martes, 23 de mayo de 2017

De Vuelta con el Tirano: CAPÍTULO 12.



De Vuelta con el Tirano: CAPÍTULO 12.    

‘’ NO A TODOS… ME FALTABA UNO- dijo Morgán. Kay sintió el filo de la espada entrar en su cuerpo, no podía describirlo, solo sentirlo; dolor en todas las formas posibles, una parálisis en su interior y la ausencia de la vida posándose sobre él. ’’

- ¡NO!- gritó Kay, despertando. 
- ¿Feo sueño?- preguntó Sony. Kay asintió mientras se limpiaba el sudor, la noche en el bosque azul resultó ser de lo más hermosa, no había luna llena, al instante descubrieron que Natal no dormía.- En estos días, las pesadillas se han vuelto algo natural.
- La batalla con Morgán en los Andes, mi caída… es algo que aún no he podido superar- suspiró el elemental del fuego.
- Sé que podrás, perdonaste a Morgán y lo libraste de una horrible maldición. Eres un héroe, Kay- le sonrió su amigo- El héroe más tonto que he conocido en mi vida…
Ambos rieron y se detuvieron a observar a Natal, quien yacía en cuero lavándose las heridas (que se había ganado en el templo cuando la estatua lo empujó) con las aguas de un pequeño manantial que se ubicaba a metros de la pequeña colina donde se encontraban. Algo inusual notaron, el elemental tenía una inmensa cicatriz que iba desde la costilla izquierda hasta la cintura.
- Oye Natal- lo llamó Kay- ¿Te sacaron un riñón alguna vez? Creí que los elementales inmortales eran inmunes a las enfermedades graves.
Natal se colocó la armadura verde que le habían regalado. La cual no había utilizado en sus últimas aventuras. Terminó de lavarse y fue con sus compañeros.
- No. Esta marca que tengo es lo único que me queda de mi antigua contraparte. La contraparte Amdor, como le decíamos nosotros.    
- ¿Quieres decir la bestia que todos los elementales poseen?- preguntó Sony, lleno de curiosidad.
- La misma, no nos entendíamos y nos separamos. Eso es todo.-respondió Natal con frialdad e intentó cambiar de tema- ¿Trajeron sus armaduras?   
- Las dejamos en la guarida- dijo Sony.
- ¿No se entendían?- preguntó Kay después- ¿Quieres decir que tu otra parte podía razonar? ¿Y qué era?
Natal estuvo apunto de responder hasta que un águila apareció de los cielos y descendió hacia ellos. Posó las alas hacia un costado y miró repetidas veces a su alrededor sin emitir sonido alguno. Una mala sensación recorrió el espíritu del elemental de lava.
- Dayas…- dijo Sony y se levantó de golpe- ¡Hay que irnos! 
- ¿Qué, por qué?- exclamó Kay, molesto porque quería saber lo que Natal ocultaba.
- Dayas está en peligro.- indicó Sony.  
- ¿Cómo lo sabes?- le preguntó su amigo.
- Lo presiento. 
- Pero no sabemos donde está, además si estuviera en la guarida tardaríamos días en llegar.
- Iremos volando…

El sol se alzaba desde el este, Dayas se encontraba tendido sobre el suelo, con los ojos cerrados, un gran charco de sangre a su alrededor y sobre su rostro. Los elementales llegaron en cuanto pudieron, el águila los guió hacia él. Sony volvió a la normalidad y fue el primero en correr a buscarlo. Lo encontraron enseguida.
- Oh por dios…- exclamó Sony y se arrodilló ante Dayas entre lágrimas- Yo predije que ocurriría esto y no lo evité…
Natal le tomó la presión y comentó:
- Sigue con vida, ha perdido mucha sangre, hay que llevarlo inmediatamente a la base.
Sony no dudó, lo tomó entre sus brazos y aprovechando que el sol aún no salía por completo, volvió a transformarse en una gárgola y lo llevó. Kay y Sony se subieron al lomo de la bestia.
