jueves, 26 de julio de 2018

El Profeta: CAPÍTULO 14.




El Profeta: CAPÍTULO 14. 

Algo se movió dentro de la ropa del Profeta, los forasteros se sobresaltaron y apretaron sus puños con más fuerza, se dirigieron unas cortas miradas y no le sacaron los ojos de encima a aquel misterioso personaje.

A continuación, una bola de pelos grisácea salió de la capa de Rak, era una criatura que los JEN ya habían conocido con anterioridad. Era redondo y peludo, del tamaño de una pelota de básquet; sin nariz ni brazos ni manos, sólo dos pequeñas y delgadas piernas, como lápices. Ojos azules y gigantes que le ocupaban la mitad del rostro y una diminuta boca con dos colmillos. También tenía arrugas por debajo y encima de los ojos.

Miró a todos atentamente y luego bostezó durante cinco segundos. Kay y Sony, a diferencia de sus compañeros, bajaron la guardia.

- ¿Y bien? – preguntó Rak, ignorando a la criatura que se situaba sobre su hombro- ¿Escucharon hablar de mí?

Los JEN compartieron un mismo recuerdo.

‘‘- Dos sujetos, aparecieron de la nada. Eran enemigos entre ellos, vivían combatiendo el uno contra el otro, terminaron por arrasar con nuestro planeta- respondió Félix, el sirviente del Capitán Rojas en Reroriam del planeta Sulcius.
- ¿Quiénes eran? ¿Hace cuánto fue eso? - le preguntó Sony.
- Nunca lo supimos. Es una historia muy famosa entre nosotros, remontada a los principios del mismo tiempo. Fue pasada de boca en boca. En fin, si no fuera por el profeta, no hubiéramos sobrevivido. Gracias a él, escapamos. Y luego, nos dividimos, algunos se fueron al mundo prodigio y otros se quedaron aquí.’’ (…)[1]

- Pareces muy joven para ser el Profeta del que oí- le dijo Kay, mirándolo con afán.

- Gracias- sonrió- Pero la inmortalidad para los hechiceros como yo, es una de las tareas más sencillas de cumplir- respondió Rak con seriedad. Hubo silencio y agregó- ¡Sólo estoy bromeando! Los de mi raza tienen un amplio estándar de vida… bueno, tenían. Sólo yo quedé.

- Lo siento… mucho- dijo Kay, petrificado, mirando a sus compañeros para saber si lo que estaba diciendo era correcto. Todos estaban tan perdidos como él.

- Ya tuve mis pases con el asunto. Fue culpa del caído, él fue un desquiciado.

- ¿El caído? – preguntó Sony, interesado. Dayas y Lepra bajaron la guardia.

- Büul, el caído- aclaró. Los forasteros se sobresaltaron, no obstante, no le iban a decir a un desconocido el por qué- El Señor de las Tinieblas, el malvado hechicero genocida que casi acaba con toda la vida en el cosmos…

- Ahora lo entiendo todo, de ahí al nombre de la fortaleza- pensó Sony.

- Büul era la voz dentro de la cabeza del arqueólogo, el corazón parlante- pensó Kay.

- Qué hombre más vulgar- pensó Lepra, mirándolo de arriba hacia abajo.

- ¿Lo ataco ahora que está distraído? – pensó Dayas.

Los cuatro estaban aturdidos y desorientados.   

Rak estuvo a punto de seguir hablando, pero la criaturita empezó a ronronear en su hombro como una mascota.

- ¿Tienes hambre? – le preguntó Rak a la criatura, la cual era muda y sólo emitía sonidos ahogados- Espera, Morris- revolvió entre sus prendas, encontró un pedazo de queso y se lo dio. Morris tomó el trozo con la boca, lo masticó y lo tragó en un santiamén, luego eructó.

Kay y Sony sonreían, atentos a los dos nuevos personajes. Kay dio un paso al frente y se acercó a Rak (esquivando los charcos del pantano), estrechó su mano y le dijo.

- Me llamo Kay Montarnen- sus compañeros querían matarlo por revelar su identidad. Rak cumplió el apretón. A Kay le cambió la cara- Si tú eres el hombre que salvó a los Ryanos de la destrucción de Casám, ¿Por qué los abandonaste en el Mundo Helado tiempo después? – preguntó con una sonrisa falsa y apretando la mano de Rak con fuerza para no dejarlo ir.

Rak se mantuvo tieso, pero la criaturita frunció las cejas, molesta.

- Por mi hermana- contestó este con seriedad. Kay lo soltó rápidamente de la sorpresa.

- ¿Tu hermana?

Rak asintió y suspiró.

- Ustedes van a la Fortaleza de Büul, ¿verdad? – ninguno respondió, aquello había sorprendido a todos. Dayas estaba más preocupado que nunca, ya no le quedaba otra que atacarlo y encerrarlo o… asesinarlo- Allí está Él. El sujeto que asesinó a mi hermana: Gargas, el intocable- Dayas frunció el ceño y procuró no hacer nada hasta deducir las intenciones del Profeta- Él fue mi compañero y me traicionó. Yo los escuché en el bar decir la palabra ‘‘Fortaleza’’ y lo relacioné inmediatamente. ¡No saben la cantidad de años que estuve buscando ese lugar para vengarme de ese desquiciado!
- ¿Por eso nos seguiste? – se adelantó Sony a la pregunta de Kay.

- Y por eso abandoné a los Ryanos en el Mundo Helado- confesó el Profeta- Yo no soy ningún héroe ni leyenda. El sueño de mi hermana era que esas criaturas vivieran en paz, yo lo cumplí después de su muerte y me marché.

- Eso quiere decir que no tienes idea de todo lo que pasó después en el Mundo Helado - le dijo Sony.

Rak miró al joven abogado, incrédulo.

- Los Ryanos se fueron a vivir a la sociedad de los humanos- le dijo Kay y Rak se paralizó, a tal punto que parecía que le iba a agarrar un ataque cardíaco.

- Yo les dije…- jadeó- ¡Yo les dije que NUNCA cruzaran a la dimensión de los humanos! Ellos son tan… minúsculos para pensar, para entender. Jamás iban a ser aceptados. Los Ryanos son criaturas pacíficas, los humanos son animales salvajes sin jaula.
  
- Resulta irónico que lo diga un humano- habló Lepra.

- Yo reconozco las fallas de mi especie- exclamó Rak- Pero considero que soy el único que las admite.

Lepra y Sony se miraron con complicidad.

- Te sorprenderá saber que la mayoría de los humanos aceptaron integrar a los Ryanos a su sociedad- continuó Kay- Crearon leyes y convivieron durante varios años.

A Rak pareció disgustarle aún más la idea.

- ¿Cómo llegaron a ese mundo? Ellos ni siquiera conocían la ruta…

- Hariet. Él los convenció. Los manipuló, haciéndose pasar por una de sus deidades- le dijo Sony.

- ¿Y ese quién es? – preguntó Rak con brusquedad. Los forasteros se quedaron atónitos.

- ¿No lo conoces? Es el nuevo Señor Oscuro- dijo Kay, quién estaba más cerca del hombre de cabello violeta.

