jueves, 2 de agosto de 2018

La Primera Generación: CAPÍTULO 15.



La Primera Generación: CAPÍTULO 15.

- Te amo- le dijo Hélen a un joven y delgado Fismut. En un mundo bellísimo, frente al mar, la arena, las flores y el ambiente del caribe.

- Yo no soy como Gyan…- se excusó el joven mago, de cabello oscuro y largo, sin barba y sin canas. Vestido con una túnica blanca y desgastada- Él…

Hélen posó su dedo índice en la boca de Fismut.

- Yo quiero estar contigo, no con él- aclaró la mujer de cabello violeta (el cual era liso y colorido), quién, en aquel entonces, no tenía las alas de un cuervo en la espalda- ¿Cuándo vas a entenderlo?

- Yo soy un cobarde, Hélen- dijo el muchacho y se apartó de ella- No me gusta combatir, no sería capaz de protegerte, no tengo la fuerza.

- Deberías confiar un poco más en ti mismo. No serás un guerrero, pero tienes más que muchos otros hombres que conocí.

El jovial Fismut, lejos de aquel anciano con barba blanca, se acercó a Hélen y procuró besarla en los labios con decisión.

- ¡Nos llaman! – interrumpió Rak, quién había estado escuchando todo detrás de unas rocas.

- ¡Rak! ¿Cuándo vas a dejar de espiar lo que hago? – se quejó su hermana.

- Sólo te protejo…

- ¡Tú…! – estalló Hélen, sin embargo, el mago la interrumpió riendo con fuerza.

- Tu hermano es el sujeto más fascinante que conocí- dijo- ¿Los Proetas se reúnen? ¡Vamos!

Rak y Hélen se dirigieron miradas de disgusto, finalmente decidieron acudir a la reunión sin hablar entre ellos. Hacia el noroeste había un pueblo con viviendas extravagantes, repleta de Ryanos que convivían en armonía, construcciones fantásticas hechas con materiales inexistentes en otro mundo. Se encontraban en el planeta Casám.

Muchos comían frutas y vegetales propios de ese hábitat. Había una hoguera de inmensa magnitud en el centro, dos sujetos esperaban al trío. Uno era una criatura esquelética, con armadura gris, escudo y espada envainada, también poseía un casco sobre la cabeza y la figura de un cráneo con dos faroles amarillos tras los agujeros de sus ojos. Parecía sonreír en todo momento, ya que se vislumbraban todos sus dientes; mientras miraba el fuego.

El segundo personaje era un muchacho de treinta años (y la piel beige) con una amplia espalda, cabello blanco muy corto (con forma de cresta) y chivita del mismo color; una túnica gris (igual de precaria que la de su hermano Fismut), unos dedos repletos de anillos dorados; nariz respingada, ojos oscuros, su figura era más ancha y formada que la del joven mago. Tenía la expresión de un hombre formal, responsable y serio. Acompañaba al esqueleto parlante (Gargas) frente a la colosal hoguera.

- Tarde- fue lo primero en decirles apenas llegaron.

- Rak, hace una hora te ordenamos que le digas al mago y a la joven que les informes sobre la reunión inmediata- agregó Gargas, con una voz mecánica y entrecortada.

- Yo… tuve un percance- dijo el muchacho de cabello violeta (más adolescente y sin la barba que en la actualidad poseía).

- Espiándonos- gruñó Hélen en voz baja.

- Bueno, basta- se hartó Gyan- No tenemos tiempo para esto. Sólo te diré, Rak… que no soporto la impuntualidad ni la irresponsabilidad. Tú sabés a quién nos enfrentamos, no es un juego.

Rak apretó los dientes y bajó la cabeza, apenado.

- Hermano…- le habló Fismut, para desviar la atención en Rak- ¿Por qué querías vernos?

Gyan miró a Fismut y luego examinó las chispas que el fuego creaba.

- El Caído está formando un ejército… especial- informó con lentitud- Peor de lo que imaginamos.

- Los llamamos: los Narsogs- continuó Gargas- Son Ryanos manipulados por los poderes de Büul. Un experimento del Caído en el sur que tuvo resultados catastróficos. Apenas nos enteramos por viajeros Ryanos.

- ¿Volverá a por nosotros? – le preguntó Fismut a los dos.

Gyan asintió con imponente seriedad.

- Büul tiene un trato con el PRODIGIUM- dijo Gargas, el esqueleto parlante- Si el Caído abre las puertas del templo, toma el TORQUEM y libera al caos, aquella entidad le ofrecerá un ejército de agentes del caos.

- ¿Un ejército? – exclamó Hélen, horrorizada- ¡Apenas pudimos destruir a tres de ellos en tres ocasiones diferentes y dándolo todo en batalla!

- Nosotros somos los únicos que nos oponemos a la voluntad del Caído- dijo Gyan, dirigiéndole la mirada a la mujer- Lo está intentando todo para vencernos. Tenemos que estar listos. 

