jueves, 6 de septiembre de 2018

El Origen de los Elementales: CAPÍTULO 20.




El Origen de los Elementales: CAPÍTULO 20.

- ¿Jessica? – dijo Sony en voz baja, fue casi inaudible.

Kay avanzó con cuidado y se atrevió a tomarla de la mejilla con suavidad, quería comprobar si era real y no una ilusión. Sintió el frío en los cachetes de la jovencita y se asustó, se echó para atrás, con los ojos abiertos, sin parpadear, mirándola atentamente.

- ¿Es un truco? ¿Otra prueba que superar? – preguntó Kay, triste.

- Ningún truco, Kay- le contestó Jessica, observándolo con comprensión- Estoy aquí.

- Te sacrificaste por nosotros, te moriste- dijo Sony, igual de perturbado que su compañero. Tenía unas ganas incontrolables de abrazarla con fuerza, pero no se animó.

- Lo hice- aclaró Ella- Sin embargo, aquí estoy.

- No estamos vivos ni muertos- habló Morgán- El Mundo Helado alberga los seres que están en el medio. Nos trajeron hasta aquí por una razón.

- ¿Qué razón? – preguntó Dayas, mirando el animal cocinándose.

- Los anillos dorados- dijo Dimitrion y todos, a excepción de Kay, le prestaron atención.

- Los tres centinelas nos regresaron a nuestros cuerpos con magia avanzada- comentó Morgán- No podemos volver al mundo de los vivos. Sin embargo, allí es donde entran ustedes…

- El medallón de plata- vociferó Sony.

- Correcto- le dijo Morgán- El artefacto que puede devolverle la vida a los fallecidos.

- ¿Quiénes son los tres centinelas? – preguntó Lepra, interesado.

- Bueno… sus nombres son algo difíciles de pronunciar y siempre los olvidamos- río Dimitrion. Era realmente extraño para los JEN ver el comportamiento de su primer enemigo, parecía un hombre simpático y hablador a diferencia del cínico y criminal que recordaban.

Kay apartó la vista de Jessica para prestar atención a la conversación, Sony la miraba de vez en cuando. No obstante, Jessica se acercó a Dayas y a Lepra.
- No nos presentaron- les dijo, los hombres (que ya habían comenzado a comer) se levantaron de un golpe con los rostros cubiertos de grasa y la saludaron formalmente- Jessica Carmanguer, la elemental del rayo- y estiró ambas manos para que Dayas y Lepra se las estrecharan al mismo tiempo.

- Soy Dayas Jimonte, elemental del agua y de la luz.

- Y yo Lepra Viman, elemental de la tierra y aprendiz del mago Fismut.

Jessica sonrió. Lepra y Dayas no pudieron evitar contagiarse de su simpatía. Se soltaron y los dos volvieron a sentarse.

- ¿Cómo es posible que tengan los poderes? – preguntó Sony, fijando su atención en Morgán y Dimitrion; y limpiándose las lágrimas- Hariet se los quitó después de muertos.

- El Mundo Helado no es una dimensión ordinaria- le contó Morgán- Así nos lo explicaron los centinelas. Nos dijeron que somos “recuerdos”, es difícil de explicar. Volvimos a la vida de la misma forma que la dejamos, con la misma edad, las mismas habilidades y las mismas ropas. Tengo entendido que, si regresamos al Mundo Real, por llamarlo de algún modo, estaremos sin poderes. Como ya dije, ahí es donde entran ustedes.

- ¿Acaso Fismut nunca les dijo por qué necesitaban el medallón de plata? – preguntó Dimitrion retóricamente. Nadie habló ni hizo gesto alguno- Los elementales tienen que regresar, TODOS ellos.

- Si en el Mundo Real no tienen poderes, ¿De qué nos servirán? – preguntó Lepra con frialdad.

- Tan odioso como Marcos- le dijo Dimitrion a Morgán- Hay actitudes que sobreviven con los años.

Lepra miró a Dimitrion con imponente seriedad.

- A ver… Viman, ¿Cómo te lo explico? – le habló Morgán con fastidio- Los JEN nos devolverán nuestros poderes, ellos pueden hacerlo.

Kay miró a Sony, pero este no le devolvió la mirada, tenía los ojos fijos en el suelo y se lo notaba muy angustiado, finalmente dijo.

- ¿Dijiste… “TODOS”? – la pregunta iba dirigida a Dimitrion.

Dimitrion y Morgán suspiraron, inclusive Jessica cambió su actitud.

- Si…- respondió el elemental del fuego azulado entre suspiros- Él también está aquí. No hablamos. Es el único que no quiere regresar al mundo de los vivos.

No sólo Sony y Kay se sobresaltaron, Dayas y Lepra también lo hicieron.

- No quiere hablar con nadie- les contó Jessica con pena.

- Nosotros siete somos suficientes, no lo necesitamos- dijo Dimitrion con cautela.

- ¿Dónde está? – preguntó Sony.

- No van a lograr nada ha…

- ¿DÓNDE ESTÁ? – repitió Sony con mayor volumen.

El elemental sin cabello realizó otro suspiro y respondió.

- En el lago congelado, a un kilómetro de aquí hacia el norte.

Sony salió de la cueva a buscarlo, Kay se quedó sin saber qué hacer.

- Ve con él- le aconsejó Jessica- Juntos tal vez tengan una oportunidad.

Kay apretó los dientes mientras la miraba, ni siquiera se atrevía a tocarla. Luego fue tras Sony.

- ¿Qué fue lo que pasó contigo? – le preguntó Dayas a Jessica- Nunca los había visto tan perturbados.

Ella se sentó a su lado y comenzó a contarle al grupo como había muerto.

Kay le perdió el rastro a Sony, caminó hacia el norte a través del viento y la nieve, tuvo que envolver su cuerpo en fuego para soportar el frío.

Notó que la cueva estaba bajo una montaña de escaso tamaño, la acorraló y encontró una nueva elevación, un sendero congelado que rodeaba la montaña. El muchacho tragó saliva por la altura y el clima desfavorable, y fue hacia allí.

Del otro lado de la ladera estaba Sony y se vislumbraba el sol entre las nubes y el cielo azulado. Sony estaba petrificado sobre una altura elevada, mirando hacia el horizonte. Kay lo acompañó y reaccionó de la misma manera. Abajo, descendiendo por la montaña y a unos cuantos metros, había un lago congelado repleto de peñascos, y en uno de esos peñascos había un sujeto sentado.

Estuvieron largos minutos sin moverse, no sabían si ir o no. Lo odiaban por lo que había hecho, lo detestaban por haberse ido del mundo de los vivos sin explicación alguna y al mismo tiempo, lo extrañaban más que a cualquier otra persona.

- No creo que quiera vernos- le dijo Kay a Sony con los ojos achinados.
 - Hay que intentarlo- le respondió Sony, sin mirarlo. Juntos, bajaron por el sendero que descendía y recorrieron la llanura blanca que conducía al lago congelado.

El hombre temblaba del frío, sentado en un peñasco cuadrado de tres metros, miraba el lago y no se había percatado de la llegada de los JEN.

Kay y Sony se situaron detrás del peñasco y lo miraron de cerca. Vestía una túnica turquesa, repleta de nieve; el cabello sucio, largo y blanco; y se tomaba de las rodillas mientras temblaba, en posición fetal.

Los dos jóvenes tragaron saliva y rodearon el peñasco, se plasmaron frente a él y el sujeto ni siquiera les prestó atención, tenía la cabeza apoyada en los antebrazos.

- Hola- le dijo Sony, conmocionado. Kay se mantuvo callado y petrificado.

El sujeto levantó la vista y allí los vio, tenías los ojos grises llorosos y colorinches, la barba muy larga como Fismut y sus labios secos vibraban sin cesar.

- Somos nosotros, Kay y Sony- le dijo Sony como si hablara con un niño asustado- Estamos aquí…

Y en un santiamén, Natal levantó su mano izquierda y una ráfaga de aire empujó a los dos JEN contra el lago. El hielo se agrietó y los Elementales temieron que se rompiera.    

- ¡Natal! ¿Qué haces? – exclamó Kay entre gritos.

El sujeto se mantuvo callado y realizó la danza mística, a continuación, el círculo de los magos se formó y el peñasco dónde se encontraba se derritió. Natal formó un tornado y acechó a los que alguna vez habían sido sus pupilos.

Kay usó la fuerza magnética para rechazar el tornado y desarmarlo.

