De Vuelta con el Tirano: CAPÍTULO
12.
‘’ NO A TODOS… ME FALTABA UNO- dijo Morgán. Kay
sintió el filo de la espada entrar en su cuerpo, no podía describirlo, solo
sentirlo; dolor en todas las formas posibles, una parálisis en su interior y la
ausencia de la vida posándose sobre él. ’’
- ¡NO!- gritó Kay,
despertando.
- ¿Feo sueño?- preguntó Sony.
Kay asintió mientras se limpiaba el sudor, la noche en el bosque azul resultó
ser de lo más hermosa, no había luna llena, al instante descubrieron que Natal
no dormía.- En estos días, las pesadillas se han vuelto algo natural.
- La batalla con Morgán en
los Andes, mi caída… es algo que aún no he podido superar- suspiró el elemental
del fuego.
- Sé que podrás, perdonaste
a Morgán y lo libraste de una horrible maldición. Eres un héroe, Kay- le sonrió
su amigo- El héroe más tonto que he conocido en mi vida…
Ambos rieron y se detuvieron
a observar a Natal, quien yacía en cuero lavándose las heridas (que se había
ganado en el templo cuando la estatua lo empujó) con las aguas de un pequeño
manantial que se ubicaba a metros de la pequeña colina donde se encontraban.
Algo inusual notaron, el elemental tenía una inmensa cicatriz que iba desde la
costilla izquierda hasta la cintura.
- Oye Natal- lo llamó Kay-
¿Te sacaron un riñón alguna vez? Creí que los elementales inmortales eran
inmunes a las enfermedades graves.
Natal se colocó la armadura
verde que le habían regalado. La cual no había utilizado en sus últimas
aventuras. Terminó de lavarse y fue con sus compañeros.
- No. Esta marca que tengo
es lo único que me queda de mi antigua contraparte. La contraparte Amdor, como
le decíamos nosotros.
- ¿Quieres decir la bestia
que todos los elementales poseen?- preguntó Sony, lleno de curiosidad.
- La misma, no nos
entendíamos y nos separamos. Eso es
todo.-respondió Natal con frialdad e intentó cambiar de tema- ¿Trajeron sus
armaduras?
- Las dejamos en la guarida-
dijo Sony.
- ¿No se entendían?-
preguntó Kay después- ¿Quieres decir que tu otra parte podía razonar? ¿Y qué era?
Natal estuvo apunto de
responder hasta que un águila apareció de los cielos y descendió hacia ellos.
Posó las alas hacia un costado y miró repetidas veces a su alrededor sin emitir
sonido alguno. Una mala sensación recorrió el espíritu del elemental de lava.
- Dayas…- dijo Sony y se
levantó de golpe- ¡Hay que irnos!
- ¿Qué, por qué?- exclamó
Kay, molesto porque quería saber lo que Natal ocultaba.
- Dayas está en peligro.-
indicó Sony.
- ¿Cómo lo sabes?- le
preguntó su amigo.
- Lo presiento.
- Pero no sabemos donde
está, además si estuviera en la guarida tardaríamos días en llegar.
- Iremos volando…
El sol se alzaba desde el
este, Dayas se encontraba tendido sobre el suelo, con los ojos cerrados, un
gran charco de sangre a su alrededor y sobre su rostro. Los elementales
llegaron en cuanto pudieron, el águila los guió hacia él. Sony volvió a la
normalidad y fue el primero en correr a buscarlo. Lo encontraron enseguida.
- Oh por dios…- exclamó Sony
y se arrodilló ante Dayas entre lágrimas- Yo predije que ocurriría esto y no lo
evité…
Natal le tomó la presión y
comentó:
- Sigue con vida, ha perdido
mucha sangre, hay que llevarlo inmediatamente a la base.
Sony no dudó, lo tomó entre
sus brazos y aprovechando que el sol aún no salía por completo, volvió a
transformarse en una gárgola y lo llevó. Kay y Sony se subieron al lomo de la
bestia.
En cinco minutos llegaron a
destino, pero la sorpresa fue grande.
