Rompecabezas: CAPÍTULO
5.
Una nueva reunión se efectuó
en el salón, Dayas, Mongot y seis hombres (los cuales parecían pertenecer a la
realeza, además de que cada uno llevaba una túnica de distinto color) hablaban
sobre el futuro de la resistencia.
- ¿Estáis seguros de esto?-
exclamó Mongot a los demás.
- Se ganarán nuestra
confianza si cumplen con lo pactado- respondió uno de los seis hombres, el más
anciano de ellos.
- ¡Podrían ser espías de
Minos! ¡¿Qué tal si nos traicionan?!- exclamó otro y comenzó un gran alboroto
de discusión de ideas.
- Tengo una corazonada- habló
Dayas- Tengo el presentimiento que los tres viajeros serán la clave para darle
fin a esta guerra.
- El consejo no tiene porque
responder a una ‘’corazonada’’ de parte de un joven sin título- esta vez habló
otro de los seis hombres, un sujeto de unos cincuenta años aproximadamente,
vestido con una túnica color carmesí y los bordes dorados- Yo, el comandante
Hassian, representante legal del Zen del águila… Zimpat; soy el único que puede
actuar en nombre de su pueblo.
- Con todo respeto,
comandante Hassian- insistió el joven de cabello rubio- Mis hombres y yo fuimos
testigos de sus habilidades extraordinarias. Su presencia aquí no es
casualidad, han venido a ayudarnos… es una obra del destino. ¡Un regalo de
parte de mi antepasado!
- No menciones un linaje que
aún no podemos comprobar- le respondió Hassian, agravando el tono.
- Hassian, ya ha sido
comprobado que este joven es hijo de Vayas-
se interpuso el más anciano de los seis, vestía una túnica celeste- Antiguo rey
de Zimpat, hermano del terrible tirano- algo en estas palabras afectó la
actitud de Dayas, nadie lo notó- Es decir, que Dayas es el legítimo heredero al
trono.
Dayas tragó saliva.
- Su padre fue un gran
hombre, gran Rey de Zimpat. Sentimos mucho su perdida- dijo otro hombre,
llevaba una túnica color verde. Dayas reprimió lo que estaba sintiendo en ese
instante.
- Con suma sinceridad, yo no
confío en ellos- dijo Mongot y miró a Dayas- Pero si confío en mi futuro Rey.
Dayas sonrío.
- No hay más que decir.
¿Estáis todos de acuerdo en dejar que estos tres extraños individuos vayan a
por los artefactos sagrados?- exclamó el anciano de túnica celeste. Siete de
los ocho hombres presentes en aquella reunión asintieron, no hace falta decir
que Hassian fue el único que se negó. - Mongot, por favor, traedlos ante
nosotros. El consejo quiere conoceros.
Mongot hizo una reverencia y
se retiró.
El sub. Capitán de las
fuerzas Kiceanas trajo a los elementales, quienes acababan de despertarse de
una interrumpida siesta, observaron a los seis hombres presentes (además de
Dayas) y a los colores de sus túnicas. Sin saber que hacer o decir, se
arrodillaron para saludarlos.
- No es necesaria la
formalidad- rió el anciano de túnica celeste- Bienvenidos, yo soy Faír, representante de Oszen, el reino del oso. Al norte de
Zimpat. Ya conocen al joven Dayas y al valiente Mongot, líderes entre las
fuerzas de los Kices- señaló a los demás hombres- Los cinco hombres restantes
son representantes de cada uno de los reinos alrededor del bosque. Kaia, del reino del rinoceronte- el
hombre de túnica verde saludó- Koba,
del reino del halcón- un hombre de túnica naranja los saludó- Barón, del reino del tigre; Grax, del reino del ciervo- un sujeto
de túnica azul y otro de túnica violeta saludaron respectivamente- y él… es Hassian, del reino del águila, al que
ustedes conocen como Zimpat- Hassian clavó su mirada en ellos con
soberbia.
- Un gusto- Natal devolvió
el saludo- Perdonen mi atrevimiento, pero si cada uno de ustedes representa un
reino de los siete existentes alrededor del bosque, ¿Faltaría uno, no es así?