En cinco minutos llegaron a destino, pero la sorpresa fue grande.
Apenas arribaron, los Kiceanos observaron horrorizados al príncipe inconsciente.
- ¡Aún sigue con vida, llévenlo a un médico ahora!- exclamó Sony, desesperado, a los Kiceanos.
Pero nadie le hizo caso. Había una gran cantidad de Kiceanos armados, todos ellos les apuntaron con sus lanzas.
- ¿Qué sucede aquí?- preguntó Natal, anonadado y la mirada fruncida.
Faír apareció entre los Kiceanos, se acercó a los magos de la resistencia y tomó a Dayas (el anciano poseía una fuerza extraordinaria).
- ¿Qué pasa, Faír?- le preguntó Sony- ¿Por qué nos amenazan con sus lanzas?
- Lo siento, joven. Hice lo que pude, pero algunos poderosos son muy tercos. Yo me encargaré del príncipe, estará bien- Faír se retiró con Dayas en sus brazos. Aunque sea, esas palabras tranquilizaron a los elementales.
Ante la confusión, tres hombres se hicieron ver entre las filas de guerreros: Mongot, Koba y Kaia. Esta vez, fue Mongot quien habló, estaba furioso.
- ¡Sabemos que fueron ustedes, escorias!- gritó, entre alaridos y escupitajos.
- No tenemos idea de que están hablando…
- ¡Silencio!- volvió a gritar el sub- comandante- ¡Hablaréis cuando se os pida!- le hizo una señal a sus hombres, ellos trajeron dos bolsas de lana y las abrieron, adentro… yacían los cuerpos mutilados de Barón y de Grax.   
Kay y Sony fruncieron el ceño, desconcertados; fue inevitable no cerrar los ojos por la impresión.
- Y no solo eso- continuó Mongot- ¡Robaron los artefactos dorados para dárselos al tirano de Minos!
- ¡Eso es mentira!- Sony dio un paso al frente, los Kiceanos reaccionaron y acercaron sus lanzas. Luego observó a Koba, quien tenía una disimulada sonrisa en su rostro- ¡Fue él!- lo señaló- ¡Mató a sus compatriotas para echárnoslo en cara!
- Yo estuve aquí todo este tiempo, mis hombres pueden corroborarlo.- respondió Koba, en tono divertido- Por incompetencia del joven Dayas y… claro está, su actual situación, el consejo ha decidido nombrar a Mongot como comandante en jefe de todas las fuerzas Kiceanas. Su padre estaría muy orgulloso.- Los JEN notaron la ironía. Koba cambió la postura y se dirigió a Mongot- Ahora, comandante, como primera tarea… ¿Qué es lo que ordena?
- Encierren a estos tres asesinos en las mazmorras… de por vida- dijo Mongot entre dientes.
Los elementales tragaron saliva, los guardias les sacaron todas sus pertenencias, entre ellas las bolsas- mochilas, y sus nuevas armaduras (desvistieron a Natal y secuestraron las de Kay y Sony que estaban en su cabaña), luego los condujeron a un asqueroso lugar. Las mazmorras estaban en una habitación especial, barrotes de hormigón, celdas y guardias. Nada tenía sentido.

- ¿Qué tal si Mongot fue quien planeó dejar así de herido al príncipe, mató a Grax y a Barón, además de ocultar los artefactos para incriminarnos y hacerse comandante? Tiene sentido para mí.- dijo Kay, sentado en el suelo mientras se tomaba las rodillas. Todos ellos estaban vestidos con ropa negra desgastada, pantalones y remeras largas.
- No lo tiene. Mongot es el mejor amigo de Dayas. Traicionarlo así es muy cruel. Además, la vez que lo escuché en esa conversación secreta se la pasó defendiéndolo- replicó Sony.
- Es una actuación, Sony. Ese tipo es un mal nacido.- el muchacho que controlaba el fuego estaba cabreado.  
