martes, 27 de septiembre de 2016

Crónicas Desordenadas: CAPÍTULO 7.



Crónicas Desordenadas: CAPÍTULO 7.    

Nota del autor: Una vez había leído que los sueños son un mundo misterioso donde las reglas de la realidad no existen, pero que a su vez, se relacionan con ella. También se definía como la libertad de abrir una puerta en la mente, provee conocimientos sobre nosotros mismos y constituye vías de acceso a realidades que están más allá de la lógica (basándose en experiencias que se relacionan para disponer eventos futuros o comprender el pasado) Bueno, en este capítulo, olvídense de todo eso.

- Fue una suerte que las encontráramos- dijo Natal- Muchas gracias por ayudarlo.
- Debería estar descansando, no entiendo porque tanto apuro- le respondió la señora María, era una mujer mayor de cabello corto y rubio, escasas canas, piel pálida, algunas arrugas y pequeña estatura- Aunque debo admitir que esperaba una situación más comprometedora, el muchacho ya se estaba recuperando.
- Cuando me fui a buscar ayuda estaba muy delicado- explicó Natal- Es importante que prosigamos con nuestro viaje, Sony…
- Yo estuve con Él toda la noche, salvo por un momento que fui a cerciorarme que no haya…- Natal le hizo un gesto de que no continuara hablando, Sony tragó saliva y no volvió a emitir palabra.
- Sabemos que este lugar no es muy agradable, pero créanme, no es tan malo como la gente lo describe- habló la señora.
- Cuando regresé a cuidarlo, lo noté mejor- continuó Sony.
- Es muy inusual que se cure de la noche a la mañana. Pero bueno, es un chico con suerte. Habría que llevarlo a algún hospital para que lo revisen, si hubiera alguno por aquí…
- ¿No los hay?
- ¿Y ustedes que creen? Llevo muchos años atendiendo las enfermedades de los habitantes de esta ‘’cárcel’’. Nací en San Luis y vine aquí de muy joven a estudiar enfermería, le enseñé a mi hija todo lo que sé.
- Otra vez, gracias.- dijo Sony con una gran sonrisa en su rostro.
- De nada. Ahora… ¿Qué los trae a esta ciudad? Es raro ver a personas de su clase por estos alrededores…
- Bueno… nos perdimos camino al norte. Nos asaltaron y nos robaron el auto en el que viajábamos. Esta ciudad fue la zona más cercana con la que nos encontramos para quedarnos y pensar algo- mintió Natal.
- Qué mala suerte…- exclamó la señora María- ¿Vinieron por la entrada? ¿Saben qué fue lo que pasó?
- Si, no encontramos a nadie…
- Mi hija y yo veníamos de comprar algunos remedios y cuando pasamos por allí había un número enorme de guardias alborotados. ¡Un patrullero aplastado y parte del arco de la entrada hecho polvo!  
Sony fingió asombro.
- Eso si que es… inusual- dijo y miró a Natal de reojo- Cuando entramos el arco ya estaba así pero no había ningún oficial…
- Ni la más fortuita tormenta podría arrasar con ese arco. Yo creo que fue algún atentado, por eso tantos guardias. No sería la primera vez que atentan contra esta ciudad… A nosotras nos dejaron pasar sin problemas, creo que al oficial a cargo le gusta mi hija.  
El joven elemental y su mentor volvieron a mirarse, sin saber que decir.
María, Sony y Natal yacían adelante, se dirigían a las afueras de San Robo, dirección contraria a la entrada. Kay estaba en el medio, más atrás; caminaba y miraba el suelo. Agustina, a sus espaldas, se cercioraba que Kay no sufriera ningún episodio catastrófico.

