martes, 16 de mayo de 2017

Donde se Ocultaron las Sombras- Parte 2: CAPÍTULO 11.



Donde se Ocultaron las Sombras- Parte 2: CAPÍTULO 11.

Habían pasado ocho días desde que los magos de la resistencia habían partido hacia las islas y aún así, no había noticias sobre su paradero. Dayas intentó no imaginar lo peor, confiaba en ellos más que en él mismo, sabía que ningún obstáculo sería problema para dicho grupo. Pero aún así, estaba muy preocupado. Faír visitó su cabaña y habló con él.
- Ya vendrán, son seres especiales, mucho coraje veo en ellos, tal vez un poco de inmadurez… pero son leales y son fuertes. Antes de que el sol desaparezca, habrán regresado- le dijo al príncipe con notable reticencia.   
- No lo sé, Faír. Tengo un mal presentimiento. ¿Usted no?- Dayas se frotó el pelo.  
- Sin duda hay un lazo que los une, señor.
- ¿A qué te refieres?
- Digo, las habilidades de los magos y las suyas son semejantes, todos ustedes utilizan el poder de la naturaleza y en mi vida he conocido a muchos magos que no podrían ni hacer la mitad de lo que vosotros podéis hacer.
- ¿Quieres convencerme de que yo también soy un mago?- dijo el príncipe, divertido.  
- Es una probabilidad.- Faír no lo tomó como un chiste- Pero olvídelo, la vejez me hace delirar- se disculpó el anciano.
- No hay porque disculparse, mi leal amigo- hubo una pausa y Dayas se paró de golpe- No puedo más, iré yo mismo a buscarlos.
- La bahía está a poco de aquí, pero de todas maneras, sería una presa fácil para los secuaces del Rey, señor.
- No pienso quedarme de brazos cruzados. Dile a Mongot que iré en su búsqueda. No me sucederá nada.
Faír asintió disconforme y se retiró.
   

- ¿Dónde estamos?- preguntó Sony.
- No lo sé, pero ya estoy cansado de caer por agujeros.- respondió Kay.
El lugar estaba muy escaso de luz, salvo por unas cuantas antorchas encendidas que contenían una llama color verde. Los demás se intentaron recuperar del golpe y se levantaron apenas pudieron. Creyeron escuchar el murmuro de un hombre en un desconocido idioma, un vapor se alzaba hasta sus rodillas, avanzaron cuidadosamente. Observaron con horror una infinita cantidad de huesos, cadáveres de hombres y animales, se asemejaba a una cueva sin salida.
- Mantengámonos todos juntos- dijo Natal a sus compañeros, quienes se pegaron a él ante la expectativa. Duros como rocas, siguieron los pasos de su maestro.
- ¿Qué es este lugar?- preguntó Kay, un poco asustado.
Y frente a ellos apareció una inmensa pared dibujada innumerables veces con sangre. Los dibujos más destacados fueron cuentas, tal vez la cantidad de días, de meses o de años; un círculo rojo dentro de otro círculo de mayor tamaño, este a su vez, dentro de otro aún más grande; todos ellos atravesados por una línea recta horizontal. También había un símbolo dibujado y abajo la palabra: JEN.     
- Es el mismo símbolo del pergamino, del medallón...- dijo Natal y apretó los dientes, ya se veía venir una importante revelación.
- Y de la espada…- agregó el elemental del fuego- Quien quiera que haya estado aquí no se ve muy amistoso que digamos…
Kay se acercó lentamente a la pared dibujada mientras sus compañeros hablaban y posó su palma sobre ella. Una luz cubrió sus ojos y pudo viajar en algún punto del pasado para escuchar el fragmento de una conversación entre dos seres:

- Nunca serás de su semejanza. Jamás podrás compararte con lo que alguna vez fue ‘’ÉL’’- dijo una gruesa y retumbante voz.  
- Un día… pagarás por todo lo que me has hecho- respondió el otro ser en tono amenazante, una voz más susurrada pero muy tenebrosa- Tit… 

