martes, 18 de abril de 2017

Terror en las Profundidades: CAPÍTULO 7.



Terror en las Profundidades: CAPÍTULO 7.

Cuando Kay y Natal despertaron, Sony ya estaba despabilado, sentado en la cama, con las manos en la cabeza y las rodillas levantadas.
- Que raro vos despierto- le dijo Kay con los ojos achinados.
- Dormí muy poco, anoche pasaron muchas cosas- respondió Sony, moviendo los hombros.
- ¿Qué cosas?- le preguntó su amigo, interesado.
- Son varias las historias, pero una fue la que mas me… preocupó.
- Habla Sony- insistió Natal con la voz fría y ronca como cuando uno se levanta temprano.   
- Verán, anoche salí de aquí, me topé con Dayas y estuve con él charlando- empezó el joven- Cuando regresé, escuché una conversación entre Mongot, Hassian y otro de los miembros del consejo que no recuerdo el nombre; discutían sobre la lealtad de Dayas. Mucho no me sorprendió. Pero dijeron varias particularidades. Lo que más me preocupó fue cuando intenté volver aquí, seguí a Mongot sigilosamente sin ser descubierto. Antes de llegar, lo vi encontrarse con varios hombres, de aspectos no muy amigables. Se notaba que estaban ocultando algo y que aquella reunión era muy secreta. Los perdí y no tuve más remedio que regresar.
- ¿Y tú que crees que está pasando?- preguntó Natal, fregándose los ojos.
- No lo se, pero Mongot está actuando a espaldas de Dayas, eso te lo aseguro. Ahora si a favor o en contra, lo desconozco.
- Buen dato el que nos tiras. Será mejor permanecer atento ante este personaje- agregó Kay, quien ya se estaba vistiendo.
Sony y Natal asintieron.
- No sé ustedes, pero yo muero de hambre- dijo Natal. Sus compañeros rieron al escucharlo y combinaron en ir a desayunar.
Afuera, todos los pelotones de cada cabaña almorzaban en mesas de madera, como si fuera un camping familiar. Una mesa con los bancos vacíos, los esperaba frente a ellos, repleta de manjares y bebidas exóticas.
- ¿Qué hora es?- preguntó Kay apenas salió.
- La hora de comer, por supuesto- respondió Dayas, quien acababa de aparecer junto a Koba. Sony tragó saliva- Son las siete.
Los elementales entendieron que su tiempo era distinto al suyo, sería difícil saber si Dayas hablaba de las siete de la mañana o de la tarde. El sol o como fuera que lo llamaran los Kiceanos, brillaba en intensidad, casi siempre en la misma dirección, desaparecía en los horizontes, como escapando de un cazador. El Zen era un mundo repleto de misterios. Seguramente no tendrían idea de lo que nosotros llamamos ‘’desayuno’’ o ‘’merienda’’. Simplemente comían para recuperar fuerzas y tener energía para las batallas o el trabajo asignado.
- Durmieron mucho, no quisimos molestarlos- rió Dayas.
‘’Entonces… ¡son las siete de la tarde!’’ pensó Kay.   
- Comamos todos juntos, ¿les parece?- dijo el príncipe y se sentó.
- Todo un honor- sonrió Sony, a quien Dayas miró con aprecio.    
- Koba, representante del reino del halcón ha decidido acompañarnos- agregó el heredero de Zimpat.
- Es una inmensa honra estar aquí a su lado. Los poderosos magos y el futuro rey de Zimpat- dijo Koba, Sony fue el único que notó la deslealtad de esas palabras. Koba se percató de eso, pero disimuló no darse cuenta.
Los cuatro se sentaron alrededor de la mesa, estimando la comida servida; Kay y Natal movían las cabezas de un lado a otro, haciendo un profundo análisis de que elegirían primero. Sony, en cambio, no apartaba la vista de Koba. En su mente, recordaba todo lo que había escuchado la noche anterior.
- Está exquisita, ¿no es así?- exclamó Dayas mientras tomaba la comida con sus manos sin ningún pudor.
‘’ Sin duda Dayas se siente muy cómodo con nosotros, no teme ser grosero. Tal vez sea hora de decirle la verdad’’ pensó Natal. 
Sony notó que Koba quería reírse a carcajadas por la falta de modales del príncipe y que se contenía porque creía que no sería prudente.
- Mastique con cuidado, joven Dayas- le dijo- No vaya a ser que se atragante.
Algo en esas palabras perturbó a Sony, secretamente le hizo una seña a Kay. Como una vez dije, la comunicación entre ambos ciertas veces se volvía…inexplicable. Kay entendió enseguida y de repente efectuó una pequeña llamarada (debajo de la mesa claramente y con suma cautela) en la túnica naranja del miembro del Consejo. Koba ni se mosqueó al principio, continuaba comiendo con suma educación, tomando la comida de a trozos y masticándola con mucho cuidado. Era un hombre de estatura promedio, modales muy finos, piel blanca, cabeza chica, ojos azules y bigote. La chispa en su túnica se volvió llama en un santiamén. Un poco de humo empezó a aparecer.
- Hay olor a quemado- advirtió Natal, con la comida en la boca.
- La comida no es- añadió Dayas y miró para todos lados.
Sony y Kay contenían la risa, se sentían como cuando eran más chicos y le jugaban bromas a sus parientes. En especial a Nicolas (padre biológico de Sony y padre adoptivo de Kay) que gran cantidad de veces había tenido que castigarlos por sus travesuras. 
- ¡Su vestimenta!- le gritó Dayas a Koba, quien tardó en reaccionar.
Inmediatamente se apartó asustado, levantándose de la mesa. El fuego le rodeaba la túnica hasta las rodillas.
- ¡Maldita sea! ¡Apáguenlo! ¡Apáguenlo!- exclamó Koba con gran histeria.     
Natal frunció el ceño y miró con enojo a sus compañeros; Kay y Sony se hicieron los tontos.