- ¿Elegiste el bando de tu hermano? ¿Es eso? – gritó Kay, furioso y conteniendo el llanto. Luego, formó una colosal bola de fuego y se la lanzó.

- ¡Kay, no, espera! – le gritó Sony demasiado tarde.

Natal saltó, sus pies se despegaron del suelo y comenzó a volar por los aires.

Los JEN se quedaron atónitos, era algo que sólo lo habían visto hacer una vez. Natal los miró con odio, formó una esfera de aire y se las lanzó, los JEN la esquivaron fácilmente, después de eso, Natal voló hacia ellos para atacarlos cuerpo a cuerpo.

- ¡Natal, espera…! – intentó decirle Sony, pero Natal lo embistió con su cuerpo y ambos se arrastraron por el hielo, el cual se agrietaba aún más. La esfera de aire que habían esquivado con anterioridad golpeó a Kay en la espalda, quién estaba desprevenido.

Kay cayó al hielo boca abajo, le dolía toda la columna vertebral y no podía levantarse del suelo.

Sony, en cambio, quedó desplomado boca arriba con algunas gotas de sangre. Natal se sentó en su pecho y comenzó a molerlo a puñetazos en el rostro.

Sony no se resistió, se limitó a observarlo con seriedad mientras el sujeto lo golpeaba con furia.

El rostro de Sony estaba bañado en sangre y un diente se le había salido, cuando notó que Natal estaba exhausto formó una “C” con sus dedos índice y pulgar, al instante, Natal se quedó inmóvil.

Se levantó sin abandonar el gesto con la mano y se dirigió a Kay; Natal lo siguió (flotando por los aires sin poder mover ni un músculo del cuerpo).

Kay se puso de rodillas y gimió del dolor que padecía.

- Escucha- comenzó Sony, dirigido a Natal- Nosotros no…

La misma esfera de aire que había golpeado a Kay, acechó a Sony por detrás, quién fue salvado por Kay gracias a su súper velocidad. Debido a eso, Natal se liberó de la fuerza magnética.

- ¡Váyanse! – gritó Natal, escupiendo saliva- ¡Fuera de aquí! – parecía un loco.

- Tendrá que entender a la fuerza- le dijo Kay a Sony, tomándose de la cintura.

- La esfera de aire desaparece y ataca cuando estamos distraídos, no olvidemos que él nos enseñó todo lo que sabemos, conoce nuestras debilidades- le habló Sony a Kay, sin sacarle los ojos de encima a su mentor.

Por un segundo, Kay quiso decirle algo a Sony y estuvo a punto de no hacerlo, pero finalmente lo hizo.

- ¿Te acuerdas cuando estábamos en la costa esperando al Zefari? – Sony asintió y no pudo evitar sentirse un poco feliz, sentía que volvían a ser un equipo- ¿Lo comprendes? – Sony sonrió.

 Natal volvió a crear el círculo celeste de los magos y todo el viento actuó a su favor como un huracán. Volvió a volar por los aires y forjó dos discos de aire en cada mano.
De la espalda de Sony surgieron las alas grisáceas de la gárgola, voló a centímetros del suelo por la derecha y Kay, con su velocidad, fue por la izquierda.

Sus trayectos conformaron una pinza que concluía en la ubicación de Natal. Kay le lanzó varias bolas de fuego a su mentor, y el huracán las removió todas; Sony, a su vez, le lanzó unos cuchillos de cristal, pero también fueron repelidos por la ventisca. Sin embargo, Kay tomó uno de los cristales que Sony había lanzado y lo volvió a tirar desde otro ángulo.

Natal se concentró en rechazarlo, y en ese preciso instante, Sony le tiró más cristales. Los reflejos de Natal eran lentos y tardó unos segundos en rechazar el contraataque del joven abogado. 

Kay apuntó al suelo y de sus manos surgieron formas de fuego como cohetes; así voló por los aires, a pesar del huracán. Sony usó la fuerza de atracción para mantener todos los cuchillos lanzados suspendidos en los aires, a metros de Natal.

Natal, furioso y entre gruñidos, usó cada disco de aire para atacar a los JEN por separado. Y, a decir verdad, eso era lo que los jóvenes estaban esperando.

Sony detuvo ambos proyectiles a través de la fuerza magnética y Kay, apagó sus manos y mientras caía, utilizó la fuerza repulsora para que los discos fueran contra su mentor.

Natal, sabiendo que el viento no podría contra el viento, descendió a los suelos y los discos chocaron entre sí, causando una perturbación del aire y desapareciendo.

Kay, antes de darse de bruces con el hielo, volvió a forjar los propulsores de fuego y descendió lentamente. A continuación, estiró la mano y los cuchillos cristalinos suspendidos, acecharon a Natal. El viejo elemental creó una esfera que cubrió todo su cuerpo y todos los cristales chocaron con ella.

Sony fue rápido y dos cuchillos perforaron el hielo, escarbaron y formaron un túnel hasta Natal, estos tenían hilos escondidos y ataron las piernas de Natal sin que este se diera cuenta.

Natal eliminó el campo de fuerza y estiró los brazos hacia cada lado (apuntando a Kay y Sony).

- ¡Fuera! – les gritó y estuvo a punto de lanzar nuevas ráfagas de aire, no obstante, Sony movió un dedo y Natal se vio atraído unos centímetros hacia él, y como tenía las piernas atadas, cayó al hielo. Kay aprovechó el desconcierto y usó la fuerza magnética para que Natal no se moviera.

Los JEN se acercaron y se pararon frente al sujeto vencido, boca abajo.
- Se acabó, Natal- le dijo Sony- Somos nosotros, tus pupilos.

Natal pareció tranquilizarse y se dio la vuelta con dificultad, Kay lo ayudó. Los miró entre jadeos y con confusión.

- Son ilusiones- declaró- ¡Más juegos del mago!

- Natal, no, estamos aquí- le dijo Kay, quitó la fuerza magnética y lo tomó de las mejillas.

- Tus manos están frías…- dijo Natal y Kay lo soltó. Cambió completamente de actitud y movió la boca con rapidez, como si no supiera que decir, luego… se puso a llorar. Kay y Sony se contuvieron, pero también querían hacerlo- ¿Están muertos?

- No, un amigo nos trajo hasta aquí a buscar respuestas- le contó Sony.

- Me dieron una paliza- respondió Natal, más calmado y se sentó.

- Tuvimos un excelente maestro- sonrió Kay. Sony lo liberó de las ataduras. Natal se secó las lágrimas y no se atrevió a mirarlos.

- Lo… siento.

 Ninguno de los JEN sabía que decir, jamás habían conocido a alguien que se disculpara por haberse suicidado.

- Hariet ya invadió la Tierra y el Zen- le dijo Kay con seriedad, sin intenciones de tocar el otro tema.

Natal cerró los ojos y suspiró con tristeza.

- Yo sé lo que quieren y mi respuesta es no. ¿Quién les dijo que yo quiero volver a ese mundo de pesadilla?

Sony le dio una cachetada a Natal en el rostro. Kay y Natal se quedaron absortos. El viejo elemental tenía la mejilla colorada por el golpe y el cabello sucio se le pegó a la cara. 

- Lo que lloré por ti, por tu triste vida, no tienes idea- dijo el joven abogado entre dientes- No me importa que lo quieras, tu hermano tiene que ser detenido.

- No puede ser detenido.

- Yo mismo voy a matarlo- gruñó Kay. A Natal no le gustó para nada el comentario y bajó la cabeza, amargado.

- No entienden cómo fue su vida y la mía, los padres que…

- Si, lo sabemos- afirmó Sony y Natal lo miró a los ojos, confundido- En el Alto Mundo nos enseñaron como fue su viaje a América y como fue tu reencuentro con él- Natal frunció el ceño, siempre había sido muy reservado con su vida privada y no le agradaba lo que estaba escuchando- En un planeta llamado Ónix, vivenciamos la crueldad de tu padre y lo sumisa que era tu madre, la vida de Diego antes y después del viaje que lo cambió todo- pausó y continuó- No quiero usarte, Natal, pero eres la debilidad de Hariet, si hay algo de cordura en esa coraza, estoy seguro que tú podrás llegar a ella. 

- Pasaron muchas cosas desde… ese día- dijo Natal y se levantó- No voy a hacerlo, está enteramente convencido de sus ideales y tiene sus razones.

- Pero…

Natal se dio vuelta con brusquedad.

- Ese sujeto será una escoria, pero fue el hombre que me cuidó, me protegió y me crió- vociferó y sonrió con tristeza- Empezó toda su odisea por mí.

