La Piedra del Sol: CAPÍTULO 9.
Aterrizaron
en Miguel Hidalgo, del distrito federal de México, aproximadamente a las 10:42
am (horario de México Zona Centro) en una plataforma exclusiva para capsulas de
la SICA , justo
al lado del estacionamiento para vehículos no aéreos. El bosque Chapultepec
fascinó a todos, sus construcciones ancestrales, la vegetación, sus calles y
casas, absolutamente todo. Habrán caminado entre unas veinte o veinticuatro
cuadras (preguntando en el camino) por la calle ‘’Paseo de la reforma’’ hasta llegar
al Museo Nacional de Antropología. En la entrada, unos guardias les revisaron
sus pertenencias, les hicieron algunas preguntas (motivo de la visita por
ejemplo, entre otras cosas) y los dejaron pasar. Más adelante, el guía
turístico le confesó a Natal que actualmente se estaban realizando estas
medidas de seguridad a causa de que hace no mucho tiempo, unos extranjeros
habían intentado burlar la seguridad en la noche y de robar algunos artefactos,
se dedujo que para después venderlos. Pero el guía insistió en que el grupo de
delincuentes eran aquellos conocidos como ‘’La Cruz ’’ y que sus intenciones iban mucho más
allá...
Respecto
al interior del museo, Natal se sentía como un niño en una juguetería, la
exposición de la cultura prehispánica y de los pueblos indígenas actuales
resultó ser inmensa. La tecnología del 2226 estaba exenta en este sector, el
guía le dijo a Natal que las autoridades de Chapultepec eran muy conservadoras,
por lo tanto, la tecnología era igual a la de hace doscientos años. Recorrieron
casi todo el museo, sacaron fotos, escucharon las grabaciones de cada artefacto
histórico, etcétera. Al final del recorrido, pasaron por las habitaciones
dedicadas exclusivamente a los aztecas, en su centro se encontraba la piedra
del sol… en otras palabras, el calendario azteca. El guía terminó de hablar y
los dejó seguir por su cuenta, les indicó por donde salir, se despidió y se
marchó.
-
Este es- suspiró Sony, anonadado por su inmensidad. Kay estaba igual.
-
La piedra del sol, la reliquia de los mexicas, es… impresionante- susurró Natal
contemplándola con tanto desdén como un hombre miraría a su amada.
Las
risas entre Kay y Sony fueron inevitables. Pese a ciertos episodios que habían
vivenciado tiempo antes, estaban de muy buen humor. Especialmente Kay. Después
de todo, cuando se despertó de aquellos extraños sueños creyó que, por alguna
de las misteriosas razones de la mente, todo había sido parte del éxtasis que
sentía con respecto a todo lo que estaba sucediendo. Hacía mucho tiempo que no
se sentía tan feliz… probablemente sus amigos, Natal y Sony (tal vez hasta
Agustina) eran los responsables de tal acontecimiento.
Por
otro lado, todo había sido desmesuradamente inusual: ¿Un sueño en donde viajaba
en el tiempo hacia el pasado para ayudar a su enemigo a obtener el arma que hoy
en día quiere reclamar para castigar a los seres humanos? Muchas cosas sin
sentido habían pasado hasta entonces y estaba seguro, en ese momento, de que
los sueños no sumaban a la lista. A decir verdad, poco recordaba (como todos
los humanos del planeta) sobre aquellas visiones; solo lo justo y necesario.
Por ejemplo, no tenía ni idea de cómo lucían los elementales de antaño, pero si
recordaba a algunos nombres, así también como a la malévola nube, a Miljen
(joven y totalmente humano) dormido y como había usado a la espada divina para zafarlos de la situación. Nada más.
Kay
ya había presenciado algo similar, cuando era muy chico y vivía con los
Dameron: los cuatro estaban regresando de
unas vacaciones en México, Nicolas conducía, Natalie yacía en el asiento de
acompañante; Kay y Sony atrás, sin hablarse (como de costumbre en aquella
época). El pequeño Kay miraba por la ventana a la inmensa ciudad de Buenos
Aires (ya habían vuelto a la Argentina) y un espacio abandonado, lleno de
colores, dibujos, tiendas y juegos antiguos; apareció a un lado de la ruta.
Fascinado, le preguntó a su padre y este le contestó.
- Era un parque de
diversiones cuando yo era un niño, se incendió, algunas personas fallecieron y
nunca más volvieron a abrirlo- Sony prestó interés por un momento pero luego se
desvaneció y continuó en su mundo.
