jueves, 7 de junio de 2018

Un Camino Hacia el Cielo: CAPÍTULO 7.





Un Camino Hacia el Cielo: CAPÍTULO 7.

- ¿Dayas? Esto.. estás… es increíble- dijo Sony, quién acababa de reducir su seriedad y se encontraba realmente maravillado, a pesar de que aún seguía algo decaído.

Dayas se les acercó sin hablar, apretó los dientes, sonrió con los labios y dos lágrimas se vislumbraron sobre sus ojos. 

- Fismut se tenía guardado a quién ayudaría en el viaje- dijo al fin. El rostro que los JEN conocían parecía estar escondido entre toda esa masculinidad que representaba el muchacho, el elemental del doble elemento.

Dayas fue rápido y en un parpadeo, les dio un emocionante abrazo a ambos, al mismo tiempo.

Tanto para Sony como para Kay fue difícil contener el llanto, no sólo por volverlo a ver después de tanto tiempo, sino porque su presencia les traía recuerdos del pasado, hechos que incluían a Natal…

Lepra se sintió incómodo y miró a un costado, todo era muy bochornoso para su gusto.

Dayas se apartó de los jóvenes elegidos y los miró con orgullo.

- Yo sabía que el águila me escucharía y nos volveríamos a ver.

- Después de todo lo que pasó, nunca creí que estaría tan emocionado por volverte a ver- dijo Kay, y Sony se quedó mudo.

Dayas sonrió y comentó.

- ¡Cuánto han crecido!

- Tú también- le respondió Kay, ya no eran necesarias las formalidades.

- ¿Por qué no se sientan todos alrededor de la comida? – propuso Fismut- Hay mucho de qué hablar.

Los cuatro jóvenes obedecieron, Dayas tomó el plato sobrante que portaba Fismut y comió antes de que la conversación comenzara. Cuando terminó, observó a Lepra e hizo un gesto, cómo el que uno realiza cuando acaba de acordarse de algo.

- No te había prestado atención, soy Dayas, mucho gusto- le dijo y estiró el brazo para saludarlo. El joven morgano tenía una mezcla de sensaciones en su interior que se limitó a devolver el saludo (con seriedad)- Tú debes ser Lepra, el elemental de la tierra.

Lepra asintió, petrificado y nuevamente incómodo.

- Él fue el príncipe de Zimpat, uno de los reinos de esta dimensión- le explicó Fismut- Ya te lo había dicho una vez- Lepra miró a quién desconocía y luego a su maestro. Dayas asintió y continuó comiendo- También es el elemental de las aguas y de la luz.

Algo en esas palabras molestaba al joven de piel morena, Kay lo notó.

- ¿Cómo es que ustedes se conocen? – preguntó Kay, en cierto sentido, queriendo desviar la atención en Lepra.

- Bueno…-  dijo Dayas, después de tragar el último trozo del fruto- ¿Recuerdan aquel sujeto que me ayudó a dividir mi alma en fragmentos, aquel que me dijo la verdad sobre Minos?

Kay suspiró y pensó.

- Me extraña no haberlo previsto.

- Dayas fue atacado por Meddes, tú lo sabías todo y no nos dijiste nada- le reprochó Sony a Fismut.

- No estaba seguro de sus intenciones aún, fue por eso por lo que envié a Lepra a que lo investigue- contestó el mago.

- ¿Y Natal? Su mentor. ¿Dónde está? – preguntó Dayas inocentemente.

Kay apretó los dientes y Sony bajó la cabeza.

- Murió, Dayas. Se quitó la vida- le contó Fismut.

- ¿Cómo lo sabes tú? – preguntó Kay, tajante.

- Estuve ausente, pero eso no significa que no los haya estado vigilando.

- Lo… siento mucho- dijo el joven de cabello rubio, apenado. No se lo esperaba y cerró los ojos mientras rezaba- El águila lo guiará hacia dónde todos vamos después de la vida.

Sony sonrió y se animó a decir.

- Gracias. ¿Qué fue de ti?

- Viajé mucho, tanto que ni siquiera he vuelto a mi patria- respondió Dayas, lentamente- Conocí pueblos, personas, animales y paisajes maravillosos, sorprendentes y catastróficos. El Zen es un mundo enorme.

- Lo que significa que Mongot sigue reinando en Zimpat- dijo el joven abogado.

- Exacto, confío en él, debe estar haciendo un gran trabajo.

- Es por eso por lo que el joven Jimonte los guiará hacia su destino- interrumpió Fismut.

- ¿Qué es ese lugar? – preguntó Sony, Kay y Lepra sólo prestaron atención.

