El Tirano: CAPÍTULO 3.
El sol comenzó a asomarse
por el oeste, en aquel mundo el trayecto que realizaba la estrella era a la
inversa del nuestro.
- ¿Qué fue lo que pasó?- se
preguntó Kay a sí mismo, adolorido. Se levantó del césped y notó que toda su
vestimenta estaba desgarrada y demacrada. Sony y Natal yacían inconscientes en
el suelo- ¡Sony! ¡Natal!
La noche había desaparecido
y la temperatura parecía haber aumentado.
Kay tomó a Sony entre sus
brazos y este se despertó inmediatamente, apenas lo vio, se asustó y se alejó.
- Soy yo, soy Kay.
Sony respiró hondo e intentó
calmarse, reconociendo que se encontraba frente al joven y no frente al lobo.
- Como desearía que no te
hubieras deshecho de esa espada…
Kay comprendió el comentario
y apretó los dientes, triste.
- Un águila…un águila- repitió Natal, acababa
de despertarse. Sus anteojos estaban torcidos entre los ojos y tenía el pulóver
sudoroso- Cobró vida y resplandeció… - se quitó la bufanda anaranjada por el
calor, y también el pulóver, abajo llevaba una remera blanca.
- Fue… asombroso- dijo Sony,
sentado en el césped. Su camisa negra estaba manchada y tenía unos cuantos
cortes.
- Yo también lo vi- acordó
Kay y se deshizo de los pedazos de la campera de jean- Tengo imágenes vagas,
como si se hubiera tratado de un sueño. Pero… que ustedes lo hayan visto me da
la certeza que ocurrió en realidad.
- Sea lo que sea, nos salvó la vida- comentó Sony y gimió por
el dolor en la espalda- Propongo ir a explorar el bosque, no quiero quedarme
aquí. Además, no creo que en este lugar encontremos la manera de volver.
- Comparto lo que dices-
asintió Kay, apenado- Yo te ayudo, te pido perdón por el golpe.
- Ya es costumbre…- le
respondió su amigo, rehusándose a ser ayudado.
- ¿Puedes caminar, Sony?- preguntó
Natal, Sony asintió y se levantó- Entonces si, vayamos por allí.
Se adentraron en el bosque,
en dirección al noreste y se toparon con unos frutos grandes y redondos, de
color azul. Había decenas en los árboles más espesos, tenían la forma de
rábanos gigantes. Tomaron uno y lo dividieron en tres partes, su interior era
rosado y verdoso; al principio dudaron en comerlo (podría llegar a ser
venenoso), pero el hambre resultó ser más fuerte que ellos. Quedaron impactados
con el sabor de dicha mezcla agridulce, debido a que les generaba una increíble
sensación de bienestar. Fascinados (y a pesar de no saber lo que eran), tomaron
dos o tres más y se los devoraron. Una vez estuvieron satisfechos, guardaron
algunos y los envolvieron en el pulóver de Natal, luego continuaron caminando.
El bosque llegó a su fin, y
delante de ellos aparecieron unas amplias y verdes colinas, todas ellas eran
campos de cultivo de la misma fruta que habían probado. Atravesaron hectáreas y
hectáreas hasta llegar a una humilde vivienda sobre la colina más empinada.
Llamaron a gritos desde afuera, pero nadie los escuchó.
- No hay nadie en casa- le
dijo Sony a sus compañeros, arto de esperar.
Natal fue hacia la puerta y
leyó en voz alta un letrero que yacía en ella:
- NO ESTAMOS, HEMOS LLEVADO
NUESTRAS DELICIAS AL REY, EN GRATITUD POR SU TRIUNFO SOBRE LOS ‘’KICES’’.
- ¿Kices? Este lugar se está
ganando el premio al más extraño- dijo Kay, con los ojos achinados por el sol.
- ¿Un Rey? ¿Cómo los del
siglo actual o como los del siglo donde nací? ¿Tú que piensas, Sony?- le
preguntó Natal, era la primera vez que lo hacía.
- Si en el resto del
pergamino figuraba la existencia de otra dimensión, es altamente probable que
estemos en ella- Sony le dirigió la mirada a la cabaña- Este lugar parece
viejo, pero no parece abandonado. Propongo seguir caminando y averiguar más
sobre este soberano, tal vez pueda ayudarnos.
