Donde se Ocultaron las Sombras-
Parte 2: CAPÍTULO 11.
Habían pasado ocho días
desde que los magos de la resistencia habían partido hacia las islas y aún así,
no había noticias sobre su paradero. Dayas intentó no imaginar lo peor,
confiaba en ellos más que en él mismo, sabía que ningún obstáculo sería
problema para dicho grupo. Pero aún así, estaba muy preocupado. Faír visitó su
cabaña y habló con él.
- Ya vendrán, son seres
especiales, mucho coraje veo en ellos, tal vez un poco de inmadurez… pero son
leales y son fuertes. Antes de que el sol desaparezca, habrán regresado- le
dijo al príncipe con notable reticencia.
- No lo sé, Faír. Tengo un
mal presentimiento. ¿Usted no?- Dayas se frotó el pelo.
- Sin duda hay un lazo que
los une, señor.
- ¿A qué te refieres?
- Digo, las habilidades de
los magos y las suyas son semejantes, todos ustedes utilizan el poder de la
naturaleza y en mi vida he conocido a muchos magos que no podrían ni hacer la
mitad de lo que vosotros podéis hacer.
- ¿Quieres convencerme de
que yo también soy un mago?- dijo el príncipe, divertido.
- Es una probabilidad.- Faír
no lo tomó como un chiste- Pero olvídelo, la vejez me hace delirar- se disculpó
el anciano.
- No hay porque disculparse,
mi leal amigo- hubo una pausa y Dayas se paró de golpe- No puedo más, iré yo
mismo a buscarlos.
- La bahía está a poco de
aquí, pero de todas maneras, sería una presa fácil para los secuaces del Rey,
señor.
- No pienso quedarme de
brazos cruzados. Dile a Mongot que iré en su búsqueda. No me sucederá nada.
Faír asintió disconforme y
se retiró.
- ¿Dónde estamos?- preguntó
Sony.
- No lo sé, pero ya estoy
cansado de caer por agujeros.- respondió Kay.
El lugar estaba muy escaso
de luz, salvo por unas cuantas antorchas encendidas que contenían una llama
color verde. Los demás se intentaron recuperar del golpe y se levantaron apenas
pudieron. Creyeron escuchar el murmuro de un hombre en un desconocido idioma,
un vapor se alzaba hasta sus rodillas, avanzaron cuidadosamente. Observaron con
horror una infinita cantidad de huesos, cadáveres de hombres y animales, se
asemejaba a una cueva sin salida.
- Mantengámonos todos juntos-
dijo Natal a sus compañeros, quienes se pegaron a él ante la expectativa. Duros
como rocas, siguieron los pasos de su maestro.
- ¿Qué es este lugar?-
preguntó Kay, un poco asustado.
Y frente a ellos apareció
una inmensa pared dibujada innumerables veces con sangre. Los dibujos más
destacados fueron cuentas, tal vez la cantidad de días, de meses o de años; un círculo rojo dentro de otro círculo de
mayor tamaño, este a su vez, dentro de otro aún más grande; todos ellos atravesados por una línea recta
horizontal. También había un símbolo dibujado y abajo la palabra: JEN.
- Es el mismo símbolo del
pergamino, del medallón...- dijo Natal y apretó los dientes, ya se veía venir
una importante revelación.
- Y de la espada…- agregó el
elemental del fuego- Quien quiera que haya estado aquí no se ve muy amistoso
que digamos…
Kay se acercó lentamente a
la pared dibujada mientras sus compañeros hablaban y posó su palma sobre ella.
Una luz cubrió sus ojos y pudo viajar en algún punto del pasado para escuchar
el fragmento de una conversación entre dos seres:
-
Nunca serás de su semejanza. Jamás podrás compararte con lo que alguna vez fue
‘’ÉL’’- dijo una gruesa y
retumbante voz.
- Un día… pagarás por todo
lo que me has hecho- respondió el otro ser en tono amenazante, una voz más
susurrada pero muy tenebrosa- Tit…
Kay volvió en si y recuperó
la vista, se echó para atrás y estuvo apunto de perder el equilibrio.
