Terror en las Profundidades: CAPÍTULO
7.
Cuando Kay y Natal
despertaron, Sony ya estaba despabilado, sentado en la cama, con las manos en
la cabeza y las rodillas levantadas.
- Que raro vos despierto- le
dijo Kay con los ojos achinados.
- Dormí muy poco, anoche
pasaron muchas cosas- respondió Sony, moviendo los hombros.
- ¿Qué cosas?- le preguntó
su amigo, interesado.
- Son varias las historias,
pero una fue la que mas me… preocupó.
- Habla Sony- insistió Natal
con la voz fría y ronca como cuando uno se levanta temprano.
- Verán, anoche salí de
aquí, me topé con Dayas y estuve con él charlando- empezó el joven- Cuando
regresé, escuché una conversación entre Mongot, Hassian y otro de los miembros
del consejo que no recuerdo el nombre; discutían sobre la lealtad de Dayas.
Mucho no me sorprendió. Pero dijeron varias particularidades. Lo que más me
preocupó fue cuando intenté volver aquí, seguí a Mongot sigilosamente sin ser
descubierto. Antes de llegar, lo vi encontrarse con varios hombres, de aspectos
no muy amigables. Se notaba que estaban ocultando
algo y que aquella reunión era muy
secreta. Los perdí y no tuve más remedio que regresar.
- ¿Y tú que crees que está
pasando?- preguntó Natal, fregándose los ojos.
- No lo se, pero Mongot está
actuando a espaldas de Dayas, eso te lo aseguro. Ahora si a favor o en contra,
lo desconozco.
- Buen dato el que nos
tiras. Será mejor permanecer atento ante este personaje- agregó Kay, quien ya
se estaba vistiendo.
Sony y Natal asintieron.
- No sé ustedes, pero yo
muero de hambre- dijo Natal. Sus compañeros rieron al escucharlo y combinaron
en ir a desayunar.
Afuera, todos los pelotones
de cada cabaña almorzaban en mesas de madera, como si fuera un camping
familiar. Una mesa con los bancos vacíos, los esperaba frente a ellos, repleta
de manjares y bebidas exóticas.
- ¿Qué hora es?- preguntó
Kay apenas salió.
- La hora de comer, por
supuesto- respondió Dayas, quien acababa de aparecer junto a Koba. Sony tragó
saliva- Son las siete.
Los elementales entendieron
que su tiempo era distinto al suyo, sería difícil saber si Dayas hablaba de las
siete de la mañana o de la tarde. El sol o como fuera que lo llamaran los
Kiceanos, brillaba en intensidad, casi siempre en la misma dirección,
desaparecía en los horizontes, como escapando de un cazador. El Zen era un
mundo repleto de misterios. Seguramente no tendrían idea de lo que nosotros
llamamos ‘’desayuno’’ o ‘’merienda’’. Simplemente comían para recuperar fuerzas
y tener energía para las batallas o el trabajo asignado.
- Durmieron mucho, no
quisimos molestarlos- rió Dayas.
‘’Entonces… ¡son las siete
de la tarde!’’ pensó Kay.
- Comamos todos juntos, ¿les
parece?- dijo el príncipe y se sentó.
- Todo un honor- sonrió
Sony, a quien Dayas miró con aprecio.
- Koba, representante del
reino del halcón ha decidido acompañarnos- agregó el heredero de Zimpat.
- Es una inmensa honra estar
aquí a su lado. Los poderosos magos y el futuro rey de Zimpat- dijo Koba, Sony
fue el único que notó la deslealtad de esas palabras. Koba se percató de eso, pero
disimuló no darse cuenta.
Los cuatro se sentaron alrededor
de la mesa, estimando la comida servida; Kay y Natal movían las cabezas de un
lado a otro, haciendo un profundo análisis de que elegirían primero. Sony, en
cambio, no apartaba la vista de Koba. En su mente, recordaba todo lo que había
escuchado la noche anterior.
- Está exquisita, ¿no es
así?- exclamó Dayas mientras tomaba la comida con sus manos sin ningún pudor.
‘’ Sin duda Dayas se siente
muy cómodo con nosotros, no teme ser grosero. Tal vez sea hora de decirle la
verdad’’ pensó Natal.
Sony notó que Koba quería
reírse a carcajadas por la falta de modales del príncipe y que se contenía porque creía que no sería prudente.
- Mastique con cuidado,
joven Dayas- le dijo- No vaya a ser que se atragante.
Algo en esas palabras
perturbó a Sony, secretamente le hizo una seña a Kay. Como una vez dije, la
comunicación entre ambos ciertas veces se volvía…inexplicable. Kay entendió enseguida y de repente efectuó una
pequeña llamarada (debajo de la mesa claramente y con suma cautela) en la
túnica naranja del miembro del Consejo. Koba ni se mosqueó al principio,
continuaba comiendo con suma educación, tomando la comida de a trozos y
masticándola con mucho cuidado. Era un hombre de estatura promedio, modales muy
finos, piel blanca, cabeza chica, ojos azules y bigote. La chispa en su túnica
se volvió llama en un santiamén. Un poco de humo empezó a aparecer.
- Hay olor a quemado-
advirtió Natal, con la comida en la boca.
- La comida no es- añadió
Dayas y miró para todos lados.
Sony y Kay contenían la
risa, se sentían como cuando eran más chicos y le jugaban bromas a sus
parientes. En especial a Nicolas (padre biológico de Sony y padre adoptivo de
Kay) que gran cantidad de veces había tenido que castigarlos por sus
travesuras.
- ¡Su vestimenta!- le gritó
Dayas a Koba, quien tardó en reaccionar.
Inmediatamente se apartó
asustado, levantándose de la mesa. El fuego le rodeaba la túnica hasta las
rodillas.
- ¡Maldita sea! ¡Apáguenlo!
¡Apáguenlo!- exclamó Koba con gran histeria.
Natal frunció el ceño y miró
con enojo a sus compañeros; Kay y Sony se hicieron los tontos.
Dayas utilizó sus
habilidades en el agua para apagarlo. Sin agradecer, Koba se retiró furioso.