- No es tu culpa y me encantaría decir que tampoco es la de él, pero sí lo es- continuó Sony, Kay se mantuvo callado- Eligió matar, eligió mentir, eligió dominar cuando tuvo la oportunidad. Tu hermano está enfermo, Natal.

- ¿Y cuál es tu idea, chico? – gruñó el elemental del viento- Matarlo para que luego yo tenga que seguir viviendo en un mundo que no quiero, sabiendo que ayudé a destruir a quién siempre me amó. ¿O planeas convencerlo y perdonarlo de todas las atrocidades que hizo, inclusive, de la muerte de tu padre? - Sony apretó los dientes- Eso pensé. Si van a vencerlo, háganlo sin mí, la profecía no me incluye. 

- El hombre que me enseñó a luchar y a perseverar nunca hubiera huido de una pelea- dijo Kay con seriedad- Al parecer, la vida de mi mentor terminó con la pistola en su cabeza- a continuación, le dio la espalda y se marchó.

- Todos ustedes siguen los planes de Fismut- dijo Natal- Esa escoria es peor que mi hermano.

- No sólo se trata de él- le susurró Sony, mirando como Kay se iba- Tú eres el único que puede hacer que Kay y yo volvamos a ser lo que fuimos- Natal abrió los ojos como platos. Sony miró el suelo, avergonzado- No puedes darte a la idea de cómo te extrañamos. Fuiste nuestro guía, fuiste más que eso… pero bueno, si esa es tu decisión, ya no quiero molestarte, tenemos un mundo que salvar- Sony caminó detrás de Kay y se detuvo un segundo, sus ojos estaban brillosos- Te quiero, amigo mío y gracias por todo.

Natal contempló como los dos jóvenes se retiraban y cerró los ojos rápidamente para contener el llanto.


EN LA CUEVA

- Se los dije- exclamó Dimitrion, dentro de la cueva, apenas los JEN regresaron con las caras largas y cubiertas de sangre, escarcha y suciedad, ninguno le prestó atención y se sentaron al lado del fuego para combatir el frío.

- Déjalos en paz- lo retó Jessica, quién estaba curándose las heridas en los hombros que se había ganado en la batalla con Foucen. No tardó en buscar un pañuelo y limpiarle la sangre a cada uno.

- Pedro no tiene el coraje, en su lugar, yo tampoco lo tendría- dijo Morgán- Sus amigos nos contaron todo- señaló a Lepra y Dayas. Los JEN sólo se limitaron a respirar, a jadear cuando Jessica tocaba las heridas que más les dolían y a colocar las manos cerca del fuego- Eso explica por qué el Oscuro se quedó petrificado cuando le sacó la máscara, vaya… y yo creí que había tenido suerte de matarlo por la espalda.

- ¿Qué pasó? – les preguntó Dayas, preocupado por ellos.

Sony sacudió la cabeza, tenía el rostro limpio con algunos cortes profundos; llevó la lengua a su pared izquierda de la boca, formando una bolita en el cachete, después respondió.

- No se nos unirá.

- Me recuerdan a una vez que Frank y Nicholas estaban enojados conmigo porque no lograban convencerme de viajar al Zen- contó Morgán, Kay y Sony lo miraron con interés. Él sonrió- No lo sabían, ¿verdad? Yo fui para sus padres lo que Pedro fue para ustedes. Éramos un equipo de tres.

- Hasta que los traicionaste- dijo Kay de mal humor.

- No puedo echarle toda la culpa a la marca negra- continuó el viejo elemental de cabello largo- Él me ofreció salvar a la mujer que yo amaba, Gloria, y yo acepté. No estoy orgulloso de lo que hice y mis pupilos pagaron el precio por mis errores. No obstante, Hariet me engañó, y…- Morgán abrió los ojos como platos- Montarnen, ven y toca mi frente, como lo hiciste en la batalla de los Andes, mira la verdad con tus propios ojos.

- Hazlo conmigo también, por favor- le habló Dimitrion, los demás hicieron silencio, atentos. Kay se mantuvo quieto, sin intenciones de molestarse. Jessica lo miró y él suspiró, se levantó y se plantó en medio de los dos viejos elementales.

Kay se sintió intimidado ya que era la atención de otras seis personas, sin embargo, carraspeó y posó dos dedos de cada mano en las frentes de sus antiguos enemigos. Ellos tuvieron que separarse entre sí, para dejar un hueco donde Kay pudiera entrar. Al instante, Kay se sintió aturdido por memorias que no le pertenecían.



MEMORIA 1:

“- Los noto extraños desde su aventura en el Mundo Helado- les dijo Morgán a Frank y Nicholas mientras caminaban por el césped- ¿Qué se supone que tenemos que hacer en esta dimensión desconocida?

- Según el mago, Juan Jimonte no fue expulsado, sino que fue llevado a esta dimensión para proteger al alma del Oscuro- le contó Nicholas.

Morgán pareció decepcionarse.

- Ese idiota merecía ser expulsado, por su culpa los Elementales originales se separaron- vociferó.

- Hay un templo aquí, nuestra misión es ir a comprobar si los rumores son ciertos, si el alma de Hariet fue liberada- dijo Frank. Tanto Nicholas como Frank estaban más serios que de costumbre.

Morgán los observó con recelo e intuyó que algo no andaba del todo bien.

- El Zen es un mundo enorme- dijo- Tardaremos días o meses en…

Y entre los árboles, los tres hombres observaron un inmenso castillo negro de puntas afiladas y torres cilíndricas.

- El Templo de Jimonte- anunció Nicholas.

Morgán arqueó las cejas, celoso.

- Al menos ahora veo algo del tamaño de su ego- pensó.

Se situaron frente a las inmensas puertas y estas se abrieron solas.

- Vayan, yo me quedo, voy a aburrirme de ver tantas fotos o cuadros de ese fanfarrón. Los espero aquí- les dijo Morgán.

- No tienes remedio, mentor- sonrió Frank- No hables con desconocidos- Nicholas también emitió una risa. Ambos entraron al Templo de Jimonte y las puertas se cerraron tras su espalda.

Morgán se sintió mejor al ver a su pupilo bromear como siempre lo hacía. Apoyó su espalda en una de las enormes paredes y se sentó a descansar.

Esperó horas y aún no regresaban, estaba aburrido y comenzó a dar vueltas para matar el tiempo.

Y entonces, un sujeto apareció ante él. Un hombre adulto con la barba y el cabello anaranjado, la corona real sobre la cabeza, una armadura de oro con la insignia del águila y envainando una espada de acero.

- Esta es una agradable sorpresa- le dijo. Morgán lo observó con interés.

- Señor- hizo una fingida reverencia- No pretendo molestar en vuestro reino, yo…

- Mejor cállate, elemental- habló el monarca con brutalidad- No es de mi interés saber cómo llegasteis hasta aquí.

- ¿Nos conocemos? – preguntó José, frunciendo el ceño.

- Si, tú me asesinaste por la espalda- le dijo el monarca con una sonrisa malévola- Aquí me conocen como Minos Jimonte, Rey de Zimpat, el reino del águila. Sin embargo… tú me conocíais por otro nombre.

José se le acercó al hombre de cabello naranja y lo miró de punta a punta, sin comprenderlo.

- ¿Así te ves sin tu casco? – le preguntó, incrédulo- Creí que habías muerto- y a continuación, su mano se tornó blanca como la nieve.

- Este no es mi verdadero cuerpo, elemental- le contó Minos. Morgán arqueó las cejas, confundido- No tienes por qué entenderlo. Dime… ¿Cuál es vuestro nombre? Siempre me lo pregunté- El monarca estiró su mano derecha y Morgán voló por los aires en contra de su voluntad, mientras sacudía sus piernas intentando liberarse; los agujeros de su nariz, sus ojos y su boca comenzaron a sangrar.

- José… Morgán- le contestó a duras penas.

Y en ese instante, Minos sintió un mareo y Morgán cayó al suelo, liberado.   
    
- ¿Qué fue eso…? – preguntó Minos y dibujó una desagradable sonrisa en su rostro.

José se arrastró por el suelo y se limpió la sangre con el antebrazo, logró ponerse de rodillas y se quedó así.

- Amas a una mujer, como yo lo hice- le dijo Minos. Morgán abrió los ojos como platos, ¿Cómo sabía eso? – Y ella está muriendo.

José apretó los dientes y se llenó de ira, temía lo peor.

