martes, 13 de junio de 2017

El Elemental del Doble Elemento: CAPÍTULO 15.



El Elemental del Doble Elemento: CAPÍTULO 15.

- ¿Sabes que, Natal?- dijo Kay mientras levantaban el campamento al amanecer. Dayas no estaba- Ahora que lo noto, nunca nos dijiste como te enteraste que Sony y yo éramos esos supuestos elegidos. 
- El mago Fismut me había dicho que un día uno de los elementales nos traicionaría, no dijo quien, ese día llegaría y no podría ser evitado… la muerte de tu familia, joven Kay- Kay frunció el ceño e intentó no soltar una lágrima- A partir de entonces, los JEN aparecerían. No me dijo más, y de hecho… no estaba muy seguro si se trataba de ustedes cuando los conocí. Me resultaban muy jóvenes.- Natal rió- ¿Recuerdan cuando vencieron a Dimitrion?- los JEN asintieron- Ahí lo supe. ¿Y recuerdan la primera vez que conocieron a Morgán?- Sony y Kay no necesitaron asentir- Él los llamó así, ahí fue cuando lo comprobé. 
- Entonces no tienes ninguna prueba de que nosotros seamos esos seres- afirmó Sony y tiró los escombros de la fogata para no dejar rastros.
- Las tengo- exclamó Natal- ¿Acaso no descubrieron poseer habilidades extras? Ver el pasado y el futuro….
- Esa vez con Víctor Díaz en San Robo…- se apresuró Kay- Lo tocamos y cambió totalmente su actitud. Como un control mental… 
- ¡Ven! ¡Son ustedes, lo sé!- exclamó el elemental del viento, entusiasmado.
- Pero no lo entiendo, ¿De qué se trata todo esto?- preguntó Sony, dubitativo- ¿Cuándo lo sabremos?  
- Fismut me habló de una profecía- el rostro de Natal expresaba tanta confusión como la de sus pupilos- Tampoco me la contó…
- Ese Fismut es extraño- comentó Kay- ¿Entonces te aferraste a una idea sin fundamento, viviste tantos años buscándonos cuando no sabías si en verdad existíamos?
- Tuve fe. Fismut me brindó apoyo cuando mi familia murió, confié en él desde el principio. Me dio un propósito cuando me quedé solo. Ni siquiera sé si sigue con vida- Natal hizo una pausa y continuó- Me dijo que habría señales, que para que la profecía empezara a cumplirse, debería haber un preludio
- Solo encontré unos pocos frutos en los árboles- dijo Dayas, que acababa de aparecer, con los brazos repletos de frutos azules. El día estaba completamente nublado, parecía avecinarse una tormenta en el futuro; había humedad y una ligera brisa soplaba desde el oeste- ¿Qué es lo que hablabais?  
- Nada importante- le respondió Natal- Con esos alimentos estaremos bien por el momento. Gracias Dayas.
- No hay de que- respondió el príncipe- Propongo irnos de aquí, puede que los soldados de Zimpat patrullen la zona.
- Pero las águilas no nos encontrarán- dijo Sony, haciendo una mueca.
- Descuida, presienten donde estoy todo el tiempo- dijo Dayas- Si avanzamos, les acortaremos el camino de regreso.
- ¿Acaso quieres acercarte a Zimpat?- exclamó Kay.
- Exacto, es donde menos piensan que vamos a estar. Minos me toma por cobarde, me debe creer lejos.
- No lo subestimemos, mira todo lo que ha hecho- advirtió Sony. Dayas no supo que responder.
- Hagamos lo que Dayas dice, confío en que es más seguro- habló Natal. Dayas le agradeció con un gesto.  
Los cinco (contando a Clavito) se dirigieron hacia el norte.