- Es imposible- gruñó Rak. Morris yacía inmóvil sobre su hombro, también molesto- Con el fin de Büul, el ciclo de idiotas iba a terminarse.

- ¿Por qué estás tan seguro de que Büul fue derrotado? – le preguntó Dayas al fin. La información de la que disponía el Profeta le interesaba mucho. 

- ¿Qué cómo lo sé? – se burló Rak- ¡Porque yo formé parte del grupo que lo derrotó!

- Eras compañero de Gyan, el hechicero…- vociferó Kay, anonadado.

- ¿Cómo conoces aquel nombre? – le preguntó Rak, desconfiado.

- Lo escuché por ahí. No es de tu incumbencia.

Rak se le quedó mirando y Sony le habló a lo lejos.

- Tu… compañero. ¿Qué es?

- ¿Él? – preguntó Rak, acariciándole la cabeza a su peludo amigo mientras este ronroneaba gustoso- Pertenece a los BUBUJA, una especie que nació aquí en el Zen. Yo te recomiendo que no lo hagas enojar…- se quitó un guante y reveló unos dedos repletos de puntos chiquitos (cicatrices).

Sony simuló su sonrisa, ambos personajes eran increíbles.

Dayas se acercó a Rak a paso decidido y con imponente seriedad, le dijo.

- Nos quieres acompañar, ¿No?

Rak no parecía seguro de las intenciones del príncipe.

- Buscamos lo mismo- le contestó con recelo.

- ¿Venganza? No, para nada- lo corrigió Dayas- Nosotros tenemos una misión. Y cualquiera que la complique, será considerado nuestro enemigo- el forastero de los siete reinos creó una espada de luz tras su espalda y con aquella procuraba acabar con el profeta.

No obstante, Kay usó su súper velocidad y tomó a Dayas de la muñeca escondida.
- Qué nos acompañen. Yo no dudo de sus intenciones. Sus habilidades podrían ser de utilidad para la misión- le susurró Kay, aunque Rak escuchaba todo a la perfección por los cercanos que estaban el uno del otro.

- Estoy de acuerdo- combinó Sony en voz alta. Dayas lo miró y luego fue con Lepra, quién prefirió no opinar. Lo pensó durante largos segundos e hizo desaparecer la espada de luz.

- Con una condición, profeta- le dijo el joven de cabello rubio con tal crudeza que aterraba e incomodaba a sus compañeros. Rak alzaba la cabeza orgullosamente y lo escuchaba atentamente- Nos darás TODA la información de la que dispongas sobre Gargas, Büul o lo que sea. De lo contrario, te mataré. Si nos traicionas, te mataré. Si veo o noto algo sospechoso en ti, te mataré. ¿Entendiste?  

Rak asintió, aunque se lo tomó como un chiste. Era un sujeto bastante particular. Su peludo amigo saltó y caminó hacia Kay, a pasos forzados (le costaba mantener en equilibrio aquel cuerpo redondo con sus piernas tan finitas). Todos se le quedaron observando en silencio.

Kay se agachó y procuró acariciarlo, pero la criatura gruñó para que no lo hiciera. El joven JEN dejó su mano suspendida en el aire. Morris se detuvo frente a él.

Kay pudo notar que aquel pelo grisáceo también tenía cabellos blancos (canas), era una criatura adulta. Morris abrió la boca como si fuera a decir algo, pero no dijo nada, sólo se limitó a moverla, a abrirla y cerrarla sin emitir sonido, como lo haría un mudo. El joven sintió algo extraño en la cabeza, como si lo forzaran a recordar ciertos episodios del pasado.

Los enormes ojos de Morris se llenaron de lágrimas y Kay no entendía el por qué. Morris saltó hacia su hombro, Kay se sobresaltó y de cierta forma, mimetizó con los pensamientos del espécimen. Ahora lo entendía: Morris lo había obligado a recordar cuando Minos mató a Clavito. Morris era su padre.

- No puedo creerlo…- vociferó, nadie comprendía- Eras su padre…

Sony lanzó un grito ahogado, lo entendió enseguida.

- Bueno- interrumpió Rak- ¿Quieren que empiece a contarles lo que sé?

Dayas asintió y suspiró con opulencia, no le gustaba ponerse en aquella posición, pero tenía un deber y de su éxito dependían un millón de seres vivos.

Lepra y Sony se acercaron a escuchar a Rak. Morris aún seguía encima de Kay, suspirando y lloriqueando, esta vez, lo estaba dejando acariciarlo.

Rak empezó.

- Yo busco a Gargas durante siglos. Él asesinó a mi hermana en Casám durante la batalla entre Büul y Gyan. Escapó con un puñado de Ryanos de su confianza. En ese momento, no pude hacer nada. El mundo se caía en pedazos y los Ryanos estaban desprotegidos. Los llevé al Mundo Helado y durante años, me olvidé de todo. Pero la idea volvió a perturbarme y no tuve alternativa, tenía que abandonarlos y buscar a Gargas.  

<< Lo peor de todo, fue que me enteré de que otro de mis compañeros, el más tonto e inútil de nosotros, se llevó el cuerpo de mi hermana al Zen y lo sepultó sin mi consentimiento en un Templo, el templo de Jimonte- Dayas abrió los ojos como platos- Me enteré de esto muchos años después.

Cuando entré al Templo, me topé con un monarca, un tal Minos. Me dijo que buscaba a unos supuestos elegidos llamados JEN y me preguntó si yo era uno. Le dije que no, me creyó y aquel desgraciado me encerró en una prisión fantasma, dónde estuve por meses- Kay y Sony recordaron la prisión que Fismut le había hecho al ALMA de Hariet. Siempre les habían resultado raros los dibujos en las paredes de esa cárcel en el Inframundo. ¿Cómo hacía un alma para materializarse y escribir? Ahora lo comprendían- Busqué a ese malnacido en Zimpat y volvió a humillarme en combate. Ese maldito PROFANÓ la tumba de Ella.

Su poder era superior al mío, entonces comprendí que debía hacerme más fuerte y escapé. Buscando poder para volver y derrotarlo. Así transcurrieron más años y cuando regresé a Zimpat, oí rumores de que Minos había sido derrotado por su sobrino, un tal Dayas Jimonte- el ex príncipe sonrió disimuladamente- En el castillo sólo estaban esos vigilantes nocturnos, un nuevo y deprimido Rey, y no había señales de su tumba. Triste, busqué un bar para emborracharme y olvidarlo todo, tantos años desarrollando habilidades para nada. Y entonces… aparecieron y los escuché. Los seguí y ahora estoy aquí, con ustedes.>>  

- La palabra JEN escrita en las paredes de esa cárcel mágica. El dibujo de los círculos y el símbolo… los hiciste tú- afirmó Kay. Rak asintió, sorprendido de que conocieran lo que había hecho mientras estaba encerrado- ¿Cómo conocías el símbolo de los Proetas? También estaba en la pared de la cárcel.

- Así que conocen la prisión fantasma que creó Fismut- los cuatro se sobresaltaron- Es lo único que hizo bien en su vida, me costó mucho salir de allí.

