martes, 11 de julio de 2017

Adiós Zimpat, Reino del Águila: CAPÍTULO 19.



Adiós Zimpat, Reino del Águila: CAPÍTULO 19.

La inmensa criatura rondaba entre los 20 y 21 cm de altura, de un peso incalculable y un pelaje en diferentes tonos del dorado. Aquello era mucho más de lo que Minos había esperado del joven príncipe; el águila miró al tirano con sus ojos penetrantes, inmediatamente… los soldados a favor del Rey se rindieron y abandonaron las armas. El grito que el animal había efectuado sobre su rival, lo dejó sentado en el suelo. Pero Minos no se rindió, utilizó todas las habilidades mágicas que conocía del libro, pero ninguna funcionó contra ese precioso ser. Desesperado, recurrió a sus dos espadas, pero la piel del animal era tan dura como el acero.
- ¡Cuidado Dayas! ¡El desdichado quiere tu cuerpo! ¡Sé precavido!- le gritó Natal. Sony yacía con los ojos entre cerrados, algo no le cerraba…
Minos parecía ocultar algo, el elemental de lava lo estaba intentando descifrar. El villano sonrió y señaló la cabeza del águila con sus garras, luego comenzó a mover la boca como si estuviera hablando, sin emitir sonido alguno. Una cierta fuerza gravitacional empezó a retener a la nueva bestia, a atraerla hacia el soberano. Minos gozaba de la situación, su corona se había caído al suelo, la ropa manchada con sangre, sudor y suciedad, además, la técnica mágica que empleaba fue tan intensa que la armadura de bronce se destruyó por sí sola.
- ¡ASÍ FUE COMO TU ANTEPASADO TOMÓ AL ÁGUILA DORADA COMO SUYA! ¡YO HARÉ LO MISMO!- gritó el monarca, tan desenfrenado como si una ventisca le estuviera aplastando la cara.
Mongot y los elementales yacían paralizados, sin saber que hacer. Kay intentó lanzarle una gran bola de fuego, pero aquella técnica fue absorbida por la habilidad mágica.  
Finalmente, el águila sacudió su cabeza y causó una poderosa luz que penetró en el cuerpo del malhechor. Expulsando el alma del Oscuro del cuerpo de Minos y liberándolo para siempre. El antagonista gritó triunfante antes de desvanecerse…
La brisa se agitó cuando esto ocurrió, la fuerza gravitacional se detuvo y la esencia del enemigo se evaporó. Minos cayó al suelo sin vida, los elementales se encargaron de comprobarlo.   
Hubo un prolongado silencio.