- Creo que ya no querrá
comer más con nosotros- rió Kay y también Sony.
- ¿Fueron ustedes?- preguntó
el príncipe muy tranquilamente- Niños, eso estuvo muy mal.
- ¿Soy yo o… acaba de
llamarnos ‘’niños’’?- le dijo Kay a Sony, en tono irónico.
- No estuvo mal, estuvo PÉSIMO-
exclamó Natal, furioso.
- Tranquilízate Natal, fue
solo una broma- dijo Kay nuevamente utilizando el mismo tono.
- No hay porque ser duros
con ellos. Los entiendo, yo también tuve su edad y pasé por lo mismo-
interrumpió Dayas.
- ¿Ah si?- preguntaron los
JEN al unísono, abriendo los ojos como platos.
- Durante varios años, a la
resistencia le costó mucho controlar mi rebeldía. A medida que fui creciendo,
maduré y bueno… me nombraron jefe de las fuerzas Kiceanas.
- Sigo en completo
desacuerdo con la palabra ‘’niño’’.- dijo Kay- No somos niños- esto último lo
dijo con un poco de rencor.
- Reconozcan que lo que
hicieron estuvo mal.
- ¿Sabes lo que está mal?
¡Este maldito consejo, Dayas!
- ¡Kay! ¡Compórtate!- lo
retó Natal.
- Pero si es la verdad. Dile
lo que escuchaste anoche, Sony. Dile lo que Koba
dijo.
Sony lo miró sorprendido.
- ¿Qué fue lo que dijo,
Sony?- preguntó Dayas con suma curiosidad.
- Bueno, no voy a mentirle-
comenzó Sony con algo de vergüenza- Anoche, luego de nuestra charla, escuché
una conversación entre Koba, Hassian… y Mongot. Pero Kay… yo nunca dije que Koba era el tercer hombre allí presente. ¿Cómo lo
supiste?
- Eso no importa ahora,
¡cuéntale!
- Te escucho, Sony- dijo
Dayas, seriamente.
- Verá, joven príncipe.
Ellos…hablaban… de lo mucho que lo estiman, señor.
- ¿Eso es todo?
- Si, eso es todo.
- ¿Seguro?
- Así es, no hay nada más.
- Bien- dijo Dayas,
disconforme- Qué no se vuelva a repetir y buen provecho. En una hora nos
reuniremos en el salón principal. No lleguen tarde, les suplico.
Dayas se retiró.
Kay se le acercó a Sony,
anonadado.
- No lo entiendo, ¿Por qué
no le dijiste la verdad?
- Kay… Dayas es un tipo muy
inseguro. Saber que sus superiores dudan de él solo hará que aumente su
desconfianza para consigo mismo. Mejor que se entere luego.
- ¡Pero ese Koba se va a
salir con la suya!
- No, mi amigo. No lo hará.
Te lo aseguro.
- Más te vale que sepas lo
que haces.
‘’Si, yo también…’’- pensó
Sony.
Kay lo observó con
desconfianza, como si… hubiera leído su
pensamiento. El elemental de fuego regresó a la cabaña para cambiarse.
- Natal…- le habló Sony-
Algo muy raro está pasando entre Kay y yo. Una cierta clase de conexión que no
logro entender. Se está agudizando cada vez más.
Natal suspiró, había estado
callado todo este tiempo.
- El linaje JEN es extremadamente fuerte- respondió.
- ¿Y qué es eso?
- Una selección. ¿Por quien?
No lo se. No preguntes más, es todo lo que sé.
Natal también volvió a
entrar a la cabaña.
- ¿Me estaré volviendo
loco?- se dijo Sony en voz alta y sacudió la cabeza- No lo creo- luego volvió a
sentarse y continuó en la mesa comiendo, solo.
El consejo se reunía por
tercera vez, los elementales acababan de acudir a la reunión. Koba yacía allí,
se había cambiado de ropa, una túnica más precaria del mismo color. Observó a
Kay y Sony con un profundo rencor, pero se mantuvo callado durante toda la
conversación. Ahora, los Kiceanos necesitarían nuevamente de la ayuda de estos
‘’magos’’, en la búsqueda del segundo artefacto.
- Oculto en los aposentos de
una bestia terrible, el segundo artefacto está- dijo Faír, alzando la voz-
Habrá una diferencia esta vez, Dayas los acompañará en la misión.
- En hora buena- susurró
Hassian.
- ¿Cómo dice, señor Hassian?-
Faír lo miró de reojo y esto perturbó al comandante.
- No, nada. Totalmente de
acuerdo con su sabia decisión.- le respondió, y en cada una de sus palabras se
denotaba una gran ironía.
- Muy bien- prosiguió Faír
sin darle mucha importancia- Dayas será su guía, ya nos hemos tomado la
molestia de prepararles todas las provisiones necesarias.
Los tres elementales hicieron
una reverencia.
- Mucha suerte, jóvenes
magos- Faír se retiró, le siguió Hassian, Koba y Kaia (el hombre de túnica
verde)
Barón, del reino del tigre (túnica
azul) y Grax, del reino del ciervo (túnica violeta) los observaban
detenidamente y se alejaron para conversar.
Dayas les indicó donde se
encontraban las inmensas mochilas que tendrían que llevar. Eran solo dos.
Parecían ser la fusión entre una bolsa y una mochila, de color mostaza. La
abrieron y descubrieron la gran cantidad de alimentos que llevaban.
- Reconozco que como mucho,
pero… ¿no será demasiado?- habló Kay.
- Esta comida será para los
tres días de viaje- le respondió Dayas, esta vez se lo notaba de buen humor- Si
hacen la cuenta, tres días de ida y tres más en la vuelta- Kay y Sony se
miraron entre sí con actitud desganada- No se desanimen muchachos, nos
conoceremos mejor, el viaje se pasará ¡volando!
- Si usted lo dice…
Natal cargó una de las
bolsas, Kay tomó la otra.
- Por aquí- les señaló Dayas
y caminaron hacia el sur.