Kay volvió en si y recuperó la vista, se echó para atrás y estuvo apunto de perder el equilibrio.
- Kay… ¿Qué sucede?- le dijo Natal y fue a socorrerlo para que no se caiga al suelo.
- Oh… ¿Tuviste una visión, no es así?- preguntó Sony, comprendiendo rápidamente.
- El pedazo de una conversación, no pude ver más… algo me lo impidió- respondió Kay, anonadado por la visión- Dos seres, hablaban, solo eso…
Kay le hizo una seña a Natal de que ya podía ponerse de pie por su cuenta, lo hizo y acarició la misma pared que acababa de tocar.
- Kay, me estas asustando…- le dijo Sony, estaba sudando y su estómago apretaba con fuerza.
El joven que podía controlar el fuego, estaba muy concentrado en estudiar la pared y sus dibujos. Como una vez le había sucedido a Sony en el pasado, ahora a Kay parecían aclarársele ciertas dudas. En voz alta, pronunció…
- A través de los tiempos se manifestó, aguardando ser liberado de sus cadenas, y a pesar de la larga espera, su odio creció, sueña con las bestias viviendo bajo su merced, solo con la muerte se paga la vida de este ser.
- Si, el pergamino… ¿Qué descubriste?- preguntó Natal, con la mirada fruncida.
Los pasos del elemental mientras caminaba de un lado a otro, resonaban en toda la prisión, como golpes mortales. Kay mantuvo el suspenso apenas se detuvo y el silencio se apoderó de la sala.
- Fue aquí.- Kay tenía los ojos brillantes y parecía que estaba apunto de ponerse a llorar, su voz estaba algo quebrada- El pergamino era una ADVERTENCIA. Alguien nos quiso prevenir…
- ¿Prevenir qué?- preguntaron Natal y Sony al mismo tiempo, con cierta angustia.
Otro silencio dio lugar hasta que…
- Qué Hariet está con vida
Sony tragó saliva. Natal dio un paso hacia atrás y recordó un incendio y un triple homicidio. El único responsable de la muerte de la familia de Kay, del padre de Sony, de… vivía.
Natal ya lo sabía, José Morgán se lo había dicho el año pasado en la Isla flotante de Sarmander. Pero en su momento, parecía tratarse de algo lejano y sin relevancia. Sin embargo, estar en el mismo lugar donde estuvo aquel sujeto, eso sí que era distinto…
Natal hizo un gesto brusco, se colocó de espaldas y por primera vez, lloró adelante de sus pupilos. 

‘’- Ese tatuaje… ¿Qué es?- preguntó Natal, lleno de curiosidad. 
- La marca negra… un hechizo que nos obliga a hacer cosas desagradables por ordenes de otro ser.
Natal abrió los ojos como platos.
- ¿Quién?- pero José no necesitó responderle para que Natal lo reconociera- Entonces…
- Hace tiempo ya, aproximadamente diecinueve años- se apresuró Morgán en contestar. (…)’’

‘’- ¿Y qué pasó?- preguntó Natal.
- Tuve la visita de un viejo enemigo, uno que creí que había muerto. Me prometió salvarla a cambio de su lealtad… me negué rotundamente al principio. (…)’’
[La Guerra de las Bestias 2: La espada divina y el tesoro de los aztecas. CAPÍTULO 11]