Tras la rendición de los soldados, la liberación de los prisioneros, la ayuda de los conciudadanos, la destrucción de los Snoros y el final del tirano, el orden volvió a establecerse en Zimpat.
- La leyenda era cierta…- dijo Bin, rodeando a la criatura- Esta es la famosa águila dorada- intentó acariciarla, pero el animal gritó, lo que asustó al joven Bin… aunque no se detuvo y de una vez por todas pudo acariciarle el pelo, suavemente.
A continuación, el águila dorada volvió a brillar, Bin se alejó; en un abrir y cerrar de ojos desapareció y en su lugar, el joven príncipe emergió.
Los elementales estaban impresionados y orgullosos, se acercaron velozmente al muchacho.
- Admito que estuvimos apunto de perder la fe- le dijo Kay apenas lo vio. 
- Me disculpo por mi retraso- le respondió Dayas con una sonrisa, sin siquiera mirarlo, yacía igual a cuando huyó- Y gracias, sin ustedes, nada de esto hubiera pasado.
- ¿Qué fue lo que pasó?- preguntó Sony, tomando a Bin del hombro.
Dayas hizo una vista panorámica por todo el centro, no había ciudadano que no lo estuviera observando. Mongot yacía a un costado, aún no se animaba a acercársele. 
- Cuando supe la verdad, la historia de los elementales y el verdadero origen de mi familia, tuve miedo. Y huí- empezó el príncipe, mirando el suelo- También pido disculpas por eso. Entre la cólera y la vergüenza, ataqué a las fuerzas de Hassian, dejando a este como único sobreviviente. Estuve apunto de quitarle su miserable vida, pero alguien me lo impidió…
Los elementales y los hermanos (Bin y Mongot) escuchaban la historia del príncipe con suma atención.
- Un anciano- continuó Dayas- No me dijo su nombre, solo que había sido gran amigo de mi familia durante años y que se había exiliado tras el reinado de terror de Minos. Él sabía lo que en verdad había pasado con mi tío y me lo contó. Por alguna razón, entendía a la perfección la fuente de mi poder y me enseñó a utilizarlo. Así, pude hacerme con un nuevo elemento y una transformación, que solo lograría si todos los fragmentos de mi alma se unían en uno solo.
- ¿Los… fragmentos de tu alma?- preguntó Natal, frunciendo el ceño.
- Así es- respondió Dayas con seguridad- Pudo haber sido obra del anciano, no estoy seguro, pero me volví un ave y vagué por gran parte del Zen hasta llegar a Zimpat. Y vaya, ¡daría hasta mi trono por volar por siempre!- Dayas hizo una pausa, se acercó a Mongot (quien yacía apenado, con la cabeza gacha) y lo tomó del hombro- Y tú, mi viejo camarada y amigo fuiste la razón por la que volví a mi forma natural.
- ¿Yo?- preguntó Mongot, levantando la cabeza.
- Luchaste tanto por nosotros, hiciste lo que yo no. Tu valentía, tu perseverancia, humildad y cariño me devolvieron la fuerza que necesitaba. Fue entonces cuando desperté para terminar con esto. Tu humanidad me salvó, Mongot- el capitán sonrió complacido, a decir verdad, en un principio creyó haberle fallado- Por eso, tuve el suficiente tiempo para tomar una importante decisión.
Mongot tragó saliva.
- ¿Cuál, señor?- preguntó Bin, intrigado.  
- Por el decreto que me confiere el apellido de mi familia, renuncio a mis facultades como soberano y te declaro a ti, Mongot Borbán, capitán de las fuerzas Kiceanas: REY de Zimpat.      
Todos se quedaron atónitos. Mongot relajó los hombros y habló.
- Dayas- era la primera vez que lo llamaba por su nombre- Eres el legitimo heredero, nadie más merece ese título más que tú, después de todo lo que pasaste y luchaste.
- Te equivocas, mi viejo amigo- respondió Dayas, con la misma luz en su rostro que ya habían visto apenas apareció- Yo seré el heredero, pero eso no me da el derecho de gobernar a nuestro pueblo. Tú detuviste la matanza de los Kiceanos, tú ayudaste a descubrir los traidores, tú defendiste a tu gente hasta el último aliento. Considéralo un regalo, si así lo prefieres- Dayas le sonrió afectuosamente- Yo creo… que serás un espléndido Rey.  
Mongot abrazó a Dayas en un parpadeo.
- La deuda que tuviste desde que éramos chicos está saldada- le dijo Dayas durante el abrazo- Ahora, yo soy el que está en deuda contigo. 
Mongot se alejó avergonzado, todos se alegraron al conocer esa parte sentimental del capitán. Carraspeó y habló.
- ¿Y que será de usted?
- Me iré de viaje, durante mi travesía descubrí a distintos sectores del Zen que necesitan ayuda, quiero salvar a cuantos pueda y conocer el mundo. Al igual que mi tío Minos, el verdadero…
- Las piezas faltantes- interrumpió Natal- ¿Dónde las encontraste?
- El anciano las tenía, desde hace mucho tiempo según me dijo.
- ¿No te dijo su nombre? ¿Dónde está ese anciano?- volvió a preguntar Natal, esperanzado con que pudiera tratarse de quien creía.
- No recuerdo mucho lo que pasó. Pero apenas los fragmentos de mi alma se convirtieron en pequeñas aves, no lo volví a ver- respondió Dayas, alejándose de Mongot.
Natal se quedó pensativo.
- Tengo una deuda INMENSA con ustedes, cuando me necesitéis, solo llámenme- le dijo Dayas a los elementales pero posando su mirada sobre Natal. Aunque… extrañamente parecía estar evitando el contacto visual con Kay y Sony.

