martes, 26 de septiembre de 2017

El Despertar de la Bestia. Parte 1: CAPÍTULO 2.



El Despertar de la Bestia. Parte 1: CAPÍTULO 2.

Todo empezó el verano del 2227, tres civiles paseando en el horario restringido, una patrulla asesinada y habilidades sobrenaturales nunca antes vistas. Puede ser que hubieran escapado del régimen militar, sin dejar rastros de su presencia, pero las cosas no habían salido tan redondas para los elementales. Muchos se burlaban de los soldados presentes; creían que tanto alboroto había respondido a una fábula inventada de manera colectiva. Claramente, todo esto fue guardado en profundo secreto, de lo contrario habría represalias y manifestaciones por cualquier causa. Una gorra había sido encontrada (la que a Kay se le había caído) pero los hechos parecían ser insuficientes, demasiado surrealistas. Hasta que un día, los guardias de seguridad encontraron pruebas irrefutables en las cámaras de seguridad de esa noche, y a partir de entonces, inició una investigación…
¿Aquel que había dominado el fuego y había destruido un vehiculo de guerra (abriendo un tanque de lado a lado) podría tratarse del mismísimo Van Robin Hed? Tardaron más de un año en encontrar un ADN compatible con los cabellos encontrados dentro de la gorra, y finalmente un nombre surgió: Kay Montarnen.     

Ahora bien, la antigua G.N.U.M descubrió todo esto mucho después del inicio de esta historia; la cual se remonta al año 2228. La Argentina, al igual que todos los países de América, se encontraba sometida a una predominante dictadura militar, compuesta por diferentes grupos bélicos de todos los países de la G.N.U.M. Inminentes ataques transcurrían día tras día, desapariciones e interrogatorios a sospechosos. No había país que no se encontrara bajo un gobierno de facto en la denominada G.C.J.M (Gobierno Continental de los Jefes Militares). Los conflictos internos entre comandantes de las distintas naciones empezaron a agudizarse cada vez más, las amenazas de guerra ya parecían ser algo de todos los días. La situación empeoraba por la creencia del comienzo de una guerra civil, miembros de extrema izquierda a favor y en contra del gobierno, o a favor y en contra de las recientes medidas tomadas (diversos grupos de ‘’la otra especie’’ habían entrado en la política, estableciendo negociaciones con las autoridades), discriminación y represión.
Fuera de todo esto, en un pueblito de los suburbios del Gran Buenos Aires, (un pueblo al que el régimen militar aún no había afectado) vivía un joven con su novia. El pueblo se encontraba a ochocientos kilómetros de la capital y se llamaba Morena; Kay y Agustina alquilaban una pequeña casa a pocas cuadras de la plaza principal; un gran terreno repleto de pasto y cemento que recorría el camino hasta el final de la calle. Hacía muy poco tiempo que habían empezado a vivir allí, la convivencia era dura, poco se conocían y contrarrestaban en diversas decisiones; de todos modos, se querían mutuamente y se aceptaban el uno al otro. Kay trabajaba en una tienda de computadoras (una porción del tesoro azteca también ayudaba a reducir los gastos) mientras que Agustina era la ama de casa; cocinaba, limpiaba, visitaba a los vecinos y realizaba las compras.
En honor al primer año de convivencia, Kay invitó a sus dos compañeros de aventuras a conocer el vecindario, Sony y Natal no necesitaron pensarlo dos veces. Era sábado, los invitados llegaron a Morena a las 19hs, Kay los esperaba en la entrada al pueblo; Natal había venido en su nuevo auto Peugeot (del año 2224). Sony cumplía 21 años este año, ya había dejado de ser un adolescente, vestía un gran saco negro, jeans y camisa blanca; se había dejado crecer la barba, no mucho, pero lo suficiente como para contrastar su nueva figura. También había crecido unos cuantos centímetros y su figura era algo más ancha. Natal, por primera vez, se había cortado el cabello; abandonando eso pelos largos y ondulados por un corte clásico; tenía puestos sus míticos anteojos redondos y vestía un buzo marrón, más el jean azul. Fueron inevitables los abrazos y los comentarios como ‘’ ¡Qué cambiado que estas!’’ o ‘’ ¡Mira lo que has crecido!’’. Kay, por su parte, se había dejado crecer el pelo (pero sin señales de barba) tenía una figura un poco más descuidada que la de sus viejos amigos, pero mantenía esa misma energía que lo caracterizaba.
Kay se subió al auto de su compañero y juntos se pusieron al día en camino a su casa.
- ¿Cómo te trata la paz del pueblo?- preguntó Sony, sonriente.
- No me puedo quejar- respondió Kay- Nos llevamos muy bien entre todos y el pueblo no está plagado de movimiento como la capital… es grandioso. ¿Y ustedes? ¿Qué ha sido de sus vidas?
- Un amigo piensa venderme su casa en San Martín, hay una probabilidad que me vaya para allá a vivir en unos pocos meses, quiero empezar a formar mi vida y ya molesté demasiado al ‘’profesor’’ viviendo con él; de todos modos… Natal se la pasa con ese cubo- contó Sony, Natal hizo una mueca.       
Kay pareció querer evadir el tema.
- ¡Muy bien, amigo!- lo felicitó- Ojalá te vaya bien en todo lo que te propongas. Cambiándoles de tema… estoy ansioso porque conozcan la casa. 
- Gracias, gracias- respondió Sony.
- ¿Hacia donde doblo?- preguntó Natal.
- A la derecha, son tres cuadras y les indico- respondió Kay.

Arribaron la nueva casa de Kay en unos pocos minutos, un hogar acogedor, de tres ambientes y un inmenso patio delantero, justo enfrente yacía la avenida principal, con un boulevard gigantesco en el medio, más parecido a una plaza rectangular, con pequeños árboles, bancos, juegos y postes de luz perfectamente sincronizados.
Adentro, Agustina cocinaba para los invitados, un tentador aroma notaron apenas entraron a la casa; se trataba de pollo y fideos.
La novia de Kay era exactamente igual a como la recordaban: bajita, rubia, delgada, espaldona, y unos hermosos ojos azules; vestía un delantal rojo con rallas blancas y un sombrero para cocinar, parecía ser toda una chef profesional. Saludó a los invitados sin demostrar mucho cariño, aunque hizo ver una inmensa sonrisa por su presencia.   
- Me da mucho gusto volver a verlos- dijo Agustina.
- Lo mismo digo- sonrió Natal, algo muy poco común.
- Y tú Sony, estas mucho más guapo- exclamó la mujer.
Sony se sonrojó y respondió un simple ‘’gracias’’
- A ver cuando le conseguimos alguna chica a este muchacho- rió Kay, un poco celoso. 
A Sony se le vino una canción a la mente ‘’Vive y vivirás, aleja la pena y ayúdate que un paso más debes dar’’ la cual desapareció de sus pensamientos cuando lo interrumpieron.
- Te colgaste, se nota que eres tímido- dijo Agustina- Creo que mi amiga Florencia está soltera, después me encargo de eso…
- No es necesario, estoy bien así- dijo Sony con delicadeza.
Agustina hizo una mueca y fue a ver como se cocinaba el pollo.
- Lo va a hacer de todas formas- le murmuró Kay.