- Natal… ¿Cómo se llamaba tu hermano?- preguntó Kay durante el viaje- Te pregunto porque yo también perdí uno, Ulises…
Natal estaba justo detrás de Dayas, quien dirigía la caminata entre los árboles.
- Diego. Diego Kimhote- respondió mientras pasaban por una rampa de tierra que subía durante algunos metros y no dejaba contemplar el horizonte- Durante años fue mi mentor, mi consejero, mi mejor amigo, mi segundo padre… lo quise mucho y me cuidó hasta el final de sus días. Antes de ser asesinado, había vuelto de un largo viaje hacia América, ni siquiera tuve tiempo de estar con él…
- ¿Y tu mamá?- dijo el elemental del fuego.
- Clara. Una amable y dulce mujer, han pasado tantos años que hasta incluso su rostro me es difícil de recordar- Natal hizo una mueca y miró al suelo para no tropezarse- Me duele, pero es la vida que elegí.   
- ¿Y… tu padre?- preguntó Sony.
El rostro de Natal cambió por completo.
- Un hombre muy complicado. No fue el mejor padre del mundo, ni siquiera tuvimos relación alguna. Yo era el niño de mi mamá, y bueno… su nombre era Ernesto Kimhote.
- Me sorprende que te conozca hace varios años y nunca te lo haya preguntado- le dijo Kay, fascinado.
- No es algo que se lo cuente a todos los que conozco- le respondió Natal.
- Me alegra que hayas sido capaz de abrirte con nosotros, lo mismo para ti, Dayas- exclamó Sony, había tomado un palo para facilitar el paso.
Dayas le dirigió una sonrisa y habló.
- Lo mismo digo- respondió el príncipe- Han sido las personas más honestas que he conocido…
Sony se sintió culpable y sin meditarlo, dijo rápidamente.
- Escucha Dayas, hay algo que…
- ¡Las águilas!- exclamó Natal, interrumpiendo a propósito- ¡Están aquí!
- ¡Parecen tener el plano devuelta!- exclamó Dayas, orgulloso.   
Las dos bellas criaturas descendieron de los cielos y se posaron en las ramas de unos árboles altos. Una de ellas llevaba un plano enrollado entre sus garras, apenas aterrizó, lo dejó caer en las manos del príncipe. Las águilas se quedaron inmóviles, agitando sus picos lentamente, sin emitir sonido alguno.   
- Bien hecho- les dijo Dayas y abrió el papel. Se trataba de un documento escrito a mano en una hoja color café, se asemejaba al mapa de Zimpat. Yacía el castillo al noreste, el bosque azul en medio, las montañas en el sur, las islas y el océano en el oeste. Había una cruz roja en cada una, por ejemplo: en las afueras de las montañas del sur (capítulo: rompecabezas), otra en el pantano (Terror en la profundidades), dos en las Islas Gemelas (Las dos torres de Cristal), dos en Zimpat (De vuelta con el tirano) y las últimas en medio del bosque azul (¿?).    
- Ya hemos hecho casi todo, ¡el último está aquí!- exclamó Sony, con fervor y señaló el bosque azul con el dedo.
- El bosque es inmenso, será difícil encontrarlo- dijo Dayas en tono severo- Podríamos estar días buscándolo, para ese entonces mis amigos y camaradas podrían ya…
- Viendo este mapa y las Islas… me han hecho recordar algo. ¿Por qué los Kiceanos le dieron la espalda al séptimo reino cuando Minos los atacó?- preguntó Natal.
- Yo era muy chico en aquel entonces- respondió Dayas- En aquella época, Mangat era el líder, no estoy seguro porqué. Por otro lado, tratemos de pensar algo urgentemente para aligerar la búsqueda y…
Kay se tomó el asunto de un modo más liberal, y en un completo tono de haragán, agregó.
- No se preocupen, muchachos. ¿Somos elementales, recuerdan?
Dayas se le quedó mirando fijamente. Sony y Natal se sobresaltaron al oírlo.
- ¿Ele… mentales?- preguntó Dayas. Kay no sabía que responder, claramente había metido la pata. Hubo un silencio aterrador- ¿Qué ocurre? ¿Por qué todos se quedaron callados?
Natal suspiró y dijo.
- No era mi idea que se enterara así, señor. 
- ¿De qué habla?- Dayas apretó los dientes, desconfiado. Sus ojos azules observaban a los tres extranjeros con precaución.
- No somos magos, joven príncipe. le dijo Sony, preocupado.
Dayas dejó caer el mapa al suelo, anonadado.
- Pero… sus habilidades- Dayas dio un paso hacia atrás- ¿Acaso son impostores? ¿Espías? ¡¿Traidores?!
- Todo lo contrario, señor- Sony intentó calmarlo, pero Dayas no dejó que lo tocara.
Dayas relajó sus impulsos por unos momentos y preguntó.
- ¿Quiénes sois entonces?
Natal suspiró una vez más, esperó una ligera pero decidida pausa y habló al fin.
- Sonará absurdo, pero es la verdad. Provenimos de otra dimensión, un lugar al que llamamos Tierra, en un país que conocemos por Argentina. Vinimos aquí por accidente, mediante un extraño medallón. En nuestro mundo, somos guerreros de antaño (por lo menos, en mi caso), los cuales poseemos habilidades adquiridas de una antigua leyenda tribal. Este poder ayudó hace muchos años a derrotar a un enemigo que había prometido con acabar, sin sentido alguno, la vida que tanto anhelamos. De estos solo había ocho, y cada uno podía controlar un elemento de la naturaleza. Y de aquí, nacen los elementales- Dayas asintió comprensivo. A lo que Natal añadió- Puede que esto sea lo más sencillo de incorporar. Dayas, tu ancestro fue un elemental de la Tierra. Luchó y dirigió al grupo contra este letal adversario conocido como Hariet o el Oscuro. Cuando todo acabó, vino a parar aquí mediante la ayuda de nuestro mentor y encerraron su alma en el templo que tiene su nombre. Juan Jimonte fue un gran líder y un gran compañero, sin siquiera despedirse vino hasta aquí, formó una familia e hizo que su linaje durara hasta llegarte a ti. Porque cuando un elemental tiene un hijo, su poder se transfiere de progenitor a heredero. Dayas… tú eres un elemental.
- Dèjá vu- pensó Sony.
Dayas se quedó petrificado, casi parecía que se había quedado sin aire que respirar, dio unos pasos atrás y los miró… asustado.
- Juan fue nuestro líder porque podía controlar dos elementos. Yo creo que tú también puedes hacerlo, necesitas aprender cómo, para acabar con Minos y rescatar a tu gente- continuó Natal, intentando avanzar hacia el perturbado heredero- Eres el elemental del doble elemento. El más fuerte de todos nosotros. 
Todo fue muy repentino, Natal dio un paso más y Dayas salió huyendo a toda velocidad.
- ¡Dayas!- gritaron los JEN al unísono.
Lo persiguieron durante un buen rato (más de una hora), hasta que lo perdieron definitivamente de vista. Dayas se había ido. Las águilas habían partido vuelo hacia el sur. 
- ¿Y ahora qué hacemos?- preguntó Sony a sus compañeros, una vez se sentaron a descansar por las corridas. Natal le respondió…

- Rezar… porque el príncipe no cometa una locura. 

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