- Kay… ¿Qué sucede?- le dijo
Natal y fue a socorrerlo para que no se caiga al suelo.
- Oh… ¿Tuviste una visión,
no es así?- preguntó Sony, comprendiendo rápidamente.
- El pedazo de una
conversación, no pude ver más… algo me lo impidió- respondió Kay, anonadado por
la visión- Dos seres, hablaban, solo
eso…
Kay le hizo una seña a Natal
de que ya podía ponerse de pie por su cuenta, lo hizo y acarició la misma pared
que acababa de tocar.
- Kay, me estas asustando…-
le dijo Sony, estaba sudando y su estómago apretaba con fuerza.
El joven que podía controlar
el fuego, estaba muy concentrado en estudiar la pared y sus dibujos. Como una
vez le había sucedido a Sony en el pasado, ahora a Kay parecían aclarársele
ciertas dudas. En voz alta, pronunció…
- A través de los tiempos se
manifestó, aguardando ser liberado de sus cadenas, y a pesar de la larga espera,
su odio creció, sueña con las bestias viviendo bajo su merced, solo con la
muerte se paga la vida de este ser.
- Si, el pergamino… ¿Qué
descubriste?- preguntó Natal, con la mirada fruncida.
Los pasos del elemental
mientras caminaba de un lado a otro, resonaban en toda la prisión, como golpes
mortales. Kay mantuvo el suspenso apenas se detuvo y el silencio se apoderó de
la sala.
- Fue aquí.- Kay tenía los ojos brillantes y parecía que
estaba apunto de ponerse a llorar, su voz estaba algo quebrada- El pergamino
era una ADVERTENCIA. Alguien nos quiso prevenir…
- ¿Prevenir qué?-
preguntaron Natal y Sony al mismo tiempo, con cierta angustia.
Otro silencio dio lugar
hasta que…
- Qué Hariet está con vida…
Sony tragó saliva. Natal dio
un paso hacia atrás y recordó un incendio
y un triple homicidio. El único responsable de la muerte de la familia de
Kay, del padre de Sony, de… vivía.
Natal ya lo sabía, José
Morgán se lo había dicho el año pasado en la Isla flotante de Sarmander. Pero
en su momento, parecía tratarse de algo lejano y sin relevancia. Sin embargo,
estar en el mismo lugar donde estuvo aquel sujeto, eso sí que era distinto…
Natal hizo un gesto brusco,
se colocó de espaldas y por primera vez, lloró adelante de sus pupilos.
‘’- Ese tatuaje… ¿Qué es?-
preguntó Natal, lleno de curiosidad.
- La marca negra… un
hechizo que nos obliga a hacer cosas desagradables por ordenes de otro ser.
Natal abrió los ojos como
platos.
- ¿Quién?- pero José no
necesitó responderle para que Natal lo reconociera- Entonces…
- Hace tiempo ya,
aproximadamente diecinueve años- se apresuró Morgán en contestar.
(…)’’
‘’- ¿Y qué pasó?- preguntó
Natal.
- Tuve la visita de un
viejo enemigo, uno que creí que había muerto. Me prometió salvarla a cambio de
su lealtad… me negué rotundamente al principio. (…)’’
[La Guerra de las Bestias 2: La espada divina y el
tesoro de los aztecas. CAPÍTULO 11]
- Despertó hace veinte años, ¡veinte malditos años! ¡No
puedo ser tan ciego!- gritó Natal, lleno de furia y golpeó la pared con sus nudillos.
Kay y Sony miraban a Natal
en silencio, conmocionados y preocupados.
- Morgán lo dijo antes de
morir: fue la culpa del demonio. Él mató a mis padres.- dijo Kay, en voz baja.
- Y a Nicolas…- dijo Sony-
Mediante una red confusa.
Kay observó a Sony con gesto
de sorpresa.
