jueves, 21 de junio de 2018

Legado de Sangre: CAPÍTULO 9.




Legado de Sangre: CAPÍTULO 9.

- ¿Diego? ¿Volvió a mentir? No lo entiendo…- exclamó Kay, petrificado. Aquel fantástico suceso donde vivían en carne propia un hecho del pasado y escuchaban todos los pensamientos de los personajes implicados en la historia, acababa de desvanecerse. Los cuatro jóvenes volvían al Alto Mundo, frente a la hermosa mujercita con el vestido blanco. Kay estaba bastante alterado- Tengo un millón de preguntas y necesito que me las contesten.
- No- respondió Nadaya, cortante- Es todo. No tenemos más sobre él, hasta ahí pudimos recopilar su historia. No es fácil rearmar hechos que ocurrieron hace siglos, memorias de un único personaje.
Sony, en cambio, miraba a Lepra, el aprendiz del mago.
- EL ELEGIDO. Esas fueron las palabras del arqueólogo- pensó- Así lo llamó Fismut, él le enseñó a practicar el Böju, por eso podía hablar el idioma de los nativos. Sabía pocas cosas, parece que no tuvieron mucho tiempo. El mago nos mintió otra vez. ¿A qué juega? ¿Es que no confía en nosotros? ¿Será… qué teme que nos pongamos de su lado? – se detuvo para observar a Dayas, quién estaba bastante callado, mirando el suelo con seriedad- Lo que hizo y la decisión que tomó… me parece comprensible. Me recuerda a mí, pero eso no significa que vaya a cambiarme de bando, sigue siendo un asesino, cualesquiera que sean sus razones. Lo hizo todo por su hermanito, quién me imagino que debe estar muerto. Él…
- No sigas, por favor- le inquirió la voz de la guardiana en su mente, Ella miraba a Kay y le conversaba- Estás escarbando en un terreno muy peligroso
- ¿Peligroso? – preguntó Sony en su mente, sin comprender. Sin embargo, Nadaya no le respondió. Él se le quedó mirando, incrédulo.
- Probablemente les haya mentido a los marineros de la segunda carabela para que no conozcan su verdadera identidad. No entiendo el propósito, pero debe ser eso- indagó Lepra, nervioso. Nadaya asintió con cierto grado de complicidad.
- No me cierra- habló Dayas al fin, pensativo y acariciándose la barbilla.
- La historia no está para complacerte, príncipe- gruñó Lepra.
Dayas le dirigió una breve, pero profunda mirada.
Nadaya se rió.
- Es mucho por hoy. ¿Por qué mejor no van a descansar? Los guiaré hacia sus habitaciones, descansen y podrán partir cuando deseen.
Kay suspiró y miró a Lepra, ambos asintieron mutuamente, decidiendo por los demás.
Sony tomó lo que yacía en su bolsillo y frunció el entrecejo.
- Tengo miedo de mi propio instinto- pensó y observó a la jovencita, para atraparla si intentaba leer su mente, no fue el caso.
Nadaya los llevó al salón principal, tan blanco como todos los demás e increíblemente largo, conformado por columnas y monumentos. Luego dobló a la derecha y les indicó que allí se quedarían, era una nueva habitación con cuatro camas separadas, cubiertas por sábanas blancas y un cuarto más pequeño al fondo: un baño.
Lepra, Dayas y Kay entraron rápidamente. Sony, en cambio, se acercó a Nadaya cuando tuvo la oportunidad de hablar con ella a solas.
- Nos debemos una charla, ¿No te parece? – le preguntó Sony.
Ella ni siquiera se atrevió a mirarlo y sólo se dispuso a examinar que los huéspedes estuvieran cómodos.
- ¿No piensas hablar? Bien- dijo Sony, algo alterado- ¿Qué hay dentro del sobre que me pediste que guardara? ¿Cómo llegaste a mi… mente? ¿Cómo sabías que íbamos a conocernos? – Sony aceleraba las oraciones con tanta rapidez que no anticipó que Nadaya le colocara los dedos en los labios, para callarlo.
- Se nota que no sabes tratar a una mujer- dijo, mirándolo atentamente. Sony se estremeció cuando vio aquellos dos ojos fijos en él. Para calmarse, le miró la nariz mientras hablaban.
- ¿Por qué me ayudas desde hace tanto? – preguntó con tranquilidad cuando Nadaya le quitó los dedos de sus labios.
- Porque me lo ordenaron- dijo Ella. Sony se quedó perplejo, no podía evitar sentirse algo decepcionado.
- Fismut.
- Cómo siempre, lo adivinas todo.
- ¿Y por qué a mí y no a Kay? Yo sé que él no tuvo conversaciones mentales contigo.
- El mago quería encargarse de tu amigo- respondió Ella, sin quitarle los ojos de encima- ¿Pensaste que era por otra cosa?
El joven abogado sintió que acababan de tirarle una olla con agua hirviendo en la cara; su estómago se tensó y aunque él no lo viera, tenía el rostro más colorado que el de un tomate maduro.
