La Búsqueda del
Reloj de Oro: CAPÍTULO 5.
-
¡NATAL! ¡Responde! ¡No te quedes callado!- le dijo Kay, con una gran impaciencia-
Además, ese monstruo te llamó Pedro Kimhote, ese no es tu nombre, ¿O si?
Natal
suspiró, su corazón tembló, no se esperaba una pregunta como esa… se creyó un
estúpido por no haberlo previsto, después de todo Morgán mencionó aquella
palabra con mucho entusiasmo, y su identidad…
-
Es… difícil de explicar.
-
¿Difícil de explicar?
Sony
abrió los ojos, se levantó velozmente y dijo.
-
El año pasado hiciste de todo para que te creyera… ¿y ahora?
-
Chicos… no ahora. Por favor.
-
¿A qué le temes?
-
A nada…- mintió.
-
De hecho… tiene bastante sentido todo esto- se apresuró Kay en agregar.
-
¿Lo tiene?- Natal abrió los ojos como platos.
-
Bueno… Dimitrion dijo que éramos especiales, que teníamos un poder que los
elementales codiciaban. En un principio creí que lo decía reconociendo nuestro
valor para enfrentarlo, pero ahora, esa palabra tan extraña…- luego se dirigió
a Sony- ¡Te lo dije! ¡Te dije que había algo raro!
Sony
hizo una mueca.
-
Bueno… lo reconozco. Hasta Jessica sabía algo al respecto…
-
¿De verdad?- preguntó Natal sobresaltado.
-
Nos dijo que su deber era protegernos. Aquella había sido la verdadera razón por la cual había vuelto
a la Argentina…
-
Así que ella también…- Natal bajó los ojos, apretó los dientes, se sentía un
poco apenado- No saben todo lo que tuve que sacrificar
por ustedes…
Los
JEN tragaron saliva. Sony comprendió que no tenía sentido continuar insistiendo
y cambió de tema.
-
¿En que se diferencian los narsogs de las bestias?- Kay se molestó en aquella
decisión, pero se mantuvo callado.
-
Los narsogs fueron bestias en el pasado,
los cuales obtuvieron un fragmento, casi nulo, de los poderes del oscuro corazón. Ataron sus almas a la voluntad del dueño- Natal se puso de pie- Iré
a buscar más ramas y algunas frutas…
-
¿Te acompaño? - preguntó Kay.
-
No, quiero estar solo – respondió Natal y desapareció entre los árboles.
-
¿Se habrá molestado?- le dijo el elemental del fuego a su compañero.
-
Tal vez… es un tipo muy misterioso. Tú lo conoces hace más tiempo, de seguro
sabes algo sobre él.
-
Nada, no le gusta hablar de su vida privada. Y créeme que le he preguntado una
infinita cantidad de veces…
Sony
y Kay se quedaron examinando el sector por el cual su mentor había
desaparecido, sin apartar la vista. Luego, intentaron descansar.
Transcurrieron
unas cuantas horas, el sol del nuevo día se aproximaba por el este, Natal aún
no había regresado. Kay fue el primero en despertar, la temperatura continuaba
siendo baja, pero no tuvo problemas con eso. Golpeó a Sony en el hombro para
desadormecerlo; este joven, con los ojos achinados y unas ojeras del tamaño de
pelotas de ping pong, tensionó los hombros y se irguió.
-
¿Era necesario el golpe?- dijo con la voz apagada.
Kay
asintió y en ese preciso momento, un imponente sentimiento recorrió sus
entrañas; pues acababa de notar que el bosque estaba rodeado de bestias,
particularmente, miembros de La Cruz.
-
Lo que daría por una vida normal…- dijo Kay sonriente, intentando superar los
nervios y el miedo.
-
Nuestro señor los precisa- dijo una de las criaturas, los JEN no pudieron
reconocer a cual de todos esos seres le pertenecía la voz, pero no importó.