- … ¿Conoces al mago? – le preguntó Lepra.

- ¿Conocerlo? ¡Por su culpa mi hermana murió! – gritó. Morris paró el llanto, saltó desde el hombro de Kay y volvió con el profeta.

Los forasteros realizaron una expresión de que continuara explicando.

- Gargas la mató porque Ella lo defendió. Ella estaba enamorada de Fismut- dijo Rak con rencor- Gargas trabajaba para Büul y quería saber dónde él y Gyan se ocultaban. El Señor Oscuro nos torturó hasta que encontró a los HERMANOS y combatió contra Gyan, la batalla se desarrolló en Casám y por sus abrumadoras habilidades, el planeta pereció.

Otro momento de incertidumbre ocurrió.  

- Y como lo sospechaba, Fismut mintió otra vez- pensó Kay con fastidio- ¿Por qué nunca deja de sorprenderme? ¡¡¡El tan mencionado Gyan era su hermano!!!

- No respondiste la pregunta anterior de Kay- le dijo Sony a Rak con seriedad- ¿Cómo conocías el símbolo de los Proetas?

- No se ofendan, pero hacen preguntas muy estúpidas- contestó Rak y les enseñó un collar con el símbolo de los protectores (aquel dije circular con múltiples líneas alrededor de un único punto)- ¿Ahora lo entienden?

- ¿Fuiste un Proeta? – dijo Sony, incrédulo- ¡Es mentira! Sólo había cinco: Frank Montarnen, Nicholas Dameron…

Rak comenzó a reír a carcajadas y su peludo compañero lo imitó moviendo la boca sin emitir sonido.

- ¿Y esos quiénes son? – dijo con aspereza- Los Proetas fuimos cinco. Eso es cierto. Pero ninguno de nosotros tenía alguno de esos nombres tan raros…

Dayas y Lepra suspiraron al mismo tiempo, cada vez entendían menos.

Rak contuvo la risa y se esforzó para hablarle a los más jóvenes.

- Por un lado, estaba yo, el increíble y seductor Rak, más tarde conocido como el Profeta- anunció- Por el otro, se encontraba el soberbio, tímido y estúpido Fismut, el mago. Le seguía el idiota y para nada confiable: Gargas, el intocable. El cuarto era nuestro LÍDER: el rígido, inteligente y valiente Gyan, el hechicero. Y, por último, estaba mi hermana, un angel de la muerte, la guerrera y admirada… Hélen.



[1] La guerra de las bestias: El templo de la muerte. CAPÍTULO 9. ‘‘La maldición de Reroriam’’. Pág 89.

martes, 17 de julio de 2018

Realidades Alternativas: CAPÍTULO 13.




Realidades Alternativas: CAPÍTULO 13.

‘‘Una explosión, escombros y bloques de hielo. Foucen, el demonio de hielo, estaba descontrolado y se disponía a matarlos a todos. Los Proetas estaban exhaustos.

Frank Montarnen (Llama Roja) combatía al monstruo blanco con su magnífica espada, la cual podía crear portales, convocar espíritus y cortar el acero. Ni aquella fantástica arma era útil contra la locura de Foucen.

Nicholas Dameron (Magma) era atendido por el Inmortal Arcas Sannon (El mago arcano), quién lo curaba de una importante lesión en la rodilla. Veradic Viman (Roca Pesada) y Aitor Carmanguer (El relámpago azul) yacían a un lado de la feroz batalla entre Llama Roja y el colosal gorila.

- ¡Ríndete monstruo! ¡Mira todo el daño que has hecho! – vociferaba Frank mientras Foucen forcejeaba para quitarle la espada de las manos con sus enormes garras. Frank aprovechó el acercamiento, tomó la espada con una mano y con la otra formó una bola de fuego, logrando dañarle parte del rostro.

Foucen se echó para atrás y gimió de dolor, sacó un cubo de hielo y se lo pasó por la quemadura; su cabello se apagó y le quedó una mancha negra en el lado derecho de su cara de gorila. Hubo una pausa y Frank miró a sus compañeros, estaban todos rendidos. Habían estado siete horas combatiendo.

Veradic formó tres esferas de roca, las cuales giraron por los aires y se dispararon contra Foucen, quién yacía anonadado. Le dieron en el estómago y Foucen voló hacia atrás unos cuantos metros, hasta caer en el hielo, romperlo y sumergirse en las frías aguas.

Aitor perforó un pedazo de hielo y electrificó las aguas, finalmente lo matarían. Sin embargo, Foucen salió justo a tiempo, furioso y todo empapado, su cabello blanco pegado al cuerpo y la expresión de pura ira.

El relámpago azul corrió hacia su enemigo.

- ¡Muege! - gritó con aquel tono francés. Sus dedos se vieron envueltos en descargas eléctricas y le pegó un puñetazo al gorila blanco en su estómago. Foucen no se inmutó y entre dientes, tomó al humano de los pies y lo usó como un látigo. Luego lo dejó en el suelo, totalmente ensangrentado y con el bigote manchado de nieve.

Había comenzado a nevar.

Frank fue con Aitor rápidamente, ya no tenía energía para correr.

- ¡Mago arcano! ¡Ven aquí! ¡Aitor está seriamente herido! - le ordenó Llama Roja a su compañero de túnica amarilla.

- Estaré bien, ve- le dijo Nicholas a Arcas, cuando este hizo gesto de que no sabía qué hacer.

Veradic no se quedó de brazos cruzados y ayudó a Frank a combatir al monstruo. Combinaron sus elementos, Veradic formó una lluvia de rocas y Frank las incendiaba para que se asemejaran a meteoritos. Foucen se cubrió la cabeza con los peludos brazos y las rocas cayeron sobre él. Otros fragmentos de hielo del suelo que pisaban se hicieron añicos, los meteoritos cayeron al agua, atravesando el hielo.

No obstante, Foucen apareció ante Frank y le dio un manotazo en el rostro, su espada salió volando y quedó atascada en una roca congelada. Luego atacó a Veradic, a quién también tomó de las piernas y lo lanzó lejos.

Nicholas, impotente y con muy pocas posibilidades de levantarse, apretó los puños y las alas grisáceas de la gárgola aparecieron tras su espalda.

- Si tan sólo Morgán estuviera aquí y pudiera manipular todo este hielo- se dijo a sí mismo en voz alta. Flotó a centímetros del suelo y se dirigió a la batalla.

Arcas acababa de alcanzar a Aitor y lo curaba de sus desagradables heridas, el relámpago azul yacía desplomado en el helado suelo.

Nicholas se acercó a Foucen y forjó una ola de lava para amasarlo, sin embargo, Foucen corrió hacia él y lo empujó como si fuera un jugador de rugby. Nicholas se cubrió el cuerpo con las alas justo a tiempo y el impacto no fue tan grave, se deslizó por el hielo y la pierna herida le latía con mayor ímpetu. Su ola de lava desapareció en los aires apenas fue derribado.

- ¡Nicholas! – le gritó Frank, desesperado, intentaba sacar la espada de la roca congelada sin mucho éxito.

La versión pálida de King Kong rugía triunfante. Foucen se vengaría al fin de lo que él creía que los Proetas le habían hecho a los Ryanos.

