jueves, 26 de julio de 2018

El Profeta: CAPÍTULO 14.




El Profeta: CAPÍTULO 14. 

Algo se movió dentro de la ropa del Profeta, los forasteros se sobresaltaron y apretaron sus puños con más fuerza, se dirigieron unas cortas miradas y no le sacaron los ojos de encima a aquel misterioso personaje.

A continuación, una bola de pelos grisácea salió de la capa de Rak, era una criatura que los JEN ya habían conocido con anterioridad. Era redondo y peludo, del tamaño de una pelota de básquet; sin nariz ni brazos ni manos, sólo dos pequeñas y delgadas piernas, como lápices. Ojos azules y gigantes que le ocupaban la mitad del rostro y una diminuta boca con dos colmillos. También tenía arrugas por debajo y encima de los ojos.

Miró a todos atentamente y luego bostezó durante cinco segundos. Kay y Sony, a diferencia de sus compañeros, bajaron la guardia.

- ¿Y bien? – preguntó Rak, ignorando a la criatura que se situaba sobre su hombro- ¿Escucharon hablar de mí?

Los JEN compartieron un mismo recuerdo.

‘‘- Dos sujetos, aparecieron de la nada. Eran enemigos entre ellos, vivían combatiendo el uno contra el otro, terminaron por arrasar con nuestro planeta- respondió Félix, el sirviente del Capitán Rojas en Reroriam del planeta Sulcius.
- ¿Quiénes eran? ¿Hace cuánto fue eso? - le preguntó Sony.
- Nunca lo supimos. Es una historia muy famosa entre nosotros, remontada a los principios del mismo tiempo. Fue pasada de boca en boca. En fin, si no fuera por el profeta, no hubiéramos sobrevivido. Gracias a él, escapamos. Y luego, nos dividimos, algunos se fueron al mundo prodigio y otros se quedaron aquí.’’ (…)[1]

- Pareces muy joven para ser el Profeta del que oí- le dijo Kay, mirándolo con afán.

- Gracias- sonrió- Pero la inmortalidad para los hechiceros como yo, es una de las tareas más sencillas de cumplir- respondió Rak con seriedad. Hubo silencio y agregó- ¡Sólo estoy bromeando! Los de mi raza tienen un amplio estándar de vida… bueno, tenían. Sólo yo quedé.

- Lo siento… mucho- dijo Kay, petrificado, mirando a sus compañeros para saber si lo que estaba diciendo era correcto. Todos estaban tan perdidos como él.

- Ya tuve mis pases con el asunto. Fue culpa del caído, él fue un desquiciado.

- ¿El caído? – preguntó Sony, interesado. Dayas y Lepra bajaron la guardia.

- Büul, el caído- aclaró. Los forasteros se sobresaltaron, no obstante, no le iban a decir a un desconocido el por qué- El Señor de las Tinieblas, el malvado hechicero genocida que casi acaba con toda la vida en el cosmos…

- Ahora lo entiendo todo, de ahí al nombre de la fortaleza- pensó Sony.

- Büul era la voz dentro de la cabeza del arqueólogo, el corazón parlante- pensó Kay.

- Qué hombre más vulgar- pensó Lepra, mirándolo de arriba hacia abajo.

- ¿Lo ataco ahora que está distraído? – pensó Dayas.

Los cuatro estaban aturdidos y desorientados.   

Rak estuvo a punto de seguir hablando, pero la criaturita empezó a ronronear en su hombro como una mascota.

- ¿Tienes hambre? – le preguntó Rak a la criatura, la cual era muda y sólo emitía sonidos ahogados- Espera, Morris- revolvió entre sus prendas, encontró un pedazo de queso y se lo dio. Morris tomó el trozo con la boca, lo masticó y lo tragó en un santiamén, luego eructó.

Kay y Sony sonreían, atentos a los dos nuevos personajes. Kay dio un paso al frente y se acercó a Rak (esquivando los charcos del pantano), estrechó su mano y le dijo.

- Me llamo Kay Montarnen- sus compañeros querían matarlo por revelar su identidad. Rak cumplió el apretón. A Kay le cambió la cara- Si tú eres el hombre que salvó a los Ryanos de la destrucción de Casám, ¿Por qué los abandonaste en el Mundo Helado tiempo después? – preguntó con una sonrisa falsa y apretando la mano de Rak con fuerza para no dejarlo ir.

