El Templo
de la Muerte: CAPÍTULO 13.
-
Sé que Vrogh yace allí, pero… ¿Qué más hay en el templo de la muerte? ¿Por qué
es tan importante? ¿Por qué los titanes de cada planeta asignaron a uno de sus
súbditos para sacrificarse con tal de darnos la ruta directa?- preguntó Kay-
Ahora más que nunca, puedo decir con total certeza que ese lugar guarda algo,
algo MALO.
Lepra
asintió.
-
Así es. Los morganos eran fanáticos del latín de la Tierra y lo conocían cómo:
PRODIGIUM. En su lengua: el monstruo. O como algunos prefieren llamarlo: el caos. Una fuerza ancestral, anterior a
todos nosotros, con la única capacidad de destruir, aniquilar al concepto de la
vida. Dentro del templo de la muerte, yace el único instrumento para dominar
tal poder.
-
¿Por qué nos dices todo esto justo ahora?- preguntó Natal.
-
Porque estamos por llegar.
Finalmente,
flotaban por los aires en dirección al vórtice y faltaba muy poco para que lo
cruzaran definitivamente y abandonaran el planeta Tempus.
-
¿Qué nos espera del otro lado?- pensó Natal- Lo que realmente me inquieta es
creer que Vrogh lo tenía todo planeado desde el principio. ¿Tres cayendo y tres
subiendo cuando solo hay dos JEN? ¿Realmente él sabía que yo los acompañaría,
Lepra también y que Sony se iría? ¿Qué hubiera pasado si Sony siguiera con
nosotros, uno tendría que quedarse atrás?- suspiró, bajó la cabeza y miró la inmensa
altura que yacía bajo sus pies, como si estuviera mirando desde la ventana de
un avión; los árboles eran puntitos infinitos, los lagos eran manchas y las
construcciones parecían rallas. Se sobresaltó un poco, aún le temía a las
alturas- Es inútil pensar en eso ahora, solo espero que el muchacho esté bien.
Tengo el presentimiento que en el templo de la muerte encontraremos TODAS las
respuestas a las preguntas que nos hemos hecho estos cuatro años de
aventuras.
Una
luz verde y centelleante los envolvió, pues estaban entrando al portal;
estuvieron largos minutos sin visión, los tres cerraron los ojos; ansiosos,
tristes y aterrados. Luego, sus estómagos se vieron cubiertos por una sensación
de vértigo y sus cerebros temblaron dentro de sus cabezas, cómo cuando el avión
empieza ascender y el pasajero viaja por primera vez. Sin momento de detención,
pisaban tierra firme, aquella luz verde se apagó y pudieron abrir los ojos; los
elementales estaban frente a un inmenso desierto.
-
¿Este es?- preguntó Kay, desorientado.
No
había viento ni señales de alguna estrella iluminando los cielos, pero el cielo
se mantenía azul y claro, como si fuera el mediodía en la Tierra. Lepra realizó
una vista panorámica a su alrededor y dijo.
-
¡Allí!- algo emocionado, se apresuró en quitar el súper temporizador espacial
de su bolsillo para ver cuanto tiempo les quedaba- Nos quedan dos horas.
Kay
y Natal contemplaron lo que Lepra señalaba; y fue algo… impresionante. A
kilómetros de distancia, había un muro de 10.000 metros de altitud,
sin principio ni final.
-
Tenemos que ser veloces, usemos las contrapartes de Amdor para llegar más
rápido- le dijo Lepra a Kay, este asintió.
Nuevamente,
ambos mutaron al mismo tiempo; Lepra se transformó en aquella criatura con
cabeza de toro y cuerpo de hombre: un minotauro. Y Kay mutó a una bestia peluda
con el cabello azulado y la cabeza de un lobo: un hombre lobo. A continuación,
Kay tomó a Natal entre sus brazos y la gruesa voz del minotauro le dijo al
lobo.
-
Vamos.
El
lobo asintió, ya no necesitaba de la luna llena para su transformación. Ambas
criaturas dieron enormes saltos sobre la arena, en dirección al gran muro.