Arcas, harto de la situación, dejó a Aitor y creó el círculo de los magos bajo sus pies. En el dibujo del Böju aparecieron cinco segmentos y el mago arcano se rodeó de pura energía mística, manifestada a través de destellos azulados. Sus ojos se rodearon de una capa negra, tapando a las pupilas; además, las venas se le hicieron visibles por todo el cuerpo. No tenía cabello (sino se le hubiera erizado).

Atacó a Foucen con todas sus fuerzas y lo molió a golpes. Dicha técnica era el circulo COMPLETO de los magos; sólo se podía utilizar por un corto período de tiempo, generaba una inmensa fuerza, no obstante, provocaba la muerte al final de ser utilizada.

Los Proetas lo sabían y sintieron pena por el sacrificio de su compañero.

El Inmortal Arcas Sannon estaba destrozando a Foucen, provocándole moretones y heridas por cada golpe que le daba. La batalla parecía haber llegado a su fin.

Nicholas, Veradic y Frank se reunieron, buscaron a Aitor y no lo encontraron.

Arcas, a pesar de estar venciendo al gorila blanco, se sentía cada vez más débil y el número de puñetazos y patadas disminuyó con el pasar de lo minutos. Foucen resistió lo suficiente, bloqueó uno de los ataques y tomó al mago arcano de la cara, luego comenzó a exprimirlo como a una naranja…

Los Proetas corrieron hacia Arcas, aunque fuera demasiado tarde. En hora buena, apareció Aitor y utilizó sus hilos eléctricos para atacar los nervios de Foucen, este soltó a Arcas. Aitor lo tomó entre sus brazos y lo alejó.

El demonio de hielo, al borde de la cólera, los siguió.

- Te matará- le dijo Arcas a Aitor- No lo enfrentes.

- Son mis compagneros- le respondió Aitor Carmanguer- Y los defengeré hagta la muegte- dejó a Arcas, ya vuelto a la normalidad, en el suelo. Él le agradeció y Aitor, sin titubear, fue hacia Foucen (que iba hacia ellos), chasqueó los dedos y un rayo inmenso salió de las nubes y colisionó en el área donde ambos se encontraban.

Primero hubo un destello que encegueció a todos los presentes, luego un crudo y resonante sonido. En el impacto había un gran charco de agua, hielo derretido, fragmentos congelados y el cuerpo de Aitor, sin vida, flotando. Foucen había desaparecido, como si el rayo lo hubiera pulverizado.

Frank lo sacó de allí y lo acostó, intentó darle calor, apoyándole la palma en el cuerpo de Aitor con sus poderes, pero no hubo caso. El relámpago azul se había ido.         
     
Ninguno lloró, la actitud de cuatro soldados. Frank y Nicholas se tomaron de los hombros, abrazándose y respiraron profundamente. Arcas (que de haber utilizado el Böju completo por más tiempo habría muerto) se levantó y junto a Veradic, rezaron.

- Su esposa está embarazada- les dijo Nicholas con pesadez.

- Ella lo entenderá. Fue un guerrero impecable- comentó Frank.

- Me salvó la vida. Es un héroe– dijo Arcas, el pecho de Aitor comenzó a brillar, y una luz azul salió de su pecho (del lado del corazón), voló por los aires y se esfumó en un santiamén- ¿… Qué fue eso?

- El corazón elemental de Aitor, se fue a buscar un nuevo portador- explicó Frank- Cómo estuvieron tantas generaciones con sujetos de la misma sangre, buscan al descendiente del fallecido.

- Es decir que…

- Exacto. La energía elemental está yendo a la Tierra, a la panza de su mujer. Generalmente esto sucede al pasar los cinco meses de embarazo, así es como se transfieren los poderes de progenitor a heredero.

- Sabes mucho de los elementales- saltó Veradic.

- ¿Qué puedo decir? Nicholas y yo estuvimos mucho tiempo estudiándonos a nosotros mismos- dijo Llama Roja.

- ¿Y si no hubiera descendiente? – preguntó Arcas Sannon, interesado.

- Por lo general, el corazón también dota de FERTILIDAD- contestó Nicholas- Es casi imposible no tener hijos. Pero bueno, hasta hace poco, un conocido (también elemental) nos demostró que puede darse lo contrario. No estoy seguro de que pasaría.  

- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Veradic.

- Vuelvan a su mundo, tú y Arcas- dijo Frank- Díganle a Fismut lo que pasó aquí. Nicholas y yo llevaremos a Aitor a la Tierra, para que puedan enterrarlo. Pero primero… intentaré sacar esa maldita espada de la roca.

Los dos morganos asintieron y se despidieron cordialmente.

- El monstruo ya no existe. Cumplimos nuestra misión, a costas de una vida. Ojalá hubiéramos podido hacer más…- dijo Veradic, apesadumbrado- Fue un placer, elementales- y le estrechó la mano a Frank y a Nicholas al mismo tiempo.

- El placer fue todo nuestro, elemental- le respondió Nicholas. A pesar de la tragedia, fueron capaces de sonreírse entre sí.

El Inmortal Arcas Sannon quitó un termo lleno de agua y formó el círculo de los magos junto a Veradic Viman, ambos fueron envueltos por las aguas del termo y desaparecieron.

- Te ayudo- le dijo Nicholas a Frank, y juntos, en la tierra helada y desolada, se dirigieron a la roca congelada dónde la espada se había atascado.
Intentaron sacarla durante largos minutos, como si se tratara de la famosa Excalibur. Sin embargo, no hubo caso. Descansaban por momentos y fue tanto el esfuerzo que descuidaron al cadáver de Aitor y este cayó al agua (después de que el hielo se derritiera), perdiéndose en las profundidades.

Abatidos y exhaustos, creyeron que lo mejor sería salir de allí sin ella. Y entonces, ambos volvieron a intentarlo, tomándola de a dos. Forcejearon y la espada salió… pero en ese momento, aquella roca produjo un ruido extraño, a su lado había un tajo, como si fuera papel cortado por un cuchillo.

Frank y Nicholas se miraron mutuamente, estupefactos. Y en ese preciso instante, aparecieron en otro lugar, una habitación ancestral, repleta de antorchas y rocas que nunca habían visto. En su centro había una FUENTE REDONDA DE PIEDRA y a su lado yacía una lápida que decía: En memoria de Gyan, el hechicero.’’             

Dayas despertó a Kay y lo obligó a levantarse con rapidez.

- Las águilas me dicen que aún nos siguen, pasaron tres días y aún no les perdimos el rastro. Esos vigilantes nocturnos son de terror. Lo peor de todo es que nos olvidamos las bolsas con provisiones en Zimpat.

- Las pasamos por alto, querrás decir- lo corrigió Sony, quién ya estaba despierto- No tuvimos tiempo de nada, huyendo de Hélen y sus secuaces.

- Hélen no está con ellos, según las águilas- informó Dayas, mientras un águila se situaba sobre su hombro.

Kay yacía absorto. Con ojeras y desconcertado por su reciente sueño. Lepra hacía guardia, estaban en el bosque azul, a kilómetros de Zimpat.