- Es normal tenerle rencor por encerrarnos, pero está bien, tiene lógica que lo haga, ahora es el comandante y no puede dejar cabos sueltos- comentó Natal, a quien se lo notaba muy tranquilo.
- Además no tienen ninguna prueba contra nosotros, está bien… los secuestramos pero no los matamos, menos de esa manera tan despiadada y salvaje- dijo Kay, rojo de la indignación.
- Sin duda, Mongot oculta algo, ese día que lo seguí y lo perdí fue algo verdaderamente alarmante- dijo Sony, apoyando a su amigo- Merecemos un juicio justo.
- No lo sé, mejor vayamos a dormir- habló el elemental del fuego entre suspiros- Salvamos a dos especies de una guerra, recuperamos los nuevos artefactos, descubrimos cosas importantísimas en un antiguo templo, rescatamos al príncipe de la muerte y sin embargo, aquí estamos… con hambre y encerrados por un crimen que no cometimos.        

A la mañana siguiente, hubo un cambio de guardia, este nuevo hombre era mucho más joven que el anterior y parecía recién salido de la academia. (Sí había una academia para volverse un auténtico guerrero Kiceano), los observó detenidamente y luego se quedó quieto con la vista al frente.
- Tú, cadete- lo llamó Natal- Sé que no puedes hablarnos, pero si tienes consideración, ¿Podrías explicarnos lo que sucede?
El joven guerrero se mantuvo callado por un tiempo, Natal se aferró a la reja y colocó los brazos entre los barrotes.
- El comandante Mongot os acusa de traidores- respondió seriamente. Aunque algo inusual y carismático había en él.
- ¿Pero cómo? No tienen pruebas.
- El consejero Koba jura haber encontrado pedazos de tela pertenecientes a ropa que vosotros utilizáis.
Natal se dirigió a sus compañeros.
- ¿Habrá matado a sus dos secuaces para tal fin?- mientras tanto, el guerrero giraba los ojos para observarlos sin mover ni un músculo de su cuerpo.
- Oye jovencito- lo volvió a llamar Natal, el guerrero miró hacia delante con rapidez- A ti te veo distinto a los demás guardias, los demás ni siquiera nos dirigen la mirada. Actúan con soberbia y arrogancia, pero tú no, nos observas y nos analizas. ¿Me equivoco?
Hubo un prolongado silencio.
- No, señor- respondió el guerrero. Hizo otra pausa y continuó- Yo no creo en lo que dicen.
- ¿Cómo dices?- dijo Natal, sorprendido.
El guerrero tragó saliva y se animó a volver a hablar.
- Yo creo que vosotros sois inocentes. Hace tiempo que dicen por ahí que las autoridades andan buscando a un espía entre nosotros, alguien que le pasa información al tirano. Pero todo eso viene desde mucho antes que llegaran ustedes. Yo creo que el verdadero traidor los puso allí para su conveniencia.
- Gracias por tu credibilidad, nos anima- respondió Natal con una sonrisa- ¿Y Mongot? ¿Dónde está?
- Partió esta mañana hacia rumbos desconocidos, nadie sabe a donde, pero juró que regresaría dentro de unos días.
- Curioso…- dijo Natal.
- ¿Qué es curioso, señor?- dijo el guerrero, sin salirse de su posición firme y rígida.
- Nada, nada.- negó Natal con la cabeza y le dijo con cierta pretensión- Me encantaría poder ayudar, pero estamos aquí.
Kay y Sony escuchaban la conversación en silencio con suma atención.
- Lamento no poder ayudar con eso. Tengo órdenes estrictas.
- De eso no hay duda. No queremos que las desobedezcas. Pero estando aquí se nos va a hacer imposible saber quien está tramando todo esto…
El guerrero se quedó mudo, pensativo y tardó un buen rato hasta que se decidió.
- ¿Qué es lo que propone?