-
No me lo había detenido a pensar- pensó el lobo mientras corría con Natal en
sus brazos- Pero tengo miedo, después de lo que hizo Meddes en nombre de Vrogh,
después de lo que logró despertar en mí. ¿Cómo no tenerle miedo? Al principio
sólo me concentraba en la venganza, pero ahora, me doy cuenta que nunca tuve
las agallas para reconocer que siempre estuve aterrado. Ni Dimitrion, ni Miljen
ni Minos lograron que me sienta así, tan… paralizado e impotente. Cómo si no
importara si soy un JEN o un elemental o el hombre más fuerte del mundo, siento
que todo me supera. Tres desconocidos sacrificaron sus vidas para que yo esté en
este lugar, tres titanes me pusieron a prueba porque sí, logré algo que nunca
creí que podría y mi mejor amigo desapareció repentinamente. Realmente, sigo
sin entender la razón de porque estoy aquí. Y lo que genera un nudo en mi
estómago es considerar que tal vez nunca regrese a mi hogar y que nunca haya
existido un plan de retorno.
Tras
veinte minutos de repetitivos y excepcionales saltos sobre la arena; el
minotauro y el hombre lobo se situaron a veinte metros del enorme muro.
Pudieron discurrir formas y dibujos en él, pinturas sobresalientes que parecían
salirse del paredón cómo un efecto tridimensional (tenían otro relieve); eran
personas o eso parecían, bailaban, creaban y jugaban. El diseño era muy similar
al frontón del templo griego: Partenón; el cual estaba dedicado a la diosa
Atenea. Los dibujos se repetían por bloques rectos y ocupaban todo el muro.
-
Para los griegos, los templos representaban el equilibrio entre dos fuerzas
opuestas: el bien contra el mal, la civilización contra la barbarie, la razón
contra lo irracional. Es lógico pensar que los escultores de este muro opinan
de la misma manera- dijo Natal, bajándose de los brazos del lobo.
-
Eres profesor de historia, ¿verdad?- preguntó el minotauro. Natal asintió
mientras observaba aquel fascinante monumento- Yo nunca vine, pero mi mentor sí, él me dijo que a esto lo
llaman ‘’El limbo’’.
Natal
sonrió.
-
Tiene mucho sentido- respondió- El cristianismo creía que aquellos niños
muertos sin pecados personales irían a la región fronteriza del infierno, a una
especie de nivel superior, donde no los alcanzaría el fuego. Y por la
sorprendente altura de este muro, creo que ya todo está dicho.
-
Yo supongo que representa la historia de los titanes- opinó Kay, transformado
en el lobo.
-
Por lo que me dijo Fismut, lo representa todo… el comienzo y el final del
universo; y cómo ambos conceptos son desconocidos, el muro no empieza ni acaba-
dijo el minotauro mientras era rodeado por la arena y Lepra volvía a aparecer
en su forma humana.
-
¿Y ahora?- preguntó Natal- ¿Dentro del muro está el templo o hay que
atravesarlo?
-
Ninguna de las dos- indicó Lepra, tratando de no mirar hacia arriba ya que
seguir el trayecto del muro, mareaba- El Templo está SOBRE el muro.
-
¿QUÉ?- exclamaron Natal y Kay al mismo tiempo.
-
Es imposible sobrevivir a esa altura- vociferó el elemental del fuego.
-
Este mundo no responde a las leyes naturales del suyo, contradice todo lo que
saben, no nos pasará nada- contestó el joven morgano- Sólo hay que encontrar la
manera de subir…
Kay
y Natal se le quedaron mirando atentamente. Lepra inhaló, infló su pecho y
exhaló durante varios segundos, al mismo tiempo, hizo un juego de manos y el
bastón que Fä le había regalado antes de morir, apareció en su mano derecha. En
manos de Lepra, el bastón parecía una espada, ya que era más alto que Fä. El
cristal violeta se tornó azul francés e iluminó todo el bastoncito, a
continuación, Lepra golpeó el suelo con él y automáticamente, el círculo de los
magos fue dibujado bajo sus pies (y los de Natal y Kay); la arena empezó a
temblar, todos sus granos se fusionaron y conformaron rocas; un estruendo
sonido golpeteaba mientras todo esto ocurría; los tres elementales yacían sobre
una gran plataforma con forma rocosa; y esta inició un viaje hacia arriba.
Natal
se aferró a la roca, desesperado y el lobo se colocó en cuatro patas, encima de
él, para que se sintiera seguro. Lepra estaba de rodillas sobre el estrado,
sosteniendo el pequeño bastón, el cual yacía clavado en el medio mientras toda
su luz se vislumbraba a pesar del claro día. La roca ascendía en línea recta;
Lepra conformó cuatro paredes uniformes y un techo; luego aumentó la velocidad.