Los cuatro personajes se sentaron en la mesa rectangular del living; los platos, las bebidas y los cubiertos ya estaban servidos. Agustina cocinaba de maravilla, no hubo tiempo de conversación hasta que los platos estuvieron vacíos.
- Me imagino que se quedarán toda la semana- dijo Kay, a Agustina pareció no gustarle la idea, pero no dijo nada al respecto.
- No queremos molestarlos, además tenemos nuestros propios asuntos en la ciudad, máximo dos días, calculo- dijo Natal, quien había notado la reacción de la novia de Kay.
- Vivimos juntos durante un cierto tiempo, por eso me cuesta tenerlos lejos…- dijo Kay.
- ¿Qué pasó con la casa en la que vivías hace unos años a las afueras de la ciudad?- preguntó Sony, mientras recordaba lo que habían vivido allí… en especial todo lo relacionado con Van Robin Hed. 
- La estoy alquilando, aunque me estoy comunicando con un posible comprador, es probable que la venda definitivamente, la distancia es un problema como para comprobar en que condiciones la dejan y eso…
- La paliza que nos dimos allí, ¿recuerdas?- dijo Sony.
- ¿Paliza? ¿Pelearon?- preguntó Agustina, anonadada.
- Bueno, si…- le respondió Kay, quien había colocado su brazo en el respaldo de la silla de su pareja- Por una chica, hace mucho tiempo- mintió.
- ¿Una chica? No quiero imaginar a cuantos habrás golpeado por chicas…- Agustina retiró los platos y luego pasó al baño. En su ausencia, Sony le murmuró.
- ¿No sabe nada?
- Nada, y tampoco quiero que lo sepa. Discreción, por favor.
Natal y Sony no se contentaron con la noticia, creían que Agustina tenía todo el derecho de conocer su verdadera naturaleza. La mujer regresó del baño y apenas se sentó les habló.
- Kay no me habla mucho del asunto, pero… ¿lograron encontrar el calendario azteca en México?
- ¡Claro!- exclamó Natal.
- ¿Y por qué lo buscaban?
- Demasiadas preguntas, amor. Deben de estar cansados por el viaje…- quiso interrumpir Kay, pero Natal respondió de todas formas.
- Soy profesor de historia, en un tiempo ellos eran mis asistentes, y bueno… soy muy comprometido con mi trabajo, quería conocer de cerca la cultura mexicana para luego enseñárselas a mis alumnos. 
- Ah…- asintió Agustina- Qué sorprendente que es la vida, si usted no nos hubiera buscado a mi madre y a mí para ayudar a Kay, nunca los hubiéramos conocido. Aunque… eso nunca me terminó de quedar claro. Cuando apareciste estabas muy desesperado, pero cuando llegamos… Kay estaba en perfectas condiciones.
Sony rió y comentó.
- Es increíble lo que hablas, me haces recordar a mi prima…- todo fue silencio y caras largas.
- ¿Qué sucede?- preguntó Agustina sin comprender.
- Mi prima falleció, Agus. Hace tres años- respondió Sony con naturalidad.  
- Lo siento mucho, Sony- dijo Agustina, frunciendo el ceño- Si no te molesta… ¿Cómo murió?
- Un accidente… de tránsito- respondió el elemental y apretó los dientes. 
Kay se quedó pensativo.
- Donde sea que esté, seguro que debe ser un lugar mejor- sonrió la mujer- Ahora, ¿Por qué mejor no van a descansar? El viaje fue largo, mañana se pondrán mejor al día.
- Por supuesto- contestó Natal, más animado.
Sony y Natal agradecieron por la comida y ayudaron a levantar los platos. Kay les indicó donde se encontraba su habitación, no era muy grande, y apenas tenía dos colchones y algunas frazadas. Pero sus compañeros no exigían exclusividad y se tiraron inmediatamente. Kay les cerró la puerta y les deseó buenas noches.

A las cuatro de la mañana, oyeron fragmentos de una conversación, Kay y Agustina discutían por alguna razón. Estaban tan cansados que mucho no escucharon y tampoco les incumbía, pero la pelea parecía ser importante. A la hora siguiente, todo era silencio. A pesar de eso, fue una noche tranquila.
A Sony le dieron ganas de ir al baño, observó la puerta cerrada de la habitación de la pareja, por alguna razón, sintió que Kay no estaba allí dentro. Tomó una botella de agua de la heladera y subió al balcón. Kay, en pijama, contemplaba la noche, con los brazos sobre una baranda que se extendía por toda la gran terraza. Algunas personas caminaban por las calles, jóvenes borrachos que regresaban a sus casas después de divertirse en algún boliche de la zona. Todos los negocios cerrados, había humedad, el cielo estaba nublado (la luna ausente) y oscuro. 
- ¿Quieres?- Sony le ofreció la botella de agua a Kay. Su amigo asintió y le agradeció. Kay bajó la cabeza, sin dirigirle la mirada y sin decir nada- ¿Está todo bien?
Kay suspiró y respondió.
- Volvimos a pelear. Hacía ya un tiempo que no lo hacíamos- Kay apretó los dientes.
- No creo que sea nada grave, por lo que veo… les va muy bien, juntos- lo animó Sony.
- A veces. Discutimos por muchas razones, somos muy… diferentes. Por momentos me pregunto si hice lo correcto en venir a vivir con ella, sin siquiera conocerla del todo. No me mal interpretes, la amo. Pero… 
- No tienes porque darme explicaciones, amigo. Tú sabes que por nuestra conexión sé todo sobre ti.
- Eso es hasta incómodo…- sonrió Kay- No quiero imaginar en que momentos lees mis pensamientos.
Sony se enrojeció de la vergüenza, aunque nunca había hecho nada semejante.
- Siempre sabes como ponerme incómodo. No cambiaste nada- dijo Sony y le dio una palmada en la espalda- Sea lo que sea, intenta razonar con ella, algunas veces el orgullo no nos deja pensar con claridad. Observá tus defectos y que Agustina haga lo mismo, resuelvan esto como una pareja, como lo que son. Es un consejo nomás…
- Y tú siempre sabes que palabras decir en momentos tensos- respondió Kay y ambos se miraron entre risas.
Natal los observaba a escondidas, orgulloso.
- El par de jóvenes que conocí hace tres años desapareció, ya son dos verdaderos hombres- pensó e inmediatamente un recuerdo vino a él.

‘’ Hace casi 21 años, Pedro Kimhote acababa de casarse con Verónica Natal en Brasil. Pronto, ella dijo esperar un bebe suyo, Kimhote; que había esperado durante siglos algo que nunca sucedió, había decidido continuar con su vida y vivir como un humano normal. Estaba muy enamorado, pero con cierta culpa… pues creía haber traicionado al mago que le había encomendado el mayor sacrificio de su longeva vida. Unas semanas después, Verónica lo sorprendió con la noticia de que legalmente compartirían apellido gracias a un abogado amigo de su padre. En ese entonces, Pedro llevaba el nombre de Ignacio Barrios, con el cual había tenido diversos problemas… pues lo había utilizado durante cien años ya que su nuevo cambio de identidad se veía afectado por las estrictas políticas de la recién nacida G.N.U.M. Si bien estaba prohibido el cambio de identidad desde hace unos cuantos años y múltiples organizaciones judiciales lo buscaban desde hace siglos. Pedro era una leyenda urbana entre los oficiales de todo el mundo, la cual contaba con un ‘’hombre inmortal’’ o un ‘’legado inmortal’’ es decir, que creían en la existencia de una familia que se fue ocultando de las distintas sociedades para realizar incontables crímenes. Aunque aquella historia era un disparate, era la más creíble. Verónica le había, incluso, adoptado una nueva historia familiar, además de un nombre en ingles que a Pedro no le gustó para nada, en especial por su significado en español…           
Fuera de todo esto, su luna de miel acabó finalmente y se irían a vivir a Europa, donde ambos tenían empleos asegurados por familiares de Verónica, aquel sería el lugar correcto para educar a su futuro hijo. Mientras empacaban, la mujer de Pedro encendió el televisor, un noticiero brasileño decía:

{{{MASACRE en capital de Buenos Aires, un incendio terminó con una familia entera: La familia vivenciaba el cumpleaños de uno de los niños.}}}
Pedro se quedó atónito, y más aún cuando el relator continuó hablando.
{{{Frank Montarnen y Giselle Medina eran los dueños de esta casa, junto a sus respectivos padres y hermanos festejaban el cumpleaños de su hijo Ulises, se confirmó también la muerte de un bebe de casi un año de vida, al que… según fuentes oficiales, habían registrado como Kay Montarnen.}}}   

- No es posible…- dijo Pedro, aturdido- El hijo de Christopher, el elemental ingles… oí que se había ido a vivir a Argentina- Verónica lo tomó del hombro, su marido se apartó delicadamente y fue hacia la terraza del hotel a tomar un poco de aire.
- ¡Amor! ¡Ven pronto!- gritó Verónica, exaltada. 
Pedro regresó y leyó al nuevo titular.

{{{¡ÚLTIMO MOMENTO, EL MÁS PEQUEÑO DE LA FAMILIA SOBREVIVIÓ!: Nicolas Dameron, amigo de la familia, acaba de confirmar que lo encontró en la puerta de su casa, sano y salvo.}}}’

- Nicolas Dameron, el hijo de Joseph, el elemental estadounidense- asintió Pedro- ¿Cómo es esto posible? ¿Lo salvó? 

{{{Muchos vecinos aseguran que el bebe estaba con la familia durante el accidente, por lo que se le está haciendo un análisis de reconocimiento al pequeño.}}} ’’

