jueves, 13 de septiembre de 2018

La Fortaleza de Büul: CAPÍTULO 21.



La Fortaleza de Büul: CAPÍTULO 21.

- ¿Titanes? ¿Eso es cierto…? – preguntó Dayas con recelo.

- La pregunta incorrecta- habló Morgán mientras los ocho elementales examinaban a los silenciosos centinelas- Díganme, ¿A quién podría pertenecer el poder con el cual un ser humano puede regresar de la nada y pisar una dimensión que antecede al mundo real?

- Creí que Hariet los había eliminado, eso dijo- les habló Kay.

- El JEN de fuego. Tanto tiempo sin verte – respondió la voz de Xón cuando este sólo se limitaba a realizar emes con la boca. Sony y Dayas miraron hacia todos lados para reconocer de donde provenía la fuente del sonido.

- Es un telépata, habla a través de los pensamientos- les dijo Lepra para que no quedaran como idiotas frente a todos los demás que ya lo sabían. Sony y Dayas asintieron avergonzados.

- No es importante como sobrevivimos- habló Finegan- Hay otras cosas que sí lo son…- examinó a las ocho personas y a como había quedado la cueva tras su remodelación- Quedó bonita.

- Los hombres… las pobres y tristes imitaciones de los Ryanos, creados por el traidor- habló Úiaj, el más bajito de los titanes.

- Al menos somos más lindos- río Dimitrion, Úiaj lo fulminó con la mirada.

- Quienes no le tuvieron fe se tragaron sus propias palabras cuando construyeron civilizaciones enteras desde cero- le dijo Finegan- Yo sí les tuve fe, y en Tempus los ayudé a desarrollarse y a crecer.

- Y aquí está, Tritán en persona, representado por dos muchachos que nunca llegarán al siglo de vida- continuó Úiaj- El pueblo elegido, los ryanos, están del lado del tercer señor de la oscuridad, que desperdicio.  

- La dualidad no es eterna, dos polos contrarios no pueden coexistir por siempre- vociferó Finegan con enojo hacia su compañero- Los elegidos por el titán creador tienen que triunfar, para eso, necesitamos la fuerza de los Elementales, los herederos del poder del mago Amdor, los portadores de los nueve corazones; y los anillos de oro, forjados por Gyan, el líder de los Proetas.

Sony y Kay abrieron los ojos como platos.

- Lo saben. Saben lo de la dimensión de bolsillo y sobre la tumba de Gyan- dijo el joven Montarnen con energía- Vinimos al Mundo Helado por ese motivo, no esperábamos toparnos con otras personas- Finegan miró a Xón- ¿Podrían llevarnos hasta allí?

- No servirá de nada- habló Xón- Pero no podemos negarnos a un requerimiento de nuestro señor, el heredero al trono perdido.

- No hay tiempo que perder, nos encomendaron que les digamos el plan y luego nos marchemos, tienen que ir a la fortaleza- exclamó Úiaj.

- ¿Les encomendaron? – preguntó Sony, desconcertado- ¿Obedecen las órdenes de alguien más? ¿Acaso Vrogh también está con vida?

- Vrogh murió y no volverá nunca, ni con toda la magia del mundo- le dijo Úiaj- No te incumbe a quién servimos.

Sony apretó los dientes.

- ¿Así le hablas a uno de los herederos? – le reprochó.

- No te aproveches del don que te dieron- gruñó Úiaj- Yo no le hago caso a los niños. Según recuerdo, cuando visitaron mi planeta, tú estabas entrenando con el enemigo…

- Cállate Úiaj- la voz de Xón irrumpió con potencia en toda la sala- Iremos todos a la dimensión de bolsillo y regresaremos.

Y en un abrir y cerrar de ojos, los ocho elementales y los tres centinelas se encontraban en un nuevo sector, dónde el clima también era invernal, pero mucho más oscuro y tétrico.

Los once personajes yacían en una habitación sin paredes, las columnas sostenían el techo y cuatro palos de tres metros que portaban fuego en sus cabezas iluminaban la oscuridad. Rodeaban una fuente de piedra grisácea, semejante a un pozo para sacar agua; su interior estaba vacío. Al lado estaba la lápida que plasmaba la siguiente frase: EN MEMORIA DE GYAN, EL HECHICERO.