- ¿Qué haremos? – preguntó Rak, en un susurro apenas audible.

- Deberán confiar en mi- afirmó Gyan- Fismut y yo nos iremos a otro lugar. Hay algo que quiero probar, un experimento que podría ser de utilidad para derrotar al Señor de las Tinieblas.

- ¿Y qué haremos nosotros? – dijo Hélen de mala manera, Gargas también fulminaba al hechicero con sus ausentes ojos.

- Defenderán a los Ryanos hasta que volvamos- contestó el hechicero.

- ¡Büul nos matará antes de que ustedes regresen a Casám! – gritó la joven con gran histeria- ¡No voy a dejar que masacren a los Ryanos!

- Tranquila, yo los defenderé contigo- le habló Rak a su hermana.

- ¿TÜ? – dijo Ella, al borde de la cólera- ¡Si ni siquiera les tienes estima! ¡Los ignoras porque te aborrecen las diferencias! ¡Eres un idiota superficial!

- Hélen, cálmate- le ordenó Gyan- Rak y Gargas te ayudarán. Necesito que Fismut me acompañe y sólo él. Confíen en mí.

El angel de la muerte tragó saliva y Fismut posó su mano en el hombro de Ella.

- A la primera señal de problemas, volveré.

Fismut, a diferencia de todos los demás, parecía ser el único al que Hélen no le podía discutir. Se relajó y suspiró.

- Vayan- dijo- Mataré a cualquiera que quiera arruinar la comodidad de estas pacíficas criaturas.

Gyan asintió y estiró su mano para que Fismut la tomara, el muchacho lo hizo. A continuación, un vórtice se abrió en el espacio, seguido por una luz centelleante que los chupó a los dos. Gargas estaba molesto…

- Bueno, Gargas, no te ofendas, pero soy mejor que tú organizando las tácticas de batalla- le dijo Hélen. Gargas estaba perdido mirando el cielo, especialmente el área por el cual los hermanos se habían esfumado.
- En mi planeta, los seres de carne son inferiores a nosotros, ni siquiera pueden dirigirnos la palabra sin nuestro consentimiento- dijo Gargas con aquella voz mecánica.

- Vuelve a tu planeta si quieres- lo desafió la mujer- Porque si no lo haces me obedecerás a mí.

Gargas pareció meditarlo y se le acercó.

- ¿Cuál es tu estrategia, princesa?

Rak también se sumó.


LA LLEGADA DE BÜUL

Transcurrieron dos meses y los hermanos Gyan y Fismut no habían regresado. Hélen y Rak comenzaron a dudar y Gargas desaparecía cada tanto, sin ser visto.

Uno de esos días que Rak y Hélen ayudaban a los Ryanos a asentarse en un lugar seguro bajo la superficie de la tierra, transportando los materiales necesarios para su supervivencia durante la batalla. Los seres de piel gris y porosa estaban infinitamente agradecidos con los hermanos de cabello violeta.

- ¿Todo entendido? – le decía Hélen a su hermano mientras escoltaban a los Ryanos más ancianos- Así resistiremos lo suficiente.

- Desearía que no te expongas tanto, déjaselo a Gargas- le replicó Rak.

- Soy una guerrera, yo me encargo del frente- gruñó ella.

- Tú y yo somos los únicos que quedamos de nuestro planeta desde que Büul invadió en el momento que conocimos a Gyan y Fismut. No soportaría perderte.

Hélen ignoró el último comentario y respondió con crudeza.

- ¿Qué estás insinuando? ¿Qué Gyan y Fismut están del lado de…?

- Para nada- aclaró Rak con rapidez- Sólo digo que Büul SIEMPRE aparece dónde están esos dos. Nuestra familia pagó el precio, pero no los culpo. El Señor de las Tinieblas es de lo peor. Sin embargo, ¿No resulta obvio? No sé por qué, pero Büul los está buscando.

La mujer, vestida con una impecable armadura plateada y el pelo recogido hacia un costado, se quedó pensativa.

- Tengo una idea- vociferó- ¡Era hora de que usaras esa cabeza, Rak!

- Habla- le insistió el hombre de cabello violeta.

- ¡Le haremos creer a Büul que sabemos dónde están los hermanos! ¡Así lo distraeremos lo suficiente! Luego le diremos a Gargas, cuando aparezca…

- ¿Por qué estás tan segura de que regresarán justo a tiempo? Ya pasaron dos meses…

- Porque lo sé- dijo Ella, esperanzada.

Rak se quedó mudo, disgustado y después de una leve pausa, le dijo.

- Ese Fismut… no me agrada. Es como Gyan, pero más despistado y debilucho. No me gusta para ti.

- Querido hermano- le dijo Hélen con notable ironía- Realmente no me importa lo que pienses. Yo quiero estar con él.

