Un Camino Hacia el Cielo: CAPÍTULO 7.
-
¿Dayas? Esto.. estás… es increíble- dijo Sony, quién acababa de reducir su
seriedad y se encontraba realmente maravillado, a pesar de que aún seguía algo
decaído.
Dayas
se les acercó sin hablar, apretó los dientes, sonrió con los labios y dos
lágrimas se vislumbraron sobre sus ojos.
-
Fismut se tenía guardado a quién ayudaría en el viaje- dijo al fin. El rostro
que los JEN conocían parecía estar escondido entre toda esa masculinidad que
representaba el muchacho, el elemental del doble elemento.
Dayas
fue rápido y en un parpadeo, les dio un emocionante abrazo a ambos, al mismo
tiempo.
Tanto
para Sony como para Kay fue difícil contener el llanto, no sólo por volverlo a
ver después de tanto tiempo, sino porque su presencia les traía recuerdos del
pasado, hechos que incluían a Natal…
Lepra
se sintió incómodo y miró a un costado, todo era muy bochornoso para su gusto.
Dayas
se apartó de los jóvenes elegidos y los miró con orgullo.
-
Yo sabía que el águila me escucharía y nos volveríamos a ver.
-
Después de todo lo que pasó, nunca creí que estaría tan emocionado por volverte
a ver- dijo Kay, y Sony se quedó mudo.
Dayas
sonrió y comentó.
-
¡Cuánto han crecido!
-
Tú también- le respondió Kay, ya no eran necesarias las formalidades.
-
¿Por qué no se sientan todos alrededor de la comida? – propuso Fismut- Hay
mucho de qué hablar.
Los
cuatro jóvenes obedecieron, Dayas tomó el plato sobrante que portaba Fismut y
comió antes de que la conversación comenzara. Cuando terminó, observó a Lepra e
hizo un gesto, cómo el que uno realiza cuando acaba de acordarse de algo.
-
No te había prestado atención, soy Dayas, mucho gusto- le dijo y estiró el
brazo para saludarlo. El joven morgano tenía una mezcla de sensaciones en su
interior que se limitó a devolver el saludo (con seriedad)- Tú debes ser Lepra,
el elemental de la tierra.
Lepra
asintió, petrificado y nuevamente incómodo.
-
Él fue el príncipe de Zimpat, uno de los reinos de esta dimensión- le explicó
Fismut- Ya te lo había dicho una vez- Lepra miró a quién desconocía y luego a
su maestro. Dayas asintió y continuó comiendo- También es el elemental de las
aguas y de la luz.
Algo
en esas palabras molestaba al joven de piel morena, Kay lo notó.
-
¿Cómo es que ustedes se conocen? – preguntó Kay, en cierto sentido, queriendo
desviar la atención en Lepra.
-
Bueno…- dijo Dayas, después de tragar el
último trozo del fruto- ¿Recuerdan aquel sujeto que me ayudó a dividir mi alma
en fragmentos, aquel que me dijo la verdad sobre Minos?
Kay
suspiró y pensó.
-
Me extraña no haberlo previsto.
-
Dayas fue atacado por Meddes, tú lo sabías todo y no nos dijiste nada- le
reprochó Sony a Fismut.
-
No estaba seguro de sus intenciones aún, fue por eso por lo que envié a Lepra a
que lo investigue- contestó el mago.
-
¿Y Natal? Su mentor. ¿Dónde está? – preguntó Dayas inocentemente.
Kay
apretó los dientes y Sony bajó la cabeza.
-
Murió, Dayas. Se quitó la vida- le contó Fismut.
-
¿Cómo lo sabes tú? – preguntó Kay, tajante.
-
Estuve ausente, pero eso no significa que no los haya estado vigilando.
-
Lo… siento mucho- dijo el joven de cabello rubio, apenado. No se lo esperaba y
cerró los ojos mientras rezaba- El águila lo guiará hacia dónde todos vamos
después de la vida.