- No fue un viaje planeado. Durante una de mis búsquedas, encontré un pasadizo secreto y lo seguí. Allí descubrí un valle que me condujo a la puerta de un sector invisible del Zen. Estuve días explorando, una tierra desolada y muerta… fue entonces cuando encontré lo impensado. Una construcción abismal, una fortaleza de magnitudes indescriptibles.

- Dayas encontró La Fortaleza de Büul, un lugar ficticio según los manuales del planeta Morgana. Allí se decía que podrían estar los restos del poder del creador.

Cómo aquella vez que Kay escuchó nombrar a Tritán por primera vez, le sucedió algo semejante con la palabra ‘‘Büul’’, era señal de que su instinto quería decirle algo.

- No conocía su nombre hasta que me encontré con él- continuó Dayas- No estaba desolada, había ejércitos de criaturas grises y porosas.

- Ryanos… - vociferó Lepra.

- Esos mismos. Protegían todas las retaguardias, hablaban el idioma de los FULKOS, la primera raza que vivió en la ahora Zimpat. Por suerte, me llevé conmigo algunos manuales de la historia de mi pueblo que me regalaron en las Islas Gemelas y entre ellos había un diccionario. Hubo días que sólo me la pasaba leyendo…

- ¿Las Islas Gemelas? ¿Conociste a Mulón y a Urón? – preguntó Kay.

- Si- sonrió el joven rubio- Cuando me marché de Zimpat, lo primero que hice fue liberar a los reinos dominados por las fuerzas de Minos, visité las islas por precaución y los conocí…

- ¿Qué fue lo que escuchaste de esos Ryanos? – dijo Lepra con seriedad, queriendo volver al punto.

- Hablaban de las reliquias de su fortaleza y mencionaron al medallón de plata; además de otro importante artefacto que no nombraron. El mago me había dicho que le mandara alguna carta mediante mis águilas mensajeras si averiguaba algo inusual en las tierras que exploraba.

Fismut asintió.

- Igualmente…- Dayas se levantó la remera y los elementales restantes contemplaron una horrenda cicatriz que iba desde su costilla izquierda hasta el lado derecho de su pecho- Salí de allí a duras penas. Esos seres… los Ryanos, tienen un líder. Un ser esquelético, realmente fuerte. Un tal… Gargas.

Kay abrió los ojos como platos y recordó.

‘‘- No logro entenderlo, Él es sólo uno, un hombre con infinito poder. Pero nosotros somos más. ¿Por qué no podemos derrotarlo? - pensaba Jimonte en voz alta.
- Sus secuaces están descontrolándose cada vez más, Gargas los lleva a matar, violar y descuartizar- habló Curtansen con imponente seriedad, sentado en el robusto tronco’’[1]

Fismut observó al elemental del fuego al ver su reacción y comprendió.

- Fue el lugarteniente de Hariet durante la primera guerra de las bestias. Desapareció tras su caída. Dayas no sólo lo encontró, sino que también confirma su inmortalidad… Fue un dolor de cabeza para los primeros elementales, tengan cuidado. Ahora saben que la fortaleza es su objetivo.

- La fortaleza de Büul, que nombre más extraño para un lugar- pensó Sony.

Dayas se bajó la remera, todos estaban pensativos.

- Si nos estabas espiando, como dijiste, ¿Sabes qué fue lo que le pasó a Natal? – preguntó Kay.

- No lo hice todos los días, en ocasiones. Y no lo sé, su muerte me sorprendió tanto como a vosotros, lo lamento.

Sony acariciaba en secreto los dos collares con forma de triángulo y se guardó para sí mismo lo que sabía del cubo. Hubo un silencio incómodo.

- Pedro fue el más joven de los elementales, enfrentó al Único con sólo 15 años de edad - dijo Fismut- Cuando lo conocí, era un muchachito perturbado por la muerte de su familia, que ni siquiera sabía a dónde ir. Yo le di un propósito al que aferrarse cuando nadie más lo hizo. Esa es la razón por la cual cumplió con su deber y se mantuvo activo hasta conocerlos a ustedes- señaló a los JEN- Él vivió de cerca cómo este mundo fue evolucionando y cómo la edad feudal quedó en el olvido. Se adaptó y fue más firme que cualquiera de nosotros. Sin embargo, hasta las rocas se deterioran después de un tiempo y, compartiendo una vida tan larga como la que tuvo él, puedo entender por qué lo hizo.

- Pero él nos quería- susurró Kay- Éramos familia.

- Si llegan a vivir más de lo que el humano promedio puede soportar, lo entenderán.

