martes, 6 de septiembre de 2016

El Redentor: CAPÍTULO 4.




El Redentor: CAPÍTULO 4.

- ¡Me intriga saber como supiste donde estaba el reloj de oro robado, buscado durante dos siglos sin éxito!…- exclamó Sony. 
- Bueno, reemplazaron al original por uno falso hace algunos años, escuché a un oficial decirlo- comenzó Natal, mientras conducía a su viejo Peugeot por la carretera. Sony yacía en el asiento del acompañante- Así que le pedí ayuda a un amigo que trabaja en las Fuerzas Especiales de Argentina, me debía un favor y buscó entre algunos archivos. El ladrón tenía el apellido Gutiérrez, tuvo hijas y desapareció, tan solo buscamos el árbol genealógico hasta llegar a este año, había múltiples sospechosos así que los visitamos a todos hasta llegar a Díaz, el único que nos amenazó. Por eso tardé tanto en venir con ustedes.
- Te pudimos haber ayudado- comentó Kay, en el asiento de atrás.
- Para ustedes solo pasaron días desde lo que aconteció hace meses, merecían descansar. Aunque sea mentalmente…
Kay y Sony lo comprendieron. Había pasado tan solo un día desde que oyeron la extensa historia sobre la espada divina, se sentían muy entusiasmados. No por regresar a San Robo, el sector más hostil del mundo (eso si que los perturbaba) sino por conocer todas las habilidades mágicas del artefacto. En ese preciso momento se encontraban a 115km de la capital, faltaban otros 70km para llegar al gran muro que encerraba aquel horrible pueblo. No sería nada fácil, muchos guardias y gendarmes cuidaban la frontera; se decía que muchos de los delincuentes de allí eran enviados a robar al mundo exterior por órdenes del poder judicial. Luego, regresaban y repartían las ganancias. No obstante, aquellos actos eran solo rumores.
Lo preocupante sería entrar y salir sin ser descubiertos. Natal ya había declarado que quería ingresar al muro bajo la luz del sol, cosa que a los elementales les pareció una locura (la vez anterior lo habían hecho gracias a la transformación de Sony durante la noche, volando por los aires y camuflándose entre las nubes). 
Cinco minutos más tarde, el grupo se detuvo a cargar combustible en una estación de servicio; llenaron el tanque y entraron a la cafetería para descansar un poco.
Una muchachita, vestida con un uniforme amarillo y rojo, los atendió. Hicieron los pedidos y la jovencita se dispuso a limpiar la mesa, durante el acto, Sony fijó la atención en sus dos senos. Ella se dio cuenta y frunció el ceño, con una mirada penetrante, amenazó a Sony sin siquiera pronunciar palabra. Sony tragó saliva, se echó para atrás y bajó la mirada, avergonzado. Una vez se retiró, Kay rió a carcajadas.
Natal también sonrió, pero en un instante imprevisto, la conversación desapareció y toda su atención se centró en un único individuo (encapuchado), el cual los examinaba desde su asiento en una de las mesas más alejadas de la cafetería.
Natal sintió como su corazón latía con fuerza y por unos segundos, todo fue silencio. Hasta que, inoportunamente, Kay se interpuso en el medio de su campo de visión; interrumpiendo con una simple pregunta ‘’ ¿O no Natal?’’. Kay esperó una respuesta, pero Natal no se la dio y lo obligó a apartarse; cuando el muchacho regresó a su lugar, Natal notó que el extraño individuo había desaparecido.  
- ¿Todo bien?- preguntó Sony.
- Si…- contestó Natal, con los ojos brillosos- No es nada.   
Los elementales continuaron con su viaje, ya había atardecido y en algunas horas caería la noche. Natal no emitió vocablo y condujo en silencio, con la mente dándole vueltas; sus discípulos dormían.
- El ritual de los malditos… la espada divina… los nueve corazones, los Narsogs, M.M, Sarmander… todo tiene que ver con Él- pensó- ¿Será qué…?- el automóvil frenó de golpe, Natal creyó ver a un individuo interponerse y reaccionó como pudo. El sujeto se esfumó. El cinturón lo cuidó del impacto, abrió los ojos y vio a sus compañeros despiertos y desconcertados (también habían sufrido una sacudida cuando el vehículo se detuvo).      
- ¿Qué pasó?