La
fogata irradiaba algunas chispas por encima de las ascuas y las ramas, Kay se
adelantó e intentó utilizar sus habilidades para crear fuego desde la hoguera. Una
llamarada surgió, las bestias retrocedieron, pero no por mucho tiempo. Al
instante, se abalanzaron sobre ellos; Sony reaccionó y efectuó una barrera de
lava que se convirtió en roca; pero algunos seres dieron unos saltos colosales
y los atacaron frente a frente (con sus cuchillos). Kay, inexperto en el
combate cuerpo a cuerpo, se tropezó por sí solo. Su enemigo quiso apuñalarlo,
sin embargo, Sony lo salvó y cubrió al sujeto con una capa de lava. La bestia
murió al instante, Sony tragó saliva... finalmente entendía que por más
fantásticos que sean sus poderes, aquellos eran elementos reales y tenían la
terrible cualidad de destruir (tardó en reconocerlo porque Dimitrion- al único
que había enfrentado realmente- se resistía a sus ataques a causa de ser un
elemental).
Dos
bestias atraparon a Sony y le inmovilizaron los brazos para que no utilizara su
respectivo elemento.
-
¡Sony!- gritó Kay, aún en el suelo. Se puso de pie… y todo fue espantosamente
rápido; Morgán apareció por detrás (vestido con la túnica escarlata) y le
mordió el cuello. Kay sintió el dolor, escuchó el crujido de los dientes en su
piel y se estremeció; tenía la mirada tensionada; una burbuja de saliva
descendió de sus labios y cayó nuevamente al suelo.
-
¡Kay!- gritó Sony mientras los parpados se le iban cerrando como la cortina de
una ventana, debido al golpe que una de las bestias le había hecho para adormecerlo.
Los
dos jóvenes perdieron la conciencia.
-
Déjenlos- ordenó Morgán, sin limpiarse los labios y los dientes cubiertos de
sangre- Ya tengo lo que necesito: la sangre de uno de los JEN…- luego colocó su
palma derecha sobre la gran barrera rocosa que Sony había creado, esta se vio
rodeada de hielo y luego se destruyó en mil pedazos.
Miljen
Morgán y sus lacayos se marcharon.
-
Come, te hará recuperar fuerzas. Es todo lo que encontré- le decía Natal a
Sony, ofreciéndole una manzana pelada. En primer lugar, Sony abrió los ojos y
solo observó a unos labios hablarle pero sin sonido alguno, luego recuperó los
demás sentidos- ¡Kay!- gritó asustado.
-
Está bien, algo débil. Tuve que tratarle la herida. El desdichado profundizó
bastante en su cuello…
Sony
se sentó y encontró a su amigo con los ojos abiertos, acostado y mirando el
cielo; a un costado yacían tres manzanas sin la parte comestible.
-
Está en un leve estado de shock, trata de no molestarlo…- le informó su mentor-
Ya lo revisé, está bien, no tienes de que preocuparte.
-
¿Kay?- preguntó Sony con los ojos llorosos, pero no recibió respuesta.
-
¿Qué pasó Sony?- preguntó Natal de repente.
-
Morgán nos atacó… él y sus lacayos.
-
Lo imaginé. Pero, ¿Qué más pasó?
-
Morgán lo mordió… y no recuerdo más nada.
Natal
observó al cuerpo petrificado de Kay.
-
Fue fortuito que llegara justo a tiempo. Es mi culpa… no tuve que haberlos
dejado. Perdónenme…
-
No importa- respondió Sony con frialdad- ¿Qué es lo que está pasando?
-
José se ha convertido en un ser abominable, es una especie indefinida, yo creo
que extrajo la sangre de Kay por alguna razón que desconocemos.
-
¿Cómo?
-
Bueno… no se si lo notaste, pero José parece ser un… vampiro.
Sony
lanzó una risa sarcástica y se acostó en el suelo.
-
¿De qué hablan?- dijo la vaporosa voz de Kay.
Sony
casi dio un salto.
-
¿Cómo… como te sientes?
-
Mal. Débil. Pero vivo- Sony y Natal notaron la marca de los colmillos de Miljen
en su cuello, eran dos puntos negros y rojizos, profundos y dolorosos.
-
Sé que aún están delicados, pero ya es de día… no hay tiempo que perder- habló
Natal con firmeza.
