jueves, 3 de mayo de 2018

Van Robin Hed: CAPÍTULO 2.



Pie de foto: Imagen ORIGINAL del personaje ''Van Robin Hed'' diseñada y dibujada por mi colega y amigo Ikaro Ghandiny  (visitar página)

Van Robin Hed: CAPÍTULO 2.

Durante su tiempo en los aires, pensaba en Agustina, hasta que volvía a caer. Recordaba a Meddes, a los tres titanes, a sus tres servidores, a Fismut, a Lepra, a Jhor, a Vrogh y a la historia de Tritán.

Volvía a pisar otro edificio y procuraba lanzarse con más fuerza hacia el siguiente, creyendo que lo que estaba haciendo era lo correcto. La primera fase para defender su mundo del desquiciado con la armadura.

Kay se dirigía a la guarida del sur de los militares, mediante tecnología avanzada que había desarrollado para espionaje, conocía dicha ubicación y al parecer, guardaban algo GRANDE.

El elemental creyó que allí podría estar la prueba contundente que llegaría a derrocar al gobierno de facto y reestablecer la democracia. Ese era el plan.

Tanto Kay cómo Sony, a pesar de estar separados, sabían que se avecinaba una guerra, contra el peor de todos los enemigos…

Kay tenía que ser rápido, y no sólo por el riesgo de ser descubierto, sino también porque tenía una cita pautada en la comisaría a la mañana del día siguiente…

Curiosamente, la base secreta del gobierno militar yacía en un lugar que Kay recordaba muy bien, una antigua fábrica abandonada conocida como R.E.C.O (Redistribuidor especial de Combustibles Orgánicos). Hacía cinco años, Sony había sido secuestrado en ese lugar por el elemental Dimitrion Curtansen, él y Natal acudieron a su rescate y Sony utilizó sus habilidades por primera vez. 

A diferencia de aquel día, el lugar estaba fuertemente asegurado por nuevas paredes y hombres vigilando todas las entradas posibles. También había torres de vigilancia que emitían una luz centelleante, las cuales recorrían gran parte del área. Kay se mantuvo oculto en lo alto de la terraza de un edificio, a casi un kilómetro de distancia. Usó unos lentes especiales para examinar todo el sector, los que funcionaban como binoculares.

Estudió cada movimiento de la fábrica, y dedujo los puntos ciegos de las torres, a donde las luces no llegaban a iluminar. Ya era de noche y la lluvia no cesaba, lo que era una ventaja importante.

Kay ideó una estrategia, su plan era entrar, robar los supuestos archivos, y salir sin contratiempos.

Todos los guardias estaban armados y vestidos con los uniformes característicos de un ejército, en el pecho portaban la insignia y las iniciales de la G.C.J.M (Gobierno Continental de los Jefes Militares). 
Actualmente, Kay llevaba un perfecto control sobre sus habilidades elementales y como JEN. Lejos de aquel muchachito quejoso y divertido, la nueva versión de Van Robin Hed era mucho más oscura que la anterior.

Más de cincuenta hombres habían quedado en el hospital gracias a él, no tenía piedad y desplomaba a sus enemigos con facilidad.

Los de arriba habían ordenado su muerte inmediata en caso de ser visto, sin interrogatorio ni juicio ni como prisionero.

El cazador usó su súper velocidad para recorrer casi un kilómetro en segundos, trepar las paredes como si fuera una araña (antes de que las luces examinaran esos lados), llegar al guardia de la torre más próxima y posar su mano en la cabeza del soldado para doblegar su voluntad y convencerlo de apagar la luz de la torre de vigilancia.

Mediante esta misma habilidad, Kay obligó (a través de un control mental que se efectuaba por el contacto físico) al soldado a desmayarse. El JEN del fuego sabía que sólo tendría algunos minutos hasta que los demás guardias se dieran cuenta.

