martes, 3 de octubre de 2017

El Despertar de la Bestia. Parte 2: CAPÍTULO 3.



El Despertar de la Bestia. Parte 2: CAPÍTULO 3.

En la noche del día anterior al despertar de la bestia, Sony y Natal abandonaron el hogar de los Montarnen, no del todo animados, pues su amigo había decidido no ayudarlos en su lucha contra el mal. La lluvia se hizo evidente al pasar algunas horas de viaje, Natal conducía con precaución y utilizaba sus habilidades para manejar el clima a su antojo. Sony, en el asiento de acompañante, posaba su cabeza sobre el vidrio, sin poder dormir, la mente le daba vueltas y vueltas.
- Llevas horas sin decir ni una palabra- le dijo Natal.
Sony continuó petrificado mirando la ventana empañada y dibujando con su dedo algunas formas absurdas.
- Sony…
- No estoy de humor.
- ¿Y a qué se debe? Si no me equivoco, apoyaste a Kay en su decisión para que no nos acompañara…
- No es eso.
- ¿Entonces?- replicó su mentor.
- Nada, son cosas de las que no quiero hablar.
Natal suspiró, puso quinta y no volvió a molestarlo.    

Horas más tarde, a eso de las ocho de la mañana llegaron a la mansión; Natal guardó el auto, Sony bajó algunas cosas y sin decir más nada, se fue a dormir. El elemental del viento estaba verdaderamente preocupado, no tenía idea de lo que le pasaba, aunque comprendió que debía tratarse de algo relacionado con Agustina, pues luego de buscarla comenzó a comportarse así. El clima se había tranquilizado por unos momentos, algunas nubes cubrían el cielo que amanecía. Natal no tardó mucho y corrió hacia su habitación a descansar.
Al día siguiente, desayunaron en la gran cocina, la última vez que había estado poblada fue cuando Jessica llegó a la Argentina en el 2225. Dicho lugar le traía recuerdos desagradables a Sony y Kay (cuando vivía allí), aunque se tratara de unos de los momentos más felices que recordaran de ella. Su muerte había marcado una importante lección: Aquel no era un juego y sus enemigos estaban dispuestos a todo. Más allá del cariño y el amor que sentían por la joven elemental, esa enseñanza había sido la causante de tantas otras heridas que surgieron después. Por eso no la olvidaban, porque les recordaba que un día ellos tendrían que hacer un gran sacrificio, y temían que, al igual que Jessica, sea en vano.
Pero esta vez, a Sony no le molestó desayunar allí junto a Natal. Se lo veía un poco mejor que la noche anterior, Natal no tardó en preguntarle:
- ¿Ahora vas a decirme qué es lo qué te sucede?
- No puedo. Hice una promesa- respondió Sony, con un poco de indiferencia y llevándose unos cereales con leche a la boca.     
- ¿Promesa? ¿A Agustina? ¿Qué ocultas, muchacho? Es la primera vez que me llenas de intriga.
- Vos tenés tus secretos, yo los míos. Respetemos eso- Sony se limpió con una servilleta y se levantó de un golpe.
- ¿A dónde vas?- preguntó Natal.
- A San Martín, tengo que terminar los trámites de la casa, ya no quiero molestarte más- Sony desapareció por la puerta en un instante.
Natal suspiró apenado.
Sony había decidido tomar un subte y luego un colectivo, necesitaba despegarse un poco, relacionarse con otra gente, aunque sea compartiendo un transporte público sin conversar. El día se pasó volando, arregló todo lo relacionado con su nuevo departamento, le agradaba, especialmente vivir en el conurbano, donde se sentía un poco más relajado. También se topó con unos cuantos estudios jurídicos, a pesar de no haber terminado la carrera, se animó a preguntar; lo rechazaron en casi todos los lugares, sin siquiera permitirle regresar con un curriculum vitae. Finalmente se topó con un pequeño estudio enfrente a la estación del tren, parecía tratarse de una casa común y corriente con un gran cartel, además, sobre la puerta había una hoja pegada con cinta que decía ‘’SE BUSCA PERSONAL’’. Sony dudó en un principio, pero entró de todas formas. Un muchacho de diecinueve años aproximadamente se le acercó, el cabello totalmente oscuro y la postura encorvada, llevaba una camisa anaranjada y un traje negro que le pintaba muy bien; parecía tener un cierto retraso mental.