- Yo también tuve un momento de decaimiento muy grande, estuve a punto de… pero no lo hice. Él optó por pegarse un tiro en la sien. La autopsia indicó depresión y suicidio, sus huellas eran las únicas presentes en el arma y no se registró la presencia de otro individuo en la habitación. Quise creer que el desquiciado de la armadura había sido el culpable, sin embargo, todo parecía indicar lo contrario y eso fue lo que más me dolió. Nunca lo entenderé- Fismut no supo que responder y Kay suspiró con opulencia. 

- Aquella vez, cuando los primeros elementales vencieron a Hariet, ¿Cómo lo hicieron? – preguntó Dayas, para desviar el dolor de su compañero.

Fismut inhaló y exhaló antes de responder.

- Mediante una espada mágica. Desgraciadamente ya no puede encontrarse- Kay bajó los ojos.

- ¿Le atravesaron el cuerpo y todo terminó? – volvió a hablar el joven de cabello rubio.

- Bueno… según me contaron, Hariet dejó muy mal herido a uno de ellos, en esa época usaban trajes especiales y máscaras. Se mantuvo tan entretenido, deseoso de asesinar a uno de los ocho, qué Morgán lo agarró desprevenido y lo atravesó con la espada por detrás.  

- ¿Quieres decir que, en la impecable historia de los Elementales, los hombres que defendieron todos los mundos y nadie recuerda, ganaron porque acabaron con su enemigo cuando este estaba distraído? – vociferó Kay- A Natal se le olvidó aclararnos que vencieron por PURA CASUALIDAD.

- Yo estoy perdido, ¿Quién es Morgán? – preguntó Dayas.

- Fue uno de los elementales de antaño, se mantuvo inmortal hasta que Kay lo mató- dijo Sony con frialdad.

Dayas miró a Kay, perplejo.

- ¿Lo… mataste?

- Es más complicado que eso, estaba siendo dominado por magia oscura, por nuestro querido contrincante- dijo Kay- Lo liberé de su tormento. Cómo hice con Sony cuando él me mató...

A Dayas casi le agarra un infarto.

- Durante el viaje, podrán contarte los detalles, príncipe- le dijo Fismut- Ahora es importante que se pongan en marcha.
El elemental del doble elemento asintió y dijo.

- Tardaremos seis días en llegar al valle, el camino no es fácil.

- Antes de que vayáis, me gustaría enviarlos a un cierto… lugar en específico. Allí les darán herramientas, alimentos y provisiones, de las que yo no dispongo. Serán necesarias para la travesía.

A Lepra le brillaron los ojos, sabía a qué lugar se refería Fismut, aquel que había deseado visitar desde niño.

- Se llama El Alto Mundo- Kay y Sony se quedaron boquiabiertos, ya lo habían escuchado nombrar- Les explico… el Zen y la Tierra no son las únicas dimensiones que existen en este planeta, hay algunas más, una de ellas es esta que yace entre los cielos. Es el santuario del saber, donde viven los guardianes de la tierra y mi viejo amigo Grof.   

- ¿Y cómo iremos hasta allí? – preguntó Dayas.

- Me alegra que preguntes.

- Es dónde vive Ella… - pensó Sony y Fismut le dirigió una sonrisa pícara, cómo si acabara de leerle los pensamientos. Sony carraspeó, incómodo ante esa mirada.

Fismut se levantó, tomó su bastón y formó un círculo de humo (repleto de líneas que surgían de un punto en el centro de la circunferencia); esta figura se fue repitiendo infinitamente, a medida que ascendía hacia el cielo.

- ¿Qué es eso? – preguntó Dayas.

- Podría decirse que un permiso para entrar- respondió Fismut, radiante.

Los elementales miraron al mago sin comprender y durante varios minutos, se quedaron tiesos, sin decir nada, esperando. Y cuando parecía que ya nada ocurriría, se oyó un sonido duro, cómo dos ladrillos chocando.

A continuación, formas rectangulares compuestas por cemento, se fueron formando desde algún lugar en el espacio, hasta llegar a la superficie que ellos pisaban: una escalera blanca.

- Aceptaron la petición, pueden subir las escaleras y dirigirse al Alto Mundo- informó Fismut.

Lepra tragó saliva y fue el primero en subir, sin despedirse de su maestro. Dayas agradeció la comida y lo siguió.

La escalera terminaba en medio de la nada, Lepra fue valiente y dio un paso al vacío, inmediatamente después, una puerta invisible se lo tragó. Lo mismo pasó con el muchacho de cabello rubio.

