El Ritual de los Malditos: CAPÍTULO 11.
La distancia entre el enemigo y los
elementales crecía cada vez más, las nubes yacían bajo sus pies, el viento
soplaba con mayor fuerza y el cielo se oscurecía minuto a minuto. El vértigo a
la fenomenal altura fue, en primera instancia, un problema grave; pues a Natal
le costaba mantenerse cuerdo, odiaba las alturas. Lo siguieron durante una media hora, los
secuaces de Dimitrion aprovecharon las condiciones climáticas para favorecerse:
una inmensa niebla se extendía a sus alrededores. Con temor a perder el rumbo y
extraviarse en el desaparecido horizonte, los elementales detuvieron el paso en
el medio del aire.
- ¿Qué haces Kay? Debemos continuar, se nos
escapa- exclamó Sony, con problemas para respirar y evitando mirar hacia abajo
al inconfundible abismo que yacía bajo sus patinetas- Aunque sea regresemos, me
tiembla todo…
- Yo a Dimitrion ya no lo veo, el desdichado
logró huir- le habló Kay a Natal, sin responderle a su otro amigo.
- No está muy lejos. La niebla le habrá
afectado tanto como a nosotros- los vehículos se sacudieron, recuperaron el
equilibrio, Natal se estremeció y continuó- Te entiendo Sony, seguir a este
malhechor nos condujo a una altura demasiado elevada. Hace mucho frío y no
estamos muy abrigados. Además debemos estar en los límites de la troposfera.
Mejor será que reduzcamos la altura y bajemos en un sitio seguro. ¡Con cuidado
Kay!- indicó entre nervios.
Kay, sin chistar, les hizo caso. Accionó las
palancas para reducir el vuelo, mantuvo la seguridad de los instrumentos y
empezó a descender a una velocidad de cuatro o cinco kilómetros por hora. Unos
segundos después, Kay perdió el control y en menos de noventa segundos
volvieron a pisar tierra firme; sanos y salvos. Aquel suceso resultó ser muy
sospechoso para los elementales, pues aquella superficie no la habían visto
venir, y según los cálculos, tendrían alrededor de unos cuantos minutos más
para aterrizar en tierra firme. Natal estuvo apunto de besar el suelo cuando
arribaron aquel lugar; Sony temblaba del frío y Kay se encargó de que los
instrumentos de vuelo estuvieran en perfectas condiciones. La niebla continuaba
cubriendo todo a su paso, inexplicablemente… desapareció en un instante.
Inmediatamente divisaron un bosque más adelante, cuatro colinas de pequeña
magnitud detrás y un sendero sellado por rocas cristalinas de izquierda a
derecha. Natal volvía a colocar los brazos en su lugar y se colocaba unos
guantes para el frío (que había encontrado en sus bolsillos).
- ¿Dónde caímos?- preguntó Kay, se desabrochó
el cinturón y reformó el ala de plata para llevarla a mano. Le ardían los
hombros, sus amigos habían estado apoyados en ellos durante toda la persecución.
- ¡Miren!- interrumpió Sony, yendo hacia la
derecha de dicho sendero había huellas, pisadas. Y más adelante, acostado en el
suelo, el cuerpo sin vida de la bestia voladora que Dimitrion había utilizado
como transporte, acababa de ser asesinada; la lengua caía hacia afuera, un
charco de sangre se vislumbraba bajo el cadáver, los insectos caminantes y las
moscas ya irrumpían a su alrededor.
- Tuvo que haber sido Dimitrion…- murmuró Kay
con desagrado.
- Sigamos por esa dirección, tal vez así
respondamos nuestras dudas- ordenó Dick, un recuerdo vino hacia él y pensó:
‘’Este lugar… los árboles, la tierra. Me resulta tan familiar’’
Unos cinco minutos después, dentro del camino,
las colinas desaparecieron y sus alrededores se habían vuelto infinitos
árboles, de troncos robustos y de gran altura, sus raíces se perdían en el
medio de la escasa niebla.