Rak se mantuvo tieso, pero la criaturita frunció las cejas, molesta.

- Por mi hermana- contestó este con seriedad. Kay lo soltó rápidamente de la sorpresa.

- ¿Tu hermana?

Rak asintió y suspiró.

- Ustedes van a la Fortaleza de Büul, ¿verdad? – ninguno respondió, aquello había sorprendido a todos. Dayas estaba más preocupado que nunca, ya no le quedaba otra que atacarlo y encerrarlo o… asesinarlo- Allí está Él. El sujeto que asesinó a mi hermana: Gargas, el intocable- Dayas frunció el ceño y procuró no hacer nada hasta deducir las intenciones del Profeta- Él fue mi compañero y me traicionó. Yo los escuché en el bar decir la palabra ‘‘Fortaleza’’ y lo relacioné inmediatamente. ¡No saben la cantidad de años que estuve buscando ese lugar para vengarme de ese desquiciado!
- ¿Por eso nos seguiste? – se adelantó Sony a la pregunta de Kay.

- Y por eso abandoné a los Ryanos en el Mundo Helado- confesó el Profeta- Yo no soy ningún héroe ni leyenda. El sueño de mi hermana era que esas criaturas vivieran en paz, yo lo cumplí después de su muerte y me marché.

- Eso quiere decir que no tienes idea de todo lo que pasó después en el Mundo Helado - le dijo Sony.

Rak miró al joven abogado, incrédulo.

- Los Ryanos se fueron a vivir a la sociedad de los humanos- le dijo Kay y Rak se paralizó, a tal punto que parecía que le iba a agarrar un ataque cardíaco.

- Yo les dije…- jadeó- ¡Yo les dije que NUNCA cruzaran a la dimensión de los humanos! Ellos son tan… minúsculos para pensar, para entender. Jamás iban a ser aceptados. Los Ryanos son criaturas pacíficas, los humanos son animales salvajes sin jaula.
  
- Resulta irónico que lo diga un humano- habló Lepra.

- Yo reconozco las fallas de mi especie- exclamó Rak- Pero considero que soy el único que las admite.

Lepra y Sony se miraron con complicidad.

- Te sorprenderá saber que la mayoría de los humanos aceptaron integrar a los Ryanos a su sociedad- continuó Kay- Crearon leyes y convivieron durante varios años.

A Rak pareció disgustarle aún más la idea.

- ¿Cómo llegaron a ese mundo? Ellos ni siquiera conocían la ruta…

- Hariet. Él los convenció. Los manipuló, haciéndose pasar por una de sus deidades- le dijo Sony.

- ¿Y ese quién es? – preguntó Rak con brusquedad. Los forasteros se quedaron atónitos.

- ¿No lo conoces? Es el nuevo Señor Oscuro- dijo Kay, quién estaba más cerca del hombre de cabello violeta.

- Es imposible- gruñó Rak. Morris yacía inmóvil sobre su hombro, también molesto- Con el fin de Büul, el ciclo de idiotas iba a terminarse.

- ¿Por qué estás tan seguro de que Büul fue derrotado? – le preguntó Dayas al fin. La información de la que disponía el Profeta le interesaba mucho. 

- ¿Qué cómo lo sé? – se burló Rak- ¡Porque yo formé parte del grupo que lo derrotó!

- Eras compañero de Gyan, el hechicero…- vociferó Kay, anonadado.

- ¿Cómo conoces aquel nombre? – le preguntó Rak, desconfiado.

- Lo escuché por ahí. No es de tu incumbencia.

Rak se le quedó mirando y Sony le habló a lo lejos.

- Tu… compañero. ¿Qué es?

- ¿Él? – preguntó Rak, acariciándole la cabeza a su peludo amigo mientras este ronroneaba gustoso- Pertenece a los BUBUJA, una especie que nació aquí en el Zen. Yo te recomiendo que no lo hagas enojar…- se quitó un guante y reveló unos dedos repletos de puntos chiquitos (cicatrices).

Sony simuló su sonrisa, ambos personajes eran increíbles.

Dayas se acercó a Rak a paso decidido y con imponente seriedad, le dijo.