- Buena observación-
respondió Faír- Así es, el séptimo reino no forma parte de la resistencia,
es por eso que su representante no está aquí.
- Ya veo…
- Nosotros seis formamos
‘’El consejo’’, la máxima autoridad de los Kices. Según tengo entendido,
ustedes son Dick, Kay y Sony.
- Prefiero Natal, señor. Si
no le molesta.
- Por supuesto que no, Natal
te llamas entonces. Magos que provienen de un lugar llamado… ¿Tierra?
Los ojos de Mongot y de
Hassian se abrieron como platos.
- Así es, señor Faír. La
Tierra es nuestro hogar.
- Nunca oí hablar de ese
reino- habló Kaia, quien llevaba la túnica verde- Debe estar en los rincones
más lejanos del Zen ¿No es así?
- No te imaginas cuanto-
murmuró Kay.
- ¿Cómo dice, joven mago?
- No, nada. Es lejos, pero
no imposible de llegar…
Kaia se le quedó mirando con
suma atención y curiosidad.
- Vayamos a lo importante-
interrumpió Faír- Dayas nos ha dicho que han aceptado ir en la búsqueda de los
artefactos sagrados. El consejo ha llegado al veredicto de indicarles el camino
que deben seguir… pues cada artefacto se encuentra en distintos sectores del
Zen; no muy lejanos para su suerte. Ningún hombre de la resistencia se ha
animado a cumplir con tan riesgosa misión, no voy a mentirles, muchos Kiceanos
han muerto en el intento- Kay y Sony se sobresaltaron - ¿Estáis dispuestos?
Sin reacción alguna en el
rostro, Natal levantó el brazo lentamente, todos los objetos a su alrededor se
sacudieron en un instante.
- Lo tomo como un sí- sonrió
el anciano- El primer artefacto no está muy lejos de aquí, a solo tres
kilómetros encontrarán un manantial y en su interior una mesa. Lamento no tener
más información al respecto. Tienen que seguir el sendero más pronunciado…
- Es todo lo que necesitamos
saber- dijo Natal y le señaló a sus compañeros para marcharse, previamente
saludando respetuosamente.
Los elementales
desaparecieron en el horizonte, Faír se dirigió a Dayas.
- ¿Recuerdas la corazonada
de la que nos hablaste? Bueno… ahora la comprendo.
Dayas sonrió complacido.
Sony, Kay y Natal
continuaron su viaje, atravesando los puentes de madera que se entrecruzaban
entre sí por toda la ciudad. Luego, llegaron a un angosto sendero que se abría
paso entre dos inmensas montañas, el olor era nauseabundo, la luz del sol no lo
iluminaba en gran parte y una inquieta sensación de encierro los paralizó por
unos instantes. Igualmente, nunca darían marcha atrás. Según los cálculos de Natal,
llevaban dos kilómetros y medio en ese perturbador lugar, finalmente se abrió
paso y se volvió una clase de valle. Desde lo lejos divisaron el manantial del
que Faír les había hablado.
- Ese debe ser- señaló Sony.
Ha medida que se fueron
acercando, el ambiente se fue tornando cada vez más frío; el manantial poseía
una característica muy particular: ocupaba una pequeña porción, aún así, las
aguas desembocaban en forma de cascada alrededor de una columna que surgía
desde el abismo. En la parte superior de dicha columna, había una plataforma y
en ella… una mesa de piedra.
- Me pregunto si todos los
manantiales del Zen serán así o si simplemente nos topamos con uno mágico- dijo
Kay.
- Mi pregunta va por otro
lado… no veo razón para que tantos guerreros murieran por un extraño manantial-
comentó Natal.
- ¡¿Acaso viste ese abismo?!
¡Debe chuparlo todo!- exclamó Sony.
Los tres se rieron, mal
pensando esas palabras.
- Mi opinión es que debemos
ir hasta la plataforma. Yo los llevo, sujétense de mi- ordenó Natal, los JEN
obedecieron.
El profesor bajó los brazos
y abrió las palmas apuntando al suelo, a continuación, una ráfaga de aire los
condujo a la plataforma sobre el manantial.
Algo nuevo descubrieron,
sobre la mesa había alrededor de veinte piezas desparramadas, las piezas
estaban compuestas por un material muy duro y rocoso que ninguno de ellos
reconoció, probablemente formara parte de aquel mundo y no del nuestro.