Ninguno estuvo muy seguro de cuanto tardaron en llegar hacia la cima; pero fue
todo un alivio cuando pudieron pisar la superficie del muro y abandonar esa
mágica plataforma. Lepra la deshizo y los restos cayeron 10.000 metros hasta
desplomarse en la arena. Natal estaba en cuatro patas, agitado y muy nervioso;
odiaba las alturas.
-
Respira y tranquilízate- le aconsejó Lepra. Natal apretó los dientes mientras
el lobo le daba algunas palmadas en la espalda. Cerró los ojos durante algunos
minutos y pudo volver a recomponerse. Se puso de pie y dijo.
-
No hay tiempo que perder.
El
lobo volvió a la normalidad y el joven Kay emergió nuevamente cuando una
llamarada lo rodeó por completo. La superficie del muro era plana, nada en
especial, tenía el tamaño de una de las avenidas más grandes de Buenos Aires.
No había dibujos ni estatuas alrededor, sólo una figura a lo lejos, algo
irreconocible.
-
Finalmente, el templo de la muerte está ante nuestros ojos- exclamó Lepra-
Tenemos una hora, sabremos que el tiempo se acabó cuando una gran sombra aparezca y empiece a
envolver todo este mundo, en el momento que te toque a ti Kay, estaremos
perdidos.
Lepra
no necesitó decir más, él y sus compañeros empezaron a correr en dirección a la
mancha. Natal agilizó aún más el viaje y utilizó sus habilidades en el viento
para impulsarse a sí mismo y a sus compañeros, fueron como balas hacia su
destino. En menos de veinte minutos ya estaban a sólo cincuenta metros del
Templo, el cual ya se divisaba con precisión. No se diferenciaba mucho de los
templos de nuestro mundo, era rectangular y tenía las mismas formas que un
palacio de la edad antigua; estaba repleto de columnas gigantescas ubicadas
regularmente a su alrededor y llevaba una inmensa escalera anterior a la
entrada sellada. Antes de la escalera había un sendero oblicuo conformado por
pequeñas piedras de diferentes colores. El templo era blanco crema y tenía
ciertos sectores cubiertos de lingotes de oro (cómo si fueran tejas). Algunos
sectores estaban rodeados de musgo inexplicablemente, lo que le daba la
sensación de existir hace muchos años. Tras el templo, el muro parecía continuar
sin final alguno. No debía superar los 300 metros de largo, los
elementales no estaban seguros. A medida que la distancia se acortaba, también
pudieron reconocer a dos sombras sobre la escalera.
Finalmente,
a sólo veinte metros de las columnas y la escalera, se detuvieron; tomaron algo
para recuperar fuerzas y una voz que pronunciaba muchos las ‘’eses’’ cortó con
el silencio.
-
Se tardaron.
El
corazón de Kay dio un brinco y giró la mirada para entrever a su peor
pesadilla. El encapuchado yacía allí, sentado en la escalera, esperándolos. Lo
peor de todo, es que no estaba solo, otro sujeto encapuchado lo acompañaba.
Kay
se quedó inmóvil, una sensación recorrió todo su espíritu y el color de su piel
se tornó roja. Natal tardó en verlos, pues estaba muy cansado por el viaje;
Lepra yacía con la mirada fría sobre sus enemigos.
- Quítate-
ladró Lepra.
Meddes
se levantó, bajó las escaleras, su compañero no lo siguió. Kay quitó la espada
de Xón y Lepra alzó el bastón de Fä, en guardia.
-
El último morgano frente a mí- río el encapuchado- La última vez que te vi, me
espiabas. Tuve piedad porque necesitaba atender otros asuntos urgentemente,
como asesinar a su novia- señaló a Kay, este casi pierde el control pero se
contuvo de alguna manera- Esta vez, no la tendré y acabaré con la existencia
del pueblo que me rechazó.
-
Vrogh nos quiere allí antes de que la sombra aparezca, después vendremos por
ti- le dijo Lepra, con el ceño fruncido.
-
¿Vrogh?- volvió a lanzar una sonrisa bajo esa capucha- Él y yo tenemos metas
diferentes, así que… se quedarán aquí hasta que esas abominaciones vuelvan a
despertar.
