Historias: CAPÍTULO
14.
La noche fue una gran
aliada, gracias a ella, los soldados del Rey no pudieron detectarlos.
Finalmente se retiraron, hacía un frío desgarrador, los elementales se
encargaron de armar y encender una fogata; en las bolsa-mochilas habían
guardado alimentos, mantas y el artefacto dorado. Dayas se cubrió del todo
(hasta la nariz), temblando constantemente, petrificado; sudando, sangrando y llorando.
Kay y Sony intentaron comunicarse con él, pero no fue posible, estaba
increíblemente traumado. Natal les indicó que no lo molestaran, en silencio se
alimentaron. Dayas dejó el fruto a su lado y ni siquiera lo tocó, no tenía
apetito, el odio que crecía en su interior se hacía cada vez más difícil de
controlar. Kay y Sony sentían una gran conmoción por el príncipe, también les
molestaba la idea de no poder hacer nada para impedirlo. Minos había ganado.
Sin comer, ni hablar, ni dejar de llorar, Dayas se durmió.
- Mulón tenía razón. Minos
fue subestimado. Su inteligencia hizo estragos en un solo día- habló Kay entre
murmuros, rendido.
Sony observó al cuerpo de
Dayas durmiendo y dijo.
- Me alegro que esté vivo y
que mi visión haya sido un error. Pero temo que el príncipe no vuelva a
recuperarse. Todo ha sido tan repentino. Minos lo destruyó en su interior- y
apretó los puños con rencor- Pobre Faír… que en paz descanse.
Natal se acarició el mentón y
entró en la conversación.
- Vamos a hacer justicia por
Faír, por Kaia, incluso por Koba… Minos cree que nos engañó, tenemos esa
ventaja. Pero aún no sabe a lo que se enfrenta. Podemos usar eso a nuestro
favor, idear algo para…
- Muchos Kiceanos murieron,
sus esposas e hijos ahora están encerrados en Zimpat y solo dios sabe lo que
harán con ellos- habló Kay con rapidez- Hablas de un ejército contra cuatro
personas, es una locura. Incluso para nosotros, no somos invencibles. Y no me
vengas con el ejemplo del año pasado…Además, si Minos pudo engañarnos todo este
tiempo, puede volver a hacerlo. ¡Ni siquiera sabemos si este estúpido artefacto
sirve para cancelar el hechizo! Probablemente sea otro de sus trucos.
- Eso si es desalentador…-
suspiró Sony, abatido.
- Es la cruda verdad- retomó
el elemental del fuego- Por más que quiera a los Kices y al príncipe, no
podemos hacer nada. Lo mejor que podemos hacer es encontrar una forma de volver
a casa.
Natal se levantó de un
pisotón, muy molesto. Caminó de un lado a otro mientras se acariciaba la barbilla;
Clavito salió de la bolsa-mochila y se sentó sobre el príncipe dormido. Natal
se le quedó observando detenidamente, mientras intentaba idear algo.
- Tal vez haya una
posibilidad…- pensó.
Al instante, Dayas se
despertó y observó a la criatura sobre su cadera. Estaba herido, sucio,
desganado y sin fuerzas para vivir.
- ¿Y tú que eres?- le
preguntó en un tono apagado, sin levantarse. Clavito se le acercó aún más y
posó su peluda cabeza sobre la pera del príncipe. Los elementales estaban a la
expectativa. El triste y decaído rostro del príncipe cambió de aspecto, a uno
más cálido y vivo. Dayas se levantó, Clavito dio un saltito antes de que lo
hiciera- ¿Qué fue lo que hiciste? – le preguntó y Clavito sonrió. - Siento como
si me hubieran trasmitido alegría y fuerza- Dayas se secó las lágrimas-
Gracias.
- Después de todo,
resultaste ser una criatura peluda muy útil- le dijo Natal, mientras realizaba
una pequeña sonrisa. Clavito saltó hacia su hombro, en señal de gratitud.