- Despertó hace veinte años, ¡veinte malditos años! ¡No puedo ser tan ciego!- gritó Natal, lleno de furia y golpeó la pared con sus nudillos.
Kay y Sony miraban a Natal en silencio, conmocionados y preocupados.
- Morgán lo dijo antes de morir: fue la culpa del demonio. Él mató a mis padres.- dijo Kay, en voz baja.
- Y a Nicolas…- dijo Sony- Mediante una red confusa.
Kay observó a Sony con gesto de sorpresa.
- Hariet manipuló a Morgán para que esta hiciera lo mismo con Dimitrion, así, nuestro primer enemigo ordenó la matanza de mi padre a tres bestias, que pertenecían a La Cruz- Sony pisoteó el suelo, nadie se dio cuenta que una pequeña grieta había aparecido cuando lo golpeó- Los tres sujetos que asustaron a mi familia y le quitaron la vida frente a mis ojos. 
- ¿Por qué está tan obsesionado con nosotros?- preguntó Kay.
- Yo creo que el gran misterio es lo que ocultaron Frank y Nicolas. Si juntamos algunas piezas, puedo inducir que Hariet quería algo de nuestros padres, más bien, quería callarlos. Por eso los mató. Lo único que no entiendo…- Sony intentaba analizar todo fríamente, cosa que era casi imposible- ¿Por qué mató a tu familia completa cuando tenías menos de un año? ¿Y por qué tardó tanto en asesinar a mi padre?
- ¿Y por qué no lo hizo él mismo?- agregó Kay, hubo una pausa y continuó- Una de las voces, la que amenazaba, era él… 
- ¿Estas seguro?
Kay asintió. Natal se dio media vuelta y se limpió el puño, se había lastimado con el puñetazo a la pared.
- ¿Quién, Kay?- preguntó el profesor, frívolamente.
- Era Hariet. Y estaba furioso, un hombre o lo que fuera le decía que jamás se parecería a un alguien. El Oscuro, enojado, le respondía que un día le pagaría por todo lo que le había hecho…
El dolor que estaba padeciendo Natal se transformó en curiosidad.
Los tres compañeros cruzaron miradas de confusión.
Natal se limpió las lágrimas, se agarró los cachetes de la cara con la mano izquierda, fijó sus ojos en el suelo y analizó todo detenidamente.
- ¿Qué fue lo que te hizo a ti?-  le preguntó Sony, con miedo.
Pero Natal le lanzó una mirada amenazadora. Kay y Sony se sobresaltaron sin demostrarlo. Y de repente… ahí estaba la respuesta, frente a sus narices todo este tiempo. Natal lo acababa de descubrir.
- Ahora lo entiendo todo- dijo, ninguno de los JEN se animó a preguntar de que hablaba. Sin embargo, no fue necesario que lo hicieran.- El desgraciado no murió cuando la espada lo atravesó de lado a lado. Debí imaginarlo. Entonces… Jimonte lo trajo hasta este mundo y lo encerró en este templo, en esta prisión mágica… - Natal sonrió, pero no fue de felicidad- Por eso el mago me pidió que me mantuviera inmortal y que los buscara, porque él aún estaba con vida…- y pensó- Porque quería darme la oportunidad de vengarme
- En resumen, Fismut y Juan Jimonte crearon este templo para encarcelarlo. Nunca fue expulsado de la Tierra, solo la estaba protegiendo.- dijo Sony.  
- ¿Cómo hizo para escapar? ¿Y donde está?- dijo Kay. Las interrogantes eran cada vez más.
- La criatura…- se dijo Natal a sí mismo por un momento y luego se dirigió en voz alta hacia sus compañeros- El ser que casi me mata, ¡lo acabo de recordar! Es un Snoro, un ser tenebroso que provino de los poderes de Hariet.
- Tal vez a Fismut y a Jimonte no les fue tan fácil contener su poder…- dijo Sony, poco a poco, las tristeza parecía quedar otra vez en el pasado.  