Kay estaba impactado al presenciar el mismo lugar que había conocido en sueños.

- ¿Qué es todo esto? – preguntó Dayas.

- El santuario que Fismut creó para su hermano tras su muerte- contó Finegan- Dónde yacían sus restos.

- ¿Yacían?

- Aquí Gyan creó múltiples aparatos de utilidad, era un inventor que hacía sus cosas en secreto- se antepuso Finegan- Aquí creó el cubo retenedor, los anillos dorados y la espada divina.

Kay y Sony le prestaron atención

- ¿El cubo retenedor? ¿Quieres decir esa baratija donde Juan Jimonte encerró su contraparte de Amdor? – habló Sony, recordando que Hariet se lo había robado.

- Esa misma- continuó el titán obeso- Una herramienta creada para encerrar al ser más poderoso del universo.

- Büul- se antepuso Dayas.

- Exacto. Pero Gyan descartó la idea, sabía que Büul no sería tan tonto como para dejarse encerrar. Al final, decidió que tenía que buscar la manera de destruirlo, no de atraparlo.

- Luego prosiguió con la espada divina- habló Xón en su lugar- Y esta resultó ser un arma letal, capaz de cortar el acero y de trasportarlo hacia otros espacios. Pero cada vez que Gyan empuñaba su espada y atravesaba a Büul, este volvía a la vida por arte de magia. La espada pasó a ser otra reliquia sin utilidad.

- Finalmente, a Gyan se le ocurrió emplear un último recurso: los anillos dorados- dijo Úiaj, todos prestaban atención- Catalizadores de energía, capaces de acumular todo el poder de un hechicero y llevarlo a su máximo esplendor- los elementales se sintieron esperanzados- No obstante, terminaron siendo otro intento fallido del hechicero. Los anillos están forjados con la armadura del Rey de los titanes.

- Vrogh- pensaron los JEN.

- Es por eso por lo que tienen una función muy peculiar y rara. Brindan al usuario la capacidad de auto-superarse, pero lo matan al mismo tiempo- hubo silencio y Úiaj prosiguió- Los anillos están hechos de un metal que se alimenta de la energía vital de los seres vivos y es por eso por lo que su uso es traicionero. Un poco de su rendimiento puede provocar la muerte.

- Y allí es donde entran ustedes, elementales- dijo Finegan- Porque solo hay UN tipo de ser vivo que puede resistir al hambre de los anillos dorados. Y si, son ustedes. Los elementales tienen una energía extra que se separa del Böju, si el anillo se alimenta de una de sus energías lo tendrán ocupado durante un buen rato mientras emplean sus poderes. Podrán enfrentar a Hariet y vencerlo.

Antes de que todas las caras se llenaran de alegría, Xón agregó.

- Lamentablemente, es probable que ya no haya anillos dorados. Fismut destruyó uno. No obstante, hay una posibilidad en la Fortaleza de Büul, hay rumores de que Gargas se quedó con el otro. Sólo había dos anillos en antaño, Fismut y Gyan eran sus portadores. Tras la batalla de Casám, el anillo de Gyan desapareció.

- ¿Dos anillos para ocho personas? – preguntó Natal con seriedad.

- Con solo uno, podremos fundir la espada divina, combinar los elementos y hacer más, los suficientes para derrotar al Único.

- ¿Y dónde piensan encontrar la espada…? – se quejó Kay y se quedó mudo cuando Xón reveló entre sus ropas los dos pedazos de la espada divina. El titán mudo lo dejó tomarla y a Kay se le vinieron un montón de recuerdos.

Morgán lo miraba atentamente.

Kay probó algo y mutó su brazo izquierdo al del lobo, este creció y se llenó de cabello azulado, después, el pelo fue reemplazado por fuego. El muchacho sonrió, aún funcionaba. Su brazo volvió a la normalidad y le devolvió la espada a Xón.