‘’ Kay yacía en el sillón del living de su casa, posando los pies sobre la mesa y resolviendo algunos problemas matemáticos que tenía de tarea. Era casi fin de año y el contenido de las materias del secundario se le había acumulado; los profesores, acelerados y temerosos de no llegar a dar todos los temas del programa, habían cubierto a sus alumnos de ejercicios e investigaciones. En ese preciso momento, el muchacho recibió una llamada; estaba de muy buen humor, se levantó a recoger el celular y atendió.
- ¿Kay?- preguntó la voz apagada de otro joven.
- ¡Sony!- exclamó alegremente- Hace cuanto que no me llamas…
- Kay…- volvió a repetir la triste voz de Sony- Hay algo que tienes que saber.
- ¿Qué ocurre? Te noto un poco distante…
- Es papá, Kay.
- ¿Qué pasó con Nicolas?
- Lo… lo mataron.    
Cómo si lo hubieran golpeado con una piedra en el estómago, Kay se inclinó y retorció el cuerpo, petrificado. El teléfono celular se le escapó de las manos y antes de que se apagara al colisionar contra el suelo, escuchó las palabras de su amigo (en decreyendo a medida que se acercaba a su destrucción) llamándolo: ¿Kay? ¿Me oíste? ¿Estás ahí? ¿Kay?’’

Kay suspiró y trató, sin éxito, de alejar aquel recuerdo de su mente.
- ¿Te estas volviendo a sentir mal?- preguntó Agustina. Kay se dio media vuelta a observarla- Nunca me dijeron tu nombre.
- Kay…- respondió y tragó saliva.
- No pareces ser del tipo de persona que habla mucho.
- No me conoces- sonrió Kay y retrocedió para caminar a su lado.
- Mejor que te quedes ahí, ya estaba un poco cansada de mirarte la espalda.
Kay se sonrojó. Ella sonrió, sus mejillas también estaban coloradas.
- ¿De donde eres?- le preguntó a la jovencita.
- ¿Yo?- se burló Agustina- ¿No tengo el acento de una argentina?
- Digo… no pareces vivir aquí- se corrigió el joven.
- ¡Te estoy cargando!- volvió a reír Agustina- Nací en México pero me criaron en Buenos Aires. Mi mamá es de Argentina y mi papá de la Ciudad de México. Bueno, a mi papá se le nota más el acento…
Una sonrisa, que solo incluía a los labios, surgió en el rostro de Kay.
- ¡Hija!- interrumpió María- ¿Te parece bien llevar a estos muchachos a nuestra casa? Yo creo que tu padre estaría de acuerdo. Les robaron.
- Claro…- respondió la más joven y miró a Kay- No creo que haya problema en que se queden.
Sony le susurró unas palabras a Natal.
- No me sorprende que lo que curara a Kay fuera una mujer… siempre tan enamoradizo- Natal miró hacia otro lado para ocultar la sonrisa- ¡Otra cosa! ¿Viste como hicimos cambiar de parecer a Díaz? Tan solo lo tomamos del hombro y… puff. Fue sorprendente. No es necesario que me respondas, porque sé que no lo harás: ¿Esa habilidad tiene que ver con los JEN?
Natal asintió. María regresó con ellos a conversar.
Los pocos niños que jugaban con los escombros, saludaban a las dos mujeres con mucho entusiasmo. María y Agustina se detuvieron varias veces para abrazarlos y revisarlos; les dieron remedios a algunos que lo necesitaban y prometieron regresar con comida y juguetes. No solo eso, sino que los incentivaron para que se relacionaran con los elementales. Los tres hombres se sorprendieron al ver esas fantásticas sonrisas realizarse. Kay miraba a Agustina con gran admiración.
Tras largas horas, el sol se tornó naranja y la tarde llegó. Se toparon con la otra entrada a San Robo (la puerta del oeste), repleta de guardias y seguridad. María saludó cordialmente y los guardias la dejaron pasar junto a su hija. Sony y sus compañeros, en cambio, fueron retenidos.
- Documentos- ordenó el oficial de mala gana.
Los elementales quitaron sus billeteras de los bolsillos y enseñaron sus credenciales de identidad.
- Vienen con nosotros- dijo María- Les rob…
- Sí- interrumpió Natal velozmente- De la capital.
El oficial dudó por unos momentos pero finalmente accedió a dejarlos pasar; la reja que yacía entre las paredes se abrió hacia arriba. Los elementales agradecieron y fueron detrás de las dos mujeres.     
- ¿No pensaba decirles sobre el robo? Digo… así tendrían la oportunidad de hacer la denuncia- le dijo María cuando ellos se les acercaron.
- Mejor no. Me parece innecesario. Se esfumó, no creo que encuentren a los ladrones- Natal efectuó una sonrisa notablemente falsa. María no lo notó.
- Vaya que a usted no le gusta para nada la justicia de este país…