-
Así que tú eres Meddes…- habló Natal con la boca abierta.
-
Perdón, ¿Y tú eres…?- Meddes se le quedó mirando y quedó algo desorientado
cuando lo vio, podría decirse que hasta algo aterrado- Kimhote Pedro.
-
¿Me conoces?- preguntó Natal, sorprendido.
Meddes
lo ignoró.
-
Seguiste todo lo que Vrogh te dijo hasta el pie de la letra y ¿Recién ahora
decides traicionarlo?- exclamó Kay, haciendo lo posible para controlar sus
impulsos; tenía ganas de insultarlo, de llorar y de destruirlo con sus propias
manos, pero por otro lado, sintió que al final, no había aprendido nada en su
viaje y la venganza seguía estando allí, intacta.
El
otro encapuchado continuaba en la escalera, sentado, sin decir ni una palabra.
-
¿Ahora tienes un amigo?- preguntó Lepra, irónicamente.
Meddes
parecía estar realmente contento y le señaló a su compañero que se acercara,
este obedeció. Al mismo tiempo, hizo aparecer ese famoso bastón oscuro que
había quitado la vida de Agustina y la de todos los morganos. Sólo verlo les
generó una sensación de disgusto muy potente a Kay y Lepra.
-
¿Cómo llegaste hasta aquí?- le preguntó Lepra y en voz baja le dijo a sus
compañeros- Yo me encargo de esos dos, ustedes entren al templo inmediatamente,
crearé una distracción.
Meddes
quitó de su bolsillo un artefacto que Natal recordó, parecía la tapa de una
lata de atún, bañada en bronce. Natal lanzó un suspiro opulento.
-
Es imposible…- dijo.
-
¿Qué ocurre?- le preguntó Kay.
-
Ese… ese es el artefacto que nos llevó al
ZEN el año pasado, el que le regalé a Dayas…
-
Es una parte del medallón de bronce- explicó Meddes- Un artefacto que te permite viajar a cualquier lugar del universo,
yacía en el museo de Morgana hasta que lo robé.
-
No tiene sentido- exclamó Natal.
-¿El
Zen, eh?- dijo Meddes- La última vez que estuve allí dejé muy mal herido a un
príncipe…
-
¡Fuiste tú!- gritó Kay- ¡Casi matas a Dayas!
-
No era mi intención, yo sólo los estaba buscando…
-
¡Ahora!- exclamó Lepra y usó el bastón para lanzar algunos rayos celestinos
contra sus enemigos. Meddes se quedó quieto, el otro encapuchado lo defendió
mediante una barrera mágica, un círculo místico similar al círculo de los magos
pero de color verde. Esto repelió el ataque de Lepra, ni Kay ni Natal tuvieron
tiempo de reaccionar. El nuevo encapuchado hizo desaparecer el escudo y bajó
las manos (las cuales había extendido para crear la defensiva). Bajo la capucha
de Meddes, pudieron reconocer una inquietante carcajada.
-
El destino es algo… desorientador- dijo el sacerdote. Lepra se quedó inmóvil,
Kay y Natal estaban aún muy exhaustos por el viaje y sus reflejos se habían
alentado. Esta vez, el nuevo encapuchado fue quien habló, una voz masculina de
tenor.
-
Lepra, Natal, Kay… creí que nunca llegarían- y se quitó la capucha.
Un
silencio desgarrador ocurrió; los tres elementales estaban petrificados y
bajaron la guardia sin darse cuenta.
-
¿Qué fue lo que hiciste?- dijo Kay en voz baja, entre lágrimas.
-
No es real, no es real- repitió Natal, conmocionado.
Lepra
estaba mudo.
-
Yo te había elegido, Montarnen. Pero me decepcionaste- le dijo Meddes a Kay-
Sin embargo, yo nunca renuncio a mis sueños…
Kay
sentía que le estaban apretando todos los huesos del cuerpo y que en cualquier
momento se quebrarían al mismo tiempo; Natal padeció angustia y dolor, cómo si
le estuviera agarrando un ataque de pánico. Lepra fue el único que dio un paso
al frente y pronunció.
-
En Agda, yo le advertí a Fismut que uno de los dos podría llegar a ser
corrompido, siempre sospeché de Kay, nunca creí que serías tú… Sony.
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