- Mi pueblo está sufriendo,
debo hacer algo al respecto- dijo Dayas con firmeza, analizando sus heridas- No
dejaré que Minos les haga daño por mi culpa.
Kay apretó los dientes. Sony
había vuelto a recuperar la fe. Aunque no lo reconociera, Dayas era un hombre
excepcional y su actual presencia generaba la sensación de querer luchar a su
lado.
- Nos alegra que esté mejor,
príncipe.- le dijo Natal y por un momento pensó en preguntarle quien había sido
el responsable de haberlo dejado tan herido, pero creyó que aquello ya no era
importante- Tengo una idea que puede resultar. Pero primero necesito saber
donde se encuentran los últimos dos artefactos.
- ¿Los últimos dos
artefactos?- preguntó Dayas, su mente empezaba a actuar con naturalidad.
- Así es, hasta ahora, el
consejo conocía a la perfección todas las ubicaciones en donde los artefactos
se encontraban.- siguió el elemental del viento.
- Mis espías (los mismos que
me avisaron sobre su llegada al castillo) lograron robarle un mapa a Minos hace
tiempo.- Dayas señaló el cielo con el dedo índice- Allí figuraban todos ellos,
el problema es que con el ataque, Minos lo habrá recuperado.
- ¿Sus espías?- preguntó Kay,
dubitativo.
Dayas silbó y tras una breve
pausa, dos hermosas águilas aparecieron volando desde el oeste y descendieron,
luego se posaron sobre sus hombros.
- Exactamente, mis espías. Juan
y Julia- dijo- En honor a mis ancestros. Mi familia siempre se ha caracterizado
por poder comunicarse con las águilas, son animales de caza, pero muy
tranquilos si se los trata como se debe. Fueron las que me dijeron sobre su
llegada, como ya dije.
- ¡Águilas! ¡Son las que nos
guiaron hacia usted! ¡Qué bellas son!- exclamó Sony, como un niño.
- Lo son- asintió Dayas
mientras pasaba el anular por el pico de una de ellas.- Gracias por salvarme
aquella vez.- y lo recordó… al sujeto buscando a Kay y Sony. El sujeto
encapuchado, el tal… Meddes.
- ¿Ocurre algo?- preguntó
Sony, frunciendo el ceño.
Dayas disimuló y volvió a
sonreír.
- Nada, Sony. - Dayas sabía
que alguien los buscaba pero no se animaba a contárselos, por miedo, terror a
que fueran a buscarlo por lo que le hizo. Los elementales, por su parte, sabían
que un sujeto no identificado había sido el responsable de dejar al príncipe al
borde de la muerte; pero si le preguntaban, Dayas podría llegar a pensar
cualquier cosa de ellos, cosas malas…
Ninguno de los cuatro volvió
a tocar el tema.
- Les dije que fueran hacia el oeste a vigilar el bosque azul y
allí estuvieron hasta ahora- dijo Dayas, intentando evitar el momento
incómodo.
- Pueden ser de gran ayuda-
dijo Natal, moviendo la cabeza- ¿Puedes
decirles que vayan hacia el castillo e intenten volver a recuperar el mapa?
Dayas les acarició las alas,
ambas gimieron y volaron hacia el horizonte.
- Puede que tarden algunos
días.- advirtió- ¿Y mientras tanto?
- Mientras tanto, nos
prepararemos.- contestó Dick Natal- La noche es larga, creo que sería buena
idea que nos contemos algunas historias para entretenernos. Bueno, después de
todo, no tengo sueño. No se que piensan ustedes.
- Adelante, ni Kay ni yo
tenemos ganas de dormir- dijo Sony, animado. Kay asintió con frialdad.
- Lo mismo digo, necesitaría
despejar la mente.- dijo Dayas, se sentó en el suelo y posó las manos sobre el
fuego para calentarse. Kay se encargaba de alimentar las llamas con una suave
danza de manos.
- ¿Por qué no empiezas
explicando todo lo que vi en tus recuerdos?- preguntó Kay, la vida de Natal era
todo un misterio indescifrable para el muchacho.