Una vez salieron de la gran
sala, a Kay se le cayó la bolsa accidentalmente. Le dijo a sus compañeros que
siguieran, prometió que los alcanzaría. Un fruto se le escapó de las manos y
rodó unos metros (cuando lo estaba tratando de meter nuevamente en la
bolsa-mochila), fue tras él, abandonando la bolsa-mochila. Una vez lo alcanzó,
escuchó voces, le despertó la curiosidad y se acercó sigilosamente hacia la
fuente de dicho sonido. Dos personas entablaban una preocupante conversación.
Se trataba de dos miembros del consejo: Barón y Grax.
- ¿No crees que si estos
tres magos continúan aquí, nuestro plan corre un gran riesgo de fracasar?- le
decía Grax a Barón entre murmuros.
- Lo creo, compadre. Además,
también hay una posibilidad de que lo descubran- contestó Barón, sumamente
preocupado.
- Yo no se lo he dicho a
nadie.
- Yo tampoco. Hay que seguir
todo lo que el gran Koba ordene, pronto Zimpat y… TODO el Zen ¡serán nuestros!
Si estos ‘’magos baratos’’ logran conseguir todos los artefactos: Entraremos,
luego aniquilaremos a Minos, tomaremos la ciudad, someteremos a su gente a
nuestros caprichos y finalmente lanzaremos el profundo ataque que tanto
anhelamos para conquistar el Zen.
- ¿Zen? ¿Estas hablando de
la ‘’Tierra’’, no? - se burló Grax. Ambos rieron a carcajadas- ¡Qué sujetos tan
extraños son esos! ¿De donde demonios los ha sacado Dayas?
- Una vez Dayas, Mongot,
Faír y Kaia hayan caído, los tres magos serán un minúsculo problema- afirmó
Barón.
Kay se sobresaltó, estuvo
apunto de enfrentarlos, pero se detuvo.
- ¿Y que pasará con el
comandante Hassian?
- También será eliminado. El
gran Koba le ofreció formar parte de nuestra ‘’liberación’’, pero se negó por
razones desconocidas. A pesar de que Hassian sea un tipo muy discreto, hay un riesgo
de que lo cuente todo. Será el primero en morir.
- Eliminar a la mayoría de
ellos no me asusta. Pero… los magos y el joven príncipe poseen poderes que no
son de este mundo.
- Descuida, Grax. No hay ser
viviente que pueda resistirse al filo de una espada.
- En eso tienes razón- ambos
volvieron a reír. Kay estaba oculto entre unas rocas, por mal movimiento,
produjo un ruido que alarmó a los dos miembros del consejo.
- ¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?!- gritó
Barón, empuñando la espada.
Grax le señaló de donde provenía,
también poseía un arma blanca en su mano. Barón se fue acercando lentamente,
las sienes se le inundaban en sudor. Fue un momento de mucha tensión. Kay
continuaba en el mismo lugar, por una abertura, supo que se estaba acercando el
representante del reino del tigre con malas intenciones. Detrás de él (a 1 metro ) había solo una
inmensa pared, estaba rodeado. Barón alzó la espada, mataría a quien se le
cruzara en el camino, sin importar que fuera un niño o una mujer. Grax temblaba
de miedo, no estaba listo para luchar, lo presentía su helado corazón. Barón
divisó una zapatilla del lado derecho de una enorme roca (claramente él no
tenía idea de lo que era, ya que en el Zen andaban descalzos o en zapatos),
dibujó una nerviosa sonrisa en su rostro y las pupilas de los ojos se le
desorbitaron como si estuviera loco. A pocos metros de su victima, respiró
profundamente una última vez y ante la expectativa, se abalanzó sobre la
zapatilla, cortándola en dos. Contempló el interior del calzado y los
materiales con los que estaba hecho. Pero, dicha zapatilla no estaba siendo
utilizada.
Repentinamente, un sujeto
apareció del otro lado (es decir, salió desde el rincón opuesto a donde estaba
Barón) utilizó sus habilidades para rodear todo el sector de fuego. Así, no pudieron
ver de quien se trataba. Kay huyó a más no poder. Dejando a los dos victimarios
anonadados.
Volvió por la bolsa-mochila
y continuó corriendo. Alcanzó a sus compañeros en pocos minutos.
- Vaya, creí que al final no
vendrías- dijo Dayas apenas lo vio.
Kay se sentó en el suelo y
descansó unos minutos. Sus compañeros habían avanzando bastante, se encontraban
en la salida de la ciudad de los Kices. Aprovecharon para reposar unos momentos
y luego seguir.
- Kay, ¿Y tu otra
zapatilla?- preguntó Sony al ver uno de los pies de su amigo, descalzo.
Kay hizo una mueca. En
instantes, Sony comprendió todo.
- La perdí- mintió Kay a los
demás.
- Andar descalzo no te hará
daño, el pasto es suave y fresco- le dijo Dayas.
- Puede que tenga razón- Kay
se quitó la otra zapatilla y la guardó en su bolsa-mochila.
Natal intuyó que algo andaba
mal, conocía a Kay desde hace casi cuatro años y se daba cuenta enseguida si
tenía algún problema. De todas maneras, no emitió palabra.
- ¿Les parece si seguimos?-
dijo Kay, exaltado.
- ¿Ocurre algo?- preguntó
Dayas.
- No, nada. Es un viaje
largo, no hay que perder tiempo.
Dayas asintió y ordenó
amablemente proseguir.
Claramente, Kay temía que
Barón y Grax lo hayan seguido. El fuego tal vez había permitido que no vieran
su rostro, pero ahora, estaba seguro de que los traidores sabían que uno de los
‘’magos’’ había descubierto su plan.
En cualquier momento,
intentarían nuevamente matarlo. El temor de Kay no se debía a la muerte, de
hecho… ya había muerto una vez y vuelto a vivir, lo que en verdad le preocupaba
al elemental era enfrentar a los traidores, que los Kices se pongan en su
contra y que destituyan a Dayas del cargo que poseía por su culpa. Así, tal vez
los Kiceanos nunca podrían recuperar su patria y Minos ganaría.
- Tranquilízate- le susurró
Sony- Ya encontraremos una solución.
- Eres la única persona a la
que no tengo que decirle ni una palabra para que se entere de todo- sonrió Kay.