Sony
sonrió y se animó a decir.
-
Gracias. ¿Qué fue de ti?
-
Viajé mucho, tanto que ni siquiera he vuelto a mi patria- respondió Dayas,
lentamente- Conocí pueblos, personas, animales y paisajes maravillosos,
sorprendentes y catastróficos. El Zen es un mundo enorme.
-
Lo que significa que Mongot sigue reinando en Zimpat- dijo el joven abogado.
-
Exacto, confío en él, debe estar haciendo un gran trabajo.
-
Es por eso por lo que el joven Jimonte los guiará hacia su destino- interrumpió
Fismut.
-
¿Qué es ese lugar? – preguntó Sony, Kay y Lepra sólo prestaron atención.
-
No fue un viaje planeado. Durante una de mis búsquedas, encontré un pasadizo
secreto y lo seguí. Allí descubrí un valle
que me condujo a la puerta de un sector invisible del Zen. Estuve días
explorando, una tierra desolada y muerta… fue entonces cuando encontré lo
impensado. Una construcción abismal, una fortaleza de magnitudes
indescriptibles.
-
Dayas encontró La Fortaleza de Büul, un lugar ficticio según los manuales del
planeta Morgana. Allí se decía que podrían estar los restos del poder del
creador.
Cómo
aquella vez que Kay escuchó nombrar a Tritán por primera vez, le sucedió algo
semejante con la palabra ‘‘Büul’’, era señal de que su instinto quería decirle
algo.
-
No conocía su nombre hasta que me encontré con él- continuó Dayas- No estaba
desolada, había ejércitos de criaturas grises y porosas.
-
Ryanos… - vociferó Lepra.
-
Esos mismos. Protegían todas las retaguardias, hablaban el idioma de los
FULKOS, la primera raza que vivió en la ahora Zimpat. Por suerte, me llevé
conmigo algunos manuales de la historia de mi pueblo que me regalaron en las
Islas Gemelas y entre ellos había un diccionario. Hubo días que sólo me la
pasaba leyendo…
-
¿Las Islas Gemelas? ¿Conociste a Mulón y a Urón? – preguntó Kay.
-
Si- sonrió el joven rubio- Cuando me marché de Zimpat, lo primero que hice fue
liberar a los reinos dominados por las fuerzas de Minos, visité las islas por
precaución y los conocí…
-
¿Qué fue lo que escuchaste de esos Ryanos? – dijo Lepra con seriedad, queriendo
volver al punto.
-
Hablaban de las reliquias de su fortaleza y mencionaron al medallón de plata;
además de otro importante artefacto que no nombraron. El mago me había dicho
que le mandara alguna carta mediante mis águilas mensajeras si averiguaba algo
inusual en las tierras que exploraba.
Fismut
asintió.
-
Igualmente…- Dayas se levantó la remera y los elementales restantes
contemplaron una horrenda cicatriz que iba desde su costilla izquierda hasta el
lado derecho de su pecho- Salí de allí a duras penas. Esos seres… los Ryanos, tienen
un líder. Un ser esquelético, realmente fuerte. Un tal… Gargas.
Kay
abrió los ojos como platos y recordó.
‘‘- No logro
entenderlo, Él es sólo uno, un hombre con infinito poder. Pero nosotros somos
más. ¿Por qué no podemos derrotarlo? - pensaba Jimonte en voz alta.
- Sus secuaces
están descontrolándose cada vez más, Gargas los lleva a matar, violar y
descuartizar- habló Curtansen con imponente seriedad, sentado en el robusto
tronco’’[1]
Fismut
observó al elemental del fuego al ver su reacción y comprendió.
-
Fue el lugarteniente de Hariet
durante la primera guerra de las bestias. Desapareció tras su caída. Dayas no
sólo lo encontró, sino que también confirma su inmortalidad… Fue un dolor de
cabeza para los primeros elementales, tengan cuidado. Ahora saben que la
fortaleza es su objetivo.
