martes, 18 de octubre de 2016

Una Cita con el Monarca: CAPÍTULO 10.




Una Cita con el Monarca: CAPÍTULO 10.

‘’Él tenía solo veinte años en aquel entonces y servía como cadete entre los guardias del Rey; en una misión de rutina, tenía encomendado ir hacia los aposentos del soberano y regresar, su objetivo era asegurarse que todo estuviera en orden; y a causa de ser una misión de bajo nivel, iba solo, sin que nadie lo acompañara. Ese mismo día, el sol cayó rápidamente y la noche se expandió, pero la luz no cesó… los bordes del paisaje estaban iluminados, como si hubiera una hoguera encendida de inmenso tamaño. El muchacho de veinte años fue a ver que ocurría y vivenció algo que nunca pudo explicar con claridad, algo que permaneció en secreto, algo que fue conocido como ‘’El Proyecto L’’…’’ 

El guardia del museo caminaba por detrás de los tres sospechosos, ahora era un importante líder entre las fuerzas militares de la G.N.U.M y por ello, el más cercano al monarca. No estaba seguro si podía confiar en los civiles que decían conocer su secreto, por ese motivo, llevaba el arma en su mano derecha, cargada y sin el seguro, aguardando lo peor.
- Deténganse- ordenó con voz solemne. Los tres civiles, dándole la espalda y sin mirarlo, obedecieron- Denme una razón, solo una, para que no apriete el gatillo- El guardia reveló su arma y le apuntó al más viejo- Los traje aquí porque no quería que mis hombres oyeran estas cosas, son secretos. Y nadie los sabe, NADIE. Por lo tanto, me dirán todo lo que saben o tragarán plomo, después de todo, tengo total permiso de hacerlo si es para proteger a nuestro Rey.     
Ninguno de los tres realizó un gesto vocal. En aquel tirante suspenso, desbordado de un silencio aterrador, producto del estrecho y largo valle en el que se encontraban; Kay levantó la muñeca, al mismo tiempo, sus esposas se hicieron cenizas. El guardia cambió la dirección de su arma y le apuntó.
- ¿Qué intentas hacer?
Kay torció la mano y una llama, tan insignificante como la de un encendedor, rodeó sus cinco dedos. El capitán bajó el arma, impresionado.
- Eres uno de ellos…
Natal tragó saliva y giró para conversar.
- ¿Uno de ellos?- preguntó.
- Si… esos humanos que pueden…
- Mi nombre es Dick Natal- lo interrumpió- Soy un docente de Historia en la Argentina, ayudo a estos muchachos a encontrar un artefacto que podría causar mucho daño. Lamentamos lo que pasó con la piedra del sol, no fue nuestra intención. Pero hay algo que nos supera, a todos nosotros…
- ¿De verdad sabe lo que es el Proyecto L?
Natal negó con la cabeza. El guardia suspiró profundamente.
- Me parecía, hace poco se divulgaron los títulos de algunos profundos secretos de la G.N.U.M y los publicaron en la Internet, imagino que allí lo leyó- Natal asintió, lo había encontrado cuando buscaba información sobre la espada divina- Creyeron que así tendrían la oportunidad de convencerme para que los lleve ante el Rey…    
- Mire…
- Oportuno- Kay y Sony se dieron la vuelta, habían estado de espaldas. En las manos de Kay seguían rondando las minúsculas llamas- Eso si que tiene mayor peso- señaló los dedos del elemental del fuego- También explica como pudieron acabar con una reliquia de muchas toneladas… 
- Lo siento- se apenó Kay- Fue un accidente, no entiendo que fue lo que pasó.
- Aún así serán castigados por sus crímenes, pero los llevaré ante el Rey. Por cierto, mi nombre es Guillermo Fuentes, aunque son tantos años trabajando en esta isla que mis subordinados me conocen como ‘’Capitán Tanque’’.
- Yo soy Kay… Montarnen y el es mi amigo Sony Dameron.
Fuentes lanzó una sonrisa.
- Debí imaginarlo.
- ¿Disculpe?
- Son más bajos y ninguno de los dos tiene un poco de barba, pero se les parecen. Mucho.
- Señor, no estamos entendiendo de que está hablando- le dijo Sony, pero al capitán Tanque pareció no importarle. Se les acercó, Natal se hizo a un lado y contempló la situación con recelo.
Fuentes balanceó su cabeza lentamente, para examinar los rostros de los dos jóvenes.
- Han pasado tantos años… y lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