- Hace poco una peluda criatura vino a la guarida mediante un Zef llamado el Zefari, ¿No es así?
El joven asintió.
- Si de verdad estas de nuestro lado, tráelo con nosotros sin que nadie se entere, averigua donde es que tienen nuestras cosas y a la noche nos dejarás salir.
- Perderé mi lugar en el ejército…
- No lo harás. Haremos más creíble que huimos, no sospecharán que nos dejaste escapar.
- Muy bien. Lo haré.- dijo el joven soldado con firmeza- Más les vale no traicionarme, creo en ustedes, pero no está mal ser precavido.
- No somos lo que piensan, joven.- dijo Natal, comprendiendo- No tienes idea de a la cantidad de personas que hemos ayudado.
El joven Kiceano sonrió disimuladamente sin perder la postura.

La noche llegó con rapidez, no había muchos guardias cuidando las celdas y el silencio predominaba en toda la guarida. El joven Kiceano no aparecía, los elementales se desanimaron y llegaron a creer que todo había sido una fábula. Estaban muertos de hambre, sedientos y sin fuerzas. Finalmente, el joven apareció con las llaves de la celda y todas sus cosas. Se había encargado de desviar (disimuladamente) la trayectoria de cada uno de los guardias, mediante palabras. El muchacho era muy inteligente.
- ¿Y Clavito?- murmuró Sony, una vez el soldado abriera la celda.
El joven señaló la bolsa-mochila, Sony la abrió y adentro yacía la criatura, la cual saltó alegremente hacia el rostro del elemental en señal de saludo. Natal le dijo que no haga ruido, Sony se contuvo y posó a Clavito sobre su hombro.
Los elementales se colocaron sus respectivas armaduras de color, armas y provisiones; antes comieron los frutos que tenían guardados, satisfaciendo su apetito para recuperar fuerzas.
- Gracias, de verdad- le dijo Kay tomando al joven guerrero del hombro. Sony también agradeció con un gesto.
- No hay de que, no me defrauden- respondió él, apretando los dientes- Tendréis que golpearme para que parezca creíble, una vez los vea traspasáis la quinta vivienda empezaré a gritar, para no levantar sospechas y estaréis por su cuenta. Muchas suerte, magos. 
- Yo también te agradezco, joven. Volveremos y solucionaremos todo este embrollo. Te lo prometo- le dijo Natal- A propósito, ¿Cómo es tu nombre?
- Binmatt señor, aunque mis amigos me dicen Bin.
- Gracias Bin y perdona por el golpe- Natal lo golpeó en la nariz y se dispuso a correr.
Igual a las indicaciones de Bin, una vez pasaron la quinta vivienda (que estaba al final de la calle), el joven empezó a gritar: ¡SE ESCAPAN! ¡SE ESCAPAN! ¡LOS PRISIONEROS SE ESCAPAN!
La voz se corrió enseguida y todos los Kiceanos empezaron a buscarlos; Kaia y Koba se encargaron de dirigir las búsquedas. Los elementales se resguardaron en diferentes casas y fueron avanzando de hogar en hogar entre las sombras. Pronto llegarían a la entrada principal. Los Kiceanos los buscaban sin descanso, luces y antorchas se iluminaban a altas horas de la noche. La entrada estaba repleta de soldados, pero Natal sabía que sucedería eso.
- Sony, ahora- el elemental de lava se transformó en una abominable gárgola, cargó a sus compañeros y pasó por encima de los soldados sin ser vista. Aunque, por un error de Kay (quien llevaba los ojos vendados), que tosió por la intensidad del viento durante el vuelo, los Kiceanos los notaron; entre gritos y alaridos de guerra les lanzaron flechas y lanzas, pero no pudieron hacerles nada y los elementales (junto a Clavito) lograron escapar de la guarida. Una vez estuvieron lo suficientemente lejos, Sony quiso descender, pero Natal se lo prohibió.      