- Ahora somos los Centinelas de Paramor, nuestro deber es que seamos los intermediarios para que la misión se complete- habló Finegan- Me dirijo a los vivos- Kay, Sony, Lepra y Dayas prestaron atención- Tomen el medallón de plata, luego busquen y encuentren el anillo dorado. No revivan a sus compañeros hasta que tengan el anillo, esto es vital. Para eso, regresarán al Mundo Helado con cuatro cadáveres humanos.

- ¿Cuatro cadáveres humanos? – preguntó Sony, anonadado.

- ¿No les explicaron? A la muerte no le gusta que jueguen con sus deseos, razón por la cual, el medallón de plata tiene un precio: CADA VIDA DEBE SER REEMPLAZADA POR OTRA.

Al principio hubo silencio.

- ¿Me estás queriendo decir que tenemos que asesinar a cuatro personas?

Finegan asintió.

- Es inhumano- vociferó Dayas- Tiene que haber otra forma.

- No la hay- gruñó Úiaj.

- Sólo así los elementales regresarán. Las vidas se intercambian y las almas de esta dimensión ocupan nuevos cuerpos, los contenedores de espíritus- dijo Xón.

- Sonará cruel, pero no me molesta matar a unos cuantos Narsogs- dijo Kay con cautela.

- No- insistió Finegan- Tiene que ser la misma especie que se pretende resucitar.

- ¿Por qué creen que usé Ryanos de la sociedad para resucitar a los Narsogs en la Isla flotante de Sarmander? – les dijo Dimitrion a los JEN.

- Porque los Narsogs fueron Ryanos en el pasado…- murmuró Kay para sí mismo.

- Nos están pidiendo que busquemos cuatro seres humanos y los matemos, eso va en contra de todo lo que defiendo- dijo Sony, apesadumbrado.

- Serán cuatro héroes ya que, gracias a su sacrificio, el cosmos se salvará- continuó Finegan.

Natal y Jessica hicieron caras largas, estaban incómodos.

- Yo no sé si quiero regresar de esa forma- dijo la muchacha- La culpa me mataría.

- Que conveniente que lo mencionen recién ahora- agregó Natal con sarcasmo.

Kay y Sony los miraron a ambos, pensaron durante largos segundos y les asintieron a los titanes.

- Bien, lo haremos.

Natal y Jessica abrieron los ojos como platos.

- No, no los dejaré. No pueden…- comenzó Jessica.

- Nos volveremos a ver- atajó Kay y le sonrió. Dio un paso al frente y estiró su mano- Hasta entonces, Elementales.

Dayas y Lepra sacaron los cristales a través de habilidades mágicas. Sony colocó su mano sobre la de Kay, le siguió Dayas y luego Lepra. Morgán y Dimitrion se sumaron después. Jessica y Natal parecieron dudarlo, no lo querían, pero no quisieron oponerse y fueron los últimos en completar el círculo y el conjunto de manos.

- Los agentes del caos volverán cuando sientan una fluctuación en el Zen, tengan cuidado- les dijo Finegan y los miró con aprehensión. Xón y Úiaj asintieron seriamente.

- Cumpliremos con el objetivo y el Único se lamentará de haber dominado la Tierra- dijo Sony y los ocho elementales gritaron al unísono- ¡Ah! Y feliz cumpleaños mentor- Natal lo miró con incredulidad. Kay repitió la misma oración.

A continuación, Lepra y Dayas tiraron los cristales al suelo y unos destellos hicieron que ellos, junto a Sony y Kay, desaparecieran.

- Ahora, volvamos a la cueva, que expandirla de tal forma fue para darme un capricho sobre monstruos que hoy no se me dio- les dijo Finegan a los demás. 


DE VUELTA EN EL PASILLO:

Rak estaba durmiendo con Morris entre sus brazos, sentado y con la espalda apoyada en una pared; se sobresaltó y asustó cuando oyó un estruendo, la luz lo cegó y los cuatro jóvenes regresaron. Morris se aferró a su cara, aterrado.

Rak sacó a la peluda criatura que se le había pegado a la cara y lo dejó a un lado.

- Perdón la demora- dijo Kay.