Les fue casi imposible transitar por allí sin
chocarse, de vez en cuando, entre sí o con los troncos. Tuvieron paciencia,
durante veinte minutos de caminata, la niebla empezó a disiparse lentamente, el
camino se divisó con mayor facilidad y de uno de los lados (el izquierdo) los
árboles se ausentaron, en su lugar, una pequeña llanura (repleta de arbustos)
descendía en lo que parecía ser un lago. Se acercaron, curiosos, hacia allí,
querían refrescar sus rostros por la helada caminata. La noche les impedía ver
con total claridad, pero lo que a continuación presenciaron pudieron
contemplarlo a la perfección. Pues aquello que parecía ser agua, no era nada
más que aire… como un gran hueco. Y fue entonces cuando Natal lo supo. Ese
hueco se extendía bajo la misma línea donde terminaba la llanura (todos los
árboles llegaban hasta allí) pero la sorpresa fue aún más grande cuando
descubrieron que mirando a través de ese abismo se divisaban nubes y pequeñas
estructuras, junto a muchísimas luces (la mismísima ciudad). Natal habló antes
de que sus compañeros se alarmaran.
- Estamos en Sarmander, muchachos-
dijo, con una gran sonrisa- La isla
flotante que yace escondida entre los cielos. La guarida de los elementales.
- Es impresionante- suspiraron los otros dos
al unísono.
- Durante las épocas oscuras fue oculta de la
faz de la Tierra. La
hemos encontrado o ella nos ha encontrado a nosotros- continuó su mentor-
Dimitrion supo de ella todo este tiempo y ahora la está utilizando como base,
su verdadera base.
- Tu conocimiento es asombroso, Natal- lo miró
Kay de reojo y se rascó la frente.
- Sigamos- le respondió este y volvió al
sendero- Sarmander fue creada por un mago,
el mayor aliado de los elementales. Su hechizo fue tan poderoso que se
estableció que tan solo ellos y sus descendientes serían capaces de verla y
pisarla….
- ¿Y tú como puedes estar aquí, entonces?- le
interrumpió Sony de un salto.
- No me dejaste terminar- dijo Natal con
exhaustiva pasividad- Estaba por decir que también pueden verla y pisarla
aquellos que saben de su existencia.
Kay y Sony emitieron un gran ‘’Ahhhh’’
mientras sacudían sus cabezas.
Dos minutos más tarde, una tenue luz
fosforescente resplandeció en dirección al norte, un conjunto de gritos y
alaridos se escucharon con total claridad, una gran ceremonia ocurría en algún
sector de la isla. No pudieron evitarlo, los elementales corrieron a toda
velocidad hacia el final del camino.
A su derecha observaron otra pequeña colina,
repleta de rocas, se ocultaron allí. Justo delante (a unos 10 metros aproximadamente),
una gran fogata, hecha con pilas de cadáveres de bestias y humanos, ascendía en
dirección al cielo. Criaturas horribles realizaban una serie de actos
simultáneos sobre todo el área. Un círculo escrito con sangre giraba entorno a
su alrededor. Extrañas insignias escritas con barro y carne en estado de
putrefacción dentro de esta misma figura (las mismas que las bestias llevaban
en su piel, en forma de cicatrices); Kay se estremeció.
- ¿Qué es toda esta locura, por el amor de…?
- Un sello de invocación, Kay- le respondió
Sony.
- ¿Y tú como sabes?
- ¿No es obvio?- musitó el joven elemental de
lava- Vi muchas películas. El dibujo escrito, los cantos, el sacrificio.
- Quieren resucitar a los Narsogs- murmuró
Natal- Los sirvientes más poderosos del Oscuro. Hablen más bajo, pueden oírlos.
Los dientes de Kay y Sony colisionaron entre
sí de manera brusca.