- No. Sólo tenía esa duda- fueron las palabras que salieron de su boca, intentando ser lo menos obvio posible.
- Vete a dormir, te lo mereces- Nadaya continuó caminando y desapareció cuando dobló en una esquina.
Sony estaba tan anonadado, confundido y petrificado que no notó que la mujercita ni siquiera le había respondido lo del misterioso paquete.
- ¿Quién diría que el destino nos reuniría para ser los encargados de salvar a la humanidad? – dijo Kay, acostado en su cama. Fue lo primero que oyó Sony al entrar.
- El águila sabe muy bien lo que hace- dijo Dayas- Yo siempre tuve la esperanza de volver a verlos.
- No quiero dar órdenes, pero me parece que lo mejor será que descansemos. Fue un día largo- replicó Lepra.
- Tú sabías que Fismut lo mandó a destruir los nueve corazones- dijo Kay, sin preguntar.
Lepra suspiró y asintió.
- Y sabías que Ambrosio lo traicionó y se dejó llevar por esa extraña voz. La que al parecer pertenece a un señor oscuro anterior a él- replicó el elemental del fuego.
Esta vez, Lepra sólo lo miró. Los demás escuchaban.
- No me gustan los secretos, Lepra- dijo Kay con frialdad- Especialmente cuando vienen de mis amigos- Sony sintió una patada en el estómago- Y si, para mí, tú eres mi amigo. Así que sé amable y sincero con nosotros. Vamos a estar mucho tiempo juntos, la confianza mutua es importante. ¿Algo más que quieras agregar a la historia del arqueólogo?
- Nada- respondió Lepra, haciendo una mueca disimulada.
- Bueno, te creo. No nos mientas, somos un equipo.
Lepra se dio media vuelta y procuró dormir. Tenía un nudo en la garganta y algunas lágrimas le recorrían el rostro.
- Lo siento tanto- pensó.
- Tampoco es necesario que seas tan duro con él- inquirió Sony- Nadie es completamente honesto.
- Eso me recuerda a una conversación que tuvimos en la guarida de la resistencia- le habló Dayas con una sonrisa.
Kay ignoró a Sony y también se dio la vuelta para descansar.
El joven abogado continuó conversando con el príncipe, recordando viejas épocas, tardaron una hora en irse a dormir.
Hacía todo un año que no ocurría; los sueños acecharon las mentes de los JEN. En el caso de Kay, hubo destellos de imágenes aterradoras: Natal con la pistola en la mano, apuntando a su sien, procurando acabar con su vida.
En el caso de Sony, en un exótico lugar, repleto de escaleras, esperaba un hombre de espaldas, sin su casco. Él, junto a Kay, avanzaban hacia el individuo y vociferaban:
- YA NO HAY NADA QUE OCULTAR, SABEMOS QUIÉN ERES.
Despertaron al unísono, las ventanas de las paredes presentaban un cielo oscuro y estrellado; Dayas y Lepra continuaban durmiendo. Los dos respiraron agitadamente y evitaron el contacto visual, aunque fuera a través de la oscuridad de la noche.
No tardaron en oír una voz en sus cabezas, perteneciente a una mujer.
- No teman. Son señales de lo que fue y lo que vendrá- les dijo. No le pertenecía a Nadaya- Tengo órdenes estrictas, tienen prohibido conocer la verdad, y eso, mi hija lo sabe muy bien- Era Keila, la guardiana de la Tierra, esposa de Grof y madre de Nadaya. Kay y Sony respiraban forzosamente- Síganme. En mi opinión, es VITAL que lo sepan todo.
Kay y Sony no lo pensaron dos veces, se abrigaron, el ambiente se había tornado frío y seco. Salieron de la habitación sigilosamente y encontraron a Keila afuera, con un vestido negro que contrastaba con la blancura del palacio. Sin decir más, se deslizó por los suelos como si fuera un fantasma y los llevó nuevamente a la habitación con la cascada.
- ¿Qué tan fuertes son? – les preguntó.
Después de un tiempo, Kay y Sony se miraron entre sí, sin saber que responder.
- Dámelos- le dijo Keila a Sony. Por alguna razón, el elemental de la lava la entendió enseguida y sacó de su bolsillo los dos collares idénticos que había encontrado en la mansión de Natal. Kay no comprendía lo que estaba pasando.
Sony se acercó a Keila, expectante. Ella flotaba por los aires, a centímetros del suelo, literalmente. A continuación, tiró ambos artefactos a la cascada, luego, una luz centelleante iluminó el escenario y los dejó ciegos por un momento. Todo desapareció: la habitación, las aguas y Keila. Los JEN se alteraron con el cambio de panorama.
Ya no había blancura, todo estaba oscuro, encerrado y sucio. Estaban en la habitación del sub-suelo en la mansión de su mentor.