- Lo mismo digo- combinó su
amigo.
- Temo que por mi culpa toda
la resistencia se venga abajo.
- Me sorprende mucho que lo
digas… hace unos días estabas en total desacuerdo con todo esto.
- No lo se… estos días aquí
he conocido a su gente y me han agradado. Son buenas personas, soldados, sus
esposas e hijos. Siento una clase de concordancia…
- ¿Concordancia?
- Empatía, no se como
explicarlo. Se esconden y huyen todo el tiempo. No tienen un hogar. Como me
pasó a mí, hasta que tu familia me aceptó. Quiero ayudarlos, Sony. Quiero hacer
algo por ellos. Y esos malditos hijos de puta solo quieren aprovecharse de sus
debilidades y someterlos a sus caprichos.
- Mi familia es TU familia,
Kay. No lo olvides- exclamó el otro JEN y luego bajó la voz para añadir-
Podemos hacer que Grax y Barón… desaparezcan. De Koba nos encargamos después…
- ¿De que estas hablando? - se
sobresaltó Kay, miró hacia adelante para asegurarse que ni Natal ni Dayas lo
habían escuchado. Todo lo contrario, conversaban entre ellos muy entusiasmados.
- No estas entendiendo,
tonto. Hablo de jugarles una broma, y abandonarlos en algún lugar donde no los
puedan encontrar, con comida y provisiones para que sobrevivan, pero atados
para que no escapen.
- Es un riesgo, Sony. Si nos
descubren, quien sabe lo que puede llegar a pasar.
- Descuida. No lo harán. En
la noche, mientras Natal y Dayas duerman… volveremos a la guarida secretamente.
Acordate que esos dos planean matar al príncipe y a todos los demás, ¡incluidos
nosotros!
- Solo quiero verlos
intentarlo…
- Ni oportunidad tendrán-
sonrió Sony.
- Para la noche estaremos lo
suficientemente lejos de la guarida, ¿cómo planeas ir y volver a tiempo sin que
nadie se de cuenta?
- Lo único que te voy a
decir es que… te consigas una venda para los ojos. Nunca se sabe si habrá luna
llena…
Kay dibujó una sonrisa en su
rostro.
Alrededor de 20km habrán
caminado durante todo el día, la noche cayó sobre ellos finalmente. El sendero
era bastante sinuoso, en especial por la vegetación y los árboles cortando el
camino, se ocultaron entre unos arbustos de gran tamaño, a unos pocos metros
del sendero. Dayas advirtió que de vez en cuando, el Rey mandaba algunas tropas
a recorrer el bosque y someter a cualquiera que se les cruzara, con la sospecha
de que formaran parte de la resistencia. Por ese mismo motivo, se escondían,
pero sin alejarse. Los cuatro yacían en silencio comiendo unas rebanadas de
pan, pasaban las manos en el fuego para calentarse; hacía mucho frío (cuando en los días anteriores, la temperatura había sido semejante al calor del verano). El cambio brusco de clima
hizo que Kay (también por andar descalzo) y Sony se enfermaran de moquillos. Se mantuvieron calientes, muy
cerca de la fogata. Kay había tenido que disminuir el fuego a cierta hora por
orden de Dayas, sino corrían el riesgo de ser descubiertos.
- ¿Cómo se sienten?-
preguntó el príncipe, sentado en el suelo, tapado con una gruesa manta de color
marrón, desde los pies hasta el cuello.
- Mejor…- dijo Sony y luego
estornudó.
- Abríguense bien y para
mañana se sentirán mejor.
- Dayas… tengo que hacerle
una pregunta- interrumpió Natal.
- Dígame con total libertad,
gran mago.
- La noche que llegamos
aquí, fuimos atacados por una criatura…
- ¿Qué criatura?- preguntó
Dayas, Kay bajó los ojos, apenado.
- Eso no es lo relevante-
respondió Natal al ver la reacción de su pupilo- Lo que importa en verdad es
que en ese mismo momento fuimos salvados
por una estatua en forma de águila. Una extraña
luz espantó al monstruo y nos rescató, luego desapareció. Siendo usted el único que puede utilizar esa técnica,
quiero agradecerle.
- Mil disculpas, Natal-
respondió el joven de cabello rubio- Pero siendo totalmente sincero, no tengo
idea de lo que me está hablando.- los tres elementales abrieron los ojos como
platos- ¿La noche que llegaron fue un día antes de que yo los conociera?
- Así es…- afirmó Natal,
anonadado.
- Bueno, hace semanas que no
salgo de la guarida. Cuando mis ayudantes me informaron de su presencia
en el castillo fue cuando utilicé la estatua después de mucho tiempo e intenté
salvaros.
- Entonces, si no fue usted…
¿Quién
fue?- le dijo Natal. Kay y Sony fruncieron el ceño y se miraron
dudosos.
- Lamento no serles más
útil, pero es la verdad. Mi familia
ha sido la única capaz de controlar dicha habilidad, mi padre, su padre y el
resto del linaje hasta llegar a Juan Jimonte.
- Entonces… ¡conoce el
nombre de su antepasado!- exclamó Natal, nuevamente sorprendido.
- Por supuesto, él fue el fundador de Zimpat, ¿cómo no voy a
conocerlo?- rió Dayas y luego se quedó petrificado, como si acabara de
descubrir algo sumamente importante.
- ¿Qué sucede?- preguntó
Sony, preocupado.
- Las historias dicen que mi
antepasado llegó aquí de un lugar muy lejano, de un lugar llamado… Tierra.
¿¡Cómo no me di cuenta antes!? Cuando era un niño le robé los libros secretos
de historia a mi padre y los leí de punta a punta. ¡Por el águila! ¡Ustedes
vienen de allí! ¡Por eso también lo conocen! Cuéntenmelo todo, quiero saber que fue de su vida antes de llegar aquí.
El abrumado en ese instante
fue Natal. Claramente ya no podría seguir guardando el secreto.
- ¿Podría contarnos la
historia de su antepasado que usted conoce?- saltó Kay.