Sin oportunidad de responder, una helada sensación apareció y recorrió todo a su alrededor; Kay contempló estupefacto como el amplio pasto se congelaba, a su vez, la luz del sol se enrojecía hasta desaparecer en el inevitable anochecer. Solos, dentro del viejo Peugeot, en medio de la carretera desolada, sin señales de otros autos (no era un camino que todo el mundo utilizara). Diversos murmullos se fueron acumulando, voces extrañas que incitaban, que exigían, que insultaban, que deseaban…
- ¿Están bien?- preguntó Natal. Kay y Sony asintieron con preocupación.
A continuación, el auto se tambaleó, primero una, después otra, luego una pausa de unos segundos y por último recibió un golpe que casi lo da media vuelta. Lo aún más inédito fueron los pedazos de hielo que empezaron a caer del cielo sobre el techo del vehículo, aboyando la parte superior y destruyendo el parabrisas, el paragolpes, los retrovisores y los vidrios de las ventanas.
- ¡Hay que salir de aquí!- gritó Sony, la temperatura descendía y aquellas palabras fueron acompañadas de un frío aliento.  
Las puertas estaban selladas, cubiertas de hielo sólido. El viento sopló con fuerza, Kay y Sony miraron cautelosamente hacia fuera y contemplaron horrorizados como las cubiertas estaban rodeadas de escarcha y… sangre. Sin siquiera debatirlo en grupo, los elementales utilizaron sus elementos sobre las puertas para destruirlas y salir; pero ni el fuego ni la lava (que son materiales a altas temperaturas) pudieron solucionarlo. El hielo se tornó de un color rojo y luego volvió a la normalidad.
Tras largos minutos de encierro, los elementales comenzaron a sentirse débiles, a temblar sin cesar, a confundirse, a entorpecer sus movimientos… signos de hipotermia. Sony fue el primero en descomponerse y en alterarse. Kay lo tomó del hombro para brindarle apoyo. Natal golpeaba las puertas y las empujaba, sin éxito; finalmente se rindió y recostó el cuello sobre el asiento. Y por si fuera poco, el auto volvió a sacudirse, todas sus partes comenzaron a cortar el espacio… se condensaron, como si una gigantesca mano lo estuviera exprimiendo.  
- Santo…- exclamó Kay.
- ¡Vamos elementales!- les gritó Natal.
Kay asintió.
- Amigo, una última vez… pero juntos. ¿Ok?
Sony asintió con el rostro pálido.
Kay bajó el asiento del acompañante como si fuera una cama, se quitó el cinturón, luego ayudó a Sony a estirar sus brazos y abrir sus palmas (pues le resultaba difícil controlar su cuerpo). Kay efectuó una llamarada sobre el espacio que dividía a la puerta de delante de la de atrás. Sony lo intentó, pero fue inútil. Natal observaba con una gran angustia. Sony volvió a tratar pero fracasó en su segundo intento, no tenía la firmeza para mantenerse cuerdo, mucho menos para utilizar sus poderes. Kay, entre helados suspiros, lo volvió a animar.
- ¡Usa todas tus fuerzas!
Y esta vez, Sony lo logró; la llamarada y la masa de lava se fusionaron en una irreconocible forma ardiente que penetró en la coraza del vehículo. Los tres personajes escaparon por el agujero, justo antes de que el automóvil se hiciera pedazos por sí solo.
Sanos y salvos, los problemas no terminaban, afuera los esperaba una horda de seres de la otra especie. Todos ellos vestían escasas prendas, mantenían el torso al desnudo (algunos obesos, otros fortachones) con una cruz tatuada en el pecho.
- La Cruz- susurró Kay, con pocas fuerzas- ¿Qué es lo que quieren?
- Qué no se interpongan- dijo una voz entre la multitud, los demás le dieron paso. Era una bestia de pequeña estatura, colmillos largos y grandes, la piel gris y los ojos chicuelos; este ser no llevaba el torso desnudo, sino una túnica celeste demacrada.
- ¿M.M?- preguntó Natal. La bestia se rió- ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo es que usaron a Dimitrion a su antojo? ¡Respondan!
- Tranquilo, tranquilo- dijo la bestia- No hay necesidad de alterarse. Sabemos que nos conocéis.    
Sony cayó al suelo inconsciente.
- ¡Sony!- gritó Kay y fue a ayudarlo.
- Las bajas temperaturas son de lo peor… ¿No lo creen?- se burló la bestia.
- ¡Natal! ¿Qué hacemos?- le preguntó Kay a su mentor, sin prestarle atención al otro individuo; pero Natal estaba petrificado observando al pequeño monstruo- ¡Natal!- así reaccionó.