LA MUERTE DE NATAL:
‘‘Natal yacía sentado frente a su escritorio, estudiando hoja por hoja, quién sabe qué. Revisó la hora en su reloj-pulsera y se levantó de un salto. Caminó lentamente por los pasillos hasta dirigirse a uno de los estantes más grandes, repletos de libros regordetes, el profesor tenía una inmensa biblioteca. Ojeó dos o tres portadas con desgano y suspiró amargamente. Todos los libros parecían ser diarios personales.

A continuación, tomó otro tomo, uno muy viejo, desgastado, las solapas derramaban un líquido pastoso que causaba la sensación de estar podrido por dentro. Aun así, Natal lo sujetó y sonrío, luego lo abrió; dentro de este mismo había una llave oxidada.

La agarró, fue hacia uno de los cuadros más grandes pegados en la pared, revoleó la mano por los aires y el cuadro se desplazó a un costado como si fuera una puerta.

Natal fue rápido y sacó un cofre de madera de la bóveda (el cual llevaba manchas de pintura en los extremos). Dick introdujo la llave y el cofre se abrió.

Adentro había un exótico cubo, más papeles y un collar con el dije en forma de triángulo. Sintió una intensa conmoción y se lo colocó.

- Tengo que usarlo más seguido- se dijo a sí mismo.

Tales objetos parecían ser los más valiosos para el profesor de historia; entre las hojas escritas, también había un cuadro reluciente con la foto de tres personajes sonriendo.

Natal tomó el cuadro y lo colocó verticalmente en la esquina del escritorio.

- Ojalá encontraran la manera de comprenderse mutuamente y de hacer las paces- habló. En la foto estaba Kay, Sony y él.

Natal vivía solo. Sony se había ido a San Martín y Kay acababa de alquilar un departamento en la capital. Ninguno de los dos quería molestarlo, lo que ellos no sabían es que era todo un gusto para el profesor tenerlos como huéspedes. No obstante, nunca había sido bueno para expresar lo que realmente sentía.

El silencio reinaba en la habitación del sub-suelo, iluminada por tres barras en el techo, recientemente instaladas. Eran las 4 a.m. del 14 de marzo del año 2229.

Natal examinó el cubo y volvió a hablarse a sí mismo en voz alta.

- El cubo que se le cayó a la estatua de Jimonte, el contenedor de su anterior contraparte de Amdor. Si supiera como abrirlo, podría ser muy útil para enfrentar al siguiente enemigo- volvió a suspirar, agitó los dedos y el cubo se suspendió por los aires hasta aterrizar en el escritorio.

En un santiamén, las tres barras que emitían luz se pulverizaron. Hubo oscuridad absoluta, Natal lanzó un grito ahogado y se apresuró en formar el círculo de los magos bajo sus pies, el cual irradiaba una amplia visibilidad. Encendió una vela para iluminar los sectores más difíciles de alumbrar.