Ese mismo día, Kay había deseado tanto conocer ese sitio que soñó que lo visitaba cuando aún existía y
lo salvaba del incendio con sus habilidades (recientemente descubiertas) sobre
el fuego. A la mañana siguiente, Nicolas despertó a sus hijos para llevarlos a
un parque de atracciones…
Sony,
por su parte, percibía un profundo sentido de la responsabilidad, mayor a todos
los que ya había tenido durante toda su vida y en parte, se debía al sueño de
las sombras distorsionadas. ¿Quiénes eran? Probablemente no lo descubriría
hasta varios años más tarde.
Pero
pese a todo esto y a su gran alegría, estaban muertos de cansancio. Ninguno
había dormido normalmente.
Natal
se volvió hacia ellos.
-
¿Durmieron bien? A mí, la espalda me quedó hecha una esponja.
-
Poco, algunas pesadillas- habló Kay.
-
¿Sueños?- preguntó Natal curioso.
-
Si, no importa. Ya me los olvidé…- no le pareció necesario contarle, después de
todo, no era real.
-
Cuidado con lo que sueñas, joven
Montarnen. El límite entre la realidad y la fantasía es tan fino como un hilo
dental. Recuerda eso.
Kay
asintió y tragó saliva.
-
Mis sueños también fueron extraños- comentó Sony.
-
Para ti también va, entonces- dijo Natal y siguió contemplando al calendario.
Sony y Kay se miraron entre sí.
La
piedra del sol era muy compleja, cada uno de sus anillos, símbolos y dibujos
representaban una parte de la percepción del mundo que tenía la cultura azteca.
Era una piedra milenaria de 3,60 metros de
diámetro, 122
centímetros de grosor y un peso superior a las 24
toneladas. Poseía una forma redonda, más algunos materiales rocosos (en la
parte inferior) que identificaban al lugar donde había sido encontrada (fue
enterrada en el actual Zócalo, en la plaza mayor de la ciudad de México). No
tenía el mismo color que siglos anteriores debido a la exposición al aire libre
y su parte central se encontraba dañada por múltiples balazos (desfigurando el
rostro) debido a la Intervención estadounidense en México (entre 1846 y 1848)
donde los soldados del Ejército de los Estados Unidos habían utilizado a la
Piedra del sol para practicar tiro al blanco.
- Miren sus formas- añadió
Natal con entusiasmo- El rostro del centro es el dios Tonatiuh, la representación del sol, se ubica dentro del signo de
movimiento, el denominado Ollin. Cuantos morirían por ver esto.
- Ahora, ¿donde
encontraremos la pista que nos llevará al tesoro y por ende, a la espada
azteca?- dijo Sony, a quien ya se le había ido el interés por el objeto.
- Paciencia muchachos. Déjenme
sacar mis manuales de historia y antropología, tal vez pueda encontrar algo.
Kay y Sony fueron a
comprar unas bebidas de marca, le dieron una a Natal y se sentaron a mirar lo
que hacía su compañero. Ninguno de los dos hubiera imaginado que el significado
de cada uno de los dibujos fuera tan extenso. Pasaron horas, las bebidas, a
medio terminar, ya se habían calentado. Kay y Sony se durmieron sobre sus
asientos, y Natal continuaba analizando la pieza. Un guardia de seguridad se
acercó a revisar lo que estaban haciendo.
- Menudo día, ¿No, Oficial?-
le dijo Natal, sin quitar de vista al objeto.
El guardia, muy serio, no
le respondió.
- ¿Qué es lo que está
haciendo?- le preguntó, frunciendo el ceño. No parecía tener mucho acento
mexicano.
- Investigando y repasando
un poco de historia, quédese tranquilo.
El guardia hizo silencio y
miró a los dos jóvenes dormir desordenadamente, roncando y con saliva en sus
rostros.
- Vienen conmigo- le dijo
Natal, anticipando la pregunta del oficial- Tuvieron un día complicado, déjelos
dormir un poco más.
- Aquí no se pueden hacer
esas cosas- respondió el oficial con el mismo humor.
- Muy bien, yo ya termino-
se apresuró el profesor en contestar- Ahora los despierto.
Hubo una pausa.
- ¿Argentino? ¿No es así?
- Si oficial, soy
argentino. Vinimos de visita, no se preocupe.
- Hoy en día no se toleran
acciones fuera del protocolo. Estamos a pocos kilómetros de la isla del Rey. Si
se pasan de vivos, irán directamente y a la fuerza, a las cárceles de allí para
que las autoridades de la G.N.U.M los juzguen, y créame… no son nada amigables
cuando unos idiotas intentan robar las piezas de gran valor histórico.