Agustina y María no vivían muy lejos de la ciudad prodigio. Habitaban en una vieja casa en medio del vasto campo, a dos kilómetros de San Robo. Cultivaban trigo, entre otros cereales y por alguna razón desconocida, funcionaban como una micro empresa familiar que negociaba con otras pequeñas empresas y distribuía el sobrante de sus ganancias entre los habitantes de San Robo (comprando ropa, alimentos, etcétera). No era del todo legal, pero el Estado no intervenía, hacía ya mucho tiempo que aquella ciudad y sus alrededores habían sido olvidados.
Un hombre de la misma edad que María, los esperaba en la puerta de la vieja casa. No tenía una gran altura, era pelado (con algunas canas a la vista), contextura física delgada, bigote y ojos marrones cubiertos por unos anteojos con el marco oscuro.
- A los pobres les robaron en el camino, entraron a la ciudad y uno de ellos sufrió un problema de salud que ya fue solucionado- le dijo María al hombre- Me pareció buena idea que vinieran aquí, Pablo.
El hombre frunció los labios y respondió.
- Claro, claro. Pasen- dijo amablemente.
Los elementales se presentaron y entraron a la casa, humildemente decorada, biblioteca en el living, una mesa redonda repleta de papeles y libros, la cocina al fondo y el pasillo que conducía a las demás habitaciones se ubicaba a la izquierda.
Les ofrecieron un plato de sopa a cada uno y los invitaron a cenar. Don Pablo (como lo llamaban sus amigos) resultó ser el anfitrión indicado para la reunión.
- ¿Porteños, eh?- comenzó- ¿Hacia donde se dirigían?
- Yo soy docente y estaba interesado en una pieza de gran valor histórico. Bueno… digamos que ese artefacto o pieza nos condujo a una encrucijada.
- ¿Encrucijada?- preguntó Don Pablo, María también fijó su atención.
Agustina se levantó de su asiento y tomó de la mano a Kay, quien acababa de terminar el plato.
- Ven, te quiero enseñar algo.    
Kay agradeció la comida y la acompañó. Sony reía disimuladamente, sintiendo un poco de celos por su amigo. María hizo una mueca de disgusto.
Don Pablo no tuvo tiempo de reaccionar, sus pensamientos estaban enfocados en las palabras de Natal.
- ¿La palabra ‘’calendario’’ significa algo para usted?
- Marca los días y los meses, eso es todo lo que sé- rió el hombre en respuesta a la pregunta- Necesitaría más pistas, chingón.
- ¿Y si le digo que guarda relación con los aztecas?- habló Sony, Natal lo miró de reojo… estaba dando demasiada información. Don Pedro meditó durante unos segundos apoyando el puño sobre el mentón. Para sorpresa de ambos, el hombre contestó a su pregunta.
- ¿Pueden estar hablando del famoso calendario azteca?
- ¿Calendario azteca?
- ¡Pues claro!- exclamo Natal con energía- ¡Sabía que me estaba olvidando de algo tan simple!
Sony lo observó sin comprenderlo.
- Lo llaman el Tonalpohualli… - le dijo Don Pablo.
- Un calendario místico que los mexicas usaban para extraer horóscopos y predecir los días fastos y nefastos del ciclo- se apresuró Natal en agregar.
- Exacto, un gran invento de nuestras generaciones anteriores. Yo soy mexicano, me casé y vinimos a vivir a la Argentina. Compramos un terreno y fuimos testigos de la horrible situación de los más pobres.
- Es muy admirable lo que hacen por esa gente- le dijo Sony.
- ¡Muchas gracias!- Don Pablo y María se miraron entre sonrisas- Hacemos lo que podemos… lo que este gobierno ni siquiera intenta. Aunque vamos en decadencia lamentablemente, los recursos se agotan cada vez más y la necesidad enloquece a estos individuos. Pronto estallará todo, y de alguna forma u otra tendremos que sobrevivir.
- Si tan solo pudiéramos hacer algo…-musitó Sony.
Natal se quedó mudo pensando.
- Pero bueno, no quiero llenarlos de nuestros problemas- dijo Don Pablo- Terminemos de comer, ¿Van hacia algún lado?
- Ahora, a buscar el calendario azteca- afirmó Sony.
- Miren que se encuentra en el museo de México, en el bosque de Chapultepec. ¡Y el pasaporte está carísimo! Les recomendaría viajar en las cápsulas recién instaladas en el aeropuerto, no muy lejos de aquí. Son individuales y no cuestan mucho dinero. Si gustan los guío.
- Sería todo un placer- asintió Natal gustosamente.
Hubo un silencio pautado, Don Pedro, alerta, lo rompió de inmediato:
- ¿Dónde está mi hija y su amigo?
Nadie respondió a la pregunta.
Agustina y Kay aparecieron tiempo después, en ambos se podía entrever una sobresaliente sonrisa que se esbozaba por encima de sus coloradas mejillas. Pidieron disculpas por su ausencia y se integraron al grupo para conversar.
La familia Torres (el apellido de los tres nuevos personajes) insistió deliberadamente en que se quedaran una noche a descansar; después de tanto parloteo y aún con el temor de causar molestias, los elementales aceptaron.