- No Sony, debemos ir hasta el único lugar donde podremos averiguar lo que en verdad pasó y probar nuestra inocencia.
- ¿A dónde?- preguntó Kay.
- A Zimpat. De vuelta con el tirano.

Dayas despertó a causa del gran alboroto que estaban causando los Kiceanos, no tenía fuerzas para moverse y pudo notar que todas sus heridas estaban siendo tratadas. Faír yacía a su lado sin sacarle los ojos de encima.
- Es increíblemente terco, joven príncipe.- le dijo, con la mirada cansada.
- ¿Qué fue lo que pasó?- preguntó Dayas en voz baja y luego tosió, algunas gotas de sangre mancharon la sábana. Faír lo limpió, le dio agua y lo ayudó a recuperarse.
- Eso mismo pregunto, ¿Quién le hizo esto? Si no fuera por… hubiera muerto en poco tiempo.
- ¿Qué pasó, Faír?- volvió a preguntar el príncipe.
- ¿No lo recuerda?
- Un hombre…- dijo Dayas con sus pocas fuerzas- Fue horrible, Faír. Me destruyó, me manejó como a un juguete.
- ¿Y quién era?
- No, no lo recuerdo… Lo único que sé es que buscaba a los magos, a Kay y Sony, quería… ¡oh por dios! ¡Dime que están bien!
- Lo están, bueno…
Un soldado interrumpió la conversación y entró en la cabaña de improvisto.
- Señor, siento interrumpir. Los magos han escapado.
- ¿Escapado?- preguntó Dayas sin entender.
- Vaya con Kaia, soldado.- le ordenó Faír, fastidiado- Él sabrá que hacer.
- Si, señor- el soldado se retiró.
- ¿Qué ha pasado, Faír?- preguntó Dayas.
- Necesita descansar- le respondió Faír y amagó para retirarse, pero Dayas lo tomó del brazo. El anciano suspiró y no tuvo mayor remedio que contarle lo ocurrido- Grax y Barón fueron asesinados, descuartizados para ser exactos. Koba jura que los magos son los responsables.
- No, no puede ser… eso es absurdo. Son inocentes.- la situación de Dayas era bastante delicada y saber aquello solo hizo que se sintiera aún peor.
- Ya no hay forma de cambiar la decisión del consejo, y peor aún, ahora que han escapado.
- ¿Mongot? ¿Dónde está? Él sabrá que hacer.
- Hay una cosa que no le he dicho señor…- el anciano suspiró abatido.
- Dime Faír.
- El consejo decidió reemplazarlo, Mongot ha tomado su cargo como comandante. 
- ¿Qué…?- Dayas se quedó petrificado.
- Lo siento, señor. En su situación, es una decisión acertada. Aunque Mongot partió esta mañana hacia rumbos desconocidos.
- ¿Es eso posible?
- Su amistad con Koba es extrañable… él lo permitió.
- Todo es raro….
- Dayas, quiero saber la verdad, no los defiendas.- Faír frunció el ceño- ¿Fueron los magos los que te hicieron esto?
- No, Faír. Ellos son inocentes, ya te lo dije… fue un hombre extraño. Un encapuchado, un tal… Meddes.
Faír suspiró aliviado y dijo.
- Su tío pudo haber sido informado de su partida y es probable que sea el responsable. El espía otra vez…
- Lo dudo, ese hombre hablaba de…- Dayas sintió un inmenso dolor en todo su cuerpo.
- Mejor descanse, ya hablaremos- Faír le dio un beso en la frente y se retiró.
Dayas se durmió enseguida.

Gracias a la velocidad de la gárgola, arribaron Zimpat en cuestión de horas. El último tramo habían tenido que hacerlo a pie, ya que el sol se aproximaba y Sony corría el riesgo de convertirse en piedra. De todas formas, era la opción más viable, ya que las torres del castillo estaban siendo custodiadas.  