Entró rápidamente y se mantuvo atento, no quería sorpresas. Un completo silencio se posaba sobre la fábrica, sólo los grillos cantando y la lluvia cortaban con la oscuridad de dicho escenario.

Van Robin Hed se escabulló sin ser visto, fue al mismo salón donde Sony había sido raptado. Se camufló entre las sombras (su nuevo traje tenía un modo de invisibilidad) y observó los hechos.

Dos oficiales armados yacían frente a cinco prisioneros, dichos reclusos tenían las manos y los brazos extendidos por encima de sus cabezas, atados a unas cadenas que provenían del techo. Los cinco se suspendían en el aire y tenían bolsas negras cubriéndoles el rostro. Aquella sala estaba bastante deteriorada, cubierta de chapas que golpeteaban por la lluvia, escombros y diferentes niveles.

- No nos sirven- dijo uno de los soldados, no debía tener ni veinte años. Kay escuchaba- Ninguno de ellos sabe algo de Van Robin Hed. Hay que ejecutarlos.
- No tienes derecho a tomar decisiones tan apresuradas, esperemos al oficial al mando y él sabrá que hacer- le respondió otro, un hombre adulto que debía sobrepasar los cuarenta. 
El soldado más joven suspiró y comentó.
- Los cinco jefes de esas abominaciones. Planeando Dios sabe qué. Escuché que se hacen llamar ‘‘La Cruz’’- se acercó a uno de ellos y lo empujó levemente con el arma, en tono de burla. El recluso se balanceó hacia atrás, sin moverse y sin hablar- Saben cuál es su lugar, bien. Al menos tienen códigos.
- Yo he insistido en que las pandillas no tienen nada que ver con Van Robin Hed, pero los de arriba no me hacen caso- dijo el otro. 
- Siempre he querido saber por qué escogió ese nombre tan banal, tan… estadounidense.
Kay frunció el ceño y se dejó llevar por los recuerdos.

‘‘Era el año 2223, Kay aún iba al colegio con 16 años de edad. Había optado por una vida bastante solitaria, no tenía relación con ninguno de sus compañeros, ni con los vecinos. Su familia adoptiva se había ido a Estados Unidos el año anterior y él había decidido quedarse, viviendo solo en una pequeña casa sobre la cima de una colina a las afueras de la ciudad.

No le molestaba lo que había escogido, sabía cuidarse solo y se la pasaba horas probando nuevos trucos con el fuego.

Meses antes de enterarse de la muerte de su padre adoptivo (Nicholas Dameron), Kay cumplía con las tareas de la escuela y del colegio con tanta rapidez que tenía tiempo para practicar lo que quisiera.

Todo marchaba bien, pero las cosas cambiaron a partir de un lunes… Kay empezó a notar que un hombre lo vigilaba, alguien con la pinta de un profesor, pero que nunca había visto por el colegio.

Al principio creyó que se estaba volviendo paranoico, pero dicho hombre custodiaba todos sus movimientos, los cambios de horarios, de materia y las salidas al recreo. Él siempre estaba allí. 

Kay temió y pensó que lo correcto sería hablar con la preceptora o alguna autoridad del colegio. Sin embargo, su instinto le decía otra cosa…

Corrió por los pasillos de la escuela, esperando que lo siguieran. Subió algunas escaleras apresuradamente y se dirigió a la terraza. Lo esperó y después de varios minutos, el hombre apareció.

Intercambiaron miradas y Kay apretó los dientes.

- Si eres un pedófilo o un psicópata…- lanzó una sonrisita burlona- Te metiste con la persona equivocada- Kay formó una chispa de fuego a centímetros de su palma derecha.

A pesar del increíble espectáculo, el hombre se mantuvo tieso y serio, no hubo reacción aparente ante lo que el joven acababa de hacer. Kay tragó saliva.

- No voy a hacerte daño, Kay Montarnen- dijo el sujeto al fin.

- … ¿Quién eres? - preguntó Kay, más aterrado que antes.