Justo cuando Sony y Kay estuvieron a punto de hacerlo, Fismut les dijo que esperaran, tomó a ambos de los hombros como ya lo había hecho en el pasado y con gran pericia, les dijo.

- Lo que sea que haya pasado entre ustedes, soluciónenlo. Los JEN, las reencarnaciones de Tritán, son ustedes dos. Si no logran estar en sintonía, Hariet ganará- Kay miró para un lado y Sony para el otro, ambos molestos e incómodos- Dejen esas actitudes para los niños, son adultos y tienen el poder para salvarnos a todos. No insulten la memoria de su mentor. Vayan.

Con las caras largas y sin mirarse entre ellos, se dieron media vuelta y se dirigieron por el camino que conducía al cielo. 


EN EL ALTO MUNDO:

En un abrir y cerrar de ojos, los cuatro elementales se vislumbraron en un moderno y blanquecino palacio, realmente inmenso.

Kay, Sony, Lepra y Dayas. Los últimos elementales con vida, los únicos capaces de resolver todo este conflicto.

Se miraron los unos a los otros, maravillados con el paisaje a su alrededor, tan limpio y tan amplio. El famoso Alto Mundo, la dimensión entre las dimensiones.

Sony miró a Lepra. Si Dayas sería el guía en el viaje, ¿Por qué los acompañaba? Sin embargo, se sintió culpable al pensarlo y se convenció a sí mismo de que toda la ayuda disponible sería necesaria.

Al principio hubo silencio y aquel magnifico lugar parecía estar encantado, debido a que se oían voces a lo lejos, psicodélicas, las cuales causaban incertidumbre.

Una mujer, de cabello enrulado y castaño muy claro, caminó hacia ellos. Portaba un vestido blanco que se confundía con las baldosas blancas del suelo, las cuales reflejaban todo a su alrededor. Se detuvo frente a los cuatro muchachos y saludó cordialmente sin pronunciar palabra.

Su cabello estaba atado hacia atrás, y se tomaba de las manos delicadamente, con firmeza. A pesar de la imagen que presentaba, se la notaba algo nerviosa.

- Soy Keila, la guardiana de la Tierra- dijo. Era una señora mayor, parecía tener entre 40 y 50 años. Sony la contempló… ¿Sería Ella? - Acompáñenme, elementales.

Los cuatro jóvenes estaban maravillados con la belleza y la elegancia de la señora. Se miraron los unos a los otros sin atreverse a comentar o a decir lo que pensaban.

Keila se mantuvo solemne y en silencio hasta que los condujo al salón posterior, divisible de la habitación anterior por una entrada sin puerta, sostenida por dos inmensas columnas blancas.

- Esperen aquí- dijo la guardiana y se retiró a otro sector en un santiamén.

La espera fue rápida, un nuevo sujeto apareció ante ellos, acompañado por la señora Keila.

Era alto y robusto, con una amplia espalda y brazos anchos; vestía una extravagante túnica blanquecina y amarillenta. Un rostro redondo sin barba, ojos de color miel y cabello canoso, cubierto por una corona de laureles dorados.

Estaba serio y Keila parecía estar preocupada.

- Gracias por aceptar nuestra visita, señor Grof- dijo Lepra, intentando ser cortés, sin embargo, el nuevo personaje levantó la mano para que se callara.

- Ningún mortal es traído aquí por un vago motivo- dijo Grof con una voz gruesa y autoritaria- Les daremos lo que necesiten y tendrán que…

- No le hagan caso, es un viejo cascarrabias- habló una tercera voz desconocida para Dayas, Lepra y Kay. Sony se quedó perplejo.

- ¿De dónde salió ese sonido? ¿Quién habló? – preguntó Dayas, realizando un giro sobre su propio eje, buscando.

- Nadaya, si tienes las agallas para criticarme, hazlo frente a mis ojos y con el sonido saliendo de tu boca- gruñó Grof. Sony se sobresaltó al escucharlo.

- Siempre lo digo, padre. Mentalmente o no- dijo la muchacha, escondida tras una columna, salió de allí y se dirigió al grupo- Bienvenidos Elementales, bienvenidos al Alto Mundo y al hogar del viejo cascarrabias y su familia. Me llamo Nadaya.
La voz, era ella, no cabía duda. Sony se sintió aturdido y confundido. Parecía ser joven, de su edad o tal vez más chica, cabello largo, liso y oscuro (le llegaba hasta la cintura) atado con una coleta hacia atrás. El rostro blanco y la expresión alegre, ojos oscuros, nariz pequeña y labios finos. Su vestido era similar al de Keila (quién claramente era su madre), a diferencia de algunas formas y cortes en las mangas.