- Por supuesto…- respondió
Dayas, fascinado. Más tarde se olvidaría de volver a preguntar. Natal suspiró y mentalmente le agradeció a Kay, temía que
Dayas no le creyera ni una palabra. Y ya había tenido suficiente con otro
individuo, al cual le había costado mucho convencerlo; el mismo individuo que
acompañaba a Kay en ese preciso momento, sentado a su lado.
Sony y Kay escucharon con
atención las palabras del príncipe.
- Según los escritos que leí
y que por alguna razón fueron prohibidos para todo ciudadano... Juan Jimonte
llegó hace varios siglos a estas tierras. En
ese entonces, los siete reinos no existían, solo una raza minúscula de
cazadores y recolectores, llamada ‘’LOS FULKOS’’. El choque entre
civilizaciones y el desentendimiento de idiomas, hizo que los Fulkos rechazaran
a mi antepasado, lo persiguieran incansablemente por robarles comida y fijaran
su cabeza como la más buscada del mundo. Todas las mañanas, Juan se despertaba
temprano en el bosque (donde dormía porque no tenía un hogar) y recorría la
aldea de los Fulkos disfrazado, elegía la comida y escapaba con ella. En el
pasado había intentado trabajar, pero fue rechazado por el líder de la tribu
por sus diferencias culturales y continuamente expulsado. Sin remedio alguno,
aquella era la única forma que encontraba para sobrevivir. El bosque se
escaseaba de alimentos, los frutos azules que nosotros disfrutamos no existían
en aquel entonces. Un día todo cambió, en su ininterrumpida rutina, estaba
apunto de robarle unos manjares deliciosos a unos seres muy importantes del
pueblo: Los sacerdotes. Tantas veces los había escuchado hablar que ya entendía
gran variedad de palabras. Estos sacerdotes hablaban de un evento catastrófico,
un ‘’munús’’ acercándose a toda velocidad desde el oeste…
- ¿Munús?- preguntó Kay.
- Mi antepasado tampoco
sabía de que se trataba- respondió Dayas sin interrumpir la historia- Por ese
mismo motivo se quedó allí, esperó durante días hasta que el munús apareció,
enormes cantidades de agua, con una masa destructiva.
- ¡Un tsunami!- exclamó
Sony.
- ¿Así lo llaman ustedes?-
dijo Dayas- Ya veo. Bueno, continuando: Juan
Jimonte observó a los niños, mujeres y hombres huir de dicha catástrofe,
algunos cayendo en el intento. Las grandes masas devoraban todo y arrasaban con
cualquier cosa que se les cruzara: árboles, arbustos, edificios, cabañas y
personas. Paralizado por el hecho, fue hacia la plaza principal de los Fulkos.
Los guardias lo descubrieron, tomaron sus lanzas y fueron a derrotarlo. Juan
caminó a paso lento hacia el gran munús. Los guardias no se animaron a avanzar,
creían que el munús le daría la muerte que merecía. El líder entre los Fulkos contempló
lo que estaba pasando, y a aquel individuo yendo hacia su destino. Mi
antepasado se dirigió hacia el… tsunami, como lo llaman ustedes; extendió las
manos e hizo un gran esfuerzo para controlarlo. Ningún Fulko escapó, todos se
quedaron petrificados ante las acciones de Jimonte.
Finalmente, utilizó gran parte de su fuerza para
expulsar la ola… y lo logró. Salvando la vida de miles. El munús se lo había
llevado al mar abierto, la mascota del líder lo rescató y lo llevó con ellos.
Inconciente, exhausto y completamente empapado lo encontraron, despertó y
contempló estupefacto la hermosa criatura que lo había salvado de ahogarse: un
águila.
Juan se levantó, toda la ciudad estaba a su alrededor,
en silencio. El héroe tragó saliva ante la expectativa. El líder entre los
Fulkos apareció ante él, lo miró detenidamente y luego… lo abrazó. Todos
festejaron. Desde entonces, lo invitaron a formar parte de su pueblo. Pasados
los años, Juan se volvió un gran partidario del Rey, les enseñó su lengua a
todos los demás, la cual se estableció como el idioma oficial, tiempo después.
Con la muerte del líder, Juan fue elegido para tomar su lugar (última voluntad
del líder), se enamoró de la nieta del difunto y se casaron. Así, el linaje
Jimonte apareció generación tras generación y en honor al animal que lo había
salvado: Juan bautizó a su nuevo reino como ‘’Zimpat’’ que en la antigua lengua
de los FULKOS significa: Zen del águila
o si prefieren… Tierra del águila.
- Eso explica porque la
tecnología aquí no ha evolucionado, es como si vivieran en la edad media de la
Tierra. Juan Jimonte venía del siglo XVI, todo lo que sabía sobre su época se
lo transfirió a sus sucesores- pensó Natal.
- Es una historia increíble-
dijo Sony, quien se había emocionado un poco.
- De verdad que lo es- agregó
Kay.
- Es mi héroe... -
respondió Dayas- Por lo que entendí, dicha historia fue muy cuestionada tiempo
después, ya que para algunos mi antepasado no era más que un ladrón que había
engañado a una civilización entera para hacerse con el trono de esta. Y estas
acusaciones decaían sobre todo monarca de apellido Jimonte que se encontrara gobernando.
Esa fue la razón por la cual se prohibió la historia al pueblo. No estoy de
acuerdo con ello. Pero bueno, eran otras épocas.
Natal estaba pensativo.
- ¿En que piensa, gran mago?-
le dijo Dayas, dirigiéndole la mirada.
- No, en nada. Me ha dejado
perplejo su relato, joven príncipe. Eso es todo- respondió Dick, obviamente que
aquella no era toda la verdad.
- Mejor vayamos a dormir,
mañana nos espera otra larga caminata- propuso el príncipe.
Los demás asintieron. Kay
redujo la llama hasta el punto que solo quedaran las ramas pulverizadas y las
chispas. Dayas fue el primero en hacer guardia, luego le seguiría Kay…
Unas cuatro horas más tarde,
Kay reemplazó a Dayas, quien se quedó dormido en minutos. Sigilosamente, Kay
despertó cuidadosamente a Sony. Con los ojos achinados, Sony bostezó en
silencio y estiró los huesos.
