martes, 16 de agosto de 2016

La Cruz: CAPÍTULO 1.




La Cruz: CAPÍTULO 1.

Ella sabía que lo que había hecho no era propio de su persona, aplastada por un momento de debilidad. Se levantó de la cama, totalmente desnuda y buscó por encima de los muebles de la habitación. Su compañero de trabajo, el profesor de historia, yacía entre las sábanas, roncando. Volvió a vestirse y tomó su celular; Ella notó que no tenía batería y encendió la televisión para saber la hora. 

Eran las 09:00 am del 24 de Marzo del 2226. Luego, observó a su compañero tendido sobre la almohada, con el torso al descubierto y repleto de cabellos canosos. Todo había empezado unos meses después de que el hombre comenzara a trabajar en la facultad de derecho; se conocieron en la cafetería e intercambiaron unas pocas palabras. 

Ella pudo percibir tristeza en sus ojos, inmediatamente se vio atraída por aquel sujeto de ojos grises. Poco después, se aseguró de coincidir las pausas entre las cuatro horas de cursada, con la intención de acercársele. No era una mujer tímida y fue ella quien comenzó la conversación. 

Él se presentó, pero por su apellido, debido a que odiaba su nombre. Fue un arduo trabajo de su parte hasta que finalmente… sucedió. Pero aún así, después de haber esperado tanto para tal acontecimiento, no se sentía a gusto, no se sentía cómoda. A pesar de que acababa de vivir una noche inolvidable, no podía quitar de su cabeza las repercusiones que traería la situación. Decidida, dejó la televisión encendida, tomó sus cosas y se marchó de ese espléndido cuarto.     

''La crisis continúa acrecentándose, el agua se ha visto seriamente deteriorada en las últimas décadas, nuestras acciones sobre el medio-ambiente influenciaron agresivamente sobre el funcionamiento de la Tierra. La naturaleza nos está cobrando la factura. Las provincias del sur ya han sido las primeras víctimas, en Bariloche hubo veinte muertos por intoxicación debido al consumo del agua de las cañerías. Algunos gobernadores ya hablan de una inminente ‘’guerra por el agua’’, debido a las constantes muertes en Venezuela, Perú, Chile y Ecuador por la misma problemática. El Rey Patricio, representante de la G.N.U.M, decretó una orden de salvación por parte de las fuerzas armadas, asegurando por todo el mundo, la purificación del agua en todos los hogares''    

Un muchacho muy joven estaba dando la noticia en uno de los canales más polémicos de la televisión argentina.

Natal finalmente se despertó, con los ojos entrecerrados y sin fuerzas para levantar la cabeza. Miró a su derecha, como lo imaginaba: la bonita profesora de geografía, divorciada y cariñosa, se había esfumado. Reconoció que hacía ya unos cuantos años que no se divertía tanto, pero él sabía su lugar, su misión. No le insistiría para que se volvieran a ver y si Ella, a partir de esa noche, decidía tomar distancia, resultaría mucho más fácil. La quería, pero su deber era mucho mayor que un amor pasajero.   

‘’ Entre otras noticias, diversos ataques y secuestros se han efectuado la última semana: Tres muertos en un bar al norte de la capital, otros cuatro en la iglesia de San Miguel y cinco heridos en un teatro de Caseros. Algunas fuentes consideran que se trata de un grupo de guerrilleros, desatando revueltas para derrocar al gobierno. Los pocos sobrevivientes aseguran que el misterioso grupo no está compuesto por humanos, lo que ha conducido a una intensa lucha de derechos y reclamos por discriminación que no se habían llevado a cabo desde el año 2220. ’

Natal apretó los dientes y suspiró profundamente, no quiso oír más nada y apagó el televisor. Con mucho esfuerzo se levantó, como si fuera cualquier otro día, a las dos de la tarde tenía su primer turno de trabajo. Se acarició la barriga y escuchó un leve sonido en su interior, moría de hambre. 

Tomó su bata favorita de color turquesa y fue hacia la cocina. En el transcurso, una corazonada vino a su mente, primero se sirvió una taza de café y después, por motivo de un magnífico día soleado, salió afuera. Ni siquiera tuvo tiempo de tomar el primer sorbo, debido a que la taza se le cayó de las manos y se derramó en el suelo, mientras se hacía añicos. Natal estaba petrificado, verdaderamente impactado. Tomó aire para hablar en voz alta, pero las palabras no salían de su boca, como si le estuvieran impidiendo realizarlas.
- No… no puede…

A una gran velocidad, Natal fue a vestirse, sabía lo que estaba pasando. La ansiedad y la emoción recorrían su espíritu con fervor. Se sintió un poco apenado de que tuviera que esperar a que finalice su primer turno, aunque pensó que podría irse antes, sus estudiantes lo entenderían. Después de todo, eso hacemos…

Con un traje gris y corbata, más una oscura maleta, fue a trabajar. Sus alumnos apreciaron que el profesor Natal estaba explicando los temas de la clase un poco más veloz de lo habitual y que, repetidas veces, observaba el reloj del aula por varios segundos. Fueron numerosas las ocasiones que tuvo que volver a explicar un acontecimiento histórico por pedido de algún estudiante. 

No habían pasado ni dos horas y Natal terminó la clase con anterioridad, disculpándose con los oyentes. Quienes ni se quejaron. Feliz, Natal salió disparando por la puerta, casi se le caen los anteojos, lo que fue motivo de burla por parte de sus alumnos (aunque con el mayor de los respetos, ya que era un docente muy querido). Su estado de ánimo era evidente.