-
La fortaleza de Büul, que nombre más extraño para un lugar- pensó Sony.
Dayas
se bajó la remera, todos estaban pensativos.
-
Si nos estabas espiando, como dijiste, ¿Sabes qué fue lo que le pasó a Natal? –
preguntó Kay.
-
No lo hice todos los días, en ocasiones. Y no
lo sé, su muerte me sorprendió tanto como a vosotros, lo lamento.
Sony
acariciaba en secreto los dos collares con forma de triángulo y se guardó para
sí mismo lo que sabía del cubo. Hubo un silencio incómodo.
-
Pedro fue el más joven de los elementales, enfrentó al Único con sólo 15 años
de edad - dijo Fismut- Cuando lo conocí, era un muchachito perturbado por la
muerte de su familia, que ni siquiera sabía a dónde ir. Yo le di un propósito
al que aferrarse cuando nadie más lo hizo. Esa es la razón por la cual cumplió
con su deber y se mantuvo activo hasta conocerlos a ustedes- señaló a los JEN-
Él vivió de cerca cómo este mundo fue evolucionando y cómo la edad feudal quedó
en el olvido. Se adaptó y fue más firme que cualquiera de nosotros. Sin
embargo, hasta las rocas se deterioran después de un tiempo y, compartiendo una
vida tan larga como la que tuvo él, puedo entender por qué lo hizo.
-
Pero él nos quería- susurró Kay- Éramos familia.
-
Si llegan a vivir más de lo que el humano promedio puede soportar, lo
entenderán.
-
Yo también tuve un momento de decaimiento muy grande, estuve a punto de… pero
no lo hice. Él optó por pegarse un tiro
en la sien. La autopsia indicó depresión y suicidio, sus huellas eran las
únicas presentes en el arma y no se registró la presencia de otro individuo en
la habitación. Quise creer que el desquiciado de la armadura había sido el
culpable, sin embargo, todo parecía indicar lo contrario y eso fue lo que más
me dolió. Nunca lo entenderé- Fismut no supo que responder y Kay suspiró con
opulencia.
-
Aquella vez, cuando los primeros elementales vencieron a Hariet, ¿Cómo lo
hicieron? – preguntó Dayas, para desviar el dolor de su compañero.
Fismut
inhaló y exhaló antes de responder.
-
Mediante una espada mágica. Desgraciadamente ya no puede encontrarse- Kay bajó
los ojos.
-
¿Le atravesaron el cuerpo y todo terminó? – volvió a hablar el joven de cabello
rubio.
-
Bueno… según me contaron, Hariet dejó muy mal herido a uno de ellos, en esa
época usaban trajes especiales y máscaras.
Se mantuvo tan entretenido, deseoso de asesinar a uno de los ocho, qué Morgán
lo agarró desprevenido y lo atravesó con
la espada por detrás.
-
¿Quieres decir que, en la impecable historia de los Elementales, los hombres
que defendieron todos los mundos y nadie recuerda, ganaron porque acabaron con
su enemigo cuando este estaba distraído? – vociferó Kay- A Natal se le olvidó
aclararnos que vencieron por PURA CASUALIDAD.
-
Yo estoy perdido, ¿Quién es Morgán? – preguntó Dayas.
-
Fue uno de los elementales de antaño, se mantuvo inmortal hasta que Kay lo
mató- dijo Sony con frialdad.
Dayas
miró a Kay, perplejo.
-
¿Lo… mataste?
-
Es más complicado que eso, estaba siendo dominado por magia oscura, por nuestro
querido contrincante- dijo Kay- Lo liberé de su tormento. Cómo hice con Sony
cuando él me mató...
A
Dayas casi le agarra un infarto.
-
Durante el viaje, podrán contarte los detalles, príncipe- le dijo Fismut- Ahora
es importante que se pongan en marcha.
El
elemental del doble elemento asintió y dijo.
-
Tardaremos seis días en llegar al valle, el camino no es fácil.