- ¿Un rompecabezas?-
preguntó Kay.
- O un artefacto que se
rompió…- agregó Sony.
- Lo primero es lo correcto,
intentemos armarlo. ¿Les parece?- dijo Natal.
Kay y Sony asintieron.
Cada pieza llevaba un dibujo
distinto, el cual no había sido pintado, sino que se trataban de ralladuras. En
un principio, creyeron que la figura que estaban armando podría tratarse de la
tan presente águila o de algún otro animal; pero no fue así, las piezas eran
demasiado complejas y muy detallistas. Además, no se asemejaba ni por poco a
los juegos que conocemos en nuestro mundo, ninguna pieza encajaba con la otra.
A simple vista parecía tratarse de los restos de un bloque de cemento, hecho
añicos. Sony se impacientó y casi arroja una de las piezas al manantial.
- ¡No!- le pegó un gritó
Natal, Sony inmediatamente dejó la pieza en su lugar- Paciencia elementales,
paciencia. Ya lo resolveremos.
- Para ti es fácil decirlo.
- Descartemos la posibilidad de que se trate del dibujo de un águila o del de algún otro animal,
tampoco es un paisaje o un lugar. Deshecho que sea el retrato de
una persona o una bestia. Entonces… ¿Qué es?
- Estamos perdiendo el
tiempo, hay que buscar la manera de volver a NUESTRO mundo e irnos. No nos
incumbe el destino de un montón de seres extraños. Puede sonar cruel, pero es
la verdad. Dayas será un elemental, pero está mucho mejor sin nosotros.
Vayámonos- vociferó Kay. Él y Sony abandonaron el juego y se alejaron de la
mesa.
- Esperen… ¿No quieren saber
la verdad?- exclamó Natal.
- ¿Qué verdad?- preguntaron
al unísono.
- La definición de un JEN.
- No nos vengas con eso ahora,
Natal- dijo Kay, simulando desinterés- Son puras habladurías tuyas que no
funcionarán con nosotros… ¿O no, Sony?- Kay se dio cuenta que su amigo había
vuelto a la mesa a armar el rompecabezas- ¡Sony!
- No se tú Kay, pero a mi me
intriga saberlo.
‘’El empujoncito necesario’’
pensó Natal y rió para sus adentros.
Kay suspiró y volvió con sus
compañeros, disconforme. Alrededor de dos horas sin descanso, las piezas
seguían sin juntarse. Tan solo dos de ellas habían encontrado un lugar junto a la otra, pero nada más. Se volvieron a desanimar, incluido Natal.
- Me pregunto que pasará si
no lo resolvemos- habló Kay. De repente, un sonido surgió, como el de un
martillo al golpear una pared; múltiples grietas estaban apareciendo en la
columna que sostenía la plataforma.
- Tenías que hablar…- agregó
Sony, entre dientes.
La plataforma comenzó a
perder el equilibrio, las piezas se deslizaban en la mesa de un lado
a otro. Un impactó ocurrió, el poderoso ruido hizo que los elementales
reaccionaran inmediatamente y se agacharan para protegerse; igualmente nada les
pasó. Fue entonces cuando Natal volvió a observar las piezas desde otro ángulo
y lo comprendió. Retiró de su saco el pergamino y de un salto lo colocó sobre
la mesa, luego empezó a comparar.
- ¡Lo tengo!- gritó el
profesor- Este es el dibujo- señaló el pergamino.
- ¿El pergamino?- preguntó
Kay.
- No tontos, la firma… la
firma de Juan Jimonte.
- ¿Cómo lo sabes?
- Antes me parecía un
garabato pero parece tener sentido. Las ralladuras parecen seguir este modelo.
Intentémoslo.
Un fuerte viento comenzó a
soplar, las columnas colapsaron y se quebraron, la plataforma empezó a caer
lentamente.
