay, Sony, Lepra y Dayas aparecieron
en un inmenso paisaje congelado. El calor y la humedad habían desaparecido,
estaban en un mundo de frío, desolado.
El agujero negro se desvaneció a sus
espaldas y antes de las quejas, Dayas y Lepra revelaron que Rak les había dado
cristales morados y diminutos para abrir aquel lado del agujero de gusano,
mientras tanto, el profeta mantendría abierto el otro punto del espacio.
Caminaron a través de la nieve y el
sendero congelado, el cual realizaba curvas y se dividía en diferentes laderas,
los Forasteros no tardaron en descubrir que estaban encima de una montaña
blanca. Más montañas cubiertas de escarcha rodeaban todo el terreno, de 800
metros o tal vez 1000 metros, pensaron ellos.
Kay formó una gran bola de fuego y la sostuvo
entre sus manos para generarle el calor al grupo, la temperatura estaba muy por
debajo de los 0° C.
- Por fortuna, los Elementales somos
resistentes a enfermedades fuertes debido a las propiedades de la Inmortalidad
que el corazón nos ofrece- dijo Kay al grupo y lideró la expedición.
Era de día y el viento sacudía el ambiente
con violencia, lo que preocupó a los jóvenes, dos de ellos se estaban empezando
a arrepentir de haber seguido a Kay…
Continuaron caminando y no tardaron
en vislumbrar un precipicio a su izquierda, como una antigua cascada convertida
en hielo. Por debajo pudieron contemplar el inmenso mundo donde se encontraban,
más allá había árboles, montañas y lagos congelados.
- ¿Qué esperas encontrar aquí? – le
preguntó Dayas al elemental de fuego.
- Respuestas- respondió- Aquí existe
algo que tenemos que saber, mis sueños me lo dijeron, mi instinto me lo dice.
- ¡Es un mundo inmenso, vamos a estar
semanas a este ritmo! – exclamó Lepra, molesto, mientras el viento y la nieve
le sacudían la cara.
- ¿Dijiste que en la dimensión de
bolsillo está la tumba de Gyan? – preguntó Sony a los gritos.
- Si…
- ¿No te parece casual que las
palabras del pergamino sean similares? – prosiguió el joven abogado. Kay volteó
a mirarlo con dificultad- “A través de los tiempos se manifestó, aguardando ser
liberado de sus cadenas, y a pesar de la larga espera, su odio creció.”
- ¡Hariet! – exclamó Lepra y estuvo a
punto de tropezarse con una roca.
- Muy bien, genio- le dijo Sony con
sarcasmo- “Sueña con las bestias viviendo bajo su merced.” ¿Y si no se refería
sólo a los Ryanos, sino también a los humanos? Todos somos bestias, Hariet nos
quiere a todos bajo su merced.
- ¡Inteligente! – gritó Dayas e
intentó acercarse más a la bola de fuego.
- “Sólo con la muerte se paga la vida
de este ser”- retomó el muchacho de ojos verdes- Ahí no está haciendo
referencia a Hariet, podría jurarlo. Creo que habla… del PRODIGIUM- los otros
tres asintieron- “Dos hermanos se enfrentaron y uno de ellos fue expulsado.” Es
lógico que habla de Juan Jimonte y José Morgán debido a su disputa por la
tenencia de la espada- nadie acotó- Y finaliza con la siguiente frase: “Entre
los mundos se encuentra la llave, en la espada divina y la otra dimensión está
la clave.” ¡Por dios! ¡Todo está conectado! ¡Eso nos trae aquí, a la dimensión
de bolsillo y a la tumba de Gyan!
Dayas frunció el ceño, ahora estaba
más convencido de visitar la tierra helada. Lepra exclamó.
- ¿Quién escribió ese pergamino?
- Nunca lo supimos- dijo Kay,
tratando de pisar con cuidado y sosteniendo la bola de fuego con aspereza- Una
parte la encontramos en un agujero de la Isla flotante de Sarmander, la cual ya
no existe. El resto del pergamino lo hallamos en la ciudad de Buenos Aires, en
una casa abandonada, supimos más tarde que Meddes lo había colocado allí junto
al medallón de bronce para que viajemos al ZEN.