- Siento interrumpir- le dijo Natal a sus compañeros- No necesito ser un JEN y tener su extraña comunicación para notar que ninguno de los dos está durmiendo en su cama.
- ¿Te nos unes?- exclamó Kay, alegremente- Gracias por venir, a ambos. Son la razón por la cual piso tierra en momentos como este.
- Hablando de eso, creo que lo más sano es que se lo digas…- le dijo Sony.
- ¿Decirle que soy un elemental? Puede ser… es difícil. Creo que no lo entendería y temo que quiera dejarme.
- No temas- le dijo Natal- Si el amor es lo suficientemente fuerte, no tendrás de que preocuparte.
Kay y Sony miraron a Natal entre risas, nunca jamás hubieran imaginado escucharlo decir un consejo como ese.
Natal se sonrojó un poco, pero mantuvo su seriedad.
- Nunca te pregunté… ¿De qué estas trabajando?- dijo el viejo elemental, intentando cambiar de tema,
- Ahora en una tienda de computadoras, me está yendo bastante bien. Aunque, gracias a un justo cambio, cuento con mucho dinero por la venta de las monedas aztecas. Agustina no sabe, cree que por mi buen desempeño me aumentaron el sueldo. ¡Ojalá fuera así! 
- Es bueno saberlo, imploro porque no te pesquen. Si descubren que tienes monedas del tesoro azteca, empezarán las preguntas sobre como lo conseguiste y eso nos compromete a todos.
- En cierto sentido lo robamos, pues no nos pertenecía, pero bueno… después de todo lo que hicimos, no está tan mal. El Rey Patricio era consciente de todo, lastima que no esté con vida como para defendernos de algún problema legal con los estados.
- El gobierno militar es una pesadilla- dijo Sony, frunciendo el ceño- A veces quisiera poder ayudar a…
- Pero no debes- interrumpió Natal- Ninguno de nosotros puede intervenir, si descubren nuestro poderes podrían pasar cosas aún más terribles- los JEN tragaron saliva, no le habían contado a Natal cuando se enfrentaron al tanque el año pasado y no creyeron que aquel fuera el momento adecuado- Por otro lado, con Sony hemos buscado incansablemente a los Narsogs que escaparon de la cordillera, sin éxito. No hay rastros, parecieran haber desaparecido… Peor aún, la famosa organización conocida como ‘’La Cruz’’ que creó Morgán volvió a surgir, con líderes que pertenecen a la sociedad…    
- Algo grande está por ocurrir, no solo aquí, sino en todo el mundo- agregó Sony.
- Todo esto trae una proposición, ¿No es así?- dijo Kay, impaciente. 
- No necesariamente, respetamos que hayas decidido venir a vivir aquí, pero te necesitamos…- repuso Natal.
Kay hizo una mueca.
- Entiendo- dijo- Pero no puedo. Este es mi lugar, mi hogar, mi familia. No quiero perderla; sé que es importante, pero cada vez que intentamos salvar el mundo termino perdiendo otra parte de mí. Con Dimitrion perdí a Jessica, con Morgán supe la verdad sobre mi familia y perdí la vida por un momento, así también como en el Zen perdimos a tantos otros. Faír…Clavito… No creo poder soportar si algo les pasa a ustedes o a algún otro que quiera. Por eso, pase lo que pase, quiero proteger a Agustina.
- Eres uno de los JEN, esa selección misteriosa que te dotó de habilidades más allá de las elementales. No puedes renunciar así como así- le habló Natal, un poco molesto.
- Kay- interrumpió Sony, más calmado y tomando el hombro de Natal para que se tranquilizara- Respetamos tu decisión, amigo. Pero si en algún momento cambias de opinión, aquí estaremos- Sony tomó a Natal para marcharse a dormir.
Kay se quedó pensativo y asintió, de repente un pensamiento vino a él.
- Me surgió una incógnita. La Cruz… los narsogs, las leyes incumplidas, el misterio de una gran parte de la población. ¿No les resulta sospechoso que las bestias se integraran a la sociedad el mismo año que Hariet fue liberado por Minos en el templo de Jimonte? ¿O que hubo miles y miles de intentos de que explicaran su antigua procedencia, y todos ellos (los más cuerdos) decían no recordar nada? Me pareció un disparate esa vez que el secuaz de Morgán dijo que su ‘’dios’’ los había enviado a esta tierra. Es como si lo hubieran planeado, integrarse a una civilización que se encontraba más tolerante que nunca. ¿Es posible… que las bestias; niños, hombres o mujeres, sean una fachada? Para que en el momento adecuado…
- Jamás, conocí una increíble variedad de familias respetadas de la otra especie. Lo que dices son tonterías y conjeturas racistas- respondió Natal de mala gana, molesto por el tema hablado anteriormente.
- ¿¡Qué quieres decir!?- gritó Kay furioso, al mismo tiempo, un leve temblor irrumpió en la casa. No fue hasta entonces que Kay hizo a un lado su enojo y reconoció lo que había hecho.
- Santo dios…- susurró Sony, Natal había abandonado el ceño fruncido y lo acababa de reemplazar por un gesto de total sorpresa- Cuanto poder…
- Contrólalo- le dijo Natal- Tranquilízate, libera las tensiones. Si no logras enfocarte, quien sabe lo que puede llegar a pasar.
- Dítelo a ti mismo… tú me provocaste- contestó el elemental del fuego, más relajado pero apretando las cejas.
- Oigan, basta de pelear- ordenó Sony- Nunca creí que sería yo el que dijera eso…  
Agustina apareció en la terraza, rodeada con una sábana, el pelo suelto desalineado, el rostro pálido y fatigado.
- ¿Qué hacen aquí? ¿Qué fueron esos gritos?- preguntó.
Kay fue con ella y le inventó una excusa, a su vez le deseó buenas noches a sus compañeros y juntos se marcharon hacia su habitación.
Sony continuaba observando la puerta por la que se habían marchado, desconcentrado.    
- Sony…- lo llamó Natal.
El muchacho dio vuelta la mirada para dirigirse a su mentor y en ese mismo instante sufrió un mareo y una rápida pero contrastante imagen vino hacia él: Dos ojos fantasmales en la oscuridad.
Sony se quedó anonadado, mirando fijamente el suelo.
- ¿Qué ocurre?- preguntó Natal.
- Una… una visión.
- ¿Qué fue lo que viste?- se sobresaltó su compañero.
- Ojos… no parecían humanos, eran inmensos y me miraban como si los tuviera justo en frente de mí- respondió Sony, suspirando forzosamente- No, no me siento muy bien…
- Bajemos y toma o come algo, si continúas así te acompaño al médico- le indicó Natal.
- No es eso… no sé como explicarlo, es una sensación, una horrible y preocupante sensación. Similar a la que tuve cuando dejaron mal herido al príncipe…
- ¿De qué hablas?- Natal lo miró de reojo.
- Hay como una palabra que juega en mi mente, va de aquí a allá, pero me es imposible encontrarla y pronunciarla…
- Sony, me estas asustando con todo esto…
- ¡La espada divina y la otra dimensión son la clave!- exclamó Sony como si estuviera loco, y se sentó en el suelo entre lágrimas, confundido.
- Ven- Natal tomó a Sony del antebrazo y lo condujo a la habitación para que descansara. No era la primera vez que Sony sufría un episodio semejante, generalmente ocurrían en situaciones poco comunes, de extrema delicadeza. En el momento que lo ayudaba a bajar las escaleras, Natal comprendió que algo GRANDE se avecinaba.

‘’ Cuando Pedro decidió volver a Argentina vivenció una de las peores tragedias de su vida. Él había convencido a su esposa de cambiar el rumbo y buscar una nueva vida en aquel país, después de todo, tenía una misión que cumplir, la cual Verónica conocía a la perfección. Pues el hecho trágico que Fismut había mencionado hace siglos acababa de ocurrir e involucraba a dos elementales (a Pedro le sorprendió saber que se conocían, pues la mayoría de los elementales esparcidos en el mundo no tenían la menor idea de la existencia de los demás. Como en el caso de Christopher, padre de Frank; y Joseph, padre de Nicolas). Lamentablemente, Verónica y su hijo fallecieron un 9 de junio en la autopista T.w (la directa a Buenos Aires) a causa de una fuerte ventisca que sacudió el vehículo; Pedro, apunto de ser padre, no tenía habilidades. Las recuperó tiempo después de muerto su hijo, y desde entonces, consideró a sus propios poderes como una maldición.  
Tres años después de la masacre de los Montarnen, Pedro se había establecido en el Gran Buenos Aires, una noche de lluvia, después de tanta espera, decidió ir a visitar a la familia Dameron. Frente a la puerta, a último momento se retractó y decidió marcharse, justo a un lado había un gran ventanal donde podían observarse a dos bebes jugando entre ellos con bloques y juguetes; sin compañía de adultos. Pedro se acercó cautelosamente entre los arbustos del jardín que daban con el ventanal y los contempló.
Pedro nunca supo porqué, pero en ese momento lo descubrió, aunque no hubiera pruebas suficientes que lo comprobaran, él estaba seguro. Frente a todo lo que había tenido que sufrir, Pedro lloró y entre las lágrimas mezcladas con la lluvia, dijo:
- Son ellos, resultó ser cierto, tantos años esperando… ellos son los JEN. ’’ 

DÍA 1:

La noche fue perturbadora, no por las peleas ni los desentendimientos, sino porque en la oscuridad de los sueños, imágenes de distintos puntos en el tiempo acecharon a los JEN.
Para empezar, a Sony le vino a la mente un preocupante episodio, en el, una gran sombra le quitaba la vida a un increíble número de ciudadanos, todos ellos gritando entre el miedo y la desesperación, acorralados. Una verdadera masacre que incluía a hombres, ancianos, mujeres y… niños. A una relativa distancia yacía un hombre de espaldas con un centro en la mano, gustoso del sangriento espectáculo.
En el caso de Kay, un extraño ser celestial danzaba de un lado a otro en un fantástico mundo, repleto de descomunales construcciones mágicas y seres inmensos con la piel verde; el espíritu parecía ser del sexo femenino y observaba a todos ellos vivir en armonía.
Así como nosotros, los seres humanos ordinarios, olvidamos determinados sueños que padecemos en nuestras noches o días de descanso, a los JEN les ocurrió lo mismo. Ninguno de los dos recordó algo de aquellas visiones, al principio…
Despertaron al amanecer, Sony y Natal desayunaron junto a Kay y Agustina, quienes parecían haberse reconciliado. Agustina terminó de tomar el te con hierbas que se había preparado e informó que iría a hacer las compras, los hombres permanecieron en la casa, ayudando a Kay en lo que pudieran.   
Algunas de las tejas del techo estaban destruidas debido a que era una casa de hace muchos años, Sony y Natal ayudaron a colocar algunas nuevas que Kay había comprado días anteriores. Tras largas horas de trabajo, los elementales regresaron a la mesa y compartieron un mate con galletitas.
- Agustina no ha venido aún, que raro- le dijo Kay a sus compañeros.
- Ya vendrá- le dijo Sony- No se como serán los supermercados aquí, pero siempre son un loquero.
Kay sonrió.
- Tal vez las cosas no estén tan bien entre nosotros, pero… creo que he tomado una decisión.
- ¿Cuál?
- Voy a proponerle matrimonio a Agustina, quiero casarme con ella.
Natal tragó saliva y habló firmemente.
- Sea cual sea tu decisión, la respetaremos. Es más, creo que mañana ya sería un buen día para partir y regresar a Buenos Aires. Hay muchas cosas que hacer.
- Lo siento Natal… de verdad que lo siento. No quería ofenderte. Pero por un momento quiero dejar de pensar en los problemas y de dedicarme un poco a mi propia felicidad.  
- Estamos orgullosos de ti, Kay- Sony lo tomó del hombro- Tantas cosas cambiaron estos últimos tres años, enfrentamos muchos peligros y salimos adelante, mereces la oportunidad de vivir normalmente. Comparto con Natal que mejor será que mañana nos vayamos.
- Pueden quedarse todo el tiempo que quieran aquí, pero si esa es su decisión, los ayudaré a empacar.
Otra hora transcurrió, para pasar el rato, practicaron algunas habilidades elementales en el patio detrás de la casa, donde nadie los veía. Kay saltaba de un lado a otro, haciendo volteretas y causando algunas ráfagas de fuego con sus patadas.
- Hacía mucho que tenía ganas de hacer esto. Por temor a que Agustina me descubra, no las utilizaba- dijo Kay, secándose el sudor de la cara con una toalla y luego dirigiéndose a Natal- No quiero que te vayas y no sacarme una duda que me corrompe desde hace años, pero con todo lo que nos pasó nunca tuve la ocurrencia de preguntártelo.
- Pues habla… ya has chusmeado sobre mi pasado hace algún tiempo- le respondió el más viejo de los elementales.
- Bueno… como eres inmortal. Me preguntaba si nunca te aburriste de vivir tanto tiempo. Recuerdo que nos habías dicho que estudiaste muchas carreras y tuviste muchos trabajos con los cuales compraste la mansión. Estoy seguro que antes de conocernos habrán ocurrido muchas aventuras en tu vida.
- Así es. Y es probable que no recuerde a la gran mayoría, mi vida es larga, pero mi memoria no tanto. Conocí a muchos de sus antepasados, e incluso a sus abuelos, los ayudé en diversas ocasiones. Aunque… nunca hubo ninguna situación especial como las que he vivido con vosotros. Siempre me marchaba por algún tiempo, para prevenir el dolor, pues todos ellos dejaban de poseer la vida eterna al engendrar hijos, comenzaban a envejecer y sus muertes eran algo inevitable; por cobardía, eran momentos que evitaba presenciar.
- Eso es muy duro…- dijo Sony, con cierta empatía- Bueno, nosotros te seguiremos la corriente hasta que nazcan nuestros hijos, por lo menos en mi caso…
Natal lanzó una sincera carcajada.
- De todos los elementales que conocí, solo con ustedes forjé una enorme amistad. 
Kay y Sony se quedaron petrificados, no alcanzarían ni cien vidas para describir todas las hazañas del viejo Dick Natal. Una lágrima de emoción le cayó a Kay, rápidamente cambió de tema. 
- Si mis cálculos no me fallan, conocimos a otros cuatro elementales, nosotros somos tres, lo que da un total de siete elementales. ¿Faltaría uno, no es así?- preguntó.
- Así es, chico. El elemental de la tierra, Marcos Viman, un hombre muy fuerte y con un gran carácter.
- ¿Pudiste dar con él o con sus descendientes?
- Al igual que con Juan Jimonte, Miljen Morgán y Dimitrion Curtansen; Viman desapareció. Fue un apellido tan común en España que me resultó imposible encontrar a sus verdaderos herederos. Tal vez el linaje se cortó con la muerte de alguno, quien sabe. Pero nunca llegué a dar con los descendientes de la tierra.
- Al fin un verdadero elemento- exclamó Kay, divertido- Sin ofender, Sony.
- Descuida- le respondió su amigo con una fingida mirada amenazante.
- Ahora si que el círculo en mi cabeza está completo. Sony controla la lava, tú al aire, yo al fuego, Dimitrion al inusual fuego oscuro, Morgán al hielo, Dayas al agua y a la luz, Viman a la tierra y al rayo... Jessica- Kay bajó la cabeza, apenado. Pero inmediatamente se animó- Me imagino que vivir tantas épocas habrá sido difícil- Kay empezó a enumerar con los dedos- El romanticismo, el clasismo, la industrialización, la modernidad… ¿Dónde estuviste durante la época Nazi? O… ¿Durante el peronismo? ¿Sufriste las dictaduras militares de América? ¿Conociste a algún presidente? ¿La televisión pasaba mejores canales antes?
- Si te quieres ir ahora, ya entiendo por qué- le murmuró Sony a Natal.       
- Curiosamente, siempre me mantuve alejado de problemas de ese tipo, mi identidad siempre me resultó muy delicada- respondió Natal a un ritmo moderado- Fui un nómade, y por mucho tiempo me sentí muy solo, pero la vida me dotó de hermosas compañías; de personas que llegué a considerar hermanos u hermanas, maestros, padres y madres. Aprendí de todo y de todos, en infinitos lugares. La lectura siempre fue mi pasatiempo más cercano a la realidad, con ella pude comprender el mundo de una manera única. Al fin y al cabo, todo se pasó volando; acepté mi destino y lo conduje hacia este punto en especial. Hacia el día que me topé contigo Kay, en la ciudad o el día en el museo que Sony y yo nos conocimos.
- Eres una persona fascinante, no imagino todo lo que habrás aprendido en todos estos años- dijo Kay.
- El hombre es increíble- reafirmó Natal- Su inteligencia nunca parará de sorprenderme, e incluso cuando algunos de ellos cayeron en la discordia, otros se levantaron y continuaron adelante. Un ciclo sin fin, después de todo, yo creo que de eso se trata la vida.
- Podrías escribir una serie de libros relatando tu vida, no es mala idea- sugirió Sony.
- La verdad que no lo es. Pero tengo cosas más importantes de las que preocuparme…   
- A todo esto, Agustina se está tardando mucho, iré a buscarla- dijo Kay, dejando la toalla sobre un cesto y entrando a la casa.
- Descuida, iré yo, de paso compro algunas cosas para el viaje- le dijo Sony. 
- Bueno… tráemela sana y salvo, por favor.
- ¡Estas hablando con un elemental!- sonrió Sony, se dirigió a la puerta, la abrió y se marchó; un frío viento acababa de entrar a la casa.
Transcurrió otra hora, Kay estaba muy preocupado, el sol se ocultó y la noche irrumpió; finalmente Sony y Agustina aparecieron por la puerta de la casa. Sony llevaba cuatro bolsas de cartón entre los brazos, repletas de comida y demás cosas.
- ¿Por qué tardaste tanto?- preguntó Kay, molesto.
- Perdona cariño, el supermercado estaba lleno, tu amigo me encontró allí…- respondió Agustina, el flequillo lo tenía un poco desalineado.
Sony asintió, aunque con un gesto dudoso. Natal lo notó algo decaído.
- Gracias amigo, a pesar de ser un pueblo pequeño y que todos nos conozcamos, no es ideal que una mujer ande sola por la calle a esta hora- le dijo Kay.
- De… nada- asintió Sony y apretó los dientes. Dejó las bolsas sobre la mesa y volvió a hablar- Me iré a dormir, no tengo hambre. Buenas noches.
- ¿Seguro?
- Si, seguro- Sony se esfumó al cuarto de huéspedes. 
Agustina hizo como si nada hubiera pasado y se llevó las bolsas a la cocina. Natal observaba el pasillo por el cual Sony se había marchado, inmóvil y distraído.
- ¿Te encuentras bien?- le preguntó Kay.
- Yo si- le respondió Natal y lo ayudó a preparar la mesa.

