martes, 21 de marzo de 2017

El Tirano: CAPÍTULO 3.



El Tirano: CAPÍTULO 3.

El sol comenzó a asomarse por el oeste, en aquel mundo el trayecto que realizaba la estrella era a la inversa del nuestro.
- ¿Qué fue lo que pasó?- se preguntó Kay a sí mismo, adolorido. Se levantó del césped y notó que toda su vestimenta estaba desgarrada y demacrada. Sony y Natal yacían inconscientes en el suelo- ¡Sony! ¡Natal! 
La noche había desaparecido y la temperatura parecía haber aumentado.
Kay tomó a Sony entre sus brazos y este se despertó inmediatamente, apenas lo vio, se asustó y se alejó.
- Soy yo, soy Kay.
Sony respiró hondo e intentó calmarse, reconociendo que se encontraba frente al joven y no frente al lobo.
- Como desearía que no te hubieras deshecho de esa espada…
Kay comprendió el comentario y apretó los dientes, triste.
 - Un águila…un águila- repitió Natal, acababa de despertarse. Sus anteojos estaban torcidos entre los ojos y tenía el pulóver sudoroso- Cobró vida y resplandeció… - se quitó la bufanda anaranjada por el calor, y también el pulóver, abajo llevaba una remera blanca.
- Fue… asombroso- dijo Sony, sentado en el césped. Su camisa negra estaba manchada y tenía unos cuantos cortes.
- Yo también lo vi- acordó Kay y se deshizo de los pedazos de la campera de jean- Tengo imágenes vagas, como si se hubiera tratado de un sueño. Pero… que ustedes lo hayan visto me da la certeza que ocurrió en realidad.
- Sea lo que sea, nos salvó la vida- comentó Sony y gimió por el dolor en la espalda- Propongo ir a explorar el bosque, no quiero quedarme aquí. Además, no creo que en este lugar encontremos la manera de volver.
- Comparto lo que dices- asintió Kay, apenado- Yo te ayudo, te pido perdón por el golpe.
- Ya es costumbre…- le respondió su amigo, rehusándose a ser ayudado.
- ¿Puedes caminar, Sony?- preguntó Natal, Sony asintió y se levantó- Entonces si, vayamos por allí.

Se adentraron en el bosque, en dirección al noreste y se toparon con unos frutos grandes y redondos, de color azul. Había decenas en los árboles más espesos, tenían la forma de rábanos gigantes. Tomaron uno y lo dividieron en tres partes, su interior era rosado y verdoso; al principio dudaron en comerlo (podría llegar a ser venenoso), pero el hambre resultó ser más fuerte que ellos. Quedaron impactados con el sabor de dicha mezcla agridulce, debido a que les generaba una increíble sensación de bienestar. Fascinados (y a pesar de no saber lo que eran), tomaron dos o tres más y se los devoraron. Una vez estuvieron satisfechos, guardaron algunos y los envolvieron en el pulóver de Natal, luego continuaron caminando.
El bosque llegó a su fin, y delante de ellos aparecieron unas amplias y verdes colinas, todas ellas eran campos de cultivo de la misma fruta que habían probado. Atravesaron hectáreas y hectáreas hasta llegar a una humilde vivienda sobre la colina más empinada. Llamaron a gritos desde afuera, pero nadie los escuchó. 
- No hay nadie en casa- le dijo Sony a sus compañeros, arto de esperar.
Natal fue hacia la puerta y leyó en voz alta un letrero que yacía en ella:
- NO ESTAMOS, HEMOS LLEVADO NUESTRAS DELICIAS AL REY, EN GRATITUD POR SU TRIUNFO SOBRE LOS ‘’KICES’’.
- ¿Kices? Este lugar se está ganando el premio al más extraño- dijo Kay, con los ojos achinados por el sol. 
- ¿Un Rey? ¿Cómo los del siglo actual o como los del siglo donde nací? ¿Tú que piensas, Sony?- le preguntó Natal, era la primera vez que lo hacía.
- Si en el resto del pergamino figuraba la existencia de otra dimensión, es altamente probable que estemos en ella- Sony le dirigió la mirada a la cabaña- Este lugar parece viejo, pero no parece abandonado. Propongo seguir caminando y averiguar más sobre este soberano, tal vez pueda ayudarnos.
Natal y Kay asintieron.
Tras la vivienda yacía un grupo de árboles rodeando la colina más alta de todas, el atardecer se avecinaba, habían estado horas caminando. La escalaron a pie y en la cima pudieron entrever un escenario espectacular: murallas descomunales, un pueblo en el interior y un castillo exótico al final.
- Tengo una nueva teoría, creo que viajamos en el tiempo…- habló Sony apenas lo vieron.
Natal fue el primero en descender de la colina, rumbo al reino, sus pupilos le siguieron. 
- Estoy arto de caminar- gruñó Kay.
- Concuerdo contigo- dijo Sony.
- ¡Ánimo tontos!- les exclamó Natal- Falta poco. No se quejen.  
Tras otras dos horas de viaje, arribaron las murallas del pueblo; similares a las de la edad media. Los elementales divisaron a unos guardias sobre los muros, pero no se les fue posible examinarlos y solo divisaron sus siluetas. Dos puertas de piedra yacían abiertas y un flujo de campesinos entraba y salía del reino con mercancías. Los elementales aprovecharon la ausencia de guardias frente a la puerta y al tráfico de gente para mezclarse entre la multitud.