- ¿Cómo es eso?- preguntó el
príncipe, interesado.
- A veces, puedo revivir el
pasado de las personas…
- Sorprendente- dijo Dayas y
dejó los labios abiertos, como si fuera a decir algo más.
Natal había meditado,
realizó un suspiro muy opulento y dijo al fin.
- No guardo historias muy
bonitas en mi vida. Pero ya que estás tan interesado… ¿Qué fue lo que viste?
- Una mujer vestida de
blanco, muy hermosa.- la voz de Kay fue como un rayo- Un accidente de auto y
una casa en llamas.
- ¿Auto?- le preguntó Dayas
a Sony en voz baja, para no interrumpir.
- Es un transporte que se
utiliza en donde vivimos- le explicó Sony entre cuchicheos.
Dayas asintió; se moría de
curiosidad por saber cuantas diferencias más habría entre sus respectivos
hogares.
- Son dos historias
distintas. La primera… bueno- Natal frunció el ceño y suspiró- No fue hace mucho.
En mi eterna búsqueda de los JEN- a Dayas le resultó familiar aquella palabra,
pero no pudo recordar por qué y más tarde se olvidó- fui a parar a una calurosa
ciudad de Brasil llamada Bombinhas. Allí conocí a una muchacha, era la hija del
dueño del departamento donde estaba viviendo; al principio nos llevábamos como
perro y gato- los JEN pudieron notar una sonrisa en Natal que nunca antes
habían visto con anterioridad- Pero no fue mucho tiempo hasta que reconocimos
que nos habíamos enamorado el uno del otro.
- ¿Cómo se llamaba?-
preguntó Sony. Kay se había quedado mudo. Dayas intentaba agarrar lo poco que
entendía.
- Verónica...- dijo Natal
con los ojos llorosos- Verónica Natal.
Los JEN se sobresaltaron.
- Nos casamos, y nos las
ideamos para compartir apellido.- continuó el profesor- Pues mi identidad había
sido modificada ilegalmente una infinita cantidad de veces.
- Por eso prefieres que te
llamen Natal…- habló Kay, con cierta empatía.
Natal asintió, sus ojos
grisáceos eran dos diamantes a plena luz del fuego. Tragó saliva, carraspeó y
continuó.
- La amaba, con locura y por
muchos años fuimos muy felices- hizo una pausa y carraspeó- Pero… un día quise
volver a la Argentina
para continuar con mi misión, ella lo sabía todo y decidió acompañarme. Ya no
estaba solo en mi búsqueda, no solo la tenía a Verónica, sino que también, ella
esperaba un hijo mío.- Dayas, Kay y Sony abrieron los ojos como platos. Natal
volvió a tragar saliva, pudieron oír el sonido de la nuez deslizándose por la
garganta como un golpeteo.- Manejé de noche por la carretera y nos agarró una
terrible tormenta. Estábamos buscando un hotel para hospedarnos. Siendo padre,
mis habilidades habían desaparecido y entonces… ante la oscuridad, un auto nos
sorprendió del lado de enfrente y nos chocó. Solo yo salí con vida.
- Murió embarazada, que
horror- pensó Kay.
Kay, Sony y Dayas se
quedaron inmóviles ante tal historia. Natal, intentó contenerse pero no pudo y
por segunda vez, lo vieron llorar. Kay y Sony quisieron ir a abrazarlo, pero
Clavito se les adelantó y lo besó en la mejilla. Inmediatamente Natal sintió un
gran alivio y esa increíble sonrisa que habían presenciado, apenas nombró a
Verónica, volvió a aparecer.
Los demás no dijeron nada. Dayas
dedujo que las habilidades de los magos eran parecidas a las suyas, pero no fue
suficiente para que establezca una relación entre ellos. Esperaron a que Natal
se recompusiera del todo, porque aún tenía mucho que decir…
- Pasé una vida entera
conociendo mujeres, pero ninguna me hizo sentir tan feliz como ella. Le
agradezco a la vida por haberla creado, jamás la olvidaré- hizo una pausa,
carraspeó otra vez y continuó- La CASA EN LLAMAS que tú viste, Kay, es otra
trágica historia de mi vida. Se remonta a la época en la que yo era un infante,
en España.- Sony le explicaba a Dayas lo que no entendía- No recuerdo bien por
qué me había ido; he vivido más de lo que cualquier humano desearía y sin
embargo, ese momento es uno de los pocos que recuerdo con tanta claridad.