‘’Mientras el joven Fuentes observaba el extraño suceso cerca de los aposentos del Rey y a metros de la costa, no advirtió que uno de los ataques había atravesado un prominente árbol y este estaba apunto de caerle encima. Un individuó lo salvó, el tronco se hizo cenizas por la acción de este. No estaba solo, otro hombre lo acompañaba, pero aquel estaba ocupado, luchando con sus sorprendentes poderes: la habilidad de controlar los materiales de un volcán. ’’  

- Yo sabía que este día llegaría, que tendría la oportunidad de conocerlos.
- ¿De conocernos?- preguntaron Kay y Sony al unísono.
- Así es- asintió Fuentes con orgullo- Los hijos de Nicolas Dameron y Frank Montarnen.
Los JEN se inquietaron.
- Yo los conocí cuando era más joven, me salvaron la vida, no solo a mí, sino también al Rey y a la propia G.N.U.M.
- ¿Mi papá fue un héroe?- preguntó Sony, anonadado.
- Mucho más que eso. Él, junto a Frank, fueron los precursores del Proyecto L. Tienen derecho a saberlo, pero no por mí, es justo que lo escuchen de la boca del propio Rey.
Sony, que hasta entonces creyó que su padre había luchado únicamente por su carrera política y por formar una familia, nunca se hubiera imaginado semejante revelación. Cierto rencor sentía, por no haberse enterado por su inherente progenitor. Pero una vez lo pensó bien, de haberlo escuchado antes, no lo hubiera creído. Para Kay no fue ninguna sorpresa saberlo, conocía la identidad de Nicolas y deducía que también había vivido unas cuantas aventuras. Sin embargo, con respecto a Frank… un nombre que solo retumbaba en sus pensamientos de vez en cuando, el hombre que le dio la vida y murió a manos de Dimitrion por una razón desconocida. Eso si que lo perturbaba. Tuvo envidia de Fuentes por haberlo conocido cuando aún vivía.   
- ¿Están bien?- les preguntó el capitán. Natal miraba a los más jóvenes con devoción.
Kay apagó las llamas de su mano y dijo.
- Llévanos ante el Rey, por favor. No quiero saber más nada de ese hombre. 

‘’Sony despertó en el suelo, toda la realidad daba vueltas y se desenfocaba, pudo recuperar totalmente la conciencia y la voluntad, solo para darse cuenta que su casa había sido atacada y que el hombre que amaba, estaba muerto. Su mamá lloraba sobre los hombros de otro sujeto, un amigo de su papá que era abogado en Estados Unidos. Natalie no se animaba a mirarlo a los ojos y desde entonces, siempre le tuvo miedo…’’

- Sony- lo interrumpió Natal- ¿En que piensas?- Fuentes les había sacado las esposas a los restantes y los estaba guiando hacia el hogar del soberano.
- En nada. Nada.- insistió Sony y observó a su amigo hablando con el capitán. Kay le preguntaba cosas sobre su padre, después de media hora de viaje había cedido y se moría por conocer más sobre Él. 
El valle terminó y desembocó en un hermoso paisaje: el horizonte anaranjado, algunas nubes, escasas palmeras, una construcción de metal gigantesca al noreste; y al noroeste, una pequeña casa, común y corriente.
- Aquí los dejo. Es allí- señaló la casa plantada alrededor de una cerca y poca vegetación- Fue un placer. De verdad. No suelo hacer estos cambios de actitud con tanta rapidez.
Natal habló.
- Creo que no le pregunté si sabe algo de…
El capitán Tanque lo calló.
- El Rey responderá todas sus dudas. Compórtense, no siempre está de buen humor… Adiós, elementales.  
Guillermo Fuentes se marchó por el mismo valle donde habían venido, no dijo nada sobre su castigo, claramente que todo eso ya había sido olvidado. Kay le agradeció y lo saludó a lo lejos. Desgraciadamente, nunca más volvieron a verlo.

