martes, 25 de octubre de 2016

La Destrucción de Sarmander: CAPÍTULO 11.



La Destrucción de Sarmander: CAPÍTULO 11.   

Sin palabras, sin gestos. Así yacían los Elementales, sin apartar la vista del marcador, en el cual figuraba la latitud y la longitud que Frank y Nicolas habían trazado. ¿Hacia donde los llevaría? Esa fue la pregunta que perturbó durante todo el viaje. Si algo habían aprendido en aquella ocasión es que no tenían ni la más mínima idea de cómo se veía el rompecabezas completo. Muchas cosas quedaban por descubrir y ahora… un nuevo misterio se sumaba. ¿Y si Dimitrion masacró a la familia de Kay porque Frank había descubierto algo que nadie sabía? Más tarde, se encargó de Nicolas, quien también conocía el secreto, pero se lo guardó por alguna razón. Kay y Sony recordaron que cuando le preguntaron al malhechor el año pasado, este les había contestado: ‘’Sabían demasiado…’’   
De ser así… ¿Qué?
Esa noche parecía imposible dormir, Sony pensó mucho en su prima, no sabía porque aún, pero sentía una gran culpa con respecto a su muerte. Kay imaginaba a su padre biológico, le describía atributos y habilidades en su mente, las comparaba con las que Él sabía; era una forma de establecer una relación con aquella persona que nunca había conocido. Natal, por su parte, estaba muy perturbado; analizaba todo detenidamente, intentaba desentrañar el enigma del artefacto que sus compañeros habían heredado, sin resultados positivos. 
Los tres se encontraban en una nueva cápsula (del tamaño de todo un living), era el vehículo personal del Rey, este se las prestó y también se había tomado la molestia de dejarles las coordenadas exactas, además de provisiones para el viaje. También habían recuperado sus pertenencias, ya no llevaban los uniformes de los presos, sino sus propias ropas. La cápsula era mucho más lujosa que las de la S.I.C.A; rectangular (en vez de circular), repleta de tecnología avanzada, comandos, una cama de dos plazas, televisión HD, sanitario personal, muebles medianos, una alfombra roja y paredes doradas; adelante yacía un gran ventanal que recordaba a las naves espaciales de Star Wars. Estaba en piloto automático y en aquel momento, se encontraba cruzando el océano Atlántico hacia el sur. Dicho transporte aéreo había sido construido por las fuerzas militares, las mismas que presionaban al Rey, pues llevaba casi veinte años gobernando (cuando en realidad, lo establecido por la constitución de la G.N.U.M dictaba alrededor de diez años como máximo), esto se debía a que el Consejo Internacional no lograba encontrarle un sustituto; era difícil discernir a un individuo apto para el puesto. Todo eso había llegado a oídos de los Elementales por el propio Rey durante la cena. Kay y Sony se habían propuesto en ayudar y protegerlo, pero Natal estaba en desacuerdo, no quería involucrar a los Elementales en la política. El tema no volvió a tocarse.      
Kay, que estaba de mejor humor que el resto, rompió el silencio y habló.
- Oigan. Perdonen mi curiosidad, pero acabo de darme cuenta de algo.
- ¿Qué?- preguntó Natal examinando el artefacto, sin mucho interés.
- Habría algo que no estaría entendiendo: Si los narsogs fueron bestias y aparecieron junto a Hariet hace algunos siglos. ¿Cómo es que nadie las recuerda? Digo, las Bestias se integraron a la sociedad hace casi veinte años… lo que no tiene sentido si vinieron aquí mucho antes.
- Así que es eso…- dijo Natal, dirigiéndole la mirada.
- Además- agregó Sony de repente- Si los elementales lucharon en la guerra… ¿No tendrían que ser reconocidos por la historia de la humanidad? Nadie sabe que alguna vez existieron salvo nosotros y otros pocos más.
Natal sonrió y miró el suelo, acababa de notar que sus jóvenes espíritus seguían intactos.
- A ver… según comprendo, los elementales creyeron que Hariet había traído a las bestias de otro lugar no identificado, muy lejano, para que lucharan por Él- pausó y recordó cuando el secuaz de Morgán mencionó a su ‘’dios’’- Para salvar a la Tierra, los ocho efectuaron un poderoso hechizo (el cual su Supremo Líder guiaba) y con este encerraron a todos los sirvientes del Oscuro, ninguno pudo escapar. Fue lo que ustedes conocieron como El Ritual de los Malditos, el año pasado. Es por eso que desaparecieron, ahora… ¿Por qué se manifestaron las bestias hace dos décadas? No lo se. ¿Y por qué los elementales no son recordados? Tampoco lo sé. Pero bueno, era otra época, son cosas difíciles de probar. De seguro que algunos historiadores las descartaron, creo yo…
- Mi cabeza va a explotar- suspiró Kay- ¿Las coordenadas nos llevarán a la espada divina? Imploro porque sí.
- Y es probable- le respondió su mentor- Ya veremos. Aquí dice que nos quedan otras tres horas de viaje, habrá que esperar.
El tiempo corrió, eran las cuatro de la madrugada, la cápsula se arrimó a su destino. Los tres se habían quedado dormidos, una alarma sonó y despertaron.
- ¿Qué fue eso?- preguntó Kay entre bostezos.
Sony fue el primero en recuperar energías, especialmente cuando divisó algo en el horizonte.
- ¡Miren!
Natal repasó las coordenadas rápidamente, la pantalla decía que solo faltaban minutos para abordar la localización. Estaba un poco decepcionado y abatido.
La longitud y latitud pertenecían a una isla voladora, un lugar que solo los Elementales podían ver, una tierra conocida como… Sarmander.
- ¡Esa fue la razón por la cual nunca la encontraron! ¡Solo los elementales o los que conocen sobre su existencia pueden verla y pisarla!- exclamó Kay con entusiasmo.
- Ya estuvimos ahí miles de veces, ¿Qué vamos a encontrar?- dijo Sony, igual de desilusionado que Natal- ¿Estará la espada divina allí?
- Sus padres buscaban la Isla al parecer, es un mito entre los Elementales, es lógico que se hayan esforzado por encontrarla. Creo que eso resuelve el misterio- habló Natal.
- ¿De verdad? Yo opino lo contrario- dijo Kay- Debe haber más que eso… el artefacto por ejemplo.
- Del cual no he logrado obtener nada, ni sabemos que es. Estamos perdidos. Puede que Morgán ya este apunto de obtener la espada…
- No… no llegamos hasta aquí por nada. ¡Hay que continuar…!
- Valoro tu entusiasmo, Kay. Pero es la realidad…
Kay apretó los dientes y no dijo más nada.
La cápsula aterrizó en tierra firme, un sector algo alejado de donde habitualmente se reunían. La inmensa luna se registraba sobre sus cabezas, razón por la cual Kay tuvo que quedarse dentro de la nave. Sony fue a tomar un poco de aire fresco y regresó a descansar. Toda Sarmander estaba increíblemente pacífica, las estrellas infinitas en el basto cielo, la brisa soplaba con suavidad, había escasa humedad y la oscuridad reinaba entre los árboles. Natal se quedó afuera, expuesto a las sombras y el silencio, fumó un cigarro para calmar los nervios y se adentró en el bosque sin temor.    

