Crónicas
Desordenadas: CAPÍTULO 7.
- Fue una suerte que las encontráramos- dijo Natal- Muchas gracias por ayudarlo.
-
Debería estar descansando, no entiendo porque tanto apuro- le respondió la
señora María, era una mujer mayor de cabello corto y rubio, escasas canas, piel
pálida, algunas arrugas y pequeña estatura- Aunque debo admitir que esperaba
una situación más comprometedora, el muchacho ya se estaba recuperando.
-
Cuando me fui a buscar ayuda estaba muy delicado- explicó Natal- Es importante
que prosigamos con nuestro viaje, Sony…
-
Yo estuve con Él toda la noche, salvo por un momento que fui a cerciorarme que
no haya…- Natal le hizo un gesto de que no continuara hablando, Sony tragó
saliva y no volvió a emitir palabra.
-
Sabemos que este lugar no es muy agradable, pero créanme, no es tan malo como
la gente lo describe- habló la señora.
-
Cuando regresé a cuidarlo, lo noté mejor- continuó Sony.
-
Es muy inusual que se cure de la noche a la mañana. Pero bueno, es un chico con
suerte. Habría que llevarlo a algún hospital para que lo revisen, si hubiera
alguno por aquí…
-
¿No los hay?
-
¿Y ustedes que creen? Llevo muchos años atendiendo las enfermedades de los
habitantes de esta ‘’cárcel’’. Nací en San Luis y vine aquí de muy joven a
estudiar enfermería, le enseñé a mi hija todo lo que sé.
-
Otra vez, gracias.- dijo Sony con una gran sonrisa en su rostro.
-
De nada. Ahora… ¿Qué los trae a esta ciudad? Es raro ver a personas de su clase
por estos alrededores…
-
Bueno… nos perdimos camino al norte. Nos asaltaron y nos robaron el auto en el
que viajábamos. Esta ciudad fue la zona más cercana con la que nos encontramos
para quedarnos y pensar algo- mintió Natal.
-
Qué mala suerte…- exclamó la señora María- ¿Vinieron por la entrada? ¿Saben qué
fue lo que pasó?
-
Si, no encontramos a nadie…
-
Mi hija y yo veníamos de comprar algunos remedios y cuando pasamos por allí
había un número enorme de guardias alborotados. ¡Un patrullero aplastado y
parte del arco de la entrada hecho polvo!
Sony
fingió asombro.
-
Eso si que es… inusual- dijo y miró a Natal de reojo- Cuando entramos el arco
ya estaba así pero no había ningún oficial…
-
Ni la más fortuita tormenta podría arrasar con ese arco. Yo creo que fue algún
atentado, por eso tantos guardias. No sería la primera vez que atentan contra
esta ciudad… A nosotras nos dejaron pasar sin problemas, creo que al oficial a
cargo le gusta mi hija.
El
joven elemental y su mentor volvieron a mirarse, sin saber que decir.
María,
Sony y Natal yacían adelante, se dirigían a las afueras de San Robo, dirección
contraria a la entrada. Kay estaba en el medio, más atrás; caminaba y miraba el
suelo. Agustina, a sus espaldas, se cercioraba que Kay no sufriera ningún
episodio catastrófico.
‘’ Kay yacía en el sillón
del living de su casa, posando los pies sobre la mesa y resolviendo algunos
problemas matemáticos que tenía de tarea. Era casi fin de año y
el contenido de las materias del secundario se le había acumulado; los profesores, acelerados
y temerosos de no llegar a dar todos los temas del programa, habían cubierto a
sus alumnos de ejercicios e investigaciones. En ese preciso momento, el
muchacho recibió una llamada; estaba de muy buen humor, se levantó a recoger el
celular y atendió.
- ¿Kay?- preguntó la voz
apagada de otro joven.
- ¡Sony!- exclamó
alegremente- Hace cuanto que no me llamas…
- Kay…- volvió a repetir la
triste voz de Sony- Hay algo que tienes que saber.