Natal tuvo que tomar a ambos de los brazos,
revelando una gran fuerza, porque estuvieron a punto de ir a enfrentarlos justo
cuando apareció Dimitrion frente a todos los espectadores. Cuatro criaturas más
se acercaron, bestias con harapos (parecidas a las que habían atacado a Sony en
su departamento) y con dos cuernos en sus espaldas. Se inclinaron frente a su
amo, y las demás le siguieron.
-
HOY, MIS HERMANOS. HOY EMPEZAREMOS CON LA REVOLUCIÓN QUE ESTE CRUEL MUNDO NOS
HA OBLIGADO A CREAR- comenzó Dimitrion entre
gritos- ¿SE DAN CUENTA QUE UNA SOLA LETRA
DIFERENCIA A LA ‘’SOCIEDAD’’ DE LA ‘’SUCIEDAD’’? EL DESTINO DE TODOS LOS
MORTALES SE DESPERDICIÓ EN UNA ABSURDA VIDA EN COMUNIDAD, BASADA EN PRINCIPIOS
ENFERMOS, RÍGIDOS Y MANIPULADORES…. USTEDES, MIS HERMANOS, FUERON RECHAZADOS,
FUERON TORTURADOS, FUERON MARGINADOS POR LOS HOMBRES QUE DOMINAN ESTE MUNDO. ES
MOMENTO DE VUESTRA VENGANZA, DE VUESTRA SALVACIÓN- pausó y continuó con
mayor ímpetu- ¿Y POR QUÉ MEJOR NO
COMENZAR CON EL RESURGIMIENTO DE NUESTROS ALIADOS CAÍDOS?- la multitud
gritó con fervor, levantándose y rompiendo filas- ADELANTE, DÉMOSLE UN GRAN ESPECTÁCULO A NUESTROS SERVIDORES.
- A este acto lo llaman ‘’El Ritual de los
Malditos’’- les contó Natal, soltando a sus compañeros de los cuellos de las
remeras- Ya lo han intentado algunos aficionados, sin éxito. No hay que entrar
todavía, esperemos al momento que se efectúe el acto, y durante la obra…
atacaremos- Kay y Sony asintieron, resguardando su enojo.
La niebla casi desaparecía, Dimitrion alzó las
manos, hubo una llovizna en el interior del círculo; no cualquier llovizna,
sino una en donde las gotas eran de color negro. Las bestias se alborotaron aún
más, entre cantos y alaridos; todas ellas habían pertenecido a la nueva
sociedad, pero habían sido rechazadas por diferentes motivos. Dimitrion se
estaba aprovechando de esa falla en el sistema, ya que… su verdadero plan (el
que había revelado en capítulos anteriores) era volver a hacer valer los
derechos de un elemental, poner a prueba a todos los portadores de un corazón
mágico. Por ese motivo, resucitaba a los Narsogs, sus antiguos enemigos, para
representar un nuevo mal en la
Tierra que deba ser enfrentado. Pero para ello necesitaría
sacrificios voluntarios…
Aparecieron espíritus horripilantes en la
fogata, almas perdidas que giraban en su entorno. Los dibujos en el suelo y en
la piel de sus anfitriones comenzaron a brillar, todas ellas mediante una luz
verde de gran intensidad. Dimitrion, empapado por la lluvia negra, alzó las
manos hacia el cielo, como todo un creyente; cerró los ojos y sonrió. Una
ráfaga creció y creció hasta que se expandió, causando una implosión, la cual
brilló de tal manera que dejo a todo el mundo sin visión por unos momentos.
Dimitrion esperó a que la luz que divisaba en la oscuridad de sus parpados
desapareciera, para luego abrirlos. Y fue entonces cuando supo que los gritos
de sus camaradas habían cesado por alguna razón. Abrió los ojos y lo comprobó.
Todos sus camaradas vencidos y tendidos en el suelo (no eran un gran número de
servidores), la mayoría de ellos sufriendo por alguna extremidad dañada por el
fuego. Tres individuos yacían frente a él, mirándolo con suma atención y
frunciendo el ceño.
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