El reino parecía estar festejando, había grandes banquetes en las calles, repletos de comida, banderas, adornos y bandas musicales. El ambiente era totalmente festivo, como si estuvieran festejando año nuevo o algo por el estilo. De todas formas, los elementales no pasaron desapercibidos, fueron victimas de muchas críticas por su vestimenta. Los pobladores masculinos estaban vestidos con túnicas talares de color o camisas blancas; las mujeres, en cambio, llevaban faldas cuadradas de líneas rectas y mangas ajustadas, también cubrían sus cabezas con tocados extravagantes. Todos ellos calzaban zapatillas de cuero.
Las miradas de desprecio y desconfianza perturbaron a los elementales; quienes se sentían juzgados y observados. Aún así, avanzaron e intentaron no causar ningún escándalo. Sin embargo, un grupo de caballeros entró en la escena, vestidos con cotas de malla, túnicas de lana, armaduras, escudos y cinturones que envainaban espadas y cuchillos. Los caballos relincharon y rodearon a los visitantes, al mismo tiempo, la música se detuvo y el pueblo se quedó a observar.
La humillación pública era el peor de los males para Sony, quien ya había tenido un episodio semejante. De entre los tres, era el que más preocupado e inquieto estaba. En casos así, su oído se agudizaba y escuchaba cada una de las conversaciones que se referían a su persona. Los murmullos lo torturaban. ‘’ ¿Quiénes son?’’ ‘’ ¡¿Visteis la vestimenta que llevan puesta?!’’ ‘’Qué raros son’’  

Sony no se contuvo y entre gritos nerviosos, pronunció:
- ¡¿POR QUÉ NOS MIRAN ASÍ?!
- Tranquilo, amigo- le dijo Kay y lo tomó del hombro, lo que no funcionó.
Un sujeto de la milicia se bajó del caballo e ignoró a Sony, preguntándole a los demás.
- ¿Quiénes sois ustedes?
Ninguno de los tres contestó.
- Nos encontramos en el medio de una celebración- dijo el caballero en un tono autoritario- El rey aborrece a los turistas que entran a su reinado sin consentimiento previo. Peor aún, a los espías…
- Mi nombre es Bron, señor- contestó Natal rápidamente para quitar los pensamientos de la milicia- Venimos desde muy lejos y no sabemos donde estamos. Una gran tormenta arrasó nuestro barco…- sumó esto último para generarles atención.
- ¿Barco?- preguntó el guardia, con desdén.
- Un vehículo para navegar- le explicó el profesor- ¿No sabe lo que es?
- No- el sujeto negó seriamente como si no le creyera ni una palabra- Mejor ahórrese el discurso, señor Bron. Los llevaré ante el Rey Minos.- luego se dirigió a los demás caballeros- ¡Llevadlos al castillo!
Los guerreros de armaduras pesadas tomaron a los elementales de los brazos y se los llevaron al castillo del reino.
La fiesta regresó y la gente continuó actuando como de costumbre.