-
Antes de que vayáis, me gustaría enviarlos a un cierto… lugar en específico.
Allí les darán herramientas, alimentos y provisiones, de las que yo no
dispongo. Serán necesarias para la travesía.
A
Lepra le brillaron los ojos, sabía a qué lugar se refería Fismut, aquel que
había deseado visitar desde niño.
-
Se llama El Alto Mundo- Kay y Sony se quedaron boquiabiertos, ya lo habían
escuchado nombrar- Les explico… el Zen y la Tierra no son las únicas
dimensiones que existen en este planeta, hay algunas más, una de ellas es esta que yace entre los cielos. Es el
santuario del saber, donde viven los guardianes de la tierra y mi viejo
amigo Grof.
-
¿Y cómo iremos hasta allí? – preguntó Dayas.
-
Me alegra que preguntes.
-
Es dónde vive Ella… - pensó Sony y Fismut le dirigió una sonrisa pícara, cómo
si acabara de leerle los pensamientos. Sony carraspeó, incómodo ante esa
mirada.
Fismut
se levantó, tomó su bastón y formó un círculo de humo (repleto de líneas que
surgían de un punto en el centro de la circunferencia); esta figura se fue
repitiendo infinitamente, a medida que ascendía hacia el cielo.
-
¿Qué es eso? – preguntó Dayas.
-
Podría decirse que un permiso para entrar- respondió Fismut, radiante.
Los
elementales miraron al mago sin comprender y durante varios minutos, se
quedaron tiesos, sin decir nada, esperando. Y cuando parecía que ya nada
ocurriría, se oyó un sonido duro, cómo dos ladrillos chocando.
A
continuación, formas rectangulares compuestas por cemento, se fueron formando
desde algún lugar en el espacio, hasta llegar a la superficie que ellos
pisaban: una escalera blanca.
-
Aceptaron la petición, pueden subir las escaleras y dirigirse al Alto Mundo-
informó Fismut.
Lepra
tragó saliva y fue el primero en subir, sin despedirse de su maestro. Dayas
agradeció la comida y lo siguió.
La
escalera terminaba en medio de la nada, Lepra fue valiente y dio un paso al
vacío, inmediatamente después, una puerta invisible se lo tragó. Lo mismo pasó
con el muchacho de cabello rubio.
Justo
cuando Sony y Kay estuvieron a punto de hacerlo, Fismut les dijo que esperaran,
tomó a ambos de los hombros como ya lo había hecho en el pasado y con gran
pericia, les dijo.
-
Lo que sea que haya pasado entre ustedes, soluciónenlo. Los JEN, las
reencarnaciones de Tritán, son ustedes dos. Si no logran estar en sintonía,
Hariet ganará- Kay miró para un lado y Sony para el otro, ambos molestos e
incómodos- Dejen esas actitudes para los niños, son adultos y tienen el poder
para salvarnos a todos. No insulten la memoria de su mentor. Vayan.
Con
las caras largas y sin mirarse entre ellos, se dieron media vuelta y se
dirigieron por el camino que conducía al cielo.
EN
EL ALTO MUNDO:
En
un abrir y cerrar de ojos, los cuatro elementales se vislumbraron en un moderno
y blanquecino palacio, realmente inmenso.
Kay,
Sony, Lepra y Dayas. Los últimos elementales con vida, los únicos capaces de
resolver todo este conflicto.
Se
miraron los unos a los otros, maravillados con el paisaje a su alrededor, tan
limpio y tan amplio. El famoso Alto Mundo, la dimensión entre las dimensiones.
Sony
miró a Lepra. Si Dayas sería el guía en el viaje, ¿Por qué los acompañaba? Sin
embargo, se sintió culpable al pensarlo y se convenció a sí mismo de que toda
la ayuda disponible sería necesaria.
Al
principio hubo silencio y aquel magnifico lugar parecía estar encantado, debido
a que se oían voces a lo lejos, psicodélicas, las cuales causaban
incertidumbre.