El monarca se le acercó, José no le sacaba los ojos de encima, a continuación, Minos lo ayudó a levantarse a la fuerza.

- Voy a perdonarte, José- le dijo Minos- Y para eso, tendrás que hacer algo por mí. Pero descuida, te devolveré el favor. Has sido testigo de mi poder, yo soy el único que puede salvarla.

Morgán se quedó sin aire que respirar y sus ojos de color miel se abrieron como platos.

- Fuiste un bastardo en Ondárroa, ¿Por qué habría de confiar en ti? – preguntó José, sus ojos brillaban.

- Hice lo que tenía que hacer, José- le contestó Minos, ambos estaban a centímetros mirándose las caras- Pero eso ya quedó en el pasado. Lo único que quiero es conocer al detalle cómo fue aquella batalla. Quiero saberlo todo. Dime los nombres de tus compañeros, cuéntamelo todo.

Morgán no lo pensó dos veces, amaba a su esposa Gloria más que a nada en el mundo y estaba dispuesto a hacer lo que sea para salvarla, inclusive si eso significaba traicionar a sus viejos compañeros. Se quedó mudo y le enumeró a todos los elementales de antaño, sus historias y sus habilidades. Lo único que no le dijo fue que Frank y Nicholas eran elementales por descendencia y estaban dentro del Templo.

- Ya te dije todo lo que sé. ¿La salvarás? – preguntó Morgán, asustado de que todo haya sido una trampa.

- Por supuesto, José. No eres el único que ama a una mujer- le contestó Minos y lo tomó del brazo derecho. Morgán sintió una punzada de dolor y cuando el monarca lo soltó, vislumbró un extraño tatuaje de formas ovaladas y sin sentido alguno- Esto es lo que usarás para curarla, volveremos a vernos, José…

Minos se marchó caminando, había un caballo entre los árboles, lo montó y se fue.

Horas después, Frank y Nicholas salieron del Templo y le contaron que no habían encontrado nada, Morgán les dijo que había estado durmiendo mientras los esperaba y ocultó el tatuaje con la ropa.”



MEMORIA 2:

“- ¿Qué haces Morgán? ¿Por qué estás en nuestra contra? – le gritó Nicholas, indignado. Él y Frank estaban sucios, sangrando y empleaban sus habilidades mágicas en las manos. Hace días viajamos juntos al Zen… no tiene sentido.

- Te abrí las puertas de mi casa…- gruñó Frank- Nos enseñaste todo lo que sabemos.

Dimitrion miraba a José con duda, pero este, tenía los ojos rojos y sólo se limitaba a continuar con la batalla.

- ¿Son tus pupilos? – le preguntó Dimitrion a José, también sudando y con las manos rodeadas de fuego azulado.

- Ya no- respondió Morgán a regañadientes- Son traidores- y gritó cuando forjó bloques de hielo y se los lanzó. Frank estiró ambas manos y ráfagas de fuego chocaron con el hielo. La noche era evidente y los cuatro elementales luchaban intensamente entre sí.

Dimitrion creó otras ráfagas de fuego oscuro y estas colisionaron contra las de Frank, Nicholas no se quedó atrás y formó una ola de lava para amasar a sus enemigos. Frank había notado a un hombre de uniforme observando la batalla, petrificado; uno de los bloques de hielo partió un árbol y este estaba a punto de aplastar al soldado, por lo cual, el elemental del fuego lo pulverizó antes de que lo aplastara. El hombre se retorció del miedo y continuó contemplando ese feroz combate.

- ¡Los elementales tienen que ser reconocidos por la humanidad! - gritaba Nicholas mientras manipulaba las olas de lava- ¡Para eso es el Proyecto Light! ¡El Rey de la G.N.U.M aceptó el trato, por eso estamos aquí, en la Isla Tanque! ¡No servirá de nada que se opongan!  

Morgán hizo oídos sordos y formó gigantes de hielo, Dimitrion sólo lo siguió.”



MEMORIA 3:
(Por alguna razón, Kay pudo ver que había pasado un año y que ahora se encontraba en el 2208, poco antes de que él cumpliera un año de vida.)

“- Tus seguidores me dijeron su paradero. Ya estoy listo. ¿Qué es lo que quieres? – le preguntó Dimitrion a Morgán, quién yacía de espaldas en una habitación oscura.

- Ve y destrúyelos. No debe quedar nadie con vida. Un solo fracaso puede significar el fin de todo lo que conocemos, ¿Me entiendes?

- José, ¿Para tanto es? No puedo terminar con la vida de una familia, así como así. Son parte del linaje de los elementales…

- Mi nombre es Miljen, no José- lo corrigió- ¡Y no son inocentes! Nos traicionaron. Si los dejas vivir, serán terribles las consecuencias. Adelante Dimitrion, el gran mago te lo ordena.

- Yo no creo que el gran mago…

- ¡EL GRAN MAGO TE LO ORDENA!

Ambos individuos se encontraban en una habitación abandonada y muy oscura, Miljen yacía de espaldas (vestido con una gran túnica escarlata) acariciándose el brazo derecho, donde se encontraba tatuada una figura que el otro ser no lograba divisar con total claridad.

- Escucha Morgán, te hice caso cuando fuimos a aquella isla política para impedir no sé qué cosa y salió mal, nos enfrentamos a dos de los nuestros, los cuales tú tildas de traidores y sirvientes a la oscuridad. No tengo por qué seguir lo que te propones, me cuesta creerte. Hace mucho tiempo que no nos vemos y me vienes con todo esto.

- Si el día de mañana el mundo se encuentra perdido, quien enfrentará la gran cólera de Fismut, serás tú, no yo- respondió Morgán, aún de espaldas- Además… son los culpables de la muerte de Gloria.

Dimitrion lanzó un alarido de tristeza, se contuvo, meditó y finalmente dijo:

- Dime entonces, ¿Qué debo hacer? - Miljen sonrió complacido.

- Ve hacia la casa que se encuentra entre las calles: 23 y Salvador, que parezca una falla del sistema de gas, mátalos a TODOS. ¡Mata a todos los Montarnen! 

Dimitrion se levantó, aún no convencido y fue a cumplir su cometido… (…)[1]

Tardó algunos días en converse a sí mismo de cumplir con tal atrocidad, tenía que asesinar a toda una familia por órdenes del mago, había hecho cosas terribles, pero esa… sería la peor.

Se situó sobre la terraza del edificio al frente del hogar de los Montarnen, miró sus manos y se arrepintió. Era de noche, la angosta calle tenía algún que otro vehículo transitando y abajo, en la casa, se oían ruidos de festejo.

Estuvo a punto de irse, no obstante, Morgán apareció a su lado, ya no era el mismo, la mitad de su cuerpo se había tornado gris; la oscuridad no le dejó a Dimitrion examinarlo en su totalidad.

- Hazlo- le ordenó. Dimitrion negó con la cabeza- Hazlo- repitió. Dimitrion ya no sabía qué hacer, así que opto por algo distinto… encendió su mano con el fuego azulado y cuando procuró lanzarla a la casa, cambió la trayectoria a último momento y atacó a Miljen. El Redentor rechazó el ataque con una mano y el proyectil cayó en la casa…

- ¡No! – gritó Dimitrion y quiso saltar hacia allí, pero Morgán lo tomó de la cara y en ese instante, un tatuaje apareció en la mitad del rostro del elemental sin cabello; luego lo tiró y Curtansen se desmayó.

Cuando Dimitrion despertó, Miljen había desaparecido y las llamas del caos se habían esfumado. Las alas del dragón verde aparecieron tras su espalda y saltó del edificio, planeó y cayó cincuenta metros. En su forma humana, Dimitrion entró a la casa devastada, repleta de humo, peñascos, cenizas y muertos…

Buscó desesperadamente y fue testigo de un horrendo episodio, se arrodilló entre los escombros y lloró. Entonces… oyó un sonido, un bebe llorando. Se levantó rápidamente y atravesó la vieja sala de estar, allí encontró un cadáver irreconocible por las llamas alrededor de un infante, sano y salvo.

Dimitrion lo tomó entre sus brazos y el bebe se sacudió, llorando sin cesar. El elemental lo miró y por primera vez, sintió que tenía que proteger al niño cueste lo que cueste, si Morgán lo descubría, vendría a terminar con el trabajo. Eso significaba traicionar los deseos del mago, pero por un leve instante, creyó que probablemente Morgán estuviera mintiendo…

- Muchacho, lo siento tanto- le dijo al bebe y miró a su alrededor para comprobar que nadie lo espiaba- Yo seré la familia que te fue arrebatada injustamente, es mi culpa todo esto. Te cuidaré, criaré y amaré como el hijo que nunca tuve.