Al día siguiente, los elementales madrugaron, se despidieron cordialmente, agradecieron la hospitalidad y se marcharon. Agustina los acompañó al aeropuerto de la ‘’SICA’’ (Sistema internacional de Cápsulas Argentinas), hacía muy poco tiempo se habían implementado estos nuevos vehículos para viajes aéreos. La base área yacía en una zona más céntrica, próxima a otra ciudad no marginada de Buenos Aires. Múltiples aviones despegaban o aterrizaban por encima de las pistas, algunos hombres indicaban las acciones con letreros o luces desde afuera de la nave. Centros de control se desperdigaban en los alrededores y más allá se encontraba la descomunal construcción rectangular donde se tomaban las cápsulas. Agustina ayudó al grupo a sacar los pasajes y luego los acompañó hasta el sector de arranque. 
Natal y Sony se despidieron de la mujercita y avanzaron hacia el sistema de reconocimiento de identidad (en el cual se necesitaba apoyar el dedo gordo en cualquiera de las diversas máquinas digitales).
‘’Las Cápsulas número 1255, 1256 y 1257, accionarán despegue en 15 minutos. Por favor, no retrase a nuestros profesionales, sepa disculpar. Muchas Gracias. ’’ - dijo una femenina voz en off por los parlantes.    
- Vamos Kay, son las nuestras. Hay que irnos- le indicó Natal e intentó pasar por la maquina.
- No hay señal en la zona rural en la que vivo, tendrás que enviarme alguna carta… bueno, si te interesa volver a verme- dijo Agustina, avergonzada.
Kay sonrió y la abrazó, ella posó su cabeza sobre el hombro del muchacho. 
- No voy a tardar, lo prometo.
Agustina rió y lo miró directamente a los ojos, esperando un beso…
Pero algo los interrumpió, la maquina de reconocimiento por la que Natal había pasado se descompuso y comenzó a lanzar chispas. Los hombres de mantenimiento fueron a solucionar el problema y por causa del desperfecto técnico, invitaron a Natal a entrar a la cápsula sin necesidad de cruzar nuevamente el aparato. Sony pasó sin problema alguno, en la maquina figuró su edad, nombre, grupo sanguíneo, domicilio y demás datos personales. Kay, luego de despedirse de Agustina, se dirigió hacia la cápsula. Cada uno de los elementales entró a su respectivo vehículo, eran tres gigantescos huevos blancos con una entrada que se abría de arriba hacia abajo; adentro había una silla-cama muy cómoda (como la de los micros), tenía el tamaño de un cuarto de baño, también notaron un agujero sobre una plataforma para las necesidades (igual que los micro-bus nuevamente), aire acondicionado y una pantalla que trasmitía dos canales de televisión. Kay, Sony y Natal entraron; el tiempo se cumplió y las puertas se cerraron (todas tenían una pequeña ventana).     
La joven lo saludó a lo lejos, mientras las cápsulas comenzaron a despegar lentamente. Primero se desprendieron las maquinas de metal que las aseguraban, los motores se encendieron y un único hilo de fuego surgió de la parte inferior de cada cápsula. En segundo lugar, el personal ordenó despejar el área unos pocos metros y en tercer lugar, tres agujeros mecánicos se abrieron de par en par en el techo del edificio (en forma de espiral) para que los vehículos ascendieran hacia los cielos. Los elementales contemplaron, por medio de los ventanales, a muchos individuos ir de un lado para otro, exasperados y a los apurones.
Kay saludó a Agustina por última vez desde lo alto, la vio lanzar algunas lágrimas y sintió un poderoso retorcijón en el estómago. Y a medida que más se alejaba de ella, se acrecentaban sus sospechas de que tal vez nunca más volvería a verla. 
Una voz magnética y robótica les indicaba la duración del viaje, señaló alrededor de seis horas, los elementales apagaron las luces de las cápsulas y a todos los sonidos (la pantalla y la voz) para finalmente descansar lo suficiente. 
Mientras tanto, los hombres continuaban intentando reparar la maquina defectuosa, en la cual figuraba que el individuo que la había utilizado tenía alrededor de 692 años