DÍA 2: 

Kay buscó entre sus pertenencias: hace muy poco lo habían llamado de un banco de la ciudad, informándole sobre una supuesta herencia por parte de su padre. La situación económica de Kay estaba en su mejor momento, Agustina acababa de terminar un curso de enfermería y ya tenía contactos para entrar en el hospital público del pueblo, por otro lado, las pocas joyas aztecas que vendía secretamente a compradores en incógnito eran otras de las razones de su sustento. Pero aún así, un poco de dinero extra no vendría nada mal, especialmente para remodelar la casa y comprar algunos muebles. Kay ya había cobrado el seguro, unos cuantos pesos; el terreno de su familia (donde todos ellos habían muerto) lo vendió a un intermediario del estado. Lo que el joven no sabía, es que la G.C.J.M investigaba la zona por las extrañas causas de la masacre, pues intentaban buscar pruebas para incriminar a Van Robin Hed, aunque aquello hubiera sucedido muchos años antes de su primera aparición. Eso no fue todo, a Kay le llegó por correo una caja de su padre, algo que le había sido privado por razones desconocidas. Por temor a lo que pudiera haber allí no la abrió y la guardó en un lugar especial para que Agustina no la encontrara de casualidad. Alguna extraña corazonada le decía que aquel era el momento preciso para abrirla y saber lo que guardaba; por esa misma razón, daba vueltas todas sus cosas en el galpón (donde la había ocultado) para encontrarla.    
Eran las seis de la mañana cuando Kay se decidió en buscar la caja, el galpón estaba justo al lado de la habitación de huéspedes; Sony y Natal se despertaron por los ruidos.
- ¿Qué estas haciendo?- preguntó Sony, en pijama y con el rostro fatigado.
Kay no le prestó atención y como un robot, continuó revolviendo todos los objetos desordenados de las estanterías; el galpón tenía el tamaño de un cuarto de baño, estaba repleto de libros, herramientas, cajas de madera y cartón, una podadora, hasta el viejo traje de Van Robin Hed yacía allí cubierto de polvo. Obviamente sus alas de plata no estaban (se habían destruido en la isla de Sarmander durante el enfrentamiento con Dimitrion hace tres años). Una única lámpara, pendiente de un cable pegado a un agujero en el techo, iluminaba el galpón. Las paredes estaban húmedas y pintadas de celeste; ahora se entendía como aquel había sido el escondite perfecto, Agustina odiaba entrar allí.
Finalmente, Kay gritó ‘’ ¡Eureka!’’ y alzó entre sus brazos una caja de madera de veinte centímetros, totalmente carmesí, con algunos bordes dorados (como la cerradura).
- ¿Qué guardas ahí?- volvió a hablarle Sony, desconcertado.
Otra vez Kay no le hizo caso y dijo.
- Está sellada, no recuerdo que me hayan dado una llave, maldita sea…
Natal deslizó su dedo, un soplido de aire penetró en la cerradura y la caja se abrió.     
- Gracias- le dijo Kay, muy entusiasmado.
- ¿Vas a contestarme alguna de las preguntas?- le dijo Sony.
- Si, perdón. Era de mi padre, algo que guardó para mí.
- ¿De tu padre?
Kay asintió y sin decir más nada, tomó lo que yacía en el interior del objeto: fotografías de su familia, de su nacimiento, del nacimiento de Ulises, del casamiento de sus padres, de sus abuelos y demás. Kay apretó los dientes, Natal y Sony observaron las imágenes con emoción.
- Es… tu familia- dijo Sony.
- Si…- murmuró Kay, petrificado- Ahora entiendo porque no quería abrirla en un principio…- luego la dejó a un costado y se acostó contra la pared, entre lágrimas. 
Natal tomó la caja y observó cada una de las fotos. Ulises acariciando la panza embarazada de Giselle (la madre de Kay); Frank jugando con ambos. Una foto de los cuatro en un parque (Kay siendo un bebe). Un poco de dolor cubrió el corazón de Natal, empatía por el joven Kay y recuerdos de Verónica y su hijo.
- Son maravillosas- habló Natal y se las dio a Kay, quien se rehusó a volver a tomarlas al principio, pero la insistencia de su mentor lo hicieron cambiar de opinión.
Kay miró a su familia sonreír, como si quisieran decirle algo, y los imitó.
- Detrás de esa foto, hay algo escrito…- informó Sony.
Se refería a la foto de los cuatro en el parque, Kay la dio vuelta, escrito en imprenta por una letra que al muchacho le resultó muy familiar.
’No estas solo, hijo mío. Siempre estaremos, siempre. ’’ Y abajo la firma: ‘’Frank, tu padre. ’’ 
- No lo entiendo- susurró Kay- Es de mi padre, pero él está…
- Es como si hubiera sabido que iba a morir- lo interrumpió Sony.
- Pero eso es imposible.
Natal sumergió sus dedos en el interior de la caja, adentro yacía un objeto que no habían notado, muy pequeño… un collar. El profesor lo tomó con sus poderes, flotando en el aire, el collar cayó en las palmas de Kay.
Apenas hizo contacto con su piel, a Kay le vino un recuerdo:

‘’- Al final de cuentas, el rol de padre no te sentó mal, eh amigo- rió José mientras observaba el extraño collar de su amigo (múltiples líneas alrededor de un círculo, unidas por un único punto)- Te casaste hace solo un año y te hiciste cargo de un hijo que no es tuyo, te admiro. ’’ (La guerra de las bestias 2: la espada divina y el tesoro de los aztecas. Capítulo 19)

Kay se estremeció. Sony y Natal se quedaron observándolo.
- Pertenecía a Frank, a mi papá…
- El signo es exactamente el mismo que lleva el pergamino y la espada divina…- exclamó Sony.
- ¿Qué significa?- preguntó Kay.
- Ojalá lo supiera- le respondió Natal.  

A la noche de ese mismo día, Sony y Natal empacaron todo para el viaje, les esperaban unas cuantas horas de regreso a la capital de Buenos Aires.
Agustina y Kay les ofrecieron una gran cena de despedida, el único que parecía incomodarse era Sony.
- Mañana vienen los padres de Agustina a casa, si se quedaran podrían verlos, siempre me preguntan por ustedes- les dijo Kay a sus amigos.
- Amor, ya deben extrañar su hogar a pesar de haber venido unos pocos días- le respondió Agustina.
- Gracias, pero tu amada tiene razón- respondió Natal, comprensivamente.
Kay abrazó a Natal y a Sony al mismo tiempo.
- Vuelvan pronto, también prometo ir a visitarlos- dijo.
- Cuídate, viejo amigo- le respondió Sony.
Mientras Natal y Kay se despedían, Agustina se acercó a Sony para saludarlo con un abrazo, pero Sony no se lo devolvió y le dijo algo al oído, muy molesto. A Agustina no le gustó para nada y sintió un pequeño retortijón en el estómago. Lo soltó y lo miró frunciendo el ceño. Sony se dio la vuelta y volvió con su amigo.  
- Mándales un saludo a tus suegros de nuestra parte. Y suerte…
Natal y Sony se dirigieron al auto (el Peugeot del 2224); Natal conducía, se aseguró que todo estuviera en orden y encendió el auto. El clima estaba nublado, se aproximaba una tormenta en las próximas noches. Kay y Agustina observaban a los dos hombres marcharse desde la puerta de la casa, abrazados. Sony se apenó al ver esa imagen alejarse. No tardaron mucho en arribar a la autopista; una vez desaparecieron del camino, la pareja entró a la casa.

DÍA 3: 

- Te noto muy feliz- le dijo Agustina a Kay en la mañana del día siguiente.
- Te conté que mi familia murió en un incendio hace mucho tiempo, creo… que finalmente hice las pases con todo eso- respondió su novio, ambos estaban frente a frente, en el sillón del living frente al televisor (el cual estaba apagado).
- ¿De verdad?- preguntó la mujer, sus ojos de color brillaban intensamente.
Kay asintió y se acomodó el pelo para atrás; a continuación tomó la caja de su padre y se la mostró a Agustina.
- Era de mi padre, tómala.
Agustina la abrió y observó con agrado las fotografías de la familia de Kay; quienes hubieran sido sus suegros, sus abuelos políticos y su cuñado.
- Tu hermano hubiera sido un hombre muy guapo- le dijo a Kay. 
- Si- rió Kay- Es extraño no recordar nada de él, de ninguno de ellos. Pero sé que están aquí- se puso la mano en el corazón- Conmigo y contigo, deseándonos lo mejor.
Agustina lo besó rápidamente, Kay casi lanzó una carcajada por la brusquedad de su pareja. 
- A ti también te noto muy contenta- le dijo Kay, corriendo la cara de los labios de Agustina para poder hablar. La muchacha bajó los ojos, un poco apenada y con algo de culpa. Se distanció a unos pocos centímetros de Kay y con el rostro desganado le dijo.
- Hay algo que debo decirte…
- Yo primero, por favor- se sobresaltó el joven- Lo estuve pensando y sé que tenemos nuestra diferencias, pero… me gustaría casarme contigo.
Agustina se quedó perpleja y echó el cuerpo hacia atrás.
- ¿Lo dices en serio?
Kay asintió con una sonrisa.
- ¿Qué dices?
- ¡Por supuesto!- exclamó Agustina de la alegría, por un momento se había olvidado de lo que le iba a confesar, hasta que…
- ¡Excelente! No sabes lo feliz que me haces. A propósito, ¿Qué era lo que me querías decir? 
Agustina tragó saliva y mintió.
- Qué eres un hombre maravilloso, Kay. Y que te amo.
- Y yo a ti- ambos se abrazaron, el retortijón en el estomago de la mujercita se había agudizado.   