Sony contemplaba la esfera dorada y carmesí con sus propias manos; leía las insignias sin entenderlas y lo examinaba como si fuera todo un experto. Kay dormía. Al instante se aburrió y empezó a pasarlo de mano en mano, como si fuera una pelota de béisbol; por error, notó que una ranura se abrió y dejó de juguetear. Entonces, movió la ranura y esta se desplazó hacia un costado; Sony lo comprendió, se asemejaba a un cubo mágico (los que resolvía con facilidad cuando era niño). Obsesionado e intrigado, tomó a la esfera con ambas manos y comenzó a desplazar las ranuras de un lado a otro en diferentes direcciones, estuvo tanto tiempo haciéndolo que en un momento oportuno, las ranuras dejaron de moverse y el artefacto se abrió…

Natal continuaba paseando en el bosque de Sarmander, ya había perdido de vista a la cápsula, pero se ubicaba perfectamente. Después de todo, había visitado esa Isla muchas veces y la conocía de lado a lado. Era un hombre muy pacifista, odiaba la violencia y al movimiento de la ciudad. Durante el año que fue docente, corregía en la Isla, para estar más relajado. Ya casi ni vivía en su inmenso hogar; sino que se la pasaba allí, meditando, lamentando y recordando. Tiró el cigarro, lo pisó, cerró los ojos y respiró profundo. Algo en el aire cambió y Natal pudo entrever, aún sin visión, que ya no estaba solo. Abrió los ojos y contempló al individuo que yacía frente a Él. No se alarmó en lo absoluto y lo observó detenidamente.
- Sabía que tarde o temprano vendrías- le dijo.
- Después de todo… nos debemos una charla, ¿no es así, Pedro?- contestó Miljen Morgán.
- Exactamente ‘’Redentor’’, ¿Qué pretendes? La espada solo traerá destrucción a este mundo si no es usada como se debe, lo sabes más que nadie. Tú juraste protegerlo cuando eras joven. Lo sé porque yo estaba ahí.
- Pasaste de ser un niño a todo un hombre, eh Pedro- rió Morgán, algo raro había en Él- No puedo evitarlo.
- Entonces… ¿Por qué has venido? Sé que no quieres matarme.
- Porque este es el único momento donde me queda algo de cordura- la luz de la luna se filtraba entre las copas de los árboles, Morgán fue iluminado por su destello. Natal se sobresaltó…
Ya no era un híbrido entre las dos especies, sino que yacía exactamente igual a como Natal lo recordaba, era un humano. 
- ¿Qué sucede aquí? ¿Es una ilusión? ¿José?
José se le acercó a Natal y le dio un fuerte abrazo.
- No lo entiendo…
José se apartó de Natal y lo miró directamente a los ojos.
- Por alguna razón, su control se debilitó.
- ¿De qué hablas?- Natal experimentaba angustia y confusión al mismo tiempo.
- De esto- José arremangó su brazo derecho y dejó a la vista una gran marca, un tatuaje exactamente igual al que Dimitrion tenía en su rostro.
- Ese tatuaje… ¿Qué es?- preguntó Natal, lleno de curiosidad. 
- La marca negra… un hechizo que nos obliga a hacer cosas desagradables por ordenes de otro ser.
Natal abrió los ojos como platos.
- ¿Quién?- pero José no necesitó responderle para que Natal lo reconociera- Entonces…
- Hace tiempo ya, aproximadamente diecinueve años- se apresuró Morgán en contestar- Sabes a la perfección que Dimitrion y yo siempre fuimos muy unidos; y cuando obtuvimos los poderes de los Elementales, tomamos una decisión. Viviríamos de aventuras, inmortales, hasta el final de los tiempos. Y así fue. Recorrimos gran parte del mundo y nos enfrentamos a su historia. Pero todo cambió… cuando nos enamoramos de la misma mujer.
Natal hizo un gesto extraño.
- Se llamaba Gloria, la conocimos en Chile, me enamoré de ella al instante y ese amor fue correspondido. Pero Dimitrion también sentía cosas por ella y decidió partir para continuar con las aventuras, olvidar a la mujer que amaba. Dimitrion y yo nos separamos en aquel entonces. – pausó, tragó saliva y continuó- Años más tarde, Gloria envejeció a diferencia de mí, no podía darme un hijo por ser estéril y esa fue la razón por la cual mi inmortalidad no cedió. Ella sufrió una enfermedad terminal y yo estaba muy desesperado, no quería perderla…
José pareció no poder continuar con el relato.
- ¿Y qué pasó?- preguntó Natal.
- Tuve la visita de un viejo enemigo, uno que creí que había muerto. Me prometió salvarla a cambio de su lealtad… me negué rotundamente al principio.
Natal se quedó petrificado.
- Pero a medida que iba presenciando la frágil vida de Gloria, una cruel desesperación me cubrió y sentí un imponente odio. Acepté… pero Él jugó conmigo y no la salvó. Ella falleció. Entré en un estado de cólera y lo enfrenté. No se como, pero a medida que mi odio hacia Él crecía, más fácil a su poder cedía. Ahora obedezco a su voluntad mediante esta maldición. Pedro… quiero pedirte un favor. No tengo derecho, pero quiero hacerlo antes de que sea demasiado tarde y vuelva a ejercer su control sobre mí.
- Dime, José. Lo que necesites- le respondió Natal, conmovido.
- MÁTAME.
Natal dio un pasó atrás, aturdido.
- No puedo hacerlo. Debe haber alguna otra forma…
- No la hay, Pedro. ¡Esta marca es de por vida! Por favor, te lo imploro…- José se puso de rodillas, aún así, su cabeza casi estaba a la altura de la de Natal.
Natal tendió una mano, con la mirada seria. Morgán cerró los ojos, bajó la cabeza y agradeció. Pero Natal posó su mano sobre su hombro y le dijo.
- No puedo hacerlo, José. Eres mi amigo. Te juro que encontraremos la forma de salvarte.
José, desilusionado, levantó la cabeza.
- Lo comprendo. Pero espero que no estés cometiendo un error.
- Soy consciente de mis actos. Quiero preguntarte algo… ¿Qué sabes de tus pupilos?
José apretó los dientes y soltó una lágrima.
- Entiendo si los JEN me odian. Yo también lo haría. Él los quería muertos a los dos, pero nunca supe porque… lo único que puedo decirte es que guardaron un profundo secreto. Él está detrás de los JEN, Pedro.
- Kay, Sony…
- ¡Cuídalos, amigo mío! Son la llave a un universo más grande del que podemos imaginar.- Morgán lanzó un alarido, todo su perfil derecho comenzó a mutar nuevamente a la bestia.
- ¡José!- gritó Natal.
- ¡Vete! ¡Ahora!
- Pero…
Morgán gritó otra vez, la marca en su brazo parecía cobrar vida y simulaba funcionar como otro órgano de su cuerpo.
- Dimitrion es inocente…- dijo José, resistiéndose a la maldición.
- ¿Cómo…?
- Natal… ¿Así es como te llaman ahora, no?
Natal asintió.
- Ese Kay… es igualito a su padre- luego gritó desgarradamente- ¡Huye!
Natal comenzó a correr en el medio de la noche.

