El Elemental del Doble Elemento: CAPÍTULO
15.
- ¿Sabes que, Natal?- dijo
Kay mientras levantaban el campamento al amanecer. Dayas no estaba- Ahora que
lo noto, nunca nos dijiste como te enteraste que Sony y yo éramos esos
supuestos elegidos.
- El mago Fismut me había
dicho que un día uno de los elementales nos traicionaría, no dijo quien, ese
día llegaría y no podría ser evitado… la muerte de tu familia, joven Kay- Kay
frunció el ceño e intentó no soltar una lágrima- A partir de entonces, los JEN
aparecerían. No me dijo más, y de hecho… no estaba muy seguro si se trataba de
ustedes cuando los conocí. Me resultaban muy jóvenes.- Natal rió- ¿Recuerdan
cuando vencieron a Dimitrion?- los JEN asintieron- Ahí lo supe. ¿Y recuerdan la
primera vez que conocieron a Morgán?- Sony y Kay no necesitaron asentir- Él los
llamó así, ahí fue cuando lo comprobé.
- Entonces no tienes ninguna
prueba de que nosotros seamos esos seres- afirmó Sony y tiró los escombros de
la fogata para no dejar rastros.
- Las tengo- exclamó Natal-
¿Acaso no descubrieron poseer habilidades extras? Ver el pasado y el futuro….
- Esa vez con Víctor Díaz en
San Robo…- se apresuró Kay- Lo tocamos y cambió totalmente su actitud. Como un control mental…
- ¡Ven! ¡Son ustedes, lo sé!-
exclamó el elemental del viento, entusiasmado.
- Pero no lo entiendo, ¿De
qué se trata todo esto?- preguntó Sony, dubitativo- ¿Cuándo lo sabremos?
- Fismut me habló de una profecía-
el rostro de Natal expresaba tanta confusión como la de sus pupilos- Tampoco me
la contó…
- Ese Fismut es extraño-
comentó Kay- ¿Entonces te aferraste a una idea sin fundamento, viviste tantos
años buscándonos cuando no sabías si en verdad existíamos?
- Tuve fe. Fismut me brindó
apoyo cuando mi familia murió, confié en él desde el principio. Me dio un
propósito cuando me quedé solo. Ni siquiera sé si sigue con vida- Natal hizo
una pausa y continuó- Me dijo que habría señales,
que para que la profecía empezara a cumplirse, debería haber un preludio…
- Solo encontré unos pocos
frutos en los árboles- dijo Dayas, que acababa de aparecer, con los brazos
repletos de frutos azules. El día estaba completamente nublado, parecía
avecinarse una tormenta en el futuro; había humedad y una ligera brisa soplaba
desde el oeste- ¿Qué es lo que hablabais?
- Nada importante- le
respondió Natal- Con esos alimentos estaremos bien por el momento. Gracias
Dayas.
- No hay de que- respondió
el príncipe- Propongo irnos de aquí, puede que los soldados de Zimpat patrullen
la zona.
- Pero las águilas no nos
encontrarán- dijo Sony, haciendo una mueca.
- Descuida, presienten donde
estoy todo el tiempo- dijo Dayas- Si avanzamos, les acortaremos el camino de
regreso.
- ¿Acaso quieres acercarte a
Zimpat?- exclamó Kay.
- Exacto, es donde menos
piensan que vamos a estar. Minos me toma por cobarde, me debe creer lejos.
- No lo subestimemos, mira
todo lo que ha hecho- advirtió Sony. Dayas no supo que responder.
- Hagamos lo que Dayas dice,
confío en que es más seguro- habló Natal. Dayas le agradeció con un gesto.
Los cinco (contando a
Clavito) se dirigieron hacia el norte.
- Natal… ¿Cómo se llamaba tu
hermano?- preguntó Kay durante el viaje- Te pregunto porque yo también perdí
uno, Ulises…
Natal estaba justo detrás de
Dayas, quien dirigía la caminata entre los árboles.
- Diego. Diego Kimhote- respondió mientras pasaban
por una rampa de tierra que subía durante algunos metros y no dejaba contemplar
el horizonte- Durante años fue mi mentor, mi consejero, mi mejor amigo, mi segundo padre… lo quise mucho y me cuidó
hasta el final de sus días. Antes de ser asesinado, había vuelto de un largo
viaje hacia América, ni siquiera tuve tiempo de estar con él…
- ¿Y tu mamá?- dijo el
elemental del fuego.
- Clara. Una amable y dulce mujer, han pasado tantos años que hasta
incluso su rostro me es difícil de recordar- Natal hizo una mueca y miró al
suelo para no tropezarse- Me duele, pero es la vida que elegí.
- ¿Y… tu padre?- preguntó
Sony.
El rostro de Natal cambió
por completo.
- Un hombre muy complicado.
No fue el mejor padre del mundo, ni siquiera tuvimos relación alguna. Yo era el
niño de mi mamá, y bueno… su nombre era Ernesto
Kimhote.
- Me sorprende que te
conozca hace varios años y nunca te lo haya preguntado- le dijo Kay, fascinado.
- No es algo que se lo
cuente a todos los que conozco- le respondió Natal.
- Me alegra que hayas sido
capaz de abrirte con nosotros, lo mismo para ti, Dayas- exclamó Sony, había
tomado un palo para facilitar el paso.
Dayas le dirigió una sonrisa
y habló.
- Lo mismo digo- respondió
el príncipe- Han sido las personas más honestas que he conocido…
Sony se sintió culpable y
sin meditarlo, dijo rápidamente.