- Creo que lo mejor que podemos hacer es una emboscada. Derrotarlos rápidamente, así podré informarle a Müna sobre la muerte de… Hassian y sobre LA VERDAD- exclamó Dayas, exaltado, estaba bastante estresado. 

Sony y Lepra asintieron. Kay no respondió y observaba a Sony con la mirada cansada. El joven abogado lo notó y lo ignoró, se sentía incómodo.

- Me parece correcto. Somos más fuertes que esos desquiciados- dijo Sony- Igualmente, el bosque no parece ser suficiente para efectuar una emboscada.

Dayas desenrolló el mapa que le habían regalado en el Oszen y dijo.

- Si no me equivoco, estamos cerca del Pantano Ríawey. Nunca pasé por allí, no creo que sea peligroso.

- La última vez que pisé un pantano, un monstruo enorme intentó devorarme- vociferó Sony- Y tú estabas ahí.

Dayas sonrió, recordando todo lo acontecido con Munlock, el monstruo del pantano que custodiaba uno de los artefactos dorados.

- Perfecto. Se me vienen varias ideas de cómo derrotarlos sin derramar ni una gota de sudor.

Lepra prestó atención.

- Vi el mapa- dijo el joven morgano- Ese pantano está en camino hacia la Fortaleza de Büul. Es buena idea, vayamos.

Dayas y Sony se sorprendieron de que Lepra dijera eso último. Lepra no les prestó atención y siguió con la guardia.

Kay continuaba absorto, no le estaba prestando atención a nadie, sólo miraba a Sony. Pues… acababa de tener un sueño del pasado, uno en donde conocía (apenas) aquel secreto que sus padres se habían llevado a la tumba. Y todo relacionado con ese tal Gyan…

- Lamento despertarte, Kay- le dijo Dayas- Pero tenemos que irnos.

El muchacho asintió, estaba apoyando la espalda en el tronco de un robusto árbol. Miró el suelo, sin pronunciar palabra, la mayoría creyó que se había despertado de mal humor (especialmente por la muerte de Hassian), razón por la cual decidieron no molestarlo. Kay estaba serio a la vista de todos los demás, pero no dejaba de repasar las imágenes del Mundo Helado.

Kay recordó las palabras de los Ryanos secuestrados por los militares.

‘‘- Narsogs…- rió la bestia- El anterior al Único doblegó la voluntad de algunos de nosotros, ofreciéndoles poderes inimaginables. Ni Él sabe de esto. Conformaron su ejército de monstruos hasta que el hechicero Gyan, los selló dentro de una dimensión desconocida, un ritual de malditos. Allí estuvieron hasta que Hariet los liberó durante la época feudal, pero fueron vueltos a ser encerrados por los elementales. Tiempo después, hace pocos años, el Redentor los liberó una vez más… y algunos siguen por allí, divagando, esperando la orden de su amo’’ (…)[1]

- El misterioso Señor Oscuro, anterior a Hariet, fue quién CREÓ a los Narsogs. De eso ya no tengo duda- pensó Kay, convencido- Y ese tal Gyan fue su enemigo, quién intuyo que lo derrotó. Mis padres encontraron la tumba del hechicero, en una nueva dimensión… ¿Y eso qué tendrá de importante? ¿Quién fue realmente ese individuo y CÓMO venció al Señor Oscuro? Si es que lo hizo – hizo una pausa y abrió los ojos como platos- ¡Eso es! Por alguna razón veo estas visiones del pasado, algo quieren decirme… tal vez allí se encuentre la FORMA o el MÉTODO para derrotar a Hariet.

Sony conversaba con Dayas sobre la estrategia que emplearían contra los vigilantes nocturnos. Kay yacía detrás de ellos, caminando y llevando una bolsa improvisada con tres frutos azules que habían recolectado en el camino. No dejaba de mirar a su medio hermano y pensaba.

- Nuestros padres fueron excepcionales, Sony. No sólo eran hábiles combatientes, sino que también conocían cosas de los Elementales que hasta hoy, yo desconocía y sé que tú también- inhaló y exhaló con rotundidad- No mereces que te comparta esta información. Ya no es lo mismo entre nosotros- miró hacia otro lado y otra cosa se le subió a la cabeza- El embarazo de Verónica, la mujer de Natal, llevaba más de cinco meses. Por eso Natal no tenía poderes. La energía elemental volvió a él por esa cuestión de la sangre. Sin embargo… con su muerte, ¿A dónde fueron a parar esos poderes? – apretó los dientes y frunció el ceño- Voy a empezar a odiarme por tener todas las respuestas. Lo tiene Hariet. Él está recopilando los corazones de todos los Elementales muertos. Estoy seguro.

- … Y así lograremos vencerlos- les decía Dayas a todos- ¿Escuchaste lo que tienes que hacer Kay? - Kay no había oído nada del plan, estaba ensimismado en sus pensamientos- ¿Kay? ¿Me oyes?

- Perdón… aún sigo dormido- respondió el JEN del fuego- ¿Podrías repetir el plan?

- Te decía que vas a tener que armar unas trampas… bueno, no importa- vociferó Dayas con fastidio- Cuando lleguemos al pantano te indico, pero presta atención, por favor, se juegan nuestras vidas.

Kay asintió, Sony le dirigió una mirada de disgusto y Lepra yacía detrás de los tres, revisando el camino que pasaban.

El pantano Ríawey estaba a menos de un kilómetro de distancia, no tardaron en llegar. El bosque azul llegaba a su fin y daba lugar a una tierra llana, repleta de charcos con agua estancada, vegetación acuática y un ambiente pesado, húmedo y horrible. Las aguas estancadas eran de un color azul marino, emanaban burbujas como si estuvieran a altas temperaturas y algunos peces sin cabeza, nadaban en ellos.

A plena luz del día, los forasteros tenían que idear su plan urgentemente, las águilas de Dayas habían informado que los enemigos estarían allí en menos de una hora. 

- Aquí hay magia, muy antigua- comentó Lepra, realizando la danza mística y explorando el pantano- Las aguas… tengan cuidado. No las toquen o no podrán salir.
- ¿Qué encontraste? – le preguntó Dayas, seriamente.

- Están malditas, podría decirse. O, mejor dicho, este no es un pantano ordinario- informó- No estoy seguro de que hay en las aguas, pero no debe ser nada bueno.

- ¡Perfecto! - vociferó Dayas, a Lepra le llamó la atención su reacción y antes de preguntar por qué le alegraba dicha noticia, el príncipe se le adelantó- Cambiamos la estrategia. Ahora, lo primordial, es que los vigilantes caigan en estas aguas mediante diferentes engaños.

- Más ilusiones- comentó Sony. Dayas asintió- Será fácil.

A Lepra también le alegró saber que, si todo salía bien, los vigilantes serían vencidos rápidamente. Y por un leve instante, sintió que alguien los observaba…desde los últimos árboles del Bosque Azul. Creyó que había sido impresión suya, ya que fue a investigar y no sintió ninguna presencia ajena a la de ellos.

- ¿Todo bien? – le preguntó Dayas, al verlo dirigirse hacia el final del bosque.