- ¿Los dejaremos aquí solos?
¿Y si los secuestran o asesinan mientras duermen?- dijo Kay, haciendo una
mueca.
- Vamos y venimos- le
respondió Sony y quitó algo de su bolsillo- Ningún enemigo tendrá oportunidad
de acercárseles. Hay que apresurarse, en algunas horas va a amanecer. Conseguí
la venda por las dudas.
- Excelente. Confío en lo
que dices- asintió Kay. Sony le pasó la venda a su amigo, se escondió entre
unos troncos y cambió su figura a la de una inmensa criatura de piel grisácea
con alas.
Kay se subió a la espalda de
la gárgola, se colocó la venda en los ojos y se aferró a la criatura. La bestia
se impulsó y voló por los aires a gran velocidad. Natal y Dayas continuaban
durmiendo.
El viaje que caminando les había
tardado unas diez horas, lo hicieron en tan solo dos. La rapidez de la gárgola
era incalculable, Kay estaba un poco asustado por la altura y porque le costaba
sostenerse, tampoco tenía visión y aquello aumentaba su desconfianza. En un
momento de debilidad, estuvo apunto de caerse pero la bestia lo sostuvo y lo
llevó entre sus brazos. Sony volvió a la normalidad, antes de entrar a la
guarida. Kay tuvo un par de arcadas pero nada grave. Se escabulleron con
cuidado, para no ser descubiertos por los guardias. Sony fue por Grax y Kay por
Barón. Unos días antes ya sabían donde vivían cada uno de los miembros del
consejo, el más alejado del lugar donde se efectuaban todas las reuniones era
Hassian. Por separado, los JEN le aplicaron una llave del sueño a cada uno
(Natal se las había enseñado hace dos años), se reunieron en el habitual centro
de juntas y desde allí fueron hacia donde estaba la fuente del rompecabezas. La
adrenalina y los nervios predominaron en esos momentos a altas horas de la
noche. Sony volvió a mutar en una gárgola. Tomó a las victimas y las llevó a la
plataforma que yacía sobre la fuente. Luego volvió por Kay y también lo ayudó a
cruzar para que terminaran el trabajo. Los ataron a la mesa de piedra con una
soga muy gruesa (la cual habían encontrado dentro de la bolsa-mochila como herramienta
para su nueva aventura) Por más que gritaran socorro, nadie los escucharía por
la distancia, por eso no les taparon la boca. Les dejaron provisiones para que
sobrevivieran y se marcharon. Los JEN sabían a la perfección que dichos
personajes se librarían fácilmente de las ataduras, pero les sería imposible
cruzar los abismos de agua que poseía la fuente. El plan era perfecto para
ellos. En una hora y media amanecería, salieron de la ciudad a las
corridas; la gárgola voló al doble de la
velocidad que antes. El sol estaba apunto de alzarse por el este. Dayas y Natal
se movían de un lado a otro, estaban apunto de despertar. Kay y Sony llegaron
justo a tiempo, la luz de la estrella no los alcanzó y pudieron simular que
descansaban antes de que Dayas se levantara y los viera.
Inmediatamente, Dayas los
‘’despertó’’ para continuar con el viaje. Kay y Sony actuaron muy bien, ni el
príncipe ni su maestro sospecharon de su huida por la noche, ya no estaban enfermos (pues los elementales lo hacen por poco tiempo). Aún así, estaban
exhaustos, las pupilas de sus ojos rebosaban en un color rojo, haciendo visible
las arterias. Entre bostezos, ojos entre cerrados, pasos cada vez más lentos y
carentes de fuerza, Dayas se apiadó de ellos y los dejó dormir un poco más.
Para no retrasar el viaje, Natal los suspendió en el aire con sus habilidades y
así los contuvo (dormidos y volando por los aires) hasta llegar al siguiente
punto de control.
El sol avanzaba con rapidez,
la temperatura se elevaba a la misma velocidad. Dayas estaba al frente, atrás
Natal; y a sus dos lados, balbuceando, los cuerpos suspendidos de los JEN.
Caminaron horas en silencio,
la fría mañana se había esfumado de improvisto, el calor predominaba. Las copas
de los árboles se agitaban de un lado a otro por la suave brisa, como si
estuvieran bailando al ritmo de una obra musical del Romanticismo.
Hacia el noroeste, a kilómetros
de distancia, atravesando todo el bosque y una escasa cantidad de montañas, se
distinguía una figura extraña y particular. Una clase de castillo abandonado, totalmente oscuro y de puntas afiladas. Natal
se pasó los nudillos por los ojos para cerciorarse de que aquella maravilla era
real. Y lo era.
- Dayas, disculpe la
interrupción de este abundante silencio. En especial con estos dos tontos
durmiendo…- murmuró y luego subió la intensidad de su voz- ¿Qué lugar es ese?-
señaló al castillo negro.
Dayas miró hacia esa
dirección unos segundos y regresó su vista al frente.
- Ese es El templo de Jimonte. Un lugar sagrado de Zimpat.
- ¿Y que hay allí?- preguntó
Natal, curioso.
- Nadie lo sabe. Está
prohibido entrar. Incluso para los que comparten su misma sangre, como yo.
- ¿Nunca nadie lo logró?
- En la época que gobernó…
mi padre, se decía que su hermano, mi tío
Minos, había logrado sumergirse en
las oscuras paredes del templo. Pero eso nunca pudo comprobarse, Minos
nunca dijo nada al respecto, ni siquiera a sus más fieles servidores.
- Así que… el templo de Juan
Jimonte- dijo Natal, observando el edificio mientras sacudía la cabeza. Dayas
lo observó y rió.
- No hay nada que ver allí.
Son puras fábulas- finalizó Dayas sin la menor sospecha. Pues Natal, ya tenía
en mente… ir.
El templo se desvaneció con
la distancia, el grupo caminaba hacia el suroeste y los grandes árboles
cubrieron el suelo, nuevamente. Kay y Sony despertaron entre bostezos; en
primer lugar, se estiraron y contemplaron donde habían estado durmiendo todo
este tiempo… ¡en el medio de la nada! En segundo lugar, intentaron hacer
contacto con el suelo, pero hasta sus pies y piernas seguían descansando. Luego
de diversos intentos por acelerar la circulación de la sangre, sintieron los
pies sobre la tierra, una sensación verdaderamente hermosa que recordarían
tiempo más tarde. Dayas indicó que estaban apunto de llegar.