La paz regresó al reino, muchos soldados fueron condecorados y los caídos en combate recordados con honor; así pasaron dos grandiosos meses de reconstrucción de lazos, familias, casas y de la misma sociedad; la cual acababa de integrar a todos los Kiceanos como parte de su civilización. Todos se habían vuelto uno, la estatua dorada fue ubicada en lo alto de una de las torres de vigilancia como símbolo de la victoria. Muchos rumores corrían, pues pronto sería la coronación del nuevo Rey, y todos ellos estaban muy inquietos por si Dayas aceptaría su legado o si cambiaría de opinión. La decisión ya estaba tomada, el nuevo Rey yacía en preparativos para la gran celebración, también en conmemoración de la batalla y de los muertos en la guerra. Hasta incluso Clavito obtuvo una tumba en su memoria. Sony y Kay lloraron su muerte cuando la visitaron, donde sea que estuviera, sería un lugar mejor.  
Natal devolvió el libro a Dayas, el mismo príncipe se encargó de dejarlo en el Templo, estableciendo un vínculo inexplicable con la inmensa estatua de Juan Jimonte.
El día llegó, Dayas le había prometido una gran sorpresa a los elementales, las calles se adornaron y hubo gran cantidad de festejos por parte de los conciudadanos. La reunión era a las 19hs, todos acudieron puntuales a los inmensos jardines del castillo, preparados exclusivamente para la coronación. Una gran alfombra roja recorría el pasillo principal que conducía al castillo. Los soldados en dos filas rectas alrededor de la alfombra; Dayas fue el primero en aparecer, vestido con una extraña túnica dorada y azul, propia de los nobles de Zimpat. Muchos se percataron enseguida que su Rey no sería el legítimo heredero al trono. Pero no hubo protestas, todos estaban a la expectativa. Todo se había mantenido en secreto. Luego le siguieron los elementales, muchos aplaudieron cuando los vieron, su llegada había sido el punto culminante para la liberación del reino. Dayas, Kay, Sony y Natal se mantuvieron a un costado entre los soldados, esperando al nuevo monarca. Las trompetas sonaron y los soldados desenvainaron sus espadas en señal de saludo. Mongot apareció, vestido con una túnica carmesí gigante y una armadura de plata. Avanzó por la alfombra, se lo notaba muy nervioso, Dayas se le acercó. Todos hicieron silencio.
- Mongot Borbán- dijo Dayas en voz alta, Mongot se inclinó ante el- Por el poder que me confirieron mis antecesores, te elijo como principal representante de nuestro reino, te declaro REY de Zimpat- un soldado se acercó con una almohada roja de bordes dorados, y sobre ella la impecable corona del soberano (la misma que se le había caído a Minos durante la batalla). Dayas se la colocó en la cabeza a su viejo amigo, con sumo orgullo de la decisión que había tomado.
Mongot lo observó desde su lugar y se puso de pie.
- Juro gobernar con humildad y sabiduría- le dijo, posando su puño en el corazón.
- Sé que lo harás- respondió Dayas y le dio un abrazo.
El pueblo se encontraba muy confundido, pero aún así, aplaudieron e hicieron una gran ovación por su nuevo Rey; en especial los Kiceanos que ya lo conocían. Bin también apareció, vestía una armadura de bronce y a la espada envainada; Mongot lo había nombrado nuevo comandante del ejército de Zimpat. Mongot se dirigió a su gente y dijo:
- Este es un día para recordar y hacer valer nuestro pueblo; no por la coronación, sino por el recuerdo de aquellos hermanos, padres, madres, primos, nietos o tíos que se sacrificaron por la libertad de su reino. Pido un minuto de silencio para todos aquellos que lucharon por defenderlo hasta las últimas consecuencias
El minuto de silencio se efectuó, muchos lloraron al recordar seres amados perdidos.
- Si algo hemos aprendido…- continuó el Rey Mongot- Es que la paz no se consigue, sino que se gana. Muchos de nosotros no perdimos la fe y fuimos capaces de resistir y de luchar por lo que tanto anhelábamos, gracias a ello pudimos ser conocedores de los verdaderos resultados.
Los conciudadanos aplaudieron, esta vez con mayor intensidad, satisfechos con su nuevo rey, quien les parecía ser un hombre muy sabio.
- Y no olvidemos a estos tres grandes magos, hechiceros de una tierra muy lejana y distinta a la nuestra- prosiguió el nuevo monarca- Nos demostraron que podemos ser de lugares muy diferentes, pero podemos compartir mucho más de lo que imaginamos. Admito que fue difícil confiar en seres tan extraños, ¿Acaso han visto como se visten?- el pueblo rió, los elementales se sonrojaron- Pero a la larga, comprendí que clase de personas son. Ellos, sin necesidad de hacerlo, nos apoyaron en los momentos más difíciles, intentaron salvarnos y sacrificaron todo para que este día se haga realidad. Les debemos un fuerte aplauso, es un verdadero honor tenerlos de nuestro lado.
Todo el reino de Zimpat vibró ante los increíbles aplausos que recibieron los elementales; Kay, Sony y Natal sentían una gran conmoción.
- El príncipe Dayas luchó…- Mongot continuó hablando a los habitantes, mientras tanto, los elementales debatieron entre sí.
- Es increíble como se dieron las cosas- dijo Kay.
- El mundo es una rueda y hay que girar con ella- le respondió Natal.
- ¿Y esa frase?
- Es mía- sonrió Natal.
- Después de todo, el cadáver que Mulón había encontrado, pertenecía a Vayas, ¿No?- volvió a hablar el elemental del fuego.
Natal asintió. Sony apretó los dientes.
- Todo cambiará a partir de ahora, ¿No?- dijo Kay, nervioso y entusiasmado.
- Así que apenas vuelvas, vas a mudarte… te deseo lo mejor, mi amigo. De verdad- dijo Sony, reprimiendo la tristeza hizo ver una sincera sonrisa.
- Gracias, hermano. Igual, no le he hablado desde hace meses por estar aquí, me pregunto si aún querrá…
- Por supuesto que si, eres un gran tipo. Así como Dayas enfrentó una gran crisis de identidad y salió adelante, tú también puedes ganar.  
Kay rió, la relación entre los hechos no era muy estrecha, de todos modos, los consejos de Sony siempre le resultaron raros.
- ¿Saben? Cuando recuerdo a Miljen quitando mi… me reconforta saber que ustedes me lloraron- confesó Kay- Tengo miedo de quedarme solo. Es por eso que acelero las cosas con Agustina, quiero formar una familia y ser feliz.
- Oye, todos tenemos miedos- lo animó Sony- Yo, por ejemplo, le tengo miedo al fracaso, a la burla y a la humillación… pero siempre intento seguir adelante. Bueno, si te soy completamente honesto, también creo que el hecho de formar una familia te está apresurando. No sabes si ella es la correcta para tomar semejante decisión, sin sumar que la viste una vez en toda tu vida- Kay se quedó pensativo- Antes de que fallezca, yo creía que tú y Jessica…
- Jessica ya no está, mi amigo. Tengo que seguir adelante- suspiró el joven elemental de fuego- No sabes las veces que sueño con ella, pero volver a hablar con Agustina alejó esos sueños de mi mente. Créeme cuanto te digo que en verdad quiero a Agustina, quiero estar con ella.
Sony se quedó en silencio y asintió amorosamente, Kay no necesitó una respuesta para entender el gesto. Luego, fue a buscar algo para tomar.
- Tal vez se de cuenta pero a las malas, a todos les pasa- le dijo Natal a Sony en voz baja.
- No tiene remedio- rió Sony mientras observaba a Kay marcharse. De improvisto, una imagen vino a él con rapidez, como una ilusión. Sony intentó rechazarla y pasarla por alto pero no le fue posible: UN HOMBRE IRRECONOCIBLE ROBABA UN CAJÓN. Borró la sonrisa y recordó la expresión de Minos cuando el águila lo venció, no fue de derrota, ni de frustración, sino… de placer- ¿Natal?
- ¿Qué pasa?- preguntó su mentor, quien contemplaba al nuevo Rey hablándole a los ciudadanos.
- No quiero preocuparte pero… Minos nos dio a entender que no sabíamos las habilidades del águila dorada. ¿A qué se refería? No lo sé, algo no me cierra…
Natal sonreía con todos sus dientes.
- Murió, Sony. Hariet ya no existe. Se acabó, cumplí con mi misión- le era imposible disimular su felicidad- Vengué a mi familia.
- Tú me enseñaste a siempre ver más allá de los hechos, y yo creo…- Sony tragó saliva- Que esto era lo que Hariet en verdad quería- Natal fue apagando su contento en un decreyendo- Durante la batalla parecía estar guardándose algo, además, planeó todo tan minuciosamente que cuesta creer que fue vencido porque Dayas resultó ser más fuerte- el elemental posó su mano en el corazón- Lo siento aquí, Natal. Él sigue vivo, allá afuera, de alguna forma.
Dick Natal apretó los dientes con rencor.
- No es posible- dijo, con la voz grave.
- Y algo me dice que Hariet no quería el cuerpo de Dayas, fue una distracción, él buscaba ser vencido. Pues… el águila dorada- Sony abrió los ojos como platos- ¡Lo tengo! ¡Hariet quería que Dayas se hiciera fuerte para que lo venciera!
Natal hizo una mueca y pronunció.
- No tiene sentido lo que dices.
- Lo tiene- afirmó el joven estudiante de Derecho- Porque… Hariet se encontraba ATASCADO en el cuerpo de Minos.
- Y el águila dorada era la única capaz de ayudarlo…- completó Natal, anonadado- Lo que siempre quiso fue volver a su cuerpo original. Ese fue su plan desde el principio.
- Nos engañó, otra vez- Sony estaba tenso- ¿Dónde estará? Y más importante… ¿Se lo decimos a Kay?
- ¿Decirme qué?- Kay acababa de aparecer.
Natal le hizo una seña disimulada de que no lo hiciera, después de todo, Kay quería vivir una vida normal y tenía todo el derecho de hacerlo.
- Qué… había una mesa con bebidas más cercana a la que fuiste- mintió Sony con una sonrisa falsa. Kay, a pesar de la conexión que tenían, no se dio cuenta.
Mongot terminó con su discurso y los habitantes le dedicaron una reverencia, los elementales copiaron el gesto, al igual que Dayas.