De repente, sintió un potente dolor en la cabeza, el tatuaje en la cara le ardía y por un momento, fue como si sus pensamientos no le pertenecieran. Dimitrion meditó y miró al bebe con ternura, quién se había calmado y lo observaba atentamente.

Oyó la bocina de los bomberos, pronto estarían allí. Dimitrion suspiró con opulencia.

- Si pudiera lo haría, niño- le dijo- Pero Morgán me buscará y es mi misión detenerlo, además, siento que algo se está apoderando de mi cordura…- de repente abrió los ojos como platos- Ya sé que hacer.

Y entonces, dejó al bebe Kay en la puerta de la casa de los Dameron, tocó la puerta en plena noche y antes de marcharse, le dijo.
- Sé fuerte, muchacho. Si yo no puedo contra Morgán, tú lo harás- apretó los dientes y se ocultó entre las sombras de un balcón; las luces de afuera de la casa se prendieron y un hombre abrió la puerta donde encontró al bebé. Era Nicholas.

Nicholas Dameron miró hacia todos lados y no encontró a nadie, Dimitrion desapareció apenas su misión estuvo cumplida.”

Kay se apartó de los dos viejos elementales y se alejó del grupo.

Sony, Jessica, Dayas y Lepra lo miraron con interés, se morían por saber qué era lo que había visto.

- No sé qué buscan mostrándome eso, que los perdone o que los odie más- dijo Kay con pesadez, de espaldas.

- No podemos remendar lo que pasó, pero nos gustaría que lo entiendas- habló Morgán, Dimitrion asintió.

Kay suspiró durante diez segundos y se dio vuelta. Dijo algo que dejó a todos anonadados:

- Los perdono.

Realmente parecía que ni Dimitrion ni Morgán se lo venían venir, sus rostros se pusieron colorados y se tensaron, luego apretaron los dientes con dureza para no largar la emoción…

Kay sonrió con amabilidad. Nadie podía creer lo que acababa de decir. El sujeto más testarudo, orgulloso, vengativo y rencoroso dejaba el odio hacia un lado. Y particularmente Sony se sintió esperanzado. 

A continuación, el muchacho salió de la cueva, donde las ventiscas y la nieve habían cesado. Jessica fue tras él.

Kay se sentó en una roca de hielo, al lado de la entrada; dicho bloque se encontraba sobre el sendero que rodeaba la montaña, abajo se vislumbraba todo el paisaje congelado; ya estaba atardeciendo. Con el Böju consiguió conformar un cigarro y lo encendió con el dedo, lo fumó mientras se acariciaba el ojo morado, que le dolía y aún no se curaba por sí solo como siempre.

Jessica lo miró desde la entrada y tardó en acercársele.

- Cambiaste mucho- dijo al fin.

Kay se llevó el cigarro a la boca y la contempló. Estaba sentado con la mano apoyada y las piernas extendidas, aunque eso significara congelar su trasero.

Jessica se sentó a su lado en silencio, no hubo palabras. La jovencita hizo un esfuerzo en revisar el ojo morado de Kay, pero él se alejó como si ella fuera a atacarlo. Quitó el cigarro de sus labios y expulsó todo el humo por la boca.

- Estoy bien, gracias.

- ¿Qué te pasa? – preguntó ella- La última vez que nos vimos…

- Eso fue hace mucho, Jessica- la interrumpió- Viví cosas feas desde tu muerte, el niño infantil y estúpido que conociste ya no existe.

- Yo nunca creí que fueras así- pausó, lo miró y le dijo- Si yo no hubiera muerto, ¿Qué crees que hubiera pasado… entre nosotros?

- Nada.

Jessica suspiró con tristeza.

- Me enamoré después de que te fuiste- le comentó y sacudió el cigarro para deshacerse de lo que ya no servía- Agustina se llamaba, la asesinaron frente a mis ojos.

Jessica apretó los dientes y abrió los ojos como platos.

- Eso es horrible. Realmente cambiaron las cosas…

- Yo creo que deberías hablar con Sony, no conmigo- le aconsejó Kay- Ese mismo año peleamos a muerte entre nosotros y una de esas razones fuiste tú.

- ¿Yo?

- Si. Hay cosas que él se guardó y no pudo decirte. Por eso, habla con él.

Jessica estaba confundida y se acarició el largo y desaliñado cabello.

- Me pregunto qué dirá mi mamá cuando la vea otra vez después de tantos años. “Hola mamá, reviví”. Parece una tontería. No sé si quiero regresar…- suspiró otra vez y agregó- El mundo debe ser muy distinto a como lo recuerdo.

- El mundo no existirá si no regresas. Te necesitamos, a ti, a todos ustedes- le dijo Kay, Jessica realizó una pequeña sonrisa- El desquiciado con la armadura planea matarnos a todos.

- ¿Y qué es lo que quiere? 

- Según las memorias que conocimos, planea convocar a los agentes del caos, unos parásitos que purgarán a la humanidad- le dijo Kay- Habla de reconstrucción y un mundo sin clases sociales, y sólo es un asesino con buenos discursos. 

Jessica asintió, dándole la razón.

- Lamento haberles ocultado que conocí a Morgán, que lo ayudé y que fue él quien me llevó a la isla flotante.

- Eso quedó en el pasado- rió Kay, hacía tiempo que no lo hacía.

- Es lindo verte sonreír de nuevo.

Kay tiró el cigarro al vacío y la miró a los ojos, antes de despertar ciertas sensaciones que habían quedado en el pasado, se levantó y entró a la cueva.

- Habla con Sony- le dijo antes de desaparecer. Jessica emitió un tercer suspiro.

A los minutos apareció el joven abogado.

- Me dijeron que querías hablar conmigo.

Jessica lo miró con afán, ¿Qué era lo que nunca le dijo?

- Ven- le dijo con una sonrisa- Estás enorme, primo.

Sony asintió con algo de timidez y fue con ella. Detuvo su atención en una rampa de la montaña, rodeada de nieve; le pareció un tobogán gigante y un impulso infantil se apoderó de él. Carraspeó y miró a Jessica, quién no le sacaba los ojos de encima.

- Me dijo Kay que tuvieron una pelea- retomó la muchacha- Eso explica por qué están tan… distanciados.

- Es complejo- respondió Sony, sin muchas ganas de hablar del tema.

Jessica asintió comprensiva.

- Él dice que hay algo que no me dijiste en el pasado y que esa fue una de las razones de su pelea.

Sony tragó saliva y sintió que le apretujaban el pecho.

- Yo… yo…

- Dilo, puedes confiar en mí.

- Lo hago- Sony miró el cielo azul, suspiró largamente, tensionó los hombros mediante un respiro y los liberó- Yo estuve enamorado de ti, Jessica- lo dijo sin titubeos, era lo mejor, aunque se arrepintió al instante.

- ¿Enamorado de mí? – los ojos de Jessica brillaban y su expresión denotaba confusión- Pero somos primos.

- Lejanos- aclaró Sony.

- Somos familia- Jessica apretó los dientes.

Sony se sorprendió de sí mismo cuando tomó a Jessica de la mano y le habló con delicadeza.

- Tú sabes que siempre me fue difícil explayar lo que siento a las personas que me importan. Y ya te perdí una vez, no voy a desperdiciar esta oportunidad- Jessica se quedó tildada, esperando que a Sony no se le ocurriera besarla- Sin embargo…- Jessica levantó las cejas y Sony denotó franqueza con lo siguiente- Eso era lo que sentía hace algunos años. Yo… bueno- carraspeó- Te veo y se me viene todo el pasado a la cabeza, miles de sensaciones increíbles que me hiciste pasar en instantes. Son recuerdos, nada más.

Jessica sonrió, una lágrima le había caído. Ahora fue ella quien tomó a Sony de las manos.

- Eres la mejor persona que conozco, bravucón. Te mereces la felicidad absoluta.

Sony pensó en Hariet al escuchar eso último, le soltó las manos con amabilidad y procuró retirarse.

- Y… ¿Sony? - habló Jessica, cambiando el tono de su voz- ¿Cómo se llama ella?

Sony se quedó petrificado. Jessica rió a carcajadas.

- Intuición femenina. No me incumbe, discúlpame- la mujercita entró a la cueva antes que él. Sony estaba tan absorto que apenas pudo desviar su atención al cielo azul.      