En un abrir y cerrar de ojos aparecieron nuevamente en la gran habitación luminosa del templo, sobre el círculo dibujado, como si nada hubiera pasado. 
- ¿Qué demonios?- exclamó Kay, aturdido por el cambio de panorama.
- Entramos por un momento, eso pasó- dijo Natal, se lo notaba mejor. Luego se apresuró en ir hacia el pedestal- La última hoja del libro dice como abrir y cerrar dicho portal, son las indicaciones para encerrar a un alma en la prisión fantasma.
- ¿Un… alma?- dijeron los JEN al unísono.
- No dice nada de Hariet. Son solo indicaciones. El mago me enseñó a entender su lengua cuando era un niño, entiendo algunas pocas cosas- dijo sin prestarles atención. Natal continuó pasando las hojas y se detuvo en una- Esta dice: ‘’Quitar’’ e indica como…
- ¿Cómo que?- preguntaron los JEN al unísono.
- Cómo extirpar al ser que lleves dentro y reemplazarlo por otro- Natal suspiró abatido- Así que eso fue lo que Juan Jimonte hizo consigo mismo.
- Será mejor que nos marchemos, este lugar me produce rechazo- dijo Kay mirando a su alrededor en señal de peligro.
- Comparto- le dijo Natal- Ya hemos aprendido suficiente, vayámonos- luego tomó el libro más la hoja que faltaba.
Pero algo ocurrió apenas lo hizo, los ojos de la estatua dorada de Juan Jimonte se movieron de un lado a otro, fruncieron el ceño y los acecharon.
- Esto no me pinta nada bien…- dijo Sony, el primero en notar que ya estaban en problemas.
La estatua de Juan Jimonte COBRÓ VIDA y se levantó de su asiento.
- ¡Corran!- les dijo Natal, todos se dispusieron a hacerlo en dirección a la puerta. Repentinamente se cerró con fuerza, la estatua viviente fue tras ellos.
- Natal, intenta abrir la puerta con tus habilidades mientras Sony y yo distraemos a nuestro gigantesco amigo- indicó Kay.
Aunque no le gustara seguir órdenes de un joven, no tuvo mayor remedio que obedecer; para su desgracia, la puerta estaba sellada y sus habilidades en el viento solo la sacudían, pero de todas formas, siguió intentando.
Sony creó diversos charcos de lava para que la estatua tropezara, lo que funcionó; Kay intentó dañarlo con sus bolas de fuego sin éxito. La estatua volvió a levantarse pero no les hizo nada, fue directamente por Natal.
- No parece estar interesado en nosotros…- dijo Kay, desconcertado.
- ¡El libro! ¡LA CRIATURA PROTEGE EL LIBRO! ¡Por eso no nos ataca a nosotros!- exclamó Sony- ¡Natal! ¡Huye! ¡Deja el libro!
Pero Natal no los oía y continuaba intentando abrir la puerta sin percatarse por los temblores que causaban las pisadas de la gigantesca estatua, la cual se acercaba a gran velocidad. Se colocó justo detrás, en silencio, hasta que el elemental de viento se cansó de intentar abrir la puerta, miró hacia atrás y se sobresaltó al verla. La estatua fruncía el ceño, a la espera, abrió la boca e hizo una clase de rugido, las vibraciones del sonido lo empujaron a Natal hasta la entrada. Este cayó y quiso huir, pero el paso lo tenía rodeado. Natal se aferró al libro, lo que la criatura notó e hizo que aumentara su ferocidad.
Tenía una forma similar a la de las estatuas griegas; cubierta de oro, con los ojos de piedra, vestimenta (una armadura) imbricada al cuerpo, tallada en el mismo material.
Justo a tiempo, Sony efectuó masas de lava en los talones de la estatua y las solidificó rápidamente para que no pudiera avanzar. Pero la estatua del prócer se deshizo de las rocas ígneas con facilidad. Secuencialmente, Kay voló por los aires con las manos apuntando al suelo y se colocó sobre su hombro. Le lanzó una serie de llamaradas a los ojos para cegarlo, la estatua intentó derribarlo, pero Kay voló justo a tiempo. Entre volteretas y manotazos fallidos, Kay lo golpeó en la frente con sus poderes, un agujero le surgió y de su interior cayó un extraño cubo, el cual fue a parar a las manos de Natal. El hombre, fascinado, lo guardó. La estatua, le dio un manotazo al elemental de fuego.
- ¡Cuidado Kay!- le gritó Sony desde abajo. No podía utilizar sus alas por la luz del sol que entraba por los ventanales del templo. Y no quería arriesgarse a perder las alas de la gárgola… por segunda vez.        
Kay perdió el equilibrio y con suerte pudo caer sobre la cabeza de la estatua gigante, con el peligro de caer cien metros, el elemental intentó sostenerse de los duros cabellos dorados de la estatua. El inmenso ser se sacudió para sacárselo de encima, el balanceo causó que Kay casi cayera, pero se aferró a la parte delantera de la cabeza hasta llegar a la frente, por accidente posó sus dos dedos sobre ella y se nutrió, inexplicablemente, de sus recuerdos:


MEMORIA 1:

Juan Jimonte (a quien se lo notaba viejo) y otro hombre con una gran túnica blanca hablaban en ese mismo templo, la escena se veía desde la perspectiva de la estatua sentada.
- La prisión es un éxito- exclamó Jimonte- Hariet morirá con el tiempo.
- No, mi amigo. Su poder sigue siendo insuperable, en un futuro intentará huir. Y lo logrará, estoy seguro. Pero de eso no hay duda, que los JEN se encargarán.
- Gran Fismut… he hecho todo lo que me pedisteis. Abandoné mi patria, mi hogar por ti. Encontré amor y paz en la nueva Zimpat. Además de un nuevo ser en mi interior. Os agradezco.
- ¿Pero…?
- Pero os quisierais pedir un favor. Un último favor. Como veréis, a diferencia de usted, yo he envejecido. Y no ha pasado ni un día ni una noche en la que no he pensado en MI GRAN DESEO.
Fismut hizo un gesto de que continuara hablando.
- De conoceros, señor. Sé que falta mucho tiempo, pero también sé que tú podéis llevarme a un instante de sus vidas. Quiero veros, antes de partir. Ese es mi deseo.
- Por todo lo que hicisteis, lo haré.
Una gran sonrisa apareció en el rostro del ya anciano Juan Jimonte, sus cabellos ya no eran tan ondulados, tenía barba y cabello color blanco, pocas arrugas, postura encorvada, vestía de la misma forma y poseía un collar de oro con un rubí en forma de águila, además de la corona en su cabeza, la corona real.
Fismut posó su bastón sobre la cabeza del Rey Jimonte, una luz amarilla lo rodeó y desapareció por unos instantes. Fismut esperó hasta que regresara por arte de magia.
- Ha… ha sido increíble- dijo Jimonte, tan entusiasmado que parecía tratarse de Dayas- Son tan jóvenes… y visten tan raro. Uno de ellos se transformó en un hombre lobo y casi los mata…
Fismut lo cayó.
- Lo que viviste, guárdatelo para ti.
Pero a Jimonte pareció no importarle.
- Tuve que usar el poder de la estatua de oro para detenerlo, creo que les salvé la vida. No me vieron, quédate tranquilo.
- Si, lo sé- respondió el mago- Lo he visto todo. Ahora escucha: No debes dejar que nadie vuelva a pisar este templo. No al menos hasta que tu vigésimo vigésimo vigésimo tatara nieto varón cumpla los ocho años. Y tu familia nunca deberá enterarse de la existencia de los elementales o de la Tierra, es una orden.
- Tienes mi palabra, gran mago. Y gracias.  

MEMORIA 2:

Minos estaba en el pedestal, petrificado, el círculo acababa de cerrarse. Arrancó una hoja y la posó sobre la mesa, inmediatamente huyó con el libro,  las puertas se cerraron a su espalda antes de que la estatua pudiera reaccionar por el robo.