El hombre se marchó.
- Pero que tipo más
molesto- rió Natal para sí mismo y prosiguió con la investigación- Además,
intentar robar esta pieza sería como querer llevarme un edificio con las manos.
Alrededor de las 18:30,
Kay y Sony despertaron, con un dolor de espalda atroz e intensa debilidad en las piernas y los brazos. Una vez recuperaron la conciencia y abrieron bien los ojos, se
dieron cuenta que Natal había desaparecido, pero sus cosas seguían a un costado
de la piedra milenaria.
- Aquí muchachos- les
indicó Natal, detrás del calendario- Vengan, creo que encontré algo.
El museo estaba vacío, ya
cerraban. De todos modos, los dos elementales caminaron hacia donde estaba su mentor
y con la visión nublada, pudieron reconocer un símbolo, acababa de ser
descubierto por el gran Dick Natal, tallado entre los escombros bajo la piedra
del sol; el dibujo era una bola con insignias y ranuras, el cual continuaba en
otro dibujo donde yacían numerosas montañas rocosas y lagos.
- ¿Qué es eso?- preguntó
Kay.
- Parece ser una clase de
artefacto- le dijo Natal, tenía el rostro cubierto de polvo y los anteojos
empañados- Es extraño, como si fuera casi futurista. Los aztecas no dejan de
sorprender con sus diseños extravagantes.
- ¿De verdad será azteca?-
preguntó Sony- Digo… hay una diferencia
muy notable entre los dibujos que predominan en la cara del calendario y estos.
- ¿Cuál es tu teoría? ¿Qué
alguien más los hizo?- pregunto Natal con escepticismo- Son aztecas, puedo
asegurarlo.
- ¿Alguien sabrá de
ellos?- dijo Kay, en cierto modo, apoyando la conjetura de Sony.
Natal hizo una mueca
mientras se acariciaba el mentón.
- Si este artefacto
existe, ¿Dónde lo buscamos? ¿Otro ladrón lo tiene?- continuó Kay y apoyó su
antebrazo sobre la parte trasera del calendario.
Por extraño que parezca,
la reliquia de cuatro toneladas titubeó, se balanceó hacia delante y
posteriormente cayó al suelo, el impacto hizo que se dividiera en dos. Los
elementales se sobresaltaron. Natal estaba horrorizado, con los nudillos en la
boca. De repente, una alarma empezó a sonar y un conjunto de guardias rodeó a
los visitantes con sus armas de fuego en un parpadeo.
- Kay, eres un tonto- le
susurró Sony al oído.
- ¿Acaso no pesaba 4
toneladas? ¡Tan solo…! - refunfuñó Kay.
- ¡Quedan detenidos por la
destrucción de una pieza histórica del Museo Nacional de Antropología!- les
dijo uno de los oficiales, todos ellos vestían de uniforme rojo.
Otro sujeto de contextura
ancha se les acercó (el mismo guardia de seguridad que había conversado con
Natal), se dirigió a Natal y lo miró de reojo.
- Inexplicable, pero cierto.
¿Con qué clase de maquina ejecutaron este crimen? Casi se salen con la suya-
escupió al suelo y se dio media vuelta- Una pérdida lamentable- se dirigió a
sus compañeros, parecía ser el hombre con mayor rango- Los llevaremos a la isla Tanque, que las autoridades de la G.N .U.M los juzguen. ¡Llamen a
los responsables del museo inmediatamente para reparar este desorden! ¡Háganlo!
- ¡Si, señor!- gritaron
todos los demás oficiales al unísono y esposaron a los delincuentes.
- Vaya embrollo en el que
nos metiste, Kay- le dijo Sony, lleno de rencor e impotencia mientras le
colocaban las esposas. Kay se apenó y no dijo más nada. Y frente a esta
situación, a Natal se le prendió la lamparita.
Tomaron todas sus
pertenencias y las reservaron en bolsas de plástico como evidencia, les sacaron
una foto a cada uno, los obligaron a llenar tres formularios con sus datos
personales; les dieron unos uniformes naranjas para que vistan y los llevaron a
un camión blindado donde viajaron durante todo un día hacia el puerto más
cercano al Golfo de México. Kay y Sony no se hablaban, estaban enojados el uno
con el otro. Más tarde, los condujeron a un barco de avanzada tecnología, Natal
examinó esas bellezas, fusiones entre el metal y la madera, increíblemente
innovadoras, ocupaban todo el puerto. La velocidad de aquella nave superaba
unas cuatro veces más que la de cualquier otro crucero o barco ligero de antaño.