Entonces oyó un zumbido, luego un temblor que hizo que la nieve que se situaba en las partes más altas de la montaña cayera de a poco.

Sony frunció el ceño y entrecerró los ojos, bajó la vista y se asustó, corrió directo a la cueva donde sus compañeros estaban sentados conversando y gritó.

- ¡Foucen está aquí!

Dayas y Lepra estaban acostados y se levantaron de un movimiento, Dimitrion y Morgán salieron primero, Kay y Jessica fueron tras ellos. Sony, en contra de su voluntad, los siguió.

El demonio de hielo estaba causando estragos, les lanzaba bloques de hielo que tomaba con sus gigantescas manos y chocaban con la montaña. Apenas vio a los siete personajes, amontonados en la entrada, se descontroló y rugió con intensidad. Tenía múltiples rasguños en el cuerpo, los JEN intuyeron que eran resultado de su batalla con Jessica.

- ¿Cómo nos encontró? – preguntó Dimitrion y miró a Jessica con desdén- ¡Dejaste que te siguiera!

- ¡Me aseguré de que no me viera irme! – le gritó Jessica.

- Bueno basta- dijo Morgán- Somos siete contra uno. No hay nada que temer.

- ¿Qué ocurre si mueren en este mundo? – le preguntó Dayas, mientras todas las miradas iban hacia Foucen.

- El medallón de plata no podrá hacer nada por nosotros- respondió José.

- Tal vez podríamos llamar a Rak y salir de aquí todos juntos a través de un portal- exclamó el príncipe.  

- No, Jimonte. Somos recuerdos de lo que alguna vez fuimos. Si salimos de aquí, nos evaporaremos para siempre y nuestra esencia se extinguirá. Tendrían que revivir a otros con el medallón de plata.

Dayas miró a Lepra y ambos suspiraron con desgano.

- Quédense aquí. Los vivos nos encargaremos de ese monstruo, sin ofender- dijo Lepra con seriedad.

- ¿De verdad? – rió Dimitrion con sarcasmo- La última vez casi se mueren todos por esa bestia. ¿Qué hubiera pasado si no llegábamos a tiempo?

- Dejen de pelear- vociferó Kay, todas las miradas fueron hacia él- Vamos todos- y descendió por la rampa de nieve de la montaña, deslizándose como si anduviera en esquí mientras el humo y la escarcha iban tras él. Dimitrion fue el primero en seguirlo.

Foucen los esperaba.   

Sony y Morgán fueron los siguientes. El cuarteto se plasmó frente al enemigo.

José manipuló el hielo para atrapar a Foucen por completo y congelarlo, todo parecía haber terminado rápidamente, pero el hielo se agrietó y el monstruo blanco se liberó. Dimitrion y Kay emplearon los dos tipos de fuego mediante múltiples bolas que funcionaron como balas. Todas rebotaron en la piel del demonio.

Sony forjó una gigantesca ola de lava mientras sacudía sus brazos simultáneamente dibujando un círculo. La lava rodeó a Foucen y entre las cortinas que lo atrapaban, aparecieron cuchillos de cristal que lo embistieron.

Los cuchillos quedaron atascados en la piel del demonio de hielo, quién solo se limitó a gruñir y a enseñar sus enormes colmillos de gorila. A continuación, aplaudió y una ráfaga de viento desvaneció todas las olas de lava.

Jessica, Dayas y Lepra se habían quedado en la entrada, contemplando la batalla. No tardaron en sumarse al grupo.

José empleó una nueva técnica y dos gigantes de hielo fueron creados. Atacaron a Foucen y este rugió nuevamente, el tono de su voz se tornó aguda y los gigantes se destruyeron en mil pedazos. Sony tragó saliva. ¿De dónde había salido semejante personaje? Se preguntó.

- Hubieras sido de mucha utilidad durante la batalla en Ondárroa- le dijo Morgán a Foucen. Estaba respirando con dificultad, sus dos mejores técnicas le habían quitado mucha energía y no habían servido de nada.

Foucen lo notó, corrió hacia él y lo tomó de la cintura con una única mano, luego comenzó a exprimirlo.

- ¡No! – gritó Kay y su brazo se tornó peludo y azulado como el del lobo, luego le golpeó un puñetazo a Foucen en la espalda. Fue certero y Foucen se retorció, dándole oportunidad a Dimitrion de rescatar a José. El brazo de Kay volvió a la normalidad, pero el puñetazo le había dolido intensamente, Foucen parecía tener la piel de acero.

Dayas usó la luz para forjar una lanza, Lepra no era capaz de crear tierra, sólo de manipularla, por lo que tuvo que armar el círculo de los magos. Jessica se esforzó y sus manos apuntaron al cielo, al instante, un fino rayo cayó sobre Foucen, pulverizando el hielo y causando una explosión de escarcha y agua.

Dayas vio su oportunidad para manipular el agua bajo el hielo y corrió hacia el demonio (quién claramente era indestructible). El cabello blanco se había tornado negro en algunos sectores y se lo notaba algo debilitado.

El príncipe levantó el agua bajo el hielo, hubo chorros que distrajeron a Foucen, luego intentó clavarle la lanza en la cabeza. No obstante, el monstruo se anticipó y le golpeó la cara con un puñetazo que dejó al pobre Dayas en el suelo, fuera de combate.

Lepra siguió inmediatamente después, tenía unos hilos mágicos en sus dedos. Lo acompañaron Kay, Sony, Morgán, Dimitrion y Jessica con sus respectivas habilidades, todos juntos atacaron al demonio.

Foucen volvió a cambiar el tono de su voz y gritó a una frecuencia tan alta que todos los elementales se detuvieron a medio camino, se retorcieron del dolor, sus habilidades desaparecieron y se tomaron de la cabeza para evitar oírlo. Los oídos de los Elementales sangraban y Foucen no detuvo su grito.

Dayas despertó con el sonido y sufrió junto a todos los demás.

Y entonces, un disco de aire le dio a Foucen en la nunca, nada le hizo, pero fue suficiente para que dejara de gritar. Un hombre de túnica turquesa acababa de atacarlo y caminaba tranquilamente hacia él.

Los elementales fueron capaces de levantarse, a todos les dolía la cabeza y se quedaron absortos ante los hechos.

- Vete- le ordenó el hombre a Foucen- Vete y no vuelvas.

- Natal…- susurró Sony, rendido. Ninguno pudo oírlo.

Foucen se detuvo y se quedó plasmado frente a Dick Natal. Era nueve veces más grande que el viejo elemental.

- ¡Te matará…! – gritó Kay, sin escuchar su propia voz.

Natal y Foucen intercambiaron miradas. Hubo una tensión insostenible hasta que Foucen le rugió a Natal en la cara y se marchó. Natal ni se había inmutado.

Primero fueron los pasos de la bestia y luego el viento, poco a poco los siete personajes recuperaron la audición.

- ¿Qué le dijiste? – le preguntó Dayas.

- Qué se fuera- contestó Natal con seriedad.

- ¿Y te hizo caso?

Natal asintió. Kay y Sony estaban felices de volver a ver a su mentor, pero la situación no dejaba de ser de lo más extraña. Y entonces… notaron que las manchas negras de Foucen (que el rayo de Jessica le habían causado) le habían pelado todo un sector izquierdo de la piel y allí había una gigantesca cicatriz que iba desde la costilla del monstruo hasta su cintura.

“Ambos rieron y se detuvieron a observar a Natal, quién yacía en cuero lavándose las heridas (que se había ganado en el templo cuando la estatua lo empujó) con las aguas de un pequeño manantial que se ubicaba a metros de la pequeña colina donde se encontraban. Algo inusual notaron, el elemental tenía una inmensa cicatriz que iba desde la costilla izquierda hasta la cintura.

- Oye Natal- lo llamó Kay- ¿Te sacaron un riñón alguna vez? Creí que los elementales inmortales eran inmunes a las enfermedades graves.

Natal se colocó la armadura verde que le habían regalado. La cual no había utilizado en sus últimas aventuras. Terminó de lavarse y fue con sus compañeros.
- No. Esta marca que tengo es lo único que me queda de mi antigua contraparte. La contraparte Amdor, como le decíamos nosotros.   
- ¿Quieres decir la bestia que todos los elementales poseen? - preguntó Sony, lleno de curiosidad.
- La misma, no nos entendíamos y nos separamos. Eso es todo- respondió Natal con frialdad e intentó cambiar de tema- ¿Trajeron sus armaduras?  
- Las dejamos en la guarida- dijo Sony.
- ¿No se entendían? - preguntó Kay después- ¿Quieres decir que tu otra parte podía razonar? ¿Y qué era?”[2]
  
A Kay y Sony los invadió el mismo recuerdo, miraron a Natal con asombro, ese hombre no dejaba de sorprenderlos.