Lepra asintió seriamente. Dayas suspiró y volvió a armar el plan con Sony y Kay. 

Los forasteros esperaron la llegada de los vigilantes nocturnos, tardaron más de lo esperado. Los Narsogs ciegos (ya que eso eran realmente los vigilantes nocturnos) tenían cierto olfato que, si lo deseaban, podía rastrear a cualquier individuo a kilómetros de distancia, aunque no era totalmente exacto y eso los atrasaba en la búsqueda.

Finalmente llegaron al pantano Ríawey, las imágenes de Sony, Kay, Dayas y Lepra yacían frente a dos de los charcos. El plan era muy sencillo, que se abalanzaran sobre los hologramas para atravesarlos y caer en las aguas macabras. No obstante, para desgracia de los forasteros, no fue así.

Reconocieron enseguida la trampa e ignoraron a las imágenes, buscando a los verdaderos (quiénes yacían invisibles mediante el círculo místico de Lepra).

- Plan B- dijo Dayas. Los cuatro elementales se revelaron ante los Narsogs y comenzó una feroz batalla.

- ¡Recuerden que los elementos no les hacen daño! – les gritó Sony y usó la fuerza magnética de atracción para conducirlos hacia las aguas. Para sorpresa del joven abogado, las bestias se resistieron.

- Egle…mentales- dijo un vigilante nocturno, hablando el español con dificultad- Avisad al ángel- uno de ellos huyó de allí.

- ¡No! – gritó Dayas, desesperado- ¡Si le informan a Hélen, nuestra misión estará acabada! 

Lepra fue tras el sujeto que escapaba.

Dayas utilizaba todas las habilidades que conocía y ninguna les hacía efecto a sus enemigos. Kay y Sony empleaban la súper velocidad y la súper fuerza respectivamente, desplomando a unos cuantos y lanzándolos a las aguas. Había cincuenta Narsogs en aquel pantano.

Dayas usaba los puños y esquivaba los ataques cuerpo a cuerpo, no obstante, los Narsogs parecían tener la piel de acero. Dayas era inútil contra esas criaturas. Diez de ellos lo acorralaron y el pobre príncipe se tropezó, cayendo a las espesas aguas de un charco.

- ¡DAYAS! - gritaron Kay y Sony al mismo tiempo, combatiendo a todo el resto de enemigos. Se miraron entre sí, sabían lo que tenían que hacer, a ninguno de los dos le causaba gracia volver a hacerlo. Pero no tenían alternativa.

Los Narsogs, sin sus capuchas y entusiasmados por devorárselos, los rodearon por completo. Cincuenta Narsogs alrededor de dos simples jóvenes. Los JEN extendieron sus manos. Kay le apuntó a Sony y Sony a Kay. La fuerza repulsora y la fuerza de atracción volvieron a combinarse, causando una onda expansiva que masacró a todos los vigilantes nocturnos de un golpe y de la manera más desagradable.

El impacto también los repelió a ellos y ambos cayeron en las aguas del pantano….


PRIMERA REALIDAD ALTERNA:

Dayas despertó en una cama, en la habitación más gigantesca que había pisado, era su anterior cuarto en el castillo de Zimpat. Examinó sus manos, seguían siendo iguales. Su rostro, su edad, todo parecía normal. Se levantó de un golpe, sin saber si se había metido en un sueño o si el sueño era que estaba en un pantano enfrentando a una horda de monstruos.

Miró por la ventana a su derecha, un inmenso y hermoso jardín, repleto de flores, estatuas, fuentes y juegos para niños. Caminó por las baldosas perfectamente sincronizadas y de un color oscuro cristalino con manchas blancas. Reconoció que tenía un pijama y se acarició el mentón, estaba afeitado. Las dos puertas blancas de la habitación sonaron, alguien llamaba a la puerta. Dayas las abrió y un soldado de Zimpat lo esperaba detrás.

- El Rey lo espera, señor- informó y se marchó.
¿Había vuelto a Zimpat y Mongot lo estaba felicitando? Se preguntó. Fue hacia allí, el castillo lucía muy diferente a como lo recordaba, se hallaba mucho más bello, reluciente, limpio y colorido. Aún en pijama de rallas y absorto, alcanzó al soldado y juntos entraron a la sala principal del Rey. Y allí, a Dayas se le sacudió el corazón.

Un hombre parecido a él, lo esperaba en el asiento. Era rubio, de cabello corto, patillas y un bigote de pistolero (con forma de herradura) del mismo color. Ojos azules, delgado y la edad de cincuenta años. Era su padre biológico: Vayas Jimonte.

- Acércate- le indicó. Dayas tragó saliva y lo hizo en silencio. Vayas bajó las escaleras de la plataforma y lo miró con imponente seriedad. Hubo un momento de repugnante tensión, para Dayas, aquel hombre había muerto hacía tiempo y no le tenía mucha estima- No te habrás olvidado, ¿verdad? – dijo Vayas, con tono amable.

- … ¿De qué? – preguntó Dayas, parecía un nene tímido y chiquito.

- ¡De la caza, tonto! – sonrió Vayas y lo tomó del hombro- Me insististe toda la semana para acompañarme a cazar algunos animales silvestres y te quedas dormido. Esa no es la actitud de un Rey…- Vayas le guiñó el ojo a una mujer de cabello castaño muy claro, a quién Dayas no había notado, era su madre- Tu hijo adoptó la misma flojera que tú.

- Acordaron ir en dos horas, cariño- le dijo la mujer, vestía un vestido medieval color verde- Se está burlando de ti- las palabras iban dirigidas a Dayas.

- Yo no…- empezó Vayas a decirle a su mujer, con gracia.

Dayas se quedó petrificado y todo el episodio se silenció. Tenía a sus dos padres, vivos, y Vayas no lo maltrataba, lo quería. Apretó los dientes y contuvo la respiración para no romper en llanto.


SEGUNDA REALIDAD ALTERNA:  

Sony apareció en una habitación que no le recordaba para nada a la suya cuando vivía con sus padres. Se percibía diferente, de una forma que no sabía cómo explicar. Sentía el cabello largo sobre los hombros y algo diferente bajo la cintura. No sabía lo que estaba pasando, buscó un espejo y se sobresaltó. Sony… era mujer. Aquella imagen reflejada lo desorientó, se tocó los pechos para comprobar si eran reales y cada una de las facciones femeninas que había adoptado su rostro. Alterado… o, mejor dicho, alterada, salió del cuarto y buscó en la casa, a quién sea, que le explique lo que estaba padeciendo. Tardó en notar que llevaba falda, camisa blanca, corbata roja y una mochila fucsia en su espalda. No sólo era mujer, sino que también iba a la escuela.

- ¡Vamos, apúrense chicas! – gritaba una mujer en el piso de abajo.

Otra habitación yacía unida a la de Sony, y de allí salió otra muchachita. Sony no supo si reír a carcajadas o asustarse, la joven que salía de su cuarto, apurada… era Kay en su versión mujer. Más bajita, con el cabello atado por dos coletas, el mismo uniforme escolar y comiendo un chupetín.