- Sony… ¿Qué hiciste?- refunfuñó Kay, se había despertado con la intensa luz del aparato.
La esfera comenzó a modificar su estructura, distintas formas y líneas muy angostas aparecieron en su superficie; fue como si dibujaran sobre ella, pues acontecieron nuevos diseños. Un rayo de luz muy intenso, que rebosaba en un color amarillento, surgió del interior del objeto, e increíblemente los destellos reflejaron sobre los nuevos formatos mecánicos del artefacto y en la pared más cercana del vehículo (hacia donde apuntaban los dibujos) apareció un resplandor en forma de imagen. Es decir, una clase de esquema se presentó frente a ellos; y allí, contemplaron montañas de gran tamaño, unidas por cadenas, valles, senderos y vegetación.
- Es… ¡un mapa! ¡La esfera es un mapa!- exclamó Sony.
Atónitos, observaron dicha imagen durante un buen rato, como atrapados en un sueño.
- Computadora, escanea las coordenadas de dicho diseño- le dijo Sony a la maquina.
La inteligencia artificial de la capsula analizó el mapa efectuando una luz azulada sobre el esquema y lo implementó en la pantalla.
Frente a los elementales, el monitor indicaba la longitud y latitud de dicho paisaje.
- La cordillera de los Andes… sobre Mendoza. Todo este tiempo, la espada estuvo aquí, en Argentina- dijo Kay- Computadora, traza un nuevo curso y llévanos hasta allí.
Y en ese mismo instante, apareció Dick Natal, desesperado.
- ¿Dónde estabas?- le preguntaron y notaron lo agitado que estaba.
- Hay que irnos, ahora- dijo entre suspiros. 
Kay y Sony observaron, por la ventana, algo aterrador… todo el bosque se congeló, las copas de los árboles se volvieron blancas y la tierra se transformó en hielo. La temperatura descendió rápidamente y el vehículo sufrió una embestida.
Natal se apresuró en encender los controles de la nave, llevaba unos pocos minutos el procedimiento, pero el tiempo se les acababa…
El Redentor se acercaba a la nave y extendía su mano derecha.
- ¡Es Miljen Morgán!- exclamó Kay- Esto se termina acá…
Natal no tuvo tiempo de impedir que fuera a enfrentarlo, pero no fue necesario, Kay sufrió una punzada en donde Morgán lo había mordido y se echó para atrás, sin el control de su cuerpo. El motor inició su tarea…
Durante la espera, presenciaron a su enemigo utilizando sus increíbles habilidades: extendió ambos brazos y millones de peñascos de hielo cayeron sobre la Isla, destruyendo todo a su paso y provocando agujeros gigantescos. Ocurrió un terremoto y la tierra se abrió. Morgán se movía de un lado a otro, el hielo cubría la naturaleza y luego se auto-destruía en miles de pedazos. Sarmander contaba su último cuento. El terremoto y los peñascos dañaron algunas partes de la cápsula, la cual estaba compuesta por materiales muy resistentes; aún así, no impidió que el piloto automático fallara.
- ¿Y ahora?- preguntó Sony, desesperado.
- Computadora, cambia a modo manual- indicó Natal. Al instante, dos controladores se activaron y el profesor los tomó.
- Dime que entre tus tantas profesiones, sabes pilotear una de estas…- le dijo Kay.
La cápsula comenzó a despegar.
- Lamentablemente no- respondió Natal y accionó todas las perillas.
Miljen Morgán, ahora siendo un auténtico monstruo con parte humana, sacudió los hombros y les dijo en voz alta.
- No escaparan, se irán al infierno junto a esta isla inmunda.
Bloques de hielo, del tamaño de edificios, cayeron sobre Sarmander como golpe final. Toda la Isla se vio rodeada de hielo y explotó; Morgán desapareció entre tanta espectacularidad. La cápsula, en modo manual, condujo con precaución hasta que otro peñasco la desestabilizó; luego… comenzó a caer. Los elementales estaban desesperados, ya imaginaban a la muerte avecinarse con presunción. Giraban dentro de la cápsula como si no hubiera gravedad.
Todos gritaron y el más viejo de ellos, apretó los puños…
E increíblemente la nave volvió a alzar vuelo, manteniéndose estable. Misteriosamente, cayeron suavemente sobre el suelo.
- ¿Se encuentran bien?- preguntó Natal.
- Si…- dijo Kay, con el rostro rojo.
- El maldito de Miljen Morgán se salió con la suya- frunció el ceño Sony, acomodando el equilibrio de su cuerpo.
Desgraciadamente, vivenciaron los restos congelados de la Isla que caían sobre el amplio y oscuro cielo, todos ellos se derritieron en lluvia sobre la verdadera tierra.
Natal retomó los controles y examinó por última vez, el paradero de la tierra voladora. Con gran tristeza, pronunció:

- La isla Sarmander, guarida de los Elementales por generaciones, fue destruida.  

martes, 18 de octubre de 2016

Una Cita con el Monarca: CAPÍTULO 10.




Una Cita con el Monarca: CAPÍTULO 10.

‘’Él tenía solo veinte años en aquel entonces y servía como cadete entre los guardias del Rey; en una misión de rutina, tenía encomendado ir hacia los aposentos del soberano y regresar, su objetivo era asegurarse que todo estuviera en orden; y a causa de ser una misión de bajo nivel, iba solo, sin que nadie lo acompañara. Ese mismo día, el sol cayó rápidamente y la noche se expandió, pero la luz no cesó… los bordes del paisaje estaban iluminados, como si hubiera una hoguera encendida de inmenso tamaño. El muchacho de veinte años fue a ver que ocurría y vivenció algo que nunca pudo explicar con claridad, algo que permaneció en secreto, algo que fue conocido como ‘’El Proyecto L’’…’’ 

El guardia del museo caminaba por detrás de los tres sospechosos, ahora era un importante líder entre las fuerzas militares de la G.N.U.M y por ello, el más cercano al monarca. No estaba seguro si podía confiar en los civiles que decían conocer su secreto, por ese motivo, llevaba el arma en su mano derecha, cargada y sin el seguro, aguardando lo peor.
- Deténganse- ordenó con voz solemne. Los tres civiles, dándole la espalda y sin mirarlo, obedecieron- Denme una razón, solo una, para que no apriete el gatillo- El guardia reveló su arma y le apuntó al más viejo- Los traje aquí porque no quería que mis hombres oyeran estas cosas, son secretos. Y nadie los sabe, NADIE. Por lo tanto, me dirán todo lo que saben o tragarán plomo, después de todo, tengo total permiso de hacerlo si es para proteger a nuestro Rey.     
Ninguno de los tres realizó un gesto vocal. En aquel tirante suspenso, desbordado de un silencio aterrador, producto del estrecho y largo valle en el que se encontraban; Kay levantó la muñeca, al mismo tiempo, sus esposas se hicieron cenizas. El guardia cambió la dirección de su arma y le apuntó.
- ¿Qué intentas hacer?
Kay torció la mano y una llama, tan insignificante como la de un encendedor, rodeó sus cinco dedos. El capitán bajó el arma, impresionado.
- Eres uno de ellos…
Natal tragó saliva y giró para conversar.
- ¿Uno de ellos?- preguntó.
- Si… esos humanos que pueden…
- Mi nombre es Dick Natal- lo interrumpió- Soy un docente de Historia en la Argentina, ayudo a estos muchachos a encontrar un artefacto que podría causar mucho daño. Lamentamos lo que pasó con la piedra del sol, no fue nuestra intención. Pero hay algo que nos supera, a todos nosotros…
- ¿De verdad sabe lo que es el Proyecto L?
Natal negó con la cabeza. El guardia suspiró profundamente.
- Me parecía, hace poco se divulgaron los títulos de algunos profundos secretos de la G.N.U.M y los publicaron en la Internet, imagino que allí lo leyó- Natal asintió, lo había encontrado cuando buscaba información sobre la espada divina- Creyeron que así tendrían la oportunidad de convencerme para que los lleve ante el Rey…    
- Mire…
- Oportuno- Kay y Sony se dieron la vuelta, habían estado de espaldas. En las manos de Kay seguían rondando las minúsculas llamas- Eso si que tiene mayor peso- señaló los dedos del elemental del fuego- También explica como pudieron acabar con una reliquia de muchas toneladas… 
- Lo siento- se apenó Kay- Fue un accidente, no entiendo que fue lo que pasó.
- Aún así serán castigados por sus crímenes, pero los llevaré ante el Rey. Por cierto, mi nombre es Guillermo Fuentes, aunque son tantos años trabajando en esta isla que mis subordinados me conocen como ‘’Capitán Tanque’’.
- Yo soy Kay… Montarnen y el es mi amigo Sony Dameron.
Fuentes lanzó una sonrisa.
- Debí imaginarlo.
- ¿Disculpe?
- Son más bajos y ninguno de los dos tiene un poco de barba, pero se les parecen. Mucho.
- Señor, no estamos entendiendo de que está hablando- le dijo Sony, pero al capitán Tanque pareció no importarle. Se les acercó, Natal se hizo a un lado y contempló la situación con recelo.
Fuentes balanceó su cabeza lentamente, para examinar los rostros de los dos jóvenes.
- Han pasado tantos años… y lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