- Es… tu contraparte de Amdor- dijo Sony- ¡Es una bestia de los nueve corazones!

Dimitrion y Morgán sonrieron. Natal le respondió.

- Lo era.

Dayas y Lepra no sabían si sorprenderse por volver a verlo o por escuchar semejante verdad.  

- A Foucen nunca le gustó pelear- contó Morgán, mirando a Natal- Y eso casi mata a Pedro en una ocasión, por eso lo expulsó de su cuerpo.

- Es el más fuerte de todas las bestias de los elementales- agregó Dimitrion- Fue una pena para nosotros, pero tenía que hacerse.

- No parece ser un pacifista- gruñó Lepra.

- La partida de los Ryanos hizo que perdiera la cabeza, los quería mucho según nos contaron- dijo Morgán y se acercó a Natal- ¿Qué haces aquí?

Natal miró el suelo y luego fijó sus ojos grises en los de José.

- Vine a ayudar- José sonrió y en silencio, le dio una palmada en la espalda.  

- ¡Y así, los ocho elementales, después de muchos siglos, vuelven a reunirse! – vociferó Dimitrion, emocionado.

Tras el festejo y los reencuentros, los ocho personajes regresaron a la cueva; sentados en troncos que habían cortado y calentándose con el fuego de dos colores (cortesía de Kay y Dimitrion).

Natal continuaba serio y no seguía los chistes. Fue entendible para todos y nadie insistió. Entonces, Sony le preguntó algo a los tres viejos elementales, algo que siempre le había intrigado.

- ¿Por qué se reunieron para enfrentar a Hariet? ¿Cómo llegaron a América? ¿Cuál es el origen de los elementales?

Morgán, Dimitrion y Natal intercambiaron miradas, los más jóvenes hicieron silencio, estaban intrigados.

- Porque ese hombre quería reordenar todo a su voluntad- contestó Dimitrion- Quiso ser juez, jurado y verdugo. Y no le importaba deshacerse violentamente de aquellos que no le sirvieran, yo no iba a dejar que alguien así nos gobierne- Morgán asintió y Natal apretó los dientes- El resto es historia…


QUIENES VENCIERON EN EL PASADO

Fismut había salido de las garras de Diego a duras penas. Estaba débil y apenas pudo escapar a la villa vecina de Ondárroa, llamada Lequeitio.

Pidió ayuda en las calles, su magia se había agotado y no tenía nada para comer. La gente lo tildó de mendigo y lo ignoró. Estuvo días viviendo entre las calles y siendo despreciado por las personas.

Su estado era deplorable, apenas podía levantarse con la ayuda de su bastón; su túnica estaba toda manchada de la suciedad del suelo y de su propio vomito. Su barba yacía manchada y desaliñada, su rostro pálido, sus labios secos y sus mejillas coloradas. Él creyó que pronto moriría, ya no tenía sentido preocuparse por las decisiones del Kimhote, la vida había vuelto a no tener sentido para él.

Era de noche y las carretas pasaban a su lado como si fuera un perro. A duras penas, revisó entre la basura con la esperanza de alimentarse; tres jóvenes estaban haciendo lo mismo, llevaban vestimentas demacradas y andaban descalzos, sucios y hambrientos.

Fismut no les prestó atención, creyó que hasta los pobres lo rechazarían, no aguantó más y se desplomó en el suelo.

Uno de ellos se le acercó y le ofreció un vaso roto con agua, Fismut lo tomó, sorprendido y sintió un leve alivio al sentir el líquido bajar por su garganta.

- ¿Mejor? – le preguntó uno de los jóvenes, tenía el cabello rubio. Fismut asintió en silencio- Me llamo Juan y ellos son mis amigos José y Marcos- Fismut sólo los miró, dejando su vida al azar. Los tres jóvenes lo ayudaron a cargarlo y lo llevaron a una casa abandonada donde había más chicos.

- Lo encontramos en la basura- le dijo Juan a los demás. Fismut notó que la mayoría rozaba los dieciocho años. Había cuatro y al instante, se sumó un quinto. Tenía la cara repleta de lágrimas, los ojos grises y el mago notó que era el más joven de todo el grupo- Él es Pedro- le contó Juan- No le gusta mucho hablar.

Marcos le presentó a los demás.

- Diego es el que tiene rulos, Manuel se parece a una fruta, te será fácil acordarte de él. El de ojos verdes es Francisco y el gordo que nunca sonríe se llama Ángel.

- ¿Tienen apellidos? – preguntó Fismut con sus pocas fuerzas.

Los jóvenes se miraron entre sí.

- No tenemos padre ni madre, ninguno de nosotros, la guerra nos los quitó. Renunciamos a nuestras familias e inventamos nuevos apellidos- le contó José.

Fismut sonrió y los tres que lo sostenían lo ayudaron a sentarse.

- Gracias- dijo.

Siete de los jóvenes se le acercaron e invadieron su espacio personal, no dejaban de examinarlo como si fuera un bicho raro.

- ¿Dé dónde vienes? – le preguntó Ángel, era bajito y gordo.

Fismut no tenía energía para hablar, menos para conversar y sólo se limitó a asentir.

- Dicen que un loco invadió Ondárroa- vociferó Manuel.

- Oigan, chicos, vamos a dejarlo tranquilo- ordenó Juan, quién se notaba ser el mayor de todos y quién los dirigía.

- ¿Quién te hizo a ti el líder? – gruñó José.

- Yo- retomó Juan.

José no lo pensó dos veces y se abalanzó sobre Juan, ambos pelearon en el suelo, uno sobre el otro, entre puñetazos tontos, rasguños y mordeduras. Los demás se encargaron de vitorearlos entre gritos.

Fismut apenas podía prestarles atención, eran niños maleducados para él.

Y entonces, el más pequeño de ellos se acercó a Fismut y todos prestaron atención, no era muy sociable. Le acarició el rostro al mago y lo miró fijamente con el ceño fruncido. Fismut recuperó un poco el foco de la vista y se quedó impactado.

- ¿Cómo te llamas, niño?

- Pedro, Pedro Kimhote.

Fismut apretó los dientes y simuló su sorpresa, hubo una pausa de largos minutos. Recuperó la voluntad y se levantó por cuenta propia. ¿Y si había mal interpretado las palabras de Yará? ¿Y si el Kimhote de la profecía no era Diego?

- Vamos a necesitar leña para el fuego- le dijo al grupo.

Así pasaron dos meses enteros hasta que Fismut fue capaz de recuperar algunas de sus habilidades. Las practicaba en secreto cuando todos dormían, esperando tenerlas pronto otra vez. Él sabía que el enfrentamiento con Hariet era la causa de su debilidad.

Un sábado, los chicos fueron a buscar algo de comer, Fismut y Pedro se quedaron. El mago estaba limpiándose los brazos con un pañuelo viejo y mojado, en ese momento, se arremangó el brazo izquierdo y Pedro notó una horrenda cicatriz.

- ¿Eso te hicieron allá?

Fismut negó con la cabeza.

- La tengo hace mucho tiempo, probablemente nunca sane.

- No todas las cicatrices están en el cuerpo- dijo Pedro y quitó un collar con forma de triángulo, Fismut recordó que Diego tenía uno igual.

- ¿Cuál es tu historia, muchacho? – le preguntó con cautela.

- El que tiene la armadura mató a mi familia- dijo Pedro con frialdad- Yo los vengaré.

- No lo sabe, mejor- pensó Fismut y dijo en voz alta- ¿Puedo contarte un secreto?

Pedro le prestó atención, interesado. Fismut se esforzó y pudo hacer que su bastón brillara por unos segundos.

- Aún no me recupero del todo- dijo- Soy un mago.

Pedro se quedó en silencio y vociferó.

- Eso no prueba nada.

Fismut se sorprendió de que no le creyera.

- Cuando esté mejor, te lo probaré, lo prometo.

Los chicos llegaron justo a tiempo, habían cazado unos peces con unos palos en el río Lea. Estaban exhaustos y muertos de hambre, le encargaron a Fismut cocinarlos.