Apenas arribaron, los
Kiceanos observaron horrorizados al príncipe inconsciente.
- ¡Aún sigue con vida,
llévenlo a un médico ahora!- exclamó Sony, desesperado, a los Kiceanos.
Pero nadie le hizo caso.
Había una gran cantidad de Kiceanos armados, todos ellos les apuntaron con sus
lanzas.
- ¿Qué sucede aquí?-
preguntó Natal, anonadado y la mirada fruncida.
Faír apareció entre los
Kiceanos, se acercó a los magos de la resistencia y tomó a Dayas (el anciano poseía
una fuerza extraordinaria).
- ¿Qué pasa, Faír?- le
preguntó Sony- ¿Por qué nos amenazan con sus lanzas?
- Lo siento, joven. Hice lo
que pude, pero algunos poderosos son muy tercos. Yo me encargaré del príncipe,
estará bien- Faír se retiró con Dayas en sus brazos. Aunque sea, esas palabras
tranquilizaron a los elementales.
Ante la confusión, tres
hombres se hicieron ver entre las filas de guerreros: Mongot, Koba y Kaia. Esta
vez, fue Mongot quien habló, estaba furioso.
- ¡Sabemos que fueron
ustedes, escorias!- gritó, entre alaridos y escupitajos.
- No tenemos idea de que
están hablando…
- ¡Silencio!- volvió a
gritar el sub- comandante- ¡Hablaréis cuando se os pida!- le hizo una señal a
sus hombres, ellos trajeron dos bolsas de lana y las abrieron, adentro… yacían los
cuerpos mutilados de Barón y de Grax.
Kay y Sony fruncieron el
ceño, desconcertados; fue inevitable no cerrar los ojos por la impresión.
- Y no solo eso- continuó
Mongot- ¡Robaron los artefactos dorados para dárselos al tirano de Minos!
- ¡Eso es mentira!- Sony dio
un paso al frente, los Kiceanos reaccionaron y acercaron sus lanzas. Luego
observó a Koba, quien tenía una disimulada sonrisa en su rostro- ¡Fue él!- lo
señaló- ¡Mató a sus compatriotas para echárnoslo en cara!
- Yo estuve aquí todo este
tiempo, mis hombres pueden corroborarlo.- respondió Koba, en tono divertido-
Por incompetencia del joven Dayas y… claro está, su actual situación, el
consejo ha decidido nombrar a Mongot como comandante en jefe de todas las
fuerzas Kiceanas. Su padre estaría muy orgulloso.- Los JEN notaron la ironía.
Koba cambió la postura y se dirigió a Mongot- Ahora, comandante, como primera
tarea… ¿Qué es lo que ordena?
- Encierren a estos tres
asesinos en las mazmorras… de por vida- dijo Mongot entre dientes.
Los elementales tragaron
saliva, los guardias les sacaron todas sus pertenencias, entre ellas las
bolsas- mochilas, y sus nuevas armaduras (desvistieron a Natal y secuestraron
las de Kay y Sony que estaban en su cabaña), luego los condujeron a un asqueroso
lugar. Las mazmorras estaban en una habitación especial, barrotes de hormigón, celdas y
guardias. Nada tenía sentido.
- ¿Qué tal si Mongot fue
quien planeó dejar así de herido al príncipe, mató a Grax y a Barón, además de
ocultar los artefactos para incriminarnos y hacerse comandante? Tiene sentido
para mí.- dijo Kay, sentado en el suelo mientras se tomaba las rodillas. Todos
ellos estaban vestidos con ropa negra desgastada, pantalones y remeras largas.
- No lo tiene. Mongot es el
mejor amigo de Dayas. Traicionarlo así es muy cruel. Además, la vez que lo
escuché en esa conversación secreta se la pasó defendiéndolo- replicó Sony.
- Es una actuación, Sony.
Ese tipo es un mal nacido.- el muchacho que controlaba el fuego estaba
cabreado.