Alrededor de dos días
estuvieron en alta mar, navegando por el Océano Atlántico. Llegaron en la noche
de un lunes a las costas de la isla Tanque, el hogar del soberano de la
organización más grande del mundo (la G.N.U.M), el Rey Patricio.
Qué
inquietante fue, para los elementales, imaginar como se comportarían ante el
supremo soberano de todo el continente. Lo que acababa de ocurrir había sido un
accidente. ¿Entendería eso el Rey Patricio? No se trataba de un monarca de la
época feudal que reinaba a voluntad propia y con poder ilimitado, sino de un
individuo que mantenía el orden entre todos los países que conformaban la
G.N.U.M y era elegido por un consejo internacional. El término ‘’Rey’’ había
sido re-utilizado por la nueva generación para darle culto a las épocas
anteriores en Europa; en cierto modo, América nunca había tenido reyes ni
monarquías, esa fue la razón principal. A diferencia de todas las figuras
políticas americanas, el Rey de la G.N.U.M no era un sujeto público, actuaba
entre las sombras, regulando los conflictos y las relaciones diplomáticas. El
único país que no formaba parte de aquella organización eran los Estados
Unidos. Muchos eran los misterios que rondaban alrededor de la entidad
política, pero pocos tenían el privilegio de conocerlos; todos los demás se
acomodaban con la buena situación económica de la G.N.U.M, potencia en todo el mundo.
Los países de América respondían al Rey y se realizaban conferencias entre
todos los presidentes de la organización para gestionar sus respectivos
Estados. Así funcionaba el mundo hacía ya veinte
años con la aparición de las bestias…
Volviendo
con los elementales, arribaron las costas de la isla Tanque durante la
oscuridad de la noche, fueron llevados a la fuerza hacia las celdas más
cercanas a 1 kilómetro
del mar. La luna yacía a la mitad y las estrellas se revelaban a gran escala, a
su vez, el viento soplaba de vez en cuando.
Eran
construcciones de metal sobre la arena, cajas de acero con barrotes, ninguno se
sintió con ánimos de desafiar la ley y escapar con sus habilidades. El hombre
fortachón (que ya habían conocido anteriormente) dirigía la expedición y ordenó
encender una hoguera, ese día hacía mucho frío. El grupo que lo acompañaba
rodeó la gran fogata construida con ramas y piedras, guardaron sus armas, prepararon
algunas bolsas de dormir y dos de ellos se quedaron patrullando.
Su
líder indicó que al día siguiente llevarían a los tres delincuentes (los
elementales) a la Ciudad de la Guerra,
hogar del Rey. El sitio estaba repleto de palmeras, parecía ser parte del
caribe.
-
¿Y ahora qué?- le preguntó Kay a Natal, los tres estaban tirados en la misma
celda.
-
Tu fuerza es desmesurada- le dijo con ironía- Puede que sea una de tus
habilidades como JEN…
El
elemental del fuego hizo una mueca.
-
Vamos Natal, dinos lo que sabes- insistió Sony.
El
hombre acomodó un mechón de su pelo grisáceo y sacudió sus anteojos, al mismo
tiempo le respondió a sus compañeros.
-
Dicen por ahí que este lugar resguarda los mayores tesoros de todo el mundo. Si
tú…- señaló a Sony- tienes razón, entonces puede que nos topemos con el
artefacto que buscamos. Quiero decir, por ahí los mexicanos descubrieron lo que
nosotros recientemente y encontraron al objeto que conduce a la espada, tal vez
lo guardaron aquí.
-
¿Y por qué estas tan seguro?- preguntó Kay de mala gana.
-
Es una corazonada. No te culpes por lo que pasó- lo animó- Díganme muchachos,
su instinto elemental… ¿qué les dice?
-
No lo sé. Además, ¿cómo llegaremos hasta el objeto si estamos aquí encerrados y
apunto de ser condenados de por vida?- dijo Kay con la cabeza baja,
inmediatamente la levantó y exclamó- ¡Por dios Natal, a veces creo que tú
también eres un…!
-
¡SILENCIO!- interrumpió el guardia a los gritos- ¡O SE CAYAN O LOS HAGO CAYAR!
Los
tres hombres se limitaron a responder, se miraron entre sí y se echaron a
dormir.