Lepra y Dayas se miraron entre sí.
- Ustedes sí que han tenido una vida
repleta de aventuras insólitas…- vociferó el príncipe.
- ¿Eso quiere decir que Meddes pudo
haberlo escrito? – preguntó Lepra.
- Lo dudo- aclaró Sony- La caligrafía
del pergamino me hacía recordar a…- abrió los ojos como platos y finalmente
relacionó dos cosas que no había notado con anterioridad- El mapa.
- ¿Mapa? – preguntó Dayas. Sony no le
hizo caso y se dirigió a Kay.
- ¿Te acuerdas cuando viajamos a la
Isla Tanque para hablar con el Rey Patricio? – Kay asintió- ¿Te acuerdas lo que
nos dio?
- El mapa del Templo Azteca- dijo
Kay, los cuatro se detuvieron en medio del frío- ¿Y eso qué?
- ¡El mapa no vino solo! ¡Venía con
una carta firmada por nuestros padres! ¡Kay, el pergamino FUE ESCRITO POR
ELLOS! ¡Es la misma letra! – gritó el joven abogado de la emoción.
Kay sonrió y miró las montañas
blancas.
- Aquí está su secreto, entonces.
Aquello que hemos intentado descifrar durante años. Es probable que ellos
descubrieran la verdad de Fismut- pensó el elemental del fuego y miró a Lepra
con desconfianza.
Kay apagó la bola de fuego y sus
compañeros se quedaron anonadados, lo único que les daba calor se había
esfumado. Luego, abrió los cinco dedos de su mano derecha y Lepra quedó
suspendido en el aire. Dayas y Sony no podían creer lo que estaba pasando.
- El joven pupilo de Fismut, seguro
debes ser muy importante para él- le dijo Kay a Lepra con crueldad- Tu maestro
pudo haber ordenado la muerte de mis padres. Sería lógico arrebatarle su
familia, como él pudo haberlo hecho.
- ¡Son sólo suposiciones! – gritó
Sony, furioso- ¿Sólo porque viste a Fismut amenazando a nuestros padres crees
que todo terminó mal? Tendríamos que conocer todo ese episodio al detalle y
luego juzgar.
- Yo no puedo confiar en él. A decir
verdad, no puedo confiar en ninguno de ustedes, pero no me queda otra- continuó
Kay- No les dije nada de las visiones porque ustedes tampoco me dicen nada a
mí. Lepra se guardó que Hariet era un Kimhote, Sony… mejor no lo digo. Y Dayas,
bueno, no tengo problemas contigo.
Lepra flotaba por los aires, tenso e
inmóvil.
- Fismut está de su lado, siempre lo
estuvo- dijo al fin.
- ¿De verdad? Cada día se esfuerza
para demostrarnos lo contrario.
- No tengo por qué revelarte todo lo
que él me confió- se defendió Lepra- Hay una razón para todo, pero pregúntaselo
a él, no a mí. Es su vida, no la mía.
Kay lo soltó y Lepra cayó al suelo,
Dayas lo ayudó a levantarse.
- No le tendré estima a Fismut por lo
que le hizo a Natal, pero si de algo estoy seguro es que hizo lo necesario para
combatir a la oscuridad. Primero con Büul y ahora con Hariet. Y otra cosa… -
habló Sony con seriedad, luego estiró la mano y Kay se vio atraído hacia él por
la fuerza magnética- No vuelvas a amenazar a mis compañeros. ¿Entendiste? – lo
soltó y Kay se liberó, avanzó a pisotones y se alejó de ellos.
- Es tan terco- le dijo Sony a Dayas
y Lepra, mientras los tres lo veían alejarse- Nunca me perdonará por guardarme
lo de su novia. Yo tampoco quería perdonarlo a él por no hacerse cargo, sin
embargo, entendí que tenemos que estar unidos, no separados. Pelar entre
nosotros no nos servirá de nada- a continuación, miró especialmente a Dayas- Tú
me lo enseñaste en este viaje.