Rak suspiró y se separó de Ella para ayudar a los otros.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, todos los Ryanos estaban resguardados bajo una inmensa montaña al oeste, esperando lo peor. Gargas vigilaba el perímetro a su alrededor, también era muy querido por los Ryanos. Hélen yacía estableciendo los toques finales para la defensiva, procuraba que Büul vendría acompañado.

Rak temía. Ya había visto al Caído en el pasado y se había espantado debido a su inmenso poder y a su desmesurada crueldad. Le tenía terror. Se asentó en la colina próxima a la de su hermana (eran dos elevaciones que se distanciaban por diez metros); en el centro acababan de conformar una barricada, compuesta con materiales propios de Casám, tan duros como el acero.

En la noche se oyeron los murmullos a la lejanía, las luces y las pisadas…

Rak y Helén habían establecido un sinfín de palos delgados, clavados en diferentes zonas; todos estos palos tenían un cristal verde, azul o turquesa que brillaba e instauraba un mayor campo de visibilidad. Las estrellas y las cuatro lunas en el cielo de Casám también sumaban a la iluminación de la región.

Tras las dos colinas y la barricada, los palos brillantes y el césped, había un bosque con árboles de un metro, las sombras se acumularon desde aquella dirección y los Proetas presentes fueron testigos de la llegada de una horda de monstruos espantosos: Los Narsogs.
Rak tragó saliva y Hélen se mantuvo expectante.

El ejército de Narsogs avanzó sin cuidado por el pequeño bosque, arrasando con todo a su paso a grandes zancadas. El sonido fue atroz, los árboles se desmoronaban con su paso y la tierra temblaba. Cuando llegaron a los palos, algunos se vieron atraídos por las luces de los cristales.

- ¡Ahora! – le gritó Hélen. Rak formó un triángulo con los dedos y los cristales de los palos brillaron intensamente, luego chuparon las manos y los pies de los Narsogs, quiénes gimieron del dolor. Los cristales se habían vuelto agujeros negros por unos segundos y habían succionado las extremidades de los invasores. Luego, regresaban a la normalidad y cada cinco segundos, volvían a ejercer una fuerza de atracción que los Narsogs no podían evitar.

El plan parecía estar marchando a la perfección, hasta que un nuevo sujeto apretó el puño y todos los cristales explotaron en mil pedazos. La sombra de un colosal ser apareció entre las bestias maldecidas, era él… era Büul.

Empuñaba un mazo de pinchos en la mano izquierda, su cuerpo estaba rodeado por una armadura gruesa de color gris y algunos tonos de negro, repleta de formas conoidales, la larga capa en la espalda y el casco cubriéndole todo el rostro (como a Hariet). Este tenía dos agujeros para los ojos, dos líneas rectas y otras dispersas que conformaban al yelmo, además, las hileras en su armadura se veían iluminadas por una luz roja, como fuego ardiente.

- ¿Dónde… están? - resonó su voz temblorosa y siniestra, arrastrándose entre las consonantes.

Hélen, a pesar de las advertencias de Rak, escaló la colina y se posó en su cima.

- ¡Aquí, desgraciado! – le gritó- ¡Si quieres saber dónde están Gyan y Fismut, tendrás que matarme!

- ¡Y a mí! - gritó Rak, quién, para sorpresa de su hermana, había subido a la cima de la otra colina.

Büul gruñó y no respondió. Sus lacayos dieron saltos por los aires para atacarlos, la batalla acababa de comenzar.

Hélen no retrocedió y se dirigió hacia ellos, desenvainó la lanza de un gladiador, con la punta en forma de flecha y el mango dorado, y se abalanzó sobre sus enemigos.

- SÍGANME- les dijo Hélen a los Narsogs que se le acercaban, los que la escucharon, se detuvieron, cambiaron de posición y se pusieron de su lado. Hélen tenía la habilidad de manipular mentalmente a los seres de poca convicción o poco uso de la razón.
El ángel de la muerte y un puñado de Narsogs contra otros Narsogs. Los sonidos del enfrentamiento no tardaron en resonar: gritos, gemidos y choques de armas blancas. Hélen usaba su lanza como una auténtica combatiente, la giraba entre sus brazos, la usaba para impulsarse, atravesar a dos bestias maldecidas al mismo tiempo, la arrojaba y la recuperaba; en menos de dos minutos, ya había acabado con treinta Narsogs.

Rak, por su parte, empleaba su habilidad de forjar portales con mucho ingenio: por ejemplo, dos Narsogs quisieron golpearlo y el muchacho creó dos portales, los puños de aquellas criaturas se toparon con el par de vórtices, los atravesaron… y a metros de este acontecimiento, los puños de las bestias maldecidas emergieron de otros dos agujeros y golpearon a dos de su propia especie en la cara, venciéndolos.

Por otro lado, también le sobraban esos cristales especiales, los cuales yacían ocultos entre sus ropas para ser utilizados en casos más extremos.