Minutos después, Natal se dirigió a una pequeña zona descampada a las afueras de la ciudad mediante su viejo auto Peugeot. Agarró la maleta y la abrió, adentro había un artefacto de gran valor: una patineta voladora última generación (las cuales salían una fortuna). Tuvo un poco de miedo, pero no lo dudó, se subió y voló por los aires.         

Lo que Natal había visto en su casa fueron unas rocas desmoronarse y desaparecer. ¿Y eso que significaba? Las rocas habían surgido de un ataque que el elemental de la lava utilizó contra los secuaces de Dimitrion, aquella vez que intentaron emboscarlos en la mansión del profesor. ¿Entonces? Las consecuencias de las habilidades de un elemental se desvanecían con el tiempo (generalmente un año o pocos meses) y si aquellas rocas se habían ido, entonces…

Natal arribó la Isla de Sarmander, mucha de la vegetación se recuperaba de la explosión. Sobre los restos del ritual yacía una nueva fogata, totalmente nueva, también había ropa desgastada y sucia en el césped. Pero… por mucho que esperó y buscó, no encontró a nadie.

En algún lugar de la capital de Buenos Aires, dos individuos encapuchados se encaminaban rumbo a uno de los sectores más hostiles de la ciudad, un espacio marginado que había estado allí durante incontables generaciones. Era el barrio mas pobre del país, hacía ya muchos años, un anterior presidente al actual se percató de separar a todos los delincuentes, linyeras e indigentes y los obligó a permanecer allí, fuera de la ciudad. 

Un inmenso muro dividía las clases sociales. En la noche no era difícil escabullirse sin que los guardias notaran tu presencia. Sin titubear, los encapuchados se adentraron en el bar más viejo de la zona: el famoso HALCÓN VOLADOR.

Pidieron dos vasos de cerveza, se sentaron en la barra y con cautela, observaron a todo el clímax a su alrededor. Apostadores, prostitutas, delincuentes sin miedo de demostrarlo se divertían a lo grande; como si se tratara del viejo oeste muchos siglos después en el futuro.

En una mesa redonda yacían cuatro seres de la otra especie (bestias) conversando, tomando y riendo desagradablemente.

Uno de ellos se levantó y fue a pedirle otra ronda al cantinero, quien se la negó por falta de pago, pero la bestia lo amenazó con su pistola y el cantinero no tuvo mayor remedio que acceder. Justo cuando iba a tomar la bandeja con los nuevos vasos y la bebida (un whisky barato), un único encapuchado lo tomó de la muñeca.
- ¿Eres defensor de los débiles?- preguntó la bestia con desagrado- Si no me sueltas… te desfiguro la cara.

El encapuchado lo liberó, pero inmediatamente lo piso con el pie y la bestia cayó al suelo. La bandeja se desplomó, los vasos y la botella se destruyeron, el alcohol rebosaba entre las tabletas de madera, ubicadas irregularmente sobre el suelo. 

El encapuchado lo tomó del pescuezo, todos los presentes en el bar se sobresaltaron y quisieron atacar, pero el otro sujeto no identificado se les colocó en frente para que no interrumpieran. Alcoholizados y temerosos no se animaron a enfrentarlo.

La bestia pudo reconocer dos ojos humanos, mientras que el resto de la cara estaba cubierta por un pañuelo.
- ¿Qqué… qqué qquieres?- preguntó nuevamente la bestia con las pocas posibilidades de hablar.
- Increíble el lugar que eligieron para esconderse. Son ratas. Por su culpa mataron a una mujer que quería- le habló el encapuchado, pausó y continuó en tono amenazante- ¿Quién es M.M?
La bestia se echó a reír a duras penas.
- ¿Elementales, eh?
- Peor que eso, bestia inmunda.
- ¿Ah sí?
Hubo un largo silencio, hasta que el encapuchado volvió a hablarle.
- Muchos me conocen… como Van Robin Hed.
- A MI NO ME INTIMIDAS CON ESE NOMBRE- respondió la bestia con los dientes apretados- La Cruz no teme a asesinos falsos, La Cruz no responde ante ningún humano, La Cruz solo tiene un líder, un fundador…
- Dimitrion cayó, solo quedan ustedes, lacras…
La bestia volvió a reír, en un tono intimidante.
- Dimitrion fue solo un peón. ¿Crees que servíamos a ese? Un débil…
 - ¡Los vimos intentando realizar el ritual!
- Una fachada… una distracción. Solo así nuestro señor Mil….- un sonido irrumpió inmediatamente, la bestia acababa de ser atravesada por un pedazo de hielo, con más filo que mil cuchillos. Cayó a los brazos de Kay, susurrando unas últimas palabras antes de morir- La espada de los dioses…

Los ojos de todos los individuos se abrieron como platos, la bestia se desplomó en el suelo sin vida. Atónitos y con una gran furia, gritaron:
- ¡¡ES VAN ROBIN HED!!-  y se dispusieron a atacar.

El otro encapuchado, compañero de Van Robin Hed, efectuó una asombrosa ola de lava que les impidió a sus enemigos acercárseles. Tomó a Robin Hed a la fuerza, quien estaba petrificado ante lo ocurrido. Ambos personajes huyeron a toda velocidad.

El cantinero quiso sacar un arma desintegradora para acabar con los visitantes, pero cuando la tomó, habían desaparecido. El bar había sufrido unos cuantos daños. Las bestias consiguieron salir del bar, apenas la lava se solidificó, pero no se encontraron con ningún rastro de los agresores. 

A aquel inhóspito lugar, los comediantes lo llamaban: San Robo.


   

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