- Es normal tenerle rencor
por encerrarnos, pero está bien, tiene lógica que lo haga, ahora es el
comandante y no puede dejar cabos sueltos- comentó Natal, a quien se lo notaba
muy tranquilo.
- Además no tienen ninguna
prueba contra nosotros, está bien… los secuestramos pero no los matamos, menos
de esa manera tan despiadada y salvaje- dijo Kay, rojo de la indignación.
- Sin duda, Mongot oculta
algo, ese día que lo seguí y lo perdí fue algo verdaderamente alarmante- dijo
Sony, apoyando a su amigo- Merecemos un juicio justo.
- No lo sé, mejor vayamos a
dormir- habló el elemental del fuego entre suspiros- Salvamos a dos especies de
una guerra, recuperamos los nuevos artefactos, descubrimos cosas
importantísimas en un antiguo templo, rescatamos al príncipe de la muerte y sin
embargo, aquí estamos… con hambre y encerrados por un crimen que no
cometimos.
A la mañana siguiente, hubo
un cambio de guardia, este nuevo hombre era mucho más joven que el anterior y
parecía recién salido de la academia. (Sí había una academia para volverse un
auténtico guerrero Kiceano), los observó detenidamente y luego se quedó quieto
con la vista al frente.
- Tú, cadete- lo llamó
Natal- Sé que no puedes hablarnos, pero si tienes consideración, ¿Podrías
explicarnos lo que sucede?
El joven guerrero se mantuvo
callado por un tiempo, Natal se aferró a la reja y colocó los brazos entre los
barrotes.
- El comandante Mongot os
acusa de traidores- respondió seriamente. Aunque algo inusual y carismático
había en él.
- ¿Pero cómo? No tienen
pruebas.
- El consejero Koba jura
haber encontrado pedazos de tela pertenecientes a ropa que vosotros utilizáis.
Natal se dirigió a sus
compañeros.
- ¿Habrá matado a sus dos
secuaces para tal fin?- mientras tanto, el guerrero giraba los ojos para
observarlos sin mover ni un músculo de su cuerpo.
- Oye jovencito- lo volvió a
llamar Natal, el guerrero miró hacia delante con rapidez- A ti te veo distinto
a los demás guardias, los demás ni siquiera nos dirigen la mirada. Actúan con
soberbia y arrogancia, pero tú no, nos observas y nos analizas. ¿Me equivoco?
Hubo un prolongado silencio.
- No, señor- respondió el
guerrero. Hizo otra pausa y continuó- Yo no creo en lo que dicen.
- ¿Cómo dices?- dijo Natal,
sorprendido.
El guerrero tragó saliva y
se animó a volver a hablar.
- Yo creo que vosotros sois
inocentes. Hace tiempo que dicen por ahí que las autoridades andan buscando a
un espía entre nosotros, alguien que le pasa información al tirano. Pero todo
eso viene desde mucho antes que llegaran ustedes. Yo creo que el verdadero
traidor los puso allí para su conveniencia.
- Gracias por tu
credibilidad, nos anima- respondió Natal con una sonrisa- ¿Y Mongot? ¿Dónde
está?
- Partió esta mañana hacia
rumbos desconocidos, nadie sabe a donde, pero juró que regresaría dentro de unos
días.
- Curioso…- dijo Natal.
- ¿Qué es curioso, señor?-
dijo el guerrero, sin salirse de su posición firme y rígida.
- Nada, nada.- negó Natal
con la cabeza y le dijo con cierta pretensión- Me encantaría poder ayudar, pero
estamos aquí.
Kay y Sony escuchaban la
conversación en silencio con suma atención.
- Lamento no poder ayudar
con eso. Tengo órdenes estrictas.
- De eso no hay duda. No
queremos que las desobedezcas. Pero estando aquí se nos va a hacer imposible
saber quien está tramando todo esto…
El guerrero se quedó mudo,
pensativo y tardó un buen rato hasta que se decidió.
- ¿Qué es lo que propone?
- Hace poco una peluda
criatura vino a la guarida mediante un Zef llamado el Zefari, ¿No es así?