- ¿Qué ocurre? Te noto un
poco distante…
- Es papá, Kay.
- ¿Qué pasó con Nicolas?
- Lo… lo mataron.
Cómo si lo hubieran
golpeado con una piedra en el estómago, Kay se inclinó y retorció el cuerpo,
petrificado. El teléfono celular se le escapó de las manos y antes de que se
apagara al colisionar contra el suelo, escuchó las palabras de su amigo (en
decreyendo a medida que se acercaba a su destrucción) llamándolo: ¿Kay? ¿Me
oíste? ¿Estás ahí? ¿Kay?’’
Kay
suspiró y trató, sin éxito, de alejar aquel recuerdo de su mente.
-
¿Te estas volviendo a sentir mal?- preguntó Agustina. Kay se dio media vuelta a
observarla- Nunca me dijeron tu nombre.
-
Kay…- respondió y tragó saliva.
-
No pareces ser del tipo de persona que habla mucho.
-
No me conoces- sonrió Kay y retrocedió para caminar a su lado.
-
Mejor que te quedes ahí, ya estaba un poco cansada de mirarte la espalda.
Kay
se sonrojó. Ella sonrió, sus mejillas también estaban coloradas.
-
¿De donde eres?- le preguntó a la jovencita.
-
¿Yo?- se burló Agustina- ¿No tengo el acento de una argentina?
-
Digo… no pareces vivir aquí- se corrigió el joven.
-
¡Te estoy cargando!- volvió a reír Agustina- Nací en México pero me criaron en
Buenos Aires. Mi mamá es de Argentina y mi papá de la Ciudad de México. Bueno,
a mi papá se le nota más el acento…
Una
sonrisa, que solo incluía a los labios, surgió en el rostro de Kay.
-
¡Hija!- interrumpió María- ¿Te parece bien llevar a estos muchachos a nuestra
casa? Yo creo que tu padre estaría de acuerdo. Les robaron.
-
Claro…- respondió la más joven y miró a Kay- No creo que haya problema en que
se queden.
Sony
le susurró unas palabras a Natal.
-
No me sorprende que lo que curara a Kay fuera una mujer… siempre tan
enamoradizo- Natal miró hacia otro lado para ocultar la sonrisa- ¡Otra cosa!
¿Viste como hicimos cambiar de parecer a Díaz? Tan solo lo tomamos del hombro
y… puff. Fue sorprendente. No es necesario que me respondas, porque sé que no
lo harás: ¿Esa habilidad tiene que ver con los JEN?
Natal
asintió. María regresó con ellos a conversar.
Los
pocos niños que jugaban con los escombros, saludaban a las dos mujeres con
mucho entusiasmo. María y Agustina se detuvieron varias veces para abrazarlos y
revisarlos; les dieron remedios a algunos que lo necesitaban y prometieron
regresar con comida y juguetes. No solo eso, sino que los incentivaron para que
se relacionaran con los elementales. Los tres hombres se sorprendieron al ver
esas fantásticas sonrisas realizarse. Kay miraba a Agustina con gran
admiración.
Tras
largas horas, el sol se tornó naranja y la tarde llegó. Se toparon con la otra
entrada a San Robo (la puerta del oeste), repleta de guardias y seguridad.
María saludó cordialmente y los guardias la dejaron pasar junto a su hija. Sony
y sus compañeros, en cambio, fueron retenidos.
-
Documentos- ordenó el oficial de mala gana.
Los
elementales quitaron sus billeteras de los bolsillos y enseñaron sus
credenciales de identidad.
-
Vienen con nosotros- dijo María- Les rob…
-
Sí- interrumpió Natal velozmente- De la capital.
El
oficial dudó por unos momentos pero finalmente accedió a dejarlos pasar; la
reja que yacía entre las paredes se abrió hacia arriba. Los elementales
agradecieron y fueron detrás de las dos mujeres.