Rak bostezó y se levantó con pereza, luego hizo el triángulo con los dedos para cerrar el portal. Morris se tranquilizó y comenzó a dar saltitos de alegría.

- Cinco horas fuera- dijo con cansancio- Menos mal que sólo eran dos. Estuve a punto de ir.

- Se nota- le dijo Sony.

Kay se rascó la cabeza y sonrió con vergüenza. Rak, que estaba exhausto y recién despierto, notó que su actitud había cambiado.

- Pasaron muchas cosas- habló Lepra- Ahora sabemos que es lo que tenemos que hacer.

- No hay tiempo que perder, tenemos que idear un plan para entrar a la Fortaleza- prosiguió Dayas.

Rak volvió a bostezar y dijo.

- Estuve investigando un poco: el pasillo desemboca entre unas montañas, si las sigues, te encontrarás con la Fortaleza de Büul. No les gustará lo que les voy a decir, pero está fuertemente asegurada. Hay tropas afuera, en torres de vigilancia y en las murallas de la Fortaleza. A Gargas no lo vi, creo que está adentro del edificio. Yo no me arriesgaría, pero ustedes mandan, ahora siempre es así- se sentó, sacó un fruto rojo entre sus ropas y comenzó a comerlo.

Morris saltó al hombro de Sony y se quedó allí, observando la situación con sus dos ojos inmensos.

- Tendremos que idear algún plan, tal vez podríamos usar tu habilidad de invisibilidad- le dijo Dayas a Lepra.

- Y Rak podría llevarnos al interior de la Fortaleza- continuó Lepra.

- Error- dijo el Profeta- Esa Fortaleza está protegida por magia avanzada, ya lo intenté. Hay que entrar por ella mediante el método habitual: la puerta.

- Las tropas nos detectarían y comenzaría la batalla…- dijo Dayas, pensativo- Tengo que pensar…

Sony se alejó un poco de sus compañeros, Morris frotaba su cabeza con el cuello del joven; él le devolvía la caricia con los dedos. Tenía la posibilidad de resucitar a dos de las personas más importantes de su vida, inclusive había vuelto a verlos, no podía estar más feliz. Sin embargo, el precio que había que pagar era altísimo y Sony sintió que traicionaría sus ideales si lo hacía.

Kay apareció a su lado.

- Es difícil- le dijo. Sony se quedó callado, atento- Quiero proponerte algo. No tienes por qué lidiar con la muerte de cuatro humanos, déjamelo a mí. Yo soportaré la carga por ti, yo los asesinaré.

Sony no supo que decir, estaba sorprendido.

- De todas formas, cuatro personas morirán.

- Son cuatro contra billones, Sony- retomó Kay- Piénsalo- luego regresó con los demás.

Sony lanzó un largo suspiro y percibió un murmullo dentro de su mente, la voz de una mujer que se esforzaba por hablarle, finalmente la dejó.

- ¿Qué quieres? – pensó de mala gana.

- Hablar- respondió la voz- No terminamos en buenos términos la última vez.

- ¿Fismut te mandó?

- Vine por cuenta propia, no seas infantil.

- Nadaya, estoy harto de ti. De tus mentiras.

- Perdón, ¿sí? – Sony oyó un suspiro en su mente- No tenía derecho a guardarles lo que sabía, lo sé. Pero así tenía que ser. ¿Les ha servido de algo saber que Hariet es Diego Kimhote?

- Sí, lo hizo. Convencimos a su hermano para unirse a nosotros.

- ¿Estás seguro?

Sony frunció el ceño.

- No te atrevas a pensar mal de mi mentor.

- Ese hombre está más perturbado que todos ustedes juntos, podría estar buscando la manera de defender a su familiar cuando tenga la oportunidad.  

- Eso es… no es lógico. Natal está con nosotros, siempre lo estuvo.

- No te fíes, Sony. Sé inteligente, yo sé que lo eres. Así sí podrás vencer al Oscuro.  

- ¿A qué viniste? – preguntó Sony de mala manera entre sus pensamientos.

- … Extrañaba hablar contigo.  