Dayas sonrió y los tres continuaron,
por primera vez, Lepra reflexionó sobre el asunto.
Kay se adelantó unos cuantos metros,
había formado dos pequeñas bolas de fuego para calentarse a sí mismo. La nieve
de los suelos le llegaban hasta las rodillas y el camino se volvía cada vez más
dificultoso. Sin mirar atrás, sumergió otra pierna en la nieve y pisó algo
sólido…
Se detuvo y escarbó rápidamente con
las bolas de fuego, tardó un tiempo en deshacerse de toda la nieve, tanto que
sus compañeros pudieron alcanzarlo y se detuvieron a observar lo que hacía. Kay
hizo un agujero en la nieve con el fuego y descubrió el cadáver de un Narsog.
- ¿Cómo llegó a esta dimensión? –
preguntó Dayas, frunciendo el ceño.
- Si el pasado está relacionado con
el presente, entonces…- pensó Kay y le arrancó el cráneo putrefacto al
esqueleto. Luego dijo en voz alta- No soy un experto, pero podría jurar que
lleva años bajo la nieve.
- ¿Alguna explicación? – dijo Lepra,
seriamente, sin sacarle los ojos de encima al elemental de fuego, quién ni le
hacía caso.
Kay miró todo el camino y el amplio
sendero cubierto de nieve. Cerró los ojos y el círculo de los magos se formó
bajo sus pies.
- Vuelen- les indicó a sus
compañeros, Lepra y Dayas no entendieron, pero Sony sí.
Dos alas grisáceas salieron de la
espalda de Sony y tomó a Dayas y a Lepra de los brazos, luego flotó unos
centímetros y a continuación, Kay posó las bolas de fuego que sostenía en la
nieve, al instante, la tierra blanca a un radio de veinte metros se derritió.
Sony descendió con sus compañeros y
apenas pisó la tierra, las alas de la gárgola desaparecieron.
Los cuatro estaban fascinados y
espantados. Decenas de cadáveres putrefactos de Narsogs se situaban en toda la
zona liberada.
El círculo de los magos se esfumó,
pero las bolas no; Kay las combinó para conformar una esfera de fuego más
grande y volver a calentar al resto.
- Si la espada divina y la otra
dimensión son la clave, entonces…- comenzó Sony.
- Yo traje estos Narsogs hasta aquí-
agregó Kay.
- ¿Tú? – preguntaron Lepra y Dayas al
mismo tiempo.
- Durante la batalla de los Andes,
derroté a los Narsogs con la espada divina y llevé sus desagradables cuerpos a
una dimensión que desconocía- aclaró el joven JEN de fuego.
- Y a esa misma dimensión lanzaste
los pedazos de la espada divina- continuó Sony- Eso quiere decir que….
- La espada divina está aquí- dijo
Dayas.
- Tendríamos que eliminar toda la
nieve de este inmenso mundo, tardaríamos años en encontrarla- dijo Lepra- Mejor
volvamos.
Kay y Sony estuvieron a punto de
contestar hasta que oyeron un potente rugido. Los cuatro se alarmaron y se
pusieron en guardia, no sabían de dónde había surgido el sonido.
El viento los sacudió y la nieve que
caía del cielo incrementó, los rayos de una estrella comenzaban a iluminar los
sectores más oscuros y eran interrumpidos por algunas montañas picudas.
Kay, Sony, Lepra y Dayas formaron un
círculo, espalda con espalda, atentos a un posible ataque.
Y entonces, una inmensa roca fue
hacia ellos. Lepra la manipuló y la echó a un costado. Otro rugido sonó, mucho
más fuerte que el anterior.
- ¿Alguno cree en el Yeti? – preguntó
Sony, muerto de miedo- Bueno, yo sí.
A continuación, varias bolas de nieve
los acecharon como proyectiles. Kay conformó un escudo de fuego alrededor del
grupo y todas se derritieron.
La silueta de una criatura yacía
entre la espesa nieve que caía del cielo, prosiguió lanzando rocas y bolas de
nieve enormes, pero todos sus ataques fueron repelidos por Lepra y Kay.