-
¿No pensaba decirles sobre el robo? Digo… así tendrían la oportunidad de hacer
la denuncia- le dijo María cuando ellos se les acercaron.
-
Mejor no. Me parece innecesario. Se esfumó, no creo que encuentren a los
ladrones- Natal efectuó una sonrisa notablemente falsa. María no lo notó.
-
Vaya que a usted no le gusta para nada la justicia de este país…
Agustina
y María no vivían muy lejos de la ciudad prodigio. Habitaban en una vieja casa
en medio del vasto campo, a dos kilómetros de San Robo. Cultivaban trigo, entre
otros cereales y por alguna razón desconocida, funcionaban como una micro
empresa familiar que negociaba con otras pequeñas empresas y distribuía el
sobrante de sus ganancias entre los habitantes de San Robo (comprando ropa,
alimentos, etcétera). No era del todo legal, pero el Estado no intervenía,
hacía ya mucho tiempo que aquella ciudad y sus alrededores habían sido
olvidados.
Un
hombre de la misma edad que María, los esperaba en la puerta de la vieja casa.
No tenía una gran altura, era pelado (con algunas canas a la vista), contextura
física delgada, bigote y ojos marrones cubiertos por unos anteojos con el marco
oscuro.
-
A los pobres les robaron en el camino, entraron a la ciudad y uno de ellos
sufrió un problema de salud que ya fue solucionado- le dijo María al hombre- Me
pareció buena idea que vinieran aquí, Pablo.
El
hombre frunció los labios y respondió.
-
Claro, claro. Pasen- dijo amablemente.
Los
elementales se presentaron y entraron a la casa, humildemente decorada,
biblioteca en el living, una mesa redonda repleta de papeles y libros, la
cocina al fondo y el pasillo que conducía a las demás habitaciones se ubicaba a
la izquierda.
Les
ofrecieron un plato de sopa a cada uno y los invitaron a cenar. Don Pablo (como
lo llamaban sus amigos) resultó ser el anfitrión indicado para la reunión.
-
¿Porteños, eh?- comenzó- ¿Hacia donde se dirigían?
-
Yo soy docente y estaba interesado en una pieza de gran valor histórico. Bueno…
digamos que ese artefacto o pieza nos condujo a una encrucijada.
-
¿Encrucijada?- preguntó Don Pablo, María también fijó su atención.
Agustina
se levantó de su asiento y tomó de la mano a Kay, quien acababa de terminar el
plato.
-
Ven, te quiero enseñar algo.
Kay
agradeció la comida y la acompañó. Sony reía disimuladamente, sintiendo un poco
de celos por su amigo. María hizo una mueca de disgusto.
Don
Pablo no tuvo tiempo de reaccionar, sus pensamientos estaban enfocados en las
palabras de Natal.
-
¿La palabra ‘’calendario’’ significa algo para usted?
-
Marca los días y los meses, eso es todo lo que sé- rió el hombre en respuesta a
la pregunta- Necesitaría más pistas, chingón.
-
¿Y si le digo que guarda relación con los aztecas?- habló Sony, Natal lo miró
de reojo… estaba dando demasiada información. Don Pedro meditó durante unos
segundos apoyando el puño sobre el mentón. Para sorpresa de ambos, el hombre
contestó a su pregunta.
-
¿Pueden estar hablando del famoso calendario
azteca?
-
¿Calendario azteca?
-
¡Pues claro!- exclamo Natal con energía- ¡Sabía que me estaba olvidando de algo
tan simple!
Sony
lo observó sin comprenderlo.
-
Lo llaman el Tonalpohualli… - le dijo Don Pablo.
- Un calendario místico
que los mexicas usaban para extraer horóscopos y predecir los días fastos y
nefastos del ciclo- se apresuró Natal en agregar.
-
Exacto, un gran invento de nuestras generaciones anteriores. Yo soy mexicano,
me casé y vinimos a vivir a la Argentina. Compramos un terreno y fuimos
testigos de la horrible situación de los más pobres.