Una
mujer, de cabello enrulado y castaño muy claro, caminó hacia ellos. Portaba un
vestido blanco que se confundía con las baldosas blancas del suelo, las cuales
reflejaban todo a su alrededor. Se detuvo frente a los cuatro muchachos y saludó
cordialmente sin pronunciar palabra.
Su
cabello estaba atado hacia atrás, y se tomaba de las manos delicadamente, con
firmeza. A pesar de la imagen que presentaba, se la notaba algo nerviosa.
-
Soy Keila, la guardiana de la
Tierra- dijo. Era una señora mayor, parecía tener entre 40 y 50 años. Sony la
contempló… ¿Sería Ella? - Acompáñenme, elementales.
Los
cuatro jóvenes estaban maravillados con la belleza y la elegancia de la señora.
Se miraron los unos a los otros sin atreverse a comentar o a decir lo que
pensaban.
Keila
se mantuvo solemne y en silencio hasta que los condujo al salón posterior,
divisible de la habitación anterior por una entrada sin puerta, sostenida por
dos inmensas columnas blancas.
-
Esperen aquí- dijo la guardiana y se retiró a otro sector en un santiamén.
La
espera fue rápida, un nuevo sujeto apareció ante ellos, acompañado por la
señora Keila.
Era
alto y robusto, con una amplia espalda y brazos anchos; vestía una extravagante
túnica blanquecina y amarillenta. Un rostro redondo sin barba, ojos de color
miel y cabello canoso, cubierto por una corona de laureles dorados.
Estaba
serio y Keila parecía estar preocupada.
-
Gracias por aceptar nuestra visita, señor Grof- dijo Lepra, intentando ser
cortés, sin embargo, el nuevo personaje levantó la mano para que se callara.
-
Ningún mortal es traído aquí por un vago motivo- dijo Grof con una voz gruesa y
autoritaria- Les daremos lo que necesiten y tendrán que…
-
No le hagan caso, es un viejo cascarrabias- habló una tercera voz desconocida para
Dayas, Lepra y Kay. Sony se quedó perplejo.
-
¿De dónde salió ese sonido? ¿Quién habló? – preguntó Dayas, realizando un giro
sobre su propio eje, buscando.
-
Nadaya, si tienes las agallas para
criticarme, hazlo frente a mis ojos y con el sonido saliendo de tu boca- gruñó
Grof. Sony se sobresaltó al escucharlo.
-
Siempre lo digo, padre. Mentalmente o
no- dijo la muchacha, escondida tras una columna, salió de allí y se dirigió al
grupo- Bienvenidos Elementales, bienvenidos al Alto Mundo y al hogar del viejo
cascarrabias y su familia. Me llamo Nadaya.
La
voz, era ella, no cabía duda. Sony se sintió aturdido y confundido. Parecía ser
joven, de su edad o tal vez más chica, cabello largo, liso y oscuro (le llegaba
hasta la cintura) atado con una coleta hacia atrás. El rostro blanco y la
expresión alegre, ojos oscuros, nariz pequeña y labios finos. Su vestido era
similar al de Keila (quién claramente era su madre), a diferencia de algunas
formas y cortes en las mangas.
-
Vive y vivirás, aleja la pe…- empezó a cantar Sony en su mente.
-
Si, soy yo… Sony-
dijo Nadaya en su mente, sin mover los labios, con una amplia sonrisa.
Sony
sonrió.
-
Tengo la impresión de que no necesitamos presentarnos- dijo el muchacho, por un
leve momento, se olvidó de todo lo que lo afligía.
-
Estás en lo cierto- dijo Ella- Dayas Jimonte, una vez príncipe de Zimpat; Lepra
Viman, el último morgano y aprendiz del mago Fismut. Kay Montarnen y Sony
Dameron, las reencarnaciones del hijo bartardo de la diosa.