- Hariet manipuló a Morgán
para que esta hiciera lo mismo con Dimitrion, así, nuestro primer enemigo
ordenó la matanza de mi padre a tres bestias, que pertenecían a La Cruz- Sony
pisoteó el suelo, nadie se dio cuenta que una pequeña grieta había aparecido
cuando lo golpeó- Los tres sujetos que asustaron a mi familia y le quitaron la
vida frente a mis ojos.
- ¿Por qué está tan
obsesionado con nosotros?- preguntó Kay.
- Yo creo que el gran
misterio es lo que ocultaron Frank y Nicolas. Si juntamos algunas piezas, puedo
inducir que Hariet quería algo de nuestros padres, más bien, quería callarlos. Por eso los mató. Lo único
que no entiendo…- Sony intentaba analizar todo fríamente, cosa que era casi
imposible- ¿Por qué mató a tu familia completa cuando tenías menos de un año?
¿Y por qué tardó tanto en asesinar a mi padre?
- ¿Y por qué no lo hizo él
mismo?- agregó Kay, hubo una pausa y continuó- Una de las voces, la que amenazaba, era él…
- ¿Estas seguro?
Kay asintió. Natal se dio media
vuelta y se limpió el puño, se había lastimado con el puñetazo a la pared.
- ¿Quién, Kay?- preguntó el
profesor, frívolamente.
- Era Hariet. Y estaba
furioso, un hombre o lo que fuera le decía que jamás se parecería a un alguien.
El Oscuro, enojado, le respondía que un día le pagaría por todo lo que le había
hecho…
El dolor que estaba
padeciendo Natal se transformó en curiosidad.
Los tres compañeros cruzaron
miradas de confusión.
Natal se limpió las
lágrimas, se agarró los cachetes de la cara con la mano izquierda, fijó sus
ojos en el suelo y analizó todo detenidamente.
- ¿Qué fue lo que te hizo a
ti?- le preguntó Sony, con miedo.
Pero Natal le lanzó una
mirada amenazadora. Kay y Sony se sobresaltaron sin demostrarlo. Y de repente…
ahí estaba la respuesta, frente a sus narices todo este tiempo. Natal lo
acababa de descubrir.
- Ahora lo entiendo todo-
dijo, ninguno de los JEN se animó a preguntar de que hablaba. Sin embargo, no
fue necesario que lo hicieran.- El desgraciado no murió cuando la espada lo
atravesó de lado a lado. Debí imaginarlo. Entonces… Jimonte lo trajo hasta este mundo y lo encerró en este templo, en esta
prisión mágica… - Natal sonrió, pero no fue de felicidad- Por eso el mago me
pidió que me mantuviera inmortal y que los buscara, porque él aún estaba con
vida…- y pensó- Porque quería darme la oportunidad de vengarme.
- En resumen, Fismut y Juan
Jimonte crearon este templo para encarcelarlo. Nunca fue expulsado de la
Tierra, solo la estaba protegiendo.- dijo Sony.
- ¿Cómo hizo para escapar?
¿Y donde está?- dijo Kay. Las
interrogantes eran cada vez más.
- La criatura…- se dijo
Natal a sí mismo por un momento y luego se dirigió en voz alta hacia sus
compañeros- El ser que casi me mata, ¡lo acabo de recordar! Es un Snoro,
un ser tenebroso que provino de los poderes de Hariet.
- Tal vez a Fismut y a
Jimonte no les fue tan fácil contener su poder…- dijo Sony, poco a poco, las
tristeza parecía quedar otra vez en el pasado.
En un abrir y cerrar de ojos
aparecieron nuevamente en la gran habitación luminosa del templo, sobre el
círculo dibujado, como si nada hubiera pasado.
- ¿Qué demonios?- exclamó
Kay, aturdido por el cambio de panorama.
- Entramos por un momento,
eso pasó- dijo Natal, se lo notaba mejor. Luego se apresuró en ir hacia el
pedestal- La última hoja del libro dice como abrir y cerrar dicho portal, son
las indicaciones para encerrar a un alma
en la prisión fantasma.