Últimamente se había vuelto bastante paranoico, oía voces y el viaje al Templo de la Muerte le causó secuelas. Cosas que deseaba no volver a repetir. Una vez se sintió seguro, se sentó nuevamente en la silla frente al escritorio y echó la cabeza para atrás.

- Necesito vacaciones- pensó.

Tardó en reconocer a una espesa sombra, la cual cubría parte del círculo brillante, dibujado en el suelo. Cuando lo hizo, se resbaló de la silla por el susto. Empujó el escritorio y el cuadro cayó al piso, el vidrio de la foto se hizo añicos inmediatamente después. Impulsivamente, creó dos esferas de aire y frunció el entrecejo, nervioso.

- ¿Sony? ¿Kay? Saben que no soy fanático de las bromas- dijo. Su cabello había vuelto a ser largo y canoso, tenía una barba blanca mal afeitada y sus ojos grises brillaban como linternas. Vestía su mítica túnica de color turquesa, su favorita.

A pesar de las advertencias, nadie le respondió y un fuerte golpe se hizo oír, seguido por otro… eran los pasos de una persona.

Una espada, con el mango en forma de calavera, fue clavada en el centro del círculo místico. La luz de la invocación comenzó a fallar y Natal aún no podía vislumbrar al sujeto con precisión.

Se quedó tenso, respirando por la boca, temiendo lo peor.

- No voy a hacerte daño - le dijo una voz aterradora que retumbó en toda la habitación subterránea.

- ¿Quién… eres? – preguntó Natal, en guardia, muy asustado.

Los pasos se acrecentaron, el profesor reconoció que el otro personaje llevaba una armadura sobresaliente, de la edad media. Finalmente vio a la perfección a aquel sujeto con ese pesado disfraz, era Hariet.

Dio un respingo del susto y apretó los puños con notable furia, todo su rostro estaba tenso, tenía al asesino de su familia frente a él.

- No vine aquí a pelear - declaró Hariet. Natal no le creyó y se quedó tieso, esperando el primer ataque- Clavé mi espada allí para demostrártelo. Sólo quiero que hablemos.

- ¿Hablar? – repitió Natal, como si acabara de insultarlo- Terminemos esto aquí y ahora, si viniste a matarme, estoy listo.

El casco medieval del Único se movió levemente hacia los costados, estaba negando.

- Ya basta de mentiras y engaños. Vine aquí con un único propósito y no es asesinarte.

Natal, aunque creyó que su enemigo estaba hablando en serio, no bajó la guardia, sus puños estaban rodeados por esferas de aire.

- En esta época ya no se usan armaduras así- dijo Natal, analizando la situación para agarrar al villano desprevenido. También pensó en mandar una señal de alerta a los JEN mediante su teléfono móvil, sin embargo, lo había dejado arriba.

- Lo sé. Es anticuada - respondió Hariet, con cierto grado de amabilidad- Ya buscaré otra. Después de todo, ya cumplió su función.

Natal lo miró de reojo con duda.

- Cuando volvía a Europa con mis ideales aclarados, me di cuenta de que siendo joven nadie me tomaría en serio, a pesar de mi poder- le contó- Recordé la reacción de los nativos cuando nos vieron por primera vez, ellos creyeron que éramos dioses por nuestras brillantes armaduras. Fue por eso por lo que opté por forjar esta coraza que llevo puesta, quería causar la misma sensación en los españoles. Y lo logré.

Natal, aún alterado, le preguntó lo que siempre le intrigó.

- ¿Quién eres? ¿Por qué la máscara?

El casco del Oscuro se quedó petrificado, aquella visera para la vista ocultaba dos ojos humanos que miraban a Natal con asombro.

- Creí que nunca me lo preguntarías - admitió- Muchos me conocieron como el arqueólogo Ambrosio de Morales, sin embargo, fue un nombre que tomé prestado de otra persona de la época. Me hice pasar por él para viajar a América y cumplir con mi objetivo. Yo tenía la misión de destruir los nueve corazones.

- ¿Qué…? ¿Quién te ordenó eso? – preguntó Natal, tenía una mezcla de horror, odio y confusión.

- Fismut, el mago. Lo conocí unos meses antes. Él me dijo que yo era parte de una profecía y que cambiaría el mundo. El líder de su mundo, Yará, se lo dijo antes de fallecer. Yo me lo creí y hubiera cumplido con mi cometido si no se me hubiera revelado la verdad - Natal suspiró con opulencia- Qué este mundo está mal construido y necesita deshacerse para darle lugar a uno nuevo.