Dayas utilizó sus habilidades en el agua para apagarlo. Sin agradecer, Koba se retiró furioso.
- Creo que ya no querrá comer más con nosotros- rió Kay y también Sony.
- ¿Fueron ustedes?- preguntó el príncipe muy tranquilamente- Niños, eso estuvo muy mal.
- ¿Soy yo o… acaba de llamarnos ‘’niños’’?- le dijo Kay a Sony, en tono irónico.
- No estuvo mal, estuvo PÉSIMO- exclamó Natal, furioso.
- Tranquilízate Natal, fue solo una broma- dijo Kay nuevamente utilizando el mismo tono.
- No hay porque ser duros con ellos. Los entiendo, yo también tuve su edad y pasé por lo mismo- interrumpió Dayas.
- ¿Ah si?- preguntaron los JEN al unísono, abriendo los ojos como platos.
- Durante varios años, a la resistencia le costó mucho controlar mi rebeldía. A medida que fui creciendo, maduré y bueno… me nombraron jefe de las fuerzas Kiceanas.    
- Sigo en completo desacuerdo con la palabra ‘’niño’’.- dijo Kay- No somos niños- esto último lo dijo con un poco de rencor.
- Reconozcan que lo que hicieron estuvo mal.
- ¿Sabes lo que está mal? ¡Este maldito consejo, Dayas!
- ¡Kay! ¡Compórtate!- lo retó Natal. 
- Pero si es la verdad. Dile lo que escuchaste anoche, Sony. Dile lo que Koba dijo.
Sony lo miró sorprendido.
- ¿Qué fue lo que dijo, Sony?- preguntó Dayas con suma curiosidad.
- Bueno, no voy a mentirle- comenzó Sony con algo de vergüenza- Anoche, luego de nuestra charla, escuché una conversación entre Koba, Hassian… y Mongot. Pero Kay… yo nunca dije que Koba era el tercer hombre allí presente. ¿Cómo lo supiste?
- Eso no importa ahora, ¡cuéntale!
- Te escucho, Sony- dijo Dayas, seriamente.
- Verá, joven príncipe. Ellos…hablaban… de lo mucho que lo estiman, señor.
- ¿Eso es todo?
- Si, eso es todo.
- ¿Seguro?
- Así es, no hay nada más.
- Bien- dijo Dayas, disconforme- Qué no se vuelva a repetir y buen provecho. En una hora nos reuniremos en el salón principal. No lleguen tarde, les suplico.
Dayas se retiró.
Kay se le acercó a Sony, anonadado.
- No lo entiendo, ¿Por qué no le dijiste la verdad?    
- Kay… Dayas es un tipo muy inseguro. Saber que sus superiores dudan de él solo hará que aumente su desconfianza para consigo mismo. Mejor que se entere luego.
- ¡Pero ese Koba se va a salir con la suya!
- No, mi amigo. No lo hará. Te lo aseguro.
- Más te vale que sepas lo que haces.
‘’Si, yo también…’’- pensó Sony.
Kay lo observó con desconfianza, como si… hubiera leído su pensamiento. El elemental de fuego regresó a la cabaña para cambiarse.
- Natal…- le habló Sony- Algo muy raro está pasando entre Kay y yo. Una cierta clase de conexión que no logro entender. Se está agudizando cada vez más.
Natal suspiró, había estado callado todo este tiempo.
- El linaje JEN es extremadamente fuerte- respondió.
- ¿Y qué es eso?
- Una selección. ¿Por quien? No lo se. No preguntes más, es todo lo que sé.
Natal también volvió a entrar a la cabaña.
- ¿Me estaré volviendo loco?- se dijo Sony en voz alta y sacudió la cabeza- No lo creo- luego volvió a sentarse y continuó en la mesa comiendo, solo.

El consejo se reunía por tercera vez, los elementales acababan de acudir a la reunión. Koba yacía allí, se había cambiado de ropa, una túnica más precaria del mismo color. Observó a Kay y Sony con un profundo rencor, pero se mantuvo callado durante toda la conversación. Ahora, los Kiceanos necesitarían nuevamente de la ayuda de estos ‘’magos’’, en la búsqueda del segundo artefacto.
- Oculto en los aposentos de una bestia terrible, el segundo artefacto está- dijo Faír, alzando la voz- Habrá una diferencia esta vez, Dayas los acompañará en la misión.
- En hora buena- susurró Hassian.
- ¿Cómo dice, señor Hassian?- Faír lo miró de reojo y esto perturbó al comandante.
- No, nada. Totalmente de acuerdo con su sabia decisión.- le respondió, y en cada una de sus palabras se denotaba una gran ironía.       
- Muy bien- prosiguió Faír sin darle mucha importancia- Dayas será su guía, ya nos hemos tomado la molestia de prepararles todas las provisiones necesarias.
Los tres elementales hicieron una reverencia.
- Mucha suerte, jóvenes magos- Faír se retiró, le siguió Hassian, Koba y Kaia (el hombre de túnica verde)
Barón, del reino del tigre (túnica azul) y Grax, del reino del ciervo (túnica violeta) los observaban detenidamente y se alejaron para conversar.
Dayas les indicó donde se encontraban las inmensas mochilas que tendrían que llevar. Eran solo dos. Parecían ser la fusión entre una bolsa y una mochila, de color mostaza. La abrieron y descubrieron la gran cantidad de alimentos que llevaban.
- Reconozco que como mucho, pero… ¿no será demasiado?- habló Kay.
- Esta comida será para los tres días de viaje- le respondió Dayas, esta vez se lo notaba de buen humor- Si hacen la cuenta, tres días de ida y tres más en la vuelta- Kay y Sony se miraron entre sí con actitud desganada- No se desanimen muchachos, nos conoceremos mejor, el viaje se pasará ¡volando!
- Si usted lo dice…
Natal cargó una de las bolsas, Kay tomó la otra.
- Por aquí- les señaló Dayas y caminaron hacia el sur.