Kay
y Sony asintieron comprensivos.
Los
elementales partieron hacia el oeste nuevamente, a unos pocos kilómetros
encontrarían la ciudad de San Robo. Kay estaba muy fatigado, Sony tuvo que
ayudarlo a caminar para que no cayera; no tenían provisiones, ni comida, ni
transporte. Tras unos largos minutos de viaje, se toparon con el inmenso muro
del que les habían hablado; la barrera que dividía a las clases sociales.
Sony
alzó a Kay sobre sus hombros y lo llevó durante el último tramo del viaje.
Finalmente lograron llegar a la entrada de la ciudad, rodeada de vehículos
policiales y oficiales de todos los rangos.
-
Aquí es: la entrada al ‘’mundo feliz’’ - dijo Natal, se refería al enorme
cartel que supuestamente le daba nombre a la ciudad- O más conocida como San
Robo. – se dispuso a observar a cada uno de los guardias, desorganizados y
distraídos. Conversaban entre ellos a metros de la gigantesca puerta, compuesta
por una estructura reticular, la cual estaba conformada por granito (un sistema
similar al del Palacio de Congreso de la Nación Argentina) y tenía la forma de
un exorbitante arco.
-
Será difícil… pero tengo un plan- habló el más viejo del grupo- Estudié mucho
la conformación del arco y pensé algo - Sony y Kay escuchaban atentos- Sony, el
arco está compuesto por granito, que es una roca ígnea, es decir, surgió de la
lenta solidificación del magma. Tu deber es manipular el estado de la masa,
fundirlo para que se convierta en lava y se destruya; no por completo, sino lo
suficiente para distraer a los vigías. Una vez todo se salga de control, nos
escabulliremos sin ser descubiertos; habrá que evitar las cámaras de seguridad.
-
¿No era más fácil utilizar a mi otra habilidad en la noche?- preguntó Sony.
-
Haz lo que te digo, todo es parte de un plan mayor- insistió Natal.
-
Te lo encargo- Sony dejó a Kay entre los brazos de su mentor. Suspiró y estiró
el brazo, con la palma señalando a la marginal construcción (a muchos metros de
distancia), presionó todo lo que pudo, pero luego de unos momentos, se rindió.
-
¡Adelante!
-
Tus habilidades crecieron mucho desde que las descubriste, ánimo- le dijo Kay,
aquellas palabras motivaron a Sony. A continuación, cerró los ojos y volvió a
extender el antebrazo con delicadeza; la parte superior izquierda del arco
comenzó a sufrir una transformación, se deformó… lo sólido paso a liquido y
viceversa, toda la materia transmutó y se troncó lava; la lava cayó y durante
el descenso se convirtió en un gran peñasco, el cual penetró en el techo de un
patrullero. Los guardias, acordes al protocolo, evacuaron la zona y se
desparramaron por los alrededores; un frío viento
arrasó las cámaras de seguridad y los elementales aprovecharon para sumergirse
en la ciudad.
Entraron
sin máscaras, dejando al descubierto su identidad; de todas formas, en aquel
lugar no importaba. Había dos principios fundamentales para sobrevivir en San
Robo: NO nombres y NO autoridades, cumpliendo con estos dos requisitos
resultaba fácil pasar desapercibido. En realidad, dicho lugar no correspondía a
una determinada clase social, era la guarida principal de los mafiosos ricos y
los sicarios anónimos pero también de pobres e indigentes. Digamos que el 70%
de los robos, asaltos y asesinatos transcurrían a un radio de 30km alrededor de
la ciudad.
Kay
y Sony recordaban muy bien las calles y las viviendas de por allí, temieron
cruzarse con alguna que otra bestia que hayan enfrentado, pero no fue así. San
Robo no pertenecía a la ley, siendo el sector más temido por el gobierno, la
discriminación resultaba ser abundante. Bestias y humanos luchando
constantemente entre sí mediante pandillas y grupos clandestinos.