- Buenas tardes- dijo- Me llamo Damian, si te aceptan seré tu ayudante.
Sony se presentó; luego, Damian lo condujo hacia el despacho de los socios.
No hubo mucho que hablar, enseguida tomaron a Sony de prueba por algunos días. Aunque él había llegado para quedarse. Los socios eran dos hermanos de apellido Acosta, y Damian era su hermano menor, asistente de ambos.
Sin adelantar demasiado, con el paso del tiempo Sony fue tomado como un socio más; y Damian, después de Kay, se convirtió en su hombre de mayor confianza.    
Regresando a aquel día donde los había conocido, Sony regresó a la capital. En el tren, observó a una hermosa muchacha, de cabello oscuro y mejillas pálidas, bajarse en la misma estación que él; la observó embobado, sin ningún gesto o pensamiento desubicado. Sony quería conocerla y decidió hacer algo que nunca había hecho con ninguna mujer ajena a su círculo social: hablarle.
Pero justo cuando estuvo apunto de llamarla rozándole el hombro, un sujeto apareció, la besó en los labios, la tomó de la mano y subió las escaleras mecánicas junto a ella entre risas. Sony hizo una mueca, nunca había tenido novia, era osado para muchas cosas, excepto para hablarle a alguna chica.
Mientras se lamentaba por el reciente episodio pudo comprobar que eran las nueve y media de la noche, el viaje se había llevado su día entero. A unas pocas cuadras de la mansión de Natal, Sony se compró un paquete de chispas de chocolate y las fue comiendo en el camino. A las nueve y cincuenta yacía a una única cuadra de su hogar temporal; y justo cuando estuvo apunto de cruzar la gran avenida, la escuchó a la voz… pronunciando con énfasis a todas las ‘’eses’’ en un inexplicable idioma, parecía estar amenazándolo. En ese instante, una sensación espeluznante se posó sobre su pecho y sintió a cada uno de los huesos del tórax moverse de un lado a otro, como si se estuvieran expandiendo dentro de su cuerpo. Luego, se desmayó en el medio de la avenida, dejando caer las chispas de chocolate al suelo.  
Natal lo despertó con una taza de té, los conductores que casi lo atropellan (pues estaba tirado en el medio de la calle) se habían detenido para ayudarlo, uno de ellos tomó su celular y llamó al último contacto con el que había hablado. (Natal. Quien hace unas horas le había preguntado por donde andaba y Sony no le había devuelto el llamado porque estaba siendo entrevistado por los hermanos Acosta). Natal tardó segundos en aparecer, pues vivía a unos metros del accidente. Desesperado y sumamente preocupado lo llevó a su habitación, luego llamó a un doctor y le preparó el té; en ese momento, Sony recuperó la consciencia.
- ¿Qué pasó?- preguntó con los ojos desorbitados.
- No te muevas, el médico ya viene- le respondió Natal con una sonrisa- Menudo golpe te diste ¿O no almorzaste?
- Si lo hice…en una cafetería.
- Medialunas, eso lo explica todo- exclamó el más anciano a toda velocidad- Te bajó la presión por falta de nutrientes. Ten más cuidado, respeta las cuatro comidas, ¡te caíste en medio de la calle! Pudieron haberte matado…
- ¡Natal!- le gritó Sony para callarlo- No fue eso. Comí bien. Escuché a una siniestra voz susurrarme palabras que no comprendí.
- ¿Una voz?- Natal había cambiado radicalmente la expresión de su rostro.
Sony quiso hablarle y enseguida vino a él uno de los sueños que había tenido hace algunos días. Acababa de darse cuenta de algo…
- ¡Tenemos que volver con Kay! ¡AHORA!