Una vez salieron de la gran sala, a Kay se le cayó la bolsa accidentalmente. Le dijo a sus compañeros que siguieran, prometió que los alcanzaría. Un fruto se le escapó de las manos y rodó unos metros (cuando lo estaba tratando de meter nuevamente en la bolsa-mochila), fue tras él, abandonando la bolsa-mochila. Una vez lo alcanzó, escuchó voces, le despertó la curiosidad y se acercó sigilosamente hacia la fuente de dicho sonido. Dos personas entablaban una preocupante conversación. Se trataba de dos miembros del consejo: Barón y Grax.   
- ¿No crees que si estos tres magos continúan aquí, nuestro plan corre un gran riesgo de fracasar?- le decía Grax a Barón entre murmuros.
- Lo creo, compadre. Además, también hay una posibilidad de que lo descubran- contestó Barón, sumamente preocupado.
- Yo no se lo he dicho a nadie.
- Yo tampoco. Hay que seguir todo lo que el gran Koba ordene, pronto Zimpat y… TODO el Zen ¡serán nuestros! Si estos ‘’magos baratos’’ logran conseguir todos los artefactos: Entraremos, luego aniquilaremos a Minos, tomaremos la ciudad, someteremos a su gente a nuestros caprichos y finalmente lanzaremos el profundo ataque que tanto anhelamos para conquistar el Zen.   
- ¿Zen? ¿Estas hablando de la ‘’Tierra’’, no? - se burló Grax. Ambos rieron a carcajadas- ¡Qué sujetos tan extraños son esos! ¿De donde demonios los ha sacado Dayas?
- Una vez Dayas, Mongot, Faír y Kaia hayan caído, los tres magos serán un minúsculo problema- afirmó Barón.  
Kay se sobresaltó, estuvo apunto de enfrentarlos, pero se detuvo.
- ¿Y que pasará con el comandante Hassian?
- También será eliminado. El gran Koba le ofreció formar parte de nuestra ‘’liberación’’, pero se negó por razones desconocidas. A pesar de que Hassian sea un tipo muy discreto, hay un riesgo de que lo cuente todo. Será el primero en morir.
- Eliminar a la mayoría de ellos no me asusta. Pero… los magos y el joven príncipe poseen poderes que no son de este mundo.
- Descuida, Grax. No hay ser viviente que pueda resistirse al filo de una espada.
- En eso tienes razón- ambos volvieron a reír. Kay estaba oculto entre unas rocas, por mal movimiento, produjo un ruido que alarmó a los dos miembros del consejo.
- ¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?!- gritó Barón, empuñando la espada.
Grax le señaló de donde provenía, también poseía un arma blanca en su mano. Barón se fue acercando lentamente, las sienes se le inundaban en sudor. Fue un momento de mucha tensión. Kay continuaba en el mismo lugar, por una abertura, supo que se estaba acercando el representante del reino del tigre con malas intenciones. Detrás de él (a 1 metro) había solo una inmensa pared, estaba rodeado. Barón alzó la espada, mataría a quien se le cruzara en el camino, sin importar que fuera un niño o una mujer. Grax temblaba de miedo, no estaba listo para luchar, lo presentía su helado corazón. Barón divisó una zapatilla del lado derecho de una enorme roca (claramente él no tenía idea de lo que era, ya que en el Zen andaban descalzos o en zapatos), dibujó una nerviosa sonrisa en su rostro y las pupilas de los ojos se le desorbitaron como si estuviera loco. A pocos metros de su victima, respiró profundamente una última vez y ante la expectativa, se abalanzó sobre la zapatilla, cortándola en dos. Contempló el interior del calzado y los materiales con los que estaba hecho. Pero, dicha zapatilla no estaba siendo utilizada.
Repentinamente, un sujeto apareció del otro lado (es decir, salió desde el rincón opuesto a donde estaba Barón) utilizó sus habilidades para rodear todo el sector de fuego. Así, no pudieron ver de quien se trataba. Kay huyó a más no poder. Dejando a los dos victimarios anonadados.
Volvió por la bolsa-mochila y continuó corriendo. Alcanzó a sus compañeros en pocos minutos.
- Vaya, creí que al final no vendrías- dijo Dayas apenas lo vio.
Kay se sentó en el suelo y descansó unos minutos. Sus compañeros habían avanzando bastante, se encontraban en la salida de la ciudad de los Kices. Aprovecharon para reposar unos momentos y luego seguir.
- Kay, ¿Y tu otra zapatilla?- preguntó Sony al ver uno de los pies de su amigo, descalzo.
Kay hizo una mueca. En instantes, Sony comprendió todo.
- La perdí- mintió Kay a los demás.
- Andar descalzo no te hará daño, el pasto es suave y fresco- le dijo Dayas.
- Puede que tenga razón- Kay se quitó la otra zapatilla y la guardó en su bolsa-mochila.
Natal intuyó que algo andaba mal, conocía a Kay desde hace casi cuatro años y se daba cuenta enseguida si tenía algún problema. De todas maneras, no emitió palabra.            
- ¿Les parece si seguimos?- dijo Kay, exaltado.
- ¿Ocurre algo?- preguntó Dayas.
- No, nada. Es un viaje largo, no hay que perder tiempo.
Dayas asintió y ordenó amablemente proseguir.
Claramente, Kay temía que Barón y Grax lo hayan seguido. El fuego tal vez había permitido que no vieran su rostro, pero ahora, estaba seguro de que los traidores sabían que uno de los ‘’magos’’ había descubierto su plan.
En cualquier momento, intentarían nuevamente matarlo. El temor de Kay no se debía a la muerte, de hecho… ya había muerto una vez y vuelto a vivir, lo que en verdad le preocupaba al elemental era enfrentar a los traidores, que los Kices se pongan en su contra y que destituyan a Dayas del cargo que poseía por su culpa. Así, tal vez los Kiceanos nunca podrían recuperar su patria y Minos ganaría.
- Tranquilízate- le susurró Sony- Ya encontraremos una solución.