- ¡A qué no sabés con quién me veo después del colegio! – dijo ‘‘Kay’’, con cierto tono infantil y tonto para generarle envidia a su hermana.

Sony tenía los ojos abiertos como platos, estaba sudando. La madre gritó con aspereza y no tuvo mayor remedio que bajar las escaleras para tomar el transporte que los llevaría al colegio.


TERCERA REALIDAD ALTERNA:

Kay olió el aroma de la comida, el sol se asomaba poco a poco a través de la ventana de su cuarto. Se vistió rápidamente y fue hacia la cocina, muerto de hambre. Allí, Giselle Medina (su mamá) terminaba el espléndido desayuno que le había preparado a su familia. Ulises, su hermanastro mayor, bajó después que él. Era alto, delgado y guapo. Cabello oscuro y la ropa de un oficinista. Se sentó al lado de Kay y él lo saludó, como si lo viera todos los días en la misma rutina diaria.

- Lindo peinado- le dijo Ulises, burlándose del cabello desaliñado y sucio de su hermano- ¿Así vas a ir a conseguir trabajo?

- ¿Conseguir trabajo? – repitió Kay en voz alta, sin comprender. Acababa de notar que nunca en su vida había visto a esa mujer ni a ese muchacho.

- ¿No tienes una entrevista en…- miró su reloj y luego a él- treinta minutos?

Kay tragó saliva, era tanta el hambre que no se había detenido a pensar en la situación que se encontraba. Se limitó a asentir para seguirle la corriente. Al rato, apareció otro sujeto, de cabello oscuro y corto, camisa cuadrillé y pantalones blancos, era Frank Montarnen.

- Buenos días- dijo con alegría. Ulises y Giselle le respondieron. Kay se quedó con la boca abierta y el cereal atascado en su lengua, mirando a su padre.

- Traga, hijo- le dijo Frank- Luego me saludas- Kay obedeció- ¿Quieres que te lleve a la entrevista?

Kay, con los ojos tan abiertos como barriles, asintió débilmente.

- Está nervioso- lo defendió Giselle- No es fácil encontrar trabajo en estos días- luego se sentó con ellos en una pequeña mesa cuadrada, repleta de bebidas calientes, frutas y tostadas. Kay prefirió no detenerse a pensar lo que estaba pasando y se limitó a comer con su familia completa.

Diez minutos después, Frank salió apurado para que su hijo llegara a la entrevista de trabajo justo a tiempo. Kay no podía sacarle los ojos de encima a Giselle y a Ulises, a ambos los abrazó (Ulises se sintió incómodo y creyó que los nervios lo estaban matando) y les dijo que los quería. Se retiró de allí, a duras penas, quería estar más tiempo con ellos, pero Frank lo apuraba o llegaría tarde.

- Puede que no lo recuerde por los nervios… ¿Pero para qué puesto es la entrevista? – le preguntó inocentemente a Frank mientras manejaba el auto y él lo acompañaba en el otro asiento. Kay notó que ambos tenían un parecido sin igual, que sólo se discernía por los cabellos de cada uno y las arrugas de Frank, además de que su padre era siete centímetros más alto.

- Está bien que bromees, pero tómatelo con seriedad- le respondió Frank con solemnidad, con la vista al frente, era un día soleado muy precioso- Sino la clínica privada lo pensará dos veces a la hora de contratarte.

- Médico. Soy médico- pensó Kay, incrédulo.

- Mucha suerte- le dijo Frank apenas llegaron a un edificio de cien pisos y ventanas cristalizadas, en la plena capital de Buenos Aires. Kay lo abrazó y Frank sonrió, divertido- Estarás bien, hijo. No te preocupes, te irá bien.

Kay bajó del auto, entre lágrimas, muy a su pesar. No quería alejarse de él. Luego, un pensamiento lo invadió, intentó formar una bola de fuego con su mano y nada pasó, procuró usar la fuerza magnética y tampoco hubo caso, Kay era completamente normal.

Más feliz que nunca, entró al edificio. Realmente no sabía a dónde ir y se anunció frente al escritorio de una mujer, quién le indicó que se dirigiera al segundo piso. Eso hizo, lo llamaron por su nombre y apellido, y le dijeron que esperara en los asientos. Sólo había un muchacho a su lado. Miró a la inmensa ciudad por los ventanales que reemplazaban las paredes. Vislumbró a los peatones desprevenidos y alborotados, a los miles de autos transitando a cincuenta kilómetros por hora y al cielo azulado con aquel sol radiante.

Tardó en notar que el hombre que yacía a dos asientos de él era Sony. Vestía un traje oscuro de doble botón, muy formal y tenía la expresión de un hombre importante de negocios. Ni le prestaba atención a Kay, como si no lo conociera, esperaba con la espalda derecha (sin apoyarla en el asiento) y con el maletín sobre las piernas.
Las sillas tapizadas formaban un círculo, a su derecha estaban los colosales ventanales que daban a la calle, y a la derecha se divisaba una puerta marrón, cerrada. Kay se olvidó por un momento de todo el rencor que le tenía a su medio hermano y se pasó a la silla próxima, acercándose. Sony, sin detenerse a mirarlo y fijando su atención en la puerta, se sintió algo confuso.

- Oye, Sony- lo llamó. Al principio, el sujeto no le respondió y tardó en responderle.

- ¿Cómo sabes mi nombre? – le preguntó e inmediatamente se miró el traje, Kay no había notado que portaba un carné de presentación, donde estaba escrito: Sony Dameron- Ah, perdona. Siempre olvido que lo llevo puesto. ¿Vienes por una entrevista?

Kay asintió, extrañado y con el ceño fruncido. No entendía que le pasaba.

- Lamento decirte que tu entrevistador se va a quedar sin empleo- continuó Sony, con distancia y educación- Soy abogado, recibido de Harvard y estoy esperando a que me atienda para presentarle una demanda de mi cliente…

A Kay no le interesaba nada de lo que estaba diciendo y volvió a tierra.

- ¿Dónde están Dayas y Lepra?

Sony se rió con soberbia, como si acabaran de contarle un chiste.

- ¿De qué estás hablando?

Entonces Kay lo comprendió. Aquella NO era la realidad, por lo menos, no la que conocía. Y Sony no tenía ni idea de quién era. Se atrevió a preguntarle.

- ¿Tú sabes quién soy?

- ¿Un aspirante a médico? – sonrió Sony con falsedad, su ego era evidente.           

- Ya entiendo- dijo Kay en voz alta, y el abogado le prestó atención- Este es un mundo sin fantasía. No existen los JEN ni los elementales. Es por eso por lo que no me conoces. Nicholas y Frank se conocieron por un accidente, allí, Nicholas descubrió que Frank podía dominar el fuego. Así fue como se hicieron amigos, y luego, cuando él murió, Nicholas se hizo cargo de mí. Y tú te volviste mi hermano.

Sony se levantó de un golpe, aturdido y vociferó con crueldad.

- Dudo que contraten a un loco como tú. ¿Tienes título al menos?

- Yo…

De repente, Kay sintió que algo tiraba de su cuerpo hacia arriba y en un parpadeo, apareció en las aguas del pantano.