Gargas aún no aparecía, supuestamente se encontraba haciendo la guardia de los Ryanos.

Büul, por su parte, aún no era completamente partícipe del conflicto. Se limitaba a examinar las técnicas de sus enemigos, plantado en el suelo.

Hélen había conseguido redoblar a más bestias maldecidas, cien de ellos estaban luchando de su lado contra miles. Los Narsogs se los devoraban de la manera más repugnante, les arrancaban las orejas, las cabezas y los dedos de los pies.

Ella quiso seguir avanzando, llegar hasta dónde se encontraba el Señor Oscuro. No obstante, las filas de su ejército seguían llegando del bosque.

- ¿Dónde están?insistió Büul a lo lejos.

- ¿Por qué tanto interés? – preguntó Hélen, sudando y forcejeando para cortarle las costillas a otro contrincante con su espléndida lanza- ¡Tienes a los famosos Proetas frente a ti!

Büul no respondió y se quedó tieso.

- ¡Hélen! - gritó Rak cuando notó que descuidaba a tres Narsogs que iban hacia Ella. No tuvo tiempo de reaccionar y a continuación, un sujeto ATRAVESÓ mágicamente a miles de soldados y en un parpadeo, defendió a la mujer y asesinó a las bestias. Era Gargas, el intocable.

- Era hora- le susurró Ella, en agradecimiento.

Gargas asintió, portaba dos espadas en las manos y sus ojos amarillos se movían de un lado a otro, se detuvieron en Büul y continuaron…
Gargas tenía una habilidad muy útil: era capaz de volverse intangible, de no ser tocado; así, tenía la capacidad para traspasar objetos o seres vivos. De ahí a su apodo.

Destrozó otros tantos y Hélen pudo volver a toda marcha. Rak se tranquilizó y continuó en su sector, luchando.

- ¡Rak, segunda táctica! – le ordenó a su hermano entre gritos. Él la escuchó con dificultad y formó el triángulo con las manos. Segundos después, la tierra que dividía el bosque del descampado dónde se desarrollaba la batalla, desapareció y mutó a un colosal agujero negro. Muchos Narsogs cayeron en él. Luego, otro vórtice del mismo tamaño apareció entre los cielos, a kilómetros de altura, los afectados cayeron por los aires, algunos se salvaron porque tenían alas en sus espaldas, no obstante, la gran mayoría colisionó contra la dura tierra mediante golpes secos, muy desagradables. Hubo una lluvia de Narsogs.

Büul miraba el cielo y a simple vista, parecía sorprendido.

Gargas engañaba a sus enemigos, estos lo atravesaban como a un fantasma y el esqueleto parlante se encargaba de sorprenderlos por atrás y vencerlos.

Todo sería perfecto, de no ser por el Señor de las Tinieblas que se negaba a participar, y eso generaba mucho estrés y desconcierto para los Proetas.

El número de Narsogs había disminuido considerablemente, pronto, sólo quedaría Büul.

- ¡Lucha más duro o te sacará a la fuerza la información del paradero de nuestros compañeros! – le gritó Hélen a Rak, molesta. Claramente, para despistar a sus enemigos. Y en ese momento… algo intangible atravesó el cuerpo de Hélen y una espada rodeó su cuello por detrás, Gargas la tenía rodeada.

- ¿Sabes dónde están? – le preguntó con su voz mecánica. Büul prestó atención.

Rak tardó en reaccionar y observó con horror lo que estaba sucediendo.

- ¿Qué haces… camarada? – le preguntó Hélen a Gargas entre dientes, mirando hacia atrás, perpleja y llena de rencor.

- ¿Dónde están Gyan y Fismut, princesa? – preguntó el esqueleto parlante, moviendo el cráneo y presionando la espada en la garganta de la joven.

- ¡NO! - gritó Rak, desesperado y fue hacia ellos.

- Eres un Proeta, Gargas. Juraste lealtad…- continuó Hélen, esperando la oportunidad para librarse y vengarse.

- Yo no le juré lealtad a nadie- aclaró Gargas- Digamos que el Señor ofrece cosas mucho más interesantes que sus absurdas ideologías de paz- dijo, mirando a Büul.

- Si me matas, nunca sabrás dónde están- mintió Hélen, para ganar tiempo.

- Lo sé, princesa- dijo el esqueleto- Dímelo o… te mataré luego de asesinar violentamente a tu único hermano.

Hélen se quedó perpleja, Rak corría hacia ellos.

- Ellos están…- empezó Hélen, entre lágrimas, sin saber qué hacer.

Y en ese preciso instante, un tubo de luz cayó del cielo y de allí emergieron los dos Proetas faltantes: Gyan, el hechicero y Fismut, el mago.

Büul, finalmente, dio un paso al frente.