Aquel increíble paisaje que
llevaban más de tres horas observando quedó en el olvido, frente a ellos se presentó
un nuevo y misterioso sector; árboles y matorrales sumergidos en el agua, un
ambiente húmedo y pesado, las aguas parecían estar estancadas, probablemente
formaran parte de un antiguo río. Cada uno de ellos sintió una mezcla de
repulsión y profunda sensibilidad al momento de introducirse en él, lo que sin
duda se trataba de un PANTANO.
Dayas contó otra historia…
- Cuenta la leyenda que los nativos de estos sectores idolatraban a una
feroz criatura, esta misma amenazaba con devorárselos a todos y por la
supervivencia de la especie, cada niño y niña que nacían en conjunto, cumplían
los diez años de edad y eran entregados al monstruo; quien cruelmente los
sumergía en su inmenso estómago y los hacía añicos con sus afilados dientes.
Aquella tradición fue cuestionada un día, por una mujer, madre de las dos
futuras presas que le seguirían; por amor a sus hijos y repulsión a su tribu,
en la noche fue hacia el río donde la bestia dormía, le dejó dos cuerpos a su
lado (la carne de un animal que ellos cazaban) envueltos por hojas y mugre. Al
despertar, el demonio se los devoró y comenzó a convulsionar, aquella carne
estaba envenenada; furioso, se tragó todo el río y produjo un munús que acabó
con todos, curiosamente poco antes de la gran hazaña de Juan Jimonte, lo que
sobrevivió de dicho río se estancó y se volvió este pantano. Donde la bestia…
aún descansa.
Kay se apartó de Dayas, en
señal de temor.
- Y nosotros aquí…- susurró.
- ¡Vamos, joven mago! ¡Son
solo historias!- animó Dayas, en tono sarcástico.
Natal y Sony comenzaron a
pisar con cuidado, las espesas aguas del pantano les llegaban hasta la cintura.
Movimientos repentinos ocurrieron, pero nada importante se les presentaba… aún.
- La criatura… ¿Cómo es?-
preguntó Kay, a quien se le helaba la sangre.
- Tentáculos, colmillos…
verdaderamente aterradora- respondió Dayas, burlándose de Kay; en realidad,
jamás había visto a la bestia, tan solo había escuchado la historia.
- Santo dios…- susurró Kay
por segunda vez.
El silencio y la
tranquilidad del pantano eran los puntos de tensión más severos, cualquier
sonido recurrente era señal de peligro; además, el frío y las aguas aumentaban
el desagrado de los elementales. Dayas ya había estado allí, pero no se había
topado con el monstruo ni encontrado con el artefacto. Por esa misma razón, no
experimentaba ninguna clase de fobia ni miedo por aquel sector.
Las aguas comenzaron a
generar burbujas, los elementales se estremecieron, Kay se mantuvo cerca de
Sony, Natal apretó los dientes y observó su alrededor con exagerada atención.
- ¿Qué ocurre?- habló Sony,
frunciendo el ceño.
De repente, Natal pisó un
agujero y se sumergió en las espesas aguas del pantano; Kay y Sony fueron hacia
él, lo más rápido que pudieron, el peso de la naturaleza les retrasaba el paso.
Dayas se mantuvo en su lugar. Inmediatamente, Natal regresó a la superficie y
exhaló de un golpe; estaba completamente mojado, el cabello plateado pegado a
la cabeza, con una serie de hojas revoloteadas en sus hombros.
- ¿Estas bien, amigo?- le
dijo Kay, muy nervioso.
- Si… si- respondió Natal
con la cabeza gacha, se irguió y acomodó el peló- Me tropecé, soy un torpe.
- Tengan más cuidado, hay
muchos agujeros engañosos- advirtió Dayas.
Natal asintió mientras se
limpiaba la nariz.
- Estas bolsas-mochilas también
son una carga, no permiten que nos movamos correctamente- excusó Sony, en
defensa de su compañero.
Dayas hizo una mueca y
respondió:
- Si, igual…
El príncipe fue interrumpido
por una gran expulsión en las aguas del pantano, de repente, algo tiró de las
piernas de Sony y lo sumergió, sin darle la oportunidad de gritar siquiera.
- ¡Sony!- gritó Kay de
temor, a continuación introdujo su mano izquierda y lanzó una llamarada, la
cual generó diversas burbujas, aumentó la temperatura del agua y causó un resplandor.
- ¡Kay! ¡Acaso quieres
matarnos!- exclamó Natal, y la bestia lo tomó de las piernas.
- ¡Cuidado! ¡El monstruo
existe!- dijo Dayas y se acercó a Kay, ambos se pusieron en guardia, espalda
con espalda, impacientes y asustados- ¡Allí!- gritó el príncipe, y unas escamas
se divisaron por un segundo sobre la superficie hasta desaparecer.
Un trío de tentáculos anchos
y viscosos, color marrón oscuro, lo tomaron a Kay de la bolsa-mochila. En un
intento desesperado, Kay se la quitó, el artefacto se zambulló en lugar de él,
la bestia lo devolvió al exterior hecho añicos y rodeado de una sustancia rosa
pegajosa y poco salubre. Kay y Dayas se alejaron el uno del otro.
- ¡Sony! ¡Natal!- llamó Kay
inútilmente a sus compañeros- Por favor, no me digan que están muertos, se los
ruego…
- Allí está otra vez- alertó
Dayas, el monstruo tomó uno de los árboles con sus tentáculos y se los lanzó
por los aires- ¡Aléjate Kay!
- ¡Hacia abajo!- gritó Kay.