- ¿Qué fue lo que pasó?-
preguntó Kay con los dedos en la boca.
Natal arrugó la frente y se
apretó los ojos con sus dedos; superó la angustiosa sensación que se había
apoderado de él por un instante y dijo.
- No entiendo porque les
estoy contando todo esto, en un momento tan crítico.
- Por favor…- replicó el
elemental del fuego.
Natal finalmente habló y con
la fogata, la historia parecía cobrar vida propia.
- Aquel lugar en llamas era
mi hogar. Mi casa, donde viví cuando era un niño. Nunca supe bien como fue,
pero si conocí al responsable y juré VENGANZA contra él- Natal apretó los
puños- El desdichado se llevó a mi familia al otro mundo.
- Hariet- fue la palabra que
Sony formó con sus labios hacia Kay sin que Dayas se diera cuenta. Ahora todo
tenía sentido.
Natal posó su palma sobre
Clavito a propósito para no quebrarse.
- Tres cuerpos incinerados, irreconocibles por las llamas y la sangre- pausó y
con un tono aterrador, dijo- Mis padres y
mi hermano.
Dayas se sintió un poco
tocado con esa historia.
- Lo sentimos mucho, Natal.-
la voz de Kay estaba algo melancólica- Ahora que lo veo, no debí haber
insistido…
- Tanto dolor, eres una
roca, amigo mío- le dijo Sony a Natal- Quiero que sepas, que ya no estas solo.
Natal soltó a Clavito y
sonrió.
- Me aferré a mi propósito y
lo logré. Aquí estoy, con ustedes. Y con el príncipe.
- Entonces… ¿Tú los
estuviste buscando?- preguntó Dayas.
Natal asintió. Dayas no supo
que decir, Kay y Sony parecían ser más que simples y talentosos magos. Pero
algo lo desanimó y no fue el tono de la historia. Si bien, no había entendido
todo, una idea perturbaba su mente.
- Creo que ahora es mi
turno- dijo, casi en un murmuro.
- Somos todo oídos- le dijo
Sony y todas las miradas fueron hacia Dayas.
- No he sido totalmente
sincero con vosotros.- admitió- Y ahora, contando detalles tan íntimos de sus
vidas, me siento responsable por haberles ocultado una parte importante de la
mía.
- Todos tenemos secretos- le
indicó Sony- Usted mismo me lo dijo aquella noche con la guitarra.
- Es cierto. Pero de todas
formas, tuve que habérselos dicho.- replicó el príncipe.
- No es tarde. Cuéntanos
ahora- musitó Natal, interesado.- La noche es larga.
Dayas inhaló y exhaló al
mismo tiempo que empezó a hablar.
- No pude quitarle la vida a
Minos, y eso… tiene un por qué.
- Eres una buena persona, no
un asesino.- se apresuró Sony- No tienes porque disculparte por tu…
- No, joven mago.- respondió
Dayas, seriamente- No soy ningún santo, he quitado vidas en el pasado sin
ningún pudor, pero esto… es diferente.- Dayas alejó las manos del fuego (sin
apartar la vista de sus llamas) y las juntó como si estuviera rezando- Hay una
razón por la cual soy tan inseguro, hay una razón por la cual no hablo mucho de
mi padre, es el motivo por el cual sufro todos los días. Muchos lo saben, pero
nunca fue importante en esta guerra inminente. Solo Faír lo entendía…- Dayas
bajó la cabeza y cerró los ojos por un momento, apenado.
- Me imagino que la traición
de su tío a su noble padre fue una terrible tragedia en su vida- le dijo Sony,
dudando palabra por palabra mientras observaba los gestos del príncipe.