- Tú y yo, nadie más. ¿Qué dices? – le dijo Gyan a Büul con imponente seriedad. El Señor de las Tinieblas aceptó. Fismut miró a su alrededor con desesperación y encontró a Gargas amenazando a Hélen; fue tras ella en un santiamén.

Fismut y Rak se encontraron en el camino y no se dijeron nada en absoluto.

- Tus seres queridos vienen directo a su muerte- le susurró Gargas a Hélen.

- Ya sabés dónde están. Los tienes frente a ti- le susurró la muchacha entre dientes.

- No entendiste la pregunta, princesa- aclaró el esqueleto parlante- El Señor Oscuro quiere saber DÓNDE estaban y POR QUÉ. Y eso… es algo que tú sabes.

Hélen comenzó a reír nerviosamente. Fismut y Rak se quedaron tiesos a unos pocos metros de ellos, analizando la situación para salvarla.

- ¿De verdad te lo creíste? Lo inventamos con Rak para distraer a Büul- dijo Ella.

- Bueno…- respondió Gargas y miró a Fismut- Dime dónde estuviste o tu novia morirá.

Fismut se quedó callado para sorpresa de todos y apretó los puños.

- ¿Qué esperas? ¡Díselo! – le gritó Rak, impaciente.

- Cinco segundos, joven mago- dijo Gargas y empezó a contar- 5…4…3…2…

- Lo entiendo, querido- habló Hélen, mirando a Fismut con ternura. El mago lloraba en silencio, impotente- Te am…- Gargas le atravesó el pecho con su espada.

- ¡NO! – gritó Rak. Formó un triángulo con las manos y un agujero negro pequeño apareció a su izquierda, metió su mano en él y otro agujero apareció cerca de Gargas, de él emergió la mano que había sumergido, procurando golpearlo. Sin embargo, el golpe atravesó a Gargas, quién era intangible.

Gargas quitó la espada del cuerpo sin vida de Hélen y ella se desplomó en el suelo.    

A Rak no le importó que Gargas estuviera cerca, corrió hacia el cadáver de la guerrera, la tomó entre sus brazos y lloró, devastado. Gargas lo observó de pie, a centímetros y le dijo.

- Eres una pena, Rak. Siempre fuiste y serás el más débil y perezoso de nosotros- sin intenciones de atacarlo, se alejó del muchacho de cabello violeta y se acercó a Fismut. El joven mago yacía con los puños apretados, mirando el suelo, temblando y llorando.

- Es tu culpa. El niño consentido no tiene las agallas para pelear en una batalla- lo provocó el esqueleto parlante. A continuación, le dijo al oído- ¿Dónde estuviste? ¿De qué trata ese experimento que mencionó Gyan? 

Fismut mantuvo la boca cerrada.

- Sorprendente- vociferó Gargas, echándose para atrás- Tienes algo de valor, después de todo- y acercó su calavera al rostro del mago, como si fuera a besarlo.

En ese instante, un agujero tapó la cara de Fismut y un puño emergió, golpeando a Gargas con éxito. El sujeto se tambaleó, sin rasguños. Había sido Rak, quién yacía a sus espaldas.

Rak estaba al borde de la cólera, sin misericordia, creó siete agujeros negros a su alrededor, y a una velocidad sobrehumana, metió sus manos y pies en cada uno de ellos (con patadas y puñetazos). Los agujeros aparecían a centímetros de Gargas y lo molían a golpes, deformando los huesos que conformaban su calavera.

Fismut levantó la vista para examinar como Rak atacaba a Gargas.

Por alguna razón desconocida, Gargas no esquivaba los ataques, volviéndose intangible. Eran como disparos, lo golpeaban y desaparecían en microsegundos.

- No eres intangible- le dijo Rak, frunciendo el ceño y sin detenerse- Lo que te toca se vuelve intangible a tu voluntad, siempre lo sospeché. Por eso no puedes esquivar mis rápidos golpes, no están al alcance de tus reflejos y no puedes evitarlos. El desdichado e inservible Rak descubrió tu debilidad, basura.

Gargas no tenía tiempo de contestar, los golpes estaban partiendo su armadura, y si llegaban a tocarle los huesos… estaría perdido. 

- ¡Fismut! - le gritó Gargas- ¡Somos compañeros hace años! ¡No puedes dejar que me haga esto! ¡Ah! – los bollos de la armadura se volvían cada vez más grandes, el sonido era pesado y repetitivo.

El joven mago se le quedó mirando, incrédulo. Cómo si realmente creyera que Rak no podía matarlo por el hecho de haber sido compañeros. Se acercó a Rak, y este lo miró de reojo con mucha desconfianza. Después de un largo silencio, Fismut le dijo con frialdad.

- No te detengas, destrúyelo.

Rak asintió seriamente. Entonces, una tanda de Narsogs los atacaron por detrás, Fismut usó el círculo de los magos para forjar un escudo místico, no obstante, Rak se distrajo y Gargas aprovechó para huir.