Sin mayor remedio, ambos se
zambulleron y nadaron lo más lejos posible de la superficie, el tronco cayó
justo encima de ellos, pero no pudo tocarlos. Abajo estaba todo muy oscuro,
Dayas hizo un chasquido y todo se iluminó. Con horror, observaron en las
profundidades a un inmenso monstruo, de infinitos tentáculos (color marrón
oscuro), el cuerpo redondo del mismo color y de gran tamaño (superaba los 50 metros de largo y
ancho), se balanceaba de un lado a otro como si estuviera bailando; la cabeza
semejante a la de una víbora, pero con dientes, colmillos (para ser más exactos),
tal vez del mismo número que los tentáculos. No tardaron en descubrir que Natal
y Sony yacían atrapados en los brazos del demonio, aguardando para ser
devorados.
Dayas negó con la cabeza en
ir a ayudarlos, creía que había que ser más estratégicos, volver a la
superficie y planear el ataque. Pero no había tenido tiempo de decírselo a Kay,
y bueno… aquel lugar no era el cuarto sol del templo azteca. El elemental del
fuego nadó a toda velocidad hacia sus compañeros, acto que sensibilizó la mente
de Dayas e hizo que pensara que pasara lo que pasara, recordaría honorablemente
al joven bocón. Kay se acercó a la bestia y le lanzó sus habilidades, pero fue
inútil, el fuego no surgía. Dicha criatura se percató del ataque fallido y
exprimió a sus dos victimas con sus inmensos brazos, torturándolos y amenazando
con destruirles todos sus huesos. Kay esquivó satisfactoriamente los tentáculos
de la bestia, en un intento por atraparlo. Dayas fue en su ayuda, pero un brazo
aterrador lo empujó en un movimiento accidental, sin notar su presencia. Era
como si el monstruo estuviera intentando llegar a Kay por medio de las
victimas, pero… ¿Por qué? Se trataba de una criatura sin pensamientos, a la que
llamaremos Munlock. ¿Cómo era
posible? Tal vez era solo una táctica de caza, pero no, algo en el corazón de
Dayas le decía que no era así. Munlock había rechazado devorárselo. Fue
entonces, cuando Dayas miró hacia arriba, una sombra distorsionada se veía
sobre los árboles. Rápidamente, fue hacia ella (mientras Kay continuaba
escapando de las garras de la bestia), salió al exterior y pudo ver a un sujeto con una gran túnica negra huir
a toda velocidad. Respiró profundo, confundido y anonadado. Munlock lo
atrapó a Dayas de improvisto y lo volvió a sumergir a las profundidades. El
terror era inminente, Kay ya había sido atrapado, la bestia condujo a los
cuatro guerreros hacia su inmensa boca. Los intentos de supervivencia eran en
vano, Natal y Sony estaban empezando a ahogarse. Dayas vio sus miradas
perdidas, sin fuerza ni control, y por primera vez, la cara pálida del joven príncipe se enrojeció de la furia. Una
turbulenta fuerza provino de él, la bestia se sintió aturdida y gimió del
dolor, una intensa luz crecía en el vientre del heredero de Zimpat. Ahora,
ellos no estaban yendo hacia la superficie, la superficie se encontraba yendo
hacia ellos. El pantano se vació por completo, dejando al descubierto un
inmenso agujero repleto de peces muertos, algas, plantas, troncos y cadáveres. Munlock
recibió el impacto y los liberó, cayeron a la tierra, dañados, pero con vida.
Sony vomitó dos o tres veces, y tuvo que mantener la calma para volver en sí.
Natal fue el primero en recuperarse, entre sus tantas habilidades, ayudó al
organismo de cada compañero suyo para que vuelvan a respirar con naturalidad.
Kay se había desmayado. Natal le introdujo oxigeno con la palma de su mano, el
elemental se despertó, con un dolor atroz en la cabeza y los músculos.
- ¿Y Dayas?- preguntó Kay a
Natal, el elemental del viento lo señaló.
Dayas se encontraba en un
estado de trance sumamente extraño, su rostro, manos y pies rebosaban en un
color rojo, el cual contrastaba con su cabello rubio (pegado a la cabeza y oscurecido
por el agua), extendía ambas manos, como si poseyera una pelota gigante.
Delante del heredero, yacía una bola inmensa de agua, la cual estaba
controlando a su gusto. La giró y la fue formando durante unos minutos.
- Las aguas del pantano…-
murmuró Sony con la boca entre abierta.
Dicha esfera de agua
resplandeció, como si el sol estuviera a pocos metros de distancia, los
elementales se cubrieron los ojos; luego, se la lanzó al Munlock que yacía sin
vida sobre la tierra, o como la llaman ellos, el zen. Este fenómeno funcionó
como una bala-bomba, penetró el cuerpo de la bestia y la destruyó en mil
pedazos, sus restos viscosos y rosados se esparcieron por todo el territorio
durante la explosión. Natal cubrió a sus compañeros con sus habilidades en el
viento. Dayas no fue capaz de seguir controlando dicha fuerza, volvió a la
normalidad y cayó al suelo, inconsciente.
- ¡Dayas!- gritó Kay y fue
en su ayuda. Los demás le siguieron.
- Está durmiendo- informó
Sony cuando se les acercó- Ya despertará, déjenlo descansar. Nos salvó la vida por segunda vez.
Natal se apartó de los JEN
sin advertencia. Miraba con profundo asombro una cierta cosa en particular,
mientras fruncía el ceño y se corría el pelo para atrás.
- Natal… ayúdanos- le dijo
Sony.
- El artefacto, allí está-
exclamó Natal, abriendo los ojos como platos.
Entre medio de la sustancia
de Munlock, yacía un objeto reluciente, la mitad del cuerpo de un ave, tallado
en oro puro, de 15cm aproximadamente. El elemental del viento lo tomó y se lo
llevó a sus compañeros.
- ¿Cómo lo supo?- se dijo para
sí mismo. Kay y Sony miraron a su maestro, muy confundidos, mientras atendían
al joven desmayado. Natal contempló el artefacto por varios minutos, se mantuvo
en silencio, pensativo, lo analizó extremo a extremo y finalmente dijo
sonriente- Este chico no deja de sorprenderme. Al final, vieron que yo tenía
razón.
- ¿Con que?- preguntaron los
JEN al unísono.
- Este muchacho- señaló a
Dayas- Es el elemental más poderoso de todos.
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