Sony suspiró y tragó saliva.

- No te entiendo, mujer.

- ¿Qué es lo que no entiendes?

- ¿Por qué me sigues? ¿Qué es lo que quiere Fismut de mí?

- Fismut está ocupado. Como ya te dije, vine por cuenta propia. Puedo leer lo que te está preocupando. Los elementales tienen la oportunidad de regresar, ¿No es así? Inclusive tu prima…

- A eso me refiero. ¿Por qué usas ese tono cuando hablas de Jessica? ¿Te molesta? Dime de una vez qué es lo que buscas.

Al principio, la mente de Sony se quedó en blanco.

- Yo nací en un palacio en los cielos con dos personas, lejos de lo que para ti es normal. Mis padres se la pasaban peleando cuando yo era niña, ambos habían tenido muchos siglos de vida protegiendo la Tierra, habían estado a punto de separarse hasta mi inesperado nacimiento. Yo los até nuevamente y las peleas entre ambos me atormentaban. Un día, con seis años, me escondí en su habitación y encontré un balde de agua, lo tomé y mi mente se transportó a un sector que desconocía, repleto de personas, de casas, de edificios y de vehículos. Allí te vi. Mi padre investigaba a los JEN de vez en cuando a través de ese balde. Te vi, Sony, a un niño molesto y mal humorado, que no se sentía cómodo con su nuevo hermano y le reprochaba eso a sus padres. Te vi y tu vida me empezó a interesar, ese mundo colorido y sobrepoblado, diferente al silencio y la soledad que yo conocía. Al principio te envidié por vivir allí, por tener la oportunidad de convivir en una sociedad de humanos, por no estar solo. Y luego creciste y continué envidiándote por tener un hermano a quién confiarle todo, por tener un futuro, por seguir adelante. Y después empecé a sentir lástima con la muerte de tu padre y el distanciamiento que tuviste con tu madre y abuelo, te admiré cuando reconociste que eras un elemental y te enfrentaste a males peores que la muerte. Te quise cuando oíste mi voz sin saber que se trataba de mí y prestaste atención a mis palabras. Te odié cuando supe que amabas a tu prima y cuando finalmente te vi realmente, no supe que hacer y fingí- Nadaya suspiró y agregó- Yo siempre te observé, Sony.

- ¿Y Fismut?

- A Él lo conocí tiempo después y supo de mi obsesión contigo, por eso me encargó algunas cosas.   

- ¿Me quieres? – preguntó Sony.

- Es una forma de decirlo- respondió Nadaya.

Sony cerró los ojos y procuró regresar con sus compañeros.

- ¿No dirás nada?

- Lo hablaremos mejor cuando todo esto termine- Sony notó que Nadaya se lamentaba, a lo que agregó- Eres un motivo por el cual quiero vencer a Hariet.

Sony oyó un grito ahogado antes de la desaparición total de la voz de la mujer, luego sonrió de una manera especial.

- ¿Tan contento te pone asesinar a cuatro personas? – le dijo Rak al verlo, los demás le habían contado todo.

- No es eso- lo atajó Sony- ¿Cuál es el plan?


LA LLEGADA

Dayas, Kay y Rak atravesaron el pasillo angosto, este desembocaba y se veía rodeado por dos montañas negras. De noche y con un calor de verano, el cielo azul y estrellado tenía algunas manchas circulares parecidas a nubes.

Dejando atrás a las montañas, frente a ellos visualizaron un laberinto, muros compuestos de ladrillo de veinte metros de altura y cinco de espesor, cubiertos por hojas y plantas tropicales; acompañados de algunas palmeras. En la cima había una niebla que danzaba de bloque en bloque como una esencia fantasmagórica.

Dayas y Kay se alegraron de abandonar el frío del Mundo Helado y sumergirse en un clima completamente diferente. Rak lideró la caminata. Con aquel silencio aterrador, tres de los forasteros avanzaron por los senderos que los bloques armaban. Caminaron con cuidado, cautelosos, no sabían que los acecharía primero. Se encontraban en una zona peligrosa, en terreno del enemigo.