Dayas tragó saliva y mantuvo la
respiración. La sombra del espécimen debía de medir unos diez metros
aproximadamente. Oyeron un tercer rugido y vieron como la sombra avanzaba
rápidamente hacia ellos, estaba corriendo.
Sin haberse dado cuenta, los cuatro
estaban muy cerca del risco, cualquier embestida los tiraría. Estaban
atrapados.
El sujeto misterioso intentó romper
el círculo, los cuatro se separaron justo a tiempo.
Era cómo un gorila gigante con el
cabello blanco, manchado de nieve y el pecho más oscuro. Para Sony era el yeti.
- Eres…- susurró Kay, sin poder
creerlo.
El monstruo rugió por cuarta vez,
enseñando todos sus colmillos y su amplia mandíbula. Se abalanzó sobre Dayas y
este rodeó por el suelo para esquivar la embestida. Luego fue por Lepra y este
formó el círculo de los magos celeste, no tuvo tiempo de conformar un hechizo
porque la criatura lo tomó de las piernas y lo revoleó por los aires.
Sony fue rápido y usó la fuerza
magnética para atraerlo hacia él y que cayera sano y salvo. Después, conformó
una amplia cortina de lava y lo encerró allí, la lava se solidificó y se
convirtió en roca cristalina.
La criatura rompió la prisión
cristalina a puñetazos y saltó, furioso, hacia Sony.
Kay lo empujó con la fuerza magnética
y el gorila blanco fue expulsado hacia otro lado lejos del joven abogado. Cayó
al suelo de pie y se esforzó para no arrastrarse mucho por la nieve.
A continuación, el gorila aplaudió y
una ráfaga de viento acechó a los cuatro elementales, quienes cayeron por el
risco.
Sony mutó a la gárgola de piel gris y
Dayas a la fascinante águila dorada. Sony tomó a Lepra y Dayas a Kay, planearon
y volaron hasta la superficie.
- Ese monstruo me la va a pagar- dijo
Lepra con el ceño fruncido y también mutó, se convirtió en un toro humanoide:
un minotauro.
- Creí que estabas muerto- pensó Kay
y su cuerpo se llenó de pelo azulado y erizado, le crecieron músculos y su
rostro fue reemplazado por el hocico de un animal feroz.
El hombre lobo, el minotauro, el
águila dorada y la gárgola se colocaron en línea recta, listos para comenzar
con la batalla entre monstruos.
El gorila blanco aplaudió nuevamente
y otra ráfaga de viento surgió. El hombre lobo y el minotauro saltaron hacia
los costados; el águila y la gárgola soportaron el impacto, agitando sus alas
para contrarrestar el impulso.
Por un leve momento, las cuatro
contrapartes de Amdor y el gorila blanco se observaron con recelo.
El minotauro tenía brazaletes dorados
en los brazos y las pantorrillas, hombreras y la gran hacha medieval con el
mango grueso. Sus ojos eran muy pequeños, casi irreconocibles. Era el más
bajito de todos los monstruos con tres metros de altura. El águila dorada tenía
dos agujeros amarillos con pupilas negras, un pico inmenso, la piel emplumada
con diferentes tonos de dorado, como capas. Medía seis metros y poseía dos
hermosas alas teñidas de oro.
La gárgola, por su parte, tenía dos
ojos de color miel sin pupilas, el cabello largo, liso y oscuro hacia atrás de
sus orejas puntiagudas. Dos cuernos de pequeño tamaño sobre la cabeza, la piel
totalmente gris, facciones duras y el cuerpo robusto y vigoroso. El torso
desnudo, un pantalón roto; manos y pies de cuatro dedos con garras y el rostro
de un gris más oscuro que los Ryanos, con dos colmillos sobre la boca y una
prominente barbilla. Además de las alas tras su espalda y el cuerpo de un
humano enorme. Debía de medir cuatro metros.
El hombre lobo también medía cuatro
metros, sin ropa alguna, repleto de un cabello erizado y azulado, manos y pies
de tres dedos con garras grandes y filosas; y dos orejas puntiagudas encima del
hocico repleto de colmillos.