- ¿Un… alma?- dijeron los
JEN al unísono.
- No dice nada de Hariet.
Son solo indicaciones. El mago me enseñó a entender su lengua cuando era un
niño, entiendo algunas pocas cosas- dijo sin prestarles atención. Natal
continuó pasando las hojas y se detuvo en una- Esta dice: ‘’Quitar’’ e indica
como…
- ¿Cómo que?- preguntaron
los JEN al unísono.
- Cómo extirpar al ser que lleves dentro y reemplazarlo por otro-
Natal suspiró abatido- Así que eso fue lo que Juan Jimonte hizo consigo mismo.
- Será mejor que nos
marchemos, este lugar me produce rechazo- dijo Kay mirando a su alrededor en
señal de peligro.
- Comparto- le dijo Natal-
Ya hemos aprendido suficiente, vayámonos- luego tomó el libro más la hoja que faltaba.
Pero algo ocurrió apenas lo
hizo, los ojos de la estatua dorada de Juan Jimonte se movieron de un lado a
otro, fruncieron el ceño y los acecharon.
- Esto no me pinta nada
bien…- dijo Sony, el primero en notar que ya estaban en problemas.
La estatua de Juan Jimonte COBRÓ
VIDA y se levantó de su asiento.
- ¡Corran!- les dijo Natal,
todos se dispusieron a hacerlo en dirección a la puerta. Repentinamente se
cerró con fuerza, la estatua viviente fue tras ellos.
- Natal, intenta abrir la
puerta con tus habilidades mientras Sony y yo distraemos a nuestro gigantesco
amigo- indicó Kay.
Aunque no le gustara seguir
órdenes de un joven, no tuvo mayor remedio que obedecer; para su desgracia, la
puerta estaba sellada y sus habilidades en el viento solo la sacudían, pero de
todas formas, siguió intentando.
Sony creó diversos charcos
de lava para que la estatua tropezara, lo que funcionó; Kay intentó dañarlo con
sus bolas de fuego sin éxito. La estatua volvió a levantarse pero no les hizo
nada, fue directamente por Natal.
- No parece estar interesado
en nosotros…- dijo Kay, desconcertado.
- ¡El libro! ¡LA CRIATURA
PROTEGE EL LIBRO! ¡Por eso no nos ataca a nosotros!- exclamó Sony- ¡Natal!
¡Huye! ¡Deja el libro!
Pero Natal no los oía y
continuaba intentando abrir la puerta sin percatarse por los temblores que
causaban las pisadas de la gigantesca estatua, la cual se acercaba a gran
velocidad. Se colocó justo detrás, en silencio, hasta que el elemental de
viento se cansó de intentar abrir la puerta, miró hacia atrás y se sobresaltó
al verla. La estatua fruncía el ceño, a la espera, abrió la boca e hizo una
clase de rugido, las vibraciones del sonido lo empujaron a Natal hasta la
entrada. Este cayó y quiso huir, pero el paso lo tenía rodeado. Natal se aferró
al libro, lo que la criatura notó e hizo que aumentara su ferocidad.
Tenía una forma similar a la
de las estatuas griegas; cubierta de oro, con los ojos de piedra, vestimenta
(una armadura) imbricada al cuerpo, tallada en el mismo material.
Justo a tiempo, Sony efectuó
masas de lava en los talones de la estatua y las solidificó rápidamente para
que no pudiera avanzar. Pero la estatua del prócer se deshizo de las rocas
ígneas con facilidad. Secuencialmente, Kay voló por los aires con las manos
apuntando al suelo y se colocó sobre su hombro. Le lanzó una serie de
llamaradas a los ojos para cegarlo, la estatua intentó derribarlo, pero Kay
voló justo a tiempo. Entre volteretas y manotazos fallidos, Kay lo golpeó en la
frente con sus poderes, un agujero le surgió y de su interior cayó un extraño
cubo, el cual fue a parar a las manos de Natal. El hombre, fascinado,
lo guardó. La estatua, le dio un manotazo al elemental de fuego.