- Escucha Dayas, hay algo
que…
- ¡Las águilas!- exclamó
Natal, interrumpiendo a propósito- ¡Están aquí!
- ¡Parecen tener el plano
devuelta!- exclamó Dayas, orgulloso.
Las dos bellas criaturas
descendieron de los cielos y se posaron en las ramas de unos árboles altos. Una
de ellas llevaba un plano enrollado entre sus garras, apenas aterrizó, lo dejó
caer en las manos del príncipe. Las águilas se quedaron inmóviles, agitando sus
picos lentamente, sin emitir sonido alguno.
- Bien hecho- les dijo Dayas
y abrió el papel. Se trataba de un documento escrito a mano en una hoja color
café, se asemejaba al mapa de Zimpat.
Yacía el castillo al noreste, el bosque azul en medio, las montañas en el sur,
las islas y el océano en el oeste. Había una cruz roja en cada una, por
ejemplo: en las afueras de las montañas del sur (capítulo: rompecabezas), otra
en el pantano (Terror en la profundidades), dos en las Islas Gemelas (Las dos
torres de Cristal), dos en Zimpat (De vuelta con el tirano) y las últimas en
medio del bosque azul (¿?).
- Ya hemos hecho casi todo,
¡el último está aquí!- exclamó Sony, con fervor y señaló el bosque azul con el
dedo.
- El bosque es inmenso, será
difícil encontrarlo- dijo Dayas en tono severo- Podríamos estar días
buscándolo, para ese entonces mis amigos y camaradas podrían ya…
- Viendo este mapa y las
Islas… me han hecho recordar algo. ¿Por qué los Kiceanos le dieron la espalda
al séptimo reino cuando Minos los atacó?- preguntó Natal.
- Yo era muy chico en aquel
entonces- respondió Dayas- En aquella época, Mangat era el líder, no estoy seguro
porqué. Por otro lado, tratemos de pensar algo urgentemente para aligerar la
búsqueda y…
Kay se tomó el asunto de un
modo más liberal, y en un completo tono de haragán, agregó.
- No se preocupen,
muchachos. ¿Somos elementales, recuerdan?
Dayas se le quedó mirando
fijamente. Sony y Natal se sobresaltaron al oírlo.
- ¿Ele… mentales?- preguntó
Dayas. Kay no sabía que responder, claramente había metido la pata. Hubo un
silencio aterrador- ¿Qué ocurre? ¿Por qué todos se quedaron callados?
Natal suspiró y dijo.
- No era mi idea que se
enterara así, señor.
- ¿De qué habla?- Dayas
apretó los dientes, desconfiado. Sus ojos azules observaban a los tres
extranjeros con precaución.
- No somos magos, joven
príncipe. le dijo Sony, preocupado.
Dayas dejó caer el mapa al
suelo, anonadado.
- Pero… sus habilidades-
Dayas dio un paso hacia atrás- ¿Acaso son impostores? ¿Espías? ¡¿Traidores?!
- Todo lo contrario, señor-
Sony intentó calmarlo, pero Dayas no dejó que lo tocara.
Dayas relajó sus impulsos
por unos momentos y preguntó.
- ¿Quiénes sois entonces?
Natal suspiró una vez más,
esperó una ligera pero decidida pausa y habló al fin.
- Sonará absurdo, pero es la
verdad. Provenimos de otra dimensión, un lugar al que llamamos Tierra, en un
país que conocemos por Argentina. Vinimos aquí por accidente, mediante un
extraño medallón. En nuestro mundo, somos guerreros de antaño (por lo menos, en
mi caso), los cuales poseemos habilidades adquiridas de una antigua leyenda
tribal. Este poder ayudó hace muchos años a derrotar a un enemigo que había
prometido con acabar, sin sentido alguno, la vida que tanto anhelamos. De estos
solo había ocho, y cada uno podía controlar un elemento de la naturaleza. Y de
aquí, nacen los elementales- Dayas asintió comprensivo. A lo que Natal añadió-
Puede que esto sea lo más sencillo de incorporar. Dayas, tu ancestro fue un
elemental de la Tierra. Luchó
y dirigió al grupo contra este letal adversario conocido como Hariet o el
Oscuro. Cuando todo acabó, vino a parar aquí mediante la ayuda de nuestro
mentor y encerraron su alma en el templo que tiene su nombre. Juan Jimonte fue
un gran líder y un gran compañero, sin siquiera despedirse vino hasta aquí,
formó una familia e hizo que su linaje durara hasta llegarte a ti. Porque
cuando un elemental tiene un hijo, su poder se transfiere de progenitor a
heredero. Dayas… tú eres un elemental.
- Dèjá vu- pensó Sony.
Dayas se quedó petrificado,
casi parecía que se había quedado sin aire que respirar, dio unos pasos atrás y
los miró… asustado.
- Juan fue nuestro líder
porque podía controlar dos elementos. Yo creo que tú también puedes hacerlo,
necesitas aprender cómo, para acabar con Minos y rescatar a tu gente- continuó
Natal, intentando avanzar hacia el perturbado heredero- Eres el elemental del
doble elemento. El más fuerte de todos nosotros.
Todo fue muy repentino, Natal
dio un paso más y Dayas salió huyendo a toda velocidad.
- ¡Dayas!- gritaron los JEN
al unísono.
Lo persiguieron durante un
buen rato (más de una hora), hasta que lo perdieron definitivamente de vista.
Dayas se había ido. Las águilas habían partido vuelo hacia el sur.
- ¿Y ahora qué hacemos?- preguntó
Sony a sus compañeros, una vez se sentaron a descansar por las corridas. Natal
le respondió…
- Rezar… porque el príncipe
no cometa una locura.
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