Construcciones reforzadas con partes de automóviles, tumbas caseras sin terminar
(en las fosas… pilas de cadáveres permanecían a la vista), calles de tierra
(yerba mala, basura y restos de distintas drogas en ellas), edificios arrasados
y desplomados. Natal sintió pena por las personas que vivían allí, la cruda
realidad de la que había tenido que formar parte durante mucho tiempo. Incluso
los más jóvenes se desmotivaron al ver a niños en las calles, sin posibilidad
de alimentarse o de crecer. Una medida gubernamental que ya llevaba años de ser
impuesta había decretado que la pobreza se condensara en una determinada zona,
privándolos de la libertad de deambular por su propia nación, los ciudadanos de
clase media estuvieron (en su mayoría) totalmente de acuerdo. La culpa por la
inseguridad y el deterioro de la sociedad decaía ahora en San Robo (el nombre,
que en tono de burla, le fue impuesto) A los elementales, recordar un poco de
historia les causaba un enorme hueco en sus corazones; además de impotencia… y
furia.
La
población se sobresaltó al verlos, debido a sus rostros sin una mancha de
suciedad, sin harapos, sin una cara larga que representara su sufrimiento;
sintieron curiosidad y envidia por los visitantes.
-
¿Por qué todos nos están mirando?- les preguntó Sony a sus camaradas entre
dientes.
-
Debe ser nuestra vestimenta- respondió Natal, ayudando a Kay a caminar- Ellos
reconocen de donde venimos. Solo espero que las cosas no se compliquen.
-
Seguramente lo harán.
-
Me duele en el alma ver todo esto- dijo Kay finalmente, recuperando las fuerzas
poco a poco.
-
Es la realidad muchachos, el mundo fuera de la burbuja. Todo lo que la política
ha logrado…- les dijo Natal.
-
Sería bueno ayudar- retomó Sony.
-
¿Cómo? No tenemos provisiones ni nada. ¿Cómo piensas ayudarlos?
De
repente, numerosas pandillas de gran magnitud (jóvenes entre 14 y 20 años)
aparecieron entre las casas y las calles, les apuntaron a los elementales con
sus revólveres y amenazaron con matarlos sino les daban todo lo que ellos
pedían. Los elementales alzaron las manos y detuvieron el paso.
-
No hay porque extralimitarse muchachos, podemos ayudarlos- dijo Sony.
-
¡Quedate quieto o te vuelvo plomo!- le gritó uno.
Dos
o tres se acercaron a revisarles la ropa y sus pertenencias.
-
No tenemos nada…- replicó Natal.
-
Estos pibes no están jugando- comentó Sony a sus compañeros.
-
¡Sáquenles todo! ¡LA ROPA !
¡LA ROPA !-
volvieron a gritar y tomaron sus billeteras, llaves y camperas.
-
Hijo, no…- el más cercano le pegó una trompada al pobre Dick Natal y lo amenazó
nuevamente con su arma.
Aquel
acto de vandalismo fue el detonante de una pelea; Kay se tambaleó porque Natal
lo estaba ayudando a sostenerse, se enfureció y pateó a los jóvenes más
cercanos y tiro a otros al suelo. Sony no tuvo más remedio que imitarlo, los
jóvenes abrieron fuego contra sus adversarios; pero las balas fueron
desintegradas mediante un escudo que el elemental del fuego había creado.
Anonadados
y con las bocas semi-abiertas, huyeron todos simultáneamente. Un chico de 12
años quedó inmóvil ante los elementales, Kay lo miró directo a los ojos y el
joven salió disparando.
-
El miedo hizo que soltaran nuestras pertenencias. Tómenlas y vayámonos. El
hombre que posee el reloj de oro vive a unas pocas cuadras, síganme- indicó su
mentor, se levantó y se acarició la mandíbula donde había recibido el golpe. Los
elementales recuperaron sus billeteras, celulares y llaves. Sin titubear,
partieron de inmediato.
El
hombre que ahora tenía el reloj se llamaba Víctor Díaz, ex miembro de una
organización mafiosa que había tenido su momento de gloria hace muchos años.