- ¡Cuidado Kay!- le gritó
Sony desde abajo. No podía utilizar sus alas por la luz del sol que entraba por
los ventanales del templo. Y no quería arriesgarse a perder las alas de la
gárgola… por segunda vez.
Kay perdió el equilibrio y
con suerte pudo caer sobre la cabeza de la estatua gigante, con el peligro de
caer cien metros, el elemental intentó sostenerse de los duros cabellos dorados
de la estatua. El inmenso ser se sacudió para sacárselo de encima, el balanceo
causó que Kay casi cayera, pero se aferró a la parte delantera de la cabeza
hasta llegar a la frente, por accidente posó sus dos dedos sobre ella y se
nutrió, inexplicablemente, de sus recuerdos:
MEMORIA 1:
Juan Jimonte (a quien se lo notaba viejo) y otro
hombre con una gran túnica blanca hablaban en ese mismo templo, la escena se
veía desde la perspectiva de la estatua sentada.
- La prisión es un éxito- exclamó Jimonte- Hariet
morirá con el tiempo.
- No, mi amigo. Su poder sigue siendo insuperable, en
un futuro intentará huir. Y lo logrará, estoy seguro. Pero de eso no hay duda,
que los JEN se encargarán.
- Gran Fismut… he hecho todo lo que me pedisteis.
Abandoné mi patria, mi hogar por ti. Encontré amor y paz en la nueva Zimpat.
Además de un nuevo ser en mi interior. Os agradezco.
- ¿Pero…?
- Pero os quisierais pedir un favor. Un último favor.
Como veréis, a diferencia de usted, yo he envejecido. Y no ha pasado ni un día
ni una noche en la que no he pensado en MI GRAN DESEO.
Fismut hizo un gesto de que continuara hablando.
- De conoceros,
señor. Sé que falta mucho tiempo, pero también sé que tú podéis llevarme a un instante de sus vidas. Quiero veros,
antes de partir. Ese es mi deseo.
- Por todo lo que hicisteis, lo haré.
Una gran sonrisa apareció en el rostro del ya anciano
Juan Jimonte, sus cabellos ya no eran tan ondulados, tenía barba y cabello
color blanco, pocas arrugas, postura encorvada, vestía de la misma forma y
poseía un collar de oro con un rubí en forma de águila, además de la corona en
su cabeza, la corona real.
Fismut posó su bastón sobre la cabeza del Rey
Jimonte, una luz amarilla lo rodeó y desapareció por unos instantes. Fismut
esperó hasta que regresara por arte de magia.
- Ha… ha sido increíble- dijo Jimonte, tan
entusiasmado que parecía tratarse de Dayas- Son tan jóvenes… y visten tan raro.
Uno de ellos se transformó en un hombre lobo y casi los mata…
Fismut lo cayó.
- Lo que viviste, guárdatelo para ti.
Pero a Jimonte pareció no importarle.
- Tuve que
usar el poder de la estatua de oro para detenerlo, creo que les salvé la vida. No me vieron,
quédate tranquilo.
- Si, lo sé- respondió el mago- Lo he visto todo.
Ahora escucha: No debes dejar que nadie vuelva a pisar este templo. No al menos
hasta que tu vigésimo vigésimo vigésimo
tatara nieto varón cumpla los ocho años. Y tu familia nunca deberá
enterarse de la existencia de los elementales o de la Tierra , es una orden.
- Tienes mi palabra, gran mago. Y gracias.
MEMORIA 2:
Minos estaba en el pedestal, petrificado, el
círculo acababa de cerrarse. Arrancó una hoja y la posó sobre la mesa,
inmediatamente huyó con el libro, las
puertas se cerraron a su espalda antes de que la estatua pudiera reaccionar por
el robo.