LA REALIDAD:

- ¿Kay? ¡Responde! ¿Estás bien? – le preguntó Lepra, desesperado. Kay abrió los ojos, atolondrado. Estaba todo empapado y Lepra lo sujetaba entre sus brazos.

- ¿…Qué fue lo que pasó?  – preguntó el elemental del fuego y notó que había tres círculos del Böju en los charcos que él, Dayas y Sony habían caído.

- Come esto- Lepra le ofreció un fruto azul de la bolsa improvisada que Kay portaba anteriormente. Kay lo comió, atolondrado. Lepra lo dejó en la dura tierra- Les dije que no tocaran las aguas, nunca me hacen caso.

Kay contempló a Dayas y Sony, secándose y comiéndose los otros frutos (sólo eran tres), igual de aturdidos que él. Los círculos del Böju que Lepra había creado se esfumaron rápidamente y el muchacho, enérgicamente, se dispuso a hablarles a los tres.

- Cuando los saqué de allí con mis poderes pude ver lo que les había pasado- informó- Visitaron universos alternos, correspondientes con sus propias vidas. Si llegaban a creer que aquella era SU realidad, se quedarían atrapados allí hasta que las aguas del pantano los ahogaran. Es su mente la que se transporta al otro universo y ocupa la cabeza de su yo alterno en ese mundo. ¿Entienden? – Dayas y Sony asintieron con los ojos cansados- Tuvieron suerte de que los salve.

Kay vio que al lado de Lepra se encontraba el Narsog que había escapado a avisarle a Hélen sobre ellos, estaba muerto y desplomado en el suelo.  
 
Dayas se levantó a duras penas y silbó, esperó unos segundos y un águila descendió hacia él. Dayas cortó un pequeño pedazo de pergamino y con su dedo índice emitió una luz que le permitió escribir. Allí contó todo lo sucedido con Hassian, Mongot y Hélen. Estaba dedicada a Müna. Al final de la carta, había firmado como ‘‘Los Forasteros’’. Dayas enrolló el pergamino y lo colocó entre las garras del águila, esta se dispuso a volar a continuación para enviar dicho mensaje.

- Ya está hecho- dijo.

- Impresionante- vociferó una voz ajena a los cuatro personajes un segundo después. Era un sujeto encapuchado, mucho más robusto y bajo que los vigilantes nocturnos. Sony, Kay, Lepra y Dayas se pusieron en guardia- ¿Elementales? – preguntó el hombre con un tono grave y resonante que no fue nada amigable. Se situaba a unos veinte metros de ellos, más cerca del final del Bosque Azul, es decir, a metros de los últimos árboles.
- ¿Qué es lo que quieres? – le preguntó Lepra, tirando la bolsa vacía a un lado y preparándose para combatir.

- Yo te reconozco- saltó Dayas- ¡Estabas en el bar de Zimpat! ¡Eras uno de esos borrachos durmiendo!

- Estaba cansado y fui por unas copas- respondió la voz ronca del encapuchado- Allí los escuché…

Kay y Sony apretaron los puños y fruncieron el ceño, aquel hombre podía saber a dónde iban y delatarlos.  

- Sólo quiero comprobar una cosa- dijo el nuevo personaje y a su izquierda, en el medio del aire, apareció un agujero negro de diez centímetros. El sujeto metió su puño en el agujero. Y asombrosamente, su brazo y su mano surgieron de otro pequeño agujero negro a un lado de Dayas, golpeándole en la cara. El príncipe se tambaleó y cayó al suelo.

- ¡Qué demonios…! – exclamó Sony, asustado y sorprendido al mismo tiempo.

El sujeto, sin moverse de su lugar, formó un triángulo con los pulgares y los índices de ambas manos, a continuación, aparecieron tres vórtices más de diez centímetros. Uno a la altura de su brazo derecho, otro a la altura de su rodilla derecha y el último a la altura de su rodilla izquierda. El sujeto comenzó a meter sus patadas y sus manos en los cuatro agujeros flotantes.

Un pie suspendido, sin cuerpo, pateó a Lepra en la cola. El otro pie pateó a Kay en el hombro, el puño golpeó a Sony en la cara, pero este lo detuvo con una mano, el puño volvió al agujero y desapareció, en ese preciso instante, el sujeto sacaba el puño izquierdo del vórtice y seguía allí, a veinte metros de los Elementales.

- Creo que puede crear portales en los aires, eso le permite realizar un viaje instantáneo de cualquier parte de su cuerpo, a su vez, crea una conexión visual y física entre dos puntos del espacio tridimensional- explicó Lepra. El sujeto estaba impresionado.

- En español, por favor- vociferó Dayas, tomándose de la cara por el golpe.

- Quiere decir que transporta las partes de su cuerpo a través de los agujeros negros, para golpearnos a distancia- aclaró Sony. 

- Es fascinante- chilló Kay. 

- Tengo una idea- exclamó Sony y pensó- Si los agujeros negros a su lado tienen una conexión espacio-temporal con los que tenemos aquí…- los agujeros negros que aparecían cerca de ellos, se desvanecían y volvían a emerger desde diferentes puntos.
El hombre de voz ronca pasó un brazo por el agujero a su izquierda. El brazo, flotando y sin cuerpo, apareció en la nuca de Kay y procuraba lastimarlo. Sony fue rápido y le lanzó una bola de lava al brazo parlante. Este se vio dañado y regresó por donde había venido, el vórtice desapareció.

El nuevo sujeto sacó el brazo del agujero negro a su izquierda, tenía guantes y ahora estaban hechos añicos y varias heridas se vislumbraban.

- ¡Sony descubrió cómo vencerlo! – exclamó Dayas- ¡Forasteros, todos ataquemos a los agujeros que aparezcan cerca de nosotros!

Kay, Lepra y Sony asintieron, los tres revelaron su respectivo elemento en la mano derecha, esperando la tercera o cuarta tanda de ataques. Dayas creó una esfera de luz. No obstante, el hombre se detuvo. Los vórtices a su alrededor desaparecieron cuando volvió a formar el triángulo con los dedos y se acercó a ellos, evitando los charcos. Se quitó la capucha con aire triunfante. Los elementales estaban listos para la acción, pero no fue necesario.

- En un minuto lo resolvieron, impresionante- dijo, muy entusiasmado. Era un hombre de treinta años, con el cabello corto y en forma de cresta (de color violeta y castaño), la barba circular (del mismo tinte), y los ojos y las cejas de un tono morado. La capucha era una túnica negra que se transformó en capa, vestía los trozos de una armadura oscura y oxidada, el resto de su cuerpo estaba cubierto por cuero. También tenía un arito en la oreja izquierda.

Los elementales esperaron, desconfiados.

- No les voy a hacer daño, sólo quería comprobar si eran ustedes- nadie le contestó, todos tenían las miradas largas, a pesar de su simpatía, no se fiaron de él- Tranquilos. ¿Si? Mi nombre es Rak. Aunque la mayoría me conoce como… el Profeta.





[1] La guerra de las bestias: El medallón de plata. CAPÍTULO 2. ‘‘Van Robin Hed’’. Pág 17.