- Nos quieres acompañar, ¿No?

Rak no parecía seguro de las intenciones del príncipe.

- Buscamos lo mismo- le contestó con recelo.

- ¿Venganza? No, para nada- lo corrigió Dayas- Nosotros tenemos una misión. Y cualquiera que la complique, será considerado nuestro enemigo- el forastero de los siete reinos creó una espada de luz tras su espalda y con aquella procuraba acabar con el profeta.

No obstante, Kay usó su súper velocidad y tomó a Dayas de la muñeca escondida.
- Qué nos acompañen. Yo no dudo de sus intenciones. Sus habilidades podrían ser de utilidad para la misión- le susurró Kay, aunque Rak escuchaba todo a la perfección por los cercanos que estaban el uno del otro.

- Estoy de acuerdo- combinó Sony en voz alta. Dayas lo miró y luego fue con Lepra, quién prefirió no opinar. Lo pensó durante largos segundos e hizo desaparecer la espada de luz.

- Con una condición, profeta- le dijo el joven de cabello rubio con tal crudeza que aterraba e incomodaba a sus compañeros. Rak alzaba la cabeza orgullosamente y lo escuchaba atentamente- Nos darás TODA la información de la que dispongas sobre Gargas, Büul o lo que sea. De lo contrario, te mataré. Si nos traicionas, te mataré. Si veo o noto algo sospechoso en ti, te mataré. ¿Entendiste?  

Rak asintió, aunque se lo tomó como un chiste. Era un sujeto bastante particular. Su peludo amigo saltó y caminó hacia Kay, a pasos forzados (le costaba mantener en equilibrio aquel cuerpo redondo con sus piernas tan finitas). Todos se le quedaron observando en silencio.

Kay se agachó y procuró acariciarlo, pero la criatura gruñó para que no lo hiciera. El joven JEN dejó su mano suspendida en el aire. Morris se detuvo frente a él.

Kay pudo notar que aquel pelo grisáceo también tenía cabellos blancos (canas), era una criatura adulta. Morris abrió la boca como si fuera a decir algo, pero no dijo nada, sólo se limitó a moverla, a abrirla y cerrarla sin emitir sonido, como lo haría un mudo. El joven sintió algo extraño en la cabeza, como si lo forzaran a recordar ciertos episodios del pasado.

Los enormes ojos de Morris se llenaron de lágrimas y Kay no entendía el por qué. Morris saltó hacia su hombro, Kay se sobresaltó y de cierta forma, mimetizó con los pensamientos del espécimen. Ahora lo entendía: Morris lo había obligado a recordar cuando Minos mató a Clavito. Morris era su padre.

- No puedo creerlo…- vociferó, nadie comprendía- Eras su padre…

Sony lanzó un grito ahogado, lo entendió enseguida.

- Bueno- interrumpió Rak- ¿Quieren que empiece a contarles lo que sé?

Dayas asintió y suspiró con opulencia, no le gustaba ponerse en aquella posición, pero tenía un deber y de su éxito dependían un millón de seres vivos.

Lepra y Sony se acercaron a escuchar a Rak. Morris aún seguía encima de Kay, suspirando y lloriqueando, esta vez, lo estaba dejando acariciarlo.

Rak empezó.

- Yo busco a Gargas durante siglos. Él asesinó a mi hermana en Casám durante la batalla entre Büul y Gyan. Escapó con un puñado de Ryanos de su confianza. En ese momento, no pude hacer nada. El mundo se caía en pedazos y los Ryanos estaban desprotegidos. Los llevé al Mundo Helado y durante años, me olvidé de todo. Pero la idea volvió a perturbarme y no tuve alternativa, tenía que abandonarlos y buscar a Gargas.  

<< Lo peor de todo, fue que me enteré de que otro de mis compañeros, el más tonto e inútil de nosotros, se llevó el cuerpo de mi hermana al Zen y lo sepultó sin mi consentimiento en un Templo, el templo de Jimonte- Dayas abrió los ojos como platos- Me enteré de esto muchos años después.