En los días anteriores, Dayas le había hecho un culto a su fallecido tío (en secreto) para impedir la histeria de los habitantes. Pues él había amado a su tío y su destino fue incluso peor que la muerte. Hizo lo mismo con Faír, Kaia… y, sorprendentemente, con Koba. Además había estado trabajando en una nueva estatua con forma de águila, la que yacía oculta bajo una manta anaranjada, custodiada por un grupo de soldados. Dayas, aún con autoridad, ordenó que se hicieran aún lado y que quitaran la manta. La estatua estaba cercana a una de las paredes del castillo.
- Sony, Natal, Kay… esta es su oportunidad de volver a casa- les dijo Dayas- Ha sido un honor tenerlos de nuestro lado, pero sé que deben extrañar su mundo.
Natal asintió y le dio un apretón de manos, pero Dayas en lugar de eso, lo abrazó. El nuevo Rey y los habitantes se quedaron observando la despedida.
- ¿Usted sabe donde está la caja negra?- preguntó disimuladamente.
- ¿Qué caja negra?- dijo Dayas, confundido- No hay ninguna caja negra aquí.
- Nada de que preocuparse- sonrió Natal, falsamente, mientras apretaba los labios.
- Ten esto- Dayas le entregó a Natal el cubo del templo de Jimonte y una nota- Me dijeron que estuviste muy interesado en este artefacto, es un regalo.
Natal lo tomó, sorprendido y leyó la nota, estaba escrita por Juan Jimonte y decía:

‘’El conjuro resultó todo un éxito, el águila y yo hemos pasado a ser uno solo, el otro ser que poseía lo he guardado en este cubo. Allí estaréis para cuando lo necesitéis alguien más. Cuidado.

                                                                                Juan Jimonte’’

- Venía con el cubo- le dijo Dayas, Natal tomó los demás objetos. El pergamino que ya conocía. Kay observó un extraño símbolo dibujado que no había notado con anterioridad, lo recordó enseguida… en los recuerdos que había tomado de Miljen Morgan con su padre, Frank tenía puesto un collar con ese mismo dibujo: múltiples líneas alrededor de un círculo unidas por un único punto.
No dijo nada al respecto y dejó que Dayas se despidiera de Natal.
- Muchas suerte, príncipe- le dijo Natal- También quisiera darle un regalo- y le entregó el medallón que les había permitido viajar al Zen en el primer capítulo, no había vuelto a funcionar. Dayas tomó el medallón y le agradeció, luego pasó a los JEN. Kay y Sony lo esperaban con una gran sonrisa, pero Dayas cambió totalmente su actitud. Tomó a ambos de los hombros y les susurró al oído.
- TENGAN MUCHO CUIDADO, HAY FUERZAS QUE LOS ACECHAN…- Dayas se refería al encapuchado conocido como Meddes que lo había dejado malherido, el anciano le había especificado no contarle nada a los elementales, por eso no dijo nada más al respecto. Kay y Sony tragaron saliva.
- Lo tendremos- respondió Kay un poco perturbado y con los ojos saltones.
- Hasta pronto, Dayas- dijo Sony, un poco más calmado. Aunque se quedó pensativo con lo que les dijo… recordando especialmente el sueño en donde combatía al encapuchado y él se transformaba en un horrible monstruo.
- Nunca me cansaré de agradecerles por todo lo que hicieron- dijo Dayas, esta vez con una sonrisa y en voz alta- Me dieron fuerzas y me enseñaron a confiar en mí mismo. Si no se los he dicho, lamento la pérdida de su amigo.
Kay y Sony asintieron con las cabezas gachas, recordando a Clavito.
- ¿Ya se van?- preguntó Mongot, interrumpiendo.  
- Así es, mi amigo. Confío en ti, sé que gobernaras bien. Recuerda Mongot... antes del alba, el águila dorada ya estará avisando su regreso.
Mongot asintió amablemente, Bin lo acompañaba.
- Es hora, muchachos- le avisó Dayas a los elementales.
Natal le dio un último apretón de manos a Mongot, no necesitó decirle más. Kay y Sony efectuaron una corta reverencia.

