martes, 4 de octubre de 2016

Un Cambio en la Historia: CAPÍTULO 8.



Un Cambio en la Historia: CAPÍTULO 8.

Dos de ellos se habían transformado en fantásticas criaturas (con alas) para conducir a sus amigos hacia la guarida, estos mismos no habían sufrido grandes daños como los demás. El aterrizaje fue forzoso y al caer, algunos se cayeron de antemano sobre el suave césped; era de noche… y la oscuridad, particularmente en ese momento, daba terror. Todos eran muy jóvenes, un único menor de quince años y los restantes yacían entre los veinte y veintiún años. Acababan de padecer un episodio espantoso y apenas habían logrado sobrevivir. El más chico de ellos aún llevaba puesta la máscara negra, se tendió de espaldas sobre el suelo y se la quitó, su rostro estaba ensangrentado. Las dos bestias mutaron a dos jóvenes (uno con el cabello rubio y el otro con cabello oscuro y rulos), fueron los únicos que se mantuvieron de pie. Eran siete en total y cada uno tenía la habilidad de controlar un específico elemento natural. Ningún elemental estaba en sus cabales ni con total salud.
- Hay que regresar- dijo uno de los que estaban en el suelo- Antes de…- sufrió una puntada y gimió del dolor. El del cabello rubio se le acercó, lo atendió y le dijo.
- Lo haremos, pero no ahora. Tenemos que descansar y pensar algo pronto.   
- ¿Cómo?- exclamó otro de los heridos sobre el césped, se apellidaba Carmanguer- ¡Mírenlo a Pe…!
El más joven de todos lanzó un grito ahogado y escupió algunas gotas de sangre. El muchacho con el cabello enrulado fue a ayudarlo, lo conocían por Dameron.
- No hagáis esfuerzos, ese mal nacido casi te desnucáis- dijo Dameron y le sujetó la cabeza. 
El primero que había sufrido la puntada se apellidaba Viman, con una gran fortaleza se levantó y fue a buscar algunas ramas para encender la hoguera. Montarnen, Curtansen y Carmanguer fueron a ayudarlo. Dameron se quedó cuidando al más joven.   
- Gracias- dijo el chico.
- El mago me mataría si no te cuidarais, siempre dice que eres su favorito- sonrió Dameron.
El elemental de menor edad lo observó con devoción.
Al cabo de algunas horas, los elementales encendieron una fogata y cortaron algunos árboles para usar a sus troncos de asiento; cada uno de ellos se recuperaba a su ritmo. Pedro observaba las estrellas, fascinado y Jimonte meditaba con una diminuta rama en su boca.    
- No logro entenderlo, Él es solo uno, un hombre con infinito poder. Pero nosotros somos más. ¿Por qué no podemos derrotarlo?- pensaba Jimonte en voz alta.
- Sus secuaces están descontrolándose cada vez más, Gargas los lleva a matar, violar y descuartizar- habló Curtansen con imponente seriedad, sentado en el robusto tronco.    
- Por lo menos aquí estamos a salvo…- dijo Montarnen y al instante, notó que diversos sonidos surgían desde los arbustos del bosque. Se quedó mudo, examinando la posible amenaza, pero en su lugar, entrevió a otro joven, de gran altura, acercárseles. Con gran fervor y sin poder resistirlo, gritó: ¡MIREN! 
- ¡Es José!- combinó Viman.