Incomodo e inquieto, esas eran las palabras perfectas para describir el estado de Sony dentro de la cápsula. Peor fue cuando logró conseguir el sueño y una impactante imagen apareció ante Él. El episodio que contemplaba con sus ojos de papel resultaba tan claro e inconfundible, que la impotencia y el miedo invadieron al elemental. No lo recordó al despertar ni nunca lo haría, pero si se toparía con ese sentimiento y reconocería a su causante. Y no solo eso, luego pudo asentir que se encontraba en una clase de habitación, junto a su compañero. Resultaba un área muy ambientada a mazmorra o a un calabozo, de paredes mugrientas, diversidad de antorchas y pasadizos. Ambos personajes no esperaban ese momento (en el sueño) y frente a ellos aparecieron dos figuras distorsionadas. Las cuales olvidó al despertar. Lo único que interpretó mediante estas imágenes (y sin saber por qué) fue que se avecinaban tiempos difíciles y que era momento de actuar con prudencia.
Por otro lado, Kay sufrió una pesadilla donde volvía retomar aquel instante en el cual se alejaba de Agustina; en el sueño, el vehículo se elevaba hacia los cielos y Kay se despedía de aquella hermosa muchacha de ojos celestes. De repente… su corazón se tambaleó y entre la gente disparatada, a metros de Agustina, vio a un hombre observándolo; fumando un cigarro, vestido con un saco negro y un sombrero largo. Enfocando su interés en Él, Kay lo reconoció… se trataba del malvado Miljen Morgán. La desesperación y el pánico se volvieron tan intensos, que Kay se despertó de un sacudón. Había sido tan solo una pesadilla, después de todo, el hecho ya formaba parte del pasado.

¿Lo peor de todo? Los sueños de aquella noche apenas comenzaban… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Comenta si te gustó!