- ¿Con Kay? ¿Qué es lo que te dicen tus visiones? ¿Qué soñaste?
- Muerte. Soñé con un monstruo masacrando a hombres, mujeres y niños- Sony se levantó de un golpe y buscó a sus zapatillas desesperadamente.
- No comprendo, ¿Qué está sucediendo?
- Fue una visión del futuro, estoy seguro. Con todo lo de Agustina y Kay… lo olvidé por completo. ¡Natal, por favor! ¡Hay que apresurarnos!
Natal lo miró de reojo, sus ojos grises estaban llenos de temor.
- Cuéntamelo todo- dijo finalmente.
- Mi sueño… ocurría en Morena- respondió Sony. 
  
Natal apresuró los preparativos para el viaje, llenó el tanque del auto en la estación de servicio más cercana, cargó algunas prendas y comida; ayudó a Sony a levantarse y lo condujo hacia el vehículo.
Otro episodio se efectuó, Sony volvió a sentir un dolor atroz en sus huesos y articulaciones, esta vez, se había mezclado con una profunda tristeza, un gigantesco odio… Al instante, escuchó un rugido en su interior que lo hizo saltar del susto.
- ¿Te encuentras bien?- le preguntó Natal mientras abría la puerta del asiento de acompañante y lo ayudaba a sentarse.
Sony, en un estado deplorable y con el sudor cubriéndole la frente, le respondió:
- Nunca antes había sentido algo como esto… no puedo respirar, si lo hago… el dolor perfora mi pecho.
- Duerme, que el viaje es largo. Cualquier cosa nos detenemos.
Sony asintió con sus pocas fuerzas. Natal estaba desesperado, no fue muy precavido a la hora de encender el auto y salir de la cochera. El automóvil vaciló en la oscura avenida, sin toparse con mucho tráfico y no tardó en sobrepasar la velocidad máxima permitida.

  ‘’- Kay, ¿Dónde estas?- llamaba la voz de Nicolas desde algún lugar del parque de diversiones.
Kay, acurrucado, lleno de miedo y mareado por tantos colores, tantos niños, tantas familias felices…
Desde épocas inmemorables era totalmente común que un niño de seis años se extraviara por atreverse a explorar un sector sin previo consentimiento de sus padres, en caso de Kay, padres adoptivos.   
Un segundo niño, que ni siquiera llegaba a la altura de la cintura de su padre, le tiraba del pulóver constantemente; quería irse. Nicolas no le hizo caso a su hijo y continuó buscando al otro muchacho.
- ¡Kay!- gritó.
El niño, muerto de envidia, fue con su madre. Había sido responsable de lo sucedido.
A veces resulta verdaderamente impactante lo siniestra que puede llegar a ser la mente, inclusive la de un infante.
El niño se las había ingeniado para conducir a Kay a unos juegos de -embocar la pelota- (con el permiso de sus padres de deambular solos por unos minutos),  se aseguró de que se entretuviera lo suficiente y luego se marchó sin que este se diera cuenta.             
La broma se le había ido un poco de las manos, cuando Sony no tuvo mayor remedio que confesarles a sus padres lo que había hecho, regresaron al juego y Kay no estaba.
Desesperados, Nicolas y Natalie se dispusieron a buscar a Kay a toda marcha. Sony, hacía lo posible para abandonar aquel lugar y dejar al niño allí, donde tenía que estar (según sus pensamientos).
Transcurrieron unas cuantas horas, era verano y el día acostumbraba a durar un poco más de lo habitual. El sol recorría el cielo con una lentitud extrema, descendiendo poco a poco, y aún no había señales de Kay.
Nicolas retó a su hijo, furioso por lo que había hecho. Sony bajó la cabeza apenado y con algo de rencor. Su madre, Natalie, tranquilizó a su esposo y lo ayudó a proseguir con la intensa búsqueda.
Sony miró a su derecha, una interminable línea recta rodeada de tiendas (multicolores) y juegos para niños; muchas de ellas estaban cerrando. Algunos niños gastaban sus últimos alientos en algunas máquinas de videojuegos al aire libre.   