Este sería un día que Kay nunca olvidaría y que su mente lo mantendría activo hasta el final de sus días. 
La felicidad parecía ser mágica, así como todas las habilidades de los elementales, inexplicable y maravillosa. Después de todo, un capítulo nuevo en su vida se abría, sin bestias homicidas, sin maníacos asesinos, sin traidores, sin espíritus en cuerpos ajenos, sin estatuas inmensas; un episodio que solo él estaba decidido a escribir, nadie controlaba su vida, nadie le decía que hacer directa o indirectamente.
La pareja se la pasó toda la tarde limpiando la casa y cocinando, además, reacomodaron al cuarto de huéspedes por los recientes invitados. Las nubes cubrían el cielo, algunas gotas cayeron; eran las siete de la tarde cuando tocaron a la puerta de la nueva familia Montarnen. 
- ¡La tormenta no tarda en llegar!- exclamó un hombre delgado de mayor edad (de acento mexicano) con el paraguas en la mano, llevaba unos anteojos redondos, bigote y cabello blanco; muchas arrugas, un saco gris, unos jeans azules desgastados y un pulóver verdoso. Estaba acompañado por una señora de la misma edad, baja, cabello rubio, el cuello rodeado de perlas blancas del tamaño de nueces. Vestida totalmente de rosa, un saco femenino, una falda, zapatos negros y las piernas al descubierto. Era muy parecida a Agustina en todos los aspectos.
- ¡Mamá, papá!- gritó Agustina con un sonido agudo ensordecedor. Kay se acarició la oreja. Los recién llegados abrazaron a su hija. Luego, fueron con el muchacho.
- Don Pablo, Doña María. Es un gusto volver a verlos- dijo Kay, con un poco de vergüenza.
- Ven aquí, chavo- Don Pablo lo agarró del brazo y lo abrazó a la fuerza. Kay se puso rojo.   
- ¡Pasen, que hace frío!- les indicó Agustina, una vez entraron y se secaron, cerró la puerta. La tormenta parecía aproximarse, la niebla y la oscuridad de la noche crecían.
- Se ve que le han puesto mucho empeño a su nuevo hogar- dijo la señora, con los ojos en los muebles y en los adornos.
- Muchísimo- contestó Kay.
- ¿Qué hay de tus dos compinches?- preguntó Don Pablo.
- Ayer se fueron, estuvieron aquí unos pocos días, son hombres ocupados.
- Una lastima, si los vuelven a ver, mándenles mis saludos.
- Lo haré, Don Pablo. Ahora… ¿Nos sentamos? La comida espera…
Don Pablo y Doña María se sentaron, habían abandonado San Robo el mismo año que la nombraron parte de la comunidad, ya nadie necesitaba su ayuda. Desde entonces, gracias a su jubilación, se fueron a vivir a La Pampa y estaban ahorrando el suficiente dinero para visitar México. Pues las cápsulas instantáneas que los elementales habían utilizado hace dos años se habían privatizado, la G.C.J.M las utilizaba para uso militar, ningún civil tenía permitido transportarse en ellas; y los pasajes de avión eran muy caros. En La Pampa las cosas eran un poco más pacíficas que en Buenos Aires, donde diversos guerrilleros habían optado por derrocar al gobierno sin éxito.   