- Me disculpo- contestó- Mi intención no era asustarte, sólo quería estar seguro si eras tú.
Kay inhalaba y exhalaba por la boca.

- ¿Qué…?

- Mi nombre es Dick Natal, Kay. Estoy aquí porque te necesito y tú me necesitas a mí.

- ¿Qué podría necesitar de un desconocido? - dijo Kay, tajante.

- La verdad. Yo sé quién mató a tus padres.

Kay movió la boca, intentando hablar, pero sólo se limitó a balbucear, petrificado.

- Un elemental traicionó al resto- dijo Natal con rapidez- Tengo la impresión de que sabes lo que es un elemental.

- Lo sé- respondió Kay, Nicholas se lo había dicho antes de partir a Estados Unidos.

- Bien. ¿Qué más te dijeron?

Kay frunció el ceño, no sabía si podía confiar algo tan secreto con alguien que lo acosaba y acababa de conocer. De todos modos, aquella sensación volvió a despertar…

- Qué uno de los elementales traicionó al resto y masacró a mi familia.

- Es cierto. Su nombre es Dimitrion Curtansen. Está aquí, Kay. El asesino de tu familia está en esta ciudad, aún no sé bien qué es lo que busca, pero las calles se mueven en la oscuridad, planea algo y tenemos que averiguarlo. Yo creo que eres el único que puede hacerlo.

- ¿Eres un el…?

- No- gruñó Natal, y se tranquilizó- Estoy seguro de que debes estar familiarizado con Joseph Dameron.

- Si, es mi… el abuelo de Sony- Kay apagó la llama y bajó los brazos, liberando la tensión en sus hombros.

- Es amigo mío hace años- dijo el sujeto- Lo sé todo por él- mintió.

- ¿Y qué es lo que yo puedo hacer? - habló el joven- Apenas sé hacer algunas cosas con el fuego…

- Puedes convertirte en alguien, Kay. Alguien que esté dedicado a conocer la verdad, revolver lo sucio y limpiar esta ciudad. Yo creo en ti.
- ¿Y cómo haré eso?

- Acompáñame y te enseñaré cómo.

Kay dudó, pero algo le decía que podía confiar en él. Se salteó las últimas horas del colegio y las autoridades llamaron a su tutor en Nueva Jersey para que estuviera al tanto.

El muchacho no tardó en recibir una llamada de su padre adoptivo, preguntándole qué es lo que hacía. Kay se limitó a responder a que confiara en él. Y que era muy probable que acabara de hallar su verdadero camino…

Natal lo condujo mediante auto a su mansión y en la habitación del sub-suelo; le enseñó un impecable traje para que vistiera.

- No será nada fácil y necesitarás entrenamiento. Sé algunas cosas que pueden ser de utilidad. Cuando estés listo, asaltarás una de las guaridas de los secuaces de Dimitrion, traficantes de drogas de la otra especie. Y los interrogarás. Antes de eso, tienes que saber cómo…

Kay faltó tres semanas al colegio y Nicholas tuvo que mentirle a la directora, haciéndole creer que su hijo tenía gripe. Ella quiso insistir en mandar alguien a cuidarlo, pero Nicholas fue hábil y apoyó su mentira, informándole que ya había alguien encargándose. Realmente confiaba en lo que Kay estuviera haciendo…

Durante ese tiempo, Natal entrenó a Kay, en esos veintiún días aprendió mucho más de lo que le enseñaron en la escuela por tres años. Combate cuerpo a cuerpo, espionaje, interrogatorios a la fuerza, recolección de información y mejor control sobre el fuego.

- Me pregunto a qué te habrás dedicado en el pasado para saber sobre tantas cosas- le dijo Kay mientras vestía su nuevo traje, Natal lo ayudaba.

- Es importante que te limites a usar tus poderes, todo debe parecer una ilusión o trucos de la tecnología. Razón por la cual te daré esto…- Natal le obsequió un arma de fuego del siglo XXI y un pequeño cuchillo- No es apropiado, pero lo necesitarás. Dimitrion no puede saber que eres un elemental, tiene que creer que sólo eres un cazador, alguien que busca dinero o poder. Créeme, así estarás a salvo.