A diferencia de la primera vez que habían visitado el reino, no entraron por la única abertura entre las murallas, sino que se las arreglaron para causar un agujero en el muro (gracias a las habilidades de Natal), lo cubrieron con una carreta vieja para luego salir.   
- Nuestra tarea es llegar al castillo sin ser vistos, es vital cumplir con eso. ¿Me oyeron?- habló Natal a sus compañeros.
Kay, Sony y Clavito asintieron.
- ¿Tú crees que los artefactos están allí?- preguntó Sony- ¿No es muy evidente?
- Recemos porque Minos confíe plenamente en sus hombres y se sienta lo suficiente seguro como para ocultarlos en el castillo- dijo Kay, Clavito dio un salto en su hombro, indicando que estaba de acuerdo. 
- Es un hombre astuto… por eso hay que ser precavidos. Síganme.
Los cuatro se adentraron en el inmenso reino, la luz del día se aproximaba, muchos salían de sus hogares para empezar a trabajar. Patrullas de aquí a allá, dominaban todas las zonas públicas (plazas, instituciones). Fue difícil, pero no imposible. Entre medio de distracciones, cautela y trabajo en equipo, el grupo llegó al inmenso jardín que antecedía al castillo del Rey. Allí se destacó un gran número de soldados entrenando, afilando sus espadas, combatiendo ferozmente, parecían estar preparándose para una batalla.   
- Esto no me pinta nada bien- dijo Sony a sus compañeros.
- Continuemos- indicó Natal.
- Pero la única forma de entrar al castillo es por medio de este campo de batalla- exclamó Kay.
- Haz silencio o nos descubrirán- lo retó Sony- Aunque tienes razón…
Natal se quedó pensativo, Clavito se alejó de ellos y fue hacia un establo que se encontraba muy cerca de su posición. Los elementales reaccionaron tarde y fueron tras él. Clavito les estaba indicando el camino, dentro del establo había docenas de armaduras y armas, además de los caballos…
- ¡Eres un genio!- le dijo Kay y lo alzó, a lo que Clavito respondió cariñosamente.
- Tendremos que dejar las armaduras que nos regalaron- musitó Sony.
- Luego regresamos y las recuperamos- le dijo Natal.
Clavito se ocultó detrás del escudo de Natal, incómodos con las nuevas prendas, se colocaron los cascos, empuñaron sus espadas y escudos, y avanzaron hacia el jardín del castillo. Antes se habían encargado de ocultar todas sus pertenencias entre la paja.  
- No digan nada, diríjanse hacia el castillo sin entablar conversación con nadie y sin mirar a nadie. ¿Me entendieron?- les ordenó Natal, quien fue el primero en avanzar. Los demás le siguieron.
Al principio ninguno de los soldados se percató de su presencia, pudieron avanzar unos cuantos metros por el único sendero hacia el castillo, todo a su alrededor era pasto. Hasta que uno de los soldados se dirigió a ellos, la cola de su yelmo era de color violeta (a diferencia de los demás guerreros que la tenían de amarillo).
- Vosotros. ¿Por qué no estáis combatiendo? Nuestro Rey os quiere listos para mañana a la mañana. ¿¡Qué esperáis!?- dijo el caballero con la cola del yelmo violeta. Kay y Sony comenzaron a sudar de los nervios.     
- Tenemos… órdenes de entrar al castillo… y recibir instrucciones- habló Natal. El hombre se quedó inmóvil sin emitir gesto alguno, hasta que finalmente respondió.
- ¿Instrucciones, eh? Me imagino que son del grupo que fracasó en el reino del norte. No quiero sonar despiadado, pero la última vez que escuché a un soldado decir que ‘’se dirigía a recibir instrucciones’’ apareció sin garganta al otro día. Mucha suerte- el caballero se retiró entre risas- Dejadlos entrar- le indicó a los guardias de la gran puerta. 
- Funcionó, supongo- le dijo Kay a Natal, su mentor lo cayó.