Todos los soldados dejaron sus caballos en el establo. Las inmensas puertas de hierro se abrieron de par en par, el interior del castillo resultó ser verdaderamente sorprendente; poseía una altura de cuarenta a cincuenta metros, columnas blancas de aquí a allá sujetaban toda la estructura. El aroma era totalmente fresco, a diferencia de afuera (donde hacía calor), ni un ventilador o acondicionador presente, ningún signo de tecnología avanzada ni nada por el estilo. Parecía ser como había dicho Sony: un viaje en el tiempo a la edad medieval. Los ecos resonaban entre las paredes por el ruido de las pisadas y las armaduras en movimiento de los soldados del Rey. Siguieron a la alfombra roja en forma recta, la cual se desenvolvía por todas las habitaciones, hasta llegar a una nueva sala donde doblaron a la derecha.
El sector principal del castillo estaba conformado por paredes de cristal; una gran cantidad de cuadros con pinturas rupestres, históricas y retratos de reyes pasados (los de aquel mundo); la alfombra roja subía tres escalones y desaparecía en una inmensa silla dorada; sentado allí había un hombre. El hombre estaba arropado con pieles de leopardo, vestimenta que se arrastraba por los suelos como un vestido de casamiento. Era alto, de espalda ancha y cintura delgada, brazos grandes, tez blanca, cabello rubio y barba anaranjada, como la de un escoses. Debía de tener alrededor de cincuenta años. Sobre su cabeza portaba una corona de oro, repleta de cristales similares a los de las paredes de la habitación. Observó a los elementales con suma atención, apoyando los brazos en los respaldos de la silla y se levantó, su rostro parecía indicar una inmensa humildad. A su izquierda, los elementales notaron que había dos estatuas con forma de águila (una frente a la otra), no dijeron nada al respecto. Los soldados se arrodillaron ante el monarca y obligaron a los elementales a hacerlo.
- No es necesaria la reverencia- habló la profunda voz del Rey, en tono grave y retumbante, la nitidez del sonido se escuchaba más clara que el agua.- Levántense- les dijo a todos.
La muchedumbre obedeció. Los elementales se relajaron al presentir a un hombre justo y noble.
Un nuevo individuo apareció de imprevisto e interrumpió la escena, se trataba del mensajero del Rey, vestido con una túnica de rallas violetas y amarillas.
- Mi señor- corrió hacia el Rey, solo para arrodillarse a unos pocos metros del pedestal- Los príncipes y princesas de los reinos del sur están aquí. ¿Los invito a pasar?
- Adelante.- le ordenó el soberano.
A continuación, cuatro hermosas doncellas y cuatro apuestos caballeros entraron en la habitación del Rey y saludaron muy cordialmente. Los elementales se mantuvieron callados; Kay y Sony observaban a las chicas.
- Es agradecida su cortesía- dijo uno de los caballeros- Vinimos en su ayuda, nuestro Rey ha muerto por una terrible enfermedad y sospechamos que los Kices vendrán a por nosotros. Solicitamos su protección. Desde las afueras se rumorea que usted los venció en innumerables ocasiones.
- Estáis bien informados, caballeros- el Rey le dio una señal a sus guerreros y se volvió a sentar en su inmensa silla- Les haré el favor de ni siquiera tener que enfrentárseles en vida.    
Los príncipes y princesas se miraron entre sí muy felices, y no tuvieron tiempo de reaccionar ante las espadas que los… asesinaron. Armas pertenecientes a los soldados del Rey. Los elementales se sobresaltaron entre una mezcla de desconcierto e impotencia. En poco tiempo habían presenciado dos matanzas horripilantes que no pudieron evitar. El monarca continuaba con esa relajada sonrisa en su rostro y le habló al mensajero.
- Envíen los ejércitos a los reinos del Sur y… no dejen a nadie con vida. 
El mensajero hizo una reverencia, le ordenó a un grupo para que se llevara a los cadáveres y se marchó.
- Es un monstruo…- murmuró Kay, entre dientes, a sus compañeros- Hay que salir de aquí…
- Ahora si, estoy con ustedes, viajeros- les dijo el anfitrión- Bienvenidos a Zimpat, el reino del águila- exclamó el Rey como si nada hubiera pasado- Yo soy el Rey Minos.
Ninguno de los elementales respondió.
- No les han enseñado modales, señores- rió Minos y tomó una copa de vino- No parecen servirme de mucho, pueden matarlos- le dijo a sus súbditos como si no tuviera importancia y tomó otro sorbo. 
Los elementales, rodeados por las armas de los soldados del Rey, se pusieron en guardia.
- No se resistan, o será peor…- les advirtió uno de los caballeros.