- ¿Mal construido? – repitió Natal- Yo viví mucho más tiempo que tú en esta dimensión y puedo decirte que no todo lo que existe es malo. Igual… no sé por qué me esfuerzo en conversar contigo. Aún no olvido que asesinaste a mis padres.

- ¿Sólo a tus padres? – preguntó Hariet, fingiendo inocencia.

- Y a mi hermano mayor- gruñó Natal- ¡Dudo que sepas lo que significa perder a quién amas!

Hariet se echó para atrás, en silencio.

- El collar. Después de tanto tiempo, lo sigues usando.

Natal hizo un gesto de incomprensión. ¿Cómo sabía Hariet que aquel collar lo tenía hacía añares?

- ¿Cómo sabes eso? – le preguntó.

- Una madre les dio un regalo a sus dos únicos hijos. Dos collares idénticos para que comprendan que siempre debían de estar juntos y de cuidarse mutuamente- le dijo Hariet e hizo un gesto en la oscuridad, Natal se sobresaltó. Quitó algo de su interior y se lo entregó al profesor: era otro collar exactamente igual.

Natal, sin darse cuenta, había bajado la guardia y las dos esferas de aire se habían esfumado.

- ¿Se lo robaste cuando lo mataste? – dijo, tomando la réplica del collar. Un temor abundante se acrecentaba en su pecho, algo peor que el miedo a la muerte.

Ocurrió una pausa intensa, cargada de tensión exorbitante. Hariet, muy lentamente y con esa voz espeluznante, dijo.

- El mayor dejó de ser un niño y se convirtió en un hombre. Desde aquel día hasta hoy, lleva este collar como símbolo de lo que alguna vez fue. Soy Diego, Pedro. Soy tu hermano.

Natal sonrió, como si le acabaran de contar un chiste. Su sonrisa se fue apagando poco a poco; contempló el casco del Único, y con gran crudeza, le ordenó.

- Quítatelo.

Hariet obedeció, presionó un botón en su nuca y un mecanismo comenzó a desprender herraduras que mantenían el casco pegado a la armadura. Se lo quitó con delicadeza y lo dejó en el suelo.

El corazón de Natal se tambaleó. El profesor perdió la fuerza en las piernas y se cayó al suelo de rodillas.
Un rostro avejentado, con la mitad desfigurada y casi idéntico al de él, lo observaba con una sonrisa tierna, con los ojos grises brillantes. No cabía duda, Hariet era Diego Kimhote.

El pobre profesor sintió que se le triplicaba el peso del cuerpo, su expresión de susto y dureza se esfumó, estaba frágil y apesadumbrado. Había perdido la voluntad para pronunciar una palabra y contestarle.  

El mago no te eligió porque sí- declaró Hariet con seriedad, su voz había cambiado notablemente, ahora sí se asemejaba a la de un ser humano, a la de un hombre de cincuenta años. Era ronca y con un color similar a la de Natal- Te usó en mi contra. A mi propio hermano. Te llevó a encontrar los corazones restantes para luego enfrentarme. ¿Lo recuerdas? Durante la pelea que tuvimos en la época que nacimos, yo te quité la máscara y ahí me enteré de la verdad; me quedé petrificado y Morgán me sorprendió con la espada divina por detrás, con la guardia baja. Todo un cobarde.

- Yo… yo… vi… los cuerpos, los cuerpos- dijo Natal, con los ojos fijos en el rostro de Diego- Estabas muerto, junto a mamá y papá.

- Nuestro legado de sangre estaba maldito, Pedro- inquirió el Único con una expresión muy benévola- Nuestros padres, Clara y Ernesto Kimhote, eran dos seres repugnantes que hicieron de tu vida y de la mía las más miserables. Puedes culpar al corazón, pero en el fondo, había querido deshacerme de ellos desde mucho antes. Sólo recuerda… él era un ser violento y manipulador que golpeaba a su mujer, y nuestra madre lo engañaba con su compañero. Toda una novela. Eras muy chico para comprenderlo, siempre te mantuve lejos de todo, hice que vivieras la mentira para poder ser feliz. Yo empecé esta travesía por ti, para que vivas en un mundo mejor bajo mi protección.