Los elementales (con Clavito escondido detrás del escudo) entraron al castillo y las puertas se cerraron a sus espaldas. Adentro estaba vacío, las mismas columnas, puertas y alfombras que ya habían visto con anterioridad continuaban allí. Los elementales se quitaron sus cascos, Clavito se posó sobre el hombro de Natal, quien no se rehusó.  
- ¿Nos separamos? El castillo es grande, será difícil encontrar los artefactos- dijo Sony.
- Tengan mucho cuidado…- Natal se quedó petrificado ante un gigantesco cuadro con el retrato de un antiguo rey, posó su mano sobre él y un sonido se escuchó (como el de una puerta abriéndose), el cuadro se echó para adentro y luego se abrió como una compuerta… adentro estaban todos los artefactos robados.
- ¡Qué suerte!- exclamó Kay.
- Demasiado fácil…- suspiró Sony- Me huele a trampa.
Oyeron murmullos aproximarse desde la habitación del Rey (donde lo habían conocido), sin meditarlo, los cuatro entraron en la bóveda secreta con los artefactos, Natal hizo un gesto veloz para cerrar la puerta con sus habilidades. Ahora estaban a oscuras y tan solo podían oír. Reconocieron a un grupo de soldados junto al tirano.
- Traedlo, lo quiero- les decía Minos a sus hombres.
- De inmediato, señor- respondió uno. Los elementales oyeron las puertas del castillo abrirse y a los soldados retirarse a cumplir la orden de su Rey. También pudieron distinguir que un nuevo individuo con ropas ligeras acababa de entrar al castillo.
- Al fin, ha pasado mucho tiempo desde nuestra última reunión- le dijo Minos, complacido.
- Los Kiceanos confían en mí, no puedo darme el lujo de desaparecer así como así- respondió el sujeto, una voz masculina que a los elementales les resultó muy familiar- Su sobrino ha recibido una gran golpiza.
- ¿De verdad? Mis hombres no me informaron.
- ¿Para qué estoy yo? Aún no ha despertado, bueno… por lo menos desde que partí.
- No me importa lo que le haya sucedido. ¿Los magos están encerrados? ¿Los comandantes fueron asesinados sin levantar sospechas?
- Así es, señor. Según lo planeado, me encargué personalmente de quitar sus miserables vidas. Trabajaban para Koba, quien aprovechó la situación para incriminarlos. No hubo quien se oponga a su encierro.
- Después de todo, sí que no los soportan…- rió Minos- Admiro tu talento, ahora solo falta que hagas algo más por mí y te nombraré nuevo capitán de mis fuerzas, como lo prometí.       
- Lo que desee, mi rey.
- He esperado durante mucho tiempo para que llegue este día, ver a la resistencia reducida a cenizas- dijo Minos con arrogancia- El príncipe cometió su último error, al venir aquí mediante la última estatua, Fimas se encargó de imitar sus habilidades y ahora… podremos hacer lo mismo. 
Kay exhaló sorprendido, Sony le tapó la boca. Para su suerte, ninguno de los dos hombres lo escuchó.
- Ahora regresa con los Kiceanos, no tardaremos en llegar.
- Excelente- respondió la voz del sujeto que acompañaba a Minos, los elementales pudieron oír el sonido de sus pisadas hasta que desaparecieron.
Minos también se había retirado, una vez sintieron seguros el área, salieron de su escondite con los artefactos.
- El espía…- dijo Sony.
Pero no hubo tiempo de charla, tuvieron que ocultarse nuevamente ya que volvieron a escuchar pisadas. El cuadro no volvió a abrirse, improvisaron y se escondieron en otra de las habitaciones del castillo. Algo extraño ocurrió, desde su ubicación, los elementales observaron estupefactos como de repente, una compuerta secreta, del tamaño de un automóvil, se abrió en el suelo del castillo. Minos apareció desde allí, se dirigía hacia la gran puerta, las abrió y salió al exterior, estas se volvieron a cerrar, al igual que la compuerta secreta.