Y allí lo vio. No fue mediante los ojos ni a través de los oídos o el olfato; sino… por medio de un sentido inexplicable, recorría todo su cuerpo con una increíble seguridad. 
- ¡Kay!- le gritó el niño a sus padres, señalando una tienda a unos cuantos metros.
Nicolas volteó para mirar y no lo encontró.
- Sony, ¡compórtate! Basta de bromas- lo retó.
Pero el niño no dio paso atrás y corrió hacia esa ubicación.
- ¡Sony! ¡Vuelve aquí!- le gritó Nicolas y lo persiguió junto a su mujer.
Finalmente Sony se detuvo en una tienda de rallas azules y naranjas, vacía. Se acercó cautelosamente y observó la parte trasera. Un niño reía complacidamente, con el rostro brillante por las incontables lágrimas que había largado; no estaba solo, un payaso de aspecto amigable lo acompañaba danzando y divirtiendo al infante.
- ¡Acá estas!- exclamó Sony.
Kay lo miró de reojo, bastante molesto.
El payaso se detuvo.
- ¿Él es quien…?- preguntó a Kay, inclinándose.  
Kay asintió sin decir ni una palabra.
El payaso frunció el ceño y miró a Sony, quien se asustó al ver aquella expresión en su rostro.
Nicolas y Natalie acababan de alcanzarlos.
- ¡Kay! ¡Por amor de dios! ¡Aquí estas!- exclamó Nicolas y fue a abrazarlo, Kay se lo devolvió con sus diminutas manos, las cuales solo llegaban hasta los omoplatos del adulto. 
- Bueno, ya todo está solucionado- dijo el payaso, poniéndose de pie- No quiso que lo ayudara a buscarlos. Yo creo que… estaba esperando que ustedes lo encontraran- el payaso miró detenidamente a Sony. El niño tragó saliva- Un gusto, señor- saludó a Kay de la mano y le hizo un gesto con el sombrero al matrimonio para despedirse.
- Muchas gracias por encontrar a nuestro hijo- respondió Nicolas.
- A mi no. Díganselo a él- señaló a Sony y se marchó.
Una vez el payaso desapareció, a Nicolas le despertó la curiosidad.
- ¿Cómo lo hiciste?- le preguntó a Sony- Estaba escondido, fuera de la vista y a unos cuantos metros. Pero fuiste tan decidido y lo encontraste.
Sony, rojo de la vergüenza, no se había detenido a pensarlo.    
Nicolas no lo presionó y tomó a sus dos hijos de las manos mientras se dirigían al auto. Una sonrisa de oreja a oreja invadía su rostro y no se le esfumó hasta el día siguiente...
Kay y Sony no se hablaron en absoluto. Lejos en aquel entonces y al mismo tiempo, más cerca que nunca
Con la cabeza sobre el respaldo, Kay recordó, en voz alta, una de las tantas frases del payaso, una que, en un futuro tendría un importante impacto en su vida:
- El mundo es una caja llena de sorpresas- ’’

En dirección al pueblo, el clima empeoraba, las nubes se multiplicaban y la lluvia caía con mayor frecuencia. Sony abrió los ojos y finalmente le habló a su mentor.
- Desde que tengo memoria, Kay y yo hemos tenido esa extraña comunicación… cuando éramos niños y ahora. Al principio, no lo tomábamos como tal e inconscientemente negábamos su existencia- suspiró y continuó- Creo que cuando me fui a Estados Unidos, ese lazo se debilitó; pero cuando regresé y nos reencontramos, día tras día, hecho tras hecho, año tras año, se hizo más fuerte y nos acostumbramos a su existencia. Opino que por primera vez estoy empezando a entender porque nos dicen ‘’los JEN’’. No podemos abandonarnos, tenemos que estar juntos. Y yo…- unas lágrimas le cayeron- Lo dejé solo y ahora solo dios sabe lo que le pasó. 
Natal no respondió de inmediato, estaba cautivado por las lágrimas del muchacho.
