martes, 19 de septiembre de 2017

Mal Augurio: CAPÍTULO 1.



Mal Augurio: CAPÍTULO 1.

- La búsqueda ha terminado, señor- dijo una sombra en la noche, en un lugar místico de procedencia desconocida.
- Tráelos ante mi...- le respondió otra voz, esta resonaba notablemente, era más aterradora y siniestra- Sabes qué hacer...
- Si, señor- la primera sombra se trataba de un sujeto encapuchado de pies a cabeza. Inclinó la cabeza en respuesta a la orden de su amo y se levantó.
La voz del segundo ser desapareció, como por arte de magia. La luna brillaba intensamente en un color verde, había un bosque con árboles extraños nunca antes vistos en nuestro mundo; la noche no compartía estrellas y la brisa se ausentaba sin revelar rastro.  
De repente un suspiro se oyó, el suspiro de una persona que se encontraba escondida, escuchando la conversación que tenían estos dos seres en la noche.
- ¡Un intruso!- exclamó el encapuchado.
El intruso empezó a correr a toda velocidad y la sombra fue detrás de él. Corrieron sin cesar, atravesando arbustos, ramas, vegetación y árboles; la persecución parecía interminable. El bosque llegó a su fin, y a continuación corrieron a un descampado, donde había gran cantidad de rocas en los alrededores. El intruso se detuvo y esperó en el interior de aquel campo. El otro sujeto se acercó a paso lento, también había dejado de correr.
- No te tengo miedo- gruñó el intruso entre dientes, era un joven de cabello oscuro, altura media, ojos marrones, piel morena, vestido con un uniforme negro de líneas rojas y un símbolo similar al del judaísmo.
- ¿Y por qué tienes que tenerme miedo? No voy hacerte nada- respondió la sombra, la cual se le había acercado hasta un par de metros de distancia.
- Sé lo que planeas, sé quién eres y para quién trabajas- dijo el joven con firmeza.
- Y yo también sé quién eres…- sonrió el encapuchado- Sé porque estás aquí y sé que no estás solo...
-Así es- afirmó un hombre que acababa de revelarse, se encontraba escondido detrás de unas rocas. Era viejo, alto, cabello largo ondulado y canoso (le llegaba hasta la espalda), piel pálida, vestido con una túnica color blanca de pies a cabeza. Llevaba un cetro blanco y robusto en la mano.
- El gran mago Fismut- aclamó el encapuchado.
- Te acuerdas de mí, después de tanto tiempo- respondió este.
- ¿Por qué envías a tus sirvientes a hacer el trabajo sucio? Siempre has sido un cobarde, anciano.
- ¿Y tú por qué sigues acatando ordenes de la peor de todas las maldades que existen?- preguntó el anciano, llamado Fismut.
- Tu odio está injustificado. Además, no tengo por qué darte explicaciones, viejo compañero, tengo una tarea y debo cumplirla.
- Así no llegarás a nada, Arcas Sanon hijo.
- Mejor llámame Meddes, sacerdote Meddes, querido amigo.
- Ya no soy más tu amigo, ni nunca lo seré. Traicionaste a tu gente y los condenaste al fuego y la muerte. Hoy estamos aquí para detenerte de una vez por todas- le respondió el mago con una increíble pasividad.
- Entonces apártate de mi camino- Meddes estiró el brazo, un bastón apareció en su mano (parecido al del mago Fismut) y con él efectuó un poderoso rayo contra sus enemigos.  
Pero este chocó con una enorme roca que se había interpuesto de imprevisto entre medio de ambos. La roca se destruyó en mil pedazos, las cenizas se esparcieron por el pasto y luego desaparecieron.
Meddes observó que el joven que yacía al lado de Fismut había efectuado la defensa, controlando mágicamente la roca a su gusto.
- ¡Así que ahora tus súbditos, aparte de espías, son magos también!- exclamó sorprendido.
Fismut sonrió.
- Él no es solo un mago, mi viejo compañero, es un elemental...
- ¿Un elemental? Fascinante revelación. Llegué a creer que solo quedaban cuatro de ellos con vida, bueno tres… supiste como engañarme, no has cambiado nada- le respondió Meddes.
- Tú sí que has cambiado, y para mal.
Meddes rió malévolamente.
- Descubrirás que mis cambios, van mucho más allá… de mis ideales- se acercó a una velocidad supersónica efectuando una maniobra de ataque.
Fismut y su aprendiz cayeron al suelo muy mal heridos, el impacto los desconcertó por un momento; su contrincante desapareció en el interior del bosque.

El tiempo y la noche transcurrieron. El más joven logró recuperar sus fuerzas y se acercó a Fismut para ayudarlo.
- Maestro, resultó ser cierto lo que usted decía, trabaja para Él
El joven lo tomó entre sus brazos y cuando estuvo apunto de levantarlo, el anciano agarró el brazo del muchacho con fuerza y le exclamó:
- ¡¿Qué le ordenó el gran espíritu?!
- Em... – respondió el joven evitando el contestar.
- ¡Dímelo!- gritó Fismut.
- Le ordenó llevarlos ante Él, maestro- le contestó el muchacho, bajando la cabeza.
El anciano quedó atónito ante la noticia, los ojos se le desorbitaron momentáneamente, meditó durante cuatro o cinco segundos y luego, muy desesperado, le dijo a su aprendiz:

- Escúchame Lepra, tienes que evitar que el sacerdote Meddes llegue a ellos, debes viajar lejos. Si logra su cometido... las puertas del templo de la muerte se habrán abierto al fin.

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