-
Es muy admirable lo que hacen por esa gente- le dijo Sony.
-
¡Muchas gracias!- Don Pablo y María se miraron entre sonrisas- Hacemos lo que
podemos… lo que este gobierno ni siquiera intenta. Aunque vamos en decadencia
lamentablemente, los recursos se agotan cada vez más y la necesidad enloquece a
estos individuos. Pronto estallará todo, y de alguna forma u otra tendremos que
sobrevivir.
-
Si tan solo pudiéramos hacer algo…-musitó Sony.
Natal
se quedó mudo pensando.
-
Pero bueno, no quiero llenarlos de nuestros problemas- dijo Don Pablo-
Terminemos de comer, ¿Van hacia algún lado?
-
Ahora, a buscar el calendario azteca- afirmó Sony.
-
Miren que se encuentra en el museo de México, en el bosque de Chapultepec. ¡Y el
pasaporte está carísimo! Les recomendaría viajar en las cápsulas recién instaladas
en el aeropuerto, no muy lejos de aquí. Son individuales y no cuestan mucho
dinero. Si gustan los guío.
-
Sería todo un placer- asintió Natal gustosamente.
Hubo
un silencio pautado, Don Pedro, alerta, lo rompió de inmediato:
-
¿Dónde está mi hija y su amigo?
Nadie
respondió a la pregunta.
Agustina
y Kay aparecieron tiempo después, en ambos se podía entrever una sobresaliente
sonrisa que se esbozaba por encima de sus coloradas mejillas. Pidieron
disculpas por su ausencia y se integraron al grupo para conversar.
La
familia Torres (el apellido de los tres nuevos personajes) insistió
deliberadamente en que se quedaran una noche a descansar; después de tanto
parloteo y aún con el temor de causar molestias, los elementales aceptaron.
Al
día siguiente, los elementales madrugaron, se despidieron cordialmente,
agradecieron la hospitalidad y se marcharon. Agustina los acompañó al
aeropuerto de la ‘’SICA’’ (Sistema internacional de Cápsulas Argentinas), hacía
muy poco tiempo se habían implementado estos nuevos vehículos para viajes
aéreos. La base área yacía en una zona más céntrica, próxima a otra ciudad no
marginada de Buenos Aires. Múltiples aviones despegaban o aterrizaban por
encima de las pistas, algunos hombres indicaban las acciones con letreros o
luces desde afuera de la nave. Centros de control se desperdigaban en los
alrededores y más allá se encontraba la descomunal construcción rectangular
donde se tomaban las cápsulas. Agustina ayudó al grupo a sacar los pasajes y
luego los acompañó hasta el sector de arranque.
Natal
y Sony se despidieron de la mujercita y avanzaron hacia el sistema de
reconocimiento de identidad (en el cual se necesitaba apoyar el dedo gordo en
cualquiera de las diversas máquinas digitales).
‘’Las Cápsulas número 1255, 1256 y 1257, accionarán despegue en 15 minutos.
Por favor, no retrase a nuestros profesionales, sepa disculpar. Muchas Gracias.
’’ - dijo una femenina voz en off por los parlantes.
-
Vamos Kay, son las nuestras. Hay que irnos- le indicó Natal e intentó pasar por
la maquina.
-
No hay señal en la zona rural en la que vivo, tendrás que enviarme alguna
carta… bueno, si te interesa volver a verme- dijo Agustina, avergonzada.
Kay
sonrió y la abrazó, ella posó su cabeza sobre el hombro del muchacho.
-
No voy a tardar, lo prometo.
Agustina
rió y lo miró directamente a los ojos, esperando un beso…
Pero
algo los interrumpió, la maquina de reconocimiento por la que Natal había
pasado se descompuso y comenzó a lanzar chispas. Los hombres de mantenimiento
fueron a solucionar el problema y por causa del desperfecto técnico, invitaron
a Natal a entrar a la cápsula sin necesidad de cruzar nuevamente el aparato.