- No, estimado Sony.- lo
corrigió- La historia oficial no es tal cual yo la
recuerdo. Mi padre, Vayas, implementó y motivó el cultivo del fruto redondo
azul, el gorreón; el que ustedes ya conocen. Gracias a él, su alimento se
repartió equitativamente en Zimpat y jamás nadie volvió a sufrir hambre. Fundó
a los poderosos Kiceanos como los protectores de la paz entre todos los reinos,
los cuales se volvieron una entidad propia y consolidada. Ayudó mucho a seguir
adelante el reino tras la crisis y siempre dio una mano a los más necesitados-
Dayas hizo una pausa y suspiró muy profundamente, como quien anticipa una
noticia negativa- En fin, fue un excelente Rey… pero un pésimo padre.
Los elementales abrieron los
ojos como platos.
- Mi madre había muerto al
darme luz, Vayas nunca me perdonó por ello. Me hacía responsable de su muerte y
de la pérdida de sus habilidades. Con solo cuatro años, me reprochaba que yo
nunca tuviera que haber existido, que le había arruinado su vida como Rey.- el
rostro de Dayas estaba un poco colorado- No tenía amigos, los niños del reino
me rechazaban por celos. Pero no estaba solo… quien verdaderamente me crió como
si fuera su hijo, fue mi tío, Minos.
Ahora los ojos de los
elementales eran barriles.
- Con él aprendí todo lo que
hoy sé, el confiaba en que yo un día sería un gran rey. A él nunca le había
interesado el linaje familiar, a Minos le interesaba viajar, le interesaba conocer
el mundo, ese era su sueño. Me
demostró el cariño que mi padre nunca me dio. Pero… cuando cumplí ocho años,
todo cambió. Se fue a una misión secreta y cuando volvió ya no era el mismo. Yo
lo esperaba porque me había prometido que juntos buscaríamos un lugar para la
nueva estatua en forma de águila. Unos días después de su llegada, nos
enteramos que mi padre había partido por un asunto parecido, fue entonces
cuando desapareció y lo dieron por muerto. Minos, entonces, intentó matarme
mientras dormía; me escapé con un golpe que él mismo me había dado y sin saber
hacia donde ir, huí al bosque azul, vagué durante días hasta que conocí a
Mongot; él me llevó con los Kiceanos y su padre Mangat, quienes me dieron lugar
en sus vidas hasta la creación de la resistencia. ESA ES LA RAZÓN POR LA QUE NO
PUDE MATARLO.
- Aún lo quieres…- susurró
Sony, perplejo.
Dayas asintió apenado.
Sony lo tomó del hombro.
- Todos aquí tenemos algo de
nuestras vidas que no comprendemos, creo que es nuestra tarea superarlo,
encontrarnos a nosotros mismos y seguir adelante.
- Creo que tienes razón-
respondió el príncipe- Cuando fui a rescatarlos de Minos en el castillo y supe
sobre sus habilidades, me emocioné mucho. En ese momento creí que finalmente
había tomado la mejor decisión de mi vida como comandante. Podría probarle a
Hassian o a los demás miembros del consejo que era útil e indispensable. Sigo
sosteniendo aquel pensamiento… pero no como yo lo imaginaba. Ustedes me
cambiaron, magos.
Kay y Sony se miraron entre
sí con devoción hacia el príncipe.
- En el acento
probablemente- sonrió Sony- Mi padre también fue un hombre complicado, falleció
hace tiempo. En sus últimos años se había vuelto muy frío y reservado. Pero me
quería… a su manera.
- Mejor nos vamos a dormir-
les dijo Natal al ver que la situación no daba para más historias- Mañana será
un día largo.
- ¡No!- exclamó Sony de
repente- Aún no he contado mi historia.
- Otro día, Sony. No es el
momento- le indicó Natal.
- Insisto. No es una
historia de la que apenarse. Aparte no me incumbe solo a mí, sino también a
Kay. ¡Vamos Natal! No quiero que nos vayamos a dormir con una mala sensación.