No tardaron mucho en llegar a la pequeña casa, hogar del supuesto Rey de la G.N.U.M. Se toparon con un pasillo muy elegante, todo el éxtasis por conocer a la figura más importante del mundo se agudizó; los pasos se aceleraron y arribaron una puerta blindada, la cual ya estaba abierta. Los elementales entraron.
Todas las paredes eran rojas y doradas, pero no parecía ser un lugar de negocios, un palacio o el aposento de un monarca; sino de un monoambiente común y corriente con amplios pasillos, una cocina, living, baño y dos habitaciones.
La figura del Rey también fue desconcertante: un hombre sentado sobre un espacioso sillón, mirando televisión, vestido de bata, cenando pollo al horno con puré, y tomando del pico de la botella de un vino de marca desconocida.
Natal carraspeó. El Rey se limitó a prestar atención, esperó a que el programa terminara (no duró más de medio minuto), dejó su comida sobre una pequeña mesa de vidrio y madera, se limpió las migajas de pan sobre la bata, y finalmente se les acercó.
- ¿Ajam?- dijo a los recién llegados, con un cierto aire de soberbia- Estoy de vacaciones, les dije que no me molestaran. 
- Venimos hasta aquí a solicitar su consejo, soberano de todos los pueblos- respondió Natal ensanchando el tono habitual de su voz y efectuando una corta reverencia.
El Rey Patricio se le quedó mirando, limpiándose los dientes con la lengua, intentaba quitarse los pedacitos de pollo que se le habían quedado atascados entre diente y diente; tras una breve pausa, comenzó a reír.
- Hijo mío, ¿En que época crees estar? Soy un simple humano con un gran título, no un monarca de la edad media- luego miró a los más jóvenes- ¿Quienes se suponen que son ustedes?
- Nuestro amigo está un poco pasado de edad, eso es todo- excusó Sony con una sonrisa forzada.
El soberano lo miró con duda.
- Mi nombre es Sony, ellos son Kay y Natal- prosiguió el elemental, algo nervioso- Necesitamos su ayuda.
- Hace un rato me informaron que unos tontos destruyeron una reliquia azteca y que los habían traído hasta aquí. No hace falta ser un genio para notar que son ustedes- exclamó el soberano- ¿Qué quieren? ¿Por qué el capitán les permitió venir? Nunca antes lo había hecho. O acaso…  
- No, no. No somos terroristas. No atacamos a nadie- dijo Sony nuevamente, estaba muy angustiado.
- Usted sabe algo que a nosotros nos podría servir- habló Natal firmemente.
El monarca se pasó los dedos por el mentón, un gesto que muy pocos humanos acostumbran a hacer cuando piensan- ¿Y por qué mejor no se largan de aquí? No hay nada de que hablar y como ya dije, estoy de vacaciones. No quiero saber nada de la G.N.U.M por un tiempo. Ya tengo suficiente con las fuerzas armadas presionándome…   
Fue entonces, cuando la copa del imponente sujeto se incendió, el Rey la dejó caer al suelo apenas sintió un ardor en su palma derecha, la copa se hizo mil pedazos al impactar contra la tierra, el fuego desapareció por arte de magia. Confundido, se puso de pie y miró nuevamente a los turistas; en especial a uno de ellos, este individuo ya lo estaba mirando, fruncía el ceño (arto de su actitud) y extendía la mano izquierda, señalándolo. Sony y Natal reaccionaron tarde ante tal acontecimiento, sus miradas fueron hacia Kay en un santiamén.
- ¿Qué… qué fue eso?- preguntó el Rey, aturdido. Sin darse cuenta, pisó los fragmentos de vidrio de la copa.
- ¿Nos va a escuchar ahora?- le dijo Kay y bajó la mano.
- ¿Me estas amenazando? ¿Cómo hiciste eso?  
Kay no se sintió intimidado; a una gran velocidad, volvió a levantar el brazo y disparó; esta vez, la botella de vino sobre la mesa de vidrio explotó en mil pedazos. Luego, continuó atacando a todos los vinos de colección sobre la estantería a un lado de la televisión. Todo fue un desastre.
El monarca estaba petrificado, se cubrió el cuerpo con los brazos de los pedazos de vidrio e hizo silencio.
El elemental del fuego esperó un: ‘’Es suficiente, Kay’’ de parte de Dick Natal, pero este nada le dijo. En cierto modo, confiaba en lo que su compañero estaba haciendo.
Kay se detuvo finalmente. 
El Rey volvió en sí una vez que se asegurara que el ataque había cesado, se levantó del suelo y se limpió la bata, a la cual se le habían atorado algunos fragmentos de vidrio. Ahora apestaba a vino y su bata estaba muy mojada. Corrió hacia su habitación y se cambió. Era un tipo gordo, de mediana estatura, poca barba, ojos marrones y pelo lacio, corto.  
Volvió vestido con camisa y saco, bastante formal. Se animó a dar unos pasos al frente y contempló a quien lo acababa de atacar. Esa mirada perturbó a Kay.