Justo cuando la batalla estaba a punto de comenzar, la estatua con forma de águila volvió a brillar. Los elementales contemplaron maravillados y esperaron algo increíble…
Un conjunto de individuos apareció por arte de magia, soldados de vestimenta oscura que llevaban ligeras armaduras, cascos distintivos y espadas angostas. Entre ellos, un joven de cabello rubio se exhibió ante los demás, vestido con una armadura dorada y portando arco y flecha.
- ¿Así recibes a todos tus invitados?- le preguntó a Minos con una sonrisa en su rostro.
- Tú…- susurró Minos con la copa en la mano y la barba mojada- Me dijeron que habíais muerto ayer, malditos renegados…
- ¡Los Kices están aquí, den el aviso! ¡Matad a los intrusos y a los extranjeros inmediatamente!- ordenó el líder entre los soldados del Rey.
Dos soldados trataron de huir pero fueron derrotados por unas flechas que el joven les había lanzado.
Una feroz batalla tuvo inicio y el Rey Minos fue su espectador. Los elementales se encontraban atónitos ante lo sucedido y se quedaron allí, sin hacer nada. El joven enfrentó al líder en un duelo de espadas, mientras los Kices enfrentaban a los soldados del Rey.
- ¿De que lado debemos estar?- preguntó Kay a sus compañeros, impaciente.
- Supongo que del lado de los que acaban de llegar...- respondió Sony y frunció el ceño.
Se pusieron de acuerdo y atacaron a los soldados de Rey con sus habilidades elementales. Kay rodeó las paredes de llamas y estas se abalanzaron sobre sus enemigos, quemándoles las extremidades pero sin quitarles la vida. Sony, por su parte, creó algunas bolas de lava (del tamaño de bolas de Bowling) y las solidificó al instante para que funcionaran como proyectiles. Natal lanzaba algunas ráfagas de viento y revoleaba soldados por los aires sin ninguna dificultad.
Los Kices se quedaron impactados y casi son abatidos por los soldados del Rey, los JEN los habían salvado de una muerte segura. El muchacho de cabello dorado tenía la mirada fría y fija en ellos; hirió en el hombro a su contrincante y se les acercó. Minos también estaba fascinado y muy entretenido.
El joven tomó a Natal del brazo y les gritó a Kay y Sony.
- ¡Ustedes dos! ¡Vengan conmigo!
Los JEN se miraron entre sí y fueron con el joven de cabello rubio. 
Una nueva oleada de soldados (partidarios del Rey) entró en el castillo y fue hacia la batalla en cuestión de segundos.
- RETIRADA- gritó el joven a sus camaradas.  
Ninguno de los guerreros que habían venido con el joven estaba muerto. Por desgracia, los soldados de Rey eran demasiados, no había tiempo para huir. Fue entonces, cuando el joven cerró los ojos y los señaló con la palma de su mano. Al principio solo hubo una gran tensión, después… una cascada de agua surgió mágicamente en el interior del castillo y sepultó a todos los presentes en la habitación, a excepción del grupo.  
- Sujétense de mí- les indicó el joven e hizo una posición con las manos frente a la estatua de águila. Kay y Sony lo tomaron del hombro, y los demás guerreros hicieron una cadena a través de los brazos de los JEN.
- ¡No escaparán!- se enfureció Minos, se levantó de su asiento y les lanzó una espada.
Justo a tiempo, el joven tomó la estatua, la cual brilló nuevamente y desaparecieron inmediatamente. La espada lanzada quedó atascada entre los cristales de las paredes. La estatua también había desaparecido en un destello asombroso.

El Tirano enloqueció, todos sus soldados yacían exhaustos en el suelo… completamente empapados. 

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