‘’Mientras el joven Fuentes observaba el extraño suceso cerca de los aposentos del Rey y a metros de la costa, no advirtió que uno de los ataques había atravesado un prominente árbol y este estaba apunto de caerle encima. Un individuó lo salvó, el tronco se hizo cenizas por la acción de este. No estaba solo, otro hombre lo acompañaba, pero aquel estaba ocupado, luchando con sus sorprendentes poderes: la habilidad de controlar los materiales de un volcán. ’’  

- Yo sabía que este día llegaría, que tendría la oportunidad de conocerlos.
- ¿De conocernos?- preguntaron Kay y Sony al unísono.
- Así es- asintió Fuentes con orgullo- Los hijos de Nicolas Dameron y Frank Montarnen.
Los JEN se inquietaron.
- Yo los conocí cuando era más joven, me salvaron la vida, no solo a mí, sino también al Rey y a la propia G.N.U.M.
- ¿Mi papá fue un héroe?- preguntó Sony, anonadado.
- Mucho más que eso. Él, junto a Frank, fueron los precursores del Proyecto L. Tienen derecho a saberlo, pero no por mí, es justo que lo escuchen de la boca del propio Rey.
Sony, que hasta entonces creyó que su padre había luchado únicamente por su carrera política y por formar una familia, nunca se hubiera imaginado semejante revelación. Cierto rencor sentía, por no haberse enterado por su inherente progenitor. Pero una vez lo pensó bien, de haberlo escuchado antes, no lo hubiera creído. Para Kay no fue ninguna sorpresa saberlo, conocía la identidad de Nicolas y deducía que también había vivido unas cuantas aventuras. Sin embargo, con respecto a Frank… un nombre que solo retumbaba en sus pensamientos de vez en cuando, el hombre que le dio la vida y murió a manos de Dimitrion por una razón desconocida. Eso si que lo perturbaba. Tuvo envidia de Fuentes por haberlo conocido cuando aún vivía.   
- ¿Están bien?- les preguntó el capitán. Natal miraba a los más jóvenes con devoción.
Kay apagó las llamas de su mano y dijo.
- Llévanos ante el Rey, por favor. No quiero saber más nada de ese hombre. 

‘’Sony despertó en el suelo, toda la realidad daba vueltas y se desenfocaba, pudo recuperar totalmente la conciencia y la voluntad, solo para darse cuenta que su casa había sido atacada y que el hombre que amaba, estaba muerto. Su mamá lloraba sobre los hombros de otro sujeto, un amigo de su papá que era abogado en Estados Unidos. Natalie no se animaba a mirarlo a los ojos y desde entonces, siempre le tuvo miedo…’’

- Sony- lo interrumpió Natal- ¿En que piensas?- Fuentes les había sacado las esposas a los restantes y los estaba guiando hacia el hogar del soberano.
- En nada. Nada.- insistió Sony y observó a su amigo hablando con el capitán. Kay le preguntaba cosas sobre su padre, después de media hora de viaje había cedido y se moría por conocer más sobre Él. 
El valle terminó y desembocó en un hermoso paisaje: el horizonte anaranjado, algunas nubes, escasas palmeras, una construcción de metal gigantesca al noreste; y al noroeste, una pequeña casa, común y corriente.
- Aquí los dejo. Es allí- señaló la casa plantada alrededor de una cerca y poca vegetación- Fue un placer. De verdad. No suelo hacer estos cambios de actitud con tanta rapidez.
Natal habló.
- Creo que no le pregunté si sabe algo de…
El capitán Tanque lo calló.
- El Rey responderá todas sus dudas. Compórtense, no siempre está de buen humor… Adiós, elementales.  
Guillermo Fuentes se marchó por el mismo valle donde habían venido, no dijo nada sobre su castigo, claramente que todo eso ya había sido olvidado. Kay le agradeció y lo saludó a lo lejos. Desgraciadamente, nunca más volvieron a verlo.