Fismut se sentía un tonto, se había encariñado con todos esos chicos, otra vez volvía a cometer el mismo error. Intentó ser frío, pero las risas y las bromas de esos chicos eran contagiosas; por un momento, el mago se olvidó de Ondárroa, de los nueve corazones, del corazón oscuro y de Diego Kimhote.   

No obstante, el destino volvió a golpearlo en la cara. A las cuatro de la madrugada oyeron gritos desde las otras casas, todos juntos fueron a investigar y vivenciaron el caos en persona: Gargas había llegado junto a sus secuaces esqueléticos y los Narsogs.

Los chicos se desesperaron y Fismut les dijo que mantuvieran la calma, que él los protegería. Los nueve personajes se escondieron hasta que el fuego y la sangre estuvieron a metros de ellos, no les quedó otra que escapar. Los Narsogs los encontraron, inclusive el mismo Gargas vio a un anciano huir junto a ocho jóvenes, reconoció a Fismut inmediatamente y fue a matarlo de una vez.

- ¡Ven aquí, viejo compañero! ¡No me conformé con tu amada, también te quiero a ti! - gritó el esqueleto parlante, desenvainando su espada.

Los jóvenes gritaron del susto, ninguno sabía pelear y con lo mal alimentados que estaban apenas podían matar a un mosquito. Fismut golpeó el suelo con el bastón y nada pasó, se desesperó, él tampoco era bueno luchando.

- ¡Corran! – les dijo y todos juntos huyeron hacia dónde ya no había casas, y sólo predominaban árboles.

- ¿Qué haremos? Estamos perdidos- dijo Manuel, desesperado.

- ¡Son muertos vivientes! – exclamó Ángel.

- ¡Sigan corriendo! – dijo Juan.

- No te atrases, Pedro- le dijo José.

- ¡Vamos! – alentó Francisco.

- Es el fin- habló Diego.

- ¡No se quejen y corran! – gritó Marcos.

Ellos siguieron huyendo y Fismut se detuvo, la horda de Narsogs y esqueletos cubría todo el bosque como si fueran una manada de cucarachas.

- Vamos, vamos, vamos- se dijo Fismut a sí mismo y apoyó su palma en un árbol- Vamos, vamos, vamos. ¡Rápido!

Los chicos notaron que el adulto se había quedado atrás, algunos quisieron regresar, pero fueron detenidos por otros, nada podían hacer, el anciano había elegido morir.

Gargas caminaba orgulloso, a diferencia de sus secuaces, quiénes acecharon a Fismut, este último yacía entre dos árboles que se distanciaban por nueve metros.

- ¡Vamos, vamos, vamos!

Y entonces, su palma hizo efecto en el árbol y los perseguidores colisionaron contra una barrera invisible, una pared mágica entre los dos árboles. Los esqueletos se deshicieron, volaron cráneos, clavículas, costillas, rótulas, vértebras y demás. Los Narsogs se convirtieron en huevos estrellados, cubiertos de sangre.

Fue desagradable. Fismut siguió corriendo y alcanzó a los chicos, que se habían detenido a observar.

- Ya se los explicaré- les dijo. Pedro lo miraba con una sonrisa pedante.

Gargas se volvió inmaterial y atravesó la pared invisible sin problemas. Con su espada la perforó y esta se hizo añicos como el vidrio. Los sobrevivientes lo siguieron.

Fismut y los demás habían llegado a un descampado de algunos metros, una circunferencia rodeada de árboles. Estaba intentando algo con el bastón que aún no funcionaba. Los chicos se le quedaron mirando.

- Escuchen, estaremos a salvo, confíen en mí- dijo- Soy un mago y los protegeré con mi vida. Ustedes me cambiaron- sonrió con nerviosismo y algunos pensaron que se había vuelto loco- Ocho jóvenes, parece una broma.

- ¿De qué hablas? – le preguntó Juan.

- Les contaré la Leyenda de Amdor – dijo Fismut. Los chicos apretaron los dientes, tenían que escapar, no quedarse allí a escuchar una historia- ¿Sabéis lo que es un indígena? – todos negaron y estuvieron a punto de quejarse hasta que…- Bien, son humanos, como vosotros, nacidos en una tierra lejana. Algunos de ellos resguardaron males en artefactos sagrados: los nueve corazones- Finalmente Fismut logró hacer brillar su bastón y gracias a este, un medallón de bronce apareció en la palma del mago- Un arqueólogo tomó uno de ellos, volvió a España y abusó de ese poder para sus propios deseos egoístas- los chicos escuchaban con atención, pero oyeron a los vitoreos del ejército que venían a destruirlos y se alarmaron. Fismut continuó como si nada- Pedro Kimhote, Juan Jimonte, Manuel Curtansen, José Morgán, Ángel Carmanguer, Marcos Viman, Diego Montarnen y Francisco Dameron. Vosotros sois los elegidos, vosotros derrotarán al demonio Hariet, vosotros se convertirán en los protectores de este mundo porque a pesar de todo lo que tuvieron que vivir, aman este lugar y lo defenderán cueste lo que cueste. Vosotros seréis los elementales- los chicos se le quedaron mirando, con las bocas abiertas y a continuación, el medallón de bronce brilló y se los llevó a todos, justo antes de que el ejército de Gargas llegara.

- Fismut te hizo vivir eternamente porque creyó que eras el elegido por Yará, el Kimhote de la profecía- habló Sony, Natal cerró los ojos- Eres el único que podía guiar a los JEN, a nosotros…

- ¿Cómo saben todo eso? Hasta los pensamientos de Fismut- preguntó Lepra con recelo.

- Ellos nos lo contaron todo, inclusive lo que no sabíamos- dijo Morgán.

- ¿Ellos? – preguntó Dayas.

Y entonces, tres personajes entraron a la cueva de improvisto. Todos ellos vestían túnicas y armaduras doradas.

Aparecieron un sin fin de vigas de metal y perforaron la cueva, causando temblores. Dayas, Lepra, Sony y Kay se pusieron en guardia. Las vigas flotaron por los aires y funcionaron como taladros, expandiendo el espacio de la cueva, el ancho y la altura; finalmente, la pequeña cueva pasó a medir cincuenta metros de largo.

Morgán se deshizo de la nieve que caía y Lepra manipuló la tierra para que ninguna roca los aplaste.

Los tres hombres avanzaron con cuidado; sólo Kay y Lepra bajaron la guardia.

- Hoy es el día de los muertos, ¿verdad? – dijo el joven elemental de fuego, Sony se sorprendió de oírlo bromear.
Todos tenían la piel verde. Los ojos del primero eran del tamaño de pelotas de tennis y con la forma de los gatos (de color amarillo y pupilas negras).

Su altura superaba los cuatro metros y su contextura era robusta y musculosa como si se tratara de un humano del planeta Tierra, pasado de esteroides.

Tenía dos colmillos gigantescos sobre la boca, rectos y apuntando hacia abajo.
Además, dos arrugas estaban dibujadas sobre sus mejillas, evidenciando sus estados de ánimo. Las orejas eran grandes y su cabello largo y oscuro, totalmente liso y perfectamente peinado hacia atrás. Para terminar, no llevaba calzado, dejando al descubierto sus inmensos pies.

Miró a Kay y emitió un resonante “Mmm”.

El segundo sujeto era enano y robusto, la nariz redonda, barba anaranjada y ojos oscuros cubiertos de arrugas, su espesa armadura hacía que, con cada paso, la tierra temblara.

El tercero era un hombre gigante y gordo, calvo, barba canosa, rasgos de un adulto y la armadura dorada sujetándole la barriga. Era quién estaba manipulando las vigas de metal, las cuales se tensaron y quedaron atascadas en la tierra como estacas y postes.

- Ellos son los tres centinelas, los que nos trajeron a este mundo- le dijo Dimitrion a los JEN.

Sony y Dayas bajaron la guardia y los miraron con desconfianza, no los conocían. Morgán, Dimitrion, Jessica y Natal les hicieron una reverencia muy formal, y Kay y Lepra se les acercaron, anonadados.

- Perdónenme señores, pero sus nombres aún me son difíciles de recordar- les dijo Morgán a los tres centinelas, que yacían en silencio.  

- Xón, el irrompible. Úiaj, el destructor y Finegan, el azotador- anunció Kay en voz alta- Los tres últimos titanes del mundo.



[1] La guerra de las bestias: La espada divina y el tesoro de los aztecas. CAPÍTULO 19. “Memorias y Muerte”. Pág 110.
[2] La guerra de las bestias: El águila dorada. CAPÍTULO 12. “De vuelta con el tirano”. Pág 105.

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