- ¡Rápido!- les gritó Natal,
los tres elementales se dispusieron a reunir piezas. Logrando juntar algunas
con otras, la plataforma se desmoronó, se inclinó para un costado. El
rompecabezas estaba casi terminado. Sony, que tenía la última pieza restante,
se deslizó involuntariamente por la plataforma inclinada. Kay y Natal, como
estaban en el otro extremo, lograron sujetarse de la otra parte (la que iba
hacia arriba) Las piezas parecían estar pegadas a la mesa, no se movían de
allí.
- ¡Sony!- le gritó Kay, sumamente preocupado.
- ¡Toma la pieza!- le
devolvió el grito su amigo y le arrojó la pieza faltante, a continuación cayó
en el abismo del manantial.
- ¡¡NO!!- volvió a gritar
Kay, desesperado, logró tomar la pieza y la arrojó. Para su suerte, se sujetó de
la mesa con éxito y completó el rompecabezas. Mágicamente todo volvió a la
normalidad, la plataforma se estabilizó y la columna se mantuvo bien erguida;
las grietas y peñascos desaparecieron al instante.
Sin tiempo de lamentos, una
criatura ascendió desde el abismo del manantial, se trataba de una gárgola, que
unos segundos antes de tomar contacto con el sol, volvió a la normalidad en un
santiamén. Sony estaba sano y salvo. Kay y Natal fueron a socorrerlo, el
muchacho estaba agitado y muy empapado, además llevaba un artefacto en su
brazo. Sus compañeros lo miraron anonadados.
- Aquí está, es este. El
primer artefacto- dijo Sony, respirando forzosamente, como cualquier persona que
acaba de salvarse de morir ahogado- Al completar el rompecabezas, un fenómeno
natural… un remolino de agua lo conducía hacia la superficie, aproveché y lo
tomé- se acostó al suelo boca arriba, con los brazos extendidos para ambos
lados, rió y fue controlando su respiración.
- Bien hecho, amigo- le dijo
Kay, expresando mucho orgullo con su mirada.
Natal tomó el objeto, se
trataba de la cabeza de un pájaro pero sin el pico, de 10cm de largo y ancho,
un artefacto compuesto de oro puro y sólido.
- Lo logramos, descansemos y
volvamos a la base- ordenó el maestro de ambos.
Pero dicho episodio no
terminaba aquí, seis bolas de agua surgieron del abismo; a continuación, seis
criaturas que parecían ser hombres fortachones hechos de agua, aparecieron ante
ellos.
- ¡Creo que a Dayas se le
olvidó mencionar esto!- exclamó Kay.
Los seres que abundaban en
Hidrógeno y Oxígeno se les fueron acercando con la clara intención de atacarlos.
Natal y Kay se pusieron en guardia, listos para luchar, pero no fue necesario.
Las propias criaturas se disolvieron al instante y regresaron a ser lo que
eran, simplemente agua. Dayas estaba a sus espaldas, él acababa de desarmar a
los adversarios.
- ¿Están bien, magos?-
preguntó y fue con ellos.
Natal asintió y le mostró el
artefacto.
- Sabía que lo lograrían-
sonrió Dayas, controlando su efusividad.
- Tengo que reconocer que
costó- respondió Dick.
- Me disculpo con ustedes,
jóvenes magos. Aquellas abominaciones fueron causadas por mi culpa- dijo Dayas, apenado.
- ¿Cómo dice?
- Lo que escucharon, cuando
supe de que el artefacto dorado estaba aquí, vine a buscarlo. Hace pocos meses.
No supe resolver el rompecabezas, todo se desmoronaba, muchos Kiceanos ya
habían muerto en esta trampa. En medio de mi cólera, desaté gran parte de mis
poderes, la fusión entre mis habilidades y el mágico manantial crearon a esas
abominaciones. No pude vencerlas en aquel entonces, pero logré ocultarlas en el
interior del manantial. Accidentalmente las habrán despertado, pero por suerte,
ya sabía como derrotarlas.
Kay hizo comentarios en su
mente sobre el propio ego del elemental del agua, aunque jamás se las diría.
- Muchas gracias, joven príncipe- le dijo
Natal.
- No, estimado guerrero-
Dayas cargó a Sony mientras hablaba- Yo soy el que tiene que agradeceros.
Vengan, volvamos con el Consejo. Se sorprenderán al saber que resolvieron el
rompecabezas milenario en un solo día, mejor aún, ¡en tan solo tres horas!
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