El gorila blanco superaba a todas las
bestias en altura al medir diez metros, y era el más grandote de todos. Hubo
unos segundos de quietud y luego, Kay atacó al monstruo blanco con sus garras.
El abominable monstruo le dio un
manotazo al lobo y este chocó con unas rocas. Las cinco bestias estaban
rodeadas de nieve y lucharon sin cesar.
El águila dorada agitó sus alas para
expulsar el alma del cuerpo del contrincante, pero de nada sirvió y el monstruo
lo tomó del ala dorada y lo revoleó por los aires.
El minotauro aprovechó la distracción
y logró perforarle una pata con el hacha, Sony le dio un puñetazo en el
estómago y el monstruo se desplomó en la nieve.
El sector que Kay había liberado de
la nevada ya estaba cubierto nuevamente, a menor medida. A comparación del
resto del paisaje, parecía un agujero en la tierra.
La gárgola y el minotauro se situaron
a un lado del monstruo acostado, creyendo que lo habían derrotado. Pero el
monstruo fingía, tomó a la gárgola de la pierna y lo usó como bate para golpear
al minotauro, ambas bestias se dieron de bruces con la nieve, la cual flotó
como humo.
El águila dorada volaba por los aires
y disparó rayos de luz del pico mientras cantaba. El gorila blanco los esquivó
y saltó para agarrar al águila dorada de las patas y la abatió contra el suelo.
El lobo tomó una roca con los brazos
y se la lanzó al monstruo blanco, este la rompió con un puñetazo. Kay estaba
impactado por lo fuerte que era su enemigo.
El Yeti dio manotazos a la nada con
fuerza y el viento cambió su trayectoria a su voluntad, acechando a las
bestias. El lobo y la gárgola rugían, dañados y sangrando levemente. El águila
dorada gemía con la pata quebrada y el minotauro lanzaba hilos de humo por el
hocico, rabioso.
Sin pensarlo dos veces, el minotauro
y el lobo atacaron primero a la colosal criatura, se aferraron a sus piernas y
no lo soltaron. El monstruo los golpeaba y ellos seguían allí, abrazándolo.
La gárgola flotó por los aires y el
águila también (aunque le costó), las dos entidades sacudieron sus alas a los
lados del contrincante. La gárgola fue rápida y lo tomó por detrás mientras
apretaba los dientes.
- ¡Quítale su alma! – le dijo la
gárgola al águila dorada con aquella voz grave y resonante.
El águila dorada volvió a intentarlo,
lanzando un sonido a través de su pico. Pero el gorila (con las tres bestias
encima), se corrió a un costado y se lanzó al risco.
El lobo y el minotauro se soltaron de
él, Sony rescató a ambos en los aires y regresó a la superficie.
El monstruo blanco posó su enorme
mano en la ladera y arrastró su brazo por allí hasta que logró sostenerse,
escaló la montaña y subió nuevamente.
Las bestias notaron que el gorila
tenía el brazo blanco cubierto de escarcha, suciedad y sangre; también
suspiraba con fuerza.
El águila estuvo a punto de quitarle
el alma otra vez, pero el lobo gritó.
- ¡Espera!
Todos se quedaron desconcertados y el
gorila blanco le dio un puñetazo en el ojo al lobo, dejándole un colorinche y
tirándolo hacia atrás.
La gárgola y el águila atacaron, no
obstante, el gorila aplaudió y la ráfaga de aire los empujó contra otras rocas.
Sólo quedaba el minotauro, quién había dejado el hacha tirada cuando lo había
tomado de la pierna.
Trató de alcanzarla, pero fue
demasiado tarde, el monstruo blanco lo tomó de la cabeza y lo tiró por el
risco, los demás gritaron…
La gárgola y el águila dorada no
tenían energía para levantarse y volar; estaban a poco de desmayarse.
El Yeti se golpeó el pecho con los
puños, como hacen los gorilas y avanzó lentamente hacia el lobo para matarlo de
una vez.