- Vive y vivirás, aleja la pe…- empezó a cantar Sony en su mente.

- Si, soy yo… Sony- dijo Nadaya en su mente, sin mover los labios, con una amplia sonrisa. 

Sony sonrió.

- Tengo la impresión de que no necesitamos presentarnos- dijo el muchacho, por un leve momento, se olvidó de todo lo que lo afligía.

- Estás en lo cierto- dijo Ella- Dayas Jimonte, una vez príncipe de Zimpat; Lepra Viman, el último morgano y aprendiz del mago Fismut. Kay Montarnen y Sony Dameron, las reencarnaciones del hijo bartardo de la diosa.

- No es el último- vociferó Grof, refiriéndose a Lepra- Yo también lo soy, o lo fui…

Lepra abrió los ojos como platos.

- ¿De verdad?

Grof asintió seriamente.

- Es un honor conocerlos, Elementales- dijo Keila. Grof apretó los dientes.

- ¿Llaman ELEMENTALES a los hombres que robaron los poderes de Amdor? – gritó furioso.

Los cuatro jóvenes se quedaron anonadados.

- Fue Fismut quien llevó a los jóvenes a tomar los corazones del cofre- dijo Kay.

- Lo sé. Yo le di permiso aquella vez- respondió Grof, el guardián de la Tierra, más calmado- Pero la idea era que los usaran y luego los devolvieran.

Kay, Sony, Dayas y Lepra lo fulminaron con la mirada, sin comprender.

- Yo fui quién se encargó de que los poderes de Amdor pasaran a corazones mágicos; se los obsequié a la tribu de mi mayor confianza en América, sin saber, que los europeos invadirían el continente. Y lo pagué caro…

- El corazón de Hariet- exclamó Kay- Usted debe saber por qué es diferente a los demás.

Grof negó con la cabeza.

- La teoría más famosa dice que fragmentos del PRODIGIUM contaminaron la tribu antes de la llegada de los españoles, y uno de los corazones absorbió aquel fenómeno para defender a los nativos. Lo que lo dotó de nuevas propiedades.

Lepra bajó los ojos y se quedó tan callado que nadie notó que ocultaba algo.

- Si usted defiende la Tierra, si es su ‘’guardián’’ como se proclama, ¿Por qué no va a nuestra dimensión y le hace frente al Único?

- El infestado es demasiado para mí. No tengo la fuerza para vencerlo. Además, yo no defiendo este mundo mediante violencia, yo me encargo de mantener el orden entre las dimensiones y de que ciertas… fuerzas no se descontrolen.

- Mejor dicho… es un cobarde- dijo Sony con indiferencia. Nadaya lanzó una risita y se tapó la boca.

- Yo…

- ¡Él y yo acabamos de darlo todo en el campo de batalla! – le gritó Kay, señalando a Sony sin mirarlo- ¡Estuvimos al borde de la muerte de no haber sido por Lepra! ¡Y ahora me entero de que existe un guardián de la tierra, el cual es una gallina y un perezoso!

Grof hizo aparecer un bastón morado en su mano y golpeó el suelo con él; todo retumbó y se produjo un notable sonido. Kay se echó para atrás.

- No me faltes el respeto, escoria humana. Después de todo, tú eres el elegido, no yo.

- Me da tanta rabia tu posición, después de todas las muertes con las que tuve que cargar- dijo Kay entre dientes, con los puños temblándole, había estado a punto de atacar al guardián.

- No te esfuerces en entenderlo, porque no lo harás.

Kay estaba a poco de estallar, giró la muñeca derecha y formó una esfera electromagnética, sin embargo, cuando estuvo por lanzarla, una fuerza gravitatoria lo dejó plasmado, inmóvil. Había sido Sony.

- No empeores las cosas- le dijo el joven abogado- Tendrá sus razones.

Kay cerró los ojos, procurando calmarse, e hizo desaparecer la esfera mágica, Sony lo liberó a continuación.

- ¿Por qué Fismut nos trajo aquí? – preguntó Dayas, para desviar la tensión generada.

- Porque sólo nosotros podemos enseñarles lo que fue de su pasado- habló Nadaya, al notar que Grof estaba en una posición muy orgullosa cómo para contestar.

- ¿De su pasado? – preguntó el elemental del doble elemento.

- De cómo el arqueólogo encontró los nueve corazones.



[1] La guerra de las bestias: La espada divina y el tesoro de los aztecas. CAPÍTULO 8. ‘’Un cambio en la historia’’ Pág 42.

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