Natal examinaba exhaustivamente la figura de su hermano.

- ¿Qué te pasó? – le preguntó, señalándole aquel perfil lastimado, cubierto de cicatrices y quemaduras de primer y segundo grado.  

- Un último recuerdo de nuestro progenitor. Intentó deshacerse de mí cuando se enteró que había viajado a América sin su consentimiento. Luego lo maté- dijo Diego Kimhote con crudeza, sin abandonar aquel aspecto indulgente.

- El tercer cuerpo…

- El sujeto que confundiste conmigo, irreconocible por las llamas, era el amigo de Ernesto, el amante de mamá…

Natal tragó saliva, lanzó un soplido por la nariz y vociferó.

- ¿Por qué ahora? ¿Por qué me dices la verdad RECIÉN AHORA?

- Tranquilo, Pedro. Recuerda que estuve siglos encerrado y atrapado en un cuerpo ajeno, no me hubieras creído. Procuraba seguir ocultándote la verdad hasta el final, cuando mi objetivo esté completo, como un regalo para ti. No obstante, tú tienes algo que necesito, el cubo…

Natal miró hacia el escritorio, el cubo de Jimonte yacía sobre la mesa.

- La criatura que Juan Jimonte encerró allí tiene un poder que necesito para resucitar a los agentes del caos. Antes de mí y después de Tritán, hubo otro señor de la oscuridad, yo mismo me apoderé de él cuando tomé su corazón en América. Los agentes del caos son los seres más temibles del universo, son PARÁSITOS E INFECTAN A LA GENTE CON FACILIDAD, provocándoles una muerte rápida. La PURGA será mucho más sencilla con ellos de mi lado.

Natal dio un paso atrás.

- Yo te admiraba- dijo, furioso- Fuiste mi ejemplo durante todos estos años que viví en soledad; soporté cosas que ni te imaginarías, todo para vengar a mi familia. Para vengar a aquel hombre que me apartaba de casa cuando mamá y papá discutían y me cantaba la misma canción, todas las noches. Quién me enseñó a luchar por lo que quiero, quién me enseñó a ser valiente, a ser fuerte, quién se comportó como un hermano y un padre para mí. Fuiste todo eso- no pudo contenerlo, mientras más hablaba, más lloraba- El amor que me diste fue lo que me ayudó a ser el hombre que soy ahora. Y… - Hariet lo miraba, conmocionado- Todo en lo que creí resultó ser mentira. La misma persona que me enseñó todo lo que sé, destruyó familias, manipuló personas y asesinó inocentes.

- En el nuevo mundo, los muertos volverán a nacer y las ambiciones estarán limitadas. ¡Todo será perfecto!

- ¡Eso no es sinónimo de un mundo ideal! – Natal tenía el rostro colorado y bañado en lágrimas- ¡No eres mejor que los hombres de este mundo!

Hariet lo observó y suspiró.

- Creciste, Pedro- dijo- Y nuestros rostros se hicieron parecidos, a diferencia de nuestros ideales. Ya lo entenderás, toma mi mano y unámonos- Diego le extendió la mano metálica a su hermano, esperando una respuesta- Sé que eso significa que tendrás que enfrentarte a tus propios estudiantes, pero su muerte es indispensable, su sacrificio dará lugar a la felicidad absoluta.

- Fismut me mintió todo este tiempo, jugó conmigo y me dio un propósito vacío- pensó Natal, petrificado, contemplando la mano cubierta por la armadura.

Sin que Diego Kimhote se diera cuenta, Pedro Kimhote abrió un cajón a sus espaldas y quitó su viejo revólver.

- La verdad, hermano, es que estoy cansado y esto, esto ya es demasiado para mí. No voy a elegir un bando, ni a los JEN ni a ti- Pedro tomó a Diego de la mano- Pero quiero que sepas, que, a pesar de todo, siempre te amaré.

Hariet pareció comprender y fue a tomar su casco, en ese momento de distracción, Natal quitó el seguro del revólver y se disparó en la cabeza.

- ¡NO! – gritó Diego, aunque ya fuese demasiado tarde. El cuerpo de Natal se tambaleó con el cráneo desfigurado y ensangrentado, su hermano lo tomó entre sus brazos antes de que cayera, y antes de acostarlo en el suelo, lloró desconsoladamente. 