Y justo en ese momento, otra criatura
se abalanzó ágilmente y pateó al engendro de las nieves.
El lobo observó a la nueva entidad
con los ojos entrecerrados, también estaba por perder la consciencia.
Era un tigre blanco con rayas negras, o, mejor dicho, era una persona-tigre. Caminaba a dos patas como un hombre, sin embargo, su piel era
totalmente pálida, con el cabello erizado y líneas oscuras por todos lados.
Ojos celestes, los bigotes de un felino, la nariz colorada, manos y pies de
cuatro dedos con garras, y una altura de tres metros.
Fue tan ágil que ninguno de los
ataques que realizó fue previsto por el gorila, saltaba, giraba y corría a
cuatro patas, como un auténtico cazador.
El monstruo blanco se desesperaba al
no poder agarrar al tigre parlante y dio múltiples manotazos fallidos a los
aires.
La gárgola y el águila dorada se
durmieron, completamente vencidos. Pero Kay, transformado en un lobo, pudo
vivenciar antes de desmayarse, como otras dos nuevas criaturas aparecían
volando por los aires con el minotauro entre sus brazos y luego lo dejaban en
la superficie, sano y salvo. Eran un dragón
de piel verde y un murciélago-hombre con la piel de acero.
Todo fue tan confuso, el frío había
menguado, ya no caía nieve y el viento soplaba lejos de ellos, antes de abrir
los ojos, los elementales reconocieron que estaban en una cueva.
Kay temblaba del frío y lo segundo
que notó fue que estaba desnudo (en su forma humana) frente a una fogata.
- Toma o te enfermarás - le dijo una
voz, todo estaba muy borroso para Kay, aún no se recuperaba del todo. Una manta
le cayó encima, se asustó, sentía que estaba ciego ante lo desconocido. La tomó
y recuperó el foco de la vista, vio a sus compañeros sin ropa (en forma
humana), todos durmiendo y temblando por el frío.
Kay se levantó, confirmó una fogata
encendida y a dos hombres sentados en una roca. Tragó saliva y se levantó de un
golpe, alerta.
- Es imposible- musitó y se acarició
el ojo izquierdo, inflamado por el golpe que el monstruo le había dado.
- Son curiosas las fogatas en grupo,
¿no te parece? – dijo uno de ellos, él que se sentaba a la izquierda- Nunca
sabes si te encontrarás a viejos amigos o… a viejos enemigos.
Sony, Dayas y Lepra despertaron al
mismo tiempo. Los hombres les dieron mantas para que se cubran. Tardaron unos
minutos en incorporarse y observaron a Kay, tenso (cómo nunca lo habían visto),
mirando a los dos hombres.
Sony fue el primero en prestarles
atención y abrió los ojos como platos, sintió una roca atascada en su garganta.
- Es imposible- también dijo.
- Vístanse o se van a congelar- dijo
el segundo hombre, sentado a la derecha. Dayas y Lepra no entendían lo que
estaba pasando, pero Kay y Sony estaban más perturbados que nunca.
Lepra chasqueó los dedos y vistió a
los cuatro con túnicas y uniformes negros.
- Muy útil- dijo el hombre a la
izquierda, tenía el cabello corto y oscuro (con algunas canas), ojos marrones,
nariz puntiaguda, algunas pecas y cicatrices, de contextura delgada y vestido
con un traje negro de látex. Aparentaba tener cincuenta años. La manta que le
había dado a Kay era su capa negra.
- ¿Quiénes son ustedes? – exclamó
Dayas, con el ceño fruncido.
-
El descendiente del idiota egocéntrico- le dijo el tipo de la derecha, también
aparentaba cincuenta años. Sus ojos eran de color miel y llevaba el cabello
largo canoso, una barba canosa, nariz chata, también delgado como su compañero,
pero con más espalda y brazos. Vestía una túnica carmesí - Te delata el cabello
rubio. A ver… - señaló a Lepra- Tú debes ser el único superviviente de la raza
más conservadora e hipócrita del universo. Y bueno… los dos inútiles que nos
mataron- señaló a Kay y Sony. Dayas y Lepra los observaron sin poder creerlo-
La niña tenía razón, hicimos bien en
recorrer el lado sur- esas palabras iban dirigidas a su compañero.