- Lo escucho- dijo Dayas,
más animado.
- ¿Qué vas a contarles?- le
preguntó Kay a Sony.
Natal hizo un gesto de
rendición.
- Esta es la historia de
cómo Kay y yo nos volvimos los mejores amigos.- enfatizó el joven estudiante de
derecho.
- ¿Eso es todo?- exclamó
Natal, levantando las cejas- Vivieron juntos toda su vida, no hay mucha
ciencia.
- Así es, querido Natal- le
dijo Sony- Pero durante años nos llevamos muy mal.- Kay dibujó una sonrisa
inmensa… todos se detuvieron a escuchar a Sony.
- ‘’Cuando Kay y yo nos conocimos, nació un grave
conflicto. Pues con los años, Kay se había vuelto un niño muy reservado, tímido
y de pocas palabras.
- Esa historia ya no tiene credibilidad- rió Natal,
pero nadie le siguió el chiste. Molesto, se acostó, pero se mantuvo atento. Sony
esperó que no hubiera más interrupciones y con gran energía, empezó a relatar:
- …Yo en cambio, era un niño muy revoltoso y lanzado,
me molestaba que Kay viviera con nosotros, le tenía celos. Me negaba a
compartir a mis padres con él. Íbamos al mismo colegio, yo siempre rodeado de
amigos igual de bufones, pero Kay estaba solo… no hablaba con nadie. Algunas
chicas gustaban de él, pero a él parecía no interesarles. Cuando llegábamos a
casa hablábamos lo usual, prácticamente nada que no estuviera relacionado con
las cosas de la casa. Mi papá, Nicolas, era el más cercano a Kay. Siempre lo
animaba y le preguntaba como le había ido en el colegio, a lo que Kay respondía
en pocas frases y sin muchos ánimos. Esto hacía que mi rencor hacia él fuera
cada vez mayor. Mi familia se había hecho cargo de Kay desde muy pequeño a
causa de la muerte de la suya a manos de un siniestro malhechor.
Mis amigos no se lo bancaban mucho y le jugaban
bromas de mal gusto todo el tiempo, a lo que Kay respondía con indiferencia- Kay se rió recordando- Se
acercaba fin de curso y querían hacerle una broma final. Me invitaron a formar
parte y acepté, yo sería la carnada (pues no le tenía mucha estima), mi tarea
era acercarme y llevarlo a determinado lugar. Lo hice, preguntándole por la
comida y esas cosas; al principio respondía con timidez, pero cuando vio mi
supuesto interés, empezó a hablar… ¡Y vaya! ¡No podía parar de hablar! Fue entonces
cuando lo comprendí, aquel niño sabía lo que yo pensaba de él y decidió no
interferir en mi vida para no molestarme; ahora creía que yo estaba interesado
en ser su amigo. Lo llevé al parque del colegio, donde había una cabaña sobre
una diminuta colina, al lado de un árbol que llevaba una hamaca colgando, aquel
era el punto de reunión. Le dije que ahí nos íbamos a juntar con mis amigos, la
idea era que le cayera un balde de pintura… un clásico. A último momento, lo vi
tan entusiasmado con la idea, que me arrepentí; lo obligué a esconderse y me
coloqué en el lugar donde él debería estar. El balde cayó sobre mi, pero los
chicos le habían agregado un extra a la broma… me envolvieron con una sabana y
me molieron a golpes. Entre risas, cuando quitaron la manta me reconocieron y
salieron huyendo. Kay llamó a mi papá, quien llamó a una ambulancia, varios
golpes me habían dejado moretones en la cara y los brazos. Aquella decisión lo
cambió todo, no solo a nosotros sino también a nuestra familia. ’’
- Desde entonces, no nos
separamos jamás- completó Kay.
Dayas y Natal observaron a
los dos amigos, tan unidos que se hacía difícil imaginar el comienzo de aquella
historia. Los valores de la amistad estaban más que presentes en esos
instantes, esa noche… todos pudieron dormir con una sonrisa en su rostro.
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