No tardaron mucho en llegar a la pequeña casa, hogar del supuesto Rey de la G.N.U.M. Se toparon con un pasillo muy elegante, todo el éxtasis por conocer a la figura más importante del mundo se agudizó; los pasos se aceleraron y arribaron una puerta blindada, la cual ya estaba abierta. Los elementales entraron.
Todas las paredes eran rojas y doradas, pero no parecía ser un lugar de negocios, un palacio o el aposento de un monarca; sino de un monoambiente común y corriente con amplios pasillos, una cocina, living, baño y dos habitaciones.
La figura del Rey también fue desconcertante: un hombre sentado sobre un espacioso sillón, mirando televisión, vestido de bata, cenando pollo al horno con puré, y tomando del pico de la botella de un vino de marca desconocida.
Natal carraspeó. El Rey se limitó a prestar atención, esperó a que el programa terminara (no duró más de medio minuto), dejó su comida sobre una pequeña mesa de vidrio y madera, se limpió las migajas de pan sobre la bata, y finalmente se les acercó.
- ¿Ajam?- dijo a los recién llegados, con un cierto aire de soberbia- Estoy de vacaciones, les dije que no me molestaran. 
- Venimos hasta aquí a solicitar su consejo, soberano de todos los pueblos- respondió Natal ensanchando el tono habitual de su voz y efectuando una corta reverencia.
El Rey Patricio se le quedó mirando, limpiándose los dientes con la lengua, intentaba quitarse los pedacitos de pollo que se le habían quedado atascados entre diente y diente; tras una breve pausa, comenzó a reír.
- Hijo mío, ¿En que época crees estar? Soy un simple humano con un gran título, no un monarca de la edad media- luego miró a los más jóvenes- ¿Quienes se suponen que son ustedes?
- Nuestro amigo está un poco pasado de edad, eso es todo- excusó Sony con una sonrisa forzada.
El soberano lo miró con duda.
- Mi nombre es Sony, ellos son Kay y Natal- prosiguió el elemental, algo nervioso- Necesitamos su ayuda.
- Hace un rato me informaron que unos tontos destruyeron una reliquia azteca y que los habían traído hasta aquí. No hace falta ser un genio para notar que son ustedes- exclamó el soberano- ¿Qué quieren? ¿Por qué el capitán les permitió venir? Nunca antes lo había hecho. O acaso…  
- No, no. No somos terroristas. No atacamos a nadie- dijo Sony nuevamente, estaba muy angustiado.
- Usted sabe algo que a nosotros nos podría servir- habló Natal firmemente.
El monarca se pasó los dedos por el mentón, un gesto que muy pocos humanos acostumbran a hacer cuando piensan- ¿Y por qué mejor no se largan de aquí? No hay nada de que hablar y como ya dije, estoy de vacaciones. No quiero saber nada de la G.N.U.M por un tiempo. Ya tengo suficiente con las fuerzas armadas presionándome…   
Fue entonces, cuando la copa del imponente sujeto se incendió, el Rey la dejó caer al suelo apenas sintió un ardor en su palma derecha, la copa se hizo mil pedazos al impactar contra la tierra, el fuego desapareció por arte de magia. Confundido, se puso de pie y miró nuevamente a los turistas; en especial a uno de ellos, este individuo ya lo estaba mirando, fruncía el ceño (arto de su actitud) y extendía la mano izquierda, señalándolo. Sony y Natal reaccionaron tarde ante tal acontecimiento, sus miradas fueron hacia Kay en un santiamén.
- ¿Qué… qué fue eso?- preguntó el Rey, aturdido. Sin darse cuenta, pisó los fragmentos de vidrio de la copa.
- ¿Nos va a escuchar ahora?- le dijo Kay y bajó la mano.
- ¿Me estas amenazando? ¿Cómo hiciste eso?  
Kay no se sintió intimidado; a una gran velocidad, volvió a levantar el brazo y disparó; esta vez, la botella de vino sobre la mesa de vidrio explotó en mil pedazos. Luego, continuó atacando a todos los vinos de colección sobre la estantería a un lado de la televisión. Todo fue un desastre.
El monarca estaba petrificado, se cubrió el cuerpo con los brazos de los pedazos de vidrio e hizo silencio.
El elemental del fuego esperó un: ‘’Es suficiente, Kay’’ de parte de Dick Natal, pero este nada le dijo. En cierto modo, confiaba en lo que su compañero estaba haciendo.
Kay se detuvo finalmente. 
El Rey volvió en sí una vez que se asegurara que el ataque había cesado, se levantó del suelo y se limpió la bata, a la cual se le habían atorado algunos fragmentos de vidrio. Ahora apestaba a vino y su bata estaba muy mojada. Corrió hacia su habitación y se cambió. Era un tipo gordo, de mediana estatura, poca barba, ojos marrones y pelo lacio, corto.  
Volvió vestido con camisa y saco, bastante formal. Se animó a dar unos pasos al frente y contempló a quien lo acababa de atacar. Esa mirada perturbó a Kay.
- El mismo carácter, exactamente el mismo- dijo finalmente.
Kay se quedó mudo.
- Me lo suponía, de veras que es importante lo que tienen que decirme como para causar tanto alboroto y no haberme quitado la vida.
- Eso nunca- dijo Sony rápidamente.
El monarca rió.
- Exacto, los elementales luchan por la paz y la justicia- suspiró y observó el desastre- Mis mucamas van a matarme, pero bueno…  
- ¿Podría decirnos todo lo que sabe sobre el Proyecto L y la espada azteca?- preguntó Natal.
- Así que vinieron por eso. También debí de suponerlo, después de todo, lo llevamos guardado durante dos décadas…
- ¿A qué se refiere?
El Rey Patricio cambió totalmente su actitud.
- Como sabrán, yo soy el segundo Rey de la G.N.U.M, el primero fue el Rey Víctor, quien gobernó poco tiempo. El protocolo dice que la votación de todos los países escoge al sucesor, pero, en esos años, Víctor ya me había elegido a mi, su nieto…como el próximo responsable de la organización. Esa fue la razón por la cual estuve ese día
- ¿Ese día…?
- Era el año 2206 y acababan de pasar meses desde la incorporación de la otra especie a la sociedad. El Rey Víctor fue el fundador de la G.N.U.M para mantener el nuevo cambio que acababa de padecer el mundo. Nada volvió a ser igual… - pausó y prosiguió- Pero no todos estaban de acuerdo con las decisiones tomadas, como siempre pasa, y se efectuaron muchos intentos de asesinato, esa fue la razón por la cual, la sede principal de la G.N.U.M se trasladó a esta Isla. Se triplicó la seguridad y todos estábamos allí para proteger al monarca, pero entonces… dos sujetos aparecieron entre las sombras y con habilidades inimaginables destruyeron a la milicia y a mi abuelo. Fue horrible. Nadie podía hacerles frente, hasta que otros dos individuos aparecieron, portadores de las mismas habilidades; los enfrentaron y los vencieron; los asesinos no tuvieron mayor remedio que huir. Nicolas Dameron y Frank Montarnen o mejor conocidos, como los Elementales.   
Poco después fui elegido legalmente por la votación del consejo internacional, y como nuevo Rey, me mantuve cercano a los Elementales, juntos iniciamos al conocido Proyecto L, una estrategia de orden y protección; el cual establecía a los Elementales como principales guardianes del continente. Esa fue la idea. Pero nunca pudo ser implementada, porque Frank falleció junto a su familia y Nicolas, abatido, decidió abortar el proyecto. Mi hombre de mayor confianza, el capitán Tanque y yo fuimos los únicos conocedores del Proyecto, el cual nunca llegó a la luz. Pero todo no había sido casualidad, Frank y Nicolas habían llegado a la Isla con un propósito secreto, ajeno al Proyecto L. Uno que nunca se supo con claridad.     
- ¿Propósito secreto?- preguntó Natal, anonadado.
- Así es. Ellos se ofrecían como guardianes de la G.N.U.M pero querían algo a cambio… información. Datos clandestinos. Especialmente… coordenadas.
Kay y Sony se miraron entre sí.
- Las tenemos, son latitud y longitud de un lugar entre los cielos que no existe, las mantuve conmigo como un recuerdo pero nunca sirvieron de nada. Buscamos varias veces.
- ¿Nunca dijeron que buscaban?- preguntó Sony, con las cejas fruncidas.
- Jamás. Eran muy reservados con respecto a eso y nosotros confiábamos en ellos. Colegas míos aseguran que buscaban algo en particular o a alguien.
- ¿Y qué pasó después?- preguntó Kay.
- Tras todo lo que ya les conté: La existencia de los elementales se transformó en un secreto de Gobierno- los elementales bajaron la mirada pensativos, pero el Rey no había acabado- Tras la muerte de Frank, Nicolas nunca regresó. Pero nos dejó algo… - tomó al rostro de Kay y sonrió- Tú eres su hijo. El parecido es increíble. Ya había escuchado que uno de los Montarnen había sobrevivido al incendio. 
- ¿Usted sabe por qué mataron a mi familia?- dijo Kay con los ojos llorosos.
- No, querido. No lo sé. Pero si puedo ser de ayuda…- el Rey regresó a su habitación, tomó una caja oscura de metal y la abrió con una llave especial, fue con los Elementales y se las enseñó- Esto fue lo que me dejó Nicolas, dijo que un día, dos hombres vendrían aquí a reclamarla y que para entonces, debería entregarla tal y como está.
Dentro de la caja negra había dos cosas: Un paquete envuelto y un sobre (atado con un moño de color rojo). El Rey Patricio les dio el sobre, en la parte superior decía ‘’Para Sony y Kay…’’
Los JEN le quitaron el moño, con un nudo en sus estómagos, y la abrieron, adentro yacía una carta escrita en imprenta por Frank y Nicolas:

‘’ Puede que para este entonces ya no estemos aquí, pero queremos que sepan que esto fue especialmente cuidado para su uso, solo ustedes sabrán que hacer…’’’ 

Frank Montarnen/ Nicolas Dameron

A continuación, el monarca les entregó el paquete. Kay y Sony se miraron entre sí, confundidos y angustiados, ambos sabían muy bien lo que el otro sentía. Desenvolvieron el paquete lentamente; adentro había una bolsa negra; Sony metió la mano y lentamente quitó lo que yacía en su interior: Una esfera dorada y carmesí con insignias en un idioma casi extinto.
- ¿Qué es eso?…
- Es el legado que sus padres le dejaron, Elementales. Es suyo- comentó el Rey con una tenue sonrisa, contento con lo que estaba pasando- Ahora ya saben que hacer.
Hubo una ligera pausa, hasta que Natal habló sobresaltado:
-  ¡Es el mismo artefacto que estaba dibujado en la Piedra del Sol! ¿Cómo lo consiguieron?
- Y… ¿Cómo supieron que llegaríamos hasta aquí? – agregó Sony.
- Sus padres, muchachos, eran hombres maravillosos, perseverantes e inteligentes. Cabe destacar que poseían un avanzado pensamiento estratega- les respondió el Rey- Confiaron en que encontrarían la forma de llegar hasta la Isla. Aunque sea destruyendo una pieza de gran valor histórico…
- Tengo la sensación de que mi papá y el de Kay ocultaron muchas cosas durante su época como elementales, más de las que podríamos llegar a imaginar. Como bien, usted dijo Señor, buscaban a algo o a alguien- dijo Sony.
- Esas son solo conjeturas de conocidos míos, nada más. No se agarren de cualquier comentario.
- Yo también lo creo, Sony- le dijo Kay.
- ¡Ah!- exclamó el Rey y se dirigió a Natal- Casi me olvido de responder a tu pregunta: Por lo que tengo entendido, este ‘’objeto’’ fue encontrado por Frank y Nicolas en la tumba del histórico director supremo de Las Provincias Unidas del Río de la Plata: Juan Martín de Pueyrredón. En el cementerio de la Recoleta, donde reposan sus restos.     
Natal se apretó la mandíbula con los dedos.
- Estos dos hombres si que llevan mil pasos delante de todos- suspiró Natal.
- Discúlpenme por arruinar este momento pero tengo tres cosas para decirles: Una, no se preocupen por sus pertenencias arrebatadas, llamaré a los guardias para que les devuelvan hasta las ropas. Están perdonados de todo delito, tienen mi palabra. En segundo lugar, quisiera ofrecerles mi vehículo aéreo personal, no necesito que me digan lo que buscan o por qué están aquí. Confío en su juicio. Además, allí yacen las coordenadas exactas que sus padres trazaron, puede que a ustedes sí les sirvan…
- ¿Y tercero?- preguntó Sony, guardando la carta y el artefacto.
- Bueno, yo ya he comido, pero me encantaría compartir una cena con ustedes. No tengo familia y me la paso solo. Después de todo, son la nueva generación de héroes que cuidarán de este mundo…
- Gracias- respondieron Kay y Sony al unísono e intentaron reprimir las emociones.