Natal y Kay asintieron.
Tras la vivienda yacía un
grupo de árboles rodeando la colina más alta de todas, el atardecer se
avecinaba, habían estado horas caminando. La escalaron a pie y en la cima
pudieron entrever un escenario espectacular: murallas descomunales, un pueblo
en el interior y un castillo exótico al final.
- Tengo una nueva teoría,
creo que viajamos en el tiempo…- habló Sony apenas lo vieron.
Natal fue el primero en
descender de la colina, rumbo al reino, sus pupilos le siguieron.
- Estoy arto de caminar-
gruñó Kay.
- Concuerdo contigo- dijo
Sony.
- ¡Ánimo tontos!- les
exclamó Natal- Falta poco. No se quejen.
Tras otras dos horas de
viaje, arribaron las murallas del pueblo; similares a las de la edad media. Los
elementales divisaron a unos guardias sobre los muros, pero no se les fue
posible examinarlos y solo divisaron sus siluetas. Dos puertas de piedra yacían
abiertas y un flujo de campesinos entraba y salía del reino con mercancías. Los
elementales aprovecharon la ausencia de guardias frente a la puerta y al
tráfico de gente para mezclarse entre la multitud.
El reino parecía estar
festejando, había grandes banquetes en las calles, repletos de comida, banderas,
adornos y bandas musicales. El ambiente era totalmente festivo, como si
estuvieran festejando año nuevo o algo por el estilo. De todas formas, los
elementales no pasaron desapercibidos, fueron victimas de muchas críticas por
su vestimenta. Los pobladores masculinos estaban vestidos con túnicas talares
de color o camisas blancas; las mujeres, en cambio, llevaban faldas cuadradas
de líneas rectas y mangas ajustadas, también cubrían sus cabezas con tocados
extravagantes. Todos ellos calzaban zapatillas de cuero.
Las miradas de desprecio y
desconfianza perturbaron a los elementales; quienes se sentían juzgados y
observados. Aún así, avanzaron e intentaron no causar ningún escándalo. Sin
embargo, un grupo de caballeros entró en la escena, vestidos con cotas de
malla, túnicas de lana, armaduras, escudos y cinturones que envainaban espadas
y cuchillos. Los caballos relincharon y rodearon a los visitantes, al mismo
tiempo, la música se detuvo y el pueblo se quedó a observar.
La humillación pública era
el peor de los males para Sony, quien ya había tenido un episodio semejante. De
entre los tres, era el que más preocupado e inquieto estaba. En casos así, su
oído se agudizaba y escuchaba cada una de las conversaciones que se referían a
su persona. Los murmullos lo torturaban. ‘’ ¿Quiénes son?’’ ‘’ ¡¿Visteis
la vestimenta que llevan puesta?!’’ ‘’Qué raros son’’
Sony no se contuvo y entre
gritos nerviosos, pronunció:
- ¡¿POR QUÉ NOS MIRAN ASÍ?!
- Tranquilo, amigo- le dijo
Kay y lo tomó del hombro, lo que no funcionó.
Un sujeto de la milicia se
bajó del caballo e ignoró a Sony, preguntándole a los demás.
- ¿Quiénes sois ustedes?
Ninguno de los tres
contestó.
- Nos encontramos en el
medio de una celebración- dijo el caballero en un tono autoritario- El rey
aborrece a los turistas que entran a su reinado sin consentimiento previo. Peor aún, a los espías…
- Mi nombre es Bron, señor-
contestó Natal rápidamente para quitar los pensamientos de la milicia- Venimos
desde muy lejos y no sabemos donde estamos. Una gran tormenta arrasó nuestro
barco…- sumó esto último para generarles atención.
- ¿Barco?- preguntó el
guardia, con desdén.
- Un vehículo para navegar-
le explicó el profesor- ¿No sabe lo que es?
- No- el sujeto negó seriamente
como si no le creyera ni una palabra- Mejor ahórrese el discurso, señor Bron.
Los llevaré ante el Rey Minos.-
luego se dirigió a los demás caballeros- ¡Llevadlos al castillo!
Los guerreros de armaduras
pesadas tomaron a los elementales de los brazos y se los llevaron al castillo
del reino.
La fiesta regresó y la gente
continuó actuando como de costumbre.