Morena estaba exenta de la guerra civil, allí había paz y normalidad.
Los cuatro personajes se sentaron alrededor de la mesa y cenaron unos nachos con queso y verduras frescas, Agustina los había preparado especialmente para su padre, era su comida favorita.
Entre risas y anécdotas, Kay contempló el fabuloso espectáculo ante sus ojos: una familia, unida por el amor; y pensó ‘’Gracias papá’’.
Transcurrieron unas cuantas horas de charla, Don Pablo contaba una vez que había ayudado a un niño con una infecciosa herida causada por el feroz mordisco de un perro, cuando Agustina tenía siete años y no tuvieron pudor en dejar en evidencia todos los novios que ella había tenido en su niñez y adolescencia. Kay reía, no importaba la calidad del chiste o de la historia, sencillamente no podía cerrar la boca por voluntad propia. Todo iba de maravilla. Kay recordó la primera vez que los había conocido en San Robo, y eso también le trajo recuerdos de la espada divina y de su viaje a México. Y por un momento, todo fue silencio, aunque las voces continuaran conversando, cada vez con mayor intensidad; Kay solo oyó una horrible voz, susurrándole cosas sin sentido en un idioma aterrador. De repente, el cuello comenzó a arderle de una manera indescriptible y sintió como los huesos se le corrían de un lado a otro. Dentro de su cuerpo algo se movía. Lentamente, Kay cayó al suelo mareado, y mientras la oscuridad en sus parpados se hacía cada vez más notoria, pudo ver a Don Pablo y a Doña María levantarse para ayudarlo. Se desmayó y un trueno de gran intensidad se hizo escuchar en los cielos, la lluvia cayó rápidamente, el cielo brillaba paulatinamente debido a los relámpagos. Y a unas cuadras, un encapuchado caminaba hacia la casa.   
- ¡Kay!- gritó Agustina, asustada.
Don Pablo lo tomó entre sus brazos y lo dejó acostado boca arriba sobre el sillón.
- Tráiganme algo dulce y algo de agua.
- ¿Hizo mucho esfuerzo hace poco? - preguntó Doña María- Parece que le bajó la presión…
- Tal vez en el techo colocando las tejas, pero sus amigos lo ayudaron, no creo que haya hecho más esfuerzo del que debía- respondió su hija, sin apartar la mirada de Kay.
- Si no se repone en unos minutos lo llevaremos al médico- informó Don Pablo mientras le tocaba la frente al desmayado- Está frío… Puede que su cerebro no esté recibiendo la sangre que debe, pero en ese caso, debería tener fiebre y las manos frías, pero el cuerpo está en su temperatura normal. 
De improvisto, la puerta se abrió de un golpe. El helado viento y la lluvia desviada entraron en la casa.
- ¿Qué ocurre? La habíamos cerrado con llave…- dijo Agustina.
- Ciérrala, o Kay se pondrá peor.
Agustina obedeció e intentó cerrar la puerta, pero no pudo hacerlo, algo se lo impedía; parecía estar pegada al suelo, estancada. En ese instante, la mujercita observó al sujeto de capucha a unos cuantos metros.
- Un hombre se dirige hacia aquí- dijo, también notó que el individuo estiraba la mano como si los señalara.  
- Aléjate de la puerta- le ordenó Doña María e intentó lo mismo que su hija, sin éxito. Don Pablo se apartó de Kay y quiso ayudar, pero era imposible.
Agustina se aferró al cuerpo unánime de su novio, esperando a que despertara, con él se sentía protegida, más que con cualquier otra persona, aunque había cometido errores, lo amaba de alguna forma.
Los tres observaron al encapuchado que ya no se encontraba tan lejos; algo inusual vivenciaron, la inmensa lluvia no caía sobre él, estaba rodeado por una burbuja invisible que lo protegía. Su vestimenta era totalmente negra, de pies a cabeza, su rostro era irreconocible, incluso teniéndolo cerca. 
Don Pablo se levantó decidido.
- ¿A dónde vas?- preguntó Doña María.
- Llamen a una ambulancia, yo iré a pedirle ayuda a ese tipo, puede que sea doctor…
- Ten cuidado- le sonrió María, Don Pablo la besó en la mejilla, tomó un paraguas, se abrigó y salió.
Doña María intentó con su celular, pero no había señal, al teléfono de línea y los demás celulares les pasaba lo mismo.
Agustina y su madre observaron al hombre acercársele al encapuchado, quien de igual manera, caminaba hacia su dirección. 
Más raro aún, a medida que el sujeto no identificado avanzaba, los postes de luz caían simultáneamente detrás de él. Los cristales se hacían añicos al chocar contra el suelo, pero el sonido no se diferenciaba por la intensa lluvia.
Una vez estuvieron a unos treinta metros de distancia aproximadamente, Don Pablo le habló.
- Señor, ¿Podría ayudarnos? ¿Es médico por casualidad? Pues mire… mi yerno se acaba de desmayar y no podemos determinar que es lo que le sucede.
El encapuchado detuvo el paso, la capucha se sacudió, estaba moviendo la cabeza de un lado a otro. Luego, con una voz que pronunciaba mucho las ‘’eses’’ dijo:
- ¿Desmayado? No me sorprende.
Al ver que no estaba dispuesto a ayudarlo, Don Pablo preguntó.
- ¿Qué es lo que busca?
- Al chico.
- Kay no podrá atenderlo en estos momentos, señor- replicó Don Pablo- Como ya le dije, acaba de desmayarse.
- Tendrá que hacerlo, busco algo que él posee…
- ¿Le debe dinero? Mire, no es un buen momento.
El encapuchado rió en voz baja.
- Apártate de mi camino.
- No, regrese de donde vino y vuelva más tarde.
- ¡Papá! ¡Los teléfonos no tienen señal!- le gritó Agustina a su padre desde la casa.
Don Pablo le asintió a distancia y giró la mirada para no perder de vista al extraño sujeto, quien… en segundos, ahora se encontraba frente a él (a unos cinco centímetros). El hombre dejó caer al paraguas del susto, pudo contemplar una parte de su rostro, solo a la nariz y a la boca, repletas de heridas desagradables. Hubo un perturbador silencio entre ambos, hasta que Don Pablo, con tono definitorio y una gran seriedad le ordenó.
- Váyase.
El encapuchado estiró el brazo, mágicamente apareció un oscuro bastón, de seis metros de largo. Sin tiempo de reaccionar, el sujeto golpeó a Don Pablo con su cetro en la cabeza, causándole un derrame cerebral. Don Pablo cayó al suelo en cuestión de segundos. El simple golpe le había dejado un moretón en el medio de la frente, un agujero colorado, por donde la sangre se desparramó, posándose sobre el agua y tiñéndola de rojo.    
Las manos de Agustina sufrieron un calambre, estaba paralizada.
- ¡PABLO!- gritó Doña María, corriendo hacia su marido.
El encapuchado volvió a levantar el cetro y apenas la madre de Agustina se acercó lo suficiente, la golpeó con fuerza. El cuerpo de María se desparramó bajo la lluvia, al lado del de su esposo, sin vida.
Agustina, al borde de estallar en llanto, intentó cerrar la puerta, sin posibilidades. El encapuchado la señalaba, pues su magia era la que trababa la puerta. Quiso tomar a su novio entre sus brazos para escapar, pero no tenía mucha fuerza y cayó inmediatamente, el golpe hizo que Kay recuperara la consciencia.
- ¿Qué pasó?- dijo, entrecerrando los ojos.
Agustina, con el rostro cubierto de lágrimas, lo abrazó.
- ¿Estas bien?- le preguntó Kay. Agustina no le respondió y señaló al exterior.
Kay divisó los dos cuerpos de sus suegros a lo lejos y al encapuchado acércasele con su exótico bastón.   
- Ocúltate, yo saldré- dijo, con un gran rencor.
- ¡No, ven conmigo, te matará!
- ¡Hazlo!- le gritó Kay, sin capacidad de controlar su enojo, se apartó de su novia, se levantó y salió de la casa. La lluvia no tardó en empaparlo por completo.  
Agustina obedeció al principio y se mantuvo observando tras una ventana. 
- Te mataré, lo juro- le dijo al encapuchado a regañadientes.
- Hasta que te decidiste en aparecer, joven JEN- respondió el sujeto- Es un enorme placer, he oído hablar mucho de ti y de tu compañero- hizo una reverencia- Puedes considerarme como a un fan.
A Kay se le estaba yendo la paciencia.
- ¡¡¿Quién eres?!!- le gritó.
- Soy increíblemente descortés, lo sé.
- ¡HABLA!
- Me llamo Meddes, el sacerdote Meddes. Miembro de la poderosa Luz Oscura, los seres que pasaron generaciones buscándote, muchacho. ¡Y mira! ¡Te encontré!  
- ¿Generaciones?
Agustina no escuchaba lo que conversaban pero le parecía sumamente extraño y aterrador; mientras tanto, lloraba desconsoladamente a sus pobres padres.
- El mundo se remonta a millones y millones de años antes de que tú nacieras. Vine con un objetivo y debo cumplirlo.
Kay apretó los dientes y corrió hacia su ubicación. El sacerdote se desplazó a un costado, y sin siquiera utilizar las manos, lo pateó con fuerza y lo dejó atolondrado en el suelo. A continuación, Meddes realizó una serie de movimientos con sus manos, un destello entorpeció la visión de todos por un momento. En un radio de noventa grados, apareció un círculo de llamas azules que se extendía por toda la vereda y parte de la calle.
- Así no te escaparás- dijo.
- No pienso hacerlo- Kay se levantó.
Agustina estaba muy aturdida, creía estar delirando; la magia del encapuchado era impresionante, pero lo que más la dejó perpleja fue la acción de su propio novio: Kay comenzó a lanzarle una serie de bolas de fuego a su nuevo enemigo, dando volteretas a velocidad.
La mujer abrió sus ojos llorosos como platos, una mezcla de tristeza, impotencia, odio, confusión y desconcierto cubrió a su frágil corazón. 
Meddes esquivó todos los ataques mediante una elasticidad increíble. Kay comprendió que dicho personaje se diferenciaba por mucho a todos los enemigos que se había enfrentado. Además, llevaba largo tiempo sin entrenar.  
Meddes efectuó un nuevo movimiento, desplazó su mano, en forma de garra de adelante hacia su pecho. Las llamas azuladas (muy similares a las de Dimitrion) atacaron a Kay, quien intentó defenderse con una barrera compuesta de fuego, lo que resultó. 
- No controlas la tierra, descarto que seas un elemental. ¿Qué eres? ¿Qué clase de magia es esta?
- El universo es una puerta a la historia, muchacho- Meddes saltó por los aires a las espaldas de Kay y le pateó la columna. El elemental del fuego, escuchó un pequeño crujido de sus huesos desalineándose mientras caía al suelo a gatas- Te elegí, ¿Sabes? Creo que eres el indicado.    
Kay colocó sus manos hacia abajo y con el fuego se impulsó para volver a ponerse de pie.
- ¿Esos son todos los poderes que un elemental, a la vez, un JEN, posee?
- Sabes lo que es un JEN, ¿No es así? ¿Por qué no me lo explicas?- inmediatamente sacudió su brazo de derecha a izquierda y viceversa, dos ráfagas de fuego, del tamaño de canoas, fueron hacia Meddes. 
Meddes las esquivó, pero el elemental lo había tomado por sorpresa con una gran bola de fuego (tan grande como la rueda de un auto), también la esquivó, pero Kay insistió y fue a combatirlo cuerpo a cuerpo. Las habilidades del sacerdote eran muy superiores a las del joven, tenía conocimientos de artes marciales inexistentes en nuestro mundo (las cuales compartían ciertas similitudes con el Kung Fu y el Karate). Kay lo tomó de las muñecas, Meddes se resistió, por unos momentos pudo contemplar algunos de los rasgos de su rostro.   
- El JEN es un individuo seleccionado, pero también es una cáscara que guarda los más oscuros secretos de nuestra historia- el aliento de Meddes desconcertó un poco al joven Kay, pero se mantuvo firme, no se detendría ante nada- ¡Demuéstrame quien eres!    
Kay gritó mostrando los dientes, sus manos se tornaron rojas, había intentado quemarle las extremidades a su enemigo. Pero el sacerdote le dio un cabezazo y se alejó de él. Kay se topó con los cuerpos de Don Pablo y Doña María, la sangre se posaba sobre ellos; una lágrima le cayó.
- Pagaron el precio, lo siento mucho- les dijo y movió los dedos, rezando.
Kay se dirigió hacia su adversario con una llamarada en su mano izquierda, Meddes se quedó inmóvil en su lugar y lo tomó del brazo, impidiéndole avanzar.
- Cuanta fuerza…- susurró Kay, algo que Meddes oyó. Con el brazo libre le pegó un puñetazo en el interior de la capucha, en su rostro.
Meddes se apartó del joven y se volvió a acomodar la túnica. Kay no llegó a ver cuando lo hizo.

- Libera todo tu enojo, adelante. Es lo que necesito- lo incitó- Venga la muerte de los padres de tu novia- a continuación, estiró sus palmas y el elemental sintió como su cuerpo se retorcía, no podía hacer ningún movimiento a voluntad, y flotó por los aires a causa de los poderes de Meddes- ¿Tienes miedo?
- ¡BASTA!- gritó Kay y una increíble ráfaga de aire sacudió toda el área, liberándolo del ataque, se desplomó en el suelo, de pie. En instantes, apareció frente a Meddes, (quien se estremeció) y colocó sus dos dedos en la frente escondida del malhechor.   

MEMORIAS:
. Un inmenso rayo caía en la tierra de un peculiar sector, destruyendo todo a su paso; los habitantes (vestidos con trajes marrones, parecidos a los de las artes marciales de nuestro mundo; pero con formas y símbolos propios de esa gente) corrían desesperados, consumidos por las llamas y la destrucción inminente. Una fuerza caótica exterminaba a toda una raza por completo, pues se trataba del mayor genocidio de la historia. 
. Un templo se alzaba sobre una infinita columna, en medio del desierto.
. Una voz en la oscuridad ordenaba: TRAÉLOS ANTE MÍ.