El joven asintió.
- Si de verdad estas de
nuestro lado, tráelo con nosotros sin que nadie se entere, averigua donde es
que tienen nuestras cosas y a la noche nos dejarás salir.
- Perderé mi lugar en el
ejército…
- No lo harás. Haremos más creíble
que huimos, no sospecharán que nos dejaste escapar.
- Muy bien. Lo haré.- dijo el
joven soldado con firmeza- Más les vale no traicionarme, creo en ustedes, pero
no está mal ser precavido.
- No somos lo que piensan,
joven.- dijo Natal, comprendiendo- No tienes idea de a la cantidad de personas
que hemos ayudado.
El joven Kiceano sonrió
disimuladamente sin perder la postura.
La noche llegó con rapidez,
no había muchos guardias cuidando las celdas y el silencio predominaba en toda
la guarida. El joven Kiceano no aparecía, los elementales se desanimaron y
llegaron a creer que todo había sido una fábula. Estaban muertos de hambre,
sedientos y sin fuerzas. Finalmente, el joven apareció con las llaves de la
celda y todas sus cosas. Se había encargado de desviar (disimuladamente) la
trayectoria de cada uno de los guardias, mediante palabras. El muchacho era muy
inteligente.
- ¿Y Clavito?- murmuró Sony,
una vez el soldado abriera la celda.
El joven señaló la
bolsa-mochila, Sony la abrió y adentro yacía la criatura, la cual saltó
alegremente hacia el rostro del elemental en señal de saludo. Natal le dijo que
no haga ruido, Sony se contuvo y posó a Clavito sobre su hombro.
Los elementales se colocaron
sus respectivas armaduras de color, armas y provisiones; antes comieron los
frutos que tenían guardados, satisfaciendo su apetito para recuperar fuerzas.
- Gracias, de verdad- le
dijo Kay tomando al joven guerrero del hombro. Sony también agradeció con un
gesto.
- No hay de que, no me defrauden-
respondió él, apretando los dientes- Tendréis que golpearme para que parezca creíble,
una vez los vea traspasáis la quinta vivienda empezaré a gritar, para no
levantar sospechas y estaréis por su cuenta. Muchas suerte, magos.
- Yo también te agradezco,
joven. Volveremos y solucionaremos todo este embrollo. Te lo prometo- le dijo
Natal- A propósito, ¿Cómo es tu nombre?
- Binmatt señor, aunque mis amigos me dicen Bin.
- Gracias Bin y perdona por
el golpe- Natal lo golpeó en la nariz y se dispuso a correr.
Igual a las indicaciones de
Bin, una vez pasaron la quinta vivienda (que estaba al final de la calle), el
joven empezó a gritar: ¡SE ESCAPAN! ¡SE ESCAPAN! ¡LOS PRISIONEROS SE ESCAPAN!
La voz se corrió enseguida y
todos los Kiceanos empezaron a buscarlos; Kaia y Koba se encargaron de dirigir
las búsquedas. Los elementales se resguardaron en diferentes casas y fueron
avanzando de hogar en hogar entre las sombras. Pronto llegarían a la entrada
principal. Los Kiceanos los buscaban sin descanso, luces y antorchas se
iluminaban a altas horas de la noche. La entrada estaba repleta de soldados,
pero Natal sabía que sucedería eso.
- Sony, ahora- el elemental
de lava se transformó en una abominable gárgola, cargó a sus compañeros y pasó
por encima de los soldados sin ser vista. Aunque, por un error de Kay (quien
llevaba los ojos vendados), que tosió por la intensidad del viento durante el
vuelo, los Kiceanos los notaron; entre gritos y alaridos de guerra les lanzaron
flechas y lanzas, pero no pudieron hacerles nada y los elementales (junto a
Clavito) lograron escapar de la guarida. Una vez estuvieron lo suficientemente
lejos, Sony quiso descender, pero Natal se lo prohibió.
- No Sony, debemos ir hasta
el único lugar donde podremos averiguar lo que en verdad pasó y probar nuestra
inocencia.