- El mismo carácter, exactamente el mismo- dijo finalmente.
Kay se quedó mudo.
- Me lo suponía, de veras que es importante lo que tienen que decirme como para causar tanto alboroto y no haberme quitado la vida.
- Eso nunca- dijo Sony rápidamente.
El monarca rió.
- Exacto, los elementales luchan por la paz y la justicia- suspiró y observó el desastre- Mis mucamas van a matarme, pero bueno…  
- ¿Podría decirnos todo lo que sabe sobre el Proyecto L y la espada azteca?- preguntó Natal.
- Así que vinieron por eso. También debí de suponerlo, después de todo, lo llevamos guardado durante dos décadas…
- ¿A qué se refiere?
El Rey Patricio cambió totalmente su actitud.
- Como sabrán, yo soy el segundo Rey de la G.N.U.M, el primero fue el Rey Víctor, quien gobernó poco tiempo. El protocolo dice que la votación de todos los países escoge al sucesor, pero, en esos años, Víctor ya me había elegido a mi, su nieto…como el próximo responsable de la organización. Esa fue la razón por la cual estuve ese día
- ¿Ese día…?
- Era el año 2206 y acababan de pasar meses desde la incorporación de la otra especie a la sociedad. El Rey Víctor fue el fundador de la G.N.U.M para mantener el nuevo cambio que acababa de padecer el mundo. Nada volvió a ser igual… - pausó y prosiguió- Pero no todos estaban de acuerdo con las decisiones tomadas, como siempre pasa, y se efectuaron muchos intentos de asesinato, esa fue la razón por la cual, la sede principal de la G.N.U.M se trasladó a esta Isla. Se triplicó la seguridad y todos estábamos allí para proteger al monarca, pero entonces… dos sujetos aparecieron entre las sombras y con habilidades inimaginables destruyeron a la milicia y a mi abuelo. Fue horrible. Nadie podía hacerles frente, hasta que otros dos individuos aparecieron, portadores de las mismas habilidades; los enfrentaron y los vencieron; los asesinos no tuvieron mayor remedio que huir. Nicolas Dameron y Frank Montarnen o mejor conocidos, como los Elementales.   
Poco después fui elegido legalmente por la votación del consejo internacional, y como nuevo Rey, me mantuve cercano a los Elementales, juntos iniciamos al conocido Proyecto L, una estrategia de orden y protección; el cual establecía a los Elementales como principales guardianes del continente. Esa fue la idea. Pero nunca pudo ser implementada, porque Frank falleció junto a su familia y Nicolas, abatido, decidió abortar el proyecto. Mi hombre de mayor confianza, el capitán Tanque y yo fuimos los únicos conocedores del Proyecto, el cual nunca llegó a la luz. Pero todo no había sido casualidad, Frank y Nicolas habían llegado a la Isla con un propósito secreto, ajeno al Proyecto L. Uno que nunca se supo con claridad.     
- ¿Propósito secreto?- preguntó Natal, anonadado.
- Así es. Ellos se ofrecían como guardianes de la G.N.U.M pero querían algo a cambio… información. Datos clandestinos. Especialmente… coordenadas.
Kay y Sony se miraron entre sí.
- Las tenemos, son latitud y longitud de un lugar entre los cielos que no existe, las mantuve conmigo como un recuerdo pero nunca sirvieron de nada. Buscamos varias veces.
- ¿Nunca dijeron que buscaban?- preguntó Sony, con las cejas fruncidas.
- Jamás. Eran muy reservados con respecto a eso y nosotros confiábamos en ellos. Colegas míos aseguran que buscaban algo en particular o a alguien.
- ¿Y qué pasó después?- preguntó Kay.
- Tras todo lo que ya les conté: La existencia de los elementales se transformó en un secreto de Gobierno- los elementales bajaron la mirada pensativos, pero el Rey no había acabado- Tras la muerte de Frank, Nicolas nunca regresó. Pero nos dejó algo… - tomó al rostro de Kay y sonrió- Tú eres su hijo. El parecido es increíble. Ya había escuchado que uno de los Montarnen había sobrevivido al incendio. 
- ¿Usted sabe por qué mataron a mi familia?- dijo Kay con los ojos llorosos.
- No, querido. No lo sé. Pero si puedo ser de ayuda…- el Rey regresó a su habitación, tomó una caja oscura de metal y la abrió con una llave especial, fue con los Elementales y se las enseñó- Esto fue lo que me dejó Nicolas, dijo que un día, dos hombres vendrían aquí a reclamarla y que para entonces, debería entregarla tal y como está.
Dentro de la caja negra había dos cosas: Un paquete envuelto y un sobre (atado con un moño de color rojo). El Rey Patricio les dio el sobre, en la parte superior decía ‘’Para Sony y Kay…’’
Los JEN le quitaron el moño, con un nudo en sus estómagos, y la abrieron, adentro yacía una carta escrita en imprenta por Frank y Nicolas:

‘’ Puede que para este entonces ya no estemos aquí, pero queremos que sepan que esto fue especialmente cuidado para su uso, solo ustedes sabrán que hacer…’’’ 

Frank Montarnen/ Nicolas Dameron

A continuación, el monarca les entregó el paquete. Kay y Sony se miraron entre sí, confundidos y angustiados, ambos sabían muy bien lo que el otro sentía. Desenvolvieron el paquete lentamente; adentro había una bolsa negra; Sony metió la mano y lentamente quitó lo que yacía en su interior: Una esfera dorada y carmesí con insignias en un idioma casi extinto.
- ¿Qué es eso?…
- Es el legado que sus padres le dejaron, Elementales. Es suyo- comentó el Rey con una tenue sonrisa, contento con lo que estaba pasando- Ahora ya saben que hacer.
Hubo una ligera pausa, hasta que Natal habló sobresaltado:
-  ¡Es el mismo artefacto que estaba dibujado en la Piedra del Sol! ¿Cómo lo consiguieron?
- Y… ¿Cómo supieron que llegaríamos hasta aquí? – agregó Sony.
- Sus padres, muchachos, eran hombres maravillosos, perseverantes e inteligentes. Cabe destacar que poseían un avanzado pensamiento estratega- les respondió el Rey- Confiaron en que encontrarían la forma de llegar hasta la Isla. Aunque sea destruyendo una pieza de gran valor histórico…
- Tengo la sensación de que mi papá y el de Kay ocultaron muchas cosas durante su época como elementales, más de las que podríamos llegar a imaginar. Como bien, usted dijo Señor, buscaban a algo o a alguien- dijo Sony.
- Esas son solo conjeturas de conocidos míos, nada más. No se agarren de cualquier comentario.
- Yo también lo creo, Sony- le dijo Kay.
- ¡Ah!- exclamó el Rey y se dirigió a Natal- Casi me olvido de responder a tu pregunta: Por lo que tengo entendido, este ‘’objeto’’ fue encontrado por Frank y Nicolas en la tumba del histórico director supremo de Las Provincias Unidas del Río de la Plata: Juan Martín de Pueyrredón. En el cementerio de la Recoleta, donde reposan sus restos.     
Natal se apretó la mandíbula con los dedos.
- Estos dos hombres si que llevan mil pasos delante de todos- suspiró Natal.
- Discúlpenme por arruinar este momento pero tengo tres cosas para decirles: Una, no se preocupen por sus pertenencias arrebatadas, llamaré a los guardias para que les devuelvan hasta las ropas. Están perdonados de todo delito, tienen mi palabra. En segundo lugar, quisiera ofrecerles mi vehículo aéreo personal, no necesito que me digan lo que buscan o por qué están aquí. Confío en su juicio. Además, allí yacen las coordenadas exactas que sus padres trazaron, puede que a ustedes sí les sirvan…
- ¿Y tercero?- preguntó Sony, guardando la carta y el artefacto.
- Bueno, yo ya he comido, pero me encantaría compartir una cena con ustedes. No tengo familia y me la paso solo. Después de todo, son la nueva generación de héroes que cuidarán de este mundo…
- Gracias- respondieron Kay y Sony al unísono e intentaron reprimir las emociones.

El Rey Patricio los guío hacia el comedor. Entre tanto viaje, charla y peleas no se habían dado cuenta que morían de hambre.   

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