- Eres la única persona a la que no tengo que decirle ni una palabra para que se entere de todo- sonrió Kay.
- Lo mismo digo- combinó su amigo.
- Temo que por mi culpa toda la resistencia se venga abajo.
- Me sorprende mucho que lo digas… hace unos días estabas en total desacuerdo con todo esto.
- No lo se… estos días aquí he conocido a su gente y me han agradado. Son buenas personas, soldados, sus esposas e hijos. Siento una clase de concordancia…
- ¿Concordancia?
- Empatía, no se como explicarlo. Se esconden y huyen todo el tiempo. No tienen un hogar. Como me pasó a mí, hasta que tu familia me aceptó. Quiero ayudarlos, Sony. Quiero hacer algo por ellos. Y esos malditos hijos de puta solo quieren aprovecharse de sus debilidades y someterlos a sus caprichos.
- Mi familia es TU familia, Kay. No lo olvides- exclamó el otro JEN y luego bajó la voz para añadir- Podemos hacer que Grax y Barón… desaparezcan. De Koba nos encargamos después…
- ¿De que estas hablando? - se sobresaltó Kay, miró hacia adelante para asegurarse que ni Natal ni Dayas lo habían escuchado. Todo lo contrario, conversaban entre ellos muy entusiasmados.
- No estas entendiendo, tonto. Hablo de jugarles una broma, y abandonarlos en algún lugar donde no los puedan encontrar, con comida y provisiones para que sobrevivan, pero atados para que no escapen.
- Es un riesgo, Sony. Si nos descubren, quien sabe lo que puede llegar a pasar.
- Descuida. No lo harán. En la noche, mientras Natal y Dayas duerman… volveremos a la guarida secretamente. Acordate que esos dos planean matar al príncipe y a todos los demás, ¡incluidos nosotros!   
- Solo quiero verlos intentarlo…
- Ni oportunidad tendrán- sonrió Sony.
- Para la noche estaremos lo suficientemente lejos de la guarida, ¿cómo planeas ir y volver a tiempo sin que nadie se de cuenta?
- Lo único que te voy a decir es que… te consigas una venda para los ojos. Nunca se sabe si habrá luna llena…
Kay dibujó una sonrisa en su rostro.

Alrededor de 20km habrán caminado durante todo el día, la noche cayó sobre ellos finalmente. El sendero era bastante sinuoso, en especial por la vegetación y los árboles cortando el camino, se ocultaron entre unos arbustos de gran tamaño, a unos pocos metros del sendero. Dayas advirtió que de vez en cuando, el Rey mandaba algunas tropas a recorrer el bosque y someter a cualquiera que se les cruzara, con la sospecha de que formaran parte de la resistencia. Por ese mismo motivo, se escondían, pero sin alejarse. Los cuatro yacían en silencio comiendo unas rebanadas de pan, pasaban las manos en el fuego para calentarse; hacía mucho frío (cuando en los días anteriores, la temperatura había sido semejante al calor del verano). El cambio brusco de clima hizo que Kay (también por andar descalzo) y Sony se enfermaran de moquillos. Se mantuvieron calientes, muy cerca de la fogata. Kay había tenido que disminuir el fuego a cierta hora por orden de Dayas, sino corrían el riesgo de ser descubiertos.
- ¿Cómo se sienten?- preguntó el príncipe, sentado en el suelo, tapado con una gruesa manta de color marrón, desde los pies hasta el cuello.   
- Mejor…- dijo Sony y luego estornudó.
- Abríguense bien y para mañana se sentirán mejor.
- Dayas… tengo que hacerle una pregunta- interrumpió Natal.
- Dígame con total libertad, gran mago.
- La noche que llegamos aquí, fuimos atacados por una criatura…
- ¿Qué criatura?- preguntó Dayas, Kay bajó los ojos, apenado.
- Eso no es lo relevante- respondió Natal al ver la reacción de su pupilo- Lo que importa en verdad es que en ese mismo momento fuimos salvados por una estatua en forma de águila. Una extraña luz espantó al monstruo y nos rescató, luego desapareció. Siendo usted el único que puede utilizar esa técnica, quiero agradecerle.
- Mil disculpas, Natal- respondió el joven de cabello rubio- Pero siendo totalmente sincero, no tengo idea de lo que me está hablando.- los tres elementales abrieron los ojos como platos- ¿La noche que llegaron fue un día antes de que yo los conociera?
- Así es…- afirmó Natal, anonadado.
- Bueno, hace semanas que no salgo de la guarida. Cuando mis ayudantes me informaron de su presencia en el castillo fue cuando utilicé la estatua después de mucho tiempo e intenté salvaros.
- Entonces, si no fue usted… ¿Quién fue?- le dijo Natal. Kay y Sony fruncieron el ceño y se miraron dudosos.
- Lamento no serles más útil, pero es la verdad. Mi familia ha sido la única capaz de controlar dicha habilidad, mi padre, su padre y el resto del linaje hasta llegar a Juan Jimonte.  
- Entonces… ¡conoce el nombre de su antepasado!- exclamó Natal, nuevamente sorprendido.
- Por supuesto, él fue el fundador de Zimpat, ¿cómo no voy a conocerlo?- rió Dayas y luego se quedó petrificado, como si acabara de descubrir algo sumamente importante.
- ¿Qué sucede?- preguntó Sony, preocupado.
- Las historias dicen que mi antepasado llegó aquí de un lugar muy lejano, de un lugar llamado… Tierra. ¿¡Cómo no me di cuenta antes!? Cuando era un niño le robé los libros secretos de historia a mi padre y los leí de punta a punta. ¡Por el águila! ¡Ustedes vienen de allí! ¡Por eso también lo conocen! Cuéntenmelo todo, quiero saber que fue de su vida antes de llegar aquí. 
El abrumado en ese instante fue Natal. Claramente ya no podría seguir guardando el secreto.
- ¿Podría contarnos la historia de su antepasado que usted conoce?- saltó Kay.