El Rey Patricio los guío hacia el comedor. Entre tanto viaje, charla y peleas no se habían dado cuenta que morían de hambre.   

martes, 11 de octubre de 2016

La Piedra del Sol: CAPÍTULO 9.



La Piedra del Sol: CAPÍTULO 9.

Aterrizaron en Miguel Hidalgo, del distrito federal de México, aproximadamente a las 10:42 am (horario de México Zona Centro) en una plataforma exclusiva para capsulas de la SICA, justo al lado del estacionamiento para vehículos no aéreos. El bosque Chapultepec fascinó a todos, sus construcciones ancestrales, la vegetación, sus calles y casas, absolutamente todo. Habrán caminado entre unas veinte o veinticuatro cuadras (preguntando en el camino) por la calle ‘’Paseo de la reforma’’ hasta llegar al Museo Nacional de Antropología. En la entrada, unos guardias les revisaron sus pertenencias, les hicieron algunas preguntas (motivo de la visita por ejemplo, entre otras cosas) y los dejaron pasar. Más adelante, el guía turístico le confesó a Natal que actualmente se estaban realizando estas medidas de seguridad a causa de que hace no mucho tiempo, unos extranjeros habían intentado burlar la seguridad en la noche y de robar algunos artefactos, se dedujo que para después venderlos. Pero el guía insistió en que el grupo de delincuentes eran aquellos conocidos como ‘’La Cruz’’ y que sus intenciones iban mucho más allá...
Respecto al interior del museo, Natal se sentía como un niño en una juguetería, la exposición de la cultura prehispánica y de los pueblos indígenas actuales resultó ser inmensa. La tecnología del 2226 estaba exenta en este sector, el guía le dijo a Natal que las autoridades de Chapultepec eran muy conservadoras, por lo tanto, la tecnología era igual a la de hace doscientos años. Recorrieron casi todo el museo, sacaron fotos, escucharon las grabaciones de cada artefacto histórico, etcétera. Al final del recorrido, pasaron por las habitaciones dedicadas exclusivamente a los aztecas, en su centro se encontraba la piedra del sol… en otras palabras, el calendario azteca. El guía terminó de hablar y los dejó seguir por su cuenta, les indicó por donde salir, se despidió y se marchó.
- Este es- suspiró Sony, anonadado por su inmensidad. Kay estaba igual.
- La piedra del sol, la reliquia de los mexicas, es… impresionante- susurró Natal contemplándola con tanto desdén como un hombre miraría a su amada.
Las risas entre Kay y Sony fueron inevitables. Pese a ciertos episodios que habían vivenciado tiempo antes, estaban de muy buen humor. Especialmente Kay. Después de todo, cuando se despertó de aquellos extraños sueños creyó que, por alguna de las misteriosas razones de la mente, todo había sido parte del éxtasis que sentía con respecto a todo lo que estaba sucediendo. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan feliz… probablemente sus amigos, Natal y Sony (tal vez hasta Agustina) eran los responsables de tal acontecimiento.
Por otro lado, todo había sido desmesuradamente inusual: ¿Un sueño en donde viajaba en el tiempo hacia el pasado para ayudar a su enemigo a obtener el arma que hoy en día quiere reclamar para castigar a los seres humanos? Muchas cosas sin sentido habían pasado hasta entonces y estaba seguro, en ese momento, de que los sueños no sumaban a la lista. A decir verdad, poco recordaba (como todos los humanos del planeta) sobre aquellas visiones; solo lo justo y necesario. Por ejemplo, no tenía ni idea de cómo lucían los elementales de antaño, pero si recordaba a algunos nombres, así también como a la malévola nube, a Miljen (joven y totalmente humano) dormido y como había usado a la espada divina para zafarlos de la situación. Nada más.
Kay ya había presenciado algo similar, cuando era muy chico y vivía con los Dameron: los cuatro estaban regresando de unas vacaciones en México, Nicolas conducía, Natalie yacía en el asiento de acompañante; Kay y Sony atrás, sin hablarse (como de costumbre en aquella época). El pequeño Kay miraba por la ventana a la inmensa ciudad de Buenos Aires (ya habían vuelto a la Argentina) y un espacio abandonado, lleno de colores, dibujos, tiendas y juegos antiguos; apareció a un lado de la ruta. Fascinado, le preguntó a su padre y este le contestó.
- Era un parque de diversiones cuando yo era un niño, se incendió, algunas personas fallecieron y nunca más volvieron a abrirlo- Sony prestó interés por un momento pero luego se desvaneció y continuó en su mundo.
Ese mismo día, Kay había deseado tanto conocer ese sitio que soñó que lo visitaba cuando aún existía y lo salvaba del incendio con sus habilidades (recientemente descubiertas) sobre el fuego. A la mañana siguiente, Nicolas despertó a sus hijos para llevarlos a un parque de atracciones…
Sony, por su parte, percibía un profundo sentido de la responsabilidad, mayor a todos los que ya había tenido durante toda su vida y en parte, se debía al sueño de las sombras distorsionadas. ¿Quiénes eran? Probablemente no lo descubriría hasta varios años más tarde.    
Pero pese a todo esto y a su gran alegría, estaban muertos de cansancio. Ninguno había dormido normalmente.
Natal se volvió hacia ellos.
- ¿Durmieron bien? A mí, la espalda me quedó hecha una esponja.
- Poco, algunas pesadillas- habló Kay.
- ¿Sueños?- preguntó Natal curioso.
- Si, no importa. Ya me los olvidé…- no le pareció necesario contarle, después de todo, no era real.
- Cuidado con lo que sueñas, joven Montarnen. El límite entre la realidad y la fantasía es tan fino como un hilo dental. Recuerda eso.     
Kay asintió y tragó saliva.
- Mis sueños también fueron extraños- comentó Sony.
- Para ti también va, entonces- dijo Natal y siguió contemplando al calendario. Sony y Kay se miraron entre sí.  
La piedra del sol era muy compleja, cada uno de sus anillos, símbolos y dibujos representaban una parte de la percepción del mundo que tenía la cultura azteca. Era una piedra milenaria de 3,60 metros de diámetro, 122 centímetros de grosor y un peso superior a las 24 toneladas. Poseía una forma redonda, más algunos materiales rocosos (en la parte inferior) que identificaban al lugar donde había sido encontrada (fue enterrada en el actual Zócalo, en la plaza mayor de la ciudad de México). No tenía el mismo color que siglos anteriores debido a la exposición al aire libre y su parte central se encontraba dañada por múltiples balazos (desfigurando el rostro) debido a la Intervención estadounidense en México (entre 1846 y 1848) donde los soldados del Ejército de los Estados Unidos habían utilizado a la Piedra del sol para practicar tiro al blanco.
- Miren sus formas- añadió Natal con entusiasmo- El rostro del centro es el dios Tonatiuh, la representación del sol, se ubica dentro del signo de movimiento, el denominado Ollin. Cuantos morirían por ver esto.  
- Ahora, ¿donde encontraremos la pista que nos llevará al tesoro y por ende, a la espada azteca?- dijo Sony, a quien ya se le había ido el interés por el objeto.
- Paciencia muchachos. Déjenme sacar mis manuales de historia y antropología, tal vez pueda encontrar algo.
Kay y Sony fueron a comprar unas bebidas de marca, le dieron una a Natal y se sentaron a mirar lo que hacía su compañero. Ninguno de los dos hubiera imaginado que el significado de cada uno de los dibujos fuera tan extenso. Pasaron horas, las bebidas, a medio terminar, ya se habían calentado. Kay y Sony se durmieron sobre sus asientos, y Natal continuaba analizando la pieza. Un guardia de seguridad se acercó a revisar lo que estaban haciendo.
- Menudo día, ¿No, Oficial?- le dijo Natal, sin quitar de vista al objeto.
El guardia, muy serio, no le respondió.
- ¿Qué es lo que está haciendo?- le preguntó, frunciendo el ceño. No parecía tener mucho acento mexicano.  
- Investigando y repasando un poco de historia, quédese tranquilo.
El guardia hizo silencio y miró a los dos jóvenes dormir desordenadamente, roncando y con saliva en sus rostros.
- Vienen conmigo- le dijo Natal, anticipando la pregunta del oficial- Tuvieron un día complicado, déjelos dormir un poco más.
- Aquí no se pueden hacer esas cosas- respondió el oficial con el mismo humor.
- Muy bien, yo ya termino- se apresuró el profesor en contestar- Ahora los despierto.
Hubo una pausa.
- ¿Argentino? ¿No es así?
- Si oficial, soy argentino. Vinimos de visita, no se preocupe.
- Hoy en día no se toleran acciones fuera del protocolo. Estamos a pocos kilómetros de la isla del Rey. Si se pasan de vivos, irán directamente y a la fuerza, a las cárceles de allí para que las autoridades de la G.N.U.M los juzguen, y créame… no son nada amigables cuando unos idiotas intentan robar las piezas de gran valor histórico.  
El hombre se marchó.
- Pero que tipo más molesto- rió Natal para sí mismo y prosiguió con la investigación- Además, intentar robar esta pieza sería como querer llevarme un edificio con las manos.  