- No es tu culpa, ni la de Kay. Todos los seres humanos del planeta forman sus respectivos caminos, tú decidiste volver a la Argentina, lejos de tu madre y de tu abuelo. Kay decidió quedarse en Morena a vivir y formar una familia. Si bien ese misterioso poder los une, también son personas completamente diferentes con todo el derecho de tomar sus propias decisiones. Sé que lo que digo no tiene sentido, en especial por no haber estado de acuerdo con Kay… pero tú me has enseñado eso. Ahora lo comprendo con claridad. A pesar de lo que haya ocurrido, lo enfrentaremos.
Sony apretó los dientes y bajó los ojos, cubiertos por unas amplias ojeras.   
- Gracias.
Natal sonrió y revisó el retrovisor.

Tras unas cuantas horas de viaje, arribaron las primeras calles y avenidas de Morena. Todo era silencio y una extensa niebla se precipitaba por encima de las casas. Un tono azulado rodeaba a todo el pueblo, cubierto por el leve suspiro del viento y la oscuridad colorida. Natal detuvo el auto, ni siquiera las luces en caso de neblina eran efectivas. Despertó a Sony, quien se sintió muy desconcertado al saberlo. Entre medio de la invisibilidad, caminaron a través del intenso frío y la luz aterradora. Natal no lo soportó y comenzó a estirar sus brazos, en forma circular, de un lado a otro, con la intención de despejar la zona, pero no hubo caso. Mínimanente consiguió liberar un espacio que les permitió avanzar sin tropezarse con nada ni nadie…
Por error, Sony se apartó del radio liberado por las habilidades de Natal en el viento y creyó pisar una rolliza raíz de algún árbol caído por la tormenta, pero se equivocó. Natal lo encontró y fue con él, inmediatamente Sony pudo comprobar con horror que acababa de pisar un brazo humano, la piel blanca y vacía por dentro, las extremidades cubiertas de sangre, el hueso desalineado aproximándose por fuera de la corteza. Solo había un brazo, nada más. Algo o alguien se lo había arrancado a un pobre humano.
Sony dio un respingo del susto, Natal apretó los dientes y se posó los dedos sobre la nariz para no oler el desagradable aroma.     
- ¿Qué es lo que pasó aquí?- preguntó a Sony, como si pudiera darle la respuesta. 
- Llegamos tarde, eso es lo que pasó- contestó el joven.
- ¿Crees que el monstruo de tus sueños fue el responsable?
- No estoy seguro…
Sony y Natal dejaron a un lado el brazo ensangrentado y continuaron caminando en dirección al oeste. Natal quiso comprobar la hora en su celular y pudo notar que no funcionaba, ni siquiera su reloj digital. Ningún aparato electrónico/tecnológico era práctico; entonces, Natal supo porque las luces del auto no habían funcionado, una clase de campo magnético estaba impidiéndolo. Pero… ¿Cómo? 
Una escasa proporción de cólera rodeó al corazón de Dick Natal e inmediatamente dio un pequeño salto y realizó un amplio aplauso. El inmenso viento que surgió hizo retroceder a casi toda la neblina del pueblo. Finalmente, presenciaron el espectáculo más horrendo de sus vidas: miles de cuerpos en el suelo, descuartizados y sin vida; devorados
Sony se descompuso y estuvo apunto de desmayarse hasta que Natal lo sostuvo. Luego, comenzó llorar en el hombro de su mentor.
- ¿Quién hizo esto?- preguntó el profesor, con las cejas fruncidas, los ojos grises brillantes y llorosos. 
Sony se apartó de Natal con brusquedad y gritó un gran ‘‘¡¡¡NO!!!’’, todos los cuerpos unánimes comenzaron a levitar a unos metros del suelo, la tierra se sacudió y Natal, alerta, lo tomó del brazo y lo calmó. Al instante, los cuerpos cayeron al suelo y el temblor se detuvo. Pero eso no fue todo, un gruñido de gran volumen se escuchó; probablemente, la bestia demoníaca acababa de notar su presencia.