- Por supuesto…- respondió Dayas, fascinado. Más tarde se olvidaría de volver a preguntar. Natal suspiró y mentalmente le agradeció a Kay, temía que Dayas no le creyera ni una palabra. Y ya había tenido suficiente con otro individuo, al cual le había costado mucho convencerlo; el mismo individuo que acompañaba a Kay en ese preciso momento, sentado a su lado.   
Sony y Kay escucharon con atención las palabras del príncipe.

- Según los escritos que leí y que por alguna razón fueron prohibidos para todo ciudadano... Juan Jimonte llegó hace varios siglos a estas tierras. En ese entonces, los siete reinos no existían, solo una raza minúscula de cazadores y recolectores, llamada ‘’LOS FULKOS’’. El choque entre civilizaciones y el desentendimiento de idiomas, hizo que los Fulkos rechazaran a mi antepasado, lo persiguieran incansablemente por robarles comida y fijaran su cabeza como la más buscada del mundo. Todas las mañanas, Juan se despertaba temprano en el bosque (donde dormía porque no tenía un hogar) y recorría la aldea de los Fulkos disfrazado, elegía la comida y escapaba con ella. En el pasado había intentado trabajar, pero fue rechazado por el líder de la tribu por sus diferencias culturales y continuamente expulsado. Sin remedio alguno, aquella era la única forma que encontraba para sobrevivir. El bosque se escaseaba de alimentos, los frutos azules que nosotros disfrutamos no existían en aquel entonces. Un día todo cambió, en su ininterrumpida rutina, estaba apunto de robarle unos manjares deliciosos a unos seres muy importantes del pueblo: Los sacerdotes. Tantas veces los había escuchado hablar que ya entendía gran variedad de palabras. Estos sacerdotes hablaban de un evento catastrófico, un ‘’munús’’ acercándose a toda velocidad desde el oeste…
- ¿Munús?- preguntó Kay.
- Mi antepasado tampoco sabía de que se trataba- respondió Dayas sin interrumpir la historia- Por ese mismo motivo se quedó allí, esperó durante días hasta que el munús apareció, enormes cantidades de agua, con una masa destructiva. 
- ¡Un tsunami!- exclamó Sony.
- ¿Así lo llaman ustedes?- dijo Dayas- Ya veo. Bueno, continuando: Juan Jimonte observó a los niños, mujeres y hombres huir de dicha catástrofe, algunos cayendo en el intento. Las grandes masas devoraban todo y arrasaban con cualquier cosa que se les cruzara: árboles, arbustos, edificios, cabañas y personas. Paralizado por el hecho, fue hacia la plaza principal de los Fulkos. Los guardias lo descubrieron, tomaron sus lanzas y fueron a derrotarlo. Juan caminó a paso lento hacia el gran munús. Los guardias no se animaron a avanzar, creían que el munús le daría la muerte que merecía. El líder entre los Fulkos contempló lo que estaba pasando, y a aquel individuo yendo hacia su destino. Mi antepasado se dirigió hacia el… tsunami, como lo llaman ustedes; extendió las manos e hizo un gran esfuerzo para controlarlo. Ningún Fulko escapó, todos se quedaron petrificados ante las acciones de Jimonte.
Finalmente, utilizó gran parte de su fuerza para expulsar la ola… y lo logró. Salvando la vida de miles. El munús se lo había llevado al mar abierto, la mascota del líder lo rescató y lo llevó con ellos. Inconciente, exhausto y completamente empapado lo encontraron, despertó y contempló estupefacto la hermosa criatura que lo había salvado de ahogarse: un águila.
Juan se levantó, toda la ciudad estaba a su alrededor, en silencio. El héroe tragó saliva ante la expectativa. El líder entre los Fulkos apareció ante él, lo miró detenidamente y luego… lo abrazó. Todos festejaron. Desde entonces, lo invitaron a formar parte de su pueblo. Pasados los años, Juan se volvió un gran partidario del Rey, les enseñó su lengua a todos los demás, la cual se estableció como el idioma oficial, tiempo después. Con la muerte del líder, Juan fue elegido para tomar su lugar (última voluntad del líder), se enamoró de la nieta del difunto y se casaron. Así, el linaje Jimonte apareció generación tras generación y en honor al animal que lo había salvado: Juan bautizó a su nuevo reino como ‘’Zimpat’’ que en la antigua lengua de los FULKOS significa: Zen del águila o si prefieren… Tierra del águila.
- Eso explica porque la tecnología aquí no ha evolucionado, es como si vivieran en la edad media de la Tierra. Juan Jimonte venía del siglo XVI, todo lo que sabía sobre su época se lo transfirió a sus sucesores- pensó Natal.                 
- Es una historia increíble- dijo Sony, quien se había emocionado un poco.
- De verdad que lo es- agregó Kay.
- Es mi héroe... - respondió Dayas- Por lo que entendí, dicha historia fue muy cuestionada tiempo después, ya que para algunos mi antepasado no era más que un ladrón que había engañado a una civilización entera para hacerse con el trono de esta. Y estas acusaciones decaían sobre todo monarca de apellido Jimonte que se encontrara gobernando. Esa fue la razón por la cual se prohibió la historia al pueblo. No estoy de acuerdo con ello. Pero bueno, eran otras épocas.
Natal estaba pensativo.
- ¿En que piensa, gran mago?- le dijo Dayas, dirigiéndole la mirada.
- No, en nada. Me ha dejado perplejo su relato, joven príncipe. Eso es todo- respondió Dick, obviamente que aquella no era toda la verdad.
- Mejor vayamos a dormir, mañana nos espera otra larga caminata- propuso el príncipe.  
Los demás asintieron. Kay redujo la llama hasta el punto que solo quedaran las ramas pulverizadas y las chispas. Dayas fue el primero en hacer guardia, luego le seguiría Kay…

Unas cuatro horas más tarde, Kay reemplazó a Dayas, quien se quedó dormido en minutos. Sigilosamente, Kay despertó cuidadosamente a Sony. Con los ojos achinados, Sony bostezó en silencio y estiró los huesos.