Kay encendió su dedo y Dayas iluminó su puño; ninguno se sobrepasó con la cantidad empleada, no querían llamar la atención.

Oyeron la brisa como un sonido agudo y desesperante que manifestó inquietud a los dos jóvenes. Pisaron el césped, verde y corto, de tal modo que parecía recién podado.

Los tres personajes entraron al laberinto y comenzaron a recorrer los pasillos, algunos rastros de la niebla cubrían el césped de tal manera que no podían ver sus piernas.

Aterrados, contuvieron la respiración y tensaron los pechos. Y entonces, una mano tomó a Dayas del tobillo, el príncipe fue rápido y atacó con su puño luminoso, acababa de destrozar un único brazo esquelético.

- No estamos solos- anunció Rak. Y a continuación, oyeron pisadas, metales chocando y susurros; en cinco segundos, cada entrada y cada muro estaba custodiado por una decena de esqueletos parlantes.

- Iguales a los invasores del planeta de Úiaj- vociferó Kay.

- Gargas era príncipe en su planeta, un mundo dominado por seres esqueléticos que esclavizaban a los seres humanos y los llamaban “los seres de carne”- contó el Profeta- Cuando se unió a los Proetas había sido exiliado por su hermano más grande, resultado de una lucha por el trono que inició cuando sus padres fallecieron. Será un idiota, pero Gargas siempre supo cómo tratar a las masas, era muy querido por los Ryanos de Casám, le tenían más estima que a mí. Imagino que estos son los que se unieron a él tras su exilio.

- Creí que no sabían nada el uno del otro- dijo Kay.

- Mucho antes de su traición, él fue mi amigo. Se alejó de mí cuando empezó a tener más relación con Gyan y Fismut, pero esa es historia para otro día- Rak realizó el triángulo con las manos, justo en ese momento, un cadáver parlante saltó desde el muro y cayó sobre él. El esqueleto estaba desarmado, pero trabó sus partes a los brazos y piernas de Rak para que no se moviera. Dayas quiso ayudarlo, pero los otros muertos vivientes portaban espadas y armaduras medievales, ya estaban yendo a matarlos.

Kay incendió el pasto y los esqueletos se prendieron fuego; continuaron moviéndose a pesar de sus cráneos y vértebras pudriéndose.

Dayas usaba sus puños luminosos para acertar simples golpes en los “pechos” de sus contrincantes.  

Rak seguía forcejeando para que el esqueleto lo soltara, Kay usó la fuerza magnética y el esqueleto se desarmó como un rompecabezas. El elemental de fuego estuvo a punto de repetir la técnica con todos, pero Rak lo detuvo.

- Sigamos el plan.

Kay asintió. Los tres recorrieron el laberinto y los esqueletos fueron tras ellos, a aquellos que se les interponían en el camino, Kay los hacía a un lado con la fuerza magnética; Dayas iluminaba el sendero y Rak vociferaba: izquierda, derecha, izquierda, izquierda, izquierda, izquierda, derecha, derecha y así.

Hordas y hordas de muertos vivientes se acumularon como cucarachas y treparon los muros como arañas. Kay y Dayas evitaron mirar hacia atrás.

Finalmente, el laberinto llegaba a su fin y una amplia llanura antecedía una enorme muralla de ladrillo, luego yacía la fortaleza de Büul, un castillo colosal de cien metros de alto, con cinco torres de vigilancia y ventanas. Había Ryanos y muertos vivientes en la cima de las murallas con arcos y flechas.

Toda la atención estaba en los tres personajes. Los arqueros apuntaron desde las murallas y los esqueletos que provenían del laberinto los rodearon. Todo un ejército contra ellos.

Un Ryano gritó en otro idioma (lengua que Dayas reconoció) y una lluvia de flechas cayó sobre ellos. Rak forjó una esfera portal, con los colores y las formas de un agujero negro; todas las flechas lo atravesaron y aparecieron tras los Forasteros, cayendo en los esqueletos del laberinto.

Fueron arrasados por las flechas, pero solo se les quedaron clavadas en las cuencas de los ojos, las vértebras y los cráneos, aún seguían con vida.