- ¡Vuelve, cobarde! – le gritó Rak y amagó para ir tras él.

- ¡Rak! – lo llamó Fismut, mucho más decidido que antes.

- ¡Se dirige hacia los Ryanos, no puedo detenerme! ¡Hélen velaba por su seguridad!

- Lleva a los Ryanos a un lugar seguro, después de la batalla, dudo que este lugar quede intacto – le aconsejó el mago.

- Pero… ¿A dónde? – le preguntó Rak, con pesadez.

- Existe una dimensión en el Mundo Prodigio, se llama “El Mundo Helado”. ¡Toma! – Fismut le lanzó un particular anillo dorado con la insignia de los proetas- ¡Usa eso para viajar hasta allí! ¡Combínalo con tus poderes y lo lograrás!

Rak, sin dar las gracias, corrió hacia el traidor, quién escapaba en medio del campo de batalla. Fismut continuó combatiendo contra las hordas de Narsogs.

Por su parte, Gyan y Büul yacían uno frente al otro, contemplándose, inmóviles, esperando que el otro hiciera el primer movimiento. A su alrededor, se desplazaban miles de Narsogs que iban tras Rak y otros tras Fismut.

Las cuatro lunas del mundo Casám, se situaban encima de sus cabezas, iluminando la oscuridad con fervor. Gyan desplazó sus pies por el suelo, muy delicadamente.
- Tantas batallas y aún, ninguno de los dos tiene el poder para vencer al otro- le dijo al Señor de las Tinieblas.

- Matarte, hechicero, es algo que no me interesa- confesó Büul con aquella voz siniestra- Tus poderes son una bendición, tus dones son mi premio. 

- Lo supuse- respondió el hechicero y se lanzó al combate.

El líder de los Proetas, entrelazó sus dedos y una luz amarillenta surgió, solidificándose y conformando una espada con la hoja inmensa. Büul esperó, con el garrote a la altura de su casco. El simple impacto entre la enorme espada de Gyan y el garrote con pinchos del Señor Oscuro, causó una explosión que arrasó con toda la tierra a un radio de sesenta metros (incluyendo las dos colinas y la barricada que los hermanos de cabello violeta habían construido).

Unos cuantos Narsogs fueron eliminados por unos rayos desintegradores provocados por la explosión; otros tantos, temerosos, se mantuvieron alejados de la batalla entre ambas entidades.

Büul manipuló la masa de su garrote, este se expandió hasta superar por creces la espada de Gyan. El hechicero no aguantó el peso del arma de su enemigo y el arma blanca que portaba se quebró. Büul tomó a Gyan del cuello con la mano libre y lo levantó del piso (ambos yacían en una plataforma de tierra, en medio del colosal agujero que habían hecho). Gyan gimió, ahogándose.

Y entonces, con la ventaja de tener la luz de cuatro lunas y miles de estrellas iluminando la noche y dejando a determinados sectores con tanta visibilidad que parecía ser de día; Gyan cruzó los dedos de la mano derecha y su propia sombra cobró vida, rodeó a Büul, tomó una forma sólida y se enrolló alrededor de la armadura del Caído y su garrote, forzándolo a que deje de ahorcarlo, lo que funcionó.

Gyan pateó a Büul, una vez liberado, y este lo soltó por completo, con la sombra reteniéndolo como si fuera una serpiente.

El Señor Oscuro manipuló la materia de su propio cuerpo, se convirtió en gas (inclusive su arma) y logró librarse de la sombra; luego volvió a la normalidad, lejos de Gyan, sin el garrote.

La sombra regresó con Gyan, a ser lo que simplemente era.

Büul no titubeó y conformó una bola de energía, compuesta por rayos blancos y negros (igual a la de Hariet), se la lanzó a su enemigo. Gyan frunció el ceño y movió los brazos hacia un lado, la bola cambió de trayectoria y se dirigió hacia las montañas (que yacían a kilómetros).

Aquella esfera se convirtió en un puntito titilante para los ojos de los espectadores que la veían alejarse con rapidez. Al instante, hubo un estruendo, luego, las montañas se desintegraron en un santiamén.

Büul, consciente de la letalidad de sus ataques, formó otras cien bolas de energía y bombardeó a Gyan.

El hechicero sacudió sus brazos a velocidad y logró repeler todas las bolas, sin embargo, estas modificaron su trayectoria y azotaron Casám. La tierra colapsó, los árboles y las plantas perecieron, los mares formaron tsunamis y remolinos; inclusive el ambiente comenzó a verse afectado; surgieron fuertes ventiscas y tornados.

Büul, a quién se lo notaba exhausto después de todo lo que había hecho, se quitó el casco para respirar con mayor facilidad. El casco se derritió por sí solo y el líquido cayó al suelo. Era la primera vez que Gyan le conocía el rostro. Era un hombre con escasa barba blanca, calvo, la piel beige, ojos oscuros; eso era lo único natural que se le notaba; debido a que las partes restantes de su cara parecían estar superpuestas; las orejas chuecas, la nariz torcida, quemaduras, tajos, exceso de cachetes y barbilla. A simple vista, parecía un sujeto lleno de operaciones faciales mal hechas.