- ¿Los dejaremos aquí solos? ¿Y si los secuestran o asesinan mientras duermen?- dijo Kay, haciendo una mueca.
- Vamos y venimos- le respondió Sony y quitó algo de su bolsillo- Ningún enemigo tendrá oportunidad de acercárseles. Hay que apresurarse, en algunas horas va a amanecer. Conseguí la venda por las dudas.
- Excelente. Confío en lo que dices- asintió Kay. Sony le pasó la venda a su amigo, se escondió entre unos troncos y cambió su figura a la de una inmensa criatura de piel grisácea con alas.
Kay se subió a la espalda de la gárgola, se colocó la venda en los ojos y se aferró a la criatura. La bestia se impulsó y voló por los aires a gran velocidad. Natal y Dayas continuaban durmiendo.
El viaje que caminando les había tardado unas diez horas, lo hicieron en tan solo dos. La rapidez de la gárgola era incalculable, Kay estaba un poco asustado por la altura y porque le costaba sostenerse, tampoco tenía visión y aquello aumentaba su desconfianza. En un momento de debilidad, estuvo apunto de caerse pero la bestia lo sostuvo y lo llevó entre sus brazos. Sony volvió a la normalidad, antes de entrar a la guarida. Kay tuvo un par de arcadas pero nada grave. Se escabulleron con cuidado, para no ser descubiertos por los guardias. Sony fue por Grax y Kay por Barón. Unos días antes ya sabían donde vivían cada uno de los miembros del consejo, el más alejado del lugar donde se efectuaban todas las reuniones era Hassian. Por separado, los JEN le aplicaron una llave del sueño a cada uno (Natal se las había enseñado hace dos años), se reunieron en el habitual centro de juntas y desde allí fueron hacia donde estaba la fuente del rompecabezas. La adrenalina y los nervios predominaron en esos momentos a altas horas de la noche. Sony volvió a mutar en una gárgola. Tomó a las victimas y las llevó a la plataforma que yacía sobre la fuente. Luego volvió por Kay y también lo ayudó a cruzar para que terminaran el trabajo. Los ataron a la mesa de piedra con una soga muy gruesa (la cual habían encontrado dentro de la bolsa-mochila como herramienta para su nueva aventura) Por más que gritaran socorro, nadie los escucharía por la distancia, por eso no les taparon la boca. Les dejaron provisiones para que sobrevivieran y se marcharon. Los JEN sabían a la perfección que dichos personajes se librarían fácilmente de las ataduras, pero les sería imposible cruzar los abismos de agua que poseía la fuente. El plan era perfecto para ellos. En una hora y media amanecería, salieron de la ciudad a las corridas;  la gárgola voló al doble de la velocidad que antes. El sol estaba apunto de alzarse por el este. Dayas y Natal se movían de un lado a otro, estaban apunto de despertar. Kay y Sony llegaron justo a tiempo, la luz de la estrella no los alcanzó y pudieron simular que descansaban antes de que Dayas se levantara y los viera.
Inmediatamente, Dayas los ‘’despertó’’ para continuar con el viaje. Kay y Sony actuaron muy bien, ni el príncipe ni su maestro sospecharon de su huida por la noche, ya no estaban enfermos (pues los elementales lo hacen por poco tiempo). Aún así, estaban exhaustos, las pupilas de sus ojos rebosaban en un color rojo, haciendo visible las arterias. Entre bostezos, ojos entre cerrados, pasos cada vez más lentos y carentes de fuerza, Dayas se apiadó de ellos y los dejó dormir un poco más. Para no retrasar el viaje, Natal los suspendió en el aire con sus habilidades y así los contuvo (dormidos y volando por los aires) hasta llegar al siguiente punto de control.
El sol avanzaba con rapidez, la temperatura se elevaba a la misma velocidad. Dayas estaba al frente, atrás Natal; y a sus dos lados, balbuceando, los cuerpos suspendidos de los JEN.  
Caminaron horas en silencio, la fría mañana se había esfumado de improvisto, el calor predominaba. Las copas de los árboles se agitaban de un lado a otro por la suave brisa, como si estuvieran bailando al ritmo de una obra musical del Romanticismo. 

Hacia el noroeste, a kilómetros de distancia, atravesando todo el bosque y una escasa cantidad de montañas, se distinguía una figura extraña y particular. Una clase de castillo abandonado, totalmente oscuro y de puntas afiladas. Natal se pasó los nudillos por los ojos para cerciorarse de que aquella maravilla era real. Y lo era.
- Dayas, disculpe la interrupción de este abundante silencio. En especial con estos dos tontos durmiendo…- murmuró y luego subió la intensidad de su voz- ¿Qué lugar es ese?- señaló al castillo negro.      
Dayas miró hacia esa dirección unos segundos y regresó su vista al frente.
- Ese es El templo de Jimonte. Un lugar sagrado de Zimpat.
- ¿Y que hay allí?- preguntó Natal, curioso.
- Nadie lo sabe. Está prohibido entrar. Incluso para los que comparten su misma sangre, como yo.
- ¿Nunca nadie lo logró?
- En la época que gobernó… mi padre, se decía que su hermano, mi tío Minos, había logrado sumergirse en las oscuras paredes del templo. Pero eso nunca pudo comprobarse, Minos nunca dijo nada al respecto, ni siquiera a sus más fieles servidores.         
- Así que… el templo de Juan Jimonte- dijo Natal, observando el edificio mientras sacudía la cabeza. Dayas lo observó y rió.
- No hay nada que ver allí. Son puras fábulas- finalizó Dayas sin la menor sospecha. Pues Natal, ya tenía en mente… ir.
El templo se desvaneció con la distancia, el grupo caminaba hacia el suroeste y los grandes árboles cubrieron el suelo, nuevamente. Kay y Sony despertaron entre bostezos; en primer lugar, se estiraron y contemplaron donde habían estado durmiendo todo este tiempo… ¡en el medio de la nada! En segundo lugar, intentaron hacer contacto con el suelo, pero hasta sus pies y piernas seguían descansando. Luego de diversos intentos por acelerar la circulación de la sangre, sintieron los pies sobre la tierra, una sensación verdaderamente hermosa que recordarían tiempo más tarde. Dayas indicó que estaban apunto de llegar.     