Desde algún sector del pueblo, en un hogar hecho pedazos, yacía la bestia descansando. Morena también estaba destruida, llena de cenizas, paredes derribadas, árboles y autos hechos trizas. LA MASACRE DE MORENA la llamaron los medios de comunicación semanas después.   
Sony y Natal avanzaron entre los cadáveres en diferentes direcciones, se estaban dirigiendo a la casa de Kay, temiendo lo peor. Lo hicieron a gran velocidad y sin mirar abajo, salvo para no tropezar. En la vereda de enfrente, apareció un individuo encapuchado.
- ¡Natal!- le gritó Sony y se puso en guardia. 
Natal formó un camino hacia Sony, abriéndose paso entre los cadáveres, que se corrían a un costado para dejarlo pasar, arrastrándose sobre el suelo por el viento.
- ¿Quién eres?- exclamó Natal con los dientes apretados.
El encapuchado llevaba una gran túnica de color marrón claro, como la madera, su rostro se encontraba oculto tras la capucha.
- Aún está aquí- habló. Parecía ser la voz de un joven- Tengo que encerrarlo ahora mismo.
El intenso rugido de la bestia se hizo oír desde una casa hecha añicos, rodeada de sombras, algo inmenso yacía allí. La tierra volvió a sacudirse.
- ¿Encerrarlo?- preguntó Natal- Dime tu nombre.
El encapuchado estiró su brazo (los elementales se sobresaltaron y esperaron un ataque) pero esto no sucedió. Un poderoso rayo celestino se metió en la construcción donde habitaba la bestia y lo atravesó; el gemido de dolor del monstruo pudo notarse con recelo.
Por primera vez, Sony y Natal vivenciaron algo inexplicable que nada tenía que ver con los elementales. El muchacho tras la capucha hizo una gran variedad de poses de manos y pies, como si estuviera danzando en algún arte místico. Sus movimientos se asemejaban a prácticas marciales nacidas en oriente, como la pasividad del flujo en el Tai-Chi o a la precisión que requiere el Tae-Kwon-Do, hasta ciertas tendencias al Kung Fu; una maravilla corporal que requería disciplina y elasticidad. Bajo los pies del encapuchado surgió un signo del mismo color que el rayo, el círculo de los magos. La luz celeste nacía en el círculo místico, se conectaba a través de una fina línea recta en dirección a la bestia y luego, se desparramaba por toda la construcción mediante un fascinante destello.   
La situación se salió de control por unos segundos; la bestia, en la oscuridad, se resistía a ser domada. Los temblores crecieron en magnitud, Natal y Sony cayeron al suelo. Pero el joven encapuchado no se rindió e insistió con sus elásticos movimientos. Tras esta gran lucha, los rugidos de la bestia cesaron y el temblor desapareció. Sony y Natal se pusieron de pie.
El encapuchado se quitó el traje, estaba exhausto y respiraba con dificultad. Sony y Natal no se dispusieron a comprobar que la bestia haya sido derrotada, sino que fijaron su atención en la identidad del individuo.
Como lo sospechaban, se trataba de un joven; quien parecía de la misma edad que Sony y Kay.
Se puso derecho y les devolvió la mirada, con una total seriedad.
Era un muchacho, de cabello corto y oscuro, la tez morena y algunas cicatrices en el rostro; sus ojos eran color café y la expresión en su cara no parecía ser la más amigable.
- Yo soy Sony, y él es Natal. Somos elementales. Si es que sabes lo que es eso…- se apresuró el elemental de lava a decir.
El joven, sin cambiar de actitud, respondió.
- Ya sé quienes son- y cambió de tema- Pueden entrar a la casa, su amigo está a salvo por ahora.
- ¿Kay?- preguntó Sony, desesperado, pero no necesitó oír una respuesta, al instante corrió en dirección a la construcción donde yacía la bestia.
- No se te dan mucho las relaciones con las personas… ¿No?- le habló Natal.
El muchacho suspiró como si le molestara el comentario y finalmente se presentó.

- Mi nombre es Lepra Viman, elemental de la tierra y aprendiz del famoso mago: Fismut.


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