La estatua se echó para atrás, Kay cayó, logró utilizar la técnica para volar y así llegó al suelo sano y salvo. El inmenso ser había entendido lo sucedido, volvió a su lugar, se sentó y se convirtió nuevamente en un objeto sin vida. Las puertas se abrieron nuevamente y los elementales, sin meditarlo, salieron.

- ¿Qué fue lo que viste?- preguntó Sony, mientras suspiraba.
- Fue Jimonte, Juan Jimonte fue esa extraña luz que vimos la primera vez que vinimos aquí, él le pidió al mago Fismut que su último deseo, antes de morir, era conocernos- Kay se sentó en el suelo, aturdido, entrecerrando los ojos por la intensidad del sol.
- La que nos salvó la vida del hombre lobo…- dijo Sony, maravillado- Viajó hacia el futuro solo para conocernos, esto ya es demasiado para mí.  
- Fismut dijo que era nuestra tarea detener a Hariet. Y sí, allí estuvo encerrada su alma- continuó el elemental del fuego.
- ¿Estuvo?- preguntó Natal, agitado.  
- El mago dijo que hasta que su vigésimo vigésimo vigésimo tatara nieto cumpliera ocho años… - respondió Kay.
- ¿Se referirá a Dayas?- dijo Sony mientras se limpiaba el sudor de la frente.
- No lo sé, puede ser cualquiera, habría que hacer las cuentas- Kay respiraba rápidamente por el cansancio- Hay más… en otra memoria de la estatua aparece Minos. Él se robó el libro.
- ¿Y el cadáver? ¿Será el cadáver de Minos el que encontramos y quien en realidad está gobernando es un impostor?- habló Sony como un rayo.
- ¿Y Vayas?- preguntó el elemental de fuego.
- Pudo haberse deshecho de él de alguna otra forma- afirmó Sony.
- Lo dudo, Dayas nunca se percató de que no fuera su tío. El cadáver es de Vayas, sin duda.
- Descarto teoría- dijo el joven elemental de lava y apretó los dientes.     
- Una cosa es segura…- afirmó Natal y ayudó a Kay a levantarse- El templo de Jimonte fue el lugar donde se ocultaron las sombras todo este tiempo.