Hubieran
deseado ser despertados por los guardias con sus barrotes, sus actos de
superioridad y su soberbia ilimitada; pero no fue así. En lugar de eso, un
intenso terremoto sacudió la isla de punta a punta, las palmeras se vinieron
abajo, todas ellas cayeron sobre cada una de las celdas. Fue horrible, los
soldados fueron absorbidos por el miedo y la angustia; la arena zumbaba en toda la Isla y el viento soplaba con completa
agresividad. Los elementales aprovecharon para huir, utilizaron sus respectivas
habilidades para destruir las paredes de metal que los resguardaban justo antes
de ser totalmente aniquiladas. El líder entre los oficiales ordenó volver al
barco, pero este fue destruido por una gran marea que lo llevó a mar abierto y
lo absorbió por completo. Mediante comunicadores, el líder intentó contactar a
sus superiores pero fue inútil, nada funcionaba.
El
terremoto cesó después de unos largos e inquietantes minutos, los guardias
asistieron a los heridos. Natal, Kay y Sony se quedaron inmóviles frente al
pelotón en acción, solo el líder se percató de su liberación.
-
¡Ustedes!- gritó.
Pero
el terremoto había generado unos cuantos heridos y ninguno acotó a las palabras
de su superior. Inmediatamente, los elementales ofrecieron su ayuda.
El
líder se mantuvo atento y les prohibió acercarse a los soldados (especialmente
por las armas de fuego que portaban y que el líder creía que podían ser
utilizadas por los delincuentes) Kay, Sony y Natal igualmente contribuyeron,
acción que, de todos modos, fue permitida.
-
¿Hacia donde queda el servicio médico más cercano?- le preguntó Natal al
guardia con el que anteriormente había hablado en el museo.
-
En al lado oeste, hacia allá, a unos pocos kilómetros- le señaló otro soldado,
uno muy flaco, pelirrojo, de piel pálida. El líder se había quedado callado.
-
Muchas gracias.
Sony
y Kay también cargaron a otros dos soldados, aquellos hombres que no habían
sufrido graves daños como sus compañeros ayudaron a los soldados restantes y todos
juntos fueron hacia donde el sol irradiaba su mayor resplandor.
Pasados
20 minutos, el grupo se dirigió hacia el oeste, la arena desaparecía poco a
poco, las palmeras formaban dos hileras que remarcaban un camino armado hacia
otro de los campamentos militares. Una gran cantidad de tiendas se ubicaban en
un área de cincuenta metros a la redonda, justo por debajo de un inmenso valle
que conducía hacia otro sector. Los arbustos se habían multiplicado, también
las palmeras, las piedras y las personas. El nuevo campamento estaba mucho
menos afectado por el terremoto, solo algunos árboles habían caído y pocos eran
los heridos. Apenas aparecieron, los habitantes de esa zona (hombres y mujeres
con vestimenta blanca) se apresuraron en atender a los heridos. No hubo
individuo que no ayudara; ubicaron a algunos en las tiendas en forma de prisma
y a otros sobre camillas al aire libre.
Obligaron
a todos aquellos que no habían sufrido lesiones graves retirarse y prometieron
tratarlos más tarde, el pelotón sobrante y los elementales se reunieron afuera.
Los elementales se sentían a gusto con la ayuda que habían brindado, pero el
silencio fue aterrador y las miradas yacían fijas en ellos. Finalmente, el guardia en
jefe rompió el silencio.
-
Gracias por su ayuda. Pero tengo que cumplir con mi deber y nuevamente
encerrarlos en una celda- les dijo con un tono mucho más amable.
-
Necesitamos ver al Rey Patricio- exclamó Natal con rapidez- Es verdaderamente
urgente, nada de esto es casualidad.
-
¿Al Rey? ¿Por qué?
-
No quisiera decirlo delante de sus subordinados.
-
Hable.
La
idea de Natal salió a la luz.
-
El Proyecto L… no intente
negarlo, sabe muy bien de lo que hablo- dijo Natal con cierto aire de
superioridad. Kay y Sony se miraron entre ellos muy confundidos. Sony ya había
olvidado su enojo hacia Kay.
El
guardia apretó los dientes y los puños (los JEN se sobresaltaron), tragó
saliva, sacudió su inmensa espalda, suspiró profundamente y dijo.
-
Soy su oficial más allegado. Conozco de lo que habla. ¿Qué tiene que ver el
Proyecto L? Es un secreto que muy pocos conocen. ¿Trabajó aquí en el pasado?
-
No hablaré hasta ver al Rey- insistió Natal.
-
Vengan conmigo. En el camino me dirán todo lo que saben- esposó nuevamente a
los tres y se dirigió hacia el valle que habían visto con anterioridad- Iremos
solo nosotros cuatro, que nadie más venga. Es una orden.
Los
soldados cercanos asintieron firmemente. Los elementales consintieron disconformes por ser esposados nuevamente, el plan de Natal había salido a la
perfección.
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