- Coloca tu palma sobre su pecho y trasmítele calor con tus poderes- le dijo. 
- ¿Puedo hacer eso?- sin necesidad de una respuesta, Kay lo intentó, ingresó su mano por el cuello de la remera y la colocó sobre el pecho de Sony. Sintió como si su mano vibrara y al instante, su amigo despertó.
- ¡Impresionante!- exclamó el pequeño ser- Ustedes si que son humanos interesantes.       
Sony se puso de pie, con algo de debilidad y le dio las gracias a Kay.
- ¿Qué piensan hacer con la espada divina?- preguntó Natal.
- No creo ser el indicado para decírselos- dijo la bestia, los elementales notaron un extraño acento, algo forzado. 
Durante un leve silencio, Sony se incorporó y preguntó.
- Tengo la certeza de que sabrás como responderme- pausó y continuó- ¿Cómo llegaron hasta aquí hace 20 años? ¿De donde venían? No hay archivos de su antiguo hogar y ninguno de ustedes supo que decir, como si les hubieran borrado la memoria.
La bestia bajó la cabeza entre risas.
- Así como sobrevivimos a Casám, haremos lo mismo. Nuestro señor nos ha dado la oportunidad de vivir nuevamente, de ser libres. Su sociedad nos ha deteriorado, muchos de los nuestros se han empezado a comportar como animales, influenciados por la tiranía humana.
- ¿Casám? ¿Estas delirando? Ni siquiera respondiste la pregunta…
- Nuestro dios Ázu, hermano de la diosa Bíe, nos trajo. Se presentó en forma corporal. Él nos guió hacia vuestro mundo. La tierra helada no era un lugar para vivir…
Sony asintió con escepticismo.
- ¿Y por qué los trajo…?- al instante un peñasco de hielo cubrió a la bestia desde los pies hasta el cuello. Otro individuo acababa de aparecer en un abrir y cerrar de ojos, justo a su lado. Lo primero que dijo fue…
- Sólo hay UN Dios- hasta incluso los miembros de La Cruz se sobresaltaron al verlo. Vestía una inmensa túnica y capucha color escarlata, sobre la espalda llevaba pintada la cruz del cristianismo en un tono dorado- Veo que han conocido a mi mano derecha- se dirigió a los elementales.
- Esto se pone cada vez más raro- dijo Kay.
El nuevo sujeto los observó detenidamente, especialmente a Natal…
- No puedo creerlo. ¿Quién lo diría? Pedro Kimhote con vida…     
Natal se sobresaltó y dio un paso atrás. Kay y Sony se quedaron en silencio, con las bocas entre abiertas.
- Imagino que ya no responderás a ese nombre.
- ¿Nos conocemos?- preguntó Natal con cautela.
- Probablemente. Mi nombre es Miljen Morgán.
- Es M.M…- le susurró Kay a Sony. 
- ¿Morgán? ¿Eres descendiente de José? ¿De qué época eres?
- Cuantas preguntas…- dijo el encapuchado y avanzó unos metros hacia Natal- Para nada, Pedro. Soy yo. Soy José.
Kay, Sony y Natal apretaron los dientes.
- No comprendo…
- ¿Te acompañan los descendientes de Montarnen y Dameron, no?
La bestia, pálida, suspiraba forzosamente atrapada en el hielo.
- ¡Suéltalo!- le gritó Kay.
Morgán se detuvo a observarlo.
- Pero que increíble parecido
Kay se quedó petrificado.
- ¿Eres el líder de estos seres? ¿Él responsable de todo lo que ha ocurrido hasta ahora? ¡¿Qué pasa con todos los elementales originales?! ¡Los años y la vejez los perturbaron!- gritó Kay.
Morgán se rió.
- Hay un propósito, se los aseguro- dijo Morgán y tomó la capucha con su mano izquierda repleta de garras- Fui elegido por Dios. Escogido como el ‘’Miljen’’, que en la lengua de aquellos a los que ustedes consideran como bestias, significa el salvador, el mesías, el redentor… Mi destino es salvar a esta especie de la opresión de los humanos- los miembros de La Cruz dieron unos cuantos alaridos, Miljen Morgán los obligó a callarse.   
- Muy bien, muy noble de tu parte…- dijo Sony con ironía- ¿Pero que quieres realmente con la espada divina?