Aquel increíble paisaje que llevaban más de tres horas observando quedó en el olvido, frente a ellos se presentó un nuevo y misterioso sector; árboles y matorrales sumergidos en el agua, un ambiente húmedo y pesado, las aguas parecían estar estancadas, probablemente formaran parte de un antiguo río. Cada uno de ellos sintió una mezcla de repulsión y profunda sensibilidad al momento de introducirse en él, lo que sin duda se trataba de un PANTANO. 
Dayas contó otra historia…
- Cuenta la leyenda que los nativos de estos sectores idolatraban a una feroz criatura, esta misma amenazaba con devorárselos a todos y por la supervivencia de la especie, cada niño y niña que nacían en conjunto, cumplían los diez años de edad y eran entregados al monstruo; quien cruelmente los sumergía en su inmenso estómago y los hacía añicos con sus afilados dientes. Aquella tradición fue cuestionada un día, por una mujer, madre de las dos futuras presas que le seguirían; por amor a sus hijos y repulsión a su tribu, en la noche fue hacia el río donde la bestia dormía, le dejó dos cuerpos a su lado (la carne de un animal que ellos cazaban) envueltos por hojas y mugre. Al despertar, el demonio se los devoró y comenzó a convulsionar, aquella carne estaba envenenada; furioso, se tragó todo el río y produjo un munús que acabó con todos, curiosamente poco antes de la gran hazaña de Juan Jimonte, lo que sobrevivió de dicho río se estancó y se volvió este pantano. Donde la bestia… aún descansa.
Kay se apartó de Dayas, en señal de temor.
- Y nosotros aquí…- susurró.
- ¡Vamos, joven mago! ¡Son solo historias!- animó Dayas, en tono sarcástico.
Natal y Sony comenzaron a pisar con cuidado, las espesas aguas del pantano les llegaban hasta la cintura. Movimientos repentinos ocurrieron, pero nada importante se les presentaba… aún.
- La criatura… ¿Cómo es?- preguntó Kay, a quien se le helaba la sangre.
- Tentáculos, colmillos… verdaderamente aterradora- respondió Dayas, burlándose de Kay; en realidad, jamás había visto a la bestia, tan solo había escuchado la historia.
- Santo dios…- susurró Kay por segunda vez.
El silencio y la tranquilidad del pantano eran los puntos de tensión más severos, cualquier sonido recurrente era señal de peligro; además, el frío y las aguas aumentaban el desagrado de los elementales. Dayas ya había estado allí, pero no se había topado con el monstruo ni encontrado con el artefacto. Por esa misma razón, no experimentaba ninguna clase de fobia ni miedo por aquel sector.
Las aguas comenzaron a generar burbujas, los elementales se estremecieron, Kay se mantuvo cerca de Sony, Natal apretó los dientes y observó su alrededor con exagerada atención.
- ¿Qué ocurre?- habló Sony, frunciendo el ceño.
De repente, Natal pisó un agujero y se sumergió en las espesas aguas del pantano; Kay y Sony fueron hacia él, lo más rápido que pudieron, el peso de la naturaleza les retrasaba el paso. Dayas se mantuvo en su lugar. Inmediatamente, Natal regresó a la superficie y exhaló de un golpe; estaba completamente mojado, el cabello plateado pegado a la cabeza, con una serie de hojas revoloteadas en sus hombros.
- ¿Estas bien, amigo?- le dijo Kay, muy nervioso.
- Si… si- respondió Natal con la cabeza gacha, se irguió y acomodó el peló- Me tropecé, soy un torpe.
- Tengan más cuidado, hay muchos agujeros engañosos- advirtió Dayas.    
Natal asintió mientras se limpiaba la nariz.
- Estas bolsas-mochilas también son una carga, no permiten que nos movamos correctamente- excusó Sony, en defensa de su compañero.
Dayas hizo una mueca y respondió:
- Si, igual…
El príncipe fue interrumpido por una gran expulsión en las aguas del pantano, de repente, algo tiró de las piernas de Sony y lo sumergió, sin darle la oportunidad de gritar siquiera.
- ¡Sony!- gritó Kay de temor, a continuación introdujo su mano izquierda y lanzó una llamarada, la cual generó diversas burbujas, aumentó la temperatura del agua y causó un resplandor.
- ¡Kay! ¡Acaso quieres matarnos!- exclamó Natal, y la bestia lo tomó de las piernas.
- ¡Cuidado! ¡El monstruo existe!- dijo Dayas y se acercó a Kay, ambos se pusieron en guardia, espalda con espalda, impacientes y asustados- ¡Allí!- gritó el príncipe, y unas escamas se divisaron por un segundo sobre la superficie hasta desaparecer.
Un trío de tentáculos anchos y viscosos, color marrón oscuro, lo tomaron a Kay de la bolsa-mochila. En un intento desesperado, Kay se la quitó, el artefacto se zambulló en lugar de él, la bestia lo devolvió al exterior hecho añicos y rodeado de una sustancia rosa pegajosa y poco salubre. Kay y Dayas se alejaron el uno del otro.
- ¡Sony! ¡Natal!- llamó Kay inútilmente a sus compañeros- Por favor, no me digan que están muertos, se los ruego…      
- Allí está otra vez- alertó Dayas, el monstruo tomó uno de los árboles con sus tentáculos y se los lanzó por los aires- ¡Aléjate Kay!
- ¡Hacia abajo!- gritó Kay.