La estatua se echó para
atrás, Kay cayó, logró utilizar la técnica para volar y así llegó al suelo sano
y salvo. El inmenso ser había entendido
lo sucedido, volvió a su lugar, se sentó y se convirtió nuevamente en un
objeto sin vida. Las puertas se abrieron nuevamente y los elementales, sin
meditarlo, salieron.
- ¿Qué fue lo que viste?-
preguntó Sony, mientras suspiraba.
- Fue Jimonte, Juan Jimonte fue esa extraña luz que vimos
la primera vez que vinimos aquí, él le pidió al mago Fismut que su último
deseo, antes de morir, era conocernos- Kay se sentó en el suelo, aturdido, entrecerrando
los ojos por la intensidad del sol.
- La que nos salvó la vida
del hombre lobo…- dijo Sony, maravillado- Viajó hacia el futuro solo para
conocernos, esto ya es demasiado para mí.
- Fismut dijo que era nuestra tarea detener a Hariet. Y sí, allí estuvo encerrada su alma- continuó el
elemental del fuego.
- ¿Estuvo?- preguntó Natal,
agitado.
- El mago dijo que hasta que
su vigésimo vigésimo vigésimo tatara nieto cumpliera ocho años… - respondió
Kay.
- ¿Se referirá a Dayas?-
dijo Sony mientras se limpiaba el sudor de la frente.
- No lo sé, puede ser
cualquiera, habría que hacer las cuentas- Kay respiraba rápidamente por el
cansancio- Hay más… en otra memoria de la estatua aparece Minos. Él se robó el libro.
- ¿Y el cadáver? ¿Será el
cadáver de Minos el que encontramos y quien en realidad está gobernando es un
impostor?- habló Sony como un rayo.
- ¿Y Vayas?- preguntó el
elemental de fuego.
- Pudo haberse deshecho de
él de alguna otra forma- afirmó Sony.
- Lo dudo, Dayas nunca se
percató de que no fuera su tío. El cadáver es de Vayas, sin duda.
- Descarto teoría- dijo el
joven elemental de lava y apretó los dientes.
- Una cosa es segura…-
afirmó Natal y ayudó a Kay a levantarse- El templo de Jimonte fue el lugar
donde se ocultaron las sombras todo este tiempo.
Dayas había partido sin
avisar, preocupado por lo que podría haber pasado con los magos de la
resistencia. Mientras caminaba por el angosto sendero en dirección a la costa
sintió que alguien lo seguía. La noche se hacía evidente, cada vez más lejos de
las montañas, un cielo repleto de estrellas fascinaba al príncipe durante su
caminata. La luz de la luna le funcionaba de guía, además de que llevaba una
antorcha, no tenía miedo de deambular por allí, de chico había atravesado todo
el bosque azul Él solo, escapando de una trágica muerte. La brisa soplaba con
suavidad, la noche calurosa era calma y preciosa. Pero Dayas no podía darse el
lujo de disfrutar de todo ello, tenía una tarea y debía cumplirla. En cierto
modo, una parte de él quería demostrarle a sus superiores que no era ningún
débil y que podía manejar la situación; por otro lado, el cariño que se habían
ganado los magos era tan grande que ya los consideraba parte de su camaradería
más cercana. Al principio, fueron solo impresiones, pero luego se fueron
haciendo cada vez más evidentes y repetitivas. Pisadas, movimientos entre las
sombras, ojos acechándolo. Dayas, sin ningún temor, dijo en voz alta.
- ¿Quién anda ahí?- el
silencio total fue la respuesta- Lo diré una vez más… ¿QUIÉN ANDA AHÍ?- los
pájaros nocturnos callaron su canto y cuando Dayas estuvo apunto de seguir el
paso y creer que todo había sido impresión suya, un sujeto apareció. Un sujeto
encapuchado. Dayas lo miró con asombro, un poco de preocupación, pero sin miedo-
¿Quién eres?- Dayas se fue acercando a paso lento. El sujeto no respondió- ¡Le
hice una pregunta! Soy Dayas, heredero al trono de Zimpat, exijo una respuesta.
El sujeto tardó en
responder, se trataba de un hombre con una voz que pronunciaba muchos las
‘’eses’’.
- Usted, príncipe, solo
es un peón en el tablero descomunal de la vida, donde su destino apenas importa.
Dayas se mantuvo a unos
pocos metros del encapuchado.
- ¿A qué te refieres?- la
llama de la antorcha se apagó y Dayas tiró el tronco.
- Busco a dos jóvenes, sé
que están aquí en el ZEN. Los he buscado durante mucho tiempo.
- No sé a que se refiere,
señor. Buenas noches.
- No descansaré hasta
encontrarlos. Tiene mi palabra.
- No es que se la haya
pedido.
El encapuchado rió.
- Quiero a los JEN, los
quiero.
- Vuelvo a repetir que no sé a que se refiere, buenas noches- dijo Dayas y amagó para retirarse.
-
Tienen la misma edad, seguramente- insistió
el extraño sujeto- Ambos no nacieron aquí, son jóvenes, torpes y poseen habilidades con
los que otros solo sueñan.
Dayas frunció el ceño, supo
en lo más profundo de su corazón, que ese sujeto buscaba a sus amigos Kay y
Sony. Se dio media vuelta y le dijo:
- ¿Y qué es lo que quiere
con ellos?
-
Hizo memoria, eh- dijo el encapuchado,
Dayas tragó saliva- Solo verlos sufrir y cuando sea necesario, matarlos.
- ¡Sobre mi cadáver!-
exclamó Dayas.
El sujeto estiró las manos y
el príncipe voló por los aires hasta caer al suelo. El rostro de Dayas volvió a
enrojecerse y furioso, efectuó un torbellino de agua en forma horizontal; el
sujeto solo se dispuso a rechazarlo con un gesto despectivo. Mientras el sujeto
se acercaba, Dayas sentía cada vez más ira, lo volvió a atacar pero nada le
sucedió a su contrincante. Quien se le acercó caminando, le pegó una cachetada
burlona (la cual dejó anonadado al pobre Dayas) e hizo aparecer en su mano
derecha un inmenso bastón; con este torturó al joven príncipe y lo dejó al
borde de la muerte. Todo estaba muy
oscuro y confuso, tendido sobre el suelo boca arriba, el joven de cabello
dorado le preguntó:
- ¿Quién eres?
-
¿Eso importa?- respondió el encapuchado
en tono burlón- ¡¿DÓNDE ESTÁN?!
- No… te lo diré.
El sujeto atravesó el pecho
del príncipe con su bastón, este sufrió una hemorragia inminente. Y despojado
en el suelo, los ojos azules penetrantes e inmóviles, su cuerpo y su rostro
pálido, totalmente cubierto de sangre.
El encapuchado se arrodilló
y le habló al oído:
- Mi nombre es Meddes, el sacerdote Meddes. El caos se
acerca, muchacho. Vive mientras puedas.
- ¿De qué habla, señor?- preguntó Dayas con sus pocas fuerzas.
- Una
entidad ancestral que ha sido considerada por innumerables especies
como la fuerza más destructiva del cosmos, se aproxima y como estaba
escrito, nadie podrá escapar de su destino fatal- respondió el encapuchado y
se alejó del cuerpo unánime del príncipe-
Mi amo no quiere que nadie
interfiera con sus planes…- dijo mientras limpiaba la sangre del bastón con un
pañuelo- Muy valiente, príncipe de Zimpat, digno de su
apellido, pero no lo suficiente- rió- Esperaré a que regresen a
la Tierra. No tengo prisa, después de todo… los
sucesos se están desarrollando según lo planeado. Buenas noches, elemental.
Solo quería jugar contigo.
Meddes desapareció en el
oscuro sendero. La lluvia cayó sin aviso. Un águila voló y fue hacia él. Dayas
cerró los ojos y deseó que la muerte no tardara en llegar.
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