Sony pasó sin problema alguno, en la maquina figuró su edad, nombre, grupo
sanguíneo, domicilio y demás datos personales. Kay, luego de despedirse de
Agustina, se dirigió hacia la cápsula. Cada uno de los elementales entró a su
respectivo vehículo, eran tres gigantescos huevos blancos con una entrada que
se abría de arriba hacia abajo; adentro había una silla-cama muy cómoda (como
la de los micros), tenía el tamaño de un cuarto de baño, también notaron un
agujero sobre una plataforma para las necesidades (igual que los micro-bus
nuevamente), aire acondicionado y una pantalla que trasmitía dos canales de
televisión. Kay, Sony y Natal entraron; el tiempo se cumplió y las puertas se
cerraron (todas tenían una pequeña ventana).
La
joven lo saludó a lo lejos, mientras las cápsulas comenzaron a despegar
lentamente. Primero se desprendieron las maquinas de metal que las aseguraban,
los motores se encendieron y un único hilo de fuego surgió de la parte inferior
de cada cápsula. En segundo lugar, el personal ordenó despejar el área unos
pocos metros y en tercer lugar, tres agujeros mecánicos se abrieron de par en
par en el techo del edificio (en forma de espiral) para que los vehículos
ascendieran hacia los cielos. Los elementales contemplaron, por medio de los
ventanales, a muchos individuos ir de un lado para otro, exasperados y a los
apurones.
Kay
saludó a Agustina por última vez desde lo alto, la vio lanzar algunas lágrimas
y sintió un poderoso retorcijón en el estómago. Y a medida que más se alejaba
de ella, se acrecentaban sus sospechas de que tal vez nunca más volvería a
verla.
Una
voz magnética y robótica les indicaba la duración del viaje, señaló alrededor
de seis horas, los elementales apagaron las luces de las cápsulas y a todos los
sonidos (la pantalla y la voz) para finalmente descansar lo suficiente.
Mientras
tanto, los hombres continuaban intentando reparar la maquina defectuosa, en la
cual figuraba que el individuo que la había utilizado tenía alrededor de 692 años.
Incomodo
e inquieto, esas eran las palabras perfectas para describir el estado de Sony
dentro de la cápsula. Peor fue cuando logró conseguir el sueño y una impactante
imagen apareció ante Él. El episodio
que contemplaba con sus ojos de papel resultaba tan claro e inconfundible, que
la impotencia y el miedo invadieron al elemental. No lo recordó al despertar ni
nunca lo haría, pero si se toparía con ese sentimiento y reconocería a su
causante. Y no solo eso, luego pudo asentir que se encontraba en una clase de
habitación, junto a su compañero. Resultaba un área muy ambientada a mazmorra o
a un calabozo, de paredes mugrientas, diversidad de antorchas y pasadizos.
Ambos personajes no esperaban ese momento (en el sueño) y frente a ellos
aparecieron dos figuras distorsionadas. Las cuales olvidó al despertar. Lo
único que interpretó mediante estas imágenes (y sin saber por qué) fue que se
avecinaban tiempos difíciles y que era momento de actuar con prudencia.
Por
otro lado, Kay sufrió una pesadilla donde volvía retomar aquel instante en el
cual se alejaba de Agustina; en el sueño, el vehículo se elevaba hacia los
cielos y Kay se despedía de aquella hermosa muchacha de ojos celestes. De
repente… su corazón se tambaleó y entre la gente disparatada, a metros de
Agustina, vio a un hombre observándolo; fumando un cigarro, vestido con un saco
negro y un sombrero largo. Enfocando su interés en Él, Kay lo reconoció… se
trataba del malvado Miljen Morgán. La desesperación y el pánico se volvieron tan
intensos, que Kay se despertó de un sacudón. Había sido tan solo una pesadilla,
después de todo, el hecho ya formaba parte del pasado.
¿Lo peor de todo? Los sueños de aquella noche apenas comenzaban…
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