Sin mayor remedio, ambos se zambulleron y nadaron lo más lejos posible de la superficie, el tronco cayó justo encima de ellos, pero no pudo tocarlos. Abajo estaba todo muy oscuro, Dayas hizo un chasquido y todo se iluminó. Con horror, observaron en las profundidades a un inmenso monstruo, de infinitos tentáculos (color marrón oscuro), el cuerpo redondo del mismo color y de gran tamaño (superaba los 50 metros de largo y ancho), se balanceaba de un lado a otro como si estuviera bailando; la cabeza semejante a la de una víbora, pero con dientes, colmillos (para ser más exactos), tal vez del mismo número que los tentáculos. No tardaron en descubrir que Natal y Sony yacían atrapados en los brazos del demonio, aguardando para ser devorados.
Dayas negó con la cabeza en ir a ayudarlos, creía que había que ser más estratégicos, volver a la superficie y planear el ataque. Pero no había tenido tiempo de decírselo a Kay, y bueno… aquel lugar no era el cuarto sol del templo azteca. El elemental del fuego nadó a toda velocidad hacia sus compañeros, acto que sensibilizó la mente de Dayas e hizo que pensara que pasara lo que pasara, recordaría honorablemente al joven bocón. Kay se acercó a la bestia y le lanzó sus habilidades, pero fue inútil, el fuego no surgía. Dicha criatura se percató del ataque fallido y exprimió a sus dos victimas con sus inmensos brazos, torturándolos y amenazando con destruirles todos sus huesos. Kay esquivó satisfactoriamente los tentáculos de la bestia, en un intento por atraparlo. Dayas fue en su ayuda, pero un brazo aterrador lo empujó en un movimiento accidental, sin notar su presencia. Era como si el monstruo estuviera intentando llegar a Kay por medio de las victimas, pero… ¿Por qué? Se trataba de una criatura sin pensamientos, a la que llamaremos Munlock. ¿Cómo era posible? Tal vez era solo una táctica de caza, pero no, algo en el corazón de Dayas le decía que no era así. Munlock había rechazado devorárselo. Fue entonces, cuando Dayas miró hacia arriba, una sombra distorsionada se veía sobre los árboles. Rápidamente, fue hacia ella (mientras Kay continuaba escapando de las garras de la bestia), salió al exterior y pudo ver a un sujeto con una gran túnica negra huir a toda velocidad. Respiró profundo, confundido y anonadado. Munlock lo atrapó a Dayas de improvisto y lo volvió a sumergir a las profundidades. El terror era inminente, Kay ya había sido atrapado, la bestia condujo a los cuatro guerreros hacia su inmensa boca. Los intentos de supervivencia eran en vano, Natal y Sony estaban empezando a ahogarse. Dayas vio sus miradas perdidas, sin fuerza ni control, y por primera vez, la cara pálida del joven príncipe se enrojeció de la furia. Una turbulenta fuerza provino de él, la bestia se sintió aturdida y gimió del dolor, una intensa luz crecía en el vientre del heredero de Zimpat. Ahora, ellos no estaban yendo hacia la superficie, la superficie se encontraba yendo hacia ellos. El pantano se vació por completo, dejando al descubierto un inmenso agujero repleto de peces muertos, algas, plantas, troncos y cadáveres. Munlock recibió el impacto y los liberó, cayeron a la tierra, dañados, pero con vida. Sony vomitó dos o tres veces, y tuvo que mantener la calma para volver en sí. Natal fue el primero en recuperarse, entre sus tantas habilidades, ayudó al organismo de cada compañero suyo para que vuelvan a respirar con naturalidad. Kay se había desmayado. Natal le introdujo oxigeno con la palma de su mano, el elemental se despertó, con un dolor atroz en la cabeza y los músculos.
- ¿Y Dayas?- preguntó Kay a Natal, el elemental del viento lo señaló.
Dayas se encontraba en un estado de trance sumamente extraño, su rostro, manos y pies rebosaban en un color rojo, el cual contrastaba con su cabello rubio (pegado a la cabeza y oscurecido por el agua), extendía ambas manos, como si poseyera una pelota gigante. Delante del heredero, yacía una bola inmensa de agua, la cual estaba controlando a su gusto. La giró y la fue formando durante unos minutos.
- Las aguas del pantano…- murmuró Sony con la boca entre abierta.
Dicha esfera de agua resplandeció, como si el sol estuviera a pocos metros de distancia, los elementales se cubrieron los ojos; luego, se la lanzó al Munlock que yacía sin vida sobre la tierra, o como la llaman ellos, el zen. Este fenómeno funcionó como una bala-bomba, penetró el cuerpo de la bestia y la destruyó en mil pedazos, sus restos viscosos y rosados se esparcieron por todo el territorio durante la explosión. Natal cubrió a sus compañeros con sus habilidades en el viento. Dayas no fue capaz de seguir controlando dicha fuerza, volvió a la normalidad y cayó al suelo, inconsciente.
- ¡Dayas!- gritó Kay y fue en su ayuda. Los demás le siguieron.
- Está durmiendo- informó Sony cuando se les acercó- Ya despertará, déjenlo descansar. Nos salvó la vida por segunda vez.            
Natal se apartó de los JEN sin advertencia. Miraba con profundo asombro una cierta cosa en particular, mientras fruncía el ceño y se corría el pelo para atrás.
- Natal… ayúdanos- le dijo Sony.
- El artefacto, allí está- exclamó Natal, abriendo los ojos como platos.
Entre medio de la sustancia de Munlock, yacía un objeto reluciente, la mitad del cuerpo de un ave, tallado en oro puro, de 15cm aproximadamente. El elemental del viento lo tomó y se lo llevó a sus compañeros.
- ¿Cómo lo supo?- se dijo para sí mismo. Kay y Sony miraron a su maestro, muy confundidos, mientras atendían al joven desmayado. Natal contempló el artefacto por varios minutos, se mantuvo en silencio, pensativo, lo analizó extremo a extremo y finalmente dijo sonriente- Este chico no deja de sorprenderme. Al final, vieron que yo tenía razón.
- ¿Con que?- preguntaron los JEN al unísono.
- Este muchacho- señaló a Dayas- Es el elemental más poderoso de todos.  

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