- Mi arma… tan solo pienso volver a reclamársela a los dioses aztecas. Creo en un único dios, pero también respeto a las religiones de todos los mundos. La espada de Quetzalcóatl es la señal de mi misión como guía hacia un futuro mejor. Conduciré a estos seres hacia su salvación una vez haya lanzado las plagas contra el mundo humano. Así como lo hizo Moisés en el Antiguo Egipto…
- ¿Con qué derecho?- exclamó Natal.
- El mundo humano corrompió a nuestra gente, merecen ser castigados…
- No tiene sentido, José. ¡Tú también juraste proteger a este mundo cuando eras joven! ¡Somos iguales!- gritó Sony.
- ¡No! Nosotros no somos iguales- finalmente, Morgán se quitó la capucha y la túnica. La figura de Miljen se divisó por completo, vestido con harapos, la piel pálida como la nieve de un lado (perfil izquierdo) y gris del otro (perfil derecho). Las venas y arterias le recorrían todo el cuello, un cuerno negro le traspasaba la piel en la mejilla derecha. Llevaba cabello blanco abundante y dos cuernos de pequeño tamaño sobre su cabeza. Todo su perfil derecho era similar al de un monstruo, a diferencia del izquierdo, que era totalmente humano. Miljen estaba descalzo, sus uñas eran largas y sucias, también sus manos, que se encontraban rodeadas de un líquido viscoso; aparentaba tener unos cincuenta años aproximadamente (obviamente que eran muchísimos más) y miraba a sus enemigos con unos ojos rojos profundos. Yacía encorvado, luego se mantuvo derecho y los elementales pudieron contemplar su inmensa altura, unos dos metros y medio- Ahora ven porque soy el puente entre ambas especies.  
- Es mitad humano…- dijo Kay.
- … Mitad bestia- agregó Sony.
- José… puede que me confundas con alguien más. Mi nombre es Dick Natal. Leí mucho sobre ti, sé que tú no eras así…
Morgán negó con la cabeza.
- Nunca hubiera imaginado que el pequeño Pedro fuera capaz de decir tantas mentiras…
- ¿En… entonces el ritual para revivir a los Narsogs fue una mentira?- preguntó Natal entre nervios.
- Narsogs…- repitió la bestia atrapada en el hielo- Esa es una palabra de mi lengua, significa MALDECIDO.
- ¿Maldecido?- dijeron los más jóvenes al mismo tiempo.
- ¿Estos dos tontos fueron los que derrotaron a Dimitrion?- gritó Morgán con su tono aterrador- ¿¡ESTOS DOS IDIOTAS SON LOS JEN!?  
- JEN… esa es otra palabra de mi lengua- volvió a hablar la bestia con sus pocas fuerzas- Significa Ele…- el hielo lo cubrió de repente y se destruyó en mil pedazos. Los peñascos y la sangre se desparramaron por doquier, un grito desgarrador se hizo oír. Los elementales se sobresaltaron al ver tan horrible acto.
- ¿Cuántas veces tengo que decirte que no hables de más?- habló Morgán con expresión de burla. Ni siquiera había movido un dedo. 
- Maldito hijo de…- dijo Kay entre dientes e inmediatamente efectuó una gran ola de fuego, la cual se extendió varios metros, las bestias no tuvieron mayor remedio que retroceder. Morgán la atravesó sin problemas, pero en ese momento, Sony se transformó en la fantástica criatura grisácea de inmensas alas, tomó a sus compañeros, voló por los aires y huyó.  


Fuera de los miembros de la Cruz y su enfermo líder, la temperatura comenzó a subir a medida que se iban alejando. No había luna llena y la noche ya era evidente.
Sony, en su modo bestia, condujo a sus compañeros hacia la ruta más cercana a San Robo. Exhausto y apenas recuperándose de los síntomas de la hipotermia,  descendió de los cielos, mantuvo a Kay y Natal en un lugar seguro entre los árboles y se tiró al suelo a descansar (en su estado natural). Decidieron no hablar al respecto de todo lo ocurrido para acomodar las ideas. Natal le prometió a Sony despertarlo antes de que saliera el sol.
Entre Kay y Natal habían armado una fogata, aún hacía frío. Mientras Dick se encargaba de alimentar las llamas, a Kay le despertó la curiosidad.
- Oye Natal, tengo una gran duda. Sé que son muchas incógnitas las que surgieron hoy, pero solo una me perturba.
- Dime chico.
Los ojos de Sony estaban cerrados, pero sus oídos yacían atentos, pues Él sabía a la perfección la pregunta que su amigo estaba apunto de hacerle al viejo Dick Natal….

- ¿Qué es un ‘’JEN’’?       







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