- Este Minos no deja de sorprenderme.- dijo Natal, con la boca abierta- Tendremos que esperar a que el Rey vuelva o a que sus soldados entren- advirtió- Estamos atrapados aquí.
- Por lo menos, tuvimos suerte…
- ¿Por qué…?- Natal fue interrumpido por sus compañeros, quienes le indicaron que mirara con atención a la habitación, sobre un pedestal yacían dos nuevos artefactos dorados. Uno de ellos era el pico del águila y el otro era la segunda mitad del cuerpo. Se acercaron estupefactos, combinaron las piezas del artefacto y formaron a un águila sin alas tallada en oro puro y sólido, el peso de la reliquia era considerable y la colocaron sobre el pedestal para apreciarla. 
- Bueno, por lo menos ahora sabemos cuales son los dos artefactos que nos faltan- habló Kay.    
Permanecieron allí dentro durante todo el día, lamentablemente las puertas no se volvieron a abrir hasta el anochecer. Natal intentó por todos los medios abrir la compuerta secreta, pero no hubo caso, algo se lo impedía, tal vez un mecanismo sumamente avanzado que ni siquiera las habilidades de un elemental podrían derribar. Pero nunca lo supo.
Una vez se volvieron a abrir, los guardias entraron al castillo, los elementales (disfrazados con las armaduras de los soldados del Rey) aprovecharon para salir de allí con calma y en fila (escondiendo a Clavito y al artefacto). Los guardias ni siquiera los miraron. Afuera, los jardines estaban vacíos, no hubo señal de que las fuerzas del tirano estuvieran presentes.
- Ya se han ido- dijo Sony, confundido.
Observaron a un soldado (con una antorcha en su mano) dirigirse a la parte trasera del jardín, cautelosamente lo siguieron. Zimpat no dejaba de sorprenderlos, una importante excavación se estaba efectuando en esa área, con Minos a cargo, supervisando todo. Todos sus hombres estaban sin los cascos, se notaba que habían estado excavando con sus palas como esclavos durante un prolongado tiempo. Una serie de antorchas rodeaban el agujero de tierra en el jardín, Minos solo observaba. Y entonces, uno de ellos descubrió algo y gritó: ¡LO ENCONTRÉ! Otro de los soldados se le acercó personalmente al tirano y le informó: ‘’LO ENCONTRAMOS, SEÑOR’’. La noche estaba cubierta de nubes, hacía frío (los días calurosos parecían haberse acabado) y los secuaces del Rey yacían exhaustos, pero mirar a su soberano les infundía temor y continuaban. Alrededor de veinte hombres se necesitaron para quitar el objeto y subirlo, se trataba de una tumba. La colocaron justo al lado de Minos, quien la observaba con indiferencia.
- Abridla- ordenó el monarca.
Sus servidores limpiaron el polvo y la tierra, allí fue cuando los elementales pudieron contemplar las escrituras sobre la tabla: ‘’JUAN JIMONTE, REY DE LOS REYES, EL SALVADOR’’
- La tumba de Juan Jimonte…- suspiró Natal en voz baja- ¿Por qué la quiere?  
Minos hizo a un lado a sus soldados y la abrió él mismo con una única mano, su rostro se iluminó.
- Llevadla al cuarto.
Los soldados quitaron al esqueleto del difunto y lo tiraron al agujero de tierra, lo que a Minos en verdad le importaba era lo que yacía debajo. Los elementales pudieron verla por unos segundos: una inmensa caja oscura, hecha de hierro y repleta de cadenas.
- Más soldados de Minos se acercan, hay que irnos- advirtió Sony, pero Natal se encontraba petrificado ante el hecho- ¡Vámonos!- tomó del brazo a su mentor y a Kay, Clavito yacía sobre su hombro.

Sony se transformó y huyeron lo más rápido posible. Para su desgracia, las armaduras que les habían regalado se habían quedado en el establo.               

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