- Hasta pronto poderosos magos y hasta pronto joven príncipe- dijo el monarca, los habitantes también saludaron, en especial los niños y los hombres que los habían conocido de cerca.
- Hasta pronto, camarada- le respondió Dayas y lo pensó bien…- ¿Sabes que? Mejor llámanos: ELEMENTALES.
Kay y Sony se miraron entre risas. De pronto Dayas se volvió con el pueblo y gritó:
- ¡Viva el reino de Zimpat! ¡Y su rey Mongot!
La gente repitió la oración y continuó con los gritos de festejo.
Dayas caminó hacia la estatua, dio un paso al frente y gritó con fuerza, todo su cuerpo volvió a verse modificado y evolucionó a la dorada criatura. El pueblo estaba atónito ante tal acto, y no solo ellos, inclusive su Rey y los elementales.
El águila dio un nuevo grito y la estatua brilló con intensidad, empezó a moverse como si estuviera viva y en su interior apareció un gran agujero multi-color: la puerta dimensional.
- QUÉ LA LUZ DEL ÁGUILA OS ILUMINE- dijo la voz de Dayas, la cual hacía un notable eco.
- Adiós Zimpat, reino del águila- saludó Natal al pueblo, fue el primero en entrar en la puerta. Kay y Sony contemplaron todo a su alrededor y se lamentaron por tener que abandonarlos, antes de irse… observaron la preocupada mirada del águila, la cual se desvaneció apenas entraron en el agujero.

Los elementales entraron en la puerta, cayeron en el agujero dimensional y volvieron a aparecer en la casa abandonada.
- ¿Todo fue un sueño?- preguntó Kay, alborotado.
- No, no lo fue- dijo Natal, observando detenidamente el cubo.
Se las ingeniaron para escapar de las fuerzas armadas y regresar sanos y salvos a sus hogares. Meses después, Kay se mudó definitivamente y se fue a vivir a Morena con Agustina; Sony y Natal notaron su ausencia, pero juntos se entendieron muy bien. Después de todo, tenían mucho que hacer…
Natal no volvió a dar clases, la dictadura estaba reteniendo profesores, dinero no necesitaba y el cubo lo había obsesionado…
Sony volvió a su trabajo en el congreso, aunque las cosas estaban cada vez peor.
Respecto a Dayas, apenas los elementales se marcharon, la estatua desapareció mágicamente y vio a su amigo tan deprimido que le obsequió el medallón que Natal le había dado. Sin decir más nada, voló por los aires hasta finalmente alejarse del reino. Mongot reinó muy bien durante su mandato, su hermano Bin también desempeñó un buen papel como comandante de los ejércitos del reino.
Ambos se casaron con sus respectivas parejas y lucharon por Zimpat hasta el final de sus días.

Pero no todo terminó allí: Unos pocos meses después del nacimiento de una nueva nación, ocurrió un robo en la fortaleza impenetrable de Zimpat. El ataúd fue descubierto y abierto, su interior… vacío. No solo eso, inclusive el medallón del Rey desapareció sin dejar rastro.
Algunos guardias aseguraron ver a un hombre de cabello canoso y parte del rostro desfigurado tomar un traje/armadura y desaparecer en la oscuridad. Ese día, todos enloquecieron, pero nada más ocurrió.

Todo había salido según lo planeado.

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