Alrededor de las 18:30, Kay y Sony despertaron, con un dolor de espalda atroz e intensa debilidad en las piernas y los brazos. Una vez recuperaron la conciencia y abrieron bien los ojos, se dieron cuenta que Natal había desaparecido, pero sus cosas seguían a un costado de la piedra milenaria.
- Aquí muchachos- les indicó Natal, detrás del calendario- Vengan, creo que encontré algo.
El museo estaba vacío, ya cerraban. De todos modos, los dos elementales caminaron hacia donde estaba su mentor y con la visión nublada, pudieron reconocer un símbolo, acababa de ser descubierto por el gran Dick Natal, tallado entre los escombros bajo la piedra del sol; el dibujo era una bola con insignias y ranuras, el cual continuaba en otro dibujo donde yacían numerosas montañas rocosas y lagos.
- ¿Qué es eso?- preguntó Kay.
- Parece ser una clase de artefacto- le dijo Natal, tenía el rostro cubierto de polvo y los anteojos empañados- Es extraño, como si fuera casi futurista. Los aztecas no dejan de sorprender con sus diseños extravagantes.    
- ¿De verdad será azteca?- preguntó Sony- Digo… hay una diferencia muy notable entre los dibujos que predominan en la cara del calendario y estos.
- ¿Cuál es tu teoría? ¿Qué alguien más los hizo?- pregunto Natal con escepticismo- Son aztecas, puedo asegurarlo.
- ¿Alguien sabrá de ellos?- dijo Kay, en cierto modo, apoyando la conjetura de Sony.
Natal hizo una mueca mientras se acariciaba el mentón.
- Si este artefacto existe, ¿Dónde lo buscamos? ¿Otro ladrón lo tiene?- continuó Kay y apoyó su antebrazo sobre la parte trasera del calendario.
Por extraño que parezca, la reliquia de cuatro toneladas titubeó, se balanceó hacia delante y posteriormente cayó al suelo, el impacto hizo que se dividiera en dos. Los elementales se sobresaltaron. Natal estaba horrorizado, con los nudillos en la boca. De repente, una alarma empezó a sonar y un conjunto de guardias rodeó a los visitantes con sus armas de fuego en un parpadeo.
- Kay, eres un tonto- le susurró Sony al oído.
- ¿Acaso no pesaba 4 toneladas? ¡Tan solo…! - refunfuñó Kay.
- ¡Quedan detenidos por la destrucción de una pieza histórica del Museo Nacional de Antropología!- les dijo uno de los oficiales, todos ellos vestían de uniforme rojo.
Otro sujeto de contextura ancha se les acercó (el mismo guardia de seguridad que había conversado con Natal), se dirigió a Natal y lo miró de reojo.
- Inexplicable, pero cierto. ¿Con qué clase de maquina ejecutaron este crimen? Casi se salen con la suya- escupió al suelo y se dio media vuelta- Una pérdida lamentable- se dirigió a sus compañeros, parecía ser el hombre con mayor rango- Los llevaremos a la isla Tanque, que las autoridades de la G.N.U.M los juzguen. ¡Llamen a los responsables del museo inmediatamente para reparar este desorden! ¡Háganlo!  
- ¡Si, señor!- gritaron todos los demás oficiales al unísono y esposaron a los delincuentes.
- Vaya embrollo en el que nos metiste, Kay- le dijo Sony, lleno de rencor e impotencia mientras le colocaban las esposas. Kay se apenó y no dijo más nada. Y frente a esta situación, a Natal se le prendió la lamparita.

Tomaron todas sus pertenencias y las reservaron en bolsas de plástico como evidencia, les sacaron una foto a cada uno, los obligaron a llenar tres formularios con sus datos personales; les dieron unos uniformes naranjas para que vistan y los llevaron a un camión blindado donde viajaron durante todo un día hacia el puerto más cercano al Golfo de México. Kay y Sony no se hablaban, estaban enojados el uno con el otro. Más tarde, los condujeron a un barco de avanzada tecnología, Natal examinó esas bellezas, fusiones entre el metal y la madera, increíblemente innovadoras, ocupaban todo el puerto. La velocidad de aquella nave superaba unas cuatro veces más que la de cualquier otro crucero o barco ligero de antaño.
Alrededor de dos días estuvieron en alta mar, navegando por el Océano Atlántico. Llegaron en la noche de un lunes a las costas de la isla Tanque, el hogar del soberano de la organización más grande del mundo (la G.N.U.M), el Rey Patricio.            