Cuando entré al Templo, me topé con un monarca, un tal Minos. Me dijo que buscaba a unos supuestos elegidos llamados JEN y me preguntó si yo era uno. Le dije que no, me creyó y aquel desgraciado me encerró en una prisión fantasma, dónde estuve por meses- Kay y Sony recordaron la prisión que Fismut le había hecho al ALMA de Hariet. Siempre les habían resultado raros los dibujos en las paredes de esa cárcel en el Inframundo. ¿Cómo hacía un alma para materializarse y escribir? Ahora lo comprendían- Busqué a ese malnacido en Zimpat y volvió a humillarme en combate. Ese maldito PROFANÓ la tumba de Ella.

Su poder era superior al mío, entonces comprendí que debía hacerme más fuerte y escapé. Buscando poder para volver y derrotarlo. Así transcurrieron más años y cuando regresé a Zimpat, oí rumores de que Minos había sido derrotado por su sobrino, un tal Dayas Jimonte- el ex príncipe sonrió disimuladamente- En el castillo sólo estaban esos vigilantes nocturnos, un nuevo y deprimido Rey, y no había señales de su tumba. Triste, busqué un bar para emborracharme y olvidarlo todo, tantos años desarrollando habilidades para nada. Y entonces… aparecieron y los escuché. Los seguí y ahora estoy aquí, con ustedes.>>  

- La palabra JEN escrita en las paredes de esa cárcel mágica. El dibujo de los círculos y el símbolo… los hiciste tú- afirmó Kay. Rak asintió, sorprendido de que conocieran lo que había hecho mientras estaba encerrado- ¿Cómo conocías el símbolo de los Proetas? También estaba en la pared de la cárcel.

- Así que conocen la prisión fantasma que creó Fismut- los cuatro se sobresaltaron- Es lo único que hizo bien en su vida, me costó mucho salir de allí.

- … ¿Conoces al mago? – le preguntó Lepra.

- ¿Conocerlo? ¡Por su culpa mi hermana murió! – gritó. Morris paró el llanto, saltó desde el hombro de Kay y volvió con el profeta.

Los forasteros realizaron una expresión de que continuara explicando.

- Gargas la mató porque Ella lo defendió. Ella estaba enamorada de Fismut- dijo Rak con rencor- Gargas trabajaba para Büul y quería saber dónde él y Gyan se ocultaban. El Señor Oscuro nos torturó hasta que encontró a los HERMANOS y combatió contra Gyan, la batalla se desarrolló en Casám y por sus abrumadoras habilidades, el planeta pereció.

Otro momento de incertidumbre ocurrió.  

- Y como lo sospechaba, Fismut mintió otra vez- pensó Kay con fastidio- ¿Por qué nunca deja de sorprenderme? ¡¡¡El tan mencionado Gyan era su hermano!!!

- No respondiste la pregunta anterior de Kay- le dijo Sony a Rak con seriedad- ¿Cómo conocías el símbolo de los Proetas?

- No se ofendan, pero hacen preguntas muy estúpidas- contestó Rak y les enseñó un collar con el símbolo de los protectores (aquel dije circular con múltiples líneas alrededor de un único punto)- ¿Ahora lo entienden?

- ¿Fuiste un Proeta? – dijo Sony, incrédulo- ¡Es mentira! Sólo había cinco: Frank Montarnen, Nicholas Dameron…

Rak comenzó a reír a carcajadas y su peludo compañero lo imitó moviendo la boca sin emitir sonido.

- ¿Y esos quiénes son? – dijo con aspereza- Los Proetas fuimos cinco. Eso es cierto. Pero ninguno de nosotros tenía alguno de esos nombres tan raros…

Dayas y Lepra suspiraron al mismo tiempo, cada vez entendían menos.

Rak contuvo la risa y se esforzó para hablarle a los más jóvenes.

- Por un lado, estaba yo, el increíble y seductor Rak, más tarde conocido como el Profeta- anunció- Por el otro, se encontraba el soberbio, tímido y estúpido Fismut, el mago. Le seguía el idiota y para nada confiable: Gargas, el intocable. El cuarto era nuestro LÍDER: el rígido, inteligente y valiente Gyan, el hechicero. Y, por último, estaba mi hermana, un angel de la muerte, la guerrera y admirada… Hélen.



[1] La guerra de las bestias: El templo de la muerte. CAPÍTULO 9. ‘‘La maldición de Reroriam’’. Pág 89.

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