Afuera llovía y los sonidos de la tormenta no tardaron en aparecer. Hariet, devastado, acariciaba el cabello de Pedro mientras le cantaba.

- Vive y vivirás, aleja la pena y ayúdate que un paso más debes dar.

Le cerró los ojos y juntó su frente con la del fallecido, tuvieron un contacto por unos largos minutos.

- Crearé un mundo donde no haya mentiras porque todos me deberán la verdad a mí. Allí te volveré a ver, Pedro.

Se volvió a colocar el casco, tomó el cuadro roto del trío elemental y lo colocó sobre la mesa, luego le quitó el primer collar con forma de triángulo a Natal, el cual yacía en el cuello del profesor; y al segundo que yacía en su mano sin vida. A ambos los dejó encima de la foto. Tomó el cubo de Jimonte y desapareció en la oscuridad por la que había venido.’’   


Todo el episodio terminó y los JEN volvieron a encontrarse con la blancura del palacio en el Alto Mundo, frente a Keila, quién fruncía el ceño, preocupada.

Kay y Sony estaban tiesos, en silencio.

Fismut había cometido errores, les había mentido o les había ocultado la verdad muchas veces, pero esto… era diferente. No sólo usó a Natal como defensa contra el arqueólogo, sino que le había dado una misión engañosa que le había costado la felicidad al pobre hombre. En cierto sentido, al final de todo, quién disparó la pistola fue el mago.
Rabia, impotencia, odio, empatía; todo eso se desarrolló en los corazones de los JEN y ambos se vieron dominados por algo endemoniado. Keila se quedó sin aire que respirar, había metido la pata.

El techo se desprendió y las paredes se deformaron, una fuerza gravitacional rodeaba a los dos jóvenes y absorbía lo que tuviera a su alrededor. Keila gritó desesperada.

Dayas, Lepra y Nadaya aparecieron minutos después por los gritos y el descontrol que los JEN estaban causando.

Sus venas sobresalían por doquier, un aura colorida los rodeaba y los suelos se desmoronaban bajo sus pies; de seguir así, causarían la destrucción del palacio en el Alto Mundo.

Ninguno estaba en sus cabales y hablarles no funcionó en lo absoluto.

- ¿¡QUÉ HICISTE, MADRE!? – le gritó Nadaya a Keila, furiosa. Keila tensaba el pecho, asustada.

Dayas no quería hacerles daño y creó una esfera de agua para que los objetos o los fragmentos de las paredes que se revolearan por los aires quedaran atrapados allí y no los dañaran.

Lepra, en cambio, sabía que tenía que tomar medidas más extremas, dio un pisotón en el suelo para que los JEN tropezaran por la onda de la Tierra, tampoco hubo caso. 
- ¡Tenemos que atacarlos al mismo tiempo o nos matarán a todos! – le gritó Lepra
a Dayas.

- ¡¿QUÉ?! ¡NO, JAMÁS! ¡NO LES HAREMOS DAÑO!

- ¡Escúchame estúpido!

No tuvieron tiempo de nada, una fuerza repulsiva los empujó contra una de las paredes blancas, ambos perdieron la consciencia rápidamente.

Nadaya formó el círculo de los magos, brillaba en un tono plateado y realizó la danza mística para crear destellos que atrapaban a los escombros y los mantenían inmóviles.

Los ojos de Kay y de Sony se habían tornado blancos y sin pupilas, estaban fuera de sí y gritaban desesperados, conducidos por la ira y el llanto.

Keila se cubrió los brazos y se colocó tras su hija, ella intentaba desviar todos los proyectiles con los destellos plateados que había creado.

Kay y Sony, recordando a su querido mentor, gritaron más fuerte y con locura. Muchas paredes más se deshicieron, el cielo oscuro y estrellado yacía a la vista de todos.

Y justo cuando parecía que todos morirían allí, apareció Grof, el guardián de la Tierra. Formó un círculo místico diferente al de su hija (del mismo color, pero con cuadrados y triángulos en el interior), luego usó todo su poder para terminar con la fuerza gravitatoria; a continuación, le pegó un puñetazo en la cara a Sony, formó un bastón morado y le dio una golpiza a Kay. Ambos cayeron desmayados y todo volvió a la normalidad.

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