Hubo más gritos y los forasteros estaban cada vez más acorralados por los dos ejércitos. Otra tanda de flechas volvió a ser absorbida por la esfera portal y justo cuando iban por la tercera, algo sucedió, el muro comenzó a temblar.

Los Ryanos se detuvieron y se miraron los unos a los otros sin comprender. Hubo crujidos y el claro sonido de rocas moviéndose y de bocas alimentándose. Los esqueletos dispararon de todas formas y volvieron a fallar. En ese preciso instante, una parte del muro se deshizo y varios cayeron a los abismos, estrellándose con los suelos (Ryanos y esqueletos).

Más sectores del muro se deshicieron por sí solos, los Ryanos gritaron desesperados y los esqueletos gruñeron antes de desplomarse. Hubo peñascos y humo en cada zona arrasada. De los escombros surgieron criaturas tan pequeñas como duendes, compuestos por rocas cristalinas, eran los golems de Sony.

No todo terminó allí, una gárgola apareció en los cielos, Lepra y Morris estaban sujetos a su lomo. Los tres aterrizaron en donde estaban sus compañeros y se unieron a la batalla.

- Y dijiste que era un mal plan- le dijo Dayas a Lepra, el otro lo ignoró.

- Dile gracias a Grof por guiarnos en el laberinto- le dijo Rak a Sony.

- La invisibilidad en los cielos funcionó bien- habló la gárgola- Con esa niebla costó guiarlos hacia la salida del laberinto.

- Los golems ya hicieron su trabajo, ahora hagamos el nuestro- vociferó Kay.

Kay y Sony unieron sus poderes, las dos fuerzas magnéticas se fusionaron en una bola de aire, luego se la lanzaron a los esqueletos que se vieron afectados por la repulsión y la atracción del ataque, muchos se convirtieron en cenizas.

De las brechas que habían surgido tras la caída del muro, aparecieron más tropas. Esta vez, eran esqueletos armados hasta los dientes con corazas de metal, espadas afiladas, escudos cuadrados, cuchillos y lanzas.

La gárgola combatió contra los que provenían del laberinto junto a Morris (que se había rodeado de pinchos como lo hacía Clavito). Kay, Lepra, Dayas y Rak se prepararon para el siguiente round.

- Diez mil soldados contra cinco seres carnales- gritó una voz entre la multitud, era Gargas. Con las piernas metálicas como prótesis, un casco de batalla similar a los de los samuráis y una espada de hierro con la hoja verdosa- Ríndanse.

- ¡Al fin estás aquí! ¡Me vengaré…! – gritó Rak, furioso. Pero fue interrumpido por el Intocable.

- ¿Vengarte? – se burló Gargas, quien caminaba lentamente hacia ellos con las tropas alineándose tras él- Pero si tu hermana está aquí con nosotros.

Rak bajó la guardia sin comprender.

- ¿Te atreves a regresar Dayas Jimonte? – le habló Gargas- Valoro tu entusiasmo, pero hasta aquí llega, este es tu fin.
La gárgola y Morris azotaban a los soldados tras ellos y después de un largo rato, lograron derrotarlos. Ambos estaban exhaustos. Sony volvió a la normalidad y se unió al resto con Morris posado en sus hombros (también en su forma natural). Jadeaba sin parar y se sintió molesto con sus compañeros por no haberlo ayudado.

Más fragmentos del muro se desmoronaron y de los agujeros comenzaron a salir Narsogs encapuchados.

- ¿Ella está aquí? – preguntó Rak, incrédulo- Ella está muerta. ¡Tú la mataste!

Las tropas se quedaron quietas en posición defensiva y entre ellos, una mujer se hizo paso. Tenía el cabello violeta y desaliñado igual que Rak, delgada y bonita con una armadura metálica verdosa pegada al cuerpo, también tenía dos alas negras inmensas tras su espalda.  

Kay, Sony, Dayas y Lepra se miraron entre ellos, muy asustados. Rak bajó los brazos y se le quedó mirando, hipnotizado. Hubo un silencio arrasador.

- Hola, hermano- le dijo Hélen.

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