- No importa lo que le haga creer, igual me buscará si ataco a los suyos- dijo Kay, dubitativo.

- Hay cosas que aún no puedo decirte, tendrías que esperar a que el otro vuelva… no importa. Hazme caso. Recolecta la información y regresa. Esa es tu misión.

- Un boliche me dijiste, ¿verdad? - preguntó el joven mientras cubría la mitad de su rostro con un pañuelo rojo- ¿Y si me piden DNI? Aún no soy mayor de edad.

En su interior, Natal se rió.

- Tómatelo en serio o todo puede salir mal- dijo con severidad. Lo vistió con un sombrero de cowboy y una prenda de cuero que le cubría hasta los tobillos- No es del todo moderno, pero ayudará a que ocultes tu identidad, hoy en día los jóvenes que salen a bailar visten rarezas de épocas pasadas.

Kay asintió.

- Hay algo más… levanta las manos y cierra los puños- le dijo Natal, Kay obedeció y al instante dos fantásticas alas metálicas de plata se desplegaron a cada lado- Acciona el botón bajo tu campera para que se vayan. Será tu carta de presentación, estoy seguro.

- ¿Cómo conseguiste todo esto?

- Eran de uso militar, el único prototipo en este país, digamos que las robé… no es del todo correcto, pero las precisaba con urgencia.

Kay no lo acusó. Ambos salieron de la mansión, Natal lo dejó a dos cuadras del boliche, un domingo a la noche. Se encontraba en una avenida de capital muy conocida, Natal rodeó el área con el auto y estableció un punto de encuentro a cuatro calles.

Le deseó suerte y Kay salió del auto, con aquella vestimenta parecía otra persona. Había filas de jóvenes para entrar a dicho boliche, el cual estaba rodeado de rejas, luces y guardias.

Buscó una manera de entrar, y encontró la puerta trasera (a la vuelta del boliche) por donde entraban los cocineros y todos los empleados. Se escabulló rápidamente, todo estaban tan atareados de trabajo que ni siquiera se cercioraron de que un sujeto con vestimenta extraña se hacía paso entre ellos hasta llegar a la escalera que conducía a una habitación privada.

Abrió la puerta con cuidado, un único hombre, bastante obeso, estaba durmiendo, sentado en un gran sillón. Desde la habitación podía oírse el sonido de los parlantes resonando en la discoteca. La habitación tenía el tamaño de una cocina, todos sus muebles eran relucientes y bellísimos.

Había una bolsa con cocaína sobre la mesa, con un agujero en ella, por donde se arrastraba hasta ensuciar la mesa. Una plana pantalla emitía una famosa película de los 2000, colgada en la pared, al lado de cuadros rupestres.

Sobre la mesa había contratos, papeles, algunos libros e historietas de superhéroes.

Kay contempló la escena con desagrado y desconcierto. Sin embargo, Natal le había enseñado a no titubear. Frunció el ceño, recordando que aquel hombre durmiendo debía de saber el paradero de Dimitrion, el asesino de su familia…

Con gran rencor, le pegó una cachetada al sujeto con la intensión de que despertara, cosa que funcionó.

El hombre, aparte de ser obeso, tenía el cabello enrulado y corto, de color oscuro. Barba en forma de candado, algo canosa y los ojos chicuelos. Vestía saco y corbata. Cuando recuperó la consciencia, Kay notó que sus pupilas estaban rojas, estaba drogado.

- ¿Qué… quién eres? - preguntó el hombre, entre tartamudeos.

- ¿Dónde está? ¿¡DONDE!?- gritó Kay de manera sobreactuada.

Hubo un tirante silencio y el sujeto lanzó una carcajada.

- ¿Es una broma, no? ¿O realmente me estás amenazando?

Kay no supo que responder y se puso nervioso.