-
No es el último- vociferó Grof, refiriéndose a Lepra- Yo también lo soy, o lo
fui…
Lepra
abrió los ojos como platos.
-
¿De verdad?
Grof
asintió seriamente.
-
Es un honor conocerlos, Elementales- dijo Keila. Grof apretó los dientes.
-
¿Llaman ELEMENTALES a los hombres que robaron los poderes de Amdor? – gritó
furioso.
Los
cuatro jóvenes se quedaron anonadados.
-
Fue Fismut quien llevó a los jóvenes a tomar los corazones del cofre- dijo Kay.
-
Lo sé. Yo le di permiso aquella vez- respondió Grof, el guardián de la Tierra,
más calmado- Pero la idea era que los usaran y luego los devolvieran.
Kay,
Sony, Dayas y Lepra lo fulminaron con la mirada, sin comprender.
-
Yo fui quién se encargó de que los poderes de Amdor pasaran a corazones
mágicos; se los obsequié a la tribu de mi mayor confianza en América, sin
saber, que los europeos invadirían el continente. Y lo pagué caro…
-
El corazón de Hariet- exclamó Kay- Usted debe saber por qué es diferente a los
demás.
Grof
negó con la cabeza.
-
La teoría más famosa dice que fragmentos del PRODIGIUM contaminaron la tribu
antes de la llegada de los españoles, y uno de los corazones absorbió aquel
fenómeno para defender a los nativos. Lo que lo dotó de nuevas propiedades.
Lepra
bajó los ojos y se quedó tan callado que nadie notó que ocultaba algo.
-
Si usted defiende la Tierra, si es su ‘’guardián’’ como se proclama, ¿Por qué
no va a nuestra dimensión y le hace frente al Único?
-
El infestado es demasiado para mí. No tengo la fuerza para vencerlo. Además, yo
no defiendo este mundo mediante violencia, yo me encargo de mantener el orden
entre las dimensiones y de que ciertas… fuerzas no se descontrolen.
-
Mejor dicho… es un cobarde- dijo Sony con indiferencia. Nadaya lanzó una risita
y se tapó la boca.
-
Yo…
-
¡Él y yo acabamos de darlo todo en el campo de batalla! – le gritó Kay,
señalando a Sony sin mirarlo- ¡Estuvimos al borde de la muerte de no haber sido
por Lepra! ¡Y ahora me entero de que existe un guardián de la tierra, el cual
es una gallina y un perezoso!
Grof
hizo aparecer un bastón morado en su mano y golpeó el suelo con él; todo
retumbó y se produjo un notable sonido. Kay se echó para atrás.
-
No me faltes el respeto, escoria humana. Después de todo, tú eres el elegido,
no yo.
-
Me da tanta rabia tu posición, después de todas las muertes con las que tuve
que cargar- dijo Kay entre dientes, con los puños temblándole, había estado a
punto de atacar al guardián.
-
No te esfuerces en entenderlo, porque no lo harás.
Kay
estaba a poco de estallar, giró la muñeca derecha y formó una esfera
electromagnética, sin embargo, cuando estuvo por lanzarla, una fuerza
gravitatoria lo dejó plasmado, inmóvil. Había sido Sony.
-
No empeores las cosas- le dijo el joven abogado- Tendrá sus razones.
Kay
cerró los ojos, procurando calmarse, e hizo desaparecer la esfera mágica, Sony
lo liberó a continuación.
-
¿Por qué Fismut nos trajo aquí? – preguntó Dayas, para desviar la tensión
generada.
-
Porque sólo nosotros podemos enseñarles lo que fue de su pasado- habló Nadaya, al notar que Grof estaba en una posición
muy orgullosa cómo para contestar.
-
¿De su pasado? – preguntó el elemental del doble elemento.
-
De cómo el arqueólogo encontró los nueve corazones.
[1] La guerra de las bestias:
La espada divina y el tesoro de los aztecas. CAPÍTULO 8. ‘’Un cambio en la
historia’’ Pág 42.
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