Todos los soldados dejaron
sus caballos en el establo. Las inmensas puertas de hierro se abrieron de par
en par, el interior del castillo resultó ser verdaderamente sorprendente;
poseía una altura de cuarenta a cincuenta metros, columnas blancas de aquí a
allá sujetaban toda la estructura. El aroma era totalmente fresco, a diferencia
de afuera (donde hacía calor), ni un ventilador o acondicionador presente,
ningún signo de tecnología avanzada ni nada por el estilo. Parecía ser como
había dicho Sony: un viaje en el tiempo a la edad medieval. Los ecos resonaban
entre las paredes por el ruido de las pisadas y las armaduras en movimiento de
los soldados del Rey. Siguieron a la alfombra roja en forma recta, la cual se
desenvolvía por todas las habitaciones, hasta llegar a una nueva sala donde
doblaron a la derecha.
El sector principal del
castillo estaba conformado por paredes de cristal; una gran cantidad de cuadros
con pinturas rupestres, históricas y retratos de reyes pasados (los de aquel
mundo); la alfombra roja subía tres escalones y desaparecía en una inmensa
silla dorada; sentado allí había un hombre. El hombre estaba arropado con
pieles de leopardo, vestimenta que se arrastraba por los suelos como un vestido
de casamiento. Era alto, de espalda ancha y cintura delgada, brazos grandes,
tez blanca, cabello rubio y barba anaranjada, como la de un escoses. Debía de
tener alrededor de cincuenta años. Sobre su cabeza portaba una corona de oro,
repleta de cristales similares a los de las paredes de la habitación. Observó a
los elementales con suma atención, apoyando los brazos en los respaldos de la
silla y se levantó, su rostro parecía indicar una inmensa humildad. A su
izquierda, los elementales notaron que había dos estatuas con forma de águila
(una frente a la otra), no dijeron nada al respecto. Los soldados se
arrodillaron ante el monarca y obligaron a los elementales a hacerlo.
- No es necesaria la
reverencia- habló la profunda voz del Rey, en tono grave y retumbante, la
nitidez del sonido se escuchaba más clara que el agua.- Levántense- les dijo a
todos.
La muchedumbre obedeció. Los
elementales se relajaron al presentir a un hombre justo y noble.
Un nuevo individuo apareció
de imprevisto e interrumpió la escena, se trataba del mensajero del Rey, vestido
con una túnica de rallas violetas y amarillas.
- Mi señor- corrió hacia el
Rey, solo para arrodillarse a unos pocos metros del pedestal- Los príncipes y
princesas de los reinos del sur están aquí. ¿Los invito a pasar?
- Adelante.- le ordenó el
soberano.
A continuación, cuatro
hermosas doncellas y cuatro apuestos caballeros entraron en la habitación del
Rey y saludaron muy cordialmente. Los elementales se mantuvieron callados; Kay
y Sony observaban a las chicas.
- Es agradecida su cortesía-
dijo uno de los caballeros- Vinimos en su ayuda, nuestro Rey ha muerto por una
terrible enfermedad y sospechamos que los Kices vendrán a por nosotros. Solicitamos su protección. Desde las afueras se rumorea que usted los
venció en innumerables ocasiones.
- Estáis bien informados,
caballeros- el Rey le dio una señal a sus guerreros y se volvió a sentar en su
inmensa silla- Les haré el favor de ni siquiera tener que enfrentárseles en
vida.
Los príncipes y princesas se
miraron entre sí muy felices, y no tuvieron tiempo de reaccionar ante las
espadas que los… asesinaron. Armas pertenecientes a los soldados del Rey. Los
elementales se sobresaltaron entre una mezcla de desconcierto e impotencia. En poco tiempo habían presenciado dos matanzas horripilantes que no pudieron evitar. El
monarca continuaba con esa relajada sonrisa en su rostro y le habló al mensajero.
- Envíen los ejércitos a los
reinos del Sur y… no dejen a nadie con vida.
El mensajero hizo una
reverencia, le ordenó a un grupo para que se llevara a los cadáveres y se marchó.
- Es un monstruo…- murmuró
Kay, entre dientes, a sus compañeros- Hay que salir de aquí…
- Ahora si, estoy con ustedes,
viajeros- les dijo el anfitrión- Bienvenidos a Zimpat, el reino del águila-
exclamó el Rey como si nada hubiera pasado- Yo soy el Rey Minos.