Sony
se acercó lentamente a ellos y los tomó de los cachetes, lo que los incomodó.
-
Son reales, no ilusiones- aclaró Sony.
-
Suéltame- gruñó el del cabello largo y canoso- ¡Pues claro que soy real!
Sony
se alejó y notó que ninguno de los dos tenía ojos rojos como en el pasado o
tatuajes extraños, o partes de otra especie, eran completamente comunes y
corrientes.
-
Miljen Morgán y Dimitrion Curtansen- anunció Kay con sequedad- Los elementales
del hielo y el fuego oscuro.
Dayas
y Lepra, que habían oído las historias, se pusieron en guardia.
-
No les haremos daño- aclaró Miljen, era el hombre con el cabello largo- Ya no
estamos bajo el control de la marca negra, somos libres, bueno… entre comillas.
Me pueden llamar José, aunque Miljen está bien, me da igual.
Kay
apretó los dientes, confundido y sin saber qué hacer.
-
Seis elementales juntos, es un acontecimiento- dijo Dimitrion con una sonrisa y
metió un palo en el fuego, con un animal pequeño cocinándose- Deben de tener
hambre.
-
No… no lo entiendo. ¡Ustedes murieron! – exclamó Sony, desconcertado y
alterado.
-
Tranquilízate, joven Dameron y siéntate. Estamos del mismo lado, ustedes se
encargaron de eso- le dijo Morgán.
-
Nos liberaron de las marcas negras al matarnos- aclaró Dimitrion- Siéntense,
Foucen ya no los molestará.
-
¿Foucen? ¿El gorila blanco era él? – exclamó Sony, no sabía qué sentir ni que
pensar. No quería confiar en ellos…
Morgán
y Dimitrion asintieron.
-
Conocen la historia al parecer- dijo Morgán- Durante años lo hemos combatido,
hasta bueno… hace poco detuvo sus ataques porque hay alguien a quién teme más
que a nosotros. Pero bueno, coman algo y luego hablamos. La batalla los habrá
dejado con hambre.
Lepra
y Dayas se sentaron, morían de hambre y no tenían ganas de discutir o detenerse
a pensar si los hombres eran de confianza o no.
-
Yo no puedo- dijo Kay con frialdad y procuró retirarse- Me hicieron mucho daño,
a mí y a mi familia. No…
En
ese instante, el tigre blanco acababa de entrar a la cueva en cuatro patas,
caminó lentamente, estaba herido y con escarcha a su alrededor, nada grave. A continuación,
un rayo lo rodeó y la criatura se achicó hasta conformar la silueta de una
mujer. La sombra no lograba verse con claridad, pero pudieron notar que se
estaba vistiendo. Luego se dirigió hacia ellos.
Dayas,
Lepra, Morgán y Dimitrion sólo prestaron atención. Pero los corazones de Sony y
de Kay se tambalearon violentamente, se quedaron mudos, de pie y con lágrimas
en los ojos.
La
mujer tenía el cabello castaño desaliñado y muy largo, le llegaba hasta la
cintura. De ojos verdes muy grandes, tez blanca, rasgos de una adolescente (con
cicatrices y heridas recientes en la mejilla), delgada y bajita. Se acomodó el
cabello hacia atrás y se puso una bincha celeste desgastada en la cabeza (la
cual tenía una flor gerbera y blanca como accesorio), también tenía un vestido
del mismo color, zapatillas y una campera de cuero marrón desgarrada y cubierta
de nieve.
-
Desde aquí puedo ver ese ojo morado- dijo ella con una voz dulce y simpática.
Kay y Sony dieron un paso al frente, Morgán y Dimitrion los miraban con afán y
benevolencia. Dayas y Lepra no entendían nada, pero les llamaba la atención
como los JEN habían reaccionado- Ustedes dos siempre metiéndose en problemas,
hay cosas que nunca cambian.