- ¿Qué es este lugar?- preguntó el joven Morgán, desconcertado por la luz de la fogata, parecía que había estado dormido durante mucho tiempo o en la oscuridad.
Pedro se levantó exaltado y algunos de sus compañeros también. Lo vieron cansado y herido, lo ayudaron a apoyar la espalda en el tronco y le ofrecieron los escasos alimentos que traían. Una vez lo sintieron mejor, iniciaron las preguntas.
- ¿Dónde estabais?- Carmanguer fue el primero.
Pero Morgán no respondió y observó la vegetación a su alrededor con mucho asombro.
- El mago utilizó gran parte de sus poderes para elevar una isla hacia los cielos y allí ocultarnos de todo el desastre hasta recuperar fuerzas. Es mágica, ni Él puede pisarla- le dijo el elemental Jimonte- La llamamos Sarmander. Es una palabra de la tribu de América que nos dio los poderes, significa ‘’única’’. 
- Es bellísima…- dijo José, enceguecido por las innumerables estrellas y los altos árboles. 
- Y eso que aún no la viste de día- dijo Dameron sonriente.
Ahora que habían disipado su duda, Morgán les contó.
 - Fismut me ordenó en secreto buscar un arma para combatir al enemigo. Inexplicablemente he aparecido aquí por arte de magia. No me extrañaría que sea obra del gran mago. Vengo desde las tierras más olvidadas del continente… ni se imaginan todo lo que tuve que pasar: montañas y templos antiguos. Les pido perdón.
- Si el gran mago tiene que ver con esto, no debéis disculparte- le dijo Montarnen y le dio una palmada.
- ¿Y aquella arma… cual es?- se interpuso Dameron curioso.  
El hombre revisó entre sus pertenencias y una vez estuvo seguro, sacó un trapo alargado oculto bajo los pantalones. Lo desplegó y desenrolló en el suelo, inmediatamente una espada reluciente se hizo ver.
- ¿Una espada? ¿Fismut te hizo viajar durante doce días por una espada?- refunfuñó Viman.
El hombre tomó al arma cuidadosamente, la alzó, se levantó sin titubear y se acercó al árbol más grueso del área y con ella lo cortó de un lado a otro. El tronco cayó lentamente hacia atrás sobre otro árbol, los individuos pudieron observar todo su contenido y las ramas más gruesas se imbricaron con las del que soportó su caída.   
A continuación, un destello centelleante apareció en la hoja de la espada y luego se apagó sin dejar rastro.
Todos los elementales estaban anonadados, algunos con las bocas más abiertas que otros.
- ¡¿Qué fue todo eso?!- exclamó Curtansen, petrificado.
- Es la espada divina- explicó José- El arma de las tribus.
- José… ¿Sabéis lo que eso significa?- a Viman le brillaban los ojos- La espada y nuestros poderes serán suficiente para salvar a nuestro pueblo. ¡A todo el mundo!
- Hay que ser precavidos, pensar algo con mucha cautela…- ordenó Jimonte, sin duda era quien los dirigía.
- Dijisteis que viajasteis muy lejos. ¿Cómo la conseguisteis?- preguntó Pedro con la voz suave y entrecortada, José sonrió y lo miró directamente a los ojos.
[Las imágenes se desvanecieron como el azúcar en el café, hubo una clase de remolino como cuando se revuelve la taza; todo se distorsionó e instantáneamente la escena se transformó en otra.     
Ahora, la secuencia parecía volverse un recuerdo, aunque no lo era, para nada.
El joven bocón se sintió atrapado en una laguna de muchos colores y destellos sobrenaturales.]

Kay retomó la conciencia, se levantó del piso y observó con detenimiento al increíble lugar donde se encontraba: un salón inmenso, totalmente vacío, sin una ventana que produjera luz. A su alrededor yacían diversidad de antorchas que iluminaban una gran parte de la habitación, el material de las paredes parecía ser la ‘’obsidiana’’ (una piedra cristalina de origen volcánico que los aztecas obtenían de la Sierra Madre Sur y Occidental, este material no era utilizado para edificaciones, sino que para armas y/o utensilios; por alguna razón, había sido implementado en aquella construcción) Obviamente, todo esto Kay no lo sabía, él sabía a la perfección que el pasado era clave para entender el presente y el futuro, pero (de terco que es) creía en el ‘’aquí y ahora’’ sin darle importancia a todo lo demás.
Una puerta, del mismo material, yacía a unos cuantos metros a su izquierda. De repente, escuchó pasos y aquella puerta se abrió de par en par. Temeroso y sin saber que hacer, se ocultó entre las sombras, donde la luz de las antorchas no iluminaba y desde allí contempló a un individuo.
El sujeto caminaba rápidamente hacia la siguiente compuerta, estaba ansioso, exhausto, débil y molesto. Había dos puertas, una en frente de la otra.  
Su rostro le resultaba familiar y enseguida lo reconoció: se trataba de Miljen Morgán, muy distinto al que Kay conocía.
Esta versión más joven de Morgán debía de tener entre diecisiete y dieciocho años (no aparentaba más edad). Sus ojos NO eran rojos, sino color café; su piel NO era gris, era blanca, muy blanca; tampoco tenía cuernos o algún indicio monstruoso. Miljen era un humano común y corriente, con el cabello largo castaño y escasa barba. Su altura, en cambio, continuaba siendo inmensa.
- No tiene pinta de mal tipo…- pensó Kay, a quien al principio le había surgido un cierto sentimiento de rechazo.
La versión joven de Morgán no pudo verlo, de todos modos, estaba desesperado por terminar con su búsqueda. Kay intuyó que estaban dentro del Templo Azteca hace muchos años.
Parecía ser que la próxima sala iba a ser la última, el paradero de la espada divina.
La puerta estaba sellada, Morgán la destrozó con sus habilidades elementales (posó su palma sobre el muro, convirtió en hielo a un cierto sector y automáticamente este se deshizo troncándose agua), entró en ella por el agujero que había creado aunque con dificultad (por sus largos brazos y piernas). Kay, escabulléndose entre las sombras, lo siguió.