Gyan intuyó que alguien había mutilado al Señor de las Tinieblas, y por un momento, algo se le vino a la cabeza.

- ¿Para qué quieres mis poderes, Caído? – le preguntó en voz alta- Ya eres imparable. Acaso… ¿Quieres vengarte de alguien, que incluso, es más fuerte que tú y yo?

El horrendo rostro de Büul enseñó los dientes torcidos y con colmillos, descansó unos segundos más y se abalanzó sobre Gyan.

- No tienes la edad para entenderlo- gruñó Büul y manipuló el estado sólido del suelo que pisaba Gyan para convertirlo en líquido, el hechicero saltó justo a tiempo. El Señor Oscuro chasqueó los dedos y elaboró una daga de plasma (la cual era roja, azul y blanca), con esta procuraba agredir al hechicero con un ataque a corta distancia. 

Gyan volvió a cruzar los dedos de su mano derecha y la sombra cobró vida por segunda vez. En esta ocasión, la sombra se separó del suelo y formó la silueta oscura de un clon del hechicero.

Fismut, a pesar de estar ocupado, observaba y escuchaba (fascinado) la batalla entre su hermano y el Caído.

Gyan y su clon de sombra lucharon conjuntamente, la sombra viviente saltó hacia Büul (dando una voltereta olímpica en el aire a cinco metros del villano) y lo tomó por detrás de los brazos; Gyan le pegó un puñetazo a Büul en la cara deformada. Este, se esforzó para mover el brazo que portaba su daga de plasma (Gyan y su clon poseían una fuerza sobrehumana) y logró pegarle un codazo a la sombra, al mismo tiempo, lo atravesó con la daga y la sombra se mantuvo allí, sin inmutarse. La daga no le había hecho daño.

Gyan continuó dándole manotazos al Caído en el rostro. Finalmente acabaría con él… su palma se iluminó y surgió un cuchillo amarillento de luz solidificada, sin titubear, le atravesó la frente a su contrincante y este gimió del dolor, la daga de plasma desapareció de sus manos.

No obstante, Büul no murió y Gyan no se sorprendió. El Caído se transformó en gas nuevamente y se alejó.

- Ya no puedo contenerme contigo, hechicero- dijo con la voz grave, la cual había cambiado notablemente desde la ausencia de su casco. A continuación, alzó ambas manos y conformó una gigantesca bola de energía y plasma (de rayos negros, blancos, rojos y azules); un fuerte viento apareció y giraba en torno al proyectil mágico.      
         
Gyan sabía que aquel era el momento, de su bolsillo sacó OTRO anillo dorado y dijo.

- Primero, el RITUAL DE LOS MALDITOS hará que tus lacayos dejen de molestarme, luego, seguirás tú...


EL PROFETA DE CASÁM

Rak corría a toda velocidad, Gargas se le había adelantado bastante. La intensa batalla estaba a kilómetros de distancia, no tardó en llegar a la montaña, debajo se escondían los Ryanos. Cuando llegó, no supo que hacer. Gargas ya estaba allí y le estaba dando un discurso a las bestias pacíficas.

- Nos equivocamos, Ryanos- les decía, ubicado en la cima de una roca. El interior estaba conformado por luces multicolores, elevaciones, plataformas, viviendas improvisadas y miles de sujetos con la piel gris y porosa, escuchando al esqueleto parlante. Afuera, los sonidos del combate asustaban a los niños; torbellinos y golpes secos- Como uno de los Proetas que juraron protegerlos, lo reconozco. Büul sólo busca la paz. Él los quiere de su lado. Vengan conmigo y los conduciré a un lugar mejor. Este mundo no soportará la furia de mi Señor, no contra ustedes, sino contra el hechicero que se resigna a colaborar con nuestra causa.

Muchos Ryanos parecían pensarlo detenidamente, convencidos de que Gargas tenía razón. El Intocable, a diferencia de Rak, era querido y respetado por ellos.
Rak no sabía qué hacer, siempre se había demostrado distante y cortante con las bestias por sus prejuicios, los cuales… se habían deshecho tras la muerte de Hélen. Ella quería que los Ryanos vivieran en paz. Rak sabía a dónde llevarlos, pero no estaba seguro de a cuantos convencería.

Carraspeó con ímpetu para llamar la atención, era lo único que se le había ocurrido. Las cabezas grises comenzaron a girar para observarlo. Gargas se detuvo. Rak se paralizó, estaba realmente nervioso.

- Yyo…- dijo, sin saber qué decir. Hubo un tenso y largo silencio. El muchacho de cabello violeta miró a Gargas con desprecio y recordó la razón por la cual hacía eso- Él es un traidor. Asesinó a Hélen. ¡Su protectora y mi única hermana!