Kay se apartó de Meddes, anonadado, su contrincante también estaba petrificado.
- ¿A quién sirves?- preguntó Kay.
- Al poderoso Vrogh, insignificante humano.
Finalmente, Meddes utilizó su bastón para golpear a Kay en el pecho, el elemental voló fuera de su alcance por el impacto y escupió unas cuantas gotas de sangre.
- Eres una vergüenza, después de tantas historias que escuché, creí que uno de los JEN me daría más pelea. No mereces tener ese poder- y con su bastón efectuó un poderoso rayo azulado que penetró en el hombro del elemental. Kay lanzó un grito ahogado.  
- ¡Kay!- le gritó Agustina desde la casa.
- ¡Qué… quédate ahí!- le ordenó su novio.
Agustina, con el rostro colorado, no supo que hacer.
Meddes pisoteó el suelo con fuerza y repentinamente las baldosas de la vereda y algunos fragmentos de la calle comenzaron a desprenderse.
Unos cuantos vecinos salieron de sus casas al escuchar tanto alboroto, la lluvia continuaba cayendo a menor intensidad; se quedaron impactados al presenciar todo lo que estaba sucediendo. 
- La comida, JEN. La comida…
Kay no comprendió.
- ¿Por qué no lo llamas? Al otro ser…
- ¿Aquel es tu propósito? ¿Qué me convierta en lobo y me salga de control?
Meddes rió.
- Para nada. No hablo de las débiles criaturas de los elementales. Sino de aquella que nació dormida y que guardas en tu interior desde el inicio de tu existencia
- No hay ningún otra cosa en mi interior, solo odio por ti- Kay se levantó nuevamente, algunas baldosas flotaban en el aire como si no hubiera gravedad; el elemental saltó de una en una hasta llegar al sacerdote. Volvió a utilizar sus patadas de fuego, pero Meddes le dio un rápido golpe con su bastón en la cara. A todo esto, los vecinos, quienes eran todos muy unidos entre sí, comprendieron que el encapuchado era una amenaza; aquellos que tenían armas bajo licencia, fueron por ellas. Los niños y mujeres corrieron a esconderse dentro de sus respectivas casas. Los hombres del pueblo apuntaron al desdichado y le dispararon a quemarropa. Las habilidades de Meddes no tenían fin, con facilidad atrapó a cada una de las balas y las desintegró con sus propias manos.
- Estúpidos humanos, pensar que el resto los consideran parte del mundo prodigio…- el grupo continuó disparando pero fue inútil, Meddes sacudió su bastón, las balas se quedaron tiesas en el aire y cambiaron de dirección. Los hombres estaban aterrados y atónitos. Justo cuando el sacerdote estuvo apunto de devolverles el favor… Kay lo sorprendió por detrás y lo golpeó en el estómago (aunque sufrió más dolor que su contrincante, la piel de Meddes parecía estar echa de acero). Aún así, el sujeto se echó para atrás, esperando el futuro ataque del JEN. Una llama rodeó el puño de Kay, quien gritó de furia y corrió hacia él. Pero algo ocurrió… el dolor en el cuello regresó, sus huesos volvieron a moverse dentro de su cuerpo; el elemental se quedó petrificado, sin poder hacer nada, el sudor se mezclaba con la sangre, la lluvia y la suciedad del suelo.     
Frente a un abismal agujero, Meddes desintegró las balas y caminó hacia Kay mientras las baldosas se alineaban mágicamente para darle paso. 
- Es tiempo, joven- le dijo. Kay ya nada podía hacer, lo miró con desprecio y cerró los ojos.
El sacerdote sonrió y alzó su oscuro bastón…
Meddes atacó, Kay apretó las cejas aguardando el dolor de la muerte pero nada ocurrió. El bastón golpeó el suelo. 
- No voy a matarte, esa no es mi misión- le dijo Meddes- Solo quiero verte caer y perder a todo lo que amas. Después de todo, de solo eso se trata tu destino… del dolor- de repente, un cascote le dio en la cabeza. Se trataba de Agustina. Todo fue muy repentino, a una velocidad sobre-humana, el encapuchado tomó a Agustina del pescuezo y la atravesó con su bastón- Odio las interrupciones- le dijo a la pobre chica y le quitó el bastón de su estómago, el cual estaba repleto de su sangre.
Kay abrió los ojos y observó lo que había pasado. Al principio, creyó que la mente le estaba jugando una mala pasada hasta que pudo reconocer que aquello había sucedido en verdad.
La mujercita no aguantó y se tiró al suelo, agonizando.
Kay dejó a un lado el dolor y se le acercó, tomándola entre sus brazos. Meddes lanzó una risa burlona. Kay no le hizo caso.
- ¡No, por favor, resiste, resiste! ¡AYUDA! ¡POR FAVOR! ¡AYUDA!
Los ojos de Agustina se bañaron en lágrimas. Kay tapó la herida, pero la hemorragia era muy abundante, la pobre mujer se desangraba segundo tras segundo. Los hombres quisieron acercarse, pero Meddes incrementó las llamas en el círculo de fuego para que nadie interrumpiera. Todo era parte del plan. 
- Kay, no creas lo que te dijo, tú estas destinado a ser feliz- dijo Agustina con sus pocas fuerzas, una línea roja caía de su boca, el rostro pálido, cubierto de lágrimas y maquillaje corrido; estaba teniendo dificultades para respirar, tosía y sus ojos celestes estaban fijos (sin parpadeos) en los de Kay- Tú eres un gran hombre, un gran amigo, un gran compañero- Agustina rompió en llanto- Te ruego que me perdones, mi amor. Mi intención nunca fue lastimarte.    
- ¿Perdonarte por qué?- pregunto Kay, anonadado, apretando los dientes, una sensación horrible se estaba acumulando en su interior…
 - Porque no fui la persona que tú merecías que esté a tu lado. Nunca fui una buena mujer, ni una buena compañera, cuando era chica mis padres nunca me pusieron límites y así, hacía que lo que se me daba la gana.
- No te mientas, mejor descansa. Te vas a recuperar- algunas lágrimas de Kay cayeron en el pecho de Agustina.
- Me encantaría poder remendar todo lo que hice mal, pero ya es tarde… mi hora ya ha llegado- pausó entre sollozos y continuó- Prométeme una cosa…
- ¿Qué…?- le preguntó Kay, sin poder aguantarlo había comenzado a llorar desconsoladamente.  
- Prométeme que no buscarás venganza, no permitas que te corrompa, eso es lo que quiere. Prométeme que no creerás en lo que aquel hombre te dijo, tú estas destinado a ser feliz. No decaigas en el dolor por mí, no lo merezco. No estas solo, amor. Siempre estaré contigo, siempre…- la voz de Agustina fue decreciendo poco a poco hasta que no guardó más fuerzas y su cabeza cayó en las manos de Kay. Las últimas lágrimas de la jovencita se acumularon en la palma del muchacho.
Meddes observaba la situación con frialdad.  
- ¿Agustina? No me hagas esto por favor, ¡AGUSTINA!- le dijo Kay entre lágrimas, al borde del colapso- ¡AGUSTINA! ¡RESPONDE! ¡MI AMOR!
La muchacha de cabello rubio y ojos celestes que Kay había conocido en una ciudad abandonada por la sociedad y por la cual se había vuelto loco en un principio, acababa de morir. Una vez los sollozos se terminaron y la respiración se detuvo, Kay posó el cráneo de su amada sobre el suelo muy delicadamente.    
Los habitantes se quedaron inmóviles ante lo ocurrido, conmovidos por el llanto del joven.
Kay la tomó de las mejillas, le cerró los ojos y la besó en la frente. Se levantó, con la cabeza gacha e inmediatamente miró a Meddes; sus ojos ya no eran los mismos, eran amarillos como los del lobo. El enemigo se encontraba a gusto, sabía a la perfección lo que estaba apunto de suceder…
Las nubes se desplazaron a voluntad del joven, y la luz de la luna cayó con todo su esplendor.
El cuerpo de Kay empezó a mutar de la forma más violenta e inusual, triplicó su tamaño y su pelo, las ropas se le hicieron añicos, un gran hocico repleto de colmillos reemplazó a su rostro y le crecieron garras en sus manos y pies. Y por primera vez, el lobo gritó, pero no fue un aullido común, fue una mezcla entre las voces de los dos huéspedes. Y en ese grito aterrador, cubierto de dolor y furia; transcurrió el hecho más significativo en toda la vida de Kay. Los huesos se le retorcieron por completo y algo en su interior despertó. La figura del lobo se abrió en dos, como si fuera un caparazón; lo que resultó muy desagradable (debido a sus tripas y órganos desparramados). Un intenso temblor sacudió las edificaciones, los árboles y los autos; todo se descontroló. Algunos vecinos huyeron y otros se escondieron en sus casas. Del cielo cayeron unos cuantos rayos alrededor de la bestia, un aura mágica (de color celeste) lo rodeó, como si fuera un arte de las estrellas.       
Kay miró a Meddes con un profundo odio.
- Fascinante- aclamó el sacerdote

La furia de Kay lo destruyó todo a su paso y cuando los huesos de la bestia se dispersaron, surgió una nueva criatura, abominable, descomunal; una sombra de infinito poder y aspecto terrorífico.  

En ese momento... despertó la bestia que Meddes tanto ansiaba ver.