El nuevo salón resultó ser más chico que el anterior, mantenía el mismo clímax. No obstante, el techo estaba dañado, había masas de tierra en los bordes de la habitación y tan solo dos antorchas la iluminaban. Delante de Morgán, había un pedestal, en la cima de una escalera rocosa de cuarenta peldaños, el techo se alzaba metros y metros hacia arriba, era verdaderamente inmenso. Tan solo los dioses, sabían cuan grande era aquel lugar. Morgán se estremeció, no tenía la fuerza suficiente para llegar hasta allí, estaba agotado. Kay imaginó que el desdichado había tenido que enfrentar grandes pruebas de destreza.
- Los aztecas no deben ser tontos- dijo la voz en su cabeza.  
Morgán meditó durante largos minutos hasta que finalmente empezó a subir. Los peldaños eran de cinco metros de largo, diez metros de ancho y veinte centímetros de espesor. Una vez el joven Miljen subió quince escalones, Kay salió de su escondite y lo miró con atención.
Todo parecía marchar en orden por el momento, aunque eso resultó erróneo, debido a que la habitación se sacudió y una nube distorsionada (color azul oscuro) descendió desde lo más alto y rodeó al visitante (Morgán). Miljen se estremeció y nada pudo hacer con sus energías en el punto límite.
La nube giró a su alrededor y a medida que su velocidad aumentaba, la frecuencia crecía proporcionalmente (causaba un sonido cada vez más agudo y dañino). No solo eso, sino que las ráfagas de aire provenientes de la nube, atacaron al joven Morgán, le causaron golpes y raspaduras en todo el cuerpo. Parecía haberse rendido, apoyó sus codos en los escalones siguientes y maldició incansablemente.  
- Vamos Miljen…- alentó Kay en voz alta, ni Él se creía lo que acababa de decir.
El elemental sobre la escalera se tendió allí, sin moverse. Parecía ser que ya no volvería a reaccionar, pero no fue así. Miljen continuó subiendo la escalera como pudo, a forzados movimientos; como si la gravedad del lugar fuera mayor que la de la Tierra.
Kay sonrió, no podía explicarlo con exactitud, pero de verdad quería que llegara a la cima. Morgán utilizó sus últimas fuerzas para seguir subiendo, pero le fue imposible continuar, ya no guardaba energías, volvió a caer, se desplomó en el vigésimo escalón y se desmayó.
Las fuerzas malignas volvieron a atacar, el joven Miljen ya no podía defenderse, la escalera de roca había empezado a desmoronarse, pues un conjunto de grietas se habían agudizado minuto tras minuto con el peso del muchacho. Rocas inmensas cayeron desde lo más alto, todo se venía abajo. Kay entró en pánico.
- Tranquilo, Kay- se dijo a sí mismo- Si hoy en día este sujeto existe para perjudicarnos los días, en este momento debe de sobrevivir. Pero…¡¿Por qué no se mueve?! ¡¡Miljen!!
El temor de Kay creció rápidamente y su mente, por primera vez, comenzó a analizar todo detenidamente. No sabía si estaba soñando o si en verdad lo estaba viviendo, si todo era parte de una pesadilla o de un hecho del pasado en el cual ni siquiera había nacido.  
Kay olió el aroma del lugar, sintió un sabor agrio en su boca, percibió el piso bajo sus pies y lo comprendió: de alguna forma, ahora se encontraba en ESA realidad.
El joven bocón le gritó nuevamente a Miljen Morgán para que se levantara, pero este no lo hizo, estaba inmóvil e inconsciente. El suspenso le recordó aquellas películas de busca de tesoros, donde los edificios donde se encontraban las reliquias siempre se desmoronaban, y cuando un personaje importante estaba al borde de la muerte, algo ocurría. Bueno, Kay estaba esperando ese ‘’algo’’.