Qué inquietante fue, para los elementales, imaginar como se comportarían ante el supremo soberano de todo el continente. Lo que acababa de ocurrir había sido un accidente. ¿Entendería eso el Rey Patricio? No se trataba de un monarca de la época feudal que reinaba a voluntad propia y con poder ilimitado, sino de un individuo que mantenía el orden entre todos los países que conformaban la G.N.U.M y era elegido por un consejo internacional. El término ‘’Rey’’ había sido re-utilizado por la nueva generación para darle culto a las épocas anteriores en Europa; en cierto modo, América nunca había tenido reyes ni monarquías, esa fue la razón principal. A diferencia de todas las figuras políticas americanas, el Rey de la G.N.U.M no era un sujeto público, actuaba entre las sombras, regulando los conflictos y las relaciones diplomáticas. El único país que no formaba parte de aquella organización eran los Estados Unidos. Muchos eran los misterios que rondaban alrededor de la entidad política, pero pocos tenían el privilegio de conocerlos; todos los demás se acomodaban con la buena situación económica de la G.N.U.M, potencia en todo el mundo. Los países de América respondían al Rey y se realizaban conferencias entre todos los presidentes de la organización para gestionar sus respectivos Estados. Así funcionaba el mundo hacía ya veinte años con la aparición de las bestias…   

Volviendo con los elementales, arribaron las costas de la isla Tanque durante la oscuridad de la noche, fueron llevados a la fuerza hacia las celdas más cercanas a 1 kilómetro del mar. La luna yacía a la mitad y las estrellas se revelaban a gran escala, a su vez, el viento soplaba de vez en cuando.  
Eran construcciones de metal sobre la arena, cajas de acero con barrotes, ninguno se sintió con ánimos de desafiar la ley y escapar con sus habilidades. El hombre fortachón (que ya habían conocido anteriormente) dirigía la expedición y ordenó encender una hoguera, ese día hacía mucho frío. El grupo que lo acompañaba rodeó la gran fogata construida con ramas y piedras, guardaron sus armas, prepararon algunas bolsas de dormir y dos de ellos se quedaron patrullando.  
Su líder indicó que al día siguiente llevarían a los tres delincuentes (los elementales) a la Ciudad de la Guerra, hogar del Rey. El sitio estaba repleto de palmeras, parecía ser parte del caribe.

- ¿Y ahora qué?- le preguntó Kay a Natal, los tres estaban tirados en la misma celda.
- Tu fuerza es desmesurada- le dijo con ironía- Puede que sea una de tus habilidades como JEN…
El elemental del fuego hizo una mueca.
- Vamos Natal, dinos lo que sabes- insistió Sony.
El hombre acomodó un mechón de su pelo grisáceo y sacudió sus anteojos, al mismo tiempo le respondió a sus compañeros.
- Dicen por ahí que este lugar resguarda los mayores tesoros de todo el mundo. Si tú…- señaló a Sony- tienes razón, entonces puede que nos topemos con el artefacto que buscamos. Quiero decir, por ahí los mexicanos descubrieron lo que nosotros recientemente y encontraron al objeto que conduce a la espada, tal vez lo guardaron aquí.  
- ¿Y por qué estas tan seguro?- preguntó Kay de mala gana.
- Es una corazonada. No te culpes por lo que pasó- lo animó- Díganme muchachos, su instinto elemental… ¿qué les dice?
- No lo sé. Además, ¿cómo llegaremos hasta el objeto si estamos aquí encerrados y apunto de ser condenados de por vida?- dijo Kay con la cabeza baja, inmediatamente la levantó y exclamó- ¡Por dios Natal, a veces creo que tú también eres un…!
- ¡SILENCIO!- interrumpió el guardia a los gritos- ¡O SE CAYAN O LOS HAGO CAYAR!
Los tres hombres se limitaron a responder, se miraron entre sí y se echaron a dormir.

Hubieran deseado ser despertados por los guardias con sus barrotes, sus actos de superioridad y su soberbia ilimitada; pero no fue así. En lugar de eso, un intenso terremoto sacudió la isla de punta a punta, las palmeras se vinieron abajo, todas ellas cayeron sobre cada una de las celdas. Fue horrible, los soldados fueron absorbidos por el miedo y la angustia; la arena zumbaba en toda la Isla y el viento soplaba con completa agresividad. Los elementales aprovecharon para huir, utilizaron sus respectivas habilidades para destruir las paredes de metal que los resguardaban justo antes de ser totalmente aniquiladas. El líder entre los oficiales ordenó volver al barco, pero este fue destruido por una gran marea que lo llevó a mar abierto y lo absorbió por completo. Mediante comunicadores, el líder intentó contactar a sus superiores pero fue inútil, nada funcionaba.
El terremoto cesó después de unos largos e inquietantes minutos, los guardias asistieron a los heridos. Natal, Kay y Sony se quedaron inmóviles frente al pelotón en acción, solo el líder se percató de su liberación.
- ¡Ustedes!- gritó.
Pero el terremoto había generado unos cuantos heridos y ninguno acotó a las palabras de su superior. Inmediatamente, los elementales ofrecieron su ayuda.
El líder se mantuvo atento y les prohibió acercarse a los soldados (especialmente por las armas de fuego que portaban y que el líder creía que podían ser utilizadas por los delincuentes) Kay, Sony y Natal igualmente contribuyeron, acción que, de todos modos, fue permitida. 
- ¿Hacia donde queda el servicio médico más cercano?- le preguntó Natal al guardia con el que anteriormente había hablado en el museo.  
- En al lado oeste, hacia allá, a unos pocos kilómetros- le señaló otro soldado, uno muy flaco, pelirrojo, de piel pálida. El líder se había quedado callado.
- Muchas gracias.
Sony y Kay también cargaron a otros dos soldados, aquellos hombres que no habían sufrido graves daños como sus compañeros ayudaron a los soldados restantes y todos juntos fueron hacia donde el sol irradiaba su mayor resplandor.

Pasados 20 minutos, el grupo se dirigió hacia el oeste, la arena desaparecía poco a poco, las palmeras formaban dos hileras que remarcaban un camino armado hacia otro de los campamentos militares. Una gran cantidad de tiendas se ubicaban en un área de cincuenta metros a la redonda, justo por debajo de un inmenso valle que conducía hacia otro sector. Los arbustos se habían multiplicado, también las palmeras, las piedras y las personas. El nuevo campamento estaba mucho menos afectado por el terremoto, solo algunos árboles habían caído y pocos eran los heridos. Apenas aparecieron, los habitantes de esa zona (hombres y mujeres con vestimenta blanca) se apresuraron en atender a los heridos. No hubo individuo que no ayudara; ubicaron a algunos en las tiendas en forma de prisma y a otros sobre camillas al aire libre.    
Obligaron a todos aquellos que no habían sufrido lesiones graves retirarse y prometieron tratarlos más tarde, el pelotón sobrante y los elementales se reunieron afuera. Los elementales se sentían a gusto con la ayuda que habían brindado, pero el silencio fue aterrador y las miradas yacían fijas en ellos. Finalmente, el guardia en jefe rompió el silencio.
- Gracias por su ayuda. Pero tengo que cumplir con mi deber y nuevamente encerrarlos en una celda- les dijo con un tono mucho más amable.  
- Necesitamos ver al Rey Patricio- exclamó Natal con rapidez- Es verdaderamente urgente, nada de esto es casualidad.   
- ¿Al Rey? ¿Por qué?
- No quisiera decirlo delante de sus subordinados.
- Hable.
La idea de Natal salió a la luz.
- El Proyecto L… no intente negarlo, sabe muy bien de lo que hablo- dijo Natal con cierto aire de superioridad. Kay y Sony se miraron entre ellos muy confundidos. Sony ya había olvidado su enojo hacia Kay.
El guardia apretó los dientes y los puños (los JEN se sobresaltaron), tragó saliva, sacudió su inmensa espalda, suspiró profundamente y dijo.
- Soy su oficial más allegado. Conozco de lo que habla. ¿Qué tiene que ver el Proyecto L? Es un secreto que muy pocos conocen. ¿Trabajó aquí en el pasado?
- No hablaré hasta ver al Rey- insistió Natal.
- Vengan conmigo. En el camino me dirán todo lo que saben- esposó nuevamente a los tres y se dirigió hacia el valle que habían visto con anterioridad- Iremos solo nosotros cuatro, que nadie más venga. Es una orden.

Los soldados cercanos asintieron firmemente. Los elementales consintieron disconformes por ser esposados nuevamente, el plan de Natal había salido a la perfección.