Hubo exclamaciones de asombro e indignación por parte de los Ryanos, otros defendían al esqueleto.

- Hélen sigue allí afuera, haciendo lo que cree correcto- mintió Gargas descaradamente- ¿Van a creerle a quién siempre los maltrató? Síganme y los sacaré de aquí.

Finalmente, Rak comprendió que tenía que dejar su venganza de lado e ingeniárselas para convencer a los Ryanos. Gargas los llevaría a la muerte o algo peor. Si Gargas mentía… ¿por qué él no hacía lo mismo?

Rak fingió que le agarraba un ataque y se desplomó en el suelo, como si tuviera epilepsia. Los Ryanos se asustaron y algunos quisieron ayudarlo, no obstante, Rak se levantó rápidamente. Gargas se burlaba en voz alta de su pobre actuación.

- La diosa me prohibió que los molestara- dijo el muchacho con lentitud- Por eso siempre me mantuve distante. Ella me envió.

- ¡Tus intentos son patéticos! – le gritó Gargas. Sin embargo, para su sorpresa, los Ryanos (que eran fanáticos religiosos de sus deidades) lo examinaron atentamente en silencio. Rak sonrió para sus adentros.

- En el pasado, el dios Ázu intentó devorarlos y falló porque la diosa de la misericordia, Bíe, los protegió- lo único que conocía Rak de los Ryanos era su mitología- Ella me mandó a mí y a mi hermana Hélen a protegerlos, vinimos en su nombre. Sólo quedo yo y les digo que me acompañen a un nuevo mundo, porque este dejará de existir debido a que Ázu regresó, con otro nombre, pero decidido a satisfacer su hambre de una vez por todas. Yo tuve… una visión, si no me acompañan, este mundo perecerá junto a ustedes- las palabras de Rak habían sonado muy convincentes para un número importante de seres con la piel gris.  

- ¿Eres… un profeta? – preguntó uno de los Ryanos mayores.

- … Lo soy- le contestó Rak, tomado por sorpresa. Entre ellos se miraron y murmuraron, Gargas estaba anonadado- ¿Hacia dónde hay que ir? Guíanos, profeta. 

- ¡Él miente…! – gritó Gargas al borde de la cólera, pero sólo estaba logrando asustarlos.
- Acepta la derrota, camarada- le dijo Rak con determinación y aprovechó para conformar el triángulo con sus dedos. Dos agujeros negros aparecieron bajo los pies de Gargas y absorbieron sus piernas, dejándolo paralítico. Algunos Ryanos se quedaron con él, el resto acompañó a Rak, quién utilizó el anillo dorado que Fismut le había dado para conformar un nuevo portal, tan grande como un edificio.

Y mientras Casám contaba su último cuento mediante el fuego, la destrucción y las explosiones; los Ryanos, tristes al abandonar su preciado mundo, cruzaron el portal, en dirección a su salvación.

Rak decidió no insistirles a los Ryanos que se habían quedado con Gargas, ya habían tomado su decisión y contaba con poco tiempo.   

El Profeta de Casám salvó a los Ryanos de la destrucción, minutos después, la montaña que servía de guarida se vio metida en la explosión que generó la gigantesca bola de energía y plasma de Büul.

En el Mundo Helado, el Profeta organizó distintos grupos para asentarse, construir casas, abastecerlos de alimentos, provisiones y calor. El Rak atolondrado había quedado en el pasado.

Transcurrió un mes entero hasta que Rak tuvo noticias de Casám, Fismut había aparecido ante él, satisfecho con todo lo que había hecho. Sin embargo, Rak lo notó triste y decaído, más que antes.

- ¿Qué pasó? – le preguntó.

Fismut le contó al detalle la batalla entre Gyan y Büul en Casám; y reveló nuevos detalles: los tres se habían transportado a otro lugar, dónde se decidió el enfrentamiento final, hasta que ninguno de los dos sobrevivió. Büul y Gyan estaban muertos.

También le dijo que se había llevado el cadáver de Hélen a un lugar seguro, que luego le diría su paradero (cosa que nunca hizo). Y le pidió que le devolviera el anillo dorado. Fismut DESTRUYÓ el anillo dorado frente a los ojos de Rak con sus propias manos.

- ¿Qué era eso? – le preguntó el Profeta.

- Un catalizador de energía. Si lo hubieras usado más tiempo, habrías muerto. Pero no importa. Me temo que tengo que irme, Rak. Tú y yo confiamos en la gente equivocada. Es probable que nunca volvamos a vernos. Siento mucho lo de tu hermana, yo… Adiós.

Y en un santiamén, Fismut había utilizado un medallón de bronce para esfumarse mágicamente.

Rak apretó los dientes y por muchos años, no supo de la tumba de Hélen ni de que Gargas seguía con vida…

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