- ¿Primera vez? ¿Eh? - dijo el sujeto y lentamente fue desplazando su mano bajo el escritorio para tomar el arma que tenía oculta.

Kay lo notó y desenfundó el viejo revólver que Natal le había dado. Le apuntó directamente a la frente.

- ¿Dónde está tu jefe? Aquel que conocen como Dimitrion…

El personaje, lejos de sentirse intimidado, preguntó con seriedad.

- ¿Quién eres?

Kay sabía que tenía que responder para llevar a cabo el interrogatorio, pero no podía usar su verdadero nombre. Con la vista rodeó toda la habitación en segundos, buscando una respuesta.

La televisión emitía una película vieja, sobre un cazador de vampiros que se enfrentaba al mismísimo Conde Drácula. Por otro lado, sobre la mesa yacía la historieta que retrataba la vida de un héroe disfrazado de murciélago con su compañero de mallas rojas.

Kay fue rápido, ni siquiera se detuvo a pensarlo.
- Soy Van…Robin Hed.

El hombre se quedó perplejo.

- Qué nombre más gringo- sonrió.

Kay supo que tenía que ser más severo, encendió su dedo y lo posó sobre la mejilla del hombre, este gimió del dolor.

- ¿Dónde está Dimitrion? - vociferó.

- No sé de quién hablas… yo…

A continuación, siete guardias de seguridad aparecieron, el hombre les había avisado mediante una alarma oculta. Todos eran Ryanos o bestias de la sociedad. Musculosos y con la piel gris, porosa.

Atacaron a Van Robin Hed en un instante, dicho personaje se las ingenió para defenderse sin utilizar el arma de fuego, con el objetivo de que no se escucharan disparos.

Por desgracia, los matones estaban dispuestos a quitarle la vida, ellos sí utilizaron pistolas y dispararon, causando un gran alboroto. Las personas que hacían la fila para entrar a bailar lo oyeron y se descontrolaron, hubo gritos desesperados por doquier.

Kay tenía que salir allí de alguna manera, pero la entrada estaba cubierta por los Ryanos. Se escondió bajo la mesa y la usó de escudo mientras todas las balas iban dirigidas al objeto. 

El hombre gordo huyó y sólo quedaron las bestias con sus armas. Kay, aún inexperto, intentó disparar, pero falló. Hubo un momento de tensión, donde nadie hizo nada, la expectativa crecía.

Las bestias se acercaron, Kay aprovechó, empujó la mesa, logrando tirar a dos de ellos, les pegó a tres más con manos y piernas (mediante técnicas que Natal le había enseñado) y forcejeó con un quinto, el sexto disparó. Kay usó al quinto de escudo y recibió las balas en la espalda, este falleció inmediatamente.

El joven se asustó al ver lo que había hecho y cómo un hombre sin vida se desplomaba sobre sus brazos. No sabía qué hacer y estaba petrificado.

La bestia se le acercó entre dientes, con el arma apuntándole la sien. Los otros cinco (con vida) se levantaron doloridos para terminar el trabajo. Kay estaba shokeado y asustado, transpirando bajo la máscara. Soltó la pistola y esta cayó al mismo tiempo que la bestia que sostenía.

La bestia que le apuntaba le quitó el pañuelo con presunción.

- Es sólo un niño…- dijo entre dientes e hizo un sonido con el arma, estaba a punto de dispararle.

Kay yacía absorto. Se creía culpable por la muerte de aquella bestia. Sin embargo, si no hacía algo al respecto, moriría. Y lo peor de todo, le habían visto el rostro…

Pensó en su familia y en Nicholas, en Sony, en Natalie, en todos… haría lo que fuera para impedir que una tragedia así se volviera a repetir. También recordó cuando Nicholas le dijo que algunas bestias le habían dado el paradero de su familia al malhechor que los asesinó. Su odio hacia los Ryanos creció de repente. Así que el arma en su sien se desintegró por sí sola, una llama rodeó el brazo de la bestia, está gimió desesperada.