Ese algo nunca sucedió y el muchacho, examinó los grandes escalones con recelo. Tal vez Morgán no lo merecía, pero no dejaría que muriera de aquella forma. Decidido, estiró sus articulaciones y corrió hacia los peldaños. Después de todo, la historia tenía que cumplirse…
Con exorbitante vitalidad, Kay eliminó a todos los peñascos que pretendían caer sobre la escalera y derrumbarla, sus habilidades en el fuego funcionaban allí. Llegó al vigésimo escalón, apartó a la nube azul con el fuego y se topó con Miljen, comprobó que estaba dormido. Suspiró y dijo en voz alta.
- Natal, Sony… perdónenme.
A continuación tomó a Miljen entre sus brazos y lo llevó a la cima, escalón por escalón.
- Con lo largos que son los brazos y las piernas de este tipo, es una odisea cargarlo- pensó Kay.
De repente, un destello de luz apareció en la cumbre, y Kay la vio… a la espada divina, resguardada en el pedestal, al final de las escaleras, esperando a que su portador la tome.
Tras un esfuerzo enorme, ambos llegaron al último escalón, justo delante se encontraba una plataforma alargada y allí, el pedestal de la espada divina (la cual yacía atascada en una mediana roca). Bañado en sudor y sin fuerzas, dejó al cuerpo de Morgán sobre el suelo y miró la abominable altura (entre treinta y cuarenta metros de alto).
Kay tragó saliva, no confiaba en la estabilidad de la plataforma ni en la escalera. Tuvo que deshacerse de otras rocas que casi destruyen los peldaños e intentó pensar con rapidez. Acababa de percibir que hubiera sido mejor bajar la escalera y no subirla, algún sentimiento de empatía sintió con respecto a Morgán y eso lo condujo a ayudarlo a obtener el objeto por el cual había luchado tanto. Pero ahora estaba sufriendo las consecuencias de aquella decisión.
La situación se vio comprometida una vez más, la nube azul oscura apareció nuevamente en la cumbre y comenzó a girar alrededor de la plataforma, cada vez más rápido; el sonido agudo lo estaba destruyendo, seguramente debía de rozar el límite de dolor en el oído. El elemental del fuego cayó al suelo de rodillas y se tapó los oídos con los brazos, intentando defenderse. Le sangraban los oídos y sintió como la piel se le comenzaba a desprender; a Morgán también le pasaba lo mismo pero aún perduraba en el mundo de los sueños (valga la redundancia).
Pero Kay no se desanimó, no estaba en su naturaleza, caminó hacia el pedestal lentamente, y luego, tomó la espada con los dos brazos y la quitó de su lugar.
Una flamante luz amarillenta surgió en ella, la nube se disipó inmediatamente y el ruido desapareció. Lamentablemente, otra roca de gran tamaño penetró en las columnas de la plataforma y esta empezó a venirse abajo. El bloque donde se encontraban perdió el equilibrio, Kay tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para llegar hacia donde estaba Miljen Morgán. Afortunadamente, Kay tomó a Miljen del brazo justo a tiempo. La plataforma comenzó a caer en cuestión de segundos, fue entonces cuando Kay le gritó al objeto que portaba, a la espada divina: ¡SÁCANOS DE AQUÍ! 
Y por arte de magia, aparecieron en un bosque, sanos y salvos. Morgán continuaba dormido, el elemental del fuego pudo entrever (oculto entre los arbustos) a un grupo alrededor de una fogata, por lo que Kay se apresuró en guardar a la espada en un trapo alargado que llevaba Miljen en el bolsillo de su pantalón, allí dentro guardó la espada y la ató a su anfitrión. Entonces, Miljen Morgán recuperó la conciencia; Kay se levantó y huyó. Morgán se levantó de un golpe y empezó a caminar. Simultáneamente, lo último que escuchó Kay fue el grito de otro hombre a sus espaldas, diciendo: ¡MIREN! 
     

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