Ninguno de los elementales
respondió.
- No les han enseñado
modales, señores- rió Minos y tomó una copa de vino-
No parecen servirme de mucho, pueden matarlos- le dijo a sus súbditos como si
no tuviera importancia y tomó otro sorbo.
Los elementales, rodeados
por las armas de los soldados del Rey, se pusieron en guardia.
- No se resistan, o será
peor…- les advirtió uno de los caballeros.
Justo cuando la batalla estaba
a punto de comenzar, la estatua con forma de águila volvió a brillar. Los
elementales contemplaron maravillados y esperaron algo increíble…
Un conjunto de individuos
apareció por arte de magia, soldados de vestimenta oscura que llevaban ligeras
armaduras, cascos distintivos y espadas angostas. Entre ellos, un joven de cabello rubio se exhibió ante
los demás, vestido con una armadura dorada y portando arco y flecha.
- ¿Así recibes a todos tus
invitados?- le preguntó a Minos con una sonrisa en su rostro.
- Tú…- susurró Minos con la
copa en la mano y la barba mojada- Me dijeron que habíais muerto ayer, malditos
renegados…
- ¡Los Kices están aquí, den
el aviso! ¡Matad a los intrusos y a los extranjeros inmediatamente!- ordenó el
líder entre los soldados del Rey.
Dos soldados trataron de
huir pero fueron derrotados por unas flechas que el joven les había lanzado.
Una feroz batalla tuvo
inicio y el Rey Minos fue su espectador. Los elementales se encontraban
atónitos ante lo sucedido y se quedaron allí, sin hacer nada. El joven enfrentó
al líder en un duelo de espadas, mientras los Kices enfrentaban a los soldados
del Rey.
- ¿De que lado debemos
estar?- preguntó Kay a sus compañeros, impaciente.
- Supongo que del lado de
los que acaban de llegar...- respondió Sony y frunció el ceño.
Se pusieron de acuerdo y
atacaron a los soldados de Rey con sus habilidades elementales. Kay rodeó las
paredes de llamas y estas se abalanzaron sobre sus enemigos, quemándoles las
extremidades pero sin quitarles la vida. Sony, por su parte, creó algunas bolas
de lava (del tamaño de bolas de Bowling) y las solidificó al instante para que
funcionaran como proyectiles. Natal lanzaba algunas ráfagas de viento y
revoleaba soldados por los aires sin ninguna dificultad.
Los Kices se quedaron
impactados y casi son abatidos por los soldados del Rey, los JEN los habían salvado de una muerte segura. El muchacho de cabello dorado tenía la mirada fría y fija
en ellos; hirió en el hombro a su contrincante y se les acercó. Minos también
estaba fascinado y muy entretenido.
El joven tomó a Natal del
brazo y les gritó a Kay y Sony.
- ¡Ustedes dos! ¡Vengan
conmigo!
Los JEN se miraron entre sí
y fueron con el joven de cabello rubio.
Una nueva oleada de soldados
(partidarios del Rey) entró en el castillo y fue hacia la batalla en cuestión
de segundos.
- RETIRADA- gritó el joven a
sus camaradas.
Ninguno de los guerreros que
habían venido con el joven estaba muerto. Por desgracia, los soldados de Rey
eran demasiados, no había tiempo para huir. Fue entonces, cuando el joven cerró
los ojos y los señaló con la palma de su mano. Al principio solo hubo una gran
tensión, después… una cascada de agua
surgió mágicamente en el interior del castillo y sepultó a todos los presentes
en la habitación, a excepción del grupo.
- Sujétense de mí- les indicó
el joven e hizo una posición con las manos frente a la estatua de águila. Kay y
Sony lo tomaron del hombro, y los demás guerreros hicieron una cadena a través
de los brazos de los JEN.
- ¡No escaparán!- se
enfureció Minos, se levantó de su asiento y les lanzó una espada.
Justo a tiempo, el joven
tomó la estatua, la cual brilló nuevamente y desaparecieron inmediatamente. La
espada lanzada quedó atascada entre los cristales de las paredes. La estatua
también había desaparecido en un destello asombroso.
El Tirano enloqueció, todos
sus soldados yacían exhaustos en el suelo… completamente empapados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Comenta si te gustó!