Kay fue rápido, chasqueó los dedos, y pequeñas chispas saltaron hacia los rostros de los agresores, y cuando hicieron contacto… se volvieron fuego.

Las siete bestias yacían alrededor de Van Robin Hed, muertas. Kay volvió a cubrirse el rostro con el pañuelo y tomó su vieja pistola. El hombre gordo regresó, creyendo que sus protectores habían acabado con el intruso, pero se llevó una gran sorpresa al verlos a todos deformados por el fuego y a un único sujeto de pie.

- Eres un asesino, Van Robin Hed- gritó- Un psicópata, ten por seguro que el mundo se enterará de eso…
- Sólo, no olvides mi nombre- respondió el nuevo cazador. Extendió los brazos para activar las alas de plata y salió volando de la habitación, pasó las pistas de baile y tomó vuelo cuando escapó por la puerta principal.

Se dirigió hacia el lugar que Natal había especificado. A pesar de todo, Kay sabía que ese apenas era el comienzo…’’

- Debe ser algún loco, una clase de vigilante o antihéroe que cree que puede estar por encima de la ley- dijo el soldado más adulto- ¿De dónde vino su nombre? No me interesa, sólo quiero verlo colgado, suplicando por su miserable vida.
El otro soldado asintió y un tercer hombre apareció inmediatamente después.

Vestía un traje un poco más verdoso y con algunas medallas en él. Era un hombre de sesenta años, con el bigote blanco, la expresión fría y los ojos azules. Sobre su cabeza portaba una boina.
- Señor- dijeron los hombres al unísono y saludaron formalmente.
- ¿Algo? - preguntó el oficial al mando con desgano.
- Nada señor, se niegan a hablar- informó el militar más joven.
- Quítenles las máscaras- ordenó y se tomó los brazos por detrás de la cintura.

Los soldados tardaron unos minutos, primero tiraron de las cadenas para que pisaran tierra y estuvieran a la altura adecuada para quitarles las máscaras. Cuando lo hicieron, Kay notó que los cinco prisioneros eran Ryanos, bestias de la sociedad con tatuajes con forma de cruz en diferentes partes de la cara. Todos ellos tenían las caras largas, llenas de rabia.
- Soy el oficial Morales- dijo el hombre a cargo- Bestias inmundas, díganme lo que saben o les prometo que no seré amable con ustedes- Al principio ninguno respondió- ¿Acaso quieren que sus familias desaparezcan misteriosamente? - tampoco hubo respuesta- ¿Qué es lo que más les duele?

- Ser esclavos de su estupidez- contestó la bestia del medio, un sujeto de piel gris, facciones duras, ojos verdes y cicatrices por doquier.
- Ustedes están aquí, no tienen el privilegio de insultarme…
- ÉL YA ESTÁ VINIENDO, oficial- recalcó el prisionero- Nos prometió libertad, nos prometió que no existirían hombres como usted… al final, seremos libres.
- Oí hablar de los rumores, su líder es un tal Redentor, ¿No es así? - el oficial tomó a la bestia del rostro, mientras esta le enseñaba los dientes- ¿Dónde está?
- Muerto, oficial. El Redentor falló. No cumplió con lo que Él le encomendó. Ahora, por sus errores, viene en persona. Y el día del juicio final para la sociedad de los humanos, habrá llegado.  
- Otro creyente, un imbécil- exclamó el soldado más joven.
- ¡Calla! - le gritó el oficial Morales y se dirigió nuevamente a quién tomaba del rostro- ¿Quién se acerca? ¿Quién es Él?
El Ryano se echó a reír, evidenciando lo desordenados que tenía los dientes y algunos pequeños colmillos.
- Lo llaman el Único. El Oscuro. El… Hariet. 

Kay suspiró furioso cuando lo escuchó.