Ahora, tenía 70 años y apenas sobrevivía a la dura vida que le tocó vivir. Díaz
vivía en una de las construcciones más desastrosas, completa de peñascos y
escombros de cemento. La puerta estaba abierta, la luz del sol brillaba en la
dirección contraria, los elementales se animaron a entrar. Súbitamente, Díaz
apuntó al espacio entre los dos ojos de Dick Natal con su escopeta y le
disparó.; Natal (poseedor de unos reflejos impresionantes) se sentó en el suelo
y la bala tropezó con la pared de cemento. Kay lo tomó del pescuezo y
desintegró su arma mediante sus poderes, luego lo tiró al piso. Díaz yacía atemorizado.
-
¿Cómo le va, señor? Volvemos a vernos- le dijo Natal con una desquiciada
sonrisa.
-
Te dije que si volvías por mi te pegaría un tiro- contestó Víctor con
desagrado, era alto y encorvado, cabello largo canoso, vestimenta demacrada y
el rostro cubierto de manchas- Hijo de la gran…
-
Si, si. Lo recuerdo- le interrumpió el otro- Entréganos el reloj, hombre. Por
favor.
-
¡Ni muerto te lo daría! ¡Era de mi padre!
-
¿Acaso no te das una idea a quien perteneció realmente aquel artefacto?
Víctor
negó con la cabeza, algunas gotas de sudor le inundaron las sienes y su rostro
se tornó rojizo.
-
Manuel Belgrano, el prócer argentino- agregó Natal.
-
Ustedes los de afuera creen que pueden hacer lo que quieran porque nosotros
estamos acá encerrados…- exclamó Díaz.
-
Por favor Víctor, dame el reloj y te demostraré porqué tengo razón.
-
¡JAMÁS!- el individuo intentó soltarse con brusquedad. Kay y Sony lo sujetaron
mediante un gran esfuerzo; coordinadamente colocaron sus manos sobre el rostro
del mafioso para mantenerlo en su lugar, al mismo tiempo ocurrió un leve
destello (color verde) en las manos de estos dos jóvenes.
-
Está detrás de ese peñasco- dijo Víctor Díaz, sin resistirse.
Natal
buscó en todos los rincones de la habitación, era un lugar sumamente pequeño y
precario, no tardó en reconocer a un artefacto brillante sobre la estantería a
un costado de la cama. Tomó con sumo cuidado y admiración al arcaico objeto,
brillando en intensidad a pesar de sus largos años existiendo, cerrado y con
una reluciente cadena bañada en oro. Natal abrió el reloj lentamente, las
manecillas continuaban funcionando, los números (hasta el 12) impecables.
-
Este no es el reloj- le dijo Natal a Víctor, frunciendo el ceño.
-
Claro que lo es.
-
Entonces ¿Por qué no puedo ver lo que su dueño le escribió? Bueno… nunca nadie
logró verlo.
Kay
y Sony soltaron a Víctor y se acercaron a su compañero. Víctor pareció cambiar
de actitud al instante.
-
¡PORQUE ES MI RELOJ!
-
Natal, ¿Qué está pasando?- preguntó Kay, desconcertado.
-
Kay, volvamos a tomar a este tipo- le dijo Sony.
Ambos
volvieron a colocar sus manos sobre las mejillas del mafioso, y este volvió a
tranquilizarse. Kay sintió una dolorosa punzada en donde Morgán lo había
mordido.
-
¿Cómo hago, Víctor?- preguntó Natal.
-
El fuego…
-
Kay- lo llamó su mentor y el elemental de fuego estiró su única mano libre (la
derecha), de ella nació una llama. Natal arrojó el reloj sobre la palma del
joven.
Al
principio nada sucedió, pero después de varios intentos; una pequeña palabra
(escrita por un material completamente desconocido) se reveló en la parte
trasera del reloj de oro.
-
¿Qué dice?- se exaltó Sony.
Todas
las miradas fueron hacia Natal en un santiamén, primero tomó el objeto
(claramente Kay apagó la llama con anterioridad), sacó una lupa de su bolsillo,
la leyó en voz baja, miró a sus camaradas y dijo:
-
Es clara e inconfundible la letra de este personaje. En el reloj de Belgrano
está escrita la palabra:
Calendario.
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