Dayas había partido sin avisar, preocupado por lo que podría haber pasado con los magos de la resistencia. Mientras caminaba por el angosto sendero en dirección a la costa sintió que alguien lo seguía. La noche se hacía evidente, cada vez más lejos de las montañas, un cielo repleto de estrellas fascinaba al príncipe durante su caminata. La luz de la luna le funcionaba de guía, además de que llevaba una antorcha, no tenía miedo de deambular por allí, de chico había atravesado todo el bosque azul Él solo, escapando de una trágica muerte. La brisa soplaba con suavidad, la noche calurosa era calma y preciosa. Pero Dayas no podía darse el lujo de disfrutar de todo ello, tenía una tarea y debía cumplirla. En cierto modo, una parte de él quería demostrarle a sus superiores que no era ningún débil y que podía manejar la situación; por otro lado, el cariño que se habían ganado los magos era tan grande que ya los consideraba parte de su camaradería más cercana. Al principio, fueron solo impresiones, pero luego se fueron haciendo cada vez más evidentes y repetitivas. Pisadas, movimientos entre las sombras, ojos acechándolo. Dayas, sin ningún temor, dijo en voz alta.
- ¿Quién anda ahí?- el silencio total fue la respuesta- Lo diré una vez más… ¿QUIÉN ANDA AHÍ?- los pájaros nocturnos callaron su canto y cuando Dayas estuvo apunto de seguir el paso y creer que todo había sido impresión suya, un sujeto apareció. Un sujeto encapuchado. Dayas lo miró con asombro, un poco de preocupación, pero sin miedo- ¿Quién eres?- Dayas se fue acercando a paso lento. El sujeto no respondió- ¡Le hice una pregunta! Soy Dayas, heredero al trono de Zimpat, exijo una respuesta.
El sujeto tardó en responder, se trataba de un hombre con una voz que pronunciaba muchos las ‘’eses’’.
- Usted, príncipe, solo es un peón en el tablero descomunal de la vida, donde su destino apenas importa.
Dayas se mantuvo a unos pocos metros del encapuchado.
- ¿A qué te refieres?- la llama de la antorcha se apagó y Dayas tiró el tronco.
- Busco a dos jóvenes, sé que están aquí en el ZEN. Los he buscado durante mucho tiempo.
- No sé a que se refiere, señor. Buenas noches.
- No descansaré hasta encontrarlos. Tiene mi palabra.
- No es que se la haya pedido.
El encapuchado rió.
- Quiero a los JEN, los quiero.
- Vuelvo a repetir que no sé a que se refiere, buenas noches- dijo Dayas y amagó para retirarse.
- Tienen la misma edad, seguramente- insistió el extraño sujeto- Ambos no nacieron aquí, son jóvenes, torpes y poseen habilidades con los que otros solo sueñan.
Dayas frunció el ceño, supo en lo más profundo de su corazón, que ese sujeto buscaba a sus amigos Kay y Sony. Se dio media vuelta y le dijo:
- ¿Y qué es lo que quiere con ellos?
- Hizo memoria, eh- dijo el encapuchado, Dayas tragó saliva- Solo verlos sufrir y cuando sea necesario, matarlos.
- ¡Sobre mi cadáver!- exclamó Dayas.
El sujeto estiró las manos y el príncipe voló por los aires hasta caer al suelo. El rostro de Dayas volvió a enrojecerse y furioso, efectuó un torbellino de agua en forma horizontal; el sujeto solo se dispuso a rechazarlo con un gesto despectivo. Mientras el sujeto se acercaba, Dayas sentía cada vez más ira, lo volvió a atacar pero nada le sucedió a su contrincante. Quien se le acercó caminando, le pegó una cachetada burlona (la cual dejó anonadado al pobre Dayas) e hizo aparecer en su mano derecha un inmenso bastón; con este torturó al joven príncipe y lo dejó al borde de la muerte. Todo estaba muy oscuro y confuso, tendido sobre el suelo boca arriba, el joven de cabello dorado le preguntó:
- ¿Quién eres?
- ¿Eso importa?- respondió el encapuchado en tono burlón- ¡¿DÓNDE ESTÁN?!
- No… te lo diré.
El sujeto atravesó el pecho del príncipe con su bastón, este sufrió una hemorragia inminente. Y despojado en el suelo, los ojos azules penetrantes e inmóviles, su cuerpo y su rostro pálido, totalmente cubierto de sangre.
El encapuchado se arrodilló y le habló al oído:
- Mi nombre es Meddes, el sacerdote Meddes. El caos se acerca, muchacho. Vive mientras puedas.
- ¿De qué habla, señor?- preguntó Dayas con sus pocas fuerzas.
- Una entidad ancestral que ha sido considerada por innumerables especies como la fuerza más destructiva del cosmos, se aproxima y como estaba escrito, nadie podrá escapar de su destino fatal- respondió el encapuchado y se alejó del cuerpo unánime del príncipe- Mi amo no quiere que nadie interfiera con sus planes…- dijo mientras limpiaba la sangre del bastón con un pañuelo- Muy valiente, príncipe de Zimpat, digno de su apellido, pero no lo suficiente- rió- Esperaré a que regresen a la Tierra. No tengo prisa, después de todo… los sucesos se están desarrollando según lo planeado. Buenas noches, elemental. Solo quería jugar contigo.  

Meddes desapareció en el oscuro sendero. La lluvia cayó sin aviso. Un águila voló y fue hacia él. Dayas cerró los ojos y deseó que la muerte no tardara en llegar.   

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