- Hubo casos de bestias desoladas, encontradas en el medio del desierto. Sin capacidad de razonar, enloquecidas. Los médicos los estudiaron y dedujeron que se trataba de alguna clase de trauma por el aislamiento…- informó el oficial- ¿Quiénes son?
- Narsogs…- rió la bestia- El anterior al Único doblegó la voluntad de algunos de nosotros, ofreciéndoles poderes inimaginables. Ni Él sabe de esto. Conformaron su ejército de monstruos hasta que el hechicero Gyan, los selló dentro de una dimensión desconocida, un ritual de malditos. Allí estuvieron hasta que Hariet los liberó durante la época feudal, pero fueron vueltos a ser encerrados por los elementales. Tiempo después, hace pocos años, el Redentor los liberó una vez más… y algunos siguen por allí, divagando, esperando la orden de su amo- hizo una pausa y continuó- Todos estos años fingimos ser parte de su absurda sociedad, Él nos quitó la memoria para asegurarse que no lo traicionemos, y hoy, sin necesidad de estar maldito, estoy a su voluntad, esperando a que vuelva para acabar con la escoria de este planeta. 

El oficial le soltó la cara, se mantuvo serio hasta que comenzó a reír, desenfundó un arma y le disparó tres tiros en la cabeza.
- Odio a los creyentes y los delirantes. Mátenlos a todos, ya no sirven- ordenó el oficial y salió de la escena.
Los Ryanos suplicaron piedad mediante gritos, los soldados los despojaron de sus vidas sin titubear. Kay se tapó los ojos. 
   
Van Robin Hed continuó en el modo invisible y siguió al oficial Morales, quién se dirigía a las instalaciones principales. Había nuevas compuertas que se abrían automáticamente a través de un código de voz. Van Robin Hed fue rápido para entrar junto al oficial sin que se diera cuenta.

Para su suerte, no hubo alarmas que alertaran la presencia de un intruso. Al parecer, no había mucha tecnología en aquella fábrica. Parecía un colosal taller fusionado con un hospital. Había maquinas cubiertas de polvo en los alrededores, camillas de sábanas blancas, doctores (o científicos) disecando cuerpos… de Narsogs.

Tal y como Morales lo había dicho, parecía que los habían matado para estudiarlos. Era una imagen bastante repugnante y cruel.   

Múltiples guardias custodiaban las investigaciones, vestidos de uniforme y portando armas pesadas.

- ¿Resultados? - preguntó el oficial Morales.

- Aquel material es sorprendente- se apresuró uno de los doctores a decir, parecía ser quién guiaba los estudios. Era calvo y adulto, de tez blanca (y algo colorado), portaba unos lentes redondos y un barbijo, además del traje característico de los médicos- Pudimos extraer bastante de estos sujetos. Si hay más por ahí, podremos recolectar una gran cantidad.
- ¿Qué es exactamente? - preguntó el oficial.
- No sabemos con exactitud, rodeaba los sistemas de estas bestias, por completo. Órganos, tejidos, absolutamente todo. No tenemos una explicación lógica. Hasta parece tener… vida propia- el doctor señaló unos pesados barriles, estos causaban sonidos abruptos, como golpes.

El oficial Morales se acercó a uno de los barriles, y a pesar de las advertencias del doctor, lo abrió. Kay se mantuvo alejado y utilizó los anteojos que funcionaban como binoculares. Se sobresaltó y se tapó la boca para no lanzar un suspiro.

Eran cómo lombrices gelatinosas, negras. Había miles dentro del barril, se movían para todos lados, estaban acumuladas cómo si se tratara de comida para perro.   

- Fascinante…- aclamó el oficial Morales, sus ojos azules estaban iluminados de malicia.
- No sabemos cómo han hecho estas bestias para vivir con semejantes… parásitos en su interior- informó el doctor- Nunca había visto nada igual, no es de este mundo.
- ¿Qué es lo que pueden hacer? - preguntó el oficial, fríamente. 
- Emiten energía, señor. A diferencia de otros animales, no es electricidad… es algo que ni siquiera figura en los manuales de física.
- Todo un misterio- dijo el oficial con soberbia- Hagan lo necesario.