- ¿A dónde?- preguntó Kay.
- A Zimpat. De vuelta con el
tirano.
Dayas despertó a causa del
gran alboroto que estaban causando los Kiceanos, no tenía fuerzas para moverse
y pudo notar que todas sus heridas estaban siendo tratadas. Faír yacía a su
lado sin sacarle los ojos de encima.
- Es increíblemente terco,
joven príncipe.- le dijo, con la mirada cansada.
- ¿Qué fue lo que pasó?-
preguntó Dayas en voz baja y luego tosió, algunas gotas de sangre mancharon la
sábana. Faír lo limpió, le dio agua y lo ayudó a recuperarse.
- Eso mismo pregunto, ¿Quién
le hizo esto? Si no fuera por… hubiera muerto en poco tiempo.
- ¿Qué pasó, Faír?- volvió a
preguntar el príncipe.
- ¿No lo recuerda?
- Un hombre…- dijo Dayas con
sus pocas fuerzas- Fue horrible, Faír. Me destruyó, me manejó como a un juguete.
- ¿Y quién era?
- No, no lo recuerdo… Lo
único que sé es que buscaba a los magos, a Kay y Sony, quería… ¡oh por dios!
¡Dime que están bien!
- Lo están, bueno…
Un soldado interrumpió la
conversación y entró en la cabaña de improvisto.
- Señor, siento interrumpir.
Los magos han escapado.
- ¿Escapado?- preguntó Dayas
sin entender.
- Vaya con Kaia, soldado.-
le ordenó Faír, fastidiado- Él sabrá que hacer.
- Si, señor- el soldado se
retiró.
- ¿Qué ha pasado, Faír?-
preguntó Dayas.
- Necesita descansar- le
respondió Faír y amagó para retirarse, pero Dayas lo tomó del brazo. El anciano
suspiró y no tuvo mayor remedio que contarle lo ocurrido- Grax y Barón fueron
asesinados, descuartizados para ser exactos. Koba jura que los magos son los
responsables.
- No, no puede ser… eso es
absurdo. Son inocentes.- la situación de Dayas era bastante delicada y saber
aquello solo hizo que se sintiera aún peor.
- Ya no hay forma de cambiar
la decisión del consejo, y peor aún, ahora que han escapado.
- ¿Mongot? ¿Dónde está? Él
sabrá que hacer.
- Hay una cosa que no le he
dicho señor…- el anciano suspiró abatido.
- Dime Faír.
- El consejo decidió
reemplazarlo, Mongot ha tomado su cargo como comandante.
- ¿Qué…?- Dayas se quedó
petrificado.
- Lo siento, señor. En su
situación, es una decisión acertada. Aunque Mongot partió esta mañana hacia
rumbos desconocidos.
- ¿Es eso posible?
- Su amistad con Koba es
extrañable… él lo permitió.
- Todo es raro….
- Dayas, quiero saber la
verdad, no los defiendas.- Faír frunció el ceño- ¿Fueron los magos los que te
hicieron esto?
- No, Faír. Ellos son
inocentes, ya te lo dije… fue un hombre extraño. Un encapuchado, un tal…
Meddes.
Faír suspiró aliviado y
dijo.
- Su tío pudo haber sido
informado de su partida y es probable que sea el responsable. El espía otra
vez…
- Lo dudo, ese hombre
hablaba de…- Dayas sintió un inmenso dolor en todo su cuerpo.
- Mejor descanse, ya
hablaremos- Faír le dio un beso en la frente y se retiró.
Dayas se durmió enseguida.
Gracias a la velocidad de la
gárgola, arribaron Zimpat en cuestión de horas. El último tramo habían tenido
que hacerlo a pie, ya que el sol se aproximaba y Sony corría el riesgo de
convertirse en piedra. De todas formas, era la opción más viable, ya que las
torres del castillo estaban siendo custodiadas.
A diferencia de la primera
vez que habían visitado el reino, no entraron por la única abertura entre las
murallas, sino que se las arreglaron para causar un agujero en el muro (gracias
a las habilidades de Natal), lo cubrieron con una carreta vieja para luego
salir.
- Nuestra tarea es llegar al
castillo sin ser vistos, es vital cumplir con eso. ¿Me oyeron?- habló Natal a
sus compañeros.
Kay, Sony y Clavito
asintieron.
- ¿Tú crees que los
artefactos están allí?- preguntó Sony- ¿No es muy evidente?
- Recemos porque Minos
confíe plenamente en sus hombres y se sienta lo suficiente seguro como para
ocultarlos en el castillo- dijo Kay, Clavito dio un salto en su hombro,
indicando que estaba de acuerdo.
- Es un hombre astuto… por
eso hay que ser precavidos. Síganme.
Los cuatro se adentraron en
el inmenso reino, la luz del día se aproximaba, muchos salían de sus hogares
para empezar a trabajar. Patrullas de aquí a allá, dominaban todas las zonas públicas
(plazas, instituciones). Fue difícil, pero no imposible. Entre medio de
distracciones, cautela y trabajo en equipo, el grupo llegó al inmenso jardín
que antecedía al castillo del Rey. Allí se destacó un gran número de soldados
entrenando, afilando sus espadas, combatiendo ferozmente, parecían estar
preparándose para una batalla.
- Esto no me pinta nada
bien- dijo Sony a sus compañeros.
- Continuemos- indicó Natal.
- Pero la única forma de
entrar al castillo es por medio de este campo de batalla- exclamó Kay.
- Haz silencio o nos
descubrirán- lo retó Sony- Aunque tienes razón…
Natal se quedó pensativo,
Clavito se alejó de ellos y fue hacia un establo que se encontraba muy cerca de
su posición. Los elementales reaccionaron tarde y fueron tras él. Clavito les
estaba indicando el camino, dentro del establo había docenas de armaduras y
armas, además de los caballos…
- ¡Eres un genio!- le dijo
Kay y lo alzó, a lo que Clavito respondió cariñosamente.
- Tendremos que dejar las
armaduras que nos regalaron- musitó Sony.
- Luego regresamos y las recuperamos-
le dijo Natal.
Clavito se ocultó detrás del
escudo de Natal, incómodos con las nuevas prendas, se colocaron los cascos,
empuñaron sus espadas y escudos, y avanzaron hacia el jardín del castillo. Antes
se habían encargado de ocultar todas sus pertenencias entre la paja.
- No digan nada, diríjanse
hacia el castillo sin entablar conversación con nadie y sin mirar a nadie. ¿Me
entendieron?- les ordenó Natal, quien fue el primero en avanzar. Los demás le
siguieron.
Al principio ninguno de los
soldados se percató de su presencia, pudieron avanzar unos cuantos metros por
el único sendero hacia el castillo, todo a su alrededor era pasto. Hasta que
uno de los soldados se dirigió a ellos, la cola de su yelmo era de color
violeta (a diferencia de los demás guerreros que la tenían de amarillo).
- Vosotros. ¿Por qué no
estáis combatiendo? Nuestro Rey os quiere listos para mañana a la mañana. ¿¡Qué
esperáis!?- dijo el caballero con la cola del yelmo violeta. Kay y Sony
comenzaron a sudar de los nervios.
- Tenemos… órdenes de entrar
al castillo… y recibir instrucciones- habló Natal. El hombre se quedó inmóvil
sin emitir gesto alguno, hasta que finalmente respondió.
- ¿Instrucciones, eh? Me
imagino que son del grupo que fracasó en el reino del norte. No quiero sonar
despiadado, pero la última vez que escuché a un soldado decir que ‘’se dirigía
a recibir instrucciones’’ apareció sin garganta al otro día. Mucha suerte- el
caballero se retiró entre risas- Dejadlos entrar- le indicó a los guardias de
la gran puerta.
- Funcionó, supongo- le dijo
Kay a Natal, su mentor lo cayó.
Los elementales (con Clavito
escondido detrás del escudo) entraron al castillo y las puertas se cerraron a
sus espaldas. Adentro estaba vacío, las mismas columnas, puertas y alfombras que
ya habían visto con anterioridad continuaban allí. Los elementales se quitaron
sus cascos, Clavito se posó sobre el hombro de Natal, quien no se rehusó.
- ¿Nos separamos? El
castillo es grande, será difícil encontrar los artefactos- dijo Sony.
- Tengan mucho cuidado…-
Natal se quedó petrificado ante un gigantesco cuadro con el retrato de un
antiguo rey, posó su mano sobre él y un sonido se escuchó (como el de una
puerta abriéndose), el cuadro se echó para adentro y luego se abrió como una
compuerta… adentro estaban todos los artefactos robados.
- ¡Qué suerte!- exclamó Kay.
- Demasiado fácil…- suspiró
Sony- Me huele a trampa.
Oyeron murmullos aproximarse
desde la habitación del Rey (donde lo habían conocido), sin meditarlo, los
cuatro entraron en la bóveda secreta con los artefactos, Natal hizo un gesto
veloz para cerrar la puerta con sus habilidades. Ahora estaban a oscuras y tan
solo podían oír. Reconocieron a un grupo de soldados junto al tirano.
- Traedlo, lo quiero- les
decía Minos a sus hombres.
- De inmediato, señor-
respondió uno. Los elementales oyeron las puertas del castillo abrirse y a los
soldados retirarse a cumplir la orden de su Rey. También pudieron distinguir
que un nuevo individuo con ropas ligeras acababa de entrar al castillo.
- Al fin, ha pasado mucho
tiempo desde nuestra última reunión- le dijo Minos, complacido.
- Los Kiceanos confían en
mí, no puedo darme el lujo de desaparecer así como así- respondió el sujeto,
una voz masculina que a los elementales les resultó muy familiar- Su sobrino ha
recibido una gran golpiza.
- ¿De verdad? Mis hombres no
me informaron.
- ¿Para qué estoy yo? Aún no
ha despertado, bueno… por lo menos desde que partí.
- No me importa lo que le
haya sucedido. ¿Los magos están encerrados? ¿Los comandantes fueron asesinados
sin levantar sospechas?
- Así es, señor. Según lo
planeado, me encargué personalmente de quitar sus miserables vidas. Trabajaban
para Koba, quien aprovechó la situación para incriminarlos. No hubo quien se
oponga a su encierro.
- Después de todo, sí que no
los soportan…- rió Minos- Admiro tu talento, ahora solo falta que hagas algo
más por mí y te nombraré nuevo capitán de mis fuerzas, como lo prometí.
- Lo que desee, mi rey.
- He esperado durante mucho
tiempo para que llegue este día, ver a la resistencia reducida a cenizas- dijo
Minos con arrogancia- El príncipe cometió
su último error, al venir aquí mediante la última estatua, Fimas se encargó de
imitar sus habilidades y ahora… podremos hacer lo mismo.
Kay exhaló sorprendido, Sony
le tapó la boca. Para su suerte, ninguno de los dos hombres lo escuchó.
- Ahora regresa con los
Kiceanos, no tardaremos en llegar.
- Excelente- respondió la
voz del sujeto que acompañaba a Minos, los elementales pudieron oír el sonido
de sus pisadas hasta que desaparecieron.
Minos también se había
retirado, una vez sintieron seguros el área, salieron de su escondite con los
artefactos.
- El espía…- dijo Sony.
Pero no hubo tiempo de
charla, tuvieron que ocultarse nuevamente ya que volvieron a escuchar pisadas.
El cuadro no volvió a abrirse, improvisaron y se escondieron en otra de las
habitaciones del castillo. Algo extraño ocurrió, desde su ubicación, los
elementales observaron estupefactos como de repente, una compuerta secreta, del tamaño de un automóvil, se abrió en el suelo
del castillo. Minos apareció
desde allí, se dirigía hacia la gran puerta, las abrió y salió al exterior,
estas se volvieron a cerrar, al igual que la compuerta secreta.
- Este Minos no deja de
sorprenderme.- dijo Natal, con la boca abierta- Tendremos que esperar a que el
Rey vuelva o a que sus soldados entren- advirtió- Estamos atrapados aquí.
- Por lo menos, tuvimos
suerte…
- ¿Por qué…?- Natal fue
interrumpido por sus compañeros, quienes le indicaron que mirara con atención a
la habitación, sobre un pedestal yacían dos nuevos artefactos dorados. Uno de
ellos era el pico del águila y el otro era la segunda mitad del cuerpo. Se
acercaron estupefactos, combinaron las piezas del artefacto y formaron a un
águila sin alas tallada en oro puro y sólido, el peso de la reliquia era
considerable y la colocaron sobre el pedestal para apreciarla.
- Bueno, por lo menos ahora
sabemos cuales son los dos artefactos que nos faltan- habló Kay.
Permanecieron allí dentro
durante todo el día, lamentablemente las puertas no se volvieron a abrir hasta
el anochecer. Natal intentó por todos los medios abrir la compuerta secreta,
pero no hubo caso, algo se lo impedía, tal vez un mecanismo sumamente avanzado
que ni siquiera las habilidades de un elemental podrían derribar. Pero nunca lo
supo.
Una vez se volvieron a
abrir, los guardias entraron al castillo, los elementales (disfrazados con las
armaduras de los soldados del Rey) aprovecharon para salir de allí con calma y
en fila (escondiendo a Clavito y al artefacto). Los guardias ni siquiera los
miraron. Afuera, los jardines estaban vacíos, no hubo señal de que las fuerzas
del tirano estuvieran presentes.
- Ya se han ido- dijo Sony,
confundido.
Observaron a un soldado (con
una antorcha en su mano) dirigirse a la parte trasera del jardín,
cautelosamente lo siguieron. Zimpat no dejaba de sorprenderlos, una importante excavación se estaba
efectuando en esa área, con Minos a cargo, supervisando todo. Todos sus hombres
estaban sin los cascos, se notaba que habían estado excavando con sus palas
como esclavos durante un prolongado tiempo. Una serie de antorchas rodeaban el
agujero de tierra en el jardín, Minos solo observaba. Y entonces, uno de ellos
descubrió algo y gritó: ¡LO ENCONTRÉ! Otro de los soldados se le acercó
personalmente al tirano y le informó: ‘’LO ENCONTRAMOS, SEÑOR’’. La noche
estaba cubierta de nubes, hacía frío (los días calurosos parecían haberse
acabado) y los secuaces del Rey yacían exhaustos, pero mirar a su soberano les
infundía temor y continuaban. Alrededor de veinte hombres se necesitaron para
quitar el objeto y subirlo, se trataba de una tumba. La colocaron justo al lado
de Minos, quien la observaba con indiferencia.
- Abridla- ordenó el
monarca.
Sus servidores limpiaron el
polvo y la tierra, allí fue cuando los elementales pudieron contemplar las
escrituras sobre la tabla: ‘’JUAN JIMONTE, REY DE LOS REYES, EL SALVADOR’’
- La tumba de Juan Jimonte…- suspiró Natal en voz baja- ¿Por qué la
quiere?
Minos hizo a un lado a sus
soldados y la abrió él mismo con una única mano, su rostro se iluminó.
- Llevadla al cuarto.
Los soldados quitaron al
esqueleto del difunto y lo tiraron al agujero de tierra, lo que a Minos en
verdad le importaba era lo que yacía debajo. Los elementales pudieron verla por
unos segundos: una inmensa caja oscura, hecha
de hierro y repleta de cadenas.
- Más soldados de Minos se
acercan, hay que irnos- advirtió Sony, pero Natal se encontraba petrificado
ante el hecho- ¡Vámonos!- tomó del brazo a su mentor y a Kay, Clavito yacía
sobre su hombro.
Sony se transformó y huyeron
lo más rápido posible. Para su desgracia, las armaduras que les habían regalado
se habían quedado en el establo.
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