- ¿Qué son esas cosas? - se preguntó Kay a sí mismo.
- Fragmentos del PRODIGIUM- le respondió una voz a sus espaldas. Kay giró la cabeza, alerta. Se llevó una ingrata sorpresa, un individuo yacía a su lado, vestido con una túnica blanca, barba larga y cabello del mismo color. Era Fismut, el mago- ¿Cómo estás, Kay? - dijo con amabilidad- Descuida, sólo tú me puedes escuchar- Kay lo miró, anonadado- No estoy aquí realmente, proyecté mi mente hasta ti, es una habilidad que me enseñaron en el Alto Mundo. Pero no es importante.
- ¿Qué haces aquí? - dijo en voz baja.
- Habla en tus pensamientos, igual podré oírte. Como ya dije, estoy en tu mente- respondió el mago- Vine porque quería verlo con mis propios ojos… bueno, los tuyos. Otra vez se repite la historia.
- ¿Qué historia? - pensó Kay.
- Hace un siglo, algunos científicos residentes en el norte descubrieron los cadáveres de algunos Narsogs, probablemente estaban allí desde la época que Hariet surgió por primera vez, él se propuso a dominar el mundo y atacó a todas las tribus de América, durante las guerras, las tribus vencieron y enterraron a los Narsogs.

<< Estos científicos iniciaron una investigación, pero necesitaban fondos del gobierno, por lo que pidieron colaboración. La situación se volvió internacional, la ONU intervino y decretó que dichos hallazgos deberían ser estudiados por Estados Unidos, debido a sus avanzados laboratorios. Argentina se rehusó, lo que ocasionó un importante conflicto clandestino. Al final, el gobierno argentino formó la empresa fantasma R.E.C.O para llevar a cabo las investigaciones necesarias.

Si los humanos hubieran seguido con sus estudios, esa fuente inagotable de energía, el PRODIGIUM, se vería atraído hacia ellos y habría destruido el planeta. Razón por la cual, le ordené a José Morgán y a Manuel Curtansen o Dimitrion (cómo ustedes lo conocen) que acabaran con la empresa y no dejaran supervivientes.  

Cumplieron, destruyeron los cuerpos y no quedó evidencia alguna. El gobierno no tenía nada para avanzar ni pruebas. Los medios creyeron que se trató de un accidente tonto y todo fue tapado. >>

- ¿Cómo es posible que los Narsogs tengan fragmentos del caos en su sistema? - preguntó Kay en su mente.
- Tengo una teoría- respondió Fismut, seriamente- Que también explicaría por qué el corazón de Hariet resulta ser el más fuerte de todos. Creo que algunos indicios del PRODIGIUM envolvieron al corazón que el arqueólogo tomó, dotándolo de un poder ilimitado. Superior al de todos los elementales. Cómo ya sabrás, los Narsogs fueron bestias dominadas por el Oscuro, lo que daría a entender por qué tienen esos horribles parásitos en sus cuerpos- hizo una pausa y continuó- No puedes dejar que sigan con esto, tienes que tomar una difícil decisión y acabar con todos, es primordial que nadie sobreviva. Es por la supervivencia de la Tierra…

Van Robin Hed se quedó en silencio y dijo.
- Lo sé. ¿Quién es Gyan, el hechicero?
- No lo sé- contestó Fismut, petrificado- Adiós- la esencia de Fismut se desvaneció. Kay suspiró, quitó el modo invisible y se presentó ante todos.

Inmediatamente, todos los soldados alzaron sus armas, el oficial Morales estaba gustoso de verlo. Los doctores pararon de estudiar los cuerpos abiertos de los Narsogs, desplomados en las camillas.
- Van Robin Hed…- vociferó alegremente- Te estábamos esperando